La
individualización del mundo rural. Dimensiones analíticas para
¿un concepto
generalizable?
The indivudualisation of the
rural world: Analytical dimensions for a generalisable
concept?
Ángel Paniagua-Mazorra*
Abstract
The individualisation that can be seen in rural societies
suggests similarities with its urban counterpart due to their own geographical
characteristics as well as the (de)composition
process of a traditional society and the
addition of urban values in the rural space. In the urban space, social individualisation processes are considered as “positive” as
a consequence of postmodern society and the development of individual rights.
At the same time, in the rural space these processes present different
dimensions: territorial, social, perceptive and political;
all with different “positive” and “negative” formulations. The different
associations of both dimensions suggest several analytical and methodological
interpretations.
Keywords:
individualisation, rural environment, risk, analytical
dimensions.
Resumen
La
individualización que se aprecia en las sociedades rurales sugiere similitudes
con sus contrapartes urbanas debido tanto a las características geográficas de
cada área, como al proceso de (des)composición de la sociedad tradicional
y la incorporación de valores urbanos en los espacios rurales. En los espacios
urbanos los procesos de individualización social presentan una consideración positiva, consecuencia de la sociedad
posmoderna y el desarrollo de derechos individuales. Por su parte, en los
espacios rurales los procesos de individualización presentan diferentes
dimensiones: territorial, social, perceptiva y política, con diferentes
formulaciones positiva y negativa. Las diferentes asociaciones de ambas
dimensiones sugieren diversas interpretaciones analíticas y metodológicas.
Palabras clave:
individualización, entorno rural, riesgo, dimensiones analíticas.
*
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (csic), España. Correo-e: angelpa@ieg.csic.es
Introducción[1]
Es común que el
proceso de individualización se acepte como uno de los más notables en cuanto a
transformación en las sociedades modernas, el cual viene a sustituir a los
tradicionales enfoques ligados a la estratificación (Beck, 1998). En tal
sentido, se puede concebir como un proceso de autorrealización social que
confiere mayor poder y dimensión a la acción individual.
La
individualización de la sociedad rural tiene un marco analítico muy distinto al
que se admite para la sociedad urbana, ello deriva no sólo de sus
características geográficas, sino también por el proceso de deterioro del
tejido social tradicional o por la incorporación de poblaciones y valores de
procedencia urbana.
El contenido
espacial de la teoría de la individualización presenta una notable abstracción.
El espacio abstracto donde se mueven los individuos oscila en torno a
categorías binarias del análisis social moderno, como tiempo-espacio,
local-global o incluso individual-global. Normalmente, las referencias de la
teoría de la individualización a los espacios rurales suelen ser escasas,
negativas o limitantes y siempre en relación con la categoría urbana. Es
posible plantear estas referencias desde dos amplias perspectivas: 1) la forma de organización social, es
decir, “las oportunidades biográficas, los peligros y las incertidumbres
biográficas, que antes estaban predefinidas dentro de la asociación familiar o
de la comunidad rural, o a tenor de la normativa de los estados o clases
asistenciales, deben ahora percibirse, interpretarse, decidirse y procesarse
por los propios individuos” (Beck y Beck-Gernshein,
2001: 42) o 2)
desde la organización del espacio: “las formas de asentamiento tradicionales se
han visto frecuentemente sustituidas por nuevos proyectos de vivienda urbanos.
Estos cambios han generado también nuevas formas de individualización, que
afectan a modelos de interacción dependientes de la vivienda y modos de vivir.
Las modernas metrópolis, así como los desarrollos urbanos en las poblaciones
más pequeñas, están sustituyendo a los modelos de asentamiento tradicionales.
Personas con distintos antecedentes culturales se mezclan entre sí y las
relaciones sociales de vecindad se están organizando de manera mucho menos
rígida. Así, están empezando a desaparecer formas tradicionales de comunidad”
(Beck y Beck-Gernshein, 2001: 88).
De esta forma,
mientras en los espacios urbanos el proceso de individualización de la sociedad
se ve como el éxito de la moderna sociedad posindustrial y el desarrollo de una
sociedad de derechos, en los espacios rurales se perciben diversas estructuras
que envuelven procesos sociales y territoriales netamente diferenciados.
Así, la
individualización en los espacios rurales se puede ver de manera dual –éxito o
fracaso– y desde muy diversas perspectivas: territorial, social, perceptual,
asistencial, entre otras. La conjugación de estos procesos genera distintas
formas de presentación y también sugiere variadas formas de estudio.
Hay pocas
aproximaciones sobre el valor de la identidad individual en las áreas rurales,
pues a menudo quedan englobadas en estudios de áreas, sin un análisis preciso,
o como una característica que suele aparecer en algunos grupos de población.
Tradicionalmente, las ciencias sociales rurales han puesto sus esfuerzos en el
análisis de fórmulas de identidad y cohesión comunitarias o bajo el mismo marco
teórico en el estudio de procesos de desintegración de comunidades rurales.
En la actual
etapa post, los valores ligados a la clase, a la etnicidad o a la familia
tradicional aparecen como decadentes y son sustituidos por diversas formas de
individualismo, a partir de las cuales se rearticulan
los procesos de cohesión social (Beck, 2001). Adoptar el individualismo o la
identidad individual como marco de investigación posibilita nuevas formas de estudio
de la sociedad rural, bajo diversas perspectivas –en general no utilizadas en
los estudios sociales generales o específicamente urbanos– y en un contexto de
fuerte debate en las orientaciones teóricas de los estudios rurales (Llambí, 1997).
En todo caso,
todavía es necesario poner de manifiesto si estos planteamientos pueden tener
una validez amplia en los estudios sociales rurales o si, por el contrario,
sólo tienen valor para espacios con un avanzado proceso de transformación
social y deben readecuarse o limitarse a otro tipo de realidades
socioeconómicas. En concreto, en principio es necesario generar un mayor debate
sobre su idoneidad analítica en áreas con presencia importante de movimientos
sociales, pero sobre todo, de aquellos movimientos sociales más ligados a la
propiedad de la tierra y a la cuestión étnica.
1. La identidad
individual: el negativo ¿o el positivo? de las áreas rurales
El aislamiento y
la lejanía han sido algunos de los atributos clásicos de las zonas rurales como
áreas de baja densidad demográfica o de escasas prestaciones sociales. Bajo
estas premisas, en general las áreas rurales han adquirido una connotación
negativa, sobre todo en relación con los espacios de éxito que constituyen los
núcleos urbanos, con frecuencia asociados con el progreso social. De esta
manera, la individualización ha quedado vinculada con la soledad, la
despoblación y el éxodo, todos ellos fenómenos cuya connotación es negativa.
Esta consideración particular que se da a los procesos de individualización en
zonas rurales, no parte de la incorporación de nuevos valores o de la creación
de novedosas estructuras socioeconómicas, como habitualmente se ha apuntado
(Beck, 2001), sino del desmantelamiento de estructuras socioeconómicas sin la
generación de un marco social nuevo. Asimismo, el valor de la comunidad en las
áreas rurales –ligado a un sistema de poblamiento en núcleos de tamaño
reducido– implicaba numerosas relaciones tradicionales de vecindario, las
cuales se consideran un freno a los procesos de individualización. Pero también
la persistencia de estas relaciones de comunidad tradicional se tienen en sí
mismas como un valor social, de identificación con un grupo y un espacio dentro
del marco de la sociología y la geografía rural. Recientemente, el incremento
de poblaciones y valores de procedencia urbana, sobre todo en los países
occidentales, posibilita la explicación positiva de los procesos de cambio de
las áreas rurales en el marco de la difusión de los valores post (Urry, 2000). Sin embargo, este tipo de análisis no se
pueden aplicar a todos los espacios, debido a las múltiples diferencias entre
los distintos grupos sociales.
El peso del
análisis de la comunidad en los estudios rurales se ha puesto de manifiesto de
manera repetitiva desde una perspectiva funcionalista, en la cual se analiza la
comunidad como un pequeño microcosmos social que dirige la vida de todos los
individuos que la componen. Desde tal perspectiva, son las regulaciones
expresas o normas sociales las que establecen la vida de las personas y sus
relaciones con los demás. De manera implícita o explícita los estudios de
comunidad rural han representado una forma de defensa del estilo de vida rural
frente al urbano. Pero esta defensa no sólo se ha establecido en las formas de
interacción y organización social, sino también en la propia estrategia de
investigación. El dominio de la economía política como vía de investigación de
los procesos de conformación, desintegración y redefinición de las comunidades
rurales ha llevado a pensar que todas las relaciones de clases se definían en
el contexto de dominio y autoridad de la propia comunidad rural, en menoscabo
del análisis de los propios grupos sociales característicos o de un análisis
posmodernista del individuo y de su trayectoria biográfica. El desarrollo de
marcos teóricos ligados a la individualización social puede convertirse en una
tarea compleja por la necesidad de asociar de una forma adecuada los
itinerarios biográficos con una determinada acción sobre el entorno. No sólo como
fórmula analítica de procesos de desintegración, sino también como estrategia
de estudio de procesos de rearticulación comunitaria.
Un grupo que ha
caracterizado las propuestas teóricas –sobre todo en los espacios occidentales–
ha sido la nueva clase media o clase de servicios. Esta clase social se ha
considerado en la investigación social rural como el grupo emergente de la
nueva sociedad rural y el exponente de los valores posmodernos. Los nuevos
grupos sociales, por su tendencia a construir su propio itinerario o biografía
laboral, constituyen un segmento de especial importancia en los procesos de
individualización social y espacial. Sin embargo, su utilización indiscriminada
en cualquier espacio es compleja debido a que es un grupo que ha sido valorado
sobre todo en áreas donde el proceso de cambio social está muy avanzado y donde
confluye no sólo el desmantelamiento de una sociedad más tradicional, sino el
surgimiento de estos nuevos grupos sociales, que pasan a ocupar posiciones de
poder en términos subregionales. A menudo las nuevas clases sociales han sido
analizadas bajo el fenómeno de la contraurbanización,
aunque este término tiene un sentido mucho más amplio (Hill, 2003). Los nuevos
grupos sociales surgidos en la ciudad asocian el ascenso profesional con una
trayectoria biográfica-espacial en el campo y es notable la bibliografía al
respecto tanto en la sociología como en la geografía. En esta determinación
subyace el campo como ideal de vida. Es necesario tener en cuenta las
connotaciones de la imagen del campo en la construcción de la identidad
nacional, las cuales están ampliamente reconocidas en los países occidentales.
Estas condiciones –que se han ensayado en áreas muy transformadas socialmente y
que están muy ligadas al posproductivismo de los
espacios rurales– no parece que sean universales ni que aparezcan de igual
manera en cada estado de una misma zona geográfica. Lo anterior ha sido puesto
de manifiesto por Keith Hoggart y Ángel Paniagua
(2001) y más recientemente por Alexander Mather et
al. (2006). De esta
forma, los procesos de cambio social pueden aparecen en las áreas rurales de
manera multidimensional.
En este
contexto, desde una perspectiva social y geográfica el proceso de
individualización considerado de forma global puede tener varias dimensiones, cada una de ellas con diversas
caras –positiva o
negativa–, entre las que cabe destacar: la sociodemográfica,
la territorial, la perceptual y la asistencial (cuadro 1).
Cuadro 1
Dimensiones del proceso de individualización en
áreas rurales
|
Negativa |
Positiva |
|
(desmantelamiento) |
(rearticulación) |
Sociodemográfica |
|
|
Territorial |
|
|
Perceptual-tecnológica |
|
|
Político-asistencial |
|
|
Fuente: Elaboración propia.
2. Procesos de
individualización
Los procesos de
individualización mencionados pueden aparecer asociados, como se indicó, pero
también es posible que surjan de manera diferenciada alrededor de uno de ellos.
En todo caso, en relación con estos cuatro procesos de individualización social
en las áreas rurales, sería posible encontrar nuevas fórmulas de cohesión
diferenciadas en virtud de la trascendencia de cada una de ellas.
·
La
individualización sociodemográfica presenta diversos planos debido a su
relación con ciertos grupos sociales y, en consecuencia, queda ligada a un
determinado tipo de valores sociales, pero también a un cierto tipo o estilo de
vida.
·
La
individualización territorial responde a un proceso de
identificación espacial. La interacción entre los individuos y un determinado
tipo de espacio supone un proceso de singularidad territorial. De esta manera,
la individualización social puede conducir a la territorial. A su vez, la
individualización territorial constituiría la base que permitiría el desarrollo
de trayectorias individuales sobre el mismo.
·
La
individualización perceptual y tecnológica está relacionada con el proceso de
sustitución de la imagen emblemática nacional del campo, en general construida
por los Estados y sus instituciones y por las identidades individuales
asociadas con el lugar idóneo para desarrollar las opciones de vida. Esta
identidad perceptual es común que esté ligada al desarrollo de las nuevas
tecnologías que deforman las dimensiones espacio-temporales y que permiten
fragmentar y reunificar espacios simultáneamente.
·
La
individualización político-asistencial suele asociarse con un sentimiento de
abandono o marginación por la falta de atención de los poderes públicos, la
ausencia de equipamiento o por un relativo alejamiento espacial. Puede
establecer algún tipo de equivalencia con aislamiento geográfico, generado por
la dispersión de la población y la necesidad de desarrollar políticas y
estrategias asistenciales diseñadas de acuerdo con situaciones dadas. Ésta
constituye la reconsideración de una aproximación del institucionalismo al
individuo.
Estas cuatro
formas de individualización pueden aparecer de forma conjunta, pero también
independiente. En todo caso, es preciso indicar su inserción en el marco de un
proceso de liberación, desestabilización y readaptación, por lo que su estudio
es complejo ya que simultáneamente implica procesos sociales, laborales y
espaciales. Por ejemplo, una de las razones que esgrimen las personas para
establecerse en las zonas rurales es el deseo de llevar una vida más tranquila,
con otro ritmo. Así, estos procesos para generar una nueva identidad individual
no sólo están aparejados con un espacio propicio para iniciar una actividad
laboral, sino también con la rearticulación de una identidad social y
comunitaria en las zonas rurales, muy diferente en comparación con los espacios
urbanos.
3. La
individualización social
Los procesos de
individualización social son los de mayor trascendencia académica (Beck y Beck-Gersheim, 2001). A través de estos procesos se ha tratado
de explicar los procesos globales de modernidad en nuestras sociedades. No
obstante, este desarrollo teórico no se ha llevado a los estudios propiamente
rurales debido a la notable tradición de las investigaciones sobre comunidad
rural o cohesión social ligada a un determinado espacio. En buena medida, los
estudios sobre individualización social quedan ligados a la irrupción de formas
de vida urbana en zonas rurales, sobre todo los que se ocupan de nuevos grupos
sociales en áreas rurales o de la transformación de algunos tradicionales. Se
trata de evidenciar los grupos o procesos que conducen a la individualización
en áreas rurales y los factores que generan resistencia a estos procesos.
Los estudios
dedicados al surgimiento de las nuevas clases medias, como grupo más
característico de las nuevas sociedades, ha sido una de las áreas de
investigación más representativas de los procesos de individualización, como ya
se mencionó. En general, a estas nuevas clases medias se le ha concedido una
serie de características familiares, sociales y espaciales que las singularizan
en el proceso de cambio social en las áreas rurales. Estas características se
pueden concretar, como ya se apuntó, en el dominio sobre la propia trayectoria
laboral –en especial en forma de autoempleo como vía de promoción profesional–
y que se combina, en múltiples ocasiones, con un plano territorial muy acusado,
ligado principalmente a la dimensión espacial de las trayectorias laborales y
biográficas. Este tipo de comportamientos, que se podrían englobar en el
término self-identity
habitus
(Bordieu, 2005), es posible conectarlos sobre todo a
ciertos grupos sociales. Reúne un cierto individualismo metodológico –entendido
como la maximización del beneficio en toda actuación– al tiempo que desarrolla
un estilo de vida, lo cual conduce a que el medio sea más una construcción
social que un medio estrictamente natural.
En todo caso, se
podría plantear si estos procesos de transformación social, ligados a
determinadas clases sociales en áreas rurales, pueden constituir un argumento
válido tanto en el ámbito global como en el microanálisis. En zonas donde los
procesos de transformación de las áreas rurales han quedado ligados al debate
sobre la propiedad de la tierra y a cuestiones de tipo étnico, los procesos de
cambio social y movilidad espacial pueden quedar confinados a áreas rurales y
supeditados a la existencia de determinados niveles de bienestar material. La
existencia de una gran proporción de habitantes que viven en la pobreza
constituye un freno para los procesos de individualización, al no existir una
base material que permita a la persona efectivamente tomar las decisiones
adecuadas en relación con su biografía (cuadro 2). Por otra parte, la pobreza
rural suele estar más extendida que la urbana. El propio tamaño de la pobreza
rural actúa como limitante tanto para la autonomía como para el bienestar
material (Beck et al., 1997).
Cuadro 2
Población bajo la línea de
pobreza en países seleccionados
|
Rural |
Urbana |
Bolivia |
81.7 |
50.6 |
Brasil |
51.4 |
14.7 |
Colombia |
79.0 |
55.0 |
Ecuador |
69.0 |
30.0 |
Guatemala |
74.5 |
27.1 |
Fuente:
2006 World Development Indicators, Banco Mundial.
A su vez, estas
mismas bases de pobreza material, sobre todo en cuestiones relacionadas con la
tierra, también dan lugar a movimientos organizados en los cuales el acceso a
la tierra y, en muchos casos, la reorganización del campesinado suelen
constituir sus claves. Sería posible discutir si este proceso de acceso a la
tierra genera en sí mismo procesos de individualización o si se articulan en
procesos importantes de rearticulación comunitaria. En todo caso, sí es posible
plantear que están ligadas a un debate modernista en el mundo rural en sus
claves clásicas y que en consecuencia generan una única vía para el progreso
material, unida a un determinado espacio. Discutir estos procesos desde un
punto de vista post (productivo) tiene serías limitaciones, dado que la única
alternativa individualizada de tales poblaciones es la emigración a otros
espacios urbanos o no. Parece obvio que utilizar el mismo marco teórico para
explicar situaciones tan dispares precisa de notables matizaciones. En
cualquier caso, los procesos ligados al acceso a la propiedad de la tierra
desembocan, si tienen éxito, en verdaderos procesos de individualización por la
relación directa con la propiedad, por la generación de un sistema de toma de
decisiones propio –o al menos familiar– y por el incremento de un cierto
bienestar material. Conviene ser muy cautelosos al respecto, ya que en sí
mismos los movimientos alternativos no se pueden considerar una opción a los
procesos de individualización social, dado que sobre todo pretenden ser
precisamente eso, una alternativa a los modelos sociales estratificados.
En todo caso, y
esto es una innovación considerable, junto a este tipo de situaciones generales
caracterizadas por la pobreza y la desigualdad, también es posible constatar el
surgimiento de grupos sociales característicos de la sociedad posmodernista,
que incrementan la complejidad social y la riqueza a un nivel de microanálisis
en áreas concretas (Sili, 2005; Preston, 1980). Esta
situación de pobreza coexistiría con procesos de cambio socioeconómico a nivel
de microanálisis y en muchas ocasiones como casos singulares. Una lectura
compleja del espacio rural en zonas de elevadas tasas de pobreza es cada vez más
propicia para tratar de advertir situaciones de diversidad y el contexto en el
que se mueven.
Cuadro 3
Niños
económicamente activos con edades entre 7 y 14 años. Agricultura
(porcentaje)
|
Hombres |
Mujeres |
Bolivia |
87.3 |
74.4 |
Brasil |
93.0 |
96.3 |
México |
61.3 |
38.3 |
Ecuador |
65.9 |
69.2 |
Fuente:
2006 World Development Indicators, Banco Mundial.
Con frecuencia,
estas tasas de pobreza están asociadas con el trabajo infantil que impide un
desarrollo formativo normal que actúe como igualador o escalador social. Esto es
más notable en el caso de la agricultura. Tradicionalmente, en las sociedades
agrarias a los hijos se les ha considerado como mano de obra y su incorporación
al trabajo se produce a una edad temprana. La persistencia de una familia
económica en amplias zonas rurales, fruto de una herencia tradicional y de un
contexto socioeconómico, socava ampliamente cualquier proceso de que se
generalice la individualización dentro del grupo doméstico (Giddens,
1999). La individualización mediante la cualificación sería notablemente
difícil para amplias capas de la población rural en buena parte de los países
no occidentales.
En otro orden de
cosas, estos indicadores de pobreza y trabajo infantil conviven con un
incremento de hogares unipersonales. Desde una perspectiva demográfica se ha
puesto de manifiesto que la propensión a vivir solo queda ligada notablemente a
la clase social, incluso desde una perspectiva temporal (Hall et
al., 1997). Los
profesionales o las nuevas clases sociales, sobre todo, son quienes tienen mayor
propensión a vivir en un hogar unipersonal. A su vez, estos grupos sociales
también son los más representativos del posmodernismo y de la sociedad self, la cual está asociada con la
descripción individual de trayectorias personales tanto en el plano social
(ascensos o eventuales descensos) como en el espacial (movilidad ligada al
progreso social).
Cuadro 4
Hogares
unipersonales en diversos países
(porcentaje)
País |
Área
rural |
Área
urbana |
México |
22.4 |
25.9 |
Chile |
13.4 |
11.1 |
España |
30.4 |
11.1 |
Fuente: Elaboración propia a partir de datos censales de
los países citados.
Pero, como se
pone de manifiesto en el cuadro 4, la individualización sociodemográfica
no es un fenómeno que quede definido en las categorías urbana o rural, sino en
relación con los núcleos rurales y los núcleos más urbanos, de más de cien mil
habitantes. Es sólo en las categorías urbanas de mayor tamaño donde los
procesos de individualización se observan claramente.
De esta manera,
lo que determina la individualización sociodemográfica,
urbana o rural, no es el hecho de vivir en soledad –cuyos porcentajes son
parecidos en ambas zonas o incluso es mayor en zonas rurales donde se ha
producido un desmantelamiento de las estructuras sociales fruto de la
emigración rural a las ciudades–, sino las características socioeconómicas de
aquellos individuos que habitan solos.
Un proceso sociodemográfico que ejemplifica la dualidad de los
procesos de individualización en las áreas rurales es lo que podría denominarse
la soledad territorial, la cual es posible examinar bajo dos
prismas: la visión del último y la visión
del primero. Desde la
primera ponemos de manifiesto una cierta visión de resistencia, del que se
queda solo cuando todos abandonan un núcleo permanentemente habitado. La
individualidad forzada, con frecuencia ligada a formas y valores tradicionales
y cargada de connotaciones negativas. Por otra parte, la individualidad del
nuevo pionero, ligada a la recolonización de áreas rurales por poblaciones más
dinámicas, con valores más cosmopolitas y asociados a nuevas dualidades más
allá de lo rural-urbano. Estas dos tendencias no tienen que estar segmentadas
espacialmente, sino que pueden coincidir en el mismo pueblo, en el mismo lugar,
y suponen la superposición social de la individualidad obligada y la
individualidad electiva. En todo caso, tales dualidades pueden tener una
connotación diferencial en diversas áreas geográficas.
4. La
individualización territorial
El debate sobre
la singularización del espacio urbano respecto del espacio rural presenta una
fuerte tradición en las ciencias sociales, hasta convertirse en una de las
principales relaciones tanto de tipo espacial como social. Campo-cuidad,
rural-urbano perviven pese a numerosos intentos académicos de diluir estas
dualidades. Así, habitualmente el inicio de la singularización del territorio
rural se realiza en relación con el urbano. La propia separación recoge una
idea de división, de oposición, social y también espacial. Esta misma idea de
división por realidades opuestas es una de las características sobre la que
definimos la individualización en las áreas rurales. Es decir, la relación, en
caso que se acepte, entre sociedad y espacio rural y urbano implica una
identidad propia de cada una de ellas y el desarrollo de procesos sociales y
espaciales en las áreas rurales que se consideran propios o con origen en las
zonas urbanas puede llevar a la pérdida y a la reconstitución de la
singularidad en términos positivos o negativos en el campo. En todo caso, este
proceso de singularización en algunos casos ligados a un cierto movimiento
social, son diferentes dependiendo de las consideraciones del contexto. En
términos generales, en países de la Unión Europea o los Estados Unidos
constituyen una determinada imagen de lo rural, como señas de identidad muchas
veces simbólicas, y así las utilizan movimientos regionalistas e incluso
separatistas. En los países de América Latina existe una connotación mucho más
comunitaria y social del fenómeno (socialmente más vivo), ligado en ciertos
casos a fenómenos de etnicidad, pero no exclusivamente.
Como apuntamos
antes, la teoría de la individualización tiene una cierta consideración
limitante o negativa respecto de los espacios y sociedades rurales y ello lleva
a sustituir la relación campo-ciudad por relaciones de tiempo-espacio,
hombre-mujer o local-global.
¿Son posibles
procesos de individualización en los espacios rurales? Estos procesos en los
espacios rurales no están exentos de manifestaciones espaciales y políticas. El
propio proceso de individualización social lleva asociado un proceso de
identificación territorial en relación con determinados espacios o áreas, que
adquieren nuevo valor, se singularizan o tienen una nueva identidad. Todos
estos procesos de singularización espacial, aunque adquieren diversas
nominaciones o formas en su presentación, aparecen en buena parte de las
grandes zonas geográficas y son, por tanto, fenómenos globales apropiados por
una determinada área. A dicho proceso de singularización contribuye el aspecto
explicativo o político que se genera para conducirlos. Nos referimos a la
denominada reestructuración rural en Europa o la denominada nueva ruralidad (en
tanto que construcción teórica abierta, que trata de abordar y reconocer
fenómenos del temario post de investigación en las áreas rurales en los países
de América Latina, en coexistencia con otros más tradicionales ligados a la
distribución de los recursos) en América Latina. Estos procesos de cambio o
transformación de diferente grado o intensidad tienen un valor común, la
asociación de una nueva visión territorial y notables cambios sociales. Los
procesos de individualización social van paralelos a los procesos de
singularización espacial y de flexibilidad política. En tanto que los procesos de
individualización llevan aparejada una mayor libertad individual en relación
con la comunidad social de referencia, ésta se expresa también de manera
territorial, en forma de trayectorias espaciales, en el marco de una apertura
política, donde el campesino o el agricultor paulatinamente se convierte en
ciudadano, con las implicaciones socioeconómicas derivado de ello. Este proceso
territorial de individualización conlleva una individualización de los procesos
de propiedad y uso de la tierra, lo que está en la base de muchos procesos de
disolución de formas comunitarias de identidad y también en la desaparición de
derechos universales sobre ciertas áreas significativas en términos
ambientales, por ejemplo. De esta forma, dichos procesos de individualidad
territorial se expresan de manera compleja e incluso aparentemente
contradictoria, ya que se pueden dar diversas dinámicas incluso en áreas
reducidas. Quedarían enmarcados en procesos transversales de cambio complejos
(Pérez Correa, 2004; Llambí, 1997, 2004).
Así, la
individualización de un espacio respecto de otro, por su utilización social,
tiene varios niveles de consideración geográfica. Un nivel que podríamos llamar
macro, de tipo regional o suprarregional, en competencia con otro tipo de
espacios y un nivel más micro en el ámbito local o de un área específica. Pero,
como se indicó, no es posible argumentar que tales procesos de
individualización a distintas escalas tengan una naturaleza simple o lineal,
más bien al contrario, constituyen procesos complejos, alimentados por las nuevas
tecnologías y el carácter fluido de las relaciones espacio-temporales (Urry, 2004). Por ejemplo, muchas de las nuevas identidades
en América Latina están compartidas espacialmente con los migrantes en Estados
Unidos, en contextos donde la emigración supone una salida individual sin una
ruptura con la identidad étnica o espacial de partida (Giarraca,
2004).
De esta manera,
en relación con lo escrito en los párrafos previos, es necesario volver a
remarcar el punto de discusión sobre los procesos de individualización, que
suponen la pujanza de los movimientos sociales en México (ver
www.laneta.apc.org) o en otros países de América Latina. En algunas áreas,
entre 15 y 20% de la población trata de encontrar salidas alternativas a través
de estos movimientos sociales (dato facilitado por un evaluador anónimo del
texto). Movimientos encauzados a través del Congreso Nacional Indígena, el
movimiento zapatista en México u otros en Latinoamérica ponen sobradamente de
manifiesto cómo los posibles procesos de individualización tienen una respuesta
amplia en diversas áreas, donde se están generando grupos sociales consolidados
sobre un ideario alternativo. Este tipo de movimientos sociales, sobre todo los
étnicos, suponen además una nueva forma de relación social con los recursos
naturales de sus áreas y el nacimiento (o resurgimiento) de una ecología
política indígena (Vargas-Hernández, 2005), entendida como un ideario
alternativo al establecido en la gestión del espacio. Esto hace que en
determinado tipo de áreas la propuesta analítica ligada a los procesos de
individualización se reoriente notablemente, sobre todo en sus dimensiones
sociales y espaciales.
5. La
individualización perceptual y tecnológica
Con el moderno
desarrollo de las identidades nacionales se ha generado una imagen o grupos de
imágenes de ruralidad, que normalmente aparecen estereotipadas o idealizadas.
Esta imagen estaba construida, muchas veces por los Estados, para reforzar la
idea de nación-Estado en torno a un retrato visual más tradicional.
Aunque la
biografía queda ligada a un lugar o a un conjunto delimitado de lugares, los
procesos de individualización conllevan un proceso de globalización de las
identidades territoriales, aunque en principio parezca contradictorio. La
identidad espacial constituye un marco de referencia en la actualidad tanto
para movimientos sociales como para individuos y que opera tanto en el propio
espacio percibido como en otros. Además promueve el desarrollo de identidades y
relaciones sociales a distancia. La dialéctica global-local presenta una
influencia directa en la vida diaria de poblaciones que residen en espacios
lejanos (Giddens, 1991).
En otro orden de
cosas, se debe considerar un proceso de individualización tecnológica ligado a
la difusión de las nuevas tecnologías. Pero el desarrollo de estas tecnologías
nos lleva a otra notable relación en el marco de las ciencias sociales, la
relación tiempo-espacio y su compresión de forma individualizada. Así, acercar
o alejar espacios estaría en la propia consideración del proceso
individualizador en el marco de fórmulas de trabajo flexibles. Trabajar
en lo rural, negociar en lo urbano,
es una de las principales vías de asociación de la dicotomía rural-urbano con
la dicotomía tiempo-espacio. Pero estas nuevas dicotomías tienen mucho que ver
con el desarrollo de una sociedad informacional y con el fuerte aumento de
ocupaciones en puestos de alto nivel formativo como profesionales o técnicos.
Sin embargo, precisamente este grupo social combina su transgresión
urbano-rural con la transgresión espacio-temporal, que no sólo está ligada a
unas condiciones materiales (medios de desplazamiento, nuevas tecnologías de la
comunicación) sino también a la generación de un sistema valores, no únicamente
sobre lo rural, sino en relación con el sistema de flujos urbano-rural. Así, la
individualización tecnológica y la perceptual tienen un punto de coincidencia.
En todo caso, no se ha puesto de manifiesto que las ocupaciones tengan un peso
global notable en áreas rurales incluso de países occidentales, fundándose
sobre todo en las zonas más urbanas (Millard, 2005).
6. La
individualización político-asistencial
Una de las
características de los procesos de individualización es la individualización
institucional. Con ello se quiere hacer referencia a una mayor flexibilidad en
los procesos de intervención pública en las áreas rurales, ligado a los
procesos de cambio social en las mismas. La actuación pública ya no
determinaría el papel de los grupos sociales, sino que estaría influida por la
dinámica de las personas. Ello se concretaría en prácticas legislativas más
abiertas a su desarrollo por personas y no a través de instituciones u otras
formas organizativas. Es decir, daría más valor a la ciudadanía que a la
adscripción por pertenencia a algún grupo sociolaboral.
De esta manera,
la individualización institucional presenta un doble contenido.
1.
Por una parte, ligada a la individualización de derechos en las modernas
sociedades y por otra junto con la dispersión territorial. En el Estado de bienestar
los receptores de derechos son los individuos y no los grupos. Es un cambio de
la vida organizada por la tradición y el grupo a una vida estructurada por las
regulaciones y las instituciones, y en términos históricos estas regulaciones
se dirigen cada vez más hacia los individuos (Giddens,
1991).
El paso de un
espacio fundamentalmente dominado por las actividades agrarias y su regulación
a otro donde la población ligada a la agricultura es notablemente menor,
contribuye a la adscripción individual de los derechos, previamente dominada en
muchos casos por el acceso a la tierra y a su propiedad. En efecto,
tradicionalmente las políticas relacionadas con el uso de la tierra y su
propiedad han contribuido a generar un determinado sistema social. No obstante,
la evolución de muchas políticas agrarias ha conducido a un carácter
individualizador de las mismas, unido al carácter voluntario de la aplicación
de ciertas regulaciones. Esto ha ocurrido sobre todo entre las regulaciones
agroambientales y de diversificación, que en la Unión Europea son optativas
para el agricultor y permiten diseñar dentro de un marco legislativo complejo
una vía singular para el agricultor y de esta forma individualizarse respecto
del grupo socioeconómico. El propio diseño territorial de las ayudas agrarias
en Europa también contribuye a generar este propio efecto individualizador.
Según se
desprende del cuadro 5, en muchos países latinoamericanos la población rural,
aunque todavía es considerable, se ha reducido de forma notable, pero en la
mayor parte de los casos el peso de la población agrícola dentro del mundo
rural sigue siendo determinante. De esta manera, las políticas dirigidas a la
tierra, a su distribución social y a su rendimiento sostenible siguen siendo
relevantes. Los movimientos sociales en Latinoamérica ligados a la (no)
posesión de la tierra todavía son determinantes en los procesos de cambio
social.
Cuadro 5
Población
rural y agrícola respecto del total de población y de población activa en la
agricultura
(porcentaje)
|
Población |
Población |
Población activa |
|
Rural |
agrícola |
en agricultura |
Argentina |
12 |
10 |
10 |
Bolivia |
37 |
43 |
44 |
Brasil |
18 |
16 |
16 |
Chile |
14 |
16 |
15 |
Ecuador |
37 |
27 |
25 |
México |
25 |
23 |
21 |
Fuente: fao (2005), El estado mundial de la
agricultura y la alimentación. 2003-2004.
2.
Por otra parte, la dispersión territorial de las áreas rurales incitaría a la
promoción de derechos cada vez más individualizados, o al menos a su gestión.
Esto lo facilitaría la existencia de dinámicas no agrarias en confluencia con
las agrarias, las dinámicas de poblaciones urbanas junto con las típicamente
rurales y por procesos de trasvases de población. Esta dinámica iría unida con
la anterior y constituiría un plano más estrictamente social. En todo caso,
esto no parece que constituya procesos generales, sino más bien parciales, dado
que en aquellas sociedades de tipo dual donde perviven estructuras heredadas de
periodos coloniales, las distinciones ligadas a la propiedad de la tierra
permanecen y los intentos de reforma de la propiedad de la tierra para resolver
problemas asociados al campesinado continúan (Wilson, 2004). Las dinámicas
espaciales en estas áreas todavía estarían asociadas a los problemas de
desigualdad ligados con estructuras económico-políticas-territoriales duales, donde
el acceso a los servicios, incluida la educación, estaría restringido (onu, 2003).
Conclusión
Como se ha puesto
de manifiesto, la preocupación por los procesos de individualización en las
áreas rurales es escasa, fruto de la reducida consideración de la división
rural-urbana en la sociología y la geografía modernistas. La visión negativa de
la categoría rural ha fundamentado el análisis del individualismo en grupos
sociales procedentes del mundo urbano, principalmente las nuevas clases medias.
Un análisis de
los procesos de surgimiento del individualismo en las sociedades rurales y, a
su vez, la limitación de este marco teórico en los espacios rurales, lleva
implícita la consideración de diversas dimensiones, entre las que se consideran
cuatro: sociodemográfica, territorial,
perceptual-tecnológica y político-asistencial. En cada una se presentan los
procesos de individualización de forma diferenciada. Se ha considerado que el
principal proceso es el social-perceptual, pero cada uno puede aparecer con mayor
o menor intensidad en distintos espacios. La forma de presentación, la
intensidad y su conjugación propician distintos procesos de individualización,
desde muy débiles hasta otros de notable intensidad. Por último, es necesario
apuntar que no sólo se consideró la dimensión social de la individualización,
en el entendido de que también tiene claras implicaciones territoriales y
políticas.
Además se
pusieron de relieve las grandes dificultades operativas de la individualización
en escenarios de notable pobreza material, donde la toma de decisiones se
determina, en muchas ocasiones, por la supervivencia. Pero también en dichos
escenarios se reconoce una cierta pluralidad al coexistir situaciones
diferentes a nivel de microanálisis.
Agradecimientos
El autor agradece
los constructivos comentarios de dos evaluadores anónimos de Economía,
Sociedad y Territorio.
Algunos de los datos e ideas aportadas por dichos evaluadores han sido
recogidos en el presente texto.
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Recibido:
15 de diciembre de 2006.
Reenviado:
6 de marzo de 2007.
Aceptado:
21 de mayo de 2007.
Ángel Paniagua Mazorra. Es doctor en geografía humana por la
Universidad Autónoma de Madrid. Ha realizado estancias de especialización e
investigación en la Universidad de Ámsterdam y diversos centros de la
Universidad de Londres, donde ha sido Honorary Research Fellow y Research Fellow. Asimismo, ha
fungido como evaluador de políticas públicas para diversos organismos
internacionales y españoles. En la actualidad es investigador del Consejo
Superior de Investigaciones Cientificas (csic) en
Madrid. Sus principales líneas de investigación son: cambio rural y ambientalización de la agricultura y dimensión ambiental de
la formación de nuevos grupos sociales en áreas rurales. Entre
sus principales publicaciones destacan: en colaboración con Keith Hoggart,
“Rural restructuring in Spain?”, Journal of Rural Studies, 17(1), pp. 63-80 (2001); “Agri-environmental policy in Spain. The agenda for
socio-political developments at the national, regional and local levels”, Journal of Rural Studies, 17(1), pp.
81-97 (2002); “Counterurbanization and new social class
in rural Spain: The environmental and rural dimension revisited”, Scottish Geographical Journal,
118(1), pp. 1-18 (2002); “Urban-rural migration, tourism entepreneurs
and rural restructuring in Spain”, Tourism Geographies. International Journal on Space, Place and
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farmer and the environmental dimension in the South of Europe”, New Medit. Mediterranean Journal of Economics, Agriculture and Environment, 4,
pp. 30-38 (2007); “The environmental dimension in the constitution of new
social groups in a extremely depopulated rural area of Spain (Soria)”, Land Use Policy (disponible en línea 9 de abril de 2007, ScienceDirectElsevier).
[1] Una versión inicial de este texto se
presentó como ponencia en el vii
Congreso de alasru, Quito, Ecuador, en noviembre de 2006 y
aparece en la página web de dicho congreso con el título “La individualización
de la sociedad rural. ¿Un concepto generalizable?”.