Abrir la
política urbana y las identidades sociales. Ni
empresarios, ni burócratas, ni vecinos: estatalidad profunda y estatalidad extensa
Opening up urban policy and social identities: Neither
entrepreneurs, nor bureaucrats, or neighbours: deep statality and extense
statality
Ana Nuñez*
Abstract
The
analysis presented in this article has its origins on the question of what
social relationships get hidden, constructed and destroyed in the struggle for
the material and social conditions of existence. This triggers the usage of
traditional categories of urban policy that have been thought of as objects (as
state, enterprises, neighbours) interrelating the construction of several
social spaces that we call deep statality and extense statality. We consult primary
and secondary information sources which refer to
struggles for and with water and the sanitation of Mar del Plata, Argentina.
Keywords:
urban genesis, social struggle, deep
statality, extense statality, urban policy.
Resumen
El análisis que
aquí se presenta parte de preguntarse qué relaciones sociales se ocultan,
construyen y destruyen en la lucha por las condiciones materiales y sociales de
existencia. A partir de ello se ponen en movimiento categorías tradicionales de
la política urbana que han sido cosificadas (como Estado, empresas, vecinos),
interrelacionando la construcción de distintas espacialidades sociales, que he
denominado estatalidad profunda y estatalidad extensa. Para ello se recurre a fuentes de
información primarias y secundarias referidas a las luchas por y con el agua y
el saneamiento en el Mar del Plata, Argentina.
Palabras clave:
génesis urbana, lucha social, estatalidad profunda, estatalidad extensa,
política urbana.
* Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina. Correo-e: aenunez@mdp.edu.ar y
nunezmdp@gmail.com
Introducción
A mediados de la
década de 1970, junto con la crisis del modelo de acumulación fordista, se
produjo una ruptura epistemológica en los estudios urbanos, a partir de la
crítica a las limitaciones del instrumental teórico-metodológico de la
sociología estadounidense, y la revaloración del análisis basado en diferentes
enfoques del materialismo histórico, sobre todo los provenientes de la Escuela
de Sociología Francesa.[1]
A comienzos de
la década de 1980, a la luz de esta influencia, los estudios urbanos
latinoamericanos, en general, movilizaron mecanismos estructurales y de
naturaleza económica para explicar la conformación de la ciudad y las políticas
urbanas, ya sea asociándolos al modo de producción o al comportamiento
económico de los agentes sociales (Marques y Bichir, 2001). En este marco, se
identificaba un patrón espacial decreciente centro-periferia en las condiciones sociales, urbanas
y en la intervención del Estado en medios de consumo social,[2]
proceso que, junto con el de autoproducción de viviendas, se subsumió y
denominó urbanización de la pobreza. Bajo esta denominación, los estudios
urbanos latinoamericanos, en general, referían (y naturalizaban) al proceso de
migración campo-ciudad de los pobres rurales, quienes ocuparían suelo
urbano desprovisto de servicios de infraestructura y autoconstruirían su
vivienda, ubicando su génesis temporal en las consecuencias del modelo industrial sustitutivo
(1950-1960). Esta naturalización y manera hegemónica de abordar el problema
permanece hasta la actualidad y ha sido realimentada por los organismos y las
agencias internacionales, como una forma de legitimar la producción y
reproducción de la desigualdad.[3] En
otras palabras, me refiero a que esta denominación oculta un proceso social
previo de confrontación y expropiación, sobre el que volveré más adelante.
Si bien a lo
largo de la década de 1980 esos determinismos fueron remplazados por otros de
nivel micro, basados sobre todo en los actores y los movimientos sociales
(Castells, 1988), persistió, naturalizado y legitimado, un circuito socialmente
construido de pobre, localización informal,
suelo sin servicios, barato,
población no servida por el Estado, fragmentando el análisis urbano en
dualidades del tipo legal/ilegal, formal/informal, tesis que continúa siendo
hegemónica (Pereira, 2005).
Por el
contrario, mi supuesto teórico es que esta ficción homogeneizante de sujetos
desposeídos (ocupantes gratuitos/autoconstructores) construida y legitimada socialmente,
es la que habilita, justamente, la acción racionalizadora y justificatoria de
los aparatos del Estado.[4] En
palabras de Pereira (1986), la carencia de equipamiento y/o servicios básicos evidencia el enfrentamiento de las fuerzas
sociales en la apropiación y valoración de la ciudad, y no la ausencia del Estado. Además, en las interpretaciones
corrientes aparece reificado un determinado Estado del poder (Bourdieu, 1996),
donde está ausente el análisis sobre las fuerzas que modifican las relaciones
sociales que condensan esa estabilización (Louran, 1980). Porque esa emergencia es, en todo caso, la expresión de una
lucha de clases como lucha política, económica y teórica (Marín, 1984, 1996).[5]
En el campo de
la política urbana, el tema también ha quedado encerrado en una naturalización
que fractura el problema en políticas (o arreglos formales) y necesidades
(o arreglos informales) (Allen et al., 2005), fetichizándola como un producto de actores sociales previamente
constituidos. Mi crítica al plantamiento hegemónico del problema refiere a tres
dimensiones interrelacionadas: 1) la visión teconburocrática que
constriñe los ejes del debate a la naturalización de la escasez conduciendo la reflexión a
materializar objetos; 2) la ausenica de una mirada genética y
procesual; y 3) aun quienes propugnan por observar
los aspectos sociopolíticos del problema, construyen la identidad social del demandante como adicional a la de usuario, atendiento a las múltiples
dimensiones que surgen entre una y otra (Castro, 1999). Lo que se pierde de
vista aquí es que por un lado, no siempre y no toda carencia material se
transforma en demanda (por qué y cómo, me preguntaría) y, por otro, que la
demanda y la apropiación de las respuestas a esta demanda es una de las formas
en que la rutina burocrática, que descansa omnipotente e infinita sobre la
propiedad parcelaria –diría Marx– diluye, fragmenta y dispersa, de esa manera,
la lucha social (Holloway, 1994). La pregunta debiera reformularse, entonces,
en términos de qué respuestas, a qué demandas, y de quién y dónde, en el
proceso de estatalidad.
En mi opinión,
se trata de desentrañar los mecanismos institucionales que operan en la
construcción de lo que se debe demandar y analizar las interconexiones en las
prácticas cotidianas de dominación. En síntesis, mi hipótesis es que la demanda
no es un derecho5 que enuncia la ausencia de un Estado
abstracto, sino una condición esencial del funcionamiento de las instituciones
y su burocracia. Es decir, no hay dos mundos desarticulados (las demandas de la
sociedad, y el Estado) unidos por hilos (Borges, 2006: 101).
Así, la
perspectiva cambia al considerar, como dice Lourau (1980), que es
el Estado el que nos analiza
a partir de un enfoque que propone reflexionarlo no sólo como objeto sino como instrumento de investigación, es decir, abrirlo, transformarlo en un dispositivo de
conocimiento de las fuerzas reales que operan no sólo en el control, sino en el
proceso de construcción del orden social y, por tanto, de identidades
sociales[6]
(Roze, 2003; Castro,
1999). En otras palabras, abrirlo es, desde mi perspectiva teórica,
entrar en la estatalidad en su doble dimensión: 1) como proceso, en sus distintas
facetas, y 2)
en su construcción en profundidad y en extensión.
Esta
operacionalización posibilita, por un lado, devolverle a lo que se denomina Estado la dinámica que le imprimieran Marx y
Engels, en su relación conflictiva que establece con las fuerzas sociales,
entendiendo por éstas las alianzas de clases entre fracciones de clases que
tienen distintos grados de unidad de clase, conceptualizándolo como un conjunto
dinámico, cambiante, conflictivo, de relaciones entre clases, en una
determinada sociedad, que expresan la dominación bajo formas aparentes de
consenso, y a los aparatos del Estado como la forma visible en que esta
relación se materializa (Roze, 2003) y, por otro, introduce un riguroso
criterio de periodización para investigaciones que abordan la historicidad de
procesos sociales.
Para Castro
(1999) hay un aspecto que requiere mayor atención y es el que refiere a las
instituciones que detentan el monopolio estatal de los medios de la violencia
legítima (Weber,
1992; Elias, 1982) y, agrego, también simbólica (Bourdieu, 1996). Empero, esas
instituciones se deben leer como construidas por fuerzas sociales para librar
las confrontaciones de las clases dominantes; instituciones políticas e
instituciones sociales, como ámbitos del régimen, es decir, de los defensores
del orden social y jurídico institucional (Marín, s/f; Roze, 2003), mediante el
interjuego por el cual se intenta mantener el dominio de los intereses de una
clase sobre el conjunto.[7]
Las formas en
que se organizan estos intereses sociales y económicos particulares desde la
dominación capitalista, se pueden comprender mejor a través de Marx, cuando
esclarece las relaciones entre burocracia y corporación, dialéctica que se va a explicar como
una transfiguración de los intereses, en particular, y en general:
Las corporaciones son el materialismo de la burocracia
y la burocracia el espiritualismo de las corporaciones. La corporación
es la burocracia de la sociedad civil; la burocracia es la corporación del
Estado. […]
La burocracia [...] es la “conciencia del
Estado”, la “voluntad del Estado”, el “poder del Estado” [...]. La burocracia
es el círculo del que nadie puede escaparse [...]. Pero en el propio seno de la
burocracia, el espiritualismo se hace un materialismo
sórdido, se
transforma en el materialismo de la obediencia pasiva (Marx, 1968: 59-61).
En esta crítica,
la burocracia, como institución de obediencia pasiva, sería una forma de
incapacidad para la lucha. Y si lo ponemos en relación con Weber: “El Estado
[...] es una relación de dominio de hombres sobre hombres basada en el medio de
la coacción legítima (es decir, considerada legítima)” y “El tipo más puro de
dominación legal es aquél que se ejerce por medio de un cuadro administrativo
burocrático. Rige el principio administrativo de atenerse al expediente” (1992:
1057-1175).
En síntesis,
recuperando las sugerencias teóricas de los clásicos, sumadas a las de Lourau y
Marín, este texto hace observable la estatalidad, en profundidad y en extensión, como
proceso y en sus distintas facetas, en la configuración y reconfiguración de
las relaciones sociales; las expresiones y acciones propias de diferentes
fracciones sociales, cómo surgen y se transfiguran personificaciones,
desafiando conceptos que aíslan Estado, corporaciones, universidad, sindicato,
vecinos, etc., haciendo presente ese “entramado de interdependencias
constituido por individuos” (Elias, 1982: 16), y desnaturalizando la visión
dominante de que hay una ciudad que se expande y servicios escasos que, corriendo detrás, nunca llegan.
En este marco, mi pregunta rectora es qué relaciones se ocultan, se construyen
y destruyen, detrás del fetichismo de los objetos.
1. Configuración de
territorialidades sociales
1.1. Génesis urbana
y de las fracciones sociales
Parafraseando a
Marx (1965: 573 y ss.), la acumulación originaria del pueblo Mar del Plata
estuvo signada por procesos de violencia y expropiación, como fundamento del
surgimiento y reproducción de las relaciones de propiedad. En otras palabras,
se trata de trazar la trayectoria de los procesos histórico-sociales de
confrontación en la configuración de territorios, entendidos como “ámbitos de
la producción de condiciones materiales y sociales de existencia, de producción
de relaciones sociales. Todo ámbito de esta naturaleza [...] presupone un
proceso de apropiación y otro de expropiación (Marín, 1996: 189).
El contexto
histórico de la génesis del pueblo como saladero se ubica en pleno auge de la
Argentina en la división internacional del trabajo como país agroexportador,
comportando diversas transformaciones en la división social y territorial del
trabajo; bajo la dominación oligárquica.[8] La
tierra es, aquí, el instrumento de producción de las condiciones materiales y
sociales de existencia.
Sin embargo, a
raíz de la epidemia de cólera y fiebre amarilla, la legislatura de la provincia
de Buenos Aires cierra, a partir de 1871, la actividad de los saladeros. La
alternativa sería, entonces, subdividir la tierra e instalar un poblado, es
decir, convertir tierra rural en suelo urbano. Esta decisión provoca un
conflicto interburgués con otros hacendados de poblados cercanos por la alta
valoración que tomarían las tierras y porque la formación del pueblo
requeriría, entonces, una expropiación. Una expropiación al expropiador por
parte del gobierno provincial, dado que la Ley de Ejidos prohibía la formación
de pueblos sobre tierras privadas.[9] No
obstante, en noviembre de 1873 se solicita la legalidad del trazado al
gobierno, pero en los libros del juzgado no aparece ninguna referencia a la fundación
de Mar del Plata,
pretendidamente hecha el 10 de febrero de 1874, momento en que el núcleo del
antiguo saladero era abandono y desolación (Zuppa, 1997).
En plena edad
de oro del régimen
oligárquico, esta consolidación por decreto de una situación de hecho, expresa
un tipo de relación interregional; una forma de articulación del poder central
con los poderes locales, en el marco de una redefinición social y geográfica de
la dominación.[10]
De todas
maneras, el pueblo
Mar del Plata surge, así, promediando la década de 1870, como un loteo privado
aprobado por excepción, transgrediendo la ley. Una ilegalidad
fundante de las
condiciones jurídicas de existencia de la tierra urbana como mercancía y del
ejercicio del derecho de exclusión que otorga la propiedad (Núñez, 2008).
En 1883, cuando
la ciudad de Buenos Aires era azotada por la segunda epidemia de cólera, Mar
del Plata aparece como la opción de huida ante el peligro de muerte, entrando
en conflicto la emergencia científica del saludable clima marítimo[11] y
el proyecto portuario que estaba en discusión, pero que tomaría fuerza de ley
en 1909.[12] Esta incipiente mirada al
mar como un nuevo instrumento que transformaría el rol de la ciudad en la
división nacional del trabajo, signó el predominio histórico de la lógica del
capital comercial. En efecto, ya en 1881, del total del capital urbano
invertido, 92% correspondía al comercial (básicamente, tiendas) y sólo 8% al industrial (Núñez, 2000). A comienzos del siglo xx, con el dinamismo que adquiría el
mercado laboral, se produce la recepción de inmigrantes extranjeros,[13]
anarquistas y socialistas, imbuidos de un ideario de libertad e igualdad y
esperanza de transformación social radical.
Por ende, la
representación del puerto, en relación con la inmigración, se asociaba a las
epidemias físicas y también morales (Murillo et al., 2005), cuyo espacio social había que
controlar o neutralizar,[14]
acompañando la progresiva diversificación y estacionalidad del mercado de
trabajo: agricultores pero también peones en hornos de ladrillos; albañiles en
invierno pero mozos en verano; pescadores y vendedores ambulantes, entre otros.
Por un lado,
esta movilidad en los oficios del momento (comercio, construcción y pesca) se
alimentaba de su transmisión en los gremios,[15] una organización sindical por oficio
o rama, constituidas para reivindicaciones concretas y como ámbitos de aprendizaje.
Constituyó uno de los canales que atenuó la exclusión pero que, a la vez,
facilitaba su integración al sistema, ocultando la dominación (Colombo, 1993).
Por otro, esta fuerza de trabajo, dispersa, no sólo libre sino derrotada, expropiada de su territorio social,
debía ser sujetada para posibilitar su consumo productivo. Así, los capitales
inmobiliario y comercial comienzan a organizarse para ordenar los cuerpos y las
cosas en el territorio urbano.
Pero si en la
primera generación familiar oligárquica la acumulación de tierras era el
instrumento que organizaba el poder social, económico y político (un fin), para la segunda generación será
fuente de renta (un medio), un instrumento de violencia
simbólica y material que franquea la aparición de distintas formas e
identidades con las que se configura y despliega la propiedad en el régimen de
dominación, en un momento en que se exacerba la contradicción de un proceso
excluyente:
Para las
oligarquías en el poder, las ciudades presentaban una fisonomía contradictoria:
por un lado, eran el espejo del progreso, la modernidad, la civilización y, por
otro, un ámbito de creciente hostilidad cuando (como contracara de esos mismos
procesos) contingentes de obreros socialistas y anarquistas se apropiaron de
esos lugares singulares. La ciudad se transformó en un lugar para el ejercicio
de la protesta, el encuentro [...]. Esta “publicidad” aparecía transgrediendo
la “privacidad” restringida a los clubes de notables y los círculos familiares
(Funes, 1992).
Entonces, ¿cómo
resolver esa contradicción? ¿Cómo defender ese territorio? ¿Cómo ejercer la
exclusión de este espacio urbano que se representaba hegemónicamente como
objeto privado de una fracción social dominante pero que, a la vez, se concebía
como fuente de renta? Creando la periferización,[16] inventando barrios en suelos rocosos,
bajos, inundables, inexplotados por el capital, para espacializar y ordenar esa
fuerza social de oposición.
La normatización
del mercado de suelo urbano, en la articulación de los capitales comercial e
inmobiliario, significó un instrumento de violencia legítima y simbólica en
tanto que dependió de unos pocos terratenientes qué,
cómo, cuánto, dónde y
para quién lotear.
Disciplina, sujeción y violencia naturalizada a partir de la ideología socialmente
niveladora de la propiedad privada (Núñez, 2008). El desarrollo
progresivo de la urbanización fue el ejercicio de ese monopolio, operando
sucesivos desplazamientos de aquella periferia, creando barrios en el vacío[17] para espacializar y ordenar los
contingentes migratorios en edad activa, con sus hábitos de solidaridad y
justicia social.
Hacia 1900, 40%
de la población que habitaba el pueblo era extranjera; es el momento en que
surge, también, el problema de la vivienda, cuya solución adoptará la forma
transitoria o permanente de conventillo para obreros y empleados; o de
viviendas muy precarias de barro, madera y zinc, en los barrios:
En ese solar
había una pieza que el propietario alquilaba. Una de las piezas estaba ocupada
por mi abuelo, que esperaba la llegada de Italia de su mujer y su hijo. Otra de
las piezas la ocupaba don Vicente, emprendedor y con un oficio, que compró un
lote y entusiasmó a su compañero de inquilinato, peón rural y changador [...].
Construyeron sus casas y siguieron viviendo en proximidad.[18]
Alquilamos una pieza en un conventillo.
Tenía alrededor de 12 o 14 piezas, casi todas ocupadas por gente de trabajo,
obreros y empleados, aunque también en los meses de verano se alojaban turistas
pobres (Woollands, 1999: 33).
En 1888, Brown y Los Andes fue el
epicentro del Pueblo Nuevo, con el almacén de Mona, Martín Mona. Era del mismo
pueblo de mi abuelo [...]. Hay una cosa que se llama Mar del Plata, donde está
Martín Mona. Y bueno, vamos [...]. Entonces, bueno, andá a ver a Fulano que te
vende el lote. Barrio del Pueblo Nuevo [...] era una isla, ubicada en medio de
un mar verde. Había un grupo de casas y había un almacén que aglutinaba [...].
Estaban mis abuelos [...]. Ahí nació mi papá. Y esto era de otros herederos
Peralta Ramos, que en un momento venden en block todo eso a dos personas de
Buenos Aires. A partir del 88 se empieza a “poblar”, eran chacras. Mi abuelo
que no tenía muchos recursos compró ocho manzanas, su hermano otras ocho y su
hermana casada otras ocho. Era una zona inundable, esto se inundaba. Otras ocho
manzanas las tenía un español cuyo hijo se casó con la hija de una hermana de
mi abuelo, ¿comprende? 32 manzanas en cuatro propietarios. Cada uno con ocho
manzanas (entrevista a Roberto Cova).
Al mismo tiempo,
las fracciones sociales que ejercían esta violencia y coerción fueron
consolidando las prácticas veraniegas a partir de la expropiación/apropiación
de este territorio. Esto significó, por ejemplo, la expulsión por la fuerza
policial de los trabajadores que producían y reproducían sus condiciones de
existencia en el espacio costero central, y su relocalización en los barrios creados para ello: La Pescadilla y
Tierra del Fuego, en suelo rocoso, inundable, sin servicios...
En otros
términos, el proceso socialmente construido, y legitimado históricamente como urbanización
de la pobreza, de
se invierte,
se completa y en realidad es el siguiente:[19]
1.2. Proceso de
corporativización y ¿ciudadanización?
Las fracciones
sociales locales dominantes también se fueron agrupando para defender sus
intereses corporativos.[20]
Así, en 1907 se crea la Sociedad de Pescadores Unidos y, posteriormente, la
Cámara Comercial e Industrial. El capital ligado a la construcción funcionaba
por ramas anexas
(patrones de hornos ladrilleros, constructores de obras sanitarias, empresarios
yeseros, etc.) que conformarán, a mediados de 1930, el Centro de Constructores
y Anexos.
Este proceso de corporativización se daba en un marco en que, hasta
1916, la vida política local estaba signada por los comisionados que nombraba
el gobierno provincial, proceso que se vio interrumpido sólo en tres años:
1906, 1913 y 1916. Fueron, casi todos ellos, terratenientes vinculados a los
cargos y dirigentes provinciales y nacionales; pero con las modificaciones
electorales introducidas por la Ley Sáenz Peña en 1912, comienzan a cambiar las
prácticas, el espectro político local y los espacios de la lucha política.
El régimen de
los comisionados comenzó a ser cuestionado por un movimiento social de
protesta, llamado a partir de 1911 Junta Popular de Resistencia, conduciendo a
los socialistas al gobierno comunal de 1920 hasta 1929, aunque no sin
conflictos. La base partidaria estaba conformada netamente por fracciones
urbanas asalariadas y obreros manuales, mientras la dirigencia la ocupaba la
pequeña burguesía.[21]
El programa
electoral socialista, presentado entre 1913 y 1919, se basaba, entre otras
cosas, en establecer la jornada laboral de ocho horas, aumento salarial a los
empleados municipales, gravar los terrenos baldíos y ampliar obras y servicios
públicos a las zonas periféricas, tendiendo a su municipalización progresiva.
Si bien estos
postulados reformistas iban dirigidos a los sectores populares, la relación
política con la provincia y la nación era crítica, por lo que su marco de
acción se veía estrechamente limitado, como ocurrió, por ejemplo, con el
proyecto de expropiación de las tierras del puerto para beneficiar a las
familias asentadas.[22]
En efecto, diversos testimonios dicen que “abandonados por todos, hoscos y
hostiles, los pobres pescadores y obreros arrastran un vivir indigno de su
condición humana [...] una zona espantosamente trágica, de miseria
espeluznante, que ardía en rebeldías apenas contenidas” (Cova, 1981: 7).
A este programa
político local le va a hacer frente una fracción de la élite porteña y local,
agrupada en la Comisión Pro Mar del Plata, que comienza su obra el 14 de
febrero de 1920. El objetivo de su constitución fue, paradójicamente, la
preocupación y crítica “por el abandono en el que había caído la ciudad y el
balneario, librados a su propia suerte por todas las fuerzas que antes habían
coadyuvado a su conservación y desenvolvimiento”.[23]
Íntimamente ligada a otras instituciones importantes de Mar del Plata y Buenos
Aires,[24]
funcionó como un gobierno paralelo de la ciudad, a la que describen como
“un cuerpo con dos cabezas”, logrando incluso el manejo de una partida
presupuestaria de la provincia de Buenos Aires y un subsidio de la nación para
realizar obras para orientar el valor de la ciudad turística.
Concretamente,
es un momento crucial de surgimiento de intereses que confluyen en la creación
y articulación de instituciones sociales para el manejo privado de recursos
públicos y que solidifique el orden social (Núñez, 2008). Es decir, comienza a
hacerse presente, por un lado, la estatalidad en la dinámica del poder entre
individuos, instituciones y corporaciones; en la configuración y
reconfiguración de las relaciones propias de diferentes fracciones sociales y,
por otro, cómo los conflictos y enfrentamientos ordenan no sólo la territorialidad social
sino el conjunto de instituciones, sociales y políticas.
Sin embargo, las
instituciones son procesos e instrumentos, no cosas; tienen momentos que
accionan recíprocamente (Lourau, 2001). Uno, el de la universalidad, es su significado estructural (la
norma, lo instituido), lo que está establecido y cuya génesis social es,
necesariamente, la construcción de identidades. De acuerdo con Castro, “esas
identidades no preexisten sino que deben ser construidas socialmente” (Castro,
1999: 57).
Otro momento es
el de la particularidad, el significado dinámico de la institución, lo
instituyente; y un tercer momento es el de la singularidad, la institucionalización, lo
morfológico, las formas sociales visibles de origen estatal.
El golpe militar
de 1930, el cierre de los mercados externos a la producción agropecuaria, la
recesión, el desempleo y la debilidad de las organizaciones sindicales son procesos de la determinación del capital que
enmarcan el inicio del modelo de acumulación apoyado en la sustitución de
importaciones, que llevó a la transferencia de ingresos del sector agrícola al
industrial.[25]
El primer
periodo sustitutivo se caracterizó por una composición del capital estable, es
decir, incrementos proporcionales de capital constante y capital variable, lo
que significó una permanente incorporación de fuerza de trabajo al proceso
productivo, debido al liderazgo asumido por las industrias ligeras. El costo de
esta confrontación fue la derrota y la expulsión de gran parte de la fuerza de
trabajo rural hacia los centros urbanos.
En el segundo
periodo de este modelo de acumulación se alteraron las formas de organización
social del trabajo al elevarse la composición orgánica del capital, es decir,
comienza un proceso de industrialización basado en el reemplazo de mano de obra
por capital, lo que supone la transformación en el desarrollo de las fuerzas
productivas del país, una nueva alianza de clases y nuevas migraciones.
Mar del Plata
participó de este complejo proceso, con una determinada característica de la
distribución entre beneficios y salarios, convirtiéndose así en una ciudad
apropiada para la transferencia y reproducción del excedente en los servicios,
orientado a la inversión especulativa en tierra y construcción, actividad que
se constituyó en importante sector de acumulación y de atracción de fuerza de
trabajo.
En efecto, luego
de la confusa destitución del socialismo, se reasume el conservadurismo, aunque
de nuevo tinte, el manejo de los asuntos públicos en la ciudad, en alianza con
las fracciones sociales ligadas al capital comercial y la construcción. Esta tregua conservadora (en el sentido de doble
juego de inserción/exclusión) parecía cobijar –bajo la
destrucción/construcción, la expropiación/apropiación del espacio y la
heterogeneidad de las fracciones sociales involucradas– un cierto consenso pasivo que posibilitaba el intercambio
generalizado de intereses (Marín, s/f), de transfiguración de los intereses.
En otras
palabras, estas transformaciones operaban en un orden de doble dimensión,
modernizante y excluyente pero, a la vez, actuaban como reactivadoras de la
economía y del mercado de trabajo, provocando y absorbiendo –en un interjuego–
aquella movilidad geográfica y social de la población expulsada del campo. Una
movilidad de nueva forma y contenido que la de décadas anteriores y un mercado
de trabajo que se dinamiza por los servicios, por el mercado interno y la
construcción, y se consolida de manera estacional.[26]
Así, por un
lado, 60% de los migrantes provenía de partidos vecinos de origen agropecuario;
de una zona rural expulsora con una fuerza de trabajo que emprende un
desplazamiento transversal y geográfico, pero a la vez laboral (Núñez, 2000).
Por otro, estas mismas circunstancias configuraron otras redes sociales que
transformaron, no lineal, ni homogénea, ni inmediatamente a algunos de los
aprendices de constructores en empresarios de la construcción, que a su vez
formaban a otros:[27]
Mi empresa
tiene casi 60 años. La inició mi papá como empresa familiar. Desde que era
chiquito lo ayudaba a hacer ciertas cuestiones [...] trabajar también en
verano, por ejemplo, pero, en realidad, yo no tengo una formación de colegio
industrial. Yo hice comercial. Soy arquitecto, pero lo que conocía previo a la
facultad en temas técnicos tiene que ver con lo que hacía en la obra, con
ayudarlo a mi viejo a hacer ciertas cosas, a ayudarlo en los veranos... (entrevista con Andrés Sanmartano).
Los Dazeo llegan a Mar del Plata en 1911,
desde Italia. Nicolás, el tercero de los hijos, en 1940 se dedicaba al alquiler
de caballos en verano, tenía una caballeriza con 80 caballos llamada “La
Paloma”, y en invierno trabajaba de albañil. Tomaba clases particulares con un
ingeniero y luego rindió un examen en la municipalidad, obteniendo el título de
constructor de tercera categoría. Llegó a construir mil casitas y 200
edificios. Tenía un depósito de herramientas y materiales en 20 de septiembre y
Rawson...[28]
Hacia mediados
de la década de 1930 comienza un proceso de intensa movilización que se expresa
como lucha económica.[29]
La pequeña y mediana burguesías urbanas ligadas a la construcción, deciden
corporativizarse en una única institución: el Centro de Constructores y Anexos,
cuyo objetivo era mantener una postura uniforme ante los sucesivos conflictos
que se iban gestando en la esfera gremial.[30]
Paralelamente,
esos trabajadores surgen en otra dimensión de la violencia que adquiere la
confrontación: la migración intraurbana. Otro desplazamiento en pos de un lugar
donde producir y reproducir sus condiciones sociales y materiales de
existencia.
Los “pobretes”,
desplazados por los más pudientes, empezamos a “emigrar” hacia estas regiones
semidesiertas y pagando penosamente las cuotas del terreno, emprendimos la
aventura finisemanal de “levantar el rancho”.[31]
Surgió por la necesidad que tenían
centenares de familias honestas y laboriosas radicadas precariamente en la
ciudad, la mayoría de origen foráneo, de adquirir un terrenito, construir su
“techo” para vivir esperanzadamente reproduciéndose en los hijos y brindándose
generosamente a la comunidad”.[32]
Por supuesto,
estos espacios no contaban con ningún tipo de inversión pública. Estar radicado
precariamente y tener
que emigrar habla de
una nueva expropiación pero, también, de nuevas relaciones sociales mediadas
por el lote y la vivienda. Los constructores, albañiles y contratistas no sólo
actuaban por encargo de obras particulares, muchas veces autogestionaban su
vivienda como bien de uso (la aventura de levantar el rancho era comprar el lote, proyectar, pedir
permiso y construir) pero, también, alquilaban piezas a terceros a partir de su
ampliación o generaban lucrativas transacciones con sus clientes y/o
autogestionaban viviendas como bien de cambio.[33]
Otras veces, la
inversión en tierra urbana potenciaba la capacidad operativa de la empresa
constructora, ofreciendo lotes en mensualidades con el compromiso de proveer los servicios básicos de
infraestructura.
Pero esta
movilidad reconoce la conjunción de al menos dos procesos concomitantes: 1) un nuevo volumen y estructura de
capital[34]
(el capital económico acumulado y el capital cultural objetivado en habilidades
para la construcción) de las capas obreras que posibilitaban el acceso a la
casa propia, a la propiedad; y 2) la expulsión normada de la
precariedad. En efecto, el 19 de marzo de 1933 se sanciona la ordenanza
municipal mediante la cual se estipula el radio urbano en el que se prohíbe
toda construcción de madera, zinc y barro, radio que se amplía en 1937,[35] y
el 3 de agosto de este año, según el Expediente 158-0-1937, se fija el límite,
otro cerco
urbano, del espacio urbano escaso donde se realizarían las inversiones
públicas de agua (figura i).
Figura i
Cercos
urbanos, Mar del Plata, década de 1930
Fuente: Elaboración
propia. Dibujo de Adriana Olivera.
Para entonces, Mar del Plata (junto
con la capital federal) era una de las ciudades del mundo con mayor consumo de
agua per cápita, con un promedio de entre
450 y 611 l/h/d.[36] Las causas que se adujeron para justificar
ese elevado consumo eran tres: 1) el gran número de plazas
y jardines, esmeradamente cuidados, de la ciudad balnearia; 2) las exigencias de la
población turista acostumbrada al máximo confort; y 3) la fuerte presión con que
se provee.[37]
En otras palabras,
la exclusión y la precariedad se universalizan y se normatizan. Porque aún en
1937, los “2,000 habitantes del puerto viven hacinados, en malísimas viviendas
de madera o chapa y en pésimas condiciones de salud e higiene, carecen
totalmente de servicios sanitarios, de resultas de lo cual se instalan dos
surtidores públicos”.[38]
Sin embargo, en 1933 habían sido terminadas las obras de ampliación de
provisión de agua potable en las zonas militar y comercial del puerto.
El derecho al agua parecía terminar donde
empezaba el cercamiento que, como todo límite, es también una relación social;
un espacio controlado, y de control, para la demanda. Considerar este cerco y su desobediencia civil como el
punto de partida de un proceso social de resistencia a la exclusión,
organizando distintas estrategias de apropiación del agua, comporta la imagen
inversa que naturaliza un proceso en que la población aumenta, la ciudad se
expande y el servicio escaso que, corriendo detrás, nunca alcanza. Pero además,
ese cierre urbano
que crea escasez, esa acción política de inversión pública se legitima
discursivamente ejerciendo una nueva forma de violencia y un chantaje justificado en el desempleo, diciendo
que
Difundir las
obras públicas [...] es realizar una función técnica y social favoreciendo una
gama de gremios [...]. Los trabajos de urbanización de Playa Grande costarán
cuatro millones de pesos, que pueden financiarse con la renta. En nuestro país,
poco industrializado, las clases obreras encuentran sus medios de vida principalmente
en las construcciones. De ahí la importancia que tiene para el bienestar
general fomentar y mantener esta actividad, pues así se mantiene la capacidad
de compra de la masa de consumidores”.[39]
En concreto,
toda esta producción de instrumentos normativos de control no sólo establecía
la legitimidad de las inversiones, sino lo ajeno de un espacio social escaso. Así, la acción racionalizadora de la
estatalidad instauraba relaciones sociales de resistencia y desobediencia a la
exclusión, pero, a la vez, creaba población cautiva que será clasificada y
homogeneizada, entre otras nominaciones y en otra faceta de la estatalidad,
como clandestina.
Establecer
material y legalmente la defensa de ese espacio social era comenzar la
confrontación, dentro del campo de lucha, donde distintas racionalidades
disputaban la interpretación y apropiación del espacio urbano y, por tanto, de
las necesidades sociales de reproducción. O, en otros términos, el destino de
los recursos públicos.
¿Cómo legitimar,
neutralizar o canalizar esa confrontación? Para ello, era necesario tornar
socialmente visible la norma establecida; era el momento de la singularidad de
la institución, para redefinir el territorio social de transformación de la carencia en demanda, ya no sólo en el ámbito laboral sino
también en el del barrio. Diluir, dispersar, fragmentar la fuerza social que se
consolidaba en defensa de sus condiciones de existencia, incorporando al
trabajador, el vecino, el sindicato a la sociedad de fomento.
Así, en el
ámbito provincial, en abril de 1936, el gobernador Fresco promulga el decreto
de la Cédula Policial de Vecindad, de uso obligatorio para todos los mayores de
14 años[40]
y, en el ámbito municipal, el gobierno establece un marco legal para la
modalidad del vínculo, imponiendo la posesión de un determinado capital
cultural sancionando la ordenanza titulada “Cooperación
vecinal, Comisiones de Fomento”,[41]
que será reemplazada en 1942 por la Nº 314,[42]
creando instituciones sociales controladas políticamente y burocratizando la
obediencia pasiva a través del expediente: las Asociaciones Vecinales de
Fomento (avf).
Con la
construcción identitaria del vecino legítimo y esta forma social que lo
contiene, se consolida institucionalmente el canal de las demandas como un instrumento del estado del
poder para legitimar la dominación y librar la confrontación, poniendo en
práctica una violencia
simbólica y, por tanto, socialmente aceptable, y velada bajo la apariencia
fetichizada de una respuesta a las necesidades sociales.[43]
Este marco legal
requiere la posesión de cierto tipo de capital para asociarse (cultural,
simbólico), institucionaliza una forma social, una forma de acción y un
comportamiento político. Se codifica la modalidad de ingreso y una identidad
dentro de un sistema simbólico (vecinalista, fomentista, dirigente). Este
ordenamiento es lo que instituye una ruptura entre lo que se puede y no se
puede hacer dentro de esa forma social; donde la integración y la participación
–dentro de ese sistema establecido– facilita la aceptación de la ideología
dominante, pero lo que se organiza, en realidad, es un fragmento de la
clasificación social: las carencias, para transformarse en demandas, no sólo deben ordenarse, justificarse
y legitimarse sino que, además, deben emanar de una multiplicidad de fragmentos
espaciales organizados administrativa, jurídica y materialmente, que tienen un
carácter específico producido por su finalidad oficial negada, que actúa
simbólicamente: se participa imaginariamente del poder pero se está excluido
del control y la decisión (Lourau, 1980, 2001).[44]
Esta
fragmentación oficial del espacio y del poder es el momento de la singularidad
de la institución, el momento en que se tornan visibles formas sociales de
origen estatal: “El mecanismo que pone en funcionamiento el contrato es simple:
la avf plantea al municipio la
necesidad existente [...] y la municipalidad limita las solicitudes vecinales
hasta el nivel que corresponde a sus atribuciones”.[45]
En otras
palabras, se decreta el nacimiento del campo barrial en coexistencia con una
disputa por el campo político local, se constituyen nuevas relaciones sociales
y se vulneran algunas que ya existen, se transforman las prácticas sociales.
“La avf era un espacio de trabajo
para determinadas cuestiones puntuales, pero no para una proyección de barrio,
quienes más participaban fundamentalmente eran los martilleros, los dueños de
hoteles, y estaban en función de esto”.[46]
Crear
una avf, sortear las condiciones
de ingreso a este universo de órdenes y de legitimidad condicionada de demandas,
presuponía una exclusión, dada la necesidad de poseer cierta cantidad de
capital económico y cultural (domicilio, hacer actas, llevar libros, tener un
local, etc.). “Se destacaron los inconvenientes que ocasionan las exigencias de
personería jurídica a las entidades vecinales, manifestando que la obtención de
dicho requisito requiere un trámite engorroso que no todas las avf pueden completar y en muchos casos
afrontar”.[47]
Recurriendo
nuevamente a Marx, “el mismo espíritu que crea en la sociedad a la corporación
crea en el Estado a la burocracia” (1968: 59). Las avf son establecimientos marcados, divididos en el tiempo y en el
espacio social cuya base, como la de toda institución, es la exclusión o
restricción: las modalidades de ingreso y egreso están codificadas y el
contenido del concepto está simbolizado en el espacio urbano, vehiculizando el
proceso de soldadización social.[48]
Somos
peticionantes. Consejeros. Los consejeros estamos para recoger las inquietudes
del respectivo sector, colaborar con las autoridades en la satisfacción de las
inquietudes, esclarecer ante el vecindario el curso de los trámites y la marcha
de las gestiones”.[49]
Compartimos con el señor intendente, más
que una línea política, una manera de pensar y dirigir.[50]
Pero esa pretendida
homogeneidad espacial encierra heterogeneidad social, heterogeneidad en el
reconocimiento oficial y en la captura de identidades oscilantes entre la
autonomía y la heteronomía. La obediencia pasiva y la obediencia anticipada
mediante la pertenencia a un espacio institucional les confiere, a las avf, su doble carácter de espacio social
controlado y de instrumento de control.
Así, la
pretendida homogeneidad oficial desatará nuevas disputas por la definición de
una idea de barrio legítima, que se corresponda con un habitante legítimo, con derechos para ser llamado vecino.
2. Agua y facetas de
la estatalidad
La política
general del estado del poder que expresa la alianza de clases del peronismo en
Argentina (1946-1955), buscaba dinamizar la acumulación capitalista y actuar
como conciliadora de los intereses de distintos sectores de clase, manifestada
en varios campos. Efectivamente, todo el conjunto normativo del peronismo
posibilitaba un mejoramiento de las condiciones de reproducción de la fuerza de
trabajo pero que, a la vez, eran necesarias para la reproducción del capital
nacional industrial. En este contexto, en el Segundo Plan Quinquenal “los
servicios sanitarios pasaban a tener una eminente función social” (Kreutzer,
1953: 206) y la Ley 14160/52 ratifica la “prohibición de concesiones del
servicio y la consolidación de provisión de agua por servicios reducidos para
poner al alcance de pobladores carentes de recursos ese elemento esencial para
la vida y la higiene que es el agua”. Entre otras disposiciones, el Decreto Nº
11877, del 16 de julio de 1954, en su Art. 7º establecía que
Se podrá
autorizar la instalación de los servicios domiciliarios en fincas fuera del radio habilitado, mediante
prolongaciones internas de las cañerías instaladas en propiedades linderas,
ubicadas dentro
de dicho radio o que posean servicios por prolongación. También podrá autorizar
la instalación de cañerías independientes con tramos emplazados en una o más
propiedades linderas hasta llegar a los lugares de enlace con las instalaciones
externas. Será imprescindible que los propietarios de inmuebles afectados por
el trabajo presten su conformidad y se comprometan a mantener la servidumbre
hasta tanto las fincas así servidas tengan instalaciones propias e
independientes”.[51]
¿Qué suponía
este nuevo dispositivo que enlazaba el adentro y el afuera del cerco; excluidos con incluidos,
aun dentro de ese radio? Suponía promover relaciones sociales hacia la
legalidad, vinculando y transformando identidades sociales (clandestinos,
excluidos, contribuyentes no usuarios) que confluyeran en la de usuario, construyendo ahora la de atravesante o atravesado pero, fundamentalmente, subyacía la
condición de poseer capital económico y cultural, ser propietario y, sobre
todo, buenos vecinos...
Sin embargo, en
forma paralela al proceso de expansión urbana, sucesivamente el municipio ha
ido ampliando la jurisdicción de las avf,
obligándolas a incorporar sectores que en un primer momento se hallaban fuera
de los límites del barrio y que no habían participado del loteo original. Estas
acciones originaron que todos los barrios posean en su interior zonas
segregadas socioespacialmente, por lo que surgieron estrategias que desplazan
una posible identidad imputada al barrio:
Como el barrio
tiene dos zonas, con distintas características de gente, distintas
características edilicias, otra que no tienen corriente [...]. Entonces los
terrenos ya de por sí están desvalorizados. La gente que vive al oeste, por no
decir al fondo [...] La parte que da a la ruta tratás
de mantenerla más o menos llamativa para que el que pase, vea que hay un barrio. Volcamos un poco más de esfuerzo ahí
también.[52]
Pero, además,
esos espacios sociales son atravesados por el radio
permisible y/o el radio
servido, originando
conflictos en su interior por el destino de los recursos públicos y cortando
las relaciones de buena vecindad (figura ii).
Figura ii
Fragmentación
del espacio urbano y del saneamiento, Mar del Plata, 1942-1955
Fuente: Elaboración propia. Dibujo de Adriana Olivera.
Con la
Revolución de 1955, las fracciones sociales más reaccionarias de la burguesía
arrebatan el control del aparato estatal que detentaba el peronismo y se inicia
el proceso de represión a este movimiento (Marín, 2003). Argentina ingresa, en
1956, al Fondo Monetario Internacional (fmi)
y al Banco Interamericano de Fomento y Reconstrucción (bifr), con la consiguiente apertura al capital financiero
internacional. En 1958, ya bajo el gobierno del doctor Arturo Frondizi, la
transferencia de osn forma parte
del programa de modernización del aparato estatal de la burguesía
desarrollista, y de la necesidad de divisas para implementar su política. Sin
embargo, la oposición del sindicato fue contundente para lograr la remisión,
momentánea, de este proyecto,[53] aunque
sí se le quita la autarquía. Uno de los instrumentos que corporizó el modelo de
acumulación desarrollista fue la Alianza para el Progreso, generalizada para
América Latina, de la que nos interesa en particular destacar su acción en el
ámbito del agua y el saneamiento.
Dentro del Plan
Decenal de Salud Pública de la Alianza para el Progreso, se creó en Argentina
el Servicio Nacional de Agua Potable (snap),
organismo planificador institucionalizado en 1964 por el Decreto Nº 9762 del
Poder Ejecutivo nacional.
En 1959, el
problema del agua llevó a la Organización Mundial de la Salud y a técnicos de
los países miembros, a realizar un primer estudio que se expresó en la Carta de
la Reunión Extraordinaria del Consejo Interamericano Económico y Social, en
1961. Es allí donde se reconoce la urgencia de intensificar los esfuerzos para
mejorar la salud y el bienestar social y la posibilidad de financiación parcial
por organismos internacionales, con el objetivo de abastecer a 70% de la
población urbana y a 50% de la rural en el decenio siguiente y reducir a la
mitad las tasas de mortalidad.[54]
Concretamente
señalaba “darle la más alta prioridad al abastecimiento de agua y la
eliminación de excretas en las zonas urbanas y rurales de América Latina” (snap, 1968).[55]
Así, el saneamiento aparecía como otro vehículo del alineamiento político al
capital financiero internacional.[56]
Ese compromiso se plasmó en nuestro país en la Resolución Ministerial Nº 1282,
mediante la cual se creaba una comisión integrada por representantes de la Dirección
General de Provincias del Ministerio del Interior; de la Escuela de Ingeniería
Sanitaria de la Universidad de Buenos Aires, de la agosn, del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública y
la Oficina Sanitaria Panamericana.
El antecedente para la puesta en marcha de este
engranaje burocrático y financiero, era la mortalidad, medida por medio de la
esperanza de vida y la mortalidad infantil tardía. Esta última, a excepción de
la capital federal y las provincias de Mendoza y Santiago del Estero, alcanzaba
niveles superiores a 30 0/00.
Esto llevó a
implementar una prueba piloto en dos localidades argentinas, lo que dio las
siguientes conclusiones: 1) que las poblaciones rurales
argentinas, debidamente motivadas, se presentan accesibles al cambio de actitud
frente al problema del agua; y 2) aun en el caso más desfavorable, las
tasas a fijar estaban al alcance de los recursos de la población.
Pero además, las
consecuencias que derivaron de esta intrusión del capital financiero
internacional resultan, en mi opinión, relevantes y desmontan la creencia naturalizada que los aparatos del
Estado (al menos los vinculados con el saneamiento) se transformaron para
adecuarse al capital privado a fines de la década de 1980.
Dos de esas
consecuencias fueron: 1) que se necesitaba conocer las normas
de cada constitución provincial acerca de los servicios públicos, para evaluar
impedimentos o no para la entrega de los mismos a las comunidades; y 2) que una vez firmado el convenio, se
procedía a los estudios preliminares para reunir información sobre el
territorio de la provincia, en cuanto a detalles de disponibilidad de fuentes
de agua superficiales y subterráneas, mediante investigaciones hidrogeológicas.
Estas dos cartas se barajaban, en el juego financiero internacional, 30 años
antes de los últimos procesos de concesión de los servicios al capital privado
en Argentina.
Para concluir,
el snap elaboró un convenio modelo
que distribuyó en cada provincia argentina y que luego reajustó el bid para concretar los préstamos, a
partir de lo cual cada provincia comenzó a organizar su servicio de
abastecimiento rural, y el snap, los
Cursos de Adiestramiento para Promotores de la Comunidad en cada una de ellas.
¿Cuál fue el
derrotero del proceso? Se partió de la muerte como dato (instalar el miedo); la investigación
concluyó en que la sociedad era maleable al cambio (heterónoma) y que podía
pagar el servicio de agua (contribuyente). El miedo a la muerte, contribuir al
cambio, obedecer, poder pagar, parecían, entonces, los caminos posibles para
acceder al agua. Pero para el Banco Mundial (bm),
“una vida productiva no sólo suponía estar vivo, sino estar bien [...] si no
disminuye significativamente la tasa de natalidad, habrá un crecimiento rápido
de la población en el mundo en desarrollo, lo que presionará sobre los recursos
naturales, sobre todo el agua, y creará problemas de contaminación” (Rovani,
1979: 15).[57] La amenaza, la causa de
la mortalidad era, para el capital financiero, la intensa presión del
crecimiento demográfico.
A partir de la
reestructuración capitalista de comienzos de la década de 1970, se produce un
cambio en el crédito, a partir de un programa de investigaciones del bm, conducente a fijar normas de tarifas
de agua para enfrentar tres objetivos simultáneos: 1) capacitar a los pobres para recibir
niveles de servicios a precios que puedan pagar; 2) recuperar los costos de inversión; y 3) evitar el desperdicio de agua. Su
justificación era que “el potencial productivo de los hogares pobres se reduce
por el tiempo y energías gastadas en obtener cantidades de agua suficientes
para satisfacer sus necesidades básicas” (Rovani, 1979: 15). En tal sentido,
los préstamos se dirigieron a ciudades medias y pequeñas para financiar puestos
de distribución, es decir, grifos públicos[58] y
otros métodos baratos. El bm
“reconoce que es una necesidad básica para todas las gentes (sic) y también, a niveles superiores de
consumo, un producto primario como muchos otros en el mercado” (Rovani, 1979:
15).
En Mar del
Plata, “osn invertirá 7,860
millones de pesos, todo supeditado a la demanda y posibilidad de financiación”.[59] A
modo de ejemplo, en el cuadro 1 se pueden ver algunas de esas demandas, cuyas respuestas no sólo serán de acuerdo con la
identidad imputada al fomentista, sino al cambio de dirección en la política de
los organismos internacionales, para los cuales ya en la década de 1970 el agua
era claramente una mercancía.
Cuadro 1
Demandas y
respuestas, Mar del Plata
Barrio |
Sector |
Motivo |
Pedido |
Respuesta |
Identidad |
Parque Luro |
iii |
Agua contaminada |
Incluirse en plan OSN |
Promesa de gestión ante IM |
Peticionantes/ consejeros |
Juramento |
i |
Aguatero sin higiene |
Agua |
Tres canillas |
Díscolos |
Fuente: Elaboración propia con base en el diario La
Capital, 21 y 23 de
mayo de 1970.
En la fase final
de la Revolución argentina, se convoca a elecciones. El peronismo, habiendo
recuperado su personería electoral, llega nuevamente al gobierno nacional en
1973.
De los
conflictos que se suceden entre 1973 y 1976, 28% los protagonizan los gremios
estatales y gran parte de los organismos del aparato estatal son territorio en
disputa, bajo la forma de tomas (Izaguirre y Aristizábal, 2002;
Marín, 2003). osn también había
pasado a ser una empresa estatal (Ley 20324) y, por ende, territorio en
disputa. El largo proceso de enfrentamientos, expropiación y desmantelamiento
de este territorio durante la última dictadura militar (1976-1983), en un
proceso de disciplinamiento social generalizado y aniquilamiento de las fuerzas
populares, fue algo que permaneció ausente para la bibliografía dominante, la
que consideró el momento de la privatización como un punto de
partida y de llegada (Núñez, 2007).
La lucha que
mantuvieron los trabajadores para reapropiarse de su territorio expropiado, en
el caso de Mar del Plata, desemboca en la municipalización del servicio en
1982.
3. Entre el secreto y
la lucha por abrirse camino
En general, los
estudios sobre política urbana han abordado los vínculos y las relaciones entre
algunos de los involucrados como algo dado, cosificados, y con un énfasis excesivo
en la corrupción
y en el clientelismo,
ambos en sus variadas formas, o entrampados en una oposición indisputada
clientelismo vs. acción colectiva (Borges, 2006). Así,
aparecen reificadas las empresas, la burocracia y los vecinos en términos de actores
y escenarios, construyendo un obstáculo
epistemológico. Pero, ¿qué hay en el interior y detrás de esos conceptos?
¿Cuáles son sus formas, los mecanismos y relaciones sociales que les permiten
funcionar?[60]
Por otra parte,
aun cuando el municipio ha sido el ámbito social clave de las políticas
neoliberales, vehiculizando las reformas estructurales emanadas de los
organismos internacionales de crédito, se ha prestado poca atención a las
formas que asumen las alianzas de las fracciones sociales dominantes locales, y
sus acciones en tanto fuerza política que viabilizó el programa neoliberal.
¿Qué lazos sociales y políticos articulan la estatalidad
profunda (el blindaje[61] hacia su interior), y la estatalidad
extensa, su permeabilidad[62] hacia y con el exterior? ¿Cómo median
las obras en la construcción/destrucción de esos lazos? En palabras de Marx:
El espíritu
general de la burocracia es el secreto, el misterio guardado en su seno por la
jerarquía y hacia fuera, por su carácter de corporación cerrada [...]. En
cuanto al burócrata tomado individualmente, la finalidad del Estado se hace su
finalidad privada: es la lucha por los puestos más elevados; hay que abrirse
camino [...]. El Estado no existe ya más que en forma de espíritus burocráticos
diferentes y fijos, cuyo vínculo es la subordinación y la obediencia pasiva
[...]. El burócrata ve en el mundo a un simple objeto de su actividad (1968:
61-62).
3.1. La estatalidad
profunda
Los momentos
iniciales de la municipalización del agua y el saneamiento se desarrollaron en
un ente descentralizado del municipio (el Instituto Municipal de Desarrollo
Urbano, Imdur), homogeneizando a los trabajadores sanitaristas como empleados
municipales, con el
objetivo de disciplinar y unificar los conflictos, decisión tomada por el
intendente y el gobernador de la provincia.
El Imdur estaba
presidido por un representante de una fracción de la mediana burguesía local,
quien a su vez ocupaba un cargo directivo en la ya mencionada icip.[63]
Es quien vehiculiza el ordenamiento de los cuerpos y las cosas en la
reconstrucción del territorio, cuya táctica será quebrar sindical y
espacialmente a los nuevos trabajadores incorporados.
En torno a esta
decisión se trabaron, al menos, dos disputas: 1) entre fracciones y al interior de la
mediana burguesía política burocratizada, por el control y el manejo de los
recursos económicos que significaba el servicio;[64] y
2)
entre los obreros del saneamiento y una fracción de esa mediana burguesía por
la pérdida de sus reivindicaciones, identidad, escalas, etcétera.[65]
¿Qué atraviesa y
unifica ambas disputas? Que se estructura en torno a un territorio vinculado a
las condiciones de vida y reproducción de la población. Sin embargo, en esa
mediación cada una sintetiza y personifica fracciones y relaciones que, teñidas
por el dinero, hacen a la reproducción de sus condiciones de existencia: una, la
apropiación de los recursos públicos; otra, la remuneración de su fuerza de
trabajo. ¿Cómo dirimirlas y legitimarlas?
A lo largo de
dos años ininterrumpidos (1982-1984) se desarrolló otro ciclo de luchas, en su
emergencia económica, teórica y política en el ámbito nacional, del que Mar del
Plata era sólo una parte. Periodizar sus momentos,[66] trabajando con el concepto de que se
estaba construyendo un territorio nuevo, luego que había sido arrasado y
expropiado el anterior; me llevó a concluir que el conflicto en realidad era
una alianza entre gobierno y sindicato, y que más allá de las reivindicaciones
económicas de los trabajadores, iban trasmutando sus instrumentos de lucha para
defender su identidad social de sanitaristas, algo que las transformaciones
económicas e ideológicas amenazaban con matar. Ellos avanzaban en la
reconstrucción de un territorio expropiado; el gobierno municipal veía en la
política de saneamiento, el saneamiento de las arcas municipales. Finalmente,
en un contexto de pujas económicas y partidarias, aquella alianza se corporizó
en una nueva institución política, Obras Sanitarias Sociedad de Estado,[67]
que será, nuevamente, una imbricación de resultado, proceso e instrumento de
lucha social. Empero, esta disputa interburocrática librada al interior de la
burguesía política, no significó que la sociedad permaneciera inmóvil, sino
indefensa: el congelamiento histórico de la inversión pública, era inversamente
proporcional al recorrido del aguatero, al consumo de agua contaminada y al
recurrir a los escasos grifos públicos (figura iii).
Figura iii
Espacialización
de las estrategias de apropiación del agua, Mar del Plata, 1980
Fuente: Elaboración propia con base en entrevistas.
Dibujo de Adriana Olivera.
Para indagar en
lo que he conceptualizado como estatalidad profunda, me desplazo del espíritu
normal de la
burocracia racional (Weber, 1992) al de las interacciones entre los cuerpos, su
ordenamiento y movimiento, que hace al génesis de las relaciones y a la
transformación de las instituciones para librar nuevas confrontaciones y, por
ende, a la realización del poder y la reproducción del orden dominante. Parto
de pensar el génesis y el movimiento de las relaciones, más que en redes, en un estado de fuerzas que estalla,
en términos de Bourdieu (1993), como campo y como cuerpo. Porque entre el secreto
y la lucha
por abrirse camino,
se despliega un
sistema de estrategias de reproducción adaptativas,[68] categoría dinámica y plausible de
sintetizar las alianzas y confrontaciones entre los funcionarios de la clase
dominante y que, además, plasma la inexistencia de fronteras institucionales
(figura iv).
Figura iv
Vínculos y
trayectorias de funcionarios y técnicos, Mar del Plata, 1983-2002
Fuente: Elaboración
propia con base en entrevistas. Dibujo de Adriana Olivera. A igual letra, misma
persona.
¿Quién
personifica esas estrategias? ¿Qué relaciones expresan, en su deambular, y cómo
trasmutan las personificaciones en las distintas relaciones, pasadas, presentes
y en sus apuestas futuras? ¿Cómo se transformó la institución estatal y cómo se
expresó en las confrontaciones? ¿Qué contradicciones y tensiones condensa en su
interior y cómo se resuelven? ¿Cómo se articulan los distintos ámbitos de
relaciones sociales?
Los primeros
momentos de la municipalización del saneamiento encuentran un ente
descentralizado de escasos recursos, cohesionado y centrado en sujetos
jerárquicos que personificaban, por un lado, al capital y, por otro, al saber
técnico, que median entre el gobierno, los vecinos y las empresas
constructoras.
Pero esa
mediación, además, se alimentaba por relaciones ya establecidas, por ejemplo,
en el ámbito educativo: “Patricio Gherbi[69]
había sido alumno mío en tercer año en el Peralta Ramos. Antes, con el papá,
era una empresa constructora común y silvestre...” (entrevista personal con A.
B.).
Pero el poder
institucional del director le otorga, a la vez, el
monopolio del nombramiento, transformándolo
en patrón
de quien busca trabajo como sustento material. La selección aparece mediada por
una relación de identificación institucional preexistente; quien necesita
ayuda, personifica no sólo un saber técnico, sino una relación afectiva con un
pasado educativo, que le otorga un plus para acceder al cargo: “Cuando De
Pasquale toca el timbre pidiendo trabajo, en su currículum me tira que había
sido alumno del Peralta Ramos. Porque en igualdad de condiciones, si vos venís
del Peralta Ramos, venís vos primero. En igualdad de condiciones” (Ibidem).
Pero el juego democrático
y la alianza que
generó la Sociedad de Estado reconvierte los capitales necesarios para abrirse
camino y la ocupación
de un puesto jerárquico pasa a ser la materialidad de una identidad producto de
las prácticas heteronómicas de los partidos políticos (Roze, 2003), rompiendo e
invirtiendo los lazos anteriores: “Después, bueno, él era compañero de
promoción de todos los que vinieron [...]. El día que lo llama el intendente me
dice: ‘Traigo buenas para mí y malas para usted. Me nombraron a mí director’” (Ibidem).
Otras
estrategias son, por un lado, la migración de un mismo funcionario entre
instituciones políticas y hacia una empresa constructora, trasladando todo su
conocimiento del movimiento de las finanzas públicas;[70]
y, por otro, la ocupación por un mismo funcionario de dos o más cargos
jerárquicos simultáneos, en distintas instituciones:
En ese momento,
siendo presidente de osse, pedí
licencia en ucip, por un mes
[...]. En eseba gané la elección y
me nombraron en el directorio. No era incompatible con osse, así que me quedé un tiempo con los dos...” (entrevista
con A. B.).
Óscar Rodríguez termina de secretario de
Hacienda y pasa a gerente comercial y general de CoArCo. Es vivo. Se lo lleva
para adentro. De Pasquale también trabajó. El mismo Baltar, no sé qué relación
tenía pero por ahí los seducían [...]. No hablemos de actos de corrupción
concreta pero hay otras maneras de seducir a la gente ¿no? (Ibidem).
En síntesis, la
corrupción, que aparece aquí como colusión, es una relación de intercambio
social clandestino entre el espacio público y el privado (Giordano, 2002); como
un proceso de seducción, captura y migración de
técnicos y funcionarios entre aparatos del Estado y hacia las empresas privadas, trasladando recursos y conocimientos,
técnicos y de la administración que, una vez apropiados, se descarta el intermediario: “Si él
se peleó con CoArCo por una cuestión económica [...]. No sé si De Pasquale no
era tan valioso y CoArCo también tiene profesionales como material descartable,
no sé... O las dos cosas, digamos...” (entrevista con A. B.).
Por otra parte,
con el juego democrático se iniciaba una cooptación de los intelectuales
orgánicos. La materialidad de esa cooptación, que borra toda frontera
institucional entre municipalidad-universidad-osse,
era el Convenio de Cooperación.[71]
Una suma de
lealtades, reproductoras de la obediencia anticipada y subordinadas a los
recursos que cada uno pone en juego. Pero, después “lo vi escondedor, no hubo reciprocidad
en la lealtad. De hecho, el timorato duró cuatro meses, cinco meses cuando tuvo
que firmar un acuerdo con La Florida” (De B., sobre Cionchi).
El blindaje, la organización partidaria
constitutiva de la alianza construida al interior de la universidad, desplaza
ahora a quien materializa el saber pero no renuncia a su identidad,
trasmutando su personificación de técnico, a funcionario no
capturado por ese
grupo. “Querían otro tipo de gente. Querían políticos. Después viene José Luis
[Cionchi], pero como no estaba en el negocio... Era un tipo muy especial, muy
técnico, de muy pocas palabras, tranquilo, pero es capaz, recapaz... Estos
venían a afanar y había gente que molestaba” (entrevista con O. R.).
Su
desplazamiento del cargo resultaba de una lucha política pero, hacia el
exterior, aparecía resuelto en el ámbito de la lucha económica,[72]
concluyendo en su renuncia.[73]
En el contexto
de este conflicto, accede a la presidencia de osse
el ingeniero Marcelo López,[74]
un funcionario cautivo de los ilegalismos del grupo, intermediario
de la alianza
universidad-municipalidad, que lideraban el entonces rector y el intendente:
La única manera
de robar era desplazando a Cionchi y a otra gente decente, con un hecho
bastante jorobado. Cionchi se va y viene la banda. Para sacarlo, hacen una
reunión en la casa de Basualdo, cerca de la universidad con Petrillo, [rector]
también Margarita Torres, la negra, con el otro sinvergüenza que estaba
en vialidad, y Aprile [intendente]. Ahí hacen todo el paquete. Ahí empieza todo.
Gente que no les respondía, gente que liquidaban...” (entrevista con O. R.).
De este modo, la
institución pasaba a ser apropiada como un instrumento de acumulación política
y económica, por los cuadros de la clase dominante. El directorio, se transformaba
en comunidad
(Weber, 1992). Sin embargo, el inicio de este nuevo proceso requería otras
relaciones que instauraran a estos funcionarios como autoridad legítima, hacia
dentro y hacia fuera. Detrás de las obras, se ocultarían, impunemente, el delito
económico organizado
y el delito
de la irresponsabilidad (Núñez, 2006).
3.2. La estatalidad
extensa
La empresa constructora local, mayormente
vinculada al gobierno, era CoArCo, que se inició en la obra pública en 1982, a partir de la
gran expansión de las obras de gas en la ciudad. Sin embargo, como señalé
antes, los vínculos entre el gobierno y la empresa se daban en otros ámbitos
sociales.
La otra empresa marplatense, con escasa capacidad
primigenia de acumulación, tanto técnica como financiera para aspirar a hacer
obra pública, era Imepho, cuyos orígenes en tipo y volumen de capital, comparte
con Dazeo y Sanmartano, ya descritos en al acápite 1.2.[75]
El escaso capital objetivado en obras impedía a estas empresas aspirar a las
licitaciones de saneamiento. Así, antes que el lobby, fue la ayuda
del gobierno a las
estrategias de acumulación empresarial lo que explica el lento desarrollo
espacial y temporal de las obras de saneamiento: “En la época mía se
presentaron a alguna licitación de cloaca pero no le daban las certificaciones
y se les fue dando cosas chiquitas para que hicieran antecedentes. Porque para
calificar en obras de cloaca y agua había que tener un mínimo de puntaje para
poder acceder, se requieren capacidad técnica y financiera. Son las dos capacidades
que se requieren para eso” (entrevista con A. B.).
Concretamente,
hay una relación de intercambio recíproco en la que a la empresa le significa
la posibilidad de reproducción y acumulación económica y, al gobierno,
acumulación de capital político (presente y/o futuro), y rehuir de un posible
conflicto con el capital empresario local. Intercambio recíproco, lealtades y
obediencias anticipadas, claro está, que implicaron costos sociales
diferenciales a la sociedad que desplegaba otras estrategias en la apropiación
del saneamiento.
La
heterogeneidad empresarial materializada en el territorio expresa un conjunto
de relaciones sociales que nos hablan de una ficción jurídica de igualdad en
las licitaciones. Algunas de ellas
refieren a:
·
La
permeabilidad
gobierno-empresa:
El señor de la empresa es profesor de
humanidades. Militante de los setenta, estudiaba filosofía en La Plata, estuvo
viviendo en el sur, conoció a Kirchner. Con la democracia se hizo amigo
nuestro. Un día suena el teléfono en el despacho de mi hermano y le dice “Che,
vamos a hacer una obrita en mdp,
estoy al frente de una empresa de mi suegro” [...]. Una semana antes que se
abrieran los sobres, le digo: “Pero Daniel, abren los sobres la semana que
viene y éste ya sabe que la ganó él” (entrevista a C. K., ex presidente de osse).
·
La
tercerización interempresarial:
No sé si estamos hablando de una gran
corrupción, si realmente cobraba por cosas que no hacía, pero CoArCo era de
agarrar cosas y “después veo cómo lo hago”. Terciarizaba... (entrevista con A.
B.).
·
La
asociación partido-empresa:
“CoArCo donde hay algo para hacer, siempre
está. Hay una asociación muy directa entre radicalismo y CoArCo” (Ibidem).
·
La
asociación
interempresarial:
“Entre CoArCo e Imepho creo que ha habido
alguna asociación. En este mundo económico han sido aliados e inclusive socios,
en algunas cosas” (Ibidem).
·
La
cartelización:
Aparece Sanmartano y aparece CoArCo, en
diferentes lugares; no todo el barrio tiene la misma empresa. Y es como que
están adheridos porque el contrato se firmó con la otra empresa”
(vecina del barrio
San Martín).
Estas
relaciones, que nuevamente hablan de la complementariedad y los difusos límites
entre lo legal/ilegal, entre corrupción y colusión, han abierto los vínculos
con los vecinos,
quienes también desplegarán una multiplicidad de estrategias en defensa de sus
condiciones de reproducción, resignificando constantemente esa identidad, al
combinar en sus acciones distintas personificaciones.
La apócrifa escasez de recursos a la que aludía permanentemente
osse imponía que “Las obras
domiciliarias, las paga el que las usa. Las obras de saneamiento, de alguna
manera, las tiene que pagar más de una generación”
(Albino Bianchini, en
reportaje televisivo).
Los mecanismos
implementados para ello eran básicamente dos: el pago adelantado y el contrato vecino-empresa. El primero permitía alimentar el
circuito financiero de osse y, el
segundo, había derivado en un perverso instrumento expropiatorio.
Obras Sanitarias
recauda, administra y ni siquiera controla las obras:
Que CoArCo
cuando cotice, cotice más caro para compensar la gente que no paga [...] osse maneja esa plata, hace de control
de esa plata, la privatiza teóricamente más barato y le asegura al CoArCo de
turno que cuando presenta el certificado cobre (entrevista a O. P. jubilado de osn).
osse está cobrando la cuota, pero no son
cañerías de osse” (vecino del
barrio Villa Lourdes).
osse abrió la canilla. Lo más fácil [...].
Ellos dieron la factibilidad pero allá, en las oficinas [...]. Se hizo el
zanjeo, el cruce, todo, todo como tenía que ser y todo lo hicieron los vecinos,
pero el inspector nunca apareció (vecino del barrio Las Heras).
Así, los costos
y conflictos se trasladan al barrio y las confrontaciones adquieren una
dirección horizontal, además de vertical. Sin embargo, el barrio estaba
fragmentado no sólo en sus estrategias de reclamos al gobierno, sino, sobre
todo, hacia su interior, tensionado en varias dimensiones. La primera de ellas,
como se recordará, es que el comienzo de las avf
como institución descansó en la fragmentación oficial del espacio y el poder
como una respuesta del gobierno para legitimar una dominación y no como una necesidad vecinal.
De esta manera,
ambos campos, el político y el del barrio, están imaginariamente desarticulados
pero en lo social anudados por la existencia de un mercado de influencias y de
intercambios recíprocos de recursos.[76]
Precisamente,
una segunda tensión es que lo que está en juego es una disputa en el tráfico de
esas influencias, donde el principal recurso que se moviliza es el capital
social, el cual, según las estrategias de reconversión, se transformará en
capital político y/o en capital simbólico capaz de ejercer mayor influencia en
el barrio y, por tanto, en la toma de decisiones respecto a la política urbana;
es decir, nuevamente, en el destino de los recursos públicos.
Hacia adentro,
hay una estrategia de distanciarse de la política partidaria para mantener,
hacia adentro, la relativa autonomía del campo barrial. Salirse de esta práctica
podría poner en crisis la identidad del barrio. Empero, hacia afuera, la
filiación partidaria de los fomentistas se utiliza dentro del campo político
para incrementar los recursos materiales y simbólicos, personales y barriales.
“Los vecinos del barrio Belgrano hicieron público a través de una nota su
agradecimiento a la señora Norma Godoy y a la Gran Patriada Peronista”
(La Capital,
15/03/1990). “Presidente y vice de la avf
Los Pinares agradecieron al senador provincial Saggese un subsidio”
(La Capital, 29/06/1990).
Este doble juego
es factible debido a las posibilidades de reconversión en capital político que
porta el capital social del fomentista: “Vengo y encuentro que se han metido
como 100 personas y resulta que está Pettigiani (un candidato a intendente) y
le digo ‘yo creía que el presidente de la entidad seguía siendo yo...’” (C. D.,
fomentista).
A su vez, la
contradicción del espacio generó al interior de los barrios una fragmentación
socioespacial que es manipulada, tensionada, en un doble juego, delimitando,
desplazando y construyendo identidades: 1) por los vecinos, reclamando obras que
acorten las distancias materiales y simbólicas y 2) por los fomentistas, que reclaman una
mejor distribución de los recursos públicos para desplazar una posible identidad
imputada al barrio pero, también, emplazan a esa población por la falta de
apoyo y participación, a la que le destinan los mayores esfuerzos: “Por suerte,
70% son propietarios que entienden la propuesta de avance [...]. Nos falta la
parte de arriba, pero estamos en eso [...] si no dicen que nos olvidamos de la
gente de arriba” (entrevista a J. D., fomentista). “Le pusimos mucho énfasis a
ese lugar para que no se sientan discriminados” (entrevista a E. L.,
fomentista).
Pero ¿cuál es el
lugar que ocupa la avf en el
barrio? Si bien más de 70% de la población[77]
conoce la existencia de la avf,
sólo 30% de los vecinos recurre a ella frente a algún problema del barrio.[78]
Desde la mirada
del vecino,
las razones esgrimidas para no participar son “falta de tiempo”, “porque nunca
se resuelve nada”, “por la conducción de la entidad” y “por que no le
interesa participar”. Pero, la pregunta
sería: ¿por qué participar del juego instituido por otros? Esto torna casi
inevitable que la renovación del mandato de la comisión directiva recaiga
varios periodos en el mismo grupo, surgiendo así la figura del caudillo
barrial: “Quien me
antecedió estuvo 10 años en esto de ser presidente [...] fuera de nosotros
tres, es bastante jorobado encontrar quien quiera tomar alguna responsabilidad
[....] colaborar” (entrevista a Juan Carlos Casado, presidente avf La Florida).
Lo que queda
claro es que una mayor participación produciría un mejor posicionamiento de los
voceros del movimiento dentro del campo barrial, que le permitiría, a su vez (a
partir de la visibilidad que le otorga el movimiento), traficar influencias en
el campo político. Entonces, ¿quién y cómo construye la demanda? ¿Cómo se
establece el juego entre vocero y representados? ¿Cómo se traduce este juego en
la relación con el campo político y hacia adentro del campo barrial?
A veces, el
vecino legítimo
opera como intermediario entre el ocupante gratuito y osse
y construye solidaridades, intercambiando capital económico por el trabajo del
vecino pauperizado. En concreto:
·
El vecino legítimo personifica la empresa, a la vez que
articula acciones para la valoración económica y social del barrio. Es,
también, un promotor:
“osse aprobó el agua para las 24
manzanas del asentamiento del barrio Las Heras a condición de que los vecinos
compraran todos los materiales necesarios y que hicieran las zanjas. Todo,
todo, todo lo hizo el vecino [...]. El que no tenía, ‘bueno, lo pongo yo, pero
vos hacés toda la zanja’ [...]. Era una manera de que todos tuvieran el agua”
(vecina del barrio Las Heras).
Otras veces, la
estrategia de cartelización de las empresas permite entablar negocios
con el vecinalista,
dando lugar a la colusión y desplazando a la institución
política. Es decir,
·
El vecino legítimo, dirigente barrial, puede
ser corrupto y personificar a osse,
eludiéndola: “Un día me reúno con vecinalistas: ‘Vamos a empezar a hacer obras
de cloaca y agua’ [...]. Habían venido vecinalistas del norte. Les voy a contar
esto y me van a hacer un monumento. ‘Miren, vamos a hacer obras’ [...]. De todo
me dijeron porque ahí había negocios [...] no les gustó a los muchachos que la
caja se las iba a manejar otro. Toneti mordía; Fernández Perona mordía y sigue mordiendo [...]. Mal bicho.
Ellos [las empresas] manejaban las obras vía la sociedad de fomento, entonces
había mordidas. Sin ninguna duda” (entrevista con A. B.).
Esto lleva a
profundizar la fractura vecinal debido a que los costos se inflan, llegando a la denuncia de otros vecinos, de la falsificación del contrato
vecino-empresa, cuando no se reunía el acuerdo de 60% de los frentistas. En
otros casos se induce al vecino moroso a que arregle con el abogado de la empresa
constructora. Entonces,
· El vecino corrupto se transforma en persuasivo
legítimo de aquellos
a quienes introdujo en un conflicto legal ilegítimo, en función de sus
intereses particulares, personificando la legalidad: “En el año 1999, 50% de los vecinos
del barrio debía las redes domiciliarias de agua a Sanmartano. Y estaban con
juicio y a punto de remate entre 30 y 40% del barrio. De la sociedad de fomento
se lo intima, se va a hablar: “Andá hasta el abogado y llevale $ 20.00.
Demostrale un poquito de interés’” (vecina del barrio San Martín).
Claro está que
otros vecinos están nutridos de valores diferentes:
·
Los vecinos legítimos que, sin cuestionar la
heteronomía, están apegados a lo instituido y a la moral de la palabra, como capital simbólico,
personificando al peticionante obediente pasivo: “El único que dijo ‘Le voy a tomar
la palabra’, un tal Benedetti, dice: ‘Vamos a hacer la obra. Hace 30 años que
estamos esperando la obra’. El de la Sociedad de Fomento Estrada. Una obra de
cloaca. Esa es la que perdió CoArCo. Cuando se inauguró la obra, me dieron esta
plaqueta ‘En cumplimiento de la palabra’” (entrevista con A. B.).
Pero la
construcción compleja de la heteronomía por medio de la palabra, de la promesa,
crea
·
El vecino capturado por el discurso del gobierno, que se
lo apropia y reproduce, entrando en el juego del campo político-burocrático,
aun en condiciones de máxima precariedad: “osse
nunca nos dijo que no. Sólo hay que esperar los momentos y las oportunidades
para realizarlo” (vecinos del barrio Belisario Roldán). “El agua es de pozo o
clandestina, de hace 30 años. Cloacas, nada, todo pozo ciego. Recién se va a
resolver cuando terminen la cuarta cloaca máxima” (vecinos del barrio
Libertad). “La cloaca no va a venir hasta que no se termine la cuarta cloaca
máxima [...]. Es lo que nos vendieron” (vecinos del barrio Santa Rosa de Lima).
En estos
intercambios juega la imagen fetichizada del vecino de creer que pertenece, por un momento, al
estado del poder. Es
·
El vecino cooptado, personificando un inspector,
ocupando el lugar de
un técnico,
desplazado a su vez, por el funcionario: “Marcelo López quiere que los vecinos
participen y dice: ‘Yo a mis empleados no les creo’. Entonces, directamente,
tiene el número telefónico de los vecinos, que son los que inspeccionan a los
inspectores. López es de los funcionarios que funcionan” (vecinos del barrio
Los Pinares).
La parte
contraria es la fracción social que se opone a las obras, obstaculizando la
urbanización pero, a la vez, alimentando el desarrollo de otras estrategias,
apropiándose de la potencial renta diferencial y de la valoración económica y
social del barrio, aportada por otros vecinos. Nos referimos a
·
El vecino ausente y el vecino terrateniente: “A Peralta Ramos todavía le quedan
300 lotes del bosque. No paga, ¿no? Porque de 300 lotes no puede pagar. Hay
quien paga y quien no paga [...]. El turista y el todavía terrateniente Aráoz,
Peralta Ramos tiene en Santa Celina 300 y pico de lotes. Tiene que firmar por
cada uno y no quiere endeudarse. Cuando los venda, los que vienen atrás, verán
cómo lo pueden hacer” (entrevista a C. K., ex presidente de osse).
También la desocupación
del
otro, su
estigmatización, se transforma en moneda de cambio que permite optimizar las
propias estrategias de acumulación de capital económico. Es:
·
El vecino legítimo que personifica la autoridad
legítima, desplazando
a las empresas constructoras: “Con el agua no nos metemos, pero con la cloaca
no nos interesa que sea CoArCo o esas empresas. Que trabajen los desocupados
del barrio” (vecina del barrio Jorge Newbery).
Es que la crisis
política, económica y social (una crisis orgánica, diría Gramsci), motivaba el
surgimiento de nuevas estrategias vecinalistas. Frente a la desocupación, una
de ellas consistió en formar parte de los cortes de ruta o piquetes, protestas implementadas alrededor de
1997, y liderados, en Mar del Plata, por dirigentes fomentistas: “Se cortaron
las rutas para no dejar pasar el hambre y la desocupación a los barrios [...].
La necesidad del trabajador es ganarse el pan llevando el sueldo a su casa.
Creo que en el trabajo está la dignidad de uno, de ganarse el pan uno mismo. La
gente sin trabajo se desespera”.[79]
La Comisión de
Desocupados del Barrio Libertad, unida con la avf
para lograr mayor movilización en la comunidad, funciona desde 1995 y
progresivamente fue ampliando la base de movilización. A partir de esta lucha
organizada, los desocupados lograron llamar la atención del gobierno municipal
y consiguieron que en la implementación del Plan Barrios[80]
se tuviera en cuenta a la Comisión de Desocupados de cada barrio y a las avf: “Siempre le digo a Maciel, de
Libertad: ‘vos, cuando hagas un acto, no digas que sos fomentista, decí que sos
de la clasista, hermano, porque me confundís a la gente’ Si él recibe 4,000
pesos por mes del perro Santillán, y bueno, que diga que es de la corriente
clasista y combativa” (entrevista a C. D., fomentista).
Contrario a esta
estrategia, que intenta trascender su tradicional esfera de actuación
articulándose, en todo el país, con el movimiento de desocupados y la corriente
clasista y combativa, otros vecinalistas consideran que esta problemática es
inherente a la esfera barrial:
La gente de la cd ideológicamente tiene una visión
distorsionada de la realidad, entonces asignan al desocupado la imagen como que
es un vago, es una lacra social, no trabaja porque no quiere, es un negro,
¿viste? Tiene ese concepto, no es que sean pobres sino que se abusan. Cuando se
va a producir la renovación, los desocupados se empiezan a movilizar y empiezan
a demandar que les permitan votar a todos. Entonces nosotros vimos que se
intentaba desembarcar en la avf no
como herramienta para solucionar problemas del barrio, sino para solucionar
problemas individuales o particulares (entrevista a E. L., fomentista).
Algunos
dirigentes vecinales, basándose en la apuesta a la presidencia política, se
apoyan en la negociación de otros integrantes de las comisiones directivas,
preservando el rendimiento de su capital social en el barrio. Otros,
aprovechando la posible reconversión de un capital en otro, decidieron entrar
directamente al juego político y fracasaron, volviendo al campo barrial con
menores posibilidades de renegociar influencias y viendo disminuir los recursos
materiales para el barrio.
Este fracaso
político de los dirigentes vecinales, además de demostrar los límites de
reconversión de un capital en otro, refuerza las posibilidades de ejercicio de
violencia simbólica y, por tanto, de reproducción del poder: “Los vecinos
confían más en osse que en
mecanismos de autogestión. Confían más en un organismo del Estado conducido por
políticos, que en un procedimiento autogestionario conducido por sus propios
vecinos” (entrevista a C. K.).
Esto, a su vez,
se justifica hacia dentro del campo barrial al mantener la creencia sobre la necesidad de prescindir de
la política partidaria e imponiéndola como condición de la participación en el
juego fomentista, reproduciendo, de esta manera, el discurso oficial y
develando la función negada de las instituciones.
Aperturas para el
cierre
Este trabajo
intenta constituir un aporte teórico-metodológico que contribuya al
planteamiento de nuevas hipótesis de investigación. Partir de las relaciones
sociales que se configuran y reconfiguran alrededor del agua, permitió
problematizar conceptos cosificados y hegemónicos, para pasar a comprender
prácticas, acciones y significaciones en relación con la política.
Así, desde la
génesis urbana y de las fracciones sociales, que se fueron personificando de
manera diferente, se fue haciendo presente ese “entramado de interdependencias
constituido por individuos”, en palabras de Norbert Elias, que luchan en
función de sus distintos intereses y construyen/destruyen territorialidades
sociales, estructurando
relaciones de poder y un orden determinado, del que el espacio es
coconstitutivo. Resignificar la territorialidad social como la imbricación de distintas
espacialidades de pertenencia; una territorialidad que se construye, apropia y
expropia permite superar aquellas perspectivas teóricas que, en los últimos
años, han reducido la territorialidad a una sobrevaloración del barrio como ámbito social que pasó a cubrir
funciones que las instituciones abandonaron (Del Cueto, 2008).
Por el
contrario, abrir el barrio también como proceso, instrumento y
resultado de lucha social, desnudó a los vecinos en distintas identidades, aun cuando
todos ellos se enfrentan al problema del agua. Las personificaciones se trastocan y
generan creencias
que redefinen interacciones, vulneran relaciones sociales preexistentes y
constituyen nuevas. En otras palabras, ejerciendo una violencia simbólica y
naturalizada, en su vección horizontal y vertical y, por tanto, de reproducción
del orden dominante.
Así, esa
conjunción de promesas y creencias que construyen heteronomía e
indefensión, conviven y se sostienen en el entrelazamiento de la estatalidad
profunda y la
estatalidad extensa,
anclando las situaciones de dominio de una fracción social, sobre el conjunto.
El Estado [...]
es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo
determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una
irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos
irreconciliables, que es impotente para conjurar [...]. Es exclusivamente el
Estado de la clase dominante y, en todos los casos, una máquina esencialmente
destinada a reprimir a la clase oprimida y explotada” (Engels, 2006: 183).
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Recibido:
14 de marzo de 2008.
Aceptado:
29 de agosto de 2008.
Ana
Núñez. Es
doctora en ciencias sociales por flacso.
Asimismo, es arquitecta por la Universidad Nacional de Mar del Plata y maestra
en ciencias sociales por flacso.
Actualmente es investigadora nivel ii
en el sin y directora del Centro
de Estudios del Desarrollo Urbano de la Universidad Nacional de Mar del Plata,
y del Grupo de Investigación en Socioantropología Urbana. Su línea de
investigación actual es el análisis relacional de los conflictos por la
apropiación del espacio y los servicios básicos, imbricados en la
conceptualización de apropiación/expropiación de territorialidades sociales.
Entre sus últimas publicaciones destacan: “Política urbana y proceso de
estatalidad”, Confluências. Revista
interdisciplinar de sociología e direito, 1 (9), Universidad Federal
Fluminense, Brasil, pp. 97-126 (2007); “Los linderos perdidos de la política
urbana: estado del poder, violencia e identidades sociales”, en E. Ortecho, P.
Peyloubet y L. de Salvo (comps.), Ciencia y
tecnología para el hábitat popular. Construcción y participación del
conocimiento,
Nobuko, Buenos Aires, pp. 261-272 (2007); Campo
político, campo barrial. ¿(Di)visiones en pugna?, Suárez, Mar del Plata (2007); “Hay
una cosa que se llama Mar del Plata, donde vive Martín. Sobre la génesis urbana
y las fracciones sociales”, Nómadas. Revista Crítica de
Ciencias Sociales y Jurídicas, 1 (17), Universidad Complutense de Madrid, pp.
241-254 (2008).
[1]
Las cuatro corrientes que confluían en dicha escuela eran: la de Henri
Lefebvre, el marxismo ortodoxo, la de Michel Foucault y el marxismo
estructuralista
[2]
Proceso al que Lucio Kowarick denominó expoliación urbana,
de la que dice: “Esta noción contiene la idea de que el proceso expoliativo
resulta de una suma de extorsiones, es decir, retirar o dejar de proveer a un
grupo, categoría o clase lo que estos consideran como derechos suyos”
(Kowarick, 1991: 85-86).
[3]
Véase Murillo (2006).
[4] Me refiero no sólo a la producción académica que en la década de 1980 abordó como objeto de estudio e intervención al autoconstructor, produciendo una expropiación del saber técnico del obrero transformado y manipulado por los intelectuales (Foucault, 1992), y a la violenta erradicación de asentamientos irregulares durante los gobiernos de facto, especialmente la última dictadura militar en Argentina, sino a cómo el Estado es interiorizado, disfrazado, legitimado. En otros términos, el Estado siempre está presente, aunque se disimule allí donde la bibliografía dominante habla de su ausencia (Lourau, 1980).
[5]
En realidad, pienso que partir del derecho es
quedar entrampado,
porque dentro de las ciencias jurídicas dos
de los puntos más complejos son: 1) determinar cuándo se está o
no frente a un derecho fundamental; y 2) la
definición de cuáles derechos, en concreto, pueden ser considerados como
sociales. Este difícil acuerdo conduce al regateo
de su exigibilidad, tendiendo a negar a algunos derechos de tipo social su
carácter de derecho fundamental (Espinosa Saldaña, 1997). En este sentido, el
reconocimiento del derecho al agua como un derecho humano fundamental, de
acuerdo con Naciones Unidas en el año 2002, no ha redundado ni garantizado la universalidad
del goce de todos los ciudadanos a este bien para la vida.
[6] Utilizo identidad social en el sentido que le da Rebón, “como concepto para enfatizar el carácter social de una personificación, el haz de relaciones que expresa y su relación en términos de funcionalidad con el orden social en el que se encuentra inmerso” (2005: 18)
[7]
El gobierno
es el uso de esos mecanismos institucionales, en el que compiten los partidos
que expresan, alternativamente, las fuerzas orgánicas propias del capitalismo.
En Izaguirre y Aristizábal (2002), “El gobierno del Estado
moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la
clase burguesa” (Marx y Engels, 1848).
[8]
Coincido con Ansaldi (1992) que la oligarquía es
una categoría histórica y sociopolítica que designa una forma de ejercicio de
la dominación de clase, caracterizada por la exclusión de la mayoría de la
sociedad y puede ser ejercida por clases, fracciones o grupos sociales.
[9]
En ese momento, toda la superficie del que sería el ejido del pueblo,
pertenecía a un solo propietario: P. Peralta Ramos.
[10]
Cómo entender, si no, que Peralta Ramos expropia las
tierras de su socio, incurriendo en una figura punible tipificada en el código
penal, que nunca se esclareció. ¿Intercambios pacíficos
de protección o favores en un momento crucial de la conciliación? Es posible
pensar a Peralta Ramos como un sujeto del régimen que busca retirarse desde una
perspectiva crítica, actitud propia de un asceta.
[11]
Así lo atestiguan varias publicaciones de la época, lo que dará origen a la
construcción del Asilo Marítimo en Mar del Plata, por la Sociedad de
Beneficencia de Capital Federal.
[12]
Los primeros proyectos concretos datan de 1887. El 30 de septiembre de 1905 se
sanciona la Ley 4917, que será modificada por la Ley 6499, del 25 de septiembre
de 1909, por acción del diputado Pedro Luro, transformando la localización del
puerto. Este traslado del puerto al sur implicó la expulsión violenta de los
pescadores del área central de la ciudad, y la desobediencia de los informes
técnicos sobre la inapropiada localización. Asimismo, Pedro Luro loteó 66 ha en
las proximidades del puerto, en 1910, promocionando un barrio obrero
para los trabajadores de la pesca.
[13] Entre
1895 y 1914, la tasa anual de crecimiento de la población extranjera en Mar del
Plata fue superior a 72%, mientras que la del país en su conjunto fue de 40%
(Núñez, 2000).
[14] En
Mar del Plata surge, en 1881, la Sociedad de Socorro de los Pobres y se decide
fomentar la creación de comisiones de vecinos que colaboren con la inspección,
denuncia, limpieza, control e higiene. Esta organización normativa se acompaña
de una primera organización material, la división del Partido de Gral.
Pueyrredón (pgp) en cinco
cuarteles (Ord. del 24 de febrero de 1892) y, al mismo tiempo, otra división de
carácter higienista en tres secciones, en cada una de las cuales se nombra una
comisión de vecinos que elegirán un presidente y un secretario (Ord. del 28 de
febrero de 1899). Asimismo, desde 1902 rige la Ley de Residencia Nº 4144, por
la que podían ser deportados a su país de origen los extranjeros que
perturbaran el orden social.
[15] En 1903 se crea el gremio de carpinteros y ebanistas; de mozos y cocineros (La Marplatense); en 1904 el Círculo de Obreros Católicos y en 1906, la Federación Obrera Local, liderada por anarquistas.
[16]
Defino periferización
como un proceso social de invención
inmobiliaria y, por tanto, periferia
como una relación social, móvil y cambiante.
[17]
Nunca un fenómeno se produce en el vacío
(Elias, 1982).
[18] Palabras de Luis Nuncio Fabrizio, ex intendente de Mar del Plata. Se refiere a Vicente Fagnani, luego empresario local, cuya hija se casó posteriormente con su padre, Antonio Fabricio.
[19]
Esta inversión del problema reconoce su origen en que “No existe inicialmente
un sujeto, al que se ve, se nomina, se analiza, y finalmente sobre el que se
despliegan un conjunto de acciones (de salvaguarda, de protección, de
represión, de exclusión, etc.), sino que las acciones que la sociedad ejerce y
los procesos de conceptualización con que se nominan, son los elementos
configuradores del sujeto, resultante de esas acciones” (Roze et al.,
1999: 12-13).
[20]
Siguiendo a Marín, los intereses
corporativos son “aquellos intereses que son
formulados no sólo particularizando y especificando los correspondientes al
sector, sino también en forma tal que pueden ser sostenidos como legítimos en
relación al sistema jurídico preestablecido” (2003: 42).
[21] Teodoro Bronzini había sido
mensajero, tenedor de libros y propietario de imprentas. Juan Fava, por
ejemplo, era propietario de una carpintería, por lo que renunció al Ejecutivo
durante una prolongada huelga de carpinteros en 1926, ambos intendentes
socialistas.
[22] “...sus
ocupantes pagan una renta de 68 cts. anuales por metro cuadrado, lo que habla
de la forma en que son explotados los habitantes de esa zona [del Puerto]. Se
trata de verdaderos alquileres usurarios”, Boletín Municipal de 1929, citado en
Cova (1981).
[23] Manifiesto
del 9 de febrero de 1920, Comisión Pro Mar del Plata (1921).
[24] La comisión estaba formada por 71 miembros, entre los que se incluían el intendente de General Pueyrredón, los presidentes del Jockey Club de capital federal, del Club Mar del Plata, del Mar del Plata Golf Club, del Ocean Club, del Yachtmen Club y del Tiro a la Paloma. Esta comisión podía sesionar tanto en Mar del Plata como en capital federal (Comisión Pro Mar del Plata, 1921).
[25] Esta
estrategia de acumulación, por supuesto, comportó una nueva alianza entre
fracciones de clase, es decir, una nueva faceta de la estatalidad.
[26] En
invierno era el pico de la construcción, donde se invertía la acumulación del
verano; en primavera se intensificaba la pesca de anchoíta y en verano los
servicios (comercio, hotelería, gastronomía). Los salarios, aunque reconocidos
insuficientes por el propio Departamento Nacional de Trabajo en 1933, eran, en
Mar del Plata, los más altos de la Provincia de Buenos Aires y relativamente
superiores al país, en general. Ver Pastoriza (1993).
[27] Cabe destacar los vínculos (parentesco, amistad, lugar de nacimiento) de los empresarios con los dirigentes o delegados obreros, lo que coadyuvó al gremio a contar con las mejores condiciones sociales y el primer convenio colectivo, firmado con el Centro de Constructores y Anexos en 1938 (Pastoriza, 1993).
[28] Entrevista
personal a Roberto Cova. Se refiere a la empresa Dazeo Hnos., una de las cinco
empresas constructoras locales más importantes, disuelta hace ya varios años
[29] La lucha económica es la lucha
colectiva de los obreros contra los patronos por conseguir condiciones
ventajosas de venta de fuerza de trabajo, por mejorar las condiciones de
trabajo y de vida de los obreros. La lucha económica contra el gobierno es
política trade-unionista, cuyo fin es la de remediar los males propios de su
situación pero que todavía no acaban con esa situación, es decir, no suprimen
el sometimiento del trabajo al capital” (Lenin, 2004: 86).
[30] Este
mismo argumento será utilizado por la Cámara Comercial cuando se constituya, en
1946, como Unión del Comercio, la Industria y la Producción (ucip). El Centro de Constructores y
Anexos ingresó muy rápidamente a la Federación Argentina de la Construcción
como miembro de su consejo directivo y emprendía acciones corporativas con la
Asociación de Propaganda y Fomento.
[31] Se
refiere a la zona del suroeste de la ciudad (Woollands, 1990).
[32] Ibidem.
[33] Para las distintas estrategias de acumulación de los constructores, véase Bartolucci (s/f).
[34] En términos de Bourdieu (1993).
[35] Ordenanza General de Construcciones, Capítulo xii y Reglamento General de Construcciones de 1937, Capítulo xiv, Art. 92º.
[36] El estándar aceptado internacionalmente es de 100 litros por persona al día para satisfacer necesidades domésticas: bebida, preparación de alimentos y limpieza (Castro, 1999). La Organización Mundial de la Salud establece un mínimo de 150 litros por día por vivienda en las áreas urbanas de los países en desarrollo, aunque considera que 75 litros son suficientes para prevenir enfermedades. En ese momento, había en la ciudad 17 pozos semisurgentes construidos en las cinco plazas centrales.
[37] Boletín Obras Sanitarias de la
Nación, año 1, 1 de julio de 1937. Este boletín
apareció por primera vez en julio de 1937, por decisión del presidente de la
dependencia, ingeniero Domingo Selva, por Resolución Nº 140. Dicha resolución
expresa que “en el afán de innovar y mejorar la obra inteligente y proficua que
dejaron los antecesores, se precisará […] una mayor correlación de actividades
con las demás Reparticiones del Estado [...] consiguiendo de esta manera crear
estímulos para que el personal no se limite a ser un mecanismo dedicado a
cumplir órdenes y reglamentos, sino también a sugerir iniciativas, realizar
estudios e investigaciones personales y colaborar con conciencia sin rehuir su
responsabilidad. Se concibe como un órgano de discusión científica sobre los
asuntos que interesan directamente a la salubridad del país”.
[38] Informe
del ex intendente Camusso sobre la situación de la vivienda en Mar del Plata.
En 1937, la cantidad de habitantes del puerto ascendía a más de 2,500.
[39] Palabras del gobernador Manuel Fresco (Gandolfi, 1996: 68).
[40] Cuarenta
y ocho horas de residencia en un lugar constituían el domicilio real, de
acuerdo con la Ley de Asentamientos de 1662, sobre el domicilio legal de la
gente, restringiendo su movilidad al máximo.
[41] El
antecedente habría sido un decreto del gobernador Federico Martínez de Hoz, de
1932, donde instaba a los gobiernos municipales para que conminasen a los
vecinos a realizar obras ornamentales y de higiene en las fincas urbanas, como
forma de paliar la desocupación obrera.
[42] La
Ordenanza Nº 314, que es la que se encuentra vigente, establece los objetivos y
condiciones para la formación de Asociaciones Vecinales de Fomento. Dentro de
los primeros se destacan las responsabilidades de velar por el mejoramiento
edilicio y el cumplimiento de las ordenanzas municipales, dentro de la
jurisdicción asignada, denunciando las deficiencias que se constaten. Debían
contar con un mínimo de 100 socios y un radio de acción de al menos 30
manzanas; era necesario aceptar la fiscalización de la municipalidad y llevar
libros rubricados; se prohibía agruparse en ligas o federaciones y hacer
manifestaciones de orden político, entre otras órdenes.
[43] Legitimar una dominación es dar toda la fuerza de la razón a la razón (el interés, el capital) del más fuerte. Esto supone la puesta en práctica de una violencia simbólica, violencia eufemizada y por lo mismo socialmente aceptable, que consiste en imponer significaciones, en hacer creer y en hacer ver para movilizar. La violencia simbólica, entonces, se sustenta en el poder simbólico, y por ello, circula en las luchas por el poder simbólico (Bourdieu y Wacquant, 1995).
[44] Los
agentes que participan de esta lucha, reproduciendo la legitimidad de la fragmentación
de la ciudad, si bien tienen una razón práctica, no actúan con una racionalidad
instrumental en todos los casos. Es decir, que el efecto de visión y división
funciona para ellos también, por lo que si bien pueden dar razón de sus
estrategias ex
post facto, esto no quiere decir que tengan plena
racionalidad medios-fin.
[45] La Capital,
24 de abril de 1970.
[46] Entrevista
a Washington Píriz, de nacionalidad uruguaya y militante comunista, asume la
dirección de la avf Punta Mogotes
en 1980.
[47] La Capital,
27 de abril de 1970.
[48] “La
construcción del soldado social supone cierto tipo de orden, la interiorización
de órdenes que se prolongan en él, que constituyen las condiciones para que
éste actúe como emisor de órdenes hacia otros” (Marín, 1993).
[49] Representante del Sector iii, socialmente compuesto por la pequeña y mediana burguesías (La Capital, 19 de febrero de 1970).
[50] Presidente
de la avf San Carlos, Banca
Abierta, hcd, 23 de diciembre de
1997.
[51] En el Artículo 8º estipulaba que el
pago se realizaba como si cada finca tuviera su conexión propia.
[52] Entrevista
a J. C., fomentista, las cursivas son mías.
[53] En
esto han coincidido mis entrevistados Óscar Pozzobón y Óscar Romero, ambos
pertenecientes a osn. Asimismo, lo
reafirma Brunstein (1989) autor que, además, refiere a la fuerte oposición por
parte del lobby
de contratistas de la construcción, agrupados en la cac, que veían peligrar su mercado cautivo garantizado por
la existencia de osn.
[54] Cuarenta
y tres años después, en 2002, diversas cumbres internacionales acordaban
reducir a la mitad el número de personas que carece de acceso al agua y al
saneamiento para el 2015.
[55] Toda
la síntesis que sigue está basada en este documento. Al mismo tiempo que se
hacía esta declaración, el pen
fijaba un nuevo régimen tarifario para los servicios sanitarios, por medio del
Decreto Nº 9022/63 y su complementario Nº 2908/64. Específicamente, las tarifas
básicas mensuales se fijaban en función del capital inmobiliario y no del costo
de producción y/o consumo del servicio: superficie del terreno y superficie
cubierta total.
[56] En octubre de 1964, bajo la presidencia del doctor Illia, se firmaron dos contratos de préstamos con el bid. Sin embargo, el bid no financiaba los estudios de factibilidad previos, por lo que se analizaron dos alternativas: 1) solicitar la contribución del Fondo Especial de Naciones Unidas (que consistía en proveer asesores, firmas consultoras, equipos de investigación, etc.) y 2) apelar a un préstamo de tres millones de dólares, acordado en 1961 con la estadounidense Agencia para el Desarrollo Internacional (aid) para financiar estudios de factibilidad. El Banco Mundial tenía destinado en Argentina un asesor que, junto con el Conade, realizaba una evaluación de las necesidades de los distintos sectores del país, para efecto de establecer prioridades.
[57] Yves
Rovani fue director del Departamento de Agua y Telecomunicaciones del Servicio
Central de Proyectos del Banco Mundial.
[58] El
consumo por habitante de un grifo es inferior a 25 l/d, mientras que una conexión
a la vivienda es de 100 l/d/h.
[59] En diario La Capital, 14 de mayo de 1969.
[60] Estudios
recientes sobre política urbana (Marques, 2003; Marques y Bichir, 2001)
desmontan fuertes hipótesis explicativas derivadas de la teoría de las élites
y del pluralismo,
centrándose en el neoinstitucionalismo para analizar las características
constitutivas del Estado y los vínculos y relaciones que lo cercan, y su
permeabilidad a las demandas de políticas por parte de las empresas. Si bien
reconozco las originales aportaciones de estos trabajos, en ellos no hay
suficiente lugar para los vecinos,
y el sindicato,
por ejemplo, en su constante resignificación. Asimismo, los resultados
empíricos que presento en este acápite, me apartan de las explicaciones que
sobre política urbana ofrecen las hipótesis sobre vínculo electoral
y la causación
circular.
[61] El blindaje,
el cierre
social, refiere a que determinados grupos sociales
se apropian y reservan para sí mismos –o para otros allegados a ellos– ciertas
posiciones sociales (Ansaldi, 1997; Giordano, 2003).
[62] Permeabilidad es
una categoría analítica acuñada por Marques (2000) para denotar una cualidad
ligada a una acción potencial (ser permeado).
[63] Era
la corporación empresaria de la mediana burguesía local, creada en la década de
1930. Este directivo (A. B.) era contador, empresario mosaísta y profesor de la
universidad local. Entre 1970 y 1992 ocupó los cargos sucesivos de vocal,
protesorero, tesorero y presidente de la ucip
y en 1975 había ingresado a la administración central de la
municipalidad como Director de Compras y Suministros.
[64] “En
dos días nos dimos cuenta que estábamos juntando plata a rolete. Si no había
inversión y había recaudación, bueno [...]. El secretario de Hacienda quería
manejar la plata, pero la plata la manejo yo” (entrevista con A. B., ex
director del Imdur).
[65] En el ámbito local se libraba lo que se denominó guerra de los sindicatos, a la vez que había una división interna del sitos y una oposición total del gremio en todo el país.
[66] Hice
el seguimiento diario del conflicto
por medio de la prensa local, construyendo una matriz de datos con 19
variables. El desarrollo de los ciclos de lucha entre 1973 y 1984 se puede ver
en Núñez (2007).
[67] Una Sociedad de Estado es una sociedad constituida bajo las formas del derecho privado, pero cuyas acciones están totalmente en poder del Estado. El control de la empresa se realiza internamente, mediante una asamblea de accionistas que, en el caso de Mar del Plata, es el Honorable Concejo Deliberante.
[68] Esta
categoría, construida por Leopoldo Bartolomé, permite analizar y articular la
interrelación entre conductas individuales y los determinantes estructurales,
aunque este autor lo refiere al proceso en que una unidad social satisface sus
necesidades básicas y hace frente a las presiones del medio (Gutiérrez, 2004).
[69] Patricio
Gherbi, hijo del inmigrante italiano, Ángelo Gherbi, es quien está actualmente
al frente de la empresa CoArCo.
[70] El contador Óscar Rodríguez pasa del Imdur a la Secretaría de Hacienda de la municipalidad, luego a osse y, posteriormente, reviste como gerente comercial y general de CoArCo. Su estudio privado lo compartía con el contador Sergio Fares, quien luego lo reemplaza en la Secretaría de Hacienda.
[71] Mediante Resolución del Directorio Nº
154/96 y ratificado por la Ordenanza Nº 10381 se firmó un convenio entre osse y la Facultad de Ciencias Exactas
para estudiar, en forma rentada, un sector receptor de la descarga cloacal. Ese
convenio se pactaba siendo el ingeniero José Luis Cionchi presidente de osse (anteriormente gerente de recursos
hídricos), profesor en dicha facultad y, después, decano. Asimismo, José
Cionchi era gerente de osse cuando
Bianchini ocupaba la presidencia. Pero, además, mantenían vínculos en la
universidad al ser aquél decano de la Facultad de Ciencias Exactas y éste
vicedecano de la Facultad de Ciencias Económicas.
[72] Me
refiero a un conflicto surgido en el año 1995, desencadenado por el tequilazo,
respecto de la construcción de una obra de desagüe cloacal para cuatro barrios
del norte, licitada en el año 1992. La obra se había adjudicado a la empresa
nacional Obras y Proyectos y Construcciones Civiles, S. A., del ex diputado
nacional Moisés Fontela, integrante además del grupo de legisladores peronistas
que en 1989 había conformado el Grupo de los 8. Si bien el desarrollo de este
conflicto sería objeto de otro trabajo, podemos decir que dado el momento y las
características que la lucha había alcanzado, el Deliberativo aprueba que osse se haga cargo de la obra y los
pagos adeudados por los vecinos a la empresa, según la Ordenanza Nº 10974, en
el marco del inicio de remates de propiedades a los vecinos, siendo que la obra
quedaba cedida automáticamente a osse
por ley.
[73] Renuncia al cargo aconsejado por su amigo, el doctor Óscar Romero. No obstante, posteriormente reingresa a osse como gerente de obras.
[74] Antes
de entrar en osse, Marcelo López
era secretario académico de la Facultad de Ingeniería y secretario de la
producción de la municipalidad.
[75] “Brandinelli
es el dueño único de Imepho, dueño de la florería del mismo nombre. Imepho se
crea con Brandinelli y Muguetti, no el que estuvo con Russak sino el otro,
Alejandro Mugueti, y el contador Elíades que cuando se muere le deja la
herencia, esa famosa herencia y se crea la Compañía Marplatense de
Construcción. Con Brandinelli crean esa Industria Marplatense Elaboradora de
Productos de Hormigón. Después empezaron a trabajar en hormigón, y luego se
metieron en obra pública” (entrevista con A. B.). Recuérdese también que en sus
comienzos Nicolás Dazeo era albañil y se dedicaba al alquiler de caballos.
[76] Este acápite retoma y profundiza
algunas cuestiones planteadas en Lado y Núñez (2005).
[77] Con
respecto a la muestra, se seleccionaron 15 áreas que se corresponden
geográficamente con 15 avf y 16
barrios (en el caso de la avf
Barrios Parque Montemar-El Grosellar, una sola entidad vecinal representa dos
barrios). El criterio respondió a un primer relevamiento, partiendo de las
entrevistas realizadas a los fomentistas mencionados. La selección en esta
primera etapa se hizo, asimismo, tratando de cubrir diferentes características.
Se tomaron un total de 220 casos distribuidos de manera diferencial en las
áreas relevadas, considerando las proporciones de género y edad, así como las
proyecciones sobre el equilibrio poblacional del censo 2001 y la eph-indec. En cada barrio se tomaron dos
puntos muestras para captar la heterogeneidad intrabarrial. Para la selección
de los casos en cada barrio, se decidió utilizar la técnica de búsqueda en
espiral, partiendo de cada punto muestra (muestreo probabilístico por
conglomerados estratificado por cuotas de sexo y edad, estableciendo un nivel
de significación de 95.5% y un error calculado de un + - 5% para el total de la
muestra). El trabajo de campo se realizó en diciembre de 2003, en el marco de
otro proyecto de investigación, bajo mi dirección.
[78] Estos resultados difieren según el barrio, toda vez que recurren en mayor porcentaje los vecinos de los barrios Parque del Norte, es decir, la mediana burguesía.
[79] Entrevista
a Héctor Maciel, dirigente del barrio Libertad, realizada por Effatá,
año 1, 5, noviembre de 1997. La mayoría de los vecinos de este barrio trabajaba
en el frigorífico San Telmo, el que redujo su planta de personal, en 1994, en
66%.
[80] Éste era un programa de trabajo por el cual los beneficiarios cobraban 200 pesos por mes (hoy Plan Jefes y Jefas de Hogar) y realizan trabajos propuestos por entidades de la comunidad o trabajos para la municipalidad. En el caso de las sociedades de fomento, éstas presentan un plan de trabajo barrial (reparación de pavimentos, plazas, forestación, veredas, etc.) y solicitan la inscripción de los vecinos del barrio o de barrios aledaños.