El papel de las
instituciones en la geografía humana: un enfoque desde la nueva economía
institucional
The role of institutions in human geography: a
perspective from the new institutional economics
Gonzalo Caballero-Miguez*
Abstract
In this
paper we propose a regional version of the Coase
Theorem in which the importance of institutions is emphasised.
The institutional diversity in time and space implies the non-validity of the
universal conclusions drawn from neoclassic pre-Coasian
economics and marks the relevance of the theoretical principles of a new
institutionalism for human geography and regional studies. Thinking about
institutions as the game rules of a society imply a theoretical approximation
to human behaviour which includes the role of mental subjective models and
belief systems of individuals.
Keywords: institutions, transaction costs, human behaviour, regional studies, human geography.
Resumen
En este
artículo se ofrece una versión regional del teorema de Coase
donde se destaca la importancia de las instituciones. La diversidad
institucional en el tiempo y en el espacio implica la invalidez de las
conclusiones universales de la economía neoclásica precoaseana, y apunta la relevancia de los
fundamentos teóricos del nuevo institucionalismo para la geografía humana y los
estudios regionales. Concebir a las instituciones como las reglas del juego de
una sociedad implica una aproximación teórica al comportamiento humano que
incluye el papel de los modelos mentales subjetivos y de las estructuras de
creencias de los individuos.
Palabras clave:
instituciones, costos de transacción, comportamiento humano, estudios
regionales, geografía humana.
*
Universidad de Vigo, España. Correo-e: gcaballero@uvigo.es.
Introducción*
Las instituciones
han vuelto a la primera página de la agenda de investigación de las ciencias
sociales a lo largo de los últimos 25 años sobre nuevas bases teóricas. El
nuevo institucionalismo permite un mejor conocimiento e interpretación de
multitud de fenómenos políticos, sociales y económicos enriqueciendo la
situación de diversos programas de investigación. Éste es el caso de programas
como la organización empresarial (Williamson, 1985; Ménard, 2005), el desarrollo económico (Rodrik
et al,
2004; Shirley, 2005), la historia económica (North, 1989; Greif,
2006), el análisis económico del derecho (Garoupa y
Stephen, 2004; Hadfield, 2005), el análisis de los
procesos legislativos (Weingast y Marshall, 1988;
Caballero, 2007), el capital social (Knack y Keefer, 1997; Caballero y Kingston, 2005a) o las políticas
de regulación (Joskow, 1991, 2002), entre otros.
Desde que Ronald Coase y Douglass
North recibieron el premio Nobel de Economía en 1991 y 1993, respectivamente,
la capacidad analítica de los enfoques institucionalistas ha conseguido un
reconocimiento creciente, paralelo a su progresivo avance. Este avance se ha
plasmado en buena parte de los programas de trabajo de la ciencia económica
(Álvarez-Díaz y Caballero, 2008; Ménard y Shirley,
2005; North 2005), de la ciencia política (Hall y Taylor, 1996; Peters, 2001) y de la sociología (Brinton
y Nee, 1998).
En este artículo
se analiza el papel de las instituciones en la geografía humana desde un
enfoque teórico propio de la nueva economía institucional (nei). El trabajo procede a desarrollar
hacia el campo de la ciencia regional y de la geografía humana aquellos
fundamentos teóricos que ha generado el nuevo institucionalismo en ciencias
sociales. Este enfoque institucionalista permite conceptualizar a las
instituciones como elemento definitorio del espacio para los actores políticos
y sociales, y desarrolla bases teóricas que permiten comprender la identidad
político-social y la construcción institucional del espacio a través de
nociones clave sobre la vinculación entre el individuo y las instituciones de
su entorno. El estudio de la relación entre el individuo y las instituciones
constituye un paso más en la agenda de trabajo institucionalista, que se ve
obligada a abandonar los corsés de los supuestos de racionalidad para adentrarse
en un enfoque northiano que abraza a la ciencia cognitiva. De
este modo, este trabajo aborda fundamentos institucionalistas sólidos para una
aproximación a cuestiones claves de la geografía humana, como la importancia
del espacio y del paso del tiempo, las ideologías y la interrelación del
individuo con las instituciones.
En este trabajo
se analizan las insuficiencias y limitaciones de un modelo precoaseano de elección racional que no asume la importancia de las
instituciones para el estudio de los asuntos clave de la ciencia regional. De
este modo, el esquema de razonamiento del trabajo se inicia sobre las bases
teóricas del enfoque propio de la economía neoclásica precoaseana, que configuró la corriente principal en economía a lo
largo del siglo xx,
para posteriormente proceder a un enriquecimiento teórico de ese enfoque a
través de las nociones clave de la nei y de los principales avances del análisis
institucional en ciencias sociales. A través de una argumentación sólida se
expone la necesidad de incorporar a las instituciones –entendidas como las reglas
de juego– para poder
estudiar las cuestiones propias de la eficiencia, pero también para proceder al
análisis del funcionamiento político, económico y social. A través de sus
desarrollos teóricos y aplicados, este enfoque institucional ha conseguido que
actualmente en la ciencia económica exista una amplia aceptación del papel
clave de las instituciones. Pero además, el esfuerzo por conseguir una
comprensión más profunda sobre el papel de las instituciones ha llevado a
desarrollar fundamentos teóricos que desbordan los cimientos sobre los que se
edificó la economía neoclásica.
De este modo,
los enfoques institucionalistas, con North (2005) como máximo exponente, han
acabado modificando aspectos del núcleo duro del marco teórico de la economía
neoclásica precoaseana y de la propia teoría de la
elección racional. En este sentido, la propuesta institucionalista ha
incorporado y desarrollado argumentos que no encajan en la ortodoxia
neoclásica, como en el caso del individualismo institucional (Toboso, 2001), de
la racionalidad limitada y las creencias (Caballero y Kingston, 2005b), de la
influencia institucional de la historia (Caballero, 2004) o del papel del poder
de coerción (Toboso, 1997). La conclusión es que la agenda de trabajo del
enfoque institucional ha desarrollado fundamentos teóricos que permiten una
comprensión multidisciplinar más amplia de la ciencia regional, del espacio y
de la propia identidad política.[1]
Esta concepción del análisis institucional –que asume la importancia de la
historia, la cultura y la política– constituye un enfoque característico de la
geografía humana.
El desarrollo
del enfoque institucional hacia la ciencia regional y hacia la geografía humana
está en una fase incipiente que requiere de futuros esfuerzos teóricos y
aplicados. Tales esfuerzos ayudarán a configurar una concepción institucional
de la geografía humana que puede complementar las perspectivas de otros
enfoques ya consolidados, como el análisis espacial en economía impulsado por Israd (1956), el cual ha generado una amplia literatura en
ciencia regional.[2] Así, este artículo expone
con solidez ciertos argumentos institucionalistas que se han asumido en otras
áreas científicas y que permitieron importantes avances del análisis
institucional. Sin embargo, de este esfuerzo no cabe derivar que el enfoque
institucional no reconozca los avances realizados en la ciencia regional y en
la geografía humana en las últimas décadas. Simplemente aporta un enfoque
enriquecedor para el estudio de ciertos fenómenos, tal como la nueva economía
institucional ha hecho en la ciencia económica en los últimos años. En todo
caso, debe señalarse que, como el resto de los paradigmas, el enfoque
institucional también tiene sus propias limitaciones. Así, no está exento de
diversas perspectivas en su seno (por ejemplo, la propuesta de North de
instituciones como reglas frente a los enfoques más propios de teorías de
juego) ni de deficiencias y desafíos, algunos de los cuales analizan desde una
perspectiva sociológica Pozas et al. (2004).
El artículo se
desarrolla a través de los siguientes apartados. El apartado 1 expone las bases
teóricas del nuevo enfoque económico institucional, que a partir de la noción coaseana de coste de transacción (Coase,
1960) introduce el papel de las instituciones en sentido northiano (North, 1990a). En el apartado 2 se formula una versión
regional del teorema de Coase que destaca la
importancia de los costes de transacción para el análisis regional y que
muestra el carácter específico del marco institucional para cada situación
geopolítica en el espacio. El apartado 3 fundamenta la importancia de la
estructura institucional en el espacio, expone cómo el enfoque institucional
concluye la importancia del análisis regional y permite formular la noción de
espacio político-social como marco institucional. El apartado 4 expone que la
comprensión del papel de las instituciones en la sociedad implica la necesidad
de abordar el estudio entre las instituciones y el comportamiento humano, y en
esta dirección se fundamenta la importancia de las creencias, el modelo mental
de los individuos y las instituciones. El apartado 5 aborda la relación entre
las reglas cognitivas del individuo y las instituciones, cuestión clave para la
noción de identidad político-social y la construcción social del espacio. Las
conclusiones cierran el trabajo.
1. Fundamentos
teóricos: costes de transacción e instituciones
Las instituciones
no se consideraron cuestiones importantes en la corriente principal de la
ciencia económica que sobre fundamentos neoclásicos se asentó durante la mayor
parte del siglo xx.
Sin embargo, las instituciones no siempre estuvieron fuera de la corriente
principal en economía, ni tampoco desaparecieron del programa de trabajo de ciertos
autores o tradiciones cuando fueron desplazadas de la corriente principal. Así,
cuando Adam Smith estudiaba las causas de la riqueza de las naciones y lograba
el impulso de la economía política como embrión de la ciencia económica, el
padre de la economía
incorporaba a las instituciones como factores clave para explicar la realidad
económica. Sin embargo, la revolución marginalista que en 1871 configuró las bases de la
economía neoclásica relegaría a las instituciones como centros de atención de
los economistas.[3] El neoclasicismo introdujo
el principio de maximización y el papel dominante del concepto de sustitución
en el margen, y convirtió las cuestiones de eficiencia en el asunto central del
análisis económico. El problema era cómo emplear eficientemente los escasos
recursos (es decir, a qué usos alternativos deberían destinarse los recursos
para actuar de forma óptima),[4] y
para solucionar esta cuestión, los neoclásicos prescindían de las instituciones
en su análisis. Hubo que esperar hasta las últimas décadas del siglo xx para que se
construyese un marco teórico con la solvencia suficiente como para conseguir
situar a las instituciones en el discurso económico neoclásico. Esto se logró a
través de las nociones de costes de transacción de Coase
(1937, 1960) y de instituciones de North (1990a), que conjuntamente permiten
argumentar por qué las instituciones son importantes para abordar el estudio de
la eficiencia, que era el asunto que motivaba a la economía neoclásica. Tal
avance en el saber económico se construye a través del enfoque de la nueva
economía institucional (nei),
que conviene distinguir de los enfoques del viejo institucionalismo económico.
a) El viejo institucionalismo económico. Se le denomina viejo institucionalismo u original para distinguirlo de otras propuestas
institucionalistas más recientes, y tuvo entre sus autores de referencia a Thorstein Veblen y John Commons, entre otros. Se desarrolló fundamentalmente a
finales del siglo xix
y principios del xx,
consiguiendo una fuerte implantación en la academia estadounidense hasta la
segunda Guerra Mundial. Este paradigma no circunscribe el comportamiento humano
al homo economicus y defiende el enfoque holista o sistémico para la ciencia económica. De este
modo, se concibe la economía como un sistema abierto y dinámico en el que el
énfasis no está en el equilibrio sino en el proceso, en el que los hábitos, las
instituciones y las relaciones de poder son determinantes de la evolución
económica. Este institucionalismo asume una perspectiva conductista,
colectivista y lejana al formalismo, rechazando el criterio del bienestar
individual.
b)
Algunas diferencias básicas entre el viejo y el nuevo
institucionalismo económico.[5] La tradición del viejo
institucionalismo económico adoptaba el método de análisis sistémico u holista, se centraba en las consecuencias distributivas de
unas u otras estructuras institucionales y en los conflictos institucionales
que subyacen en todo proceso de cambio institucional y sus teorías y análisis
se elaboraron asumiendo la relevancia del poder. A grandes rasgos, el holismo, el enfoque del conflicto y el análisis del poder
caracterizaban los fundamentos teóricos del viejo institucionalismo (Toboso,
1997; Caballero, 2004).
Frente a ello,
el nuevo institucionalismo económico que surge en las últimas décadas del
siglo xx
asume inicialmente el individualismo metodológico,[6] se
centra en el estudio de los marcos institucionales alternativos que afectan la
eficiencia y elabora sus teorías y análisis a partir de la conceptualización
del intercambio voluntario (Toboso, 1997). A grandes rasgos, individualismo
metodológico, enfoque de la eficiencia e intercambio voluntario caracterizan el
punto de partida de la nei,
que aparece como más formalista, individualista y reduccionista; se orienta
hacia la elección racional y hacia los modelos de economización
y generalmente manifiesta un carácter no tan intervencionista (Rutherford, 1994).
c) Las relaciones entre el viejo y el nuevo
institucionalismo económico.
Los nuevos institucionalistas consideraron al viejo institucionalismo como un
ejercicio de descripción de las instituciones en el que éstas no son sometidas
a análisis riguroso, y aceptan como reto propio el proceder a tales análisis a
través del trabajo aplicado (Coase, 1999; Wiliamson, 2000). La distancia entre ambos programas de
investigación se evidencia en Coase (1984) cuando
afirma que el trabajo de los viejos institucionalistas estadounidenses no
condujo a nada y que si los institucionalistas modernos tienen algún
antecedente no hay que buscarlo en sus predecesores inmediatos. Sin embargo,
también hay que reconocer que hace poco, y a medida que la nei ha ido desarrollando un
perfil más nítidamente institucionalista, se han producido ciertos puentes de
comunicación y diálogo entre la nei y aquellos autores que continúan la tradición de
análisis del viejo institucionalismo (Hodgson, 1998).
d) Los fundamentos de la nei. La nei supone un paradigma
alternativo a la microeconomía convencional al flexibilizar elementos del
núcleo duro de la economía neoclásica como la estabilidad de preferencias y el
concepto de equilibrio, al asumir la importancia del paso del tiempo y al
rechazar el modelo de elección basado en racionalidad perfecta, incorporando
las limitadas capacidades cognitivas del individuo a través de conceptos como
la racionalidad limitada y las creencias. Sobre estos fundamentos, las dos
nociones clave de la nei
son los costes de transacción y las instituciones (Caballero, 2001, 2002a).
e) Costes de transacción. En toda sociedad debe haber
mecanismos que restrinjan el acceso libre al capital humano y no humano y a los
recursos naturales (Eggertsson, 1990). Estos
mecanismos implican una determinada distribución de derechos de propiedad,
entendidos como las capacidades que tienen los individuos para ejercitar
elecciones sobre los bienes. En busca de la satisfacción de necesidades humanas
en un mundo de recursos escasos, los individuos van a realizar transacciones,
es decir, llevarán a cabo transferencias de derechos de propiedad, y para ello
incurrirán en unos costes de transacción (Allen, 1991).
Podemos definir
los costes de transacción como los recursos usados para establecer, mantener e
intercambiar los derechos de propiedad (Allen, 1991), es decir, como la suma de
costes requeridos para llevar a cabo la “función de transacción” (North y
Wallis, 1994: 612).
La realización
de transacciones se puede entender como un problema de contratación, de forma
que los costes de transacción son aquellos que se derivan de la suscripción ex-ante de un contrato, así como de su
control y cumplimiento ex-post (Eggertsson
1990). De este modo, es importante distinguir los costes de transporte de los
costes de transacción, porque son dos nociones distintas que no deben
confundirse. La primera ha sido muy relevante en el programa neoclásico de
investigación de la economía regional/espacial que siguió la tradición de Isard (1956), mientras la segunda es la noción coaseana que afecta a todas la transacciones al margen de las
cuestiones espaciales y sobre la que se construyó la nei.
f) Las instituciones. Los mercados políticos y económicos
se caracterizan por la presencia de costes de transacción positivos, y cuando
estos costes superan los beneficios esperados de la transacción, ésta dejará de
llevarse a cabo. El nivel de los costes de transacción va a depender del
entorno institucional: en cada sociedad habrá unas reglas
de juego (North
1990a) que determinen el coste de realizar las transacciones. Esas reglas de
juego, entendidas como las limitaciones ideadas o asimiladas por el hombre para
dar forma a la interacción humana, son las instituciones (North, 1990a). Esto
es especialmente relevante para los procesos políticos, plagados por la
presencia de costes de transacción aun con mayor intensidad que los mercados
económicos (North, 1990b; Caballero y Arias, 2003).
Por tanto, el
enfoque de la nei
presenta a una institución como una regularidad de comportamiento o una regla
que generalmente es aceptada por los miembros de un grupo social, que concreta
comportamientos en situaciones específicas y que puede ser autoimpuesta o
mantenida por autoridad externa (Rutherford, 1994).
Las instituciones son las reglas formales e informales que moldean el
comportamiento de los individuos y de las organizaciones, así como los
mecanismos de cumplimiento de esas reglas (North, 1990a). Las instituciones
formales son explícitas y normalmente se recogen de forma escrita, e incluyen
cuestiones como las constituciones, las leyes o los contratos, mientras que las
instituciones informales se componen de códigos de conducta, valores sociales,
cultura cívica o cuestiones éticas o religiosas, entre otras.
2. Una versión
regional del teorema de Coase
Los fundamentos
teóricos de la economía neoclásica precoaseana no consideraban que realizar
transacciones tuviese costes. En un mundo con costes de transacción nulos, las
partes realizarían todas aquellas transacciones que conllevasen ganancias
sociales de eficiencia, tal como expone Coase (1960).
En este escenario, todas las transferencias de derechos que permitiesen situar
esos derechos en manos de aquellos que más los valorasen se llevarían a cabo,
de forma que los ganadores por la asignación de derechos compensarían a los
agentes que se los cediesen. Estaríamos en un mundo en el cual se alcanzaría la
solución socialmente óptima a través de transacciones en el sentido Kaldor-Hicks, pero en el que las compensaciones serían
realmente efectivas, de forma que al final los derechos acabarían recayendo
donde más se valorasen. En definitiva, en el escenario neoclásico ainstitucional, con racionalidad perfecta y sin costes de
transacción, los intercambios se conciben como la cesión sin fricciones de los
distintos recursos hacia sus usos más valorados, basadas en las
correspondientes compensaciones efectivas.
Es justamente
sobre la inconsistencia de esa situación donde descansa la relevancia del
denominado teorema de Coase para la ciencia económica
actual. Ronald Coase (1960) presenta el mundo sin
costes de transacción como el mundo inexistente que analizan los economistas
neoclásicos: en la corriente principal de la ciencia económica no habían
asumido que los costes de transacción existen. Coase
(1960) presenta ese olvido de la ciencia económica consciente de que los
mercados perfectos con costes de transacción nulos no existen, y defiende que
el mundo real es un mundo con costes de transacción positivos, derivados de
problemas como los de información asimétrica o los de acción colectiva.
La existencia de
costes de transacción positivos también permite entender la problemática de los
bienes públicos y de los costes sociales derivados de externalidades negativas.
Con costes de transacción positivos, la provisión de bienes públicos
(caracterizados por la no-exclusión y la no-rivalidad) no está garantizada aun
cuando resulten socialmente beneficiosos en términos paretianos,
pues implica altos costes de información, negociación y otros. Asimismo, en un
mundo con costes de transacción positivos las externalidades negativas no
siempre se resolverán a través de negociaciones entre partes, pues esos
acuerdos pueden resultar excesivamente costosos como para compensar los efectos
beneficiosos de internalizar la externalidad.
Pues bien, la
extensión del teorema de Coase que formulamos a
continuación apunta a que si se asumen costes de transacción nulos, el análisis
de la economía regional hereda las limitaciones que tenía la economía
neoclásica precoaseana. La versión regional del
teorema de Coase que enunciamos se construye a partir
de los siguientes fundamentos teóricos.
Fundamento 1: la
teoría neoclásica ortodoxa precoaseana asumía un
modelo de mercado perfectamente competitivo en el cual la información era
completa y no existían costes de transacción, por lo que las sociedades
tenderían a producir los mejores resultados económicos posibles, prevaleciendo
la solución competitiva eficiente.
Fundamento 2: en
“El problema del coste social” Coase (1960) sostiene
que si no existen costes de transacción, los agentes no incurrirán en costes al
intercambiar los derechos, por lo que el resultado asignativo
no se ve afectado por la distribución de derechos de propiedad y el punto de
equilibrio será aquél en el cual se maximiza la renta agregada.
Fundamento 3:
después de analizar los argumentos defendidos por Coase
(1960), George Stigler (1966: 113) enuncia el
denominado teorema de Coase del siguiente modo: “bajo
competencia perfecta los costes sociales y privados serán iguales” (aunque Coase, 1960, hacía referencia a maximizar el valor de la
producción).
Fundamento 4: el
mundo de costes de transacción nulos es el mundo de la moderna teoría
económica, no el mundo coaseano (Coase,
1994, 1999). Coase (1994) rechaza la postura de
denominar coaseano al escenario económico de costes
de transacción nulos, debido a que su aportación se centra justamente en
destacar la insuficiencia de ese escenario.
Fundamento 5:
los mercados económicos y los mercados políticos se caracterizan por la
presencia de costes de transacción positivos, y cuando estos costes superan los
beneficios esperados de la transacción, ésta dejará de llevarse a cabo. El
reacomodo de derechos sólo se dará cuando el aumento en el valor de la
producción fruto de esa transacción sea mayor que los costes implicados en
alcanzarla. Cuando sea menor se interrumpirá una actividad que sí se efectuaría
si las transacciones de mercado tuviesen costes menores (Coase,
1960). De este modo, cuanto mayor sean los costes de transacción, más se
encarece la contratación y, por tanto, se dificulta la cooperación.
Fundamento 6:
entre los corolarios derivados de Coase (1960), se ha
desarrollado una versión macro del teorema de Coase
según la cual el tipo de gobierno que tiene un país no afecta al crecimiento
económico si el coste de realizar transacciones es cero (Eggertsson,
1990). En esta dirección es posible avanzar un paso más en el proceso de
derivaciones para concluir que en ese mundo idealizado el proceso político no
importaría: se lograría el plan eficiente (Dixit, 1996).
2.1. Versión
regional de teorema de Coase
La versión
regional del teorema de Coase sostiene que el marco
regional no afecta al desarrollo político y económico cuando el coste de
realizar transacciones es cero. De este modo, esta extensión del enfoque coaseano permite exponer que sobre los fundamentos teóricos
neoclásicos precoaseanos, que asumen costes de
transacción nulos y sin fricciones, las cuestiones regionales no resultan por
sí mismas objeto de mayor interés, pues en todas las regiones las transacciones
resultarían gratuitas y se realizarían sin costes (Caballero, 2002b).
Además es
posible presentar un corolario más según el cual, con costes de transacción
cero, las condiciones regionales no importarían porque en todo caso existiría
una tendencia a lograr el plan eficiente. El enfoque teórico neoclásico es el
mismo para todas las regiones o áreas de estudio, por lo que si la misma teoría
vale para todas las regiones, debería argumentarse que no resulta necesario
distinguir entre regiones y el concepto de región se debilitaría.[7]
Si todos los
mercados políticos y económicos regionales funcionan en el mismo sentido –en el
expuesto por la economía neoclásica–, no hay lugar para la distinción entre
regiones en la fundamentación teórica del análisis económico y la ciencia
regional carecería de un espacio de trabajo propio y singular dentro del
contexto general de las ciencias sociales. De este modo, se muestra que los
supuestos neoclásicos no son los idóneos para el desarrollo de la ciencia
regional y que en una versión pura con costes de transacción nulos la ciencia
regional carecería de importancia; no lograría emanciparse de la matriz
fundacional de la economía neoclásica.
En el escenario
de la figura i, los agentes tienen
incentivos para internalizar todos los efectos externos al definir derechos
completos sobre todo el vector de atributos de los distintos bienes, de forma
que a través de la negociación cabe esperar que cada agente y cada región alínien sus respectivos intereses privados con los
beneficios sociales, y que además esa alineación sea coherente con la que los distintos
agentes asumen en su región. Todas las transacciones que pueden beneficiar a
las partes contratantes se realizan, y estas bases teóricas se aplican a todas
las realidades económicas en el espacio. Si el mismo enfoque teórico vale para
todo, el análisis regional no reclama fundamentos distintos de los generales
del análisis económico neoclásico convencional.
Figura i
Versión regional del teorema de Coase
Fuente: Elaboración propia.
La evidencia
histórica y empírica demuestra la invalidez de estos supuestos neoclásicos precoaseanos. El optimista pronóstico neoclásico, que
preveía la maximización del ingreso agregado, choca con una realidad social en
la cual el desarrollo político y económico aparece como algo posible pero que
no resulta determinísticamente inevitable.[8] La
variable espacio-temporal es relevante para el análisis y reclama fundamentos
teóricos menos estrechos que los de la economía neoclásica. La aceptación de la
existencia de costes de transacción positivos es el punto de partida para
construir un enfoque económico institucional para la ciencia regional, sobre el
cual edificar una geografía humana que asume el papel clave de las
instituciones.
3. Las instituciones
en la geografía: un enfoque institucional en ciencia regional
En el apartado
anterior se mostró la debilidad del modelo de costes de transacción cero para
el análisis regional. En este apartado se asume que el análisis regional tiene
que atender una realidad política, económica y social caracterizada por la
presencia de costes de transacción positivos, y se expone que justamente la
consideración de tales costes implica la relevancia de las cuestiones
regionales y dimensiona una concepción institucional de la ciencia regional.
El esquema de
razonamiento que permite configurar a la ciencia regional desde un nuevo
enfoque económico institucional, como se muestra en la figura ii, se
articula en torno a los siguientes puntos.
Figura ii
La ciencia regional desde un nuevo enfoque económico
institucional
Fuente:
Elaboración propia.
a)
Un nuevo enfoque institucional. La nei asume el compromiso de
extender el análisis institucional hacia las distintas disciplinas y áreas de
investigación, y pone a disposición de los estudiosos de las cuestiones
regionales sus fundamentos teóricos y metodológicos, cuya solvencia viene
respaldada por su aplicación a distintos procesos.
b)
Costes de transacción positivos. El punto de partida del nuevo
enfoque económico institucional es la aceptación de la existencia de costes de
transacción positivos en la realidad regional. En una economía con costes de
transacción positivos, los derechos sobre los recursos no se acaban situando en
donde más se valoran, porque esos costes impiden que ciertas transacciones sean
rentables.
c)
Las instituciones importan. Tal como las ciencias económica y
política han asumido en las últimas décadas, cuando los costes de transacción
son positivos, las instituciones son clave para entender los resultados
políticos y económicos. En este sentido, las instituciones regionales afectan
el nivel de los costes de transacción y, en consecuencia, determinan el nivel
del ingreso agregado y de desarrollo de cada región.
d)
Instituciones fruto de elección e instituciones de
evolución. Al
presentar las instituciones de una determinada región podemos distinguir dos
tipos de regularidades deontológicas:[9]
las que son fruto de la elección autoconsciente y las que provienen del proceso
evolutivo (Gardner y Ostrom, 1991). En las primeras
las sociedades tienen un papel activo y relevante a la hora de definirlas, lo
cual no implica que opten por instituciones que favorezcan la eficiencia y el
crecimiento. La libertad para elegir las instituciones de elección
autoconsciente no implica que se elija el óptimo social, sino simplemente que a
través de unos procesos u otros se elige (piénsese, por ejemplo, en actividades
de lobby
o de búsqueda de rentas que pueden generar marcos legales que sirven a
intereses depredadores pero no a los generales). En cambio, las regularidades
que provienen del proceso evolutivo tienen un origen más bien espontáneo que
fruto del cálculo y la elección: son elementos institucionales asumidos
intrínsecamente por la sociedad, incluyendo normas, tradiciones y religión. Se
corresponden con el primer nivel de análisis social de Williamson
(2000), que asume la existencia de una dependencia de la senda (North, 1990a).
El hecho es que
las instituciones formales e informales, tanto las que son fruto de la elección
autoconsciente como aquéllas que lo son de la herencia evolutiva, van a determinar
el conjunto de reglas de cada realidad regional.
e)
Variedad institucional en el tiempo y en el espacio. Los enfoques institucionales
defienden la no universalidad de las conclusiones de las ciencias sociales,
tanto en el plano positivo como en el normativo. Esto implica que las
conclusiones sobre cómo funciona una economía regional o las prescripciones
recomendadas para corregir las fallas de esa economía no son directamente
aplicables al análisis o a las recomendaciones que se formulen para otra
región.
En este sentido,
sociedades caracterizadas por historias institucionales, capitales sociales o
modelos estatales distintos tienen comportamientos y naturalezas distintas, de
forma que las conclusiones del análisis económico positivo obtenidas para una
economía no son exportables a otras: “hay diferentes respuestas para cada país
y cada situación histórica” (Coase, 1999: 5). A lo
largo del tiempo y del espacio han existido diferentes instituciones, economías
y sociedades y un enfoque institucional no puede obviar que una realidad
institucionalmente diferente puede requerir una teoría distinta. Asimismo, las
prescripciones normativas elaboradas para conseguir ciertos objetivos en una
región no tienen por qué ser adecuadas para otras regiones: “no existe un único
camino para mejorar el sistema económico porque todo depende de la sociedad en
que se esté”, señala coherentemente Coase (1999: 5).[10]
Sobre la cuestión de la especificidad histórica resulta de indudable interés Hodgson (2001), quien analiza la posibilidad de que
diferentes fenómenos socioeconómicos puedan requerir teorías propias distintas
a las válidas para otros fenómenos.
f)
Diversos marcos institucionales implican diferentes
regiones. El hilo
argumental neoinstitucionalista señala que distintas
instituciones generan diferentes niveles de costes de transacción, lo cual
conlleva diversos niveles de eficiencia en las distintas regiones. Pero además,
la diversidad de instituciones existentes en sociedades diferentes implica la
necesidad de que los científicos sociales estudien las peculiaridades de
funcionamiento político, económico y social de las distintas regiones. De este
modo, los enfoques institucionales en ciencia regional y en la nueva geografía
político-económica encuentran su espacio de trabajo: el profundizar en el
conocimiento de la realidad política, económica y social de cada región, así
como extraer conocimientos de las distintas experiencias regionales para
formular una teoría política y económica regional íntimamente ligada a una
teoría del cambio institucional.
Conviene
resaltar en este punto que, desde el enfoque propuesto, el concepto de región
viene determinado por los rasgos de la matriz institucional de cada sociedad.
El que haya distintos marcos institucionales en las sociedades existentes a lo
largo del mundo es el elemento que permite distinguir la existencia de
diferentes regiones. La propia variedad institucional es consustancial a la
posibilidad de delimitar la existencia de distintas regiones, y la identidad de
cada región viene dada por su configuración institucional. Cuando desde un
enfoque institucional hablamos de una región, lo hacemos pensando en un
conjunto de instituciones que –incluyendo factores como las reglas políticas,
las normas, los códigos de conducta o la estructura de incentivos– configuran
una matriz institucional específica. Por el contrario, en un escenario sin
instituciones o con instituciones idénticas en todo el territorio, el propio
concepto de región se debilitaría.
g)
La ciencia regional es relevante. Este nuevo enfoque económico
institucional que asume la existencia de costes de transacción positivos y la
importancia de las instituciones, que analiza cada marco institucional y
reconoce la variedad institucional y que construye una noción de región en
torno a la matriz institucional de cada territorio, contiene las premisas
necesarias para considerar relevante el área de trabajo de la ciencia regional.
Considerando que
cada marco institucional caracteriza a una determinada geografía-territorio, cabe
señalar la relevancia de la dimensión espacial-territoral
para el análisis positivo de la economía regional, pues distintas sociedades
sobre el territorio implican un mapa de diversas matrices institucionales sobre
el mismo.
De este modo, y
a medida que se desarrollan argumentos institucionalistas, la propuesta
institucionalista para la ciencia regional termina por configurar un enfoque
institucional de geografía humana. De acuerdo con los postulados de la nei, entre las
bases de esta nueva propuesta institucionalista para la ciencia regional y la
geografía humana hay que incorporar las siguientes:
·
Un
claro carácter multidisciplinar, que desborda los límites ortodoxos del
paradigma económico desde el que surge y combina cuestiones propias de la
sociología, la ciencia política, la ciencia cognitiva, la historia y la
antropología, entre otras (Coase, 1999; North, 2005).
·
Un
enfoque metodológico que surge de propuestas individualistas para acabar
superándolas en función del análisis de caso que se aborde, pero sin caer en el
holismo del viejo institucionalismo (Toboso, 2001).
·
La
racionalidad limitada de los agentes, que algunos autores llevan hacia modelos
cognitivos para explicar el comportamiento humano y la incorporación de la
cultura y las creencias, tal como exponemos en el apartado siguiente (Denzau y North, 1994; Williamson,
2000; North, 2005).
·
La
presencia de costes de transacción positivos en las relaciones económicas y
políticas, cuestión que limita la posibilidad de obtener asignaciones
eficientes (Coase, 1960; North, 1990b).
·
El
papel de las instituciones como estructura de incentivos de una sociedad, que
incorpora cuestiones varias como reglas políticas, capital social, derechos de
propiedad, religión o hábitos (North, 1990b; Hodgosn,
1998; Williamson, 2000).
·
La
importancia del paso del tiempo, que concede gran relevancia a la cuestión del
cambio institucional, a la especificidad del momento histórico y a la evolución
de las sociedades (North, 1994, 2005).
4. El comportamiento
humano: modelos mentales e instituciones
El desarrollo del
enfoque institucionalista no se limita a la comprensión de las instituciones
como las reglas de juego de una sociedad, sino que implica también una
comprensión sobre cómo las instituciones afectan al comportamiento humano de
los individuos en las distintas realidades regionales. Los fundamentos teóricos
que permiten abordar la cuestión del comportamiento perfilan un enfoque que
desborda la concepción neoclásica de la ciencia regional para configurar una
perspectiva institucional en geografía humana.
Desde el punto
de vista del observador científico, las instituciones son regularidades
compartidas de comportamiento o rutinas de una población; desde un punto de
vista interno, las instituciones no son más que los modelos mentales o
soluciones compartidas a problemas recurrentes de interacción social situadas
en la mente de la gente (Mantzavinos et
al., 2001). Esta
realidad implica que una adecuada comprensión de las instituciones como
elemento de definición del marco espacial, conlleva la necesidad de estudiar
los modelos mentales de los individuos y las claves del comportamiento humano
(Caballero, 2005).
La teoría
neoclásica asume un marco de elección racional en el que los individuos saben
cuál es su interés y actúan racionalmente, pero el análisis positivo de
distintas experiencias históricas y contemporáneas muestra que esto no ha sido
así; factores como las ideologías, la cultura y las creencias se deben
incorporar para analizar el comportamiento humano en un marco institucional.
Un punto básico
de partida es que la toma de decisiones por parte de los individuos se produce
con altos niveles de incertidumbre en un gran número de ocasiones. En muchas
decisiones, el decisor no es capaz ni siquiera de construir
una función de distribución subjetiva de probabilidades sobre un conjunto de
resultados posibles (quizás ni siquiera sea capaz de establecer una lista de
posibles resultados con sus correspondientes valores). La vida humana se
caracteriza porque hay que tomar decisiones en contextos de alta incertidumbre,
en los que la elección sobre loterías de Von Neumann
y Morgenstern no resuelve el problema de la decisión
(Denzau y North, 1994: 362). Por ello, hay que
abordar el estudio de las relaciones entre los modelos mentales, las ideologías
que emanan de esas construcciones y las instituciones.
En este punto,
podemos asumir dos cuestiones centrales a la hora de explicar el comportamiento
humano: a)
los individuos procesan subjetivamente y con información incompleta el mundo
que les rodea, por lo que es preciso distinguir entre realidad y percepción en
los procesos de decisión y b) la racionalidad limitada asume que
los decisores
no maximizan porque están cognitivamente limitados y porque actúan en un mundo
complejo que interfiere con sus capacidades cognitivas, de forma que no les
resulta claro qué deberían maximizar si pudiesen (Jones, 1999).
Los individuos
desarrollan una estructura con la que interpretan las señales recibidas a
través de los sentidos. Los individuos forman modelos mentales que sirven para
explicar e interpretar el ambiente y que están compuestos por clasificaciones
que ordenan las percepciones, a las que denominamos categorías. A través de sus
experiencias continuas, los individuos realizan un ejercicio de retroalimentación
que puede modificar sus modelos mentales y sus categorías, generando un proceso
de aprendizaje. En estos procesos es relevante la capacidad humana de pasar de
lo particular a lo general, que es fuente del pensamiento creativo, de las
ideologías y de los sistemas de creencias en que se basa la elección humana
(North, 1994).
De este modo,
los modelos mentales subjetivos son individuales y por tanto diferentes en cada
individuo. Son los modelos mentales los que permiten al individuo tomar decisiones
ante situaciones complejas con alta incertidumbre, gracias a que aprende
inductivamente de experiencias anteriores a través de algún tipo de modelo
mental. Asimismo, al llevarse a cabo la toma de decisiones en un contexto de
incertidumbre, la interpretación que los individuos realizan de su entorno va a
depender de ese aprendizaje (Denzau y North, 1994).
En situaciones
de alto nivel de incertidumbre, los modelos mentales de decisión de los
individuos incorporan reglas de conducta que sirven para decidir entre
comportamientos más o menos preferidos, lo que sirve para explicar
regularidades de comportamiento.
La experiencia
acumulativa de generaciones pasadas se incorpora a través de la cultura, pues
existe un proceso de transmisión del conocimiento acumulado a lo largo del
tiempo. La herencia cultural común reduce la divergencia entre los modelos
mentales que la gente tiene en una sociedad (North, 1994). Esta es una cuestión
clave para un enfoque económico institucional que estudia la variedad de instituciones
regionales en la geografía humana. La diversidad institucional entre distintas
regiones sí permite que en cada una de ellas la correspondiente matriz
institucional favorezca cierta homogenización de modelos mentales a través del
papel de la cultura y el paso del tiempo.
Desde esta
perspectiva se deriva que para conceptualizar al individuo se le debe
considerar en un determinado contexto social e institucional en el que
desarrolla su modelo mental subjetivo. En este sentido, North destaca que “la
historia demuestra que las ideas, las ideologías, los mitos, los dogmas y los
prejuicios, importan” (1994: 362), y es necesario comprender cómo evolucionan.
Desde esta óptica, las ideologías son marcos compartidos de modelos mentales
que incluyen tanto una interpretación del entorno como una prescripción sobre
cómo se debería estructurar éste.
Asimismo, como
ya apuntamos, los modelos mentales están estrechamente vinculados con las
instituciones.
Las estructuras
de creencias son transformadas en estructuras sociales y económicas por las
instituciones, las cuales incluyen tanto reglas formales como normas de
conducta informales. Existe una relación cercana entre los modelos mentales y
las instituciones. Los primeros son las representaciones internas que los sistemas
cognitivos individuales crean para interpretar el ambiente; las segundas son
los mecanismos externos a la mente que los individuos crean para estructurar y
ordenar el ambiente (North, 1994: 363).
Los modelos
mentales son hasta cierto punto únicos en cada individuo, mientras las
ideologías y las instituciones responden a percepciones más generales que
ordenan el entorno.
Las
instituciones y las creencias establecen, además, los impulsos a la acumulación
de conocimiento científico y de capital humano en una sociedad, elementos clave
para el desarrollo y vinculados a los procesos de aprendizaje. La comprensión
de las claves del comportamiento humano permiten abordar cuestiones básicas
para la geografía humana, como la construcción institucional del espacio o la
identidad político-social.
5. Instituciones,
creencias e identidad político-social
En este apartado
se desarrolla la propuesta institucionalista sobre la cuestión clave de la
construcción institucional del espacio a través de las nociones de instituciones
y creencias, abordando además la relación entre las instituciones y las reglas
cognitivas de los individuos, la cual tiene efectos sobre las prácticas socioespaciales. Este enfoque institucionalista para la
geografía humana puede compartir ciertos aspectos con el paradigma sociológico
de la construcción social del espacio, según el cual la realidad social es una
construcción de los seres humanos en sus interacciones. En todo caso, nuestro
enfoque discurre sobre fundamentos institucionales y transaccionales que le
dotan de un carácter específico en la literatura actual.
Desde un nuevo
enfoque institucional para la geografía humana, la noción de identidad
político-social de los humanos hace referencia a la vinculación del individuo
con las instituciones que delimitan su entorno espacial (en el sentido
nacional, por ejemplo). Para comprender esa vinculación es necesario incidir en
las nociones de modelo mental y creencias. Así, cuando los individuos comparten
en un determinado marco institucional cuestiones como el sentimiento de
identidad político-social y un tipo de modelo mental, se dan las condiciones
para generar un entorno social favorable a cuestiones fundamentales para la
interacción como la comunicación. En este sentido, los individuos que comparten
un mismo modelo mental tienen una comprensión intelectual, un conjunto de
conceptos y lenguaje en común que facilita la comunicación entre ellos. Los
canales de comunicación resultan imperfectos y el hecho de que el emisor y el
receptor de la comunicación tengan rasgos comunes en sus modelos mentales
facilita la codificación y descodificación de las ideas internas. Además, los
modelos mentales son compartidos por la comunicación y ésta permite la creación
de ideologías e instituciones en un proceso coevolutivo.
De este modo, la matriz institucional puede favorecer la comunicación entre
individuos y la propia configuración de una construcción institucional de la
realidad social, en la que es clave la vinculación entre individuos e
instituciones y la propia noción de identidad político-social.
Por otra parte,
cuando la retroalimentación del entorno refuerza el mismo modelo mental de
forma reiterada, éste llega a estabilizarse y lo denominamos creencia,
configurándose un sistema de creencias que puede incorporar un sentido de
identidad político-social de los ciudadanos con las instituciones. Este
sistema, como sobrevive desde el pasado, llega a conectarse con el sistema
motivacional del individuo y se produce una adaptación emocional paralela. Por
ello, el sistema de creencias puede resultar relativamente resistente al
cambio.
Al estudiar las
relaciones entre las instituciones y el comportamiento individual, el reciente
análisis de Budzinski (2003) constituye una
aportación interesante que distingue un nivel interindividual y otro intraindividual en las reglas que afectan a la conducta del
individuo, y estudia las relaciones de armonía, conflicto y competencia que
pueden darse entre esos niveles. Esto es relevante para estudiar la conexión
entre los individuos y el marco institucional existente, cuestión clave para la
noción de identidad político-social y la construcción institucional del espacio
regional.
Las
instituciones y las reglas cognitivas guían el comportamiento humano, y su
comprensión es fundamental para entender las dinámicas de conducta social y
cambio institucional en la geografía humana.
a) Las reglas cognitivas pertenecen
subjetivamente a cada persona, constituyendo reglas intrapersonales,
lo que no impide que sean influidas y modificadas por las instituciones y la
interacción social. Estas reglas intrapersonales
están incorporadas en la mente de los individuos.
b) Las instituciones son sistemas
generalmente conocidos de reglas interpersonales que ordenan interacciones
repetitivas de actores individuales y las siguen la mayoría de estos actores.
Estas reglas interpersonales son externas a la mente de los individuos.
El
fortalecimiento de la identidad político-social implica individuos que asumen
internamente el marco institucional, o dicho con mayor exactitud, la armonía
entre las reglas interpersonales y las intrapersonales,
lo que significa que las instituciones individualmente percibidas son
coherentes con las reglas cognitivas. En este caso, las representaciones
cognitivas de las instituciones relevantes están en armonía con las reglas
cognitivas existentes. Esta armonía podría incluso surgir cuando el agente
individual piensa que el conocimiento institucional supera a su propio
conocimiento individual, por lo que decide ajustar sus reglas cognitivas de
acuerdo con las reglas interpersonales. Sobre este escenario de armonía se
puede fundamentar sólidamente la construcción de una identidad colectiva
político-nacional que construye una realidad institucional en cada sociedad.
Y es que cuando
se produce esta armonía entre reglas, que hace que las instituciones se
conviertan en parte integral de las teorías cognitivas, se genera una
justificación normativa de las instituciones respectivas en la mente de los
individuos. De hecho, incluso cuando las instituciones se manifiesten
ineficientes, es probable que los individuos insistan en su persistencia, pues
consideran que se trata del marco institucional correcto. En tales casos, el
sentido de identidad reforzaría las preferencias de statu
quo que favorecen la
persistencia institucional.
Por el
contrario, el conflicto entre reglas interpersonales e intrapersonales
implica que el conocimiento colectivo incorporado en instituciones específicas
no es compatible con reglas cognitivas correspondientes a la visión subjetiva
de un agente individual. Esto quiere decir que el individuo considera que la
institución incorpora modelos incorrectos, por lo que no la incluye en su
modelo mental al no considerarla acertada desde su punto de vista subjetivo. En
este escenario no armónico, las instituciones políticas pueden no encontrar una
identidad colectiva que las solvente.
En este sentido,
y siguiendo la aportación de Budzinski (2003), se
puede concluir que: a) cuando hay una evolución en armonía
entre ambos tipos de reglas se confirma el marco institucional y la identidad
político-social se refuerza y b) cuando la evolución de ambos tipos de
reglas muestra un conflicto, hay problemas de identidad entre las instituciones
y los modelos mentales de los ciudadanos, por lo que es probable que se rete el
marco institucional. Ambos escenarios implican actitudes y prácticas
socio-espaciales distintas ante el marco institucional. La clave está en la
estructura de incentivos que guían el comportamiento humano y que se ve
afectada por la conjunción de reglas cognitivas e institucionales.
De este modo, la
comprensión del papel de las instituciones en la geografía humana ha asumido la
relevancia de atender las relaciones entre las reglas cognitivas subjetivas del
individuo y las reglas interpersonales que configuran las instituciones. De
este modo, se clarifica cómo las instituciones afectan el comportamiento
humano, cómo influyen en la concepción institucional del espacio y cómo
establecen vínculos con los individuos de su correspondiente entorno
político-social. Todo ello es fundamental para entender que la conjunción
particular de instituciones y creencias en cada región permite entender la
diferenciación del espacio interregional. Y es que desde nuestro enfoque
institucional, el concepto de espacio en geografía humana se conecta más a la
idea de contexto institucional que a la de lugar geográfico.
Conclusiones
Este artículo
presenta los fundamentos teóricos que permiten incorporar las nociones de
espacio e identidad político-social a la agenda de investigación de los nuevos
enfoques institucionales. De este modo, se fundamenta el papel de las
instituciones en la geografía humana a través de un conjunto de argumentos que
incluyen: 1)
la existencia de costes de transacción permite introducir la noción de
instituciones sobre las bases teóricas neoclásicas; 2) las instituciones son las reglas de
juego de una sociedad y constituyen la estructura de incentivos para los
individuos y las organizaciones; 3) en un mundo sin costes de transacción,
una versión regional del teorema de Coase concluiría
que en todas las regiones el proceso de intercambio conduciría a una asignación
eficiente, por lo que la cuestión regional se convierte en un asunto de
relevancia menor; 4) al asumir la existencia de costes de
transacción positivos, las instituciones son clave para afirmar la importancia
de la ciencia regional, y con ello la relevancia del espacio y de la geografía
humana; 5)
las instituciones son fruto de la creación humana, y en este sentido son fruto
de la acción o evolución de los individuos, cuyos modelos mentales las
representan para interpretar el ambiente; 6) la comprensión del papel de las
instituciones en la geografía humana debe asumir la relevancia de las creencias
y del paso del tiempo y 7) la relación entre las reglas intrapersonales y cognitivas del individuo y las reglas
interpersonales de las instituciones resulta clave para estudiar la identidad
político-social de los individuos hacia un determinado marco institucional,
pudiendo producirse situaciones de armonía (que favorecen la estabilidad) y
otras de conflicto (que pueden resultar fuente del cambio).
Este marco
teórico destaca la importancia de las instituciones como factor determinante
para la existencia de la ciencia regional y de la geografía humana. Frente al
mundo de costes de transacción nulos que asumió la economía neoclásica precoaseana durante el siglo xx, la existencia de costes de
transacción distintos a lo largo del tiempo y del espacio implica la
importancia de la diversidad institucional y rechaza la pretensión de validez
universal de las conclusiones de la economía de elección racional. Los
fundamentos teóricos de la nueva economía institucional asumen que para
entender el papel de las instituciones hay que tener en cuenta que la historia,
la cultura y la política importan.
Así, este
trabajo ha avanzado en el desarrollo del análisis teórico institucional,
generando bases para abordar la evidencia histórica y empírica en materia de
construcción institucional del espacio y de identidad político-social. Estas
bases teóricas, que se nutren de esfuerzos realizados en tiempos recientes
desde las distintas ciencias sociales (especialmente la ciencia económica),
permiten hacer un análisis institucional de procesos políticos, económicos y
sociales con solidez y rigor. Lejos del imperialismo
de lo económico en
las ciencias sociales, el camino para un mejor conocimiento de las
instituciones sigue siendo la colaboración interdisciplinar. Este es el camino
del nuevo institucionalismo, que está en condiciones de generar un diálogo
fecundo entre las distintas ciencias sociales y la geografía humana.
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Recibido:
5 de marzo de 2007.
Reenviado:
18 de diciembre de 2007.
Aceptado:
13 de marzo de 2008.
Gonzalo
Caballero Miguez. Es doctor en economía por la
Universidad de Vigo; realizó la licenciatura en ciencias económicas y
empresariales con Premio Extraordinario al primero de promoción por dicha
universidad. Actualmente es investigador doctor en la Facultad de Economía y
profesor en el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo. Ha
sido Visiting Fellow en la
Washington University (St. Louis) y en la University of California (Santa Bárbara). Sus líneas de investigación
incluyen: economía de las instituciones, economía del desarrollo, economía
política y economía de los recursos naturales. Ha publicado varios libros y
capítulos en obras colectivas, asimismo ha presentado trabajos en congresos y
conferencias en una docena de países. Sus artículos han sido publicado en
revistas científicas como Economic
Modelling, Revista de Economía Institucional, Papeles
de Economía Española, El Trimestre Económico, Política y Gobierno, Problemas
del Desarrollo, Revista de Comercio Exterior, Brazilian
Journal of Political Economy, Revista Española de Ciencia Política y Revista de Estudios
Políticos.
*Desarrollé los
fundamentos de este trabajo durante mi estancia en el Center for New Institutional Social Sciences y el Departamento de Economía de la Washington University, en St. Louis. Mi agradecimiento a los
profesores Lee Benham y Douglass
North por su invitación. La versión revisada de este trabajo fue escrita
durante mi estancia en la University of California,
en Santa Bárbara. También agradezco el apoyo de la Dirección Xeral de Investigación de la Xunta y los comentarios de los
evaluadores anónimos.
[1] La ciencia regional de fundamentos
teóricos neoclásicos se ha desarrollado a lo largo de la segunda mitad del
siglo xx,
si bien existieron ciertos antecedentes, como en el caso de la obra de Von Thunen. Ese enfoque regional incluye los costes de
transportes y estudia cuestiones de economía espacial, logrando desarrollar un
programa propio de investigación que desde la aparición de Israd
(1956) ha tenido diversos exponentes, como por ejemplo Stahl (1987) sobre
localización. Sin embargo, el enfoque institucional de ciencia regional que
desarrollamos en este artículo se fundamenta sobre bases teóricas diferentes y
con el objetivo de entender una amplia gama de cuestiones relativas al
desarrollo político, económico y social de una región. Al igual que los
enfoques institucionales han tenido cabida dentro de la ciencia económica, este
trabajo establece una concepción institucional para la ciencia regional, por lo
que asumimos el uso de la expresión ciencia regional aunque con una acepción más extensa
que la que le da el programa de investigación neoclásica.
[2] Asimismo, cabe señalar que este mismo
autor intentó (1969) establecer una teoría exhaustiva del mundo que fuese más
allá de los aspectos económicos (Fujita, 1999).
[3] Esta revolución formuló el principio
de la utilidad marginal decreciente y construyó un nuevo enfoque económico
basado en la microeconomía estática, a partir de las aportaciones de William
Stanley Jevons, Carl Menger
y Leon Walras.
[4] La importancia concedida previamente
por la economía clásica a la teoría del desarrollo económico, se traslada con
la economía neoclásica a los estudios de equilibrio general.
[5] Se debe señalar que la distinción
entre el nuevo y el viejo institucionalismo está llena de matices, y que aquí
recurrimos a grandes rasgos que pueden ajustarse más a unos autores que a
otros. Asimismo, han existido otros enfoques económicos con claro contenido institucional
que no se incorporan en esta clasificación, como es el caso de la escuela
austriaca, entre otras.
[6] Normalmente, el individualismo
metodológico se asocia con la exigencia reduccionista de que todas las teorías
de las ciencias sociales se han de reducir a teorías sobre la acción humana
individual (Rutherford, 1994: 31-36). No obstante, el
individualismo del nuevo institucionalismo avanzó hacia un individualismo con
trasfondo social en el sentido de lo que expresó Sáez Pérez (1997: 126-127). De
hecho, la propuesta de Toboso (2001) del individualismo
institucional se
adecua correctamente a buena parte de la nei.
[7] Es evidente que cuestiones como la
dotación de factores pueden caracterizar la diferencia entre diversas
economías, pero la desigualdad en la dotación o la existencia de ventajas
comparativas no son sino casos concretos sobre los que la economía precoaseana aplica su enfoque teórico. También la
consideración de los costes de transporte puede interiorizarse a través de
ciertos desarrollos en ese enfoque. Pero a partir de la situación inicial, el
funcionamiento de esa economía se desarrollará con costes de transacción nulos
y por tanto los acuerdos que favorecen ganancias de eficiencia serían
ejecutados.
[8] De este modo, aun destacando el peso de
las instituciones como inductoras de estabilidad, el enfoque neoinstitucionalista de costes de transacción no cierra
posibilidades al debate y opciones político-económicas para las distintas
regiones: se ve cada acción como un episodio de un juego con reglas pero con
cierta libertad (Dixit, 1996). Como señala Eggertsson
(1997, 1998), en un mundo de información y conocimiento limitado aumentan los
grados de libertad de los procesos político-económicos.
[9] Gardner y Ostrom
(1991) distinguen las regularidades físicas y las regularidades deontológicas.
Estas últimas están en el dominio humano e incorporan el sentido
del deber.
[10] De este modo, el éxito de las propuestas normativas va a depender de su coherencia con el marco institucional básico. Las propuestas de reforma de mercado se deben realizar sólo cuando los fundamentos institucionales de la economía permitan que los mercados funcionen eficientemente.