Presentación
La revista Economía,
Sociedad y Territorio
presenta, en su edición número 27 (periodo mayo-agosto 2008), diez
colaboraciones: ocho artículos resultado cada uno de ellos de ejercicios de
investigación académica original en el –cada vez más amplio– campo de los
estudios urbanos y regionales, así como dos comentarios críticos acerca de
libros recientemente editados, vinculados a los intereses analíticos de
nuestros lectores.
Los temas que en
esta ocasión coinciden en el fascículo que se presenta tienen en común dos
elementos: el análisis de los aspectos locales que inciden en la particular
forma de asumirse a un contexto regional, así como los elementos que del
contexto regional se transmiten a los ámbitos locales; modificando y dejándose
modificar, dependiendo de la escala desde la que se prefiera mirar los objetos
de estudio seleccionados.
En primer lugar
ofrecemos al lector una propuesta metodológica desarrollada por José Mondéjar-Jiménez y Manuel Vargas-Vargas de la Universidad
de Castilla-La Mancha, España. Se trata de una propuesta alternativa a la
generación de indicadores estadístico-econométricos simples, con los que
tradicionalmente se analiza el desempeño económico de una región. Sin lugar a
dudas, la importancia de las propuestas metodológicas es de alta prioridad en
el ejercicio académico, pues a partir de ellas es posible ampliar los
horizontes analíticos de un campo de estudios como, en este caso, el
relacionado con los estudios de economía regional.
Por otro lado,
presentamos una reflexión teórica de Carlos Mascareño-Quintana,
de la Universidad Central de Venezuela, quien analiza el origen y desarrollo de
la relación Estado-sociedad civil en el contexto latinoamericano, enfatizando
la dimensión territorial asociada a la democratización y la consolidación de
los movimientos sociales. Mascareño-Quintana explora,
de forma pormenorizada, el desempeño de los procesos de descentralización y
algunas de sus particularidades en cuanto a su contribución a los procesos
democráticos de la región.
Por su parte,
también desde una perspectiva teórico-metodológica, Ángel Paniagua-Mazorra, del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas de España, nos ofrece un análisis en torno a los procesos de
individualización, la forma en que se expresan y la relación que guardan con el
ámbito territorial en las dimensiones social, perceptiva y política en zonas
urbanas y sus diferencias frente a las rurales.
En el ámbito de
los análisis y estudios de caso, Mercedes Lentini, de
la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, nos ofrece un detallado análisis de
los diversos enfoques a partir de los cuales se ha buscado enfrentar el déficit
de vivienda, en tanto problema social, y la manera en que ello ha derivado en
políticas específicas. Su trabajo ofrece interesantes reflexiones para el caso
argentino, sin perder de vista el contexto latinoamericano.
En este mismo
sentido, un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Oaxaca,
México, conformado por Andrés Enrique Miguel-Velasco, Pedro Maldonado-Cruz,
Julio César Torres-Valdéz y Maritza Cruz-Atayde nos ofrecen un interesante análisis de las
desigualdades regionales a través del concepto entropía regional, para el caso
de México. Al respecto plantean que no sólo han aumentado drásticamente las
desigualdades regionales sino que, además, los desequilibrios detectados a
través de la evaluación de la sustentabilidad regional tienden a ser mayores.
También en el
ámbito de los estudios regionales de base territorial, Eurico de Oliveira
Santos y Carlos Ernesto González-Esquivel, de la Universidad Autónoma del
Estado de México, nos presentan los resultados de una investigación
desarrollada en el sur del Estado Rio Grande do Sul, en Brasil, donde se
realizó un análisis comparativo entre propiedades que practican el agroturismo
y las que ofrecen turismo rural; dicho análisis se llevó a cabo tanto desde la
perspectiva cuantitativa como cualitativa.
Por lo que toca
al análisis que vincula a las empresas con sus implicaciones territoriales, un
grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León y del
Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, campus Monterrey,
México, conformado por José de Jesús Salazar-Cantú, Esthela
María Gutiérrez-Garza, Karim Acuña-Askar y Bryan
William Husted-Corregan, analizan las estrategias
sociales a las que tradicionalmente recurren las grandes empresas ubicadas en
México, en particular en lo que respecta al gasto en responsabilidad social
corporativa. Los autores concluyen que las modalidades que adopta dicho gasto terminan
por influir en sus utilidades, aunque ello también está condicionado por el
tipo de competencia en los mercados.
Por último,
Maribel Espinosa-Castillo del Instituto Politécnico Nacional, México, nos
ofrece un análisis desde una perspectiva geográfica, social e histórica del
proceso de poblamiento de los márgenes del ex lago de Texcoco que, debido a la
intervención desordenada y sin control de diversos agentes, se terminó por
afectar económica, social y políticamente hasta culminar en su desecación y posterior
cambio de uso de suelo de rural a urbano.
Contrario a lo
que hemos advertido en ediciones anteriores, en esta ocasión no prevalece la
preocupación por los estudios que privilegian directamente la dimensión
sustentable del análisis regional urbano o rural. Característica que, por lo
demás, ha estado presente desde hace aproximadamente tres años en prácticamente
todos los espacios de análisis y discusión en torno a la problemática regional.
Sin embargo, sí podemos adelantar –dada la amplia proporción de textos que
actualmente se encuentran en proceso de edición en torno a esta temática– que
esta dimensión es y seguirá siendo una de las líneas más destacadas en los
estudios urbanos y regionales.
Esta situación
nos permite llamar la atención desde este órgano editorial a todos aquellos
interesados en abrir nuevos proyectos editoriales pues, al parecer, la intensa
actividad de quienes están interesados en abordar de los temas vinculados al
desarrollo sustentable desde la perspectiva social y política cobra cada día
más importancia y, en contraparte, existen muy pocas revistas que den cabida,
de forma especializada, a este tipo de análisis. Por nuestra parte, nos es
preciso aclarar a los colaboradores interesados en dar a conocer sus resultados
de investigación a través de este órgano editorial que, dado el objetivo y
temática de nuestra revista, sólo estamos en posibilidad de aceptar, para el
proceso de dictamen académico y posible publicación, colaboraciones que tengan
por objeto analizar los problemas del
desarrollo sustentable siempre y cuando impliquen una dimensión territorial.
En este punto
podría resultar determinante preguntar cómo es que se definen los límites al
interior de un campo de estudios como puede ser, en este caso, los vinculados
con el análisis territorial. Sin lugar a dudas, al examinar críticamente la
conformación de un campo disciplinar es evidente la falta de precisión en el
recorte analítico, aún cuando es posible advertir elementos que le otorgan
cierta coherencia temática; sin embargo, y asumiendo lo riesgoso de la labor
que implica definir qué sí y qué no queda dentro de un campo de estudios, en la
revista Economía, Sociedad y Territorio hemos asumido como objetivo central
otorgar un espacio a todas aquellas colaboraciones de alta calidad que ofrezcan
resultados de investigación especializada en el campo de las ciudades y
regiones específicas. Sin lugar a dudas ello implica dejar fuera una gran
cantidad de trabajos de muy alta calidad; sin embargo, estamos conscientes de
la necesidad de ofrecer un órgano editorial que guarde cierta coherencia entre
sus objetivos y lo que difunde.
Desde este
espacio editorial, la particular forma de concebir al territorio se enfrenta a
aquélla que lo concibe sólo como una morfología del espacio –y que se detiene
en la identificación de un ámbito político-administrativo–, por el contrario,
esta concepción busca definir al territorio como producto de las relaciones socioespaciales, en tanto articulación de los distintos
proyectos de los diferentes actores que intervienen en el territorio y, de esa
forma, lo construyen.[1]
En este punto
podríamos ubicar algunas tendencias de los estudios territoriales dentro de las
ciencias empírico analíticas, con un marcado interés instrumental mediante una
construcción disciplinar eminentemente normativa y nominativa; donde el espacio
se considera como el soporte donde es posible reconocer las
distintas formas que adquiere la distribución de variables socioeconómicas,
pero sin reconocer abiertamente que dichos espacios se constituyen por los
mismos sujetos que los habitan –que los viven y al vivirlos los constituyen– y
que los transforman en lo que Marc Augé ha denominado
lugares antropológicos, es decir, espacios de identidad, con
decisiones propias sobre su proyecto social y con posturas e ideologías que no
siempre son compartidas por quienes buscan ordenarlos.
Ello nos permite
reconocer que los elementos relacionados con el espacio adquieren cada vez
mayor politicidad, donde se concibe al territorio
como un elemento construido en el que convergen distintos intereses
político-administrativos y con diferentes juegos de fuerza. El problema es que
la tradicional visión empírico analítica convierte a estos procesos sociales en
cosas
o –para utilizar la palabra más recurrente– en realidades (países, municipios, provincias) aun
cuando tengan una existencia efímera en un análisis de ciclo largo como los que
propone Braudel. Es, precisamente, en este esquema
donde se ubica la comprensión del territorio como basamento,
sitio, lugar, pero
ello no permite entender los problemas de las fuerzas políticas; se define al
territorio como municipio, entidad cuando las organizaciones sociales
que lo constituyen van más allá de la lógica administrativa.
De este modo,
analizar los procesos sociales, económicos y políticos que trastocan la
constitución (conformación, construcción) de un territorio implica reconocer al
menos tres elementos: distribución de funciones entre ámbitos territoriales (en
el ámbito de división político-administrativa), cambio de relaciones sociales y
recomposición de poderes políticos.
Desde esta
perspectiva, la planeación dejaría de ser meramente nominativa y normativa –por
procesos centralizados, que requieren de un sentido único, donde los sujetos
son objetos, no gestores de sus propios procesos– para convertirse en una
disciplina cuya finalidad (telos)
es la reconstrucción
de las posibilidades de los distintos proyectos de los grupos sociales.
[1] Si por territorio entendemos sólo la
división político-administrativa, entonces tendremos que reconocer que los
procesos sociales son extraterritoriales; pues las más de las veces se
prefiguran más allá –y a pesar– de los límites establecidos con fines políticos
y administrativos. Si esto es así, entonces también tendríamos que reconocer
que una organización de lo social –si se quiere le podríamos llamar planeación–
tendría también que partir de las características de los propios procesos.