Hacia un modelo teórico-metodológico para el análisis del
desarrollo, la sostenibilidad y el turismo
Rocío
del Carmen Serrano-Barquín*
Abstract
In this
paper we propose a theoretical-methodological framework linking development and
sustainability as well as socio-economical activities such as tourism. The aim
is to introduce a model for local development planning that favours
an adequate usage of natural and cultural resources for the benefit of the
community. This proposal is based on the theory of complex systems and complex
thought in order to explain environmental issues. From this analysis we draw
the following categories: harmonic tourism, integrating participative planning,
environmentally intuitive/rational exploitation and hommo-ecosistem.
Keywords:
local and
sustainable development, sustainable tourism, participative planning, theory of complex systems.
Resumen
En este
artículo se presenta una propuesta teórico-metodológica que vincula el
desarrollo, la sostenibilidad y las actividades sociales y económicas con el
turismo. El objetivo es proponer un modelo de planeación de desarrollo local
que propicie el uso adecuado de los recursos naturales y culturales para
beneficio de la comunidad. La propuesta se fundamenta en la teoría de sistemas
complejos y el pensamiento complejo para explicar la problemática ambiental. A
partir de este análisis se proponen las categorías: turismo armónico,
planeación integrativa participante, aprovechamiento ambientalmente
intuitivo-racional y hommoecosistema.
Palabras clave:
desarrollo local y sostenible, turismo sustentable, planeación participativa,
teoría de sistemas complejos.
*Universidad
Autónoma del Estado de México. Correo-e: rocioserba@yahoo.com. mx y
rcsb@uaemex.mx
Introducción
A más de 30 años
de que se iniciara formalmente la discusión sobre los problemas ambientales y
los esfuerzos para resolverlos,[1] se
observa que dicha problemática, lejos de resolverse, se ha agravado hasta
alcanzar niveles críticos en ciertas áreas del planeta y en aspectos de carácter
global.[2]
Ante esta situación, una propuesta que ha generado mayor conciencia y apoyo de
los diferentes sectores de la sociedad es el desarrollo sostenible, a partir de
la publicación del Informe Brundtland en 1987
(Fundación Ebert, s.f.). No obstante, prevalece la discusión acerca de cómo
utilizar un concepto tan abstracto y que implica relacionar aspectos naturales
y socioeconómicos. Por ello, es prioritario realizar investigaciones que
permitan aplicar la sostenibilidad en los diversos ámbitos de la
actividad humana (Barkin, 1998; Leff,
2000; Masera et al., 1999; Gliessman,
2002; Tetreault, 2004), superando la visión
disciplinaria en favor de una visión holística, sin ignorar
todo lo demás, es
decir, el entorno del fenómeno estudiado.[3]
Por otro lado,
el turismo se considera un instrumento para alcanzar el desarrollo de regiones
mediante el impulso de su economía y, en los últimos años, para sacar de la
pobreza a comunidades que han permanecido marginadas históricamente, como lo
manifiesta la Organización Mundial del Turismo (omt
o wto, por sus siglas en inglés)
en diversos documentos (wto, 2002;
Harris et al.,
2003; omt, 2002) y, por supuesto,
la sostenibilidad se ha incorporado a esta actividad, así como la dificultad de
su aplicación (Hunter, 2003; Farrell y Twining-Ward, 2004; Barkin, 2000;
Hughes, 2002); incluso se han publicado numerosas guías metodológicas para
elaborar proyectos turísticos y se han desarrollado indicadores que evalúan los
efectos del turismo para garantizar la sostenibilidad (omt, 1999a y 1999b; wto, 1994; Jinyang
et al.,
2002; Blàzquez, 2002 y 2003; Sectur,
2000 y 2004; Semarnat, 2003). Pero la mayoría de
estos indicadores se construyeron y aplicaron en países desarrollados, donde
las características del medio natural y las condiciones socioeconómicas,
políticas y culturales son muy diferentes a las de los países en desarrollo,
como el caso de México. Si bien se conocen casos exitosos, en general se
observa que –a pesar de que se logra un importante crecimiento económico en las
regiones donde se desarrollan diversos proyectos turísticos– los efectos en la
población local no siempre son tan positivos como se plantea originalmente,
tanto en aspectos sociales y económicos como en la preservación de los recursos
(García, 1979;[4] Osorio, 1994; Aguilar,
1994; Brenner, 1999; Chávez, 2001; Barkin, 2001; Gallegos y López, 2004).
En este
contexto, el presente artículo corresponde a los avances de la propuesta
teórico-metodológica elaborada en la investigación “Desarrollo, sostenibilidad
y turismo en una comunidad lacustre del Valle de Toluca; caso: San Miguel Almaya, Estado de México” (Serrano, 2006), la cual se llevó
a cabo dentro del programa de doctorado en ciencias ambientales de la
Universidad Autónoma del Estado de México (uaem).
Con este proyecto se pretende contribuir a la construcción de un marco
teórico-metodológico alternativo que permita diseñar un modelo de planeación de
desarrollo local a partir de proyectos turísticos en comunidades rurales,
considerando su entorno regional. Se parte de aceptar que en la problemática
ambiental se entrelazan hechos y fenómenos culturales y naturales, donde se
considera al ambiente como una totalidad interdependiente en la que se
incorporan la incertidumbre, la inestabilidad, las variaciones y la irreversibilidad
en el proceso evolutivo del mismo. Metodológicamente se sustenta en la
complejidad, la sostenibilidad y los sistemas complejos, lo que permitió crear
las siguientes categorías de análisis: aprovechamiento ambientalmente
intuitivo-racional, hommoecosistema, planeación
integrativa participante y turismo armónico.
El artículo se
organiza en dos apartados, además de la introducción y las conclusiones. En el
primero se justifica la necesidad de proponer marcos teórico-metodológicos para
explicar la problemática ambiental, reconociendo que la sociedad contemporánea
transita hacia una etapa de cambios y desarrollo de nuevos paradigmas: la
posmodernidad. En el segundo apartado se comentan algunas limitaciones del
paradigma dominante, la ciencia positiva, para explicar y solucionar los
problemas ambientales y exponer la propuesta que presento para su análisis y
discusión.
1. De la modernidad a
la posmodernidad, continuidad o transición
Históricamente se
han presentado diversas propuestas que pretenden conocer y explicar la
realidad, pero como señala Wallerstein (1997), la
complejidad de los problemas que enfrenta la sociedad actual –entre ellos los
ambientales– exige enfoques creativos y multi e
interdisciplinarios que requieren nuevos paradigmas, como lo indicó Kuhn (1971)
desde la década de los sesenta y que se sigue planteando en la actualidad (Leff, 1994, 2000 y 2002; Prigogine,
1983, 1998a, 1998b y 1998c). Como señala Enrique Leff:
La problemática
ambiental plantea la necesidad de internalizar un saber ambiental emergente en
todo un conjunto de disciplinas, tanto de las ciencias naturales como sociales,
para construir un conocimiento capaz de captar la multicausalidad
y las relaciones de interdependencia de los procesos de orden natural y social que
determinan cambios socioambientales, así como para
construir un saber y una racionalidad social orientados hacia objetivos de un
desarrollo sostenible, equitativo y duradero (1994: 17).
Por ello es
conveniente reconocer que la sociedad transita por una etapa de cambios y
ruptura de paradigmas, en donde también se reconocen otras formas de comprender
la realidad. Es el paso de la modernidad a la posmodernidad.
De acuerdo con
Ramírez (2003), el periodo de posmodernidad –que también se conoce como de globalización–
implica abandonar las promesas de cambio y expectativas de futuro propias de la
modernidad, para ubicarse en una etapa de reestructuración de los paradigmas de
desarrollo. Para hablar de posmodernidad primero es necesario entender la
modernidad. Referirse a los conceptos de modernidad y desarrollo conlleva, sin
lugar a dudas, a la reflexión sobre la forma en que la sociedad contempló su
propia evolución, transformación y expectativas (Vattimo,
1990). La palabra moderno se utilizó para distinguir el presente, es un
concepto que expresa una y otra vez la conciencia de una época que se relaciona
con el pasado. La modernidad se presenta como un continum sociohistórico
que tiene diversas interpretaciones y resignificaciones
de sentido, por lo que es necesario revisar y analizar los conceptos
fundamentales, así como identificar las causas y los efectos de las políticas
de modernización como proceso geopolítico y su inclusión en el fenómeno
posmoderno. La modernidad es un tiempo de la historia social concebida como una
transformación que tiene lugar en los siglos xix
y xx y responde al deseo de
alejarse de lo antiguo. Para otros, su origen se remonta al momento del
Renacimiento, incluso, autores como Martínez (1997) ubican el inicio de la
etapa moderna en las postrimerías del siglo v,
cuando se acepta oficialmente al cristianismo y se deja en el pasado el
paganismo romano.
Políticamente
hablando, la modernidad se percibe desde diferentes perspectivas: a partir del
surgimiento de las revoluciones burguesas liberales o de la economía política
marxista. Existe, asimismo, una posición filosófica para entenderla como un
medio que permite al ser humano liberarse del esoterismo a través del
desarrollo de sus potenciales culturales y de una ciencia, moralidad, leyes
universales y arte autónomo acordes con su individualidad y lógica interna.
Weber definía a la modernidad por la intelectualización y ruptura con el
espíritu religioso (en Touraine, 1994). La ideología
occidental y la idea de modernidad reemplazaron a Dios por la ciencia. Esta
perspectiva se sustenta en dos ideas fundamentales: la primera sostiene que el
progreso es una condición a la que se puede aspirar de forma permanente, en
tanto la humanidad tenga la capacidad de mejorar indefinidamente en la medida en
que logra conocer las leyes que rigen a la naturaleza y a la vida humana en los
ámbitos individual y colectivo; la segunda se basa en la premisa de una
realidad objetiva analizada a partir de una hipótesis, la cual se comprueba o
rechaza a través de la experimentación. Como señala Touraine
(1994), la modernidad se asocia con la racionalización característica del
pensamiento occidental. También se le considera como un proceso en el que la
sociedad busca actualizarse; dicho proceso, calificado como cultural, estaría
fuertemente ligado a la organización técnico-científica y sus avances. Según
esta perspectiva, el inicio de la modernidad se encontraría en el siglo xviii, con el surgimiento de la
Revolución industrial y el capitalismo. Así, este último se considera la
expresión económica de la ideología occidental de la modernidad. En este
sentido se vincula a la modernidad con el desarrollo de la ciencia y la
tecnología desde el punto de vista político-cultural, puesto que se ve en el
industrialismo una alternativa para alcanzar la modernidad (desarrollo) y dejar
atrás el subdesarrollo. Este pensamiento se refleja en la forma de conocer y
explicar la realidad, y se asumía que sólo era posible a través de la ciencia.
Wallerstein (1997) menciona que, como resultado
de todas estas transformaciones, el conocimiento se dividió en científico
(verdadero y cierto) y no científico (imaginado). En este contexto, la
universidad –de corte napoleónico– resurge como la instancia que permite
acceder y generar conocimiento a través del método científico. Para ello se
divide la realidad y surgen las diversas disciplinas. El propósito de la
ciencia es descubrir la realidad objetiva a través del método científico que
permite observarla y explicarla. Este conocimiento también se enfocó a mejorar
las formas de aprovechar[5]
los recursos naturales, por supuesto, desde la racionalidad económica
capitalista que busca obtener las mayores ganancias a corto plazo y con el
menor costo; sin importar la degradación de la naturaleza y del ser humano.
Así, se favorece la extracción desmedida de recursos naturales, desde el
petróleo, el carbón y otros minerales, hasta los bosques y diversas especies de
plantas y animales, lo que provoca el deterioro del ambiente. Como se señaló en
la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, “el medio ambiente mundial
continúa deteriorándose y los problemas ambientales importantes siguen todavía
profundamente arraigados en el sistema socioeconómico de las naciones, en todas
las regiones” (Semarnap-inegi,
1998: 3) y, que, sin mayores cambios, fue ratificada en la reunión de
Johannesburgo en 2002, situación que puede consultarse en los informes
periódicos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (pnuma) que
contienen datos mundiales; para México, en la Semarnap
y otras organizaciones.[6]
De esta manera,
el supuesto objetivo de la modernidad era construir un mundo diferente basado
en la igualdad entre los seres humanos y la necesidad de crear un mundo
homogéneo donde no existieran diferencias entre las naciones, lo cual
implicaría una integración de sociedades y territorios para lograr que todos
los seres humanos se beneficiaran de los resultados de la modernización
capitalista. Para conseguirlo, en América Latina se utilizó la planificación
como instrumento de política de Estado y se elaboraron innumerables planes,
programas y proyectos de desarrollo que contaron con el apoyo de instituciones
y organismos internacionales. Así, el capitalismo –como modelo económico
distintivo de la modernidad– se implantó en dicha región con rezago respecto de
los países del norte, porque, entre otras razones, se pensaba que transitarían
por las mismas etapas que atravesaron esos países, sólo que se les olvidó que
las naciones desarrolladas apuntalaron su riqueza en la explotación que,
históricamente, han hecho de las no desarrolladas.[7]
Pero la
modernidad también promovió las luchas sociales, más que establecer los
mecanismos para que la nueva sociedad funcionara de acuerdo con esos principios
o deseos (Touraine, 1994). Esta ideología, basada en
la razón, el placer y el gusto, ignoró los conflictos internos de la sociedad y
los interpretó como una reacción irracional al sentido de la razón. Fracasó en
su intento por llevar a la Humanidad al desarrollo, al menos no a las mayorías,
pues no se puede negar que hay países y sectores de la sociedad que alcanzaron
estándares de calidad de vida bastante elevados, pero coexisten con grupos que
viven en condiciones extremadamente difíciles. Si bien se presenta crecimiento
económico, también se propicia la diferenciación social y la diversidad entre
sociedades y países que se revela en la existencia de pueblos sometidos por
otros. Así, los ideales de progreso generalizado basado en la igualdad de los
seres humanos y los demás principios de la modernidad no se han cumplido. Una
característica de las últimas décadas es la presencia de continuas crisis que
dificultan el estudio de los hechos, pero lo que sí es posible constatar es el
crecimiento de la marginación y la pobreza. Se sigue luchando porque las libertades
fundamentales del hombre,
proclamadas en la Carta de los Derechos Humanos, se cumplan para la mayoría de
los habitantes del planeta (onu,
2000),[8]
pues se observa una mayor profundización de las desigualdades entre los seres
humanos. En la Declaración del Milenio sobre Desarrollo Humano[9]
se señala que “en lugar de aprovechar el momento, los gobiernos del mundo
avanzan a tropezones hacia un fracaso en desarrollo humano ampliamente
anunciado” (onu,
2005: 19).
En la
posmodernidad ya no hay certeza de lo que se es y hacia dónde se va, tanto los
individuos como la sociedad en su conjunto; se ha perdido la confianza absoluta
en las instituciones, en los planes y programas de gobierno, en la ciencia y la
tecnología como instrumentos para alcanzar el desarrollo de la humanidad, donde
el futuro se predecía o se veía con claridad. Las diversas crisis que se
presentaron durante el siglo xx (y
que continúan en el xxi) dan
cuenta de ese fracaso, el bloque socialista se derrumba, el capitalismo tradicional
se tambalea, el Estado benefactor o de bienestar, interventor y paternalista
falla (Mombrú, 2005). Los sistemas productivos son
inoperantes, el modelo fordista pierde consistencia
ante las nuevas condiciones del mercado, los grandes complejos industriales son
desechables, lo importante es el éxito en la introducción de los productos en
el mercado, con la automatización, el trabajador pierde el empleo y se
incorpora, generalmente, al área de servicios (muchas veces irregular), ya no
hay seguridad laboral, las organizaciones sindicales van perdiendo fuerza, se
da paso al capitalismo salvaje neoliberal, donde al capitalismo industrial lo
sustituye el capitalismo financiero; no se trata del imperialismo de una
nación, sino del capital. De Sebastián (1997) lo define como una forma de
conducir la economía cuyo objetivo es el lucro del sector privado en todos los
campos económicos y sociales. Destaca una menor actuación del Estado, lo que
favorece a la iniciativa privada (principalmente las grandes empresas globales)
y sus intereses particulares, que el autor denomina inconfesables. Aunque el neoliberalismo no es un
cuerpo de doctrinas homogéneo, se distingue por ese afán de privilegiar las
actuaciones económicas de los agentes individuales pasando sobre los demás sectores de
la sociedad. El libre mercado los beneficia y les permite obtener una mayor
riqueza a través del intercambio de información y la racionalidad de los
agentes privados se sustenta en la eficiencia de los recursos económicos
escasos. Propugna por la no intervención del gobierno en la economía, el menor
gasto público en seguridad social y, en general, en actividades no productivas,
pues limitan a la iniciativa privada.
La posmodernidad
se despliega en un mundo globalizado gracias al avance de las tecnologías de la
información, donde se han generado profundas transformaciones que son
históricamente estructurales, permitiendo la articulación de procesos sociales
a distancia (Borja y Castells, 2000). La riqueza de
personas, empresas o países depende de la interrelación de los movimientos de
capital, de cadenas productivas y de distribución, así como de unidades de
gestión. Se presenta la descentralización de las grandes compañías en pequeñas
y medianas empresas, lo que constituye la empresa-red como una nueva forma de
organización que hace la producción flexible. Las relaciones de trabajo y la
estructura del empleo también se transforman. No obstante, es un proceso
asimétrico, pues la globalización es a la vez incluyente y excluyente, únicamente
incorpora lo que representa ganancias en cualquier parte del mundo, pero deja
fuera lo que no tiene valor, como las personas no capacitadas. El consumismo se
apodera de la sociedad aunque, paradójicamente, la mayor parte de la población
no tiene acceso a la mayoría de esos productos, ya sean básicos o suntuarios.
Para algunos, la globalización es una consecuencia de la modernidad pues las
bases de ésta se refieren a la homogeneización de instituciones, experiencias
y, por tanto, de condiciones o nivel de vida para los seres humanos, pero en la
realidad sólo algunos sectores se benefician. Al parecer, la sociedad de la
información global determina lo local y la economía se estructura a través de
flujos electrónicos que relacionan regiones distantes entre sí. Si bien el
proceso de globalización se inicia en el ámbito de las comunicaciones, con el
tiempo trasciende este campo y se presenta una interdependencia de las
actividades económicas y culturales. Los medios parecen estandarizar la cultura
y la identidad se desvanece; desde el punto de vista cultural, pareciera que el
imaginario del individuo también se globaliza por medio de los sistemas
multimedia, que van absorbiendo a las culturas tradicionales, aunque algunas se
resisten a la uniformidad, tienen que relacionarse; el reto es rescatar y
conservar su identidad cultural.
Así, la cultura
también es un medio para negociar el poder y contribuye a revalorar las
diferencias culturales que faciliten el acceso al poder, de ahí que se
considere el multiculturalismo como la base para lograr una armonía política
que coadyuve a la construcción de la igualdad y la justicia social. La sociedad
se organiza y actúa de acuerdo con su cultura, los individuos son portadores y
creadores de cultura, pero ésta los rebasa, es la suma total integrada de
rasgos de conducta aprendida dentro de una sociedad que se manifiesta y es
compartida por sus miembros, o al menos por la mayoría de ellos; entre estas
manifestaciones se encuentra la manera de utilizar sus recursos naturales y culturales,
así como su cosmovisión de la naturaleza y del ser humano dentro de esa
totalidad; dentro de la cultura pueden describirse todos los fenómenos
sociales, modos de conducta, instituciones, organizaciones o procesos sociales
(Geertz, 1995). En resumen, una cultura es el
conjunto de las facultades y habilidades –no puramente instintivas– de que
dispone un grupo de seres humanos para mantenerse vivo, singular y de forma
colectiva. Con lo aquí expuesto se pretende hacer énfasis en que resulta
indispensable crear una cultura de sostenibilidad ambiental (tanto desde la
racionalidad como desde lo instintivo e intuitivo) que permita, entre otras
acciones, incorporar proyectos de desarrollo local y de turismo sostenible.
Ante esta
realidad llena de contrastes y confusión, se motiva una crisis en las ideas, en
los valores y en las expectativas de personas y grupos. Si bien no se puede
retroceder al pasado (que por cierto también permitió la marginación y la
pobreza), hay ideas y valores que son importantes de rescatar, adaptar y
mejorar, así como generar otros en beneficio de las mayorías, pues es un hecho
que los modelos de modernización no funcionaron para todos. En este contexto
social y político surge el concepto de posmodernidad en contraposición con la
modernidad, que enfatizaba una nueva forma de organización del mundo; aunque
aún no puede considerarse como una etapa de la historia de la humanidad, ya que
apenas estamos en el inicio de la discusión y confrontación de ideas. Surge
asimismo una nueva filosofía posmoderna que impacta y transforma las teorías
sociales y políticas del momento. El discurso posmoderno tiene grandes
variantes, desde cuestionamientos de los presupuestos de la izquierda, hasta
los de la derecha, que se distinguen por ser críticos de las ideologías
tradicionales. Pero cabría preguntarse si los cambios producidos en los últimos
tiempos son una modificación de lo mismo o un salto estructural, cualitativo,
hacia algo nuevo, es decir, si las contradicciones que caracterizan al mundo
moderno están resueltas, superadas, o simplemente desaparecieron de escena.
Otra postura declara que la modernidad no ha concluido y lo que se requiere es
un replanteamiento basado en la construcción de una historia para el futuro.
Héctor Leis (2001) critica la modernidad dominada por
la razón y la califica como un proyecto insostenible, por lo que se requieren
nuevas bases conceptuales que reconozcan una multiplicidad de interpretaciones
e individualidades, estas posturas se basan en cierto relativismo del posmodernismo.
Esta búsqueda de nuevas formas de interpretar y estudiar la realidad ha
generado enfrentamientos entre importantes investigadores, como señala Antonio
Arellano (2000), existe una guerra entre las ciencias exactas y las
humanidades.[10] Hoy en día no se puede
negar el dominio de la tecnociencia, es decir, de la
subordinación masiva de los enunciados cognoscitivos al criterio técnico. Pero
lo mecánico y lo industrial son portadores de algo completamente distinto,
aunque sean efectos de poder (Lyotard, 1999); por lo
que se parte del supuesto de que una transformación o reforma ambiental que
trascienda los ámbitos administrativos, técnicos e instrumentales implicaría
una propuesta teórico-metodológica que epistemológicamente la sustente y un
proceso de investigación que la legitime. A continuación se presentan algunos
elementos que pueden constituir el fundamento sobre el cual se siga
construyendo un paradigma alternativo.
2. Propuesta para el
análisis y planeación del desarrollo, la sostenibilidad y el turismo
[…] es hora de nuevas
alianzas, alianzas establecidas desde siempre, por tanto tiempo ignoradas entre
la historia de los hombres, de su sociedad, de sus saberes y la aventura
exploradora de la naturaleza, ya es tiempo de rendirse a las evidencias de que
a cualquier nivel, la naturaleza ya no se aviene a ese paradigma clásico.
Ilya Prigogine (El
nacimiento del tiempo, 1998: 13)
Ya sea que la
humanidad transite hacia una nueva etapa histórica o simplemente se trate de
otra fase de la etapa anterior, lo cierto es que éste es el momento propicio
para proponer ideas alternativas para crear un presente aceptable para todos, a
partir del cual se generen cambios positivos que construyan un futuro de
bienestar para la humanidad. Si bien una característica del pensamiento moderno
–basado a su vez en el pensamiento positivo– fue alcanzar el progreso a través
de la aplicación de la ciencia y la tecnología, ya se comprobó (con los datos
mencionados en el apartado anterior) que ése no es el mejor o único camino, pues
deja a las grandes mayorías al margen de los beneficios que ha producido ese
modelo de pensamiento y de acción. La racionalidad instrumental del pensamiento
occidental no es suficiente, es necesario buscar una racionalidad ambiental que
conjugue los avances de la ciencia y la tecnología en la solución de los
problemas de la sociedad contemporánea –en particular los ambientales– con los
valores de una nueva ética y de otros paradigmas que permitan reducir la brecha
entre países, regiones y comunidades desarrolladas y las que se encuentran en vías de
desarrollo o subdesarrolladas.
En este sentido,
la perspectiva positivista tiene limitaciones cuando pretende experimentar,
comprobar, evaluar y establecer leyes generales de la naturaleza y la sociedad
en un mundo donde no se cumplen los supuestos en los que se fundamenta:
sistemas en equilibrio estático regidos por leyes universales inmutables. Así,
la metodología que propone esta perspectiva es rígida, aspira a medir y
cuantificar todo mediante el uso de técnicas y métodos estadísticos y modelos
matemáticos que pretenden describir con exactitud y precisión el fenómeno
estudiado, para predecir con esa misma exactitud su comportamiento futuro. Este
método se ha utilizado con cierto éxito en el área de las ciencias exactas y
naturales, donde se pueden controlar las variables que intervienen en un
fenómeno o proceso, pero cuando se llevan a la realidad no se tiene ese control
y existen múltiples factores que van a influir y transformar lo que en el
laboratorio parecía tan manejable y controlable. Esto se vuelve más complejo en
lo que se refiere a la sociedad y más aún cuando se estudia la relación
naturaleza-sociedad o ambiente. En relación con el turismo, la mayoría de sus
estudios se realizan desde el campo administrativo, siendo los más comunes
sobre cuantificación de las entradas y salidas de turistas, el monto de las
ganancias generadas por las divisas, el número de empleos generados, entre
otros indicadores; muchos otros son de carácter mercadológico donde también
predomina la medición y la evaluación. Aunque en los últimos años se incorporó
la variable ambiental, y en particular el enfoque de la sostenibilidad, en las
propuestas todavía se utiliza más la perspectiva positivista.
Por ello la
problemática ambiental, el desarrollo, la sostenibilidad y el turismo no se
pueden analizar exclusivamente desde la perspectiva clásica positivista, pues
estos aspectos se deben considerar como procesos socionaturales
que se alejan del equilibrio y están sujetos a alteraciones y fluctuaciones que
impiden predecir con certidumbre su evolución futura; es decir, estamos
hablando de un sistema complejo. En consecuencia, suponer que con el uso de
nuevas tecnologías y ecotecnias se van a resolver
estos problemas es una falacia. En realidad, esto tiene un origen cultural, no
tecnológico, de ahí la necesidad de analizar la problemática ambiental como una
dificultad de la civilización y trabajar, conjuntamente, los científicos de las
áreas sociales y humanísticas con los de las ciencias exactas y naturales,
traspasando los límites de cada disciplina y del enfoque interdisciplinario que
ha mantenido esas divisiones. Así, se deben buscar otros paradigmas que
ofrezcan más posibilidades para explicar los fenómenos ambientales (socionaturales) que se dan en un espacio geográfico y
proponer soluciones; ya que se trata de encontrar vías alternativas que
permitan llegar a la raíz de los problemas. De esta manera, el espacio
geográfico se entiende como el espacio relativo, el que constituyen los factores
naturales (físicos y biológicos) más la acción del ser humano; no como algo
estático, sino como el lugar donde se entrelazan la naturaleza y la sociedad en
un proceso dinámico, producto de su pasado histórico, pero siempre en
evolución.
Otra dificultad
del paradigma dominante que se refleja en el diseño de los sistemas de
análisis, evaluación y planeación del desarrollo es que se construyen de
acuerdo con la necesidad de ofrecer soluciones a los problemas económicos y
sociales que presentan los países donde se elaboran, generalmente
desarrollados. La ciencia y la tecnología no son neutrales ni universales, es
indispensable considerar las particularidades y condicionantes de cada caso. En
este contexto, el proceso de planeación del desarrollo no siempre incorpora la
dimensión ambiental, como tampoco las características de los países periféricos
en los que se pretende poner en práctica. Para el caso específico de México, y
en general de Latinoamérica, los instrumentos utilizados se diseñaron en países
desarrollados donde las estructuras económicas, políticas, institucionales,
sociales y culturales, el proceso histórico, la disponibilidad de recursos
(naturales, económicos, financieros y humanos) y los problemas que han
enfrentado son diferentes a los que se presentan en países menos desarrollados.
Por tanto, la ciencia positivista y la planeación tradicional que pretenden
elaborar conocimientos y diagnósticos exactos para establecer leyes universales
y pronósticos precisos, en situaciones predecibles y estáticas, han perdido
credibilidad. Últimamente se ha considerado el problema como un asunto de
precisión tecnológica, sin tomar en cuenta que el estado actual del ambiente es
resultado del proceso evolutivo de los ecosistemas (cantidad y calidad de los recursos,
disponibilidad y aspectos que rigen su preservación y existencia) y –de manera
más determinante y acelerada– de los factores culturales –básicamente la forma
e intensidad con que la sociedad se apropia y utiliza los recursos naturales–,
así como los valores que sustentan su racionalidad, donde las cuestiones
técnicas son parte de los aspectos que se deben analizar, pero no los únicos.
La cantidad y disponibilidad de los recursos naturales depende de los procesos
del medio biofísico, por lo que es necesario identificar, cualificar y conocer
dichos procesos; en tanto que su utilización depende de los valores,
prioridades y formas en que la sociedad aprovecha esos recursos, de su cultura.
El subsistema sociocultural se determina y manifiesta en los aspectos
socioeconómicos, en el estilo de desarrollo y en el nivel de desarrollo.
Durante el proceso de planeación deben incidir estos puntos, adecuando los
medios para afianzar en el proceso de desarrollo las posibilidades y
restricciones impuestas por el medio biofísico. En la práctica, se trata de un
proceso de ajustes y transformaciones del subsistema sociocultural y sus
estilos de desarrollo que conduzcan a preservar, defender y mejorar el
ambiente, así como una estrategia para ejecutar estas acciones.
Otra limitación
de este paradigma se deriva, sencillamente, de cómo se maneja el concepto de
ambiente, pues aunque se entiende como la conjunción naturaleza-sociedad, como
se constata en la definición que propone Pablo Bifani:
La relación
hombre (sociedad)-medio ambiente natural es, antes que nada, una relación
unitaria que implica una interacción recíproca entre ambas entidades, que
aisladas de su dialéctica carecen de sentido [...] No existe, por lo tanto, una
escisión entre sociedad y naturaleza o, mejor dicho, entre sistema social y
sistema natural, debiendo éstos ser concebidos como partes de un todo, como dos
subsistemas interrelacionados, integrados a un sistema mayor (1999: 30).
En la práctica
únicamente se considera al subsistema natural; esto es, su deterioro y
destrucción: la contaminación del agua, del aire y del suelo, la desaparición
de especies, el efecto invernadero o la destrucción de la capa de ozono, pero
dejan fuera los problemas que afectan a la sociedad, como las enfermedades
debidas a la contaminación, el estrés, la contaminación visual y auditiva, la
pobreza y la marginación. En tanto se continúe aplicando el concepto de
ambiente como sinónimo de naturaleza separada de la sociedad, no será posible
explicar ni proponer soluciones a su problemática. Es un error lógico, la
totalidad, el ambiente, no puede ser una parte la naturaleza. El ambiente es el
todo, el sistema complejo producto de la interrelación entre ambos subsistemas.
Por ello, cuando se habla de ambiente se debe tener presente que se hace
referencia a ambos subsistemas y que no se entienden separados, al menos cuando
se analiza la problemática ambiental desde la perspectiva de la sostenibilidad.
Ante estas
circunstancias, se propone una perspectiva ambiental sustentada en el enfoque holístico, el cual se refiere a considerar al
ambiente como un sistema complejo, la totalidad constituida por la naturaleza y
la sociedad, es decir, que incluya hechos y fenómenos naturales y
socioculturales, con dinámicas propias, pero indisolublemente ligadas en mayor
o menor intensidad; aunque por supuesto la naturaleza puede existir sin la
sociedad, el ser humano depende de un sustrato natural para su subsistencia.
Esta visión difiere, por ejemplo, del enfoque holístico manejado desde la
teoría general de sistemas y otras propuestas positivistas, cuya visión es el
resultado de estudiar un fenómeno y los elementos o compuestos que lo
constituyen o tienen alguna relación con él, pero dentro de uno de los
subsistemas, como ha sido el caso de la actividad turística (desde Leiper, 1979; hasta Osorio, 2004); pero, cuando mucho,
podría considerarse como un subsistema parcial pues se analiza fuera del
sistema complejo que es el ambiente, se aísla de su contexto y, además, se
pretende mantener su funcionamiento inmutable y racional (desde la lógica
económica); es decir, mantener el equilibrio del sistema a través del
conocimiento de las leyes que rigen su comportamiento. Lo holístico no se
refiere a estudiar un fenómeno y todo lo que tiene que ver con él, sino
analizar ese fenómeno como parte del sistema complejo naturaleza-sociedad o
ambiente. No se trata de regresar al reduccionismo tradicional, pero tampoco es
posible pensar que se podrán incorporar todos los elementos, componentes,
relaciones y efectos que constituyen el hecho o fenómeno a estudiar, es
necesario establecer límites al sistema complejo, desde la escala hasta los
elementos que se consideren básicos para su análisis, incluyendo tanto aspectos
naturales como socioculturales. Lo complejo no tiene por qué ser complicado.
En este
contexto, se rechaza el interés predictivo y de control para mantener el
equilibrio del sistema que propugna, entre otras cosas, la ciencia tradicional
(positiva); más bien se busca comprender el comportamiento del sistema para
tratar de dirigirlo hacia los objetivos comunes establecidos por las propias
comunidades, en el entendido de que no se puede manipular el ambiente (como en
el laboratorio experimental, en donde hasta las muestras son manipuladas), pues
existen múltiples interferencias, fluctuaciones o perturbaciones que hacen
imposible un estado absoluto de equilibrio o estabilidad permanente. El sistema
complejo siempre estará en evolución, en función de su flexibilidad y capacidad
de autoorganización, así como de los mecanismos de
retroacción ante las modificaciones de las condiciones de contorno o internas,
pues son sistemas abiertos donde los procesos son irreversibles.
En este sentido,
tratar de evaluar y establecer una metodología única para comprobar que un sistema
es sostenible –como pretendería la ciencia tradicional– resultaría una falacia,
ya que verificar empíricamente el término sostenibilidad requeriría comprobar los postulados
en que se fundamenta, evaluar con certeza y exactitud –generalmente a través de
modelos matemáticos y/o con sistemas sofisticados de diversa índole– fenómenos
que siempre están expuestos a perturbaciones, que no se pueden aislar de su
contexto y que, dependiendo del sistema complejo del que se trate (macro,
micro), presentará condiciones distintas, tanto naturales como culturales, por
lo que tampoco es posible establecer leyes generales y pronósticos precisos al
estilo positivista. Como señala Edgar Morin (2004),
ahora es más importante explicar la complejidad que establecer leyes del
comportamiento de sistemas estables y reversibles en el tiempo, que sólo
representan un segmento particular y limitado de la realidad; además, se deben
evitar las disociaciones entre disciplinas que fragmentan lo humano y, yo
diría, que fragmentan la realidad, el ambiente. No se trata de yuxtaponer los
conocimientos dispersos sino de articularlos y considerar las contradicciones,
tanto al interior del subsistema sociocultural, como del natural. La
complejidad, de acuerdo con Morin (2001), se
constituye de elementos heterogéneos inseparablemente asociados y presenta la
paradoja del uno y lo múltiple. La complejidad es el tejido de eventos,
acciones, interacciones, retroalimentaciones, determinaciones y azares que
constituyen nuestro mundo fenoménico. La complejidad se representa, entonces,
con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden,
la ambigüedad y la incertidumbre. Estos rasgos son, precisamente, los que
exigen del conocimiento la búsqueda que nos lleve a cierto grado de orden en
los fenómenos, minimizar lo incierto, disminuir la ambigüedad, es decir,
seleccionar los elementos del orden y de cierto grado de certidumbre,
clarificar, distinguir, jerarquizar. Con estas aseveraciones se complementan
las ideas de García (1986) sobre los sistemas complejos, en tanto ecosistemas
naturales que han sufrido la acción del ser humano –ya sea por la explotación
de los recursos naturales o por el establecimiento de asentamientos humanos–,
así como de que el concepto sistema es una construcción intelectual que tiene
ciertos objetivos y que está constituido por elementos elegidos en función de
su interacción dinámica, con la finalidad de representar y describir un
fenómeno o una realidad compleja (Ellul, 2002). Al
definir un sistema complejo se pretende estudiar un “trozo de la realidad que
incluye aspectos físicos, biológicos, sociales, económicos y políticos”
(García, 1986: 50). Existen múltiples formas de abordarlo, dependiendo de los
objetivos del investigador, por lo que no se le puede dar una definición única.
Es importante señalar que en esta propuesta el concepto sistema complejo se
maneja en dos ámbitos: el primero se refiere a una reflexión conceptual que se
aplica al término ambiente y, el segundo, a su expresión
territorial, la región.
Ante estas
consideraciones, y de acuerdo con Prigogine, “No
podemos tener la esperanza de predecir el futuro, pero podemos influir en él.
En la medida en que las predicciones deterministas no son posibles, es probable
que las visiones del futuro, y hasta las utopías, desempeñen un papel
importante en esta construcción” (1998c: 412). La propuesta metodológica que se
presenta pretende, por un lado, aplicar los conceptos y aspectos teóricos de
los sistemas complejos y la sostenibilidad y, por el otro, establecer un modelo
básico de planeación del desarrollo local sostenible a partir de un proyecto
turístico, que permita establecer los cimientos de lo que sería una metodología
desde la perspectiva de la complejidad. Para ello se trabajaron las siguientes
premisas o principios:
·
Principio
de sostenibilidad: que las actividades llevadas a cabo en un espacio geográfico
propicien condiciones que mejoren la calidad del ambiente (natural y
sociocultural) en un proceso permanente e irreversible de evolución.
·
Principio
de complementariedad: fomentar la diversificación de actividades que favorezcan
la autosuficiencia a partir de la autodeterminación de las comunidades insertas
en un espacio geográfico. Desde el punto de vista epistemológico, se busca
propiciar la complementariedad de teorías y metodologías.
·
Principio
de sistemas complejos: la sociedad constituye el subsistema sociocultural
inseparable, interrelacionado e interdependiente del subsistema natural, juntos
constituyen un hommoecosistema, una totalidad indisolublemente
integrada.
Estas premisas
se retomaron principalmente de teóricos como Enrique Leff
(1990, 1994, 2000 y 2002) y David Barkin (1998, 2000
y 2001) para el principio de sostenibilidad; de Edgar Morin
(2001 y 2004) para el principio de complementariedad y complejidad y de Rolando
García (1986, 1988 y 1994) para el principio de sistemas complejos. De estas
premisas se derivan:
·
Desarrollo
sostenible: como ideología o precomprensión
culturalmente asumida de ambiente.
·
Desarrollo
local: el mundo inmediato, cierto espacio geográfico (en este caso, rural).
·
Turismo
armónico: cooperación y participación de actores sociales (funcionarios,
investigadores y población rural) para el desarrollo del turismo sostenible
(armonía entre la sociedad y la naturaleza), lo cual se apoya en la teoría de
la acción comunicativa de Habermas (2001).
Como resultado
de lo anterior, se proponen las siguientes categorías de análisis:
·
Hommoecosistema
·
Aprovechamiento
ambientalmente intuitivo-racional
·
Turismo
armónico
·
Planeación
integrativa participante
Estos principios
y categorías de análisis se han trabajado en diversas investigaciones y se
deben seguir afinando y reconstruyendo, de acuerdo con los avances y resultados
que se obtengan. En este artículo se presentan, a modo de síntesis, las
representaciones simbólicas, conceptuales y contextuales que se complementan
con las figuras i, ii, iii y iv y la tabla 1, las cuales se comentan
posteriormente. La explicación gráfica de esta interacción entre las premisas o
principios y las categorías de análisis propuestas, se observan en la figura i.
Figura i
Categorías de
análisis
Fuente: Elaboración propia.
Para construir y
explicar estos principios y categorías de análisis se retoma el postulado de la
acción comunicativa de Habermas (2001) que se
caracteriza por el nivel de complejidad de los actos del habla, que
simultáneamente expresan una propuesta y la oferta de una relación
interpersonal y una intención del que habla. Así, las acciones son
manifestaciones simbólicas del actor cuando entra en relación con un mundo, en
este caso se refleja en el desarrollo local; el entendimiento tiene lugar en el
trasfondo de una precomprensión imbuida culturalmente
–aquí me refiero al desarrollo sostenible como ideología–, pero cuando se
realiza la interacción, es decir, cuando los participantes negocian, entran en
procesos cooperativos de interpretación, cuyo resultado es el turismo armónico.
Ninguno de los implicados tiene un monopolio interpretativo, en este caso, los
actores (funcionarios, investigadores y población rural) son quienes buscan un
consenso y lo someten a criterios de verdad, de rectitud y de veracidad, es
decir, a criterios de ajuste y desajuste entre los tres mundos con que el actor
contrae relaciones. “Estas relaciones son las que se dan entre la manifestación
y el mundo objetivo, como conjunto de todas las entidades sobre las que son
posibles enunciados verdaderos; el mundo social, como conjunto de todas las
relaciones interpersonales legítimamente reguladas; y el mundo subjetivo, como
totalidad de las vivencias del hablante, a las que éste tiene un acceso
privilegiado” (Habermas, 2001: 144).
Por otro lado,
la sostenibilidad es un concepto manejado ampliamente, pero que cada disciplina
le otorga diversos atributos, principios y criterios de evaluación propios de
su área del conocimiento, por lo que es indispensable definir cómo se maneja el
concepto desarrollo sostenible. En este trabajo se concibe como una ideología
que se manifiesta en un proceso permanente hacia estadios superiores de
desarrollo humano, más que una meta que hay que alcanzar y mantener. Por ello
se destaca que no existen límites absolutos al desarrollo, sino que éstos los
impone el actual estado de la tecnología y de la organización económica y
social, el efecto negativo de las actividades en los recursos naturales y en el
medio ambiente en general y la capacidad de la biosfera para absorberlos. Así,
para que se pueda alcanzar el desarrollo sostenible es necesario cubrir ciertos
requisitos, entre ellos la eliminación de las disparidades entre el poder
económico y político (que se resolvería a través de la participación
comunitaria), la incorporación de cambios en la gestión de los recursos
naturales (iniciando con las microrregiones) y la obtención de un potencial económico
completo en todos los países (empezando en el ámbito local). Es decir, el
desarrollo sostenible implica un proceso de cambio en el que se encuentren en
armonía: la explotación y manejo de los recursos naturales y culturales, las
inversiones, la tecnología y las transformaciones institucionales, todo ello
con el fin de contribuir al aumento del potencial actual y futuro para
satisfacer las necesidades materiales y las aspiraciones del ser humano. Los
aspectos fundamentales del desarrollo sostenible son: la integración de lo
económico con lo ecológico y un replanteamiento de los valores y de las
necesidades humanas. No obstante, al momento de aplicar este concepto surgen
dificultades y se derivan propuestas alternativas que llevan a generar una
discusión muy importante en torno al desarrollo sostenible, entre ellas destaca
la conocida como Modelo Comunitario de Desarrollo Sostenible (mcds) (Tetreault, 2004), que incorpora aspectos manejados por Leff, Barkin y Toledo. Es
precisamente este modelo el que sirve de referencia para nuestra propuesta
donde entre otros aspectos, además de los señalados, se deben considerar la
autodeterminación, la autosuficiencia y la diversificación (Barkin,
1998). El mcds
se enfoca a las comunidades rurales y se fundamenta en la recuperación y
fortalecimiento de las culturas tradicionales y las economías de autosubsistencia, para satisfacer primero las necesidades
de la propia comunidad y después para el mercado externo. Por ello fomenta la
autosuficiencia y la autonomía de la comunidad, para que sea capaz de resolver
sus propios problemas y controlar su destino; revalorar su cultura para
rescatar su identidad; fomenta el uso de tecnologías tradicionales y promueve
la diversificación de actividades. En esta propuesta se incorporan algunos
aspectos que se ubican dentro de lo que se denomina etnoecología;
los estudios de Toledo[11]
se enfocan hacia la solución de los problemas ecológicos generados por los
sistemas productivos en las zonas rurales y propone rescatar conocimientos de
carácter empírico de los grupos indígenas.[12]
Para corregir la
limitación del concepto de ambiente en cuanto a la separación que se hace de
los medios natural y sociocultural, se propone el concepto hommoecosistema (figura ii), que es un recorte del ambiente entendido como sistema
complejo, con un componente natural y otro sociocultural indisolublemente
ligados que interactúan en un proceso dinámico e interdependiente, y que la
naturaleza no es únicamente la que abastece de materias primas y receptáculo de
los desechos generados por la sociedad, sino más bien el soporte de la vida
misma. Por ello se deben considerar las características y la evolución de los
ecosistemas y de sus componentes, entre ellos los recursos naturales, pero
también la acción transformadora de la sociedad. Por otro lado, el hommoecosistema se puede estudiar en diferentes escalas
espaciales, desde el planeta en su conjunto, hasta pequeñas áreas a las que se
denomina regiones (macro, meso y microrregiones).
Figura ii
Ambiente como un
hommoecosistema (Recorte espacio geográfico: macrorregión, región, microrregión)
Fuente: Elaboración propia.
Se debe tener
presente que el concepto hommoecosistema es un
recurso teórico que permite un acercamiento a la realidad, pero que finalmente
se refiere a un objeto concreto que se manifiesta en el territorio y que
constituye una región geográfica o una microrregión (figura iv). Asimismo, el concepto región
también es un recurso teórico que ha cobrado una renovada importancia en la
posmodernidad, como lo indica Blanca Ramírez: “las regiones aparecen como
testimonio palpable de nuestro paso efímero a través de los territorios que
hombres y mujeres usamos, apropiamos, transformamos, sentimos e imaginamos como
parte del devenir histórico de nuestra existencia” (2003: 5).[13]
La región puede presentar varias escalas, de acuerdo con los criterios del
investigador, siempre que mantengan cierta unidad y diferencia con su entorno,
en este caso se habla de una macrorregión, la parte
central del país; la región, Valle de Toluca, y la microrregión, San Miguel Almaya.
Dado que también
hay confusión en la interpretación del concepto aprovechamiento racional de los recursos naturales, es
pertinente comentar que, si bien el resultado de esta explotación desencadenó
el deterioro del ambiente, en realidad este aprovechamiento responde de manera
exitosa a la lógica del capital o a la lógica o racionalidad económica de
obtener las mayores ganancias al menor costo y en el menor tiempo. Por lo
anterior es indispensable incorporar el concepto aprovechamiento
ambientalmente intuitivo-racional
de los recursos naturales y culturales de una región; el cual se realizará en
función de las características propias de dichos recursos, de los conocimientos
científico y tradicional (intuitivo), tanto de los científicos como de los
miembros de la comunidad, para permitir que se utilice en beneficio de la
población, sin poner en riesgo su existencia y aun puedan mejorarse; es decir,
que se usen y no permanezcan como un museo; que se restauren si están
deteriorados; y que se protejan a través de actividades que soporten o
promuevan, en el entendido que todo en la Tierra está en evolución. En este
contexto, el turismo y las demás actividades deben formar parte integral del
ordenamiento ambiental del territorio y de otros instrumentos de planeación.
La tercera
categoría de análisis que se propone es el turismo
armónico como la
actividad central que impulsa el desarrollo local, pues su objetivo es rescatar
y proteger los recursos naturales y culturales de una región, favoreciendo la
permanencia de los ecosistemas y sus procesos biológicos básicos y generando
beneficios sociales y económicos al fomentar mejores niveles de vida para el
visitante y la comunidad, a partir del aprovechamiento ambientalmente intuitivo-racional
de estos recursos, al tiempo que permite combinar actividades primarias,
secundarias y las orientadas a los servicios y el comercio. Esta
complementariedad constituye una ventaja a explotar porque permite vincular las
distintas actividades de la población y dar respuesta a las necesidades de
empleo para alcanzar mejores ingresos y, con ello, elevar la calidad de vida de
la población, objetivo común con el desarrollo local en que la organización y
ejecución de iniciativas derivan de la comunidad a partir del aprovechamiento
de recursos propios. Las actividades turísticas o recreativas que se llevan a
cabo en zonas rurales o áreas naturales y que tienen como elemento básico la
oferta de la cultura rural se consideran dentro del turismo rural. Aunque el
concepto de turismo armónico puede y debe aplicarse a todas las modalidades
turísticas (Serrano y Morales, 2002).
Se considera que
se transita hacia el desarrollo local cuando se presentan proyectos derivados
de iniciativas de la comunidad, cuando su organización y adecuación en términos
técnicos y prácticos le dan factibilidad a tales iniciativas y permiten a la
población local mejorar sus condiciones de vida, y cuando incluyen premisas
como la amplia y activa participación de la población en el rescate de los
niveles productivos necesarios y la identificación de los recursos disponibles
para que se utilicen de manera más eficaz. Esto se relaciona directamente con
la posibilidad real de obtener los resultados deseados y que los actores implicados
en este proceso logren entender su nuevo papel y responsabilidades sociales:
tomar conciencia, participar y generar dicho desarrollo, cumpliendo cada uno
con lo que le corresponde. El desarrollo local involucra a una sociedad local
con una identidad cultural y capacidad de decisión sobre el manejo de bienes
económicos en un territorio, a un gobierno local y actores con lógicas e
intereses diversos puestos en un plano de relativa igualdad (aunque distintas
responsabilidades) para producir procesos locales que generen riqueza, valores
comunes y bienes localmente gestionados (César et
al., 2003). Otros
autores como Martínez (2003) definen al desarrollo local como un proyecto en el
que se combinan crecimiento económico, equidad, mejora sociocultural, sostenibilidad
ecológica, equidad de género, calidad y equilibrio espacial teniendo como base
un proceso de concertación de los diversos agentes de un municipio, a saber:
gobierno, sector privado y sociedad civil cuyo objetivo principal es elevar la
calidad de vida de quienes viven, trabajan e interactúan en dicho territorio.
Adicionalmente, Blakely (1994) menciona que el
desarrollo local involucra un proceso orientado a formar nuevas instituciones,
desarrollar industrias alternativas, transferir conocimiento, así como mejorar
la capacidad para producir mejores o nuevos productos y negocios. Las
comunidades deben vender sus recursos de manera inteligente y generar ventajas
competitivas que les permitan mantener su base económica. Se caracteriza por el
desarrollo endógeno, el potencial humano local, institucional y de recursos
naturales.
Las actividades
que proponemos se desarrollan en un espacio relativo o geográfico a escala
local, que es el soporte material sobre el cual se asienta el ser humano y
trabaja, pero que va más allá de la idea determinista de depender únicamente de
él, aquí se conjuga con el concepto de hommoecosistema. Así, se toma el concepto de región como el espacio creado por el ser
humano y que refleja su cultura, pero que se desarrolla sobre un espacio
natural alterado por la acción humana. La organización del espacio regional
también refleja los procesos sociales y el orden jerárquico del sistema
económico y político de cada región, estableciendo relaciones entre los
diversos elementos de su estructura, al tiempo que mantiene relaciones con el
exterior y está sujeta a las influencias de las condiciones del entorno y, a su
vez, también influye en ellas. De ahí la dificultad para predecir el futuro de
los hommoecosistemas, pues muchos factores y fenómenos
pueden intervenir en su funcionamiento, desde el subsistema social-cultural
(como situaciones políticas, económicas, sociales, culturales y tecnológicas)
hasta el subsistema natural (inundaciones, sequías, terremotos, entre muchas
más), que pondrían a trabajar los mecanismos de resistencia, recuperación o
adaptación del propio sistema. En estos mecanismos, que en apariencia podrían
considerarse similares, cada hommoecosistema (macro o
micro) tiene particularidades que harían prácticamente imposible predecir, con
certidumbre, cómo reaccionaría cada uno a similares intervenciones externas o
generadas desde su interior. Por esta razón, cada zona de estudio presenta
características propias, donde las interrelaciones e interdependencias de sus
elementos dan por resultado estructuras diversas.
Como resultado
del estudio e interpretación de las categorías de análisis se propone como
categoría de aplicación la planeación integrativa
participante (figura iii). En esta categoría se hace énfasis
en la necesidad de integrar los diferentes sectores de la
actividad económica al plan de desarrollo sostenible, así como a las diversas
dependencias y ámbitos (federal, estatal, municipal y local) del sector
gubernamental, para que a partir de un modelo de ordenamiento ambiental del
territorio se propongan los programas sectoriales que se complementen, en lugar
de contraponerse a los principios de sostenibilidad o a los otros sectores;
asimismo, de manera paralela se fundamenta en la participación de los múltiples actores de la
comunidad objeto de estudio y de las comunidades aledañas, todo ello
considerado en el contexto regional.
Figura iii
Planeación
integrativa participante
Fuente: elaboración propia.
Finalmente, con
la intención de concretar las ideas expuestas y no dejar las propuestas en el
nivel teórico, en la figura iv se
representa a la comunidad de San Miguel Almaya como
un hommoecosistema, esto es, un sistema complejo
abierto, resultado de la interacción recíproca entre los subsistemas natural y
sociocultural en una dinámica dialéctica inseparable, integrada e
interrelacionada, en este caso una microrregión que forma parte de un sistema
mayor, el Valle de Toluca (región) con sus componentes: los subsistemas natural
y sociocultural. Se destacan los procesos fundamentales de cada uno de los
subsistemas para explicar la problemática ambiental a partir de las relaciones
entre ellos, derivados de la apropiación y aprovechamiento de los recursos
naturales y los efectos que generan las actividades sobre los recursos y condiciones
naturales, así como los impactos que éstos tienen en la sociedad, todo ello con
la finalidad de analizar las posibilidades para desarrollar proyectos
turísticos sostenibles.
Figura iv
Hommoecosistema microrregión San Miguel Almaya
Fuente: Elaboración propia.
Una vez
establecidos los límites del hommoecosistema, en este
caso una comunidad rural como parte de una región mayor, se distingue la
estructura vertical o niveles de organización y la estructura horizontal o
subsistemas. Para este estudio se eligieron los elementos fundamentales que
explican la problemática ambiental y que, además, se vinculan con la actividad
turística. La estructura vertical la integran los siguientes niveles:
·
Ámbito
internacional y nacional: contexto económico y políticas internacionales y
nacionales, globalización, posmodernismo.
·
Ámbito
estatal y regional: políticas de desarrollo estatal, procesos de
industrialización y urbanización, descentralización y desconcentración.
·
Ámbito
local: actividades económicas, organización social y agentes sociales.
En cuanto a la
estructura horizontal, se identificaron los subsistemas:
·
Naturaleza:
condiciones y recursos naturales.
·
Sociocultural:
población, actividades económicas, aspectos políticos y sociales.
Las
condiciones naturales de San Miguel Almaya están
dadas por su ubicación geográfica en el Valle de Toluca, como parte de la
cuenca alta del río Lerma. Para esta investigación, los elementos más
significativos del subsistema naturaleza son el suelo, el agua (específicamente
la laguna y los manantiales), así como la vegetación, correspondiente al bosque
localizado en el volcán Quilotzin. Se considera al
suelo como punto de partida para el análisis ambiental porque en él se reflejan
de una u otra manera los demás elementos naturales y sociales, dado que sobre
el suelo se desarrollan los seres vivos, entre ellos el ser humano quien se
asienta y lleva a cabo sus actividades socioeconómicas en un espacio geográfico
específico. La formación del recurso suelo es el resultado de procesos morfoedáficos, hidroclimáticos y
biogeográficos que se llevan a cabo en una región determinada, por eso es
importante conocer la estructura geológica, las formas de relieve y las demás
condiciones naturales que determinan la existencia y características de los
recursos naturales.
Se
eligieron los tres elementos –suelo, agua y bosque– por su importancia
ecológica, fundamentalmente por la recarga de agua al acuífero de la cuenca, la
captura de co2, su
participación en el equilibrio climático (estabilidad en la temperatura, aporte
de humedad), mantenimiento de la biodiversidad y la conservación de los
recursos suelo, agua y vegetación. En relación con el primer recurso, el
análisis se enfoca hacia los usos del suelo, la productividad y los problemas
de erosión. En cuanto a la vegetación, el bosque en el volcán Quilotzin, interesa la cobertura y la composición
(principales especies). Respecto al agua, destaca su disponibilidad (para la
demanda creciente) y su calidad referida a algunos aspectos de contaminación,
así como su uso para actividades recreativas y desarrollo de especies
piscícolas.
Dentro
del subsistema sociocultural se destacan los procesos sociodemográficos,
folklóricos, económicos y políticos que constituyen otro nivel de análisis,
como podrían ser los subsubsistemas. En el primero se
analizan los principales aspectos demográficos: población total, tasas de
crecimiento, niveles de bienestar (grado de estudios, servicios públicos,
ingresos); del folklórico destacan las principales costumbres y tradiciones
(las fiestas religiosas, la gastronomía y los vestigios arqueológicos); del subsubsistema económico importan aspectos productivos en
tanto el turismo genere ingresos y empleos (población económicamente activa,
actividades desarrolladas, ingresos, diversificación de actividades); y en el
político se enfocan las formas de organización y las relaciones entre los
actores sociales y los organismos gubernamentales.[14]
La
importancia sociocultural de los elementos elegidos está en función de su
relación con los siguientes aspectos: a) elevar la calidad de vida (aumentar
ingresos, capacitación, acceso a servicios recreativos, mejoramiento de
servicios e imagen urbana, participación en la toma de decisiones), b) generar empleos dentro del sector
turístico y en actividades vinculadas a éste, ya sea directa o indirectamente,
como servicios de alojamiento, alimentos y bebidas, actividades recreativas y
educativas, transporte, producción de alimentos (agricultura, ganadería y
agroindustria) y otros artículos de consumo, comercio; c) elevar los ingresos teniendo en
cuenta que el turismo se plantea como actividad complementaria; d) eficientar
el aprovechamiento de los recursos disponibles; y e) revalorar y fortalecer los valores
culturales. Un aspecto fundamental dentro de la investigación es considerar el
componente cultural referido a los modelos de comportamiento de una sociedad,
“modos como los seres humanos realizan las actividades implicadas en la vida
diaria” (Beals, 1981: 260), desde los hábitos
alimenticios, vestido, comportamiento con sus semejantes derivado del proceso
de aprendizaje que le permitan desenvolverse adecuadamente en la sociedad a la que pertenece y
en la cual es educado. Se retoman algunos aspectos de la ecología cultural
propuesta por Steward (1977) en el sentido de que el
ser humano se adapta al ambiente a través de su cultura, y
sobre todo de Geertz (1995) en cuanto a que es dentro
de la cultura donde se explican todos los acontecimientos sociales, modos de
conducta, instituciones o procesos sociales.
En
la tabla 1 se identifican las dimensiones y evidencias utilizadas para definir
el hommoecosistema San Miguel Almaya,
en función de los principios y criterios de sostenibilidad, con lo cual se
pretende concretar la propuesta teórica y conceptual y reflejarla en la
propuesta metodológica.
Tabla 1
Dimensiones y
evidencias para definir el hommoecosistema en función
de las características y criterios de sostenibilidad
Condiciones |
Ética |
Subsistema |
Dimensiones |
Criterios |
Evidencias |
Diversificación |
Ecológica |
Diversidad |
Superficie forestal cobertura Superficie agrícola |
||
Conservación |
Superficie urbana Aprovechamiento
Estabilidad |
Calidad del agua (coliformes, dbo) Especies acuáticas Superficie y grados de erosión Uso de ecotecnias Número de empleos Ingreso per cápita Ingresos por turismo y otras actividades Número de establecimientos Porcentaje de uso de productos locales Diversificación de actividades Número de propietarios locales Distribución de ingresos Número de usuarios locales Capacitación Uso de conocimientos y habilidades locales Imagen urbana (pintura, limpieza, señalización) Fortalecimiento de tradiciones Tipo de organización comunitaria Grado de participación ciudadana |
|||
Autosuficiencia |
Principios de respeto y solidaridad |
Natural |
Económica |
Eficiencia |
|
Sociocultural |
Social y folklórica |
Equidad |
|||
Autodeterminación |
Política |
Revalorización |
Fuente: Elaboración propia.
Conviene
hacer una aclaración en cuanto al uso de evidencias en lugar de indicadores:
los datos se manejaron como una expresión de la realidad que permite validar
los principios y criterios de sostenibilidad, son elementos relevantes, sin
embargo (el dato permite medir, como parte de la evaluación), no toda situación
es posible y deseable de medir o evaluar, por lo que es indispensable elegir
qué, cómo y para qué. A manera de reflexión se menciona lo que afirmó Paulo
Freire (2001): la necesidad de evaluar es un síntoma de impaciencia, el cual es
enemigo real del cambio. Así, la medición o evaluación adquiere su verdadera
dimensión mediante la concertación de los significados libremente expresados y
valorados por la interacción de los sujetos que participan del desarrollo
sostenible, rescatando la esencia del fenómeno a estudiar, que refleje un carácter
y procedimientos cuanticualitativos, justificados en
términos de criterios éticos y no sólo cognoscitivistas.
Así, por ejemplo, en el caso del bosque el objetivo es mantener la superficie
forestal, por lo que primero se tiene que conocer el tamaño de ésta, es decir,
contar con un dato (número de hectáreas), aunque no interesan las hectáreas en
sí mismas, sino lo que representan: la existencia de un bosque que se quiere
proteger y aprovechar intuitiva y racionalmente, y si es posible, con el tiempo
aumentar esta superficie a partir de actividades propuestas en el proyecto de
desarrollo. Por ello se necesita medir o determinar en qué condiciones se
encuentra el fenómeno o circunstancia de interés, para tener una evidencia (que
como su nombre refiere, muestra, designa) que confirme que se está logrando el
objetivo planteado en el proyecto, no se trata sólo de medir, sino de
describir, conocer y explicar una realidad.[15]
De acuerdo con el detalle que se quiera alcanzar con la investigación, se
requerirán más evidencias que den cuenta de las condiciones en que se encuentra
el bosque (densidad, enfermedad, estructura, entre otras); pero en este trabajo
se consideran las condiciones generales, tanto de este recurso como de los
demás, por lo que se utilizan algunos datos que muestran las condiciones del
ambiente.
Como
se indicó, esta propuesta se aplicó en San Miguel Almaya,
municipio de Capulhuac, a partir de la comunicación
con diversos actores sociales: miembros de la comunidad y autoridades locales,
estatales y federales en reuniones organizadas para tal efecto, a través de la
aplicación de cuestionarios o de entrevistas, así como recorridos de campo, con
el fin de orientar las necesidades e intereses de la comunidad y plasmarlos en
el proyecto. Se trató de utilizar el modelo de educación propuesto por Freire
(2001), en el que los participantes, guiados por diversas dinámicas,
construyeron su concepto de proyecto reconociéndose como personas valiosas y
capaces de llevarlo a cabo. Originalmente se contó con la participación de un
grupo interdisciplinario de profesoras de las facultades de Turismo y de
Planeación Urbana y Regional,[16]
que atendió a la población mediante diversos estudios en función de las
necesidades detectadas, de aquí surgió el proyecto de turismo. En la primera
etapa del trabajo comunitario conocimos a los miembros de la comunidad a través
de sus diversos comités y tuvimos un acercamiento que permitió establecer un
compromiso de colaboración para promover el proyecto de turismo rural
gestionado por la propia comunidad. Para ello asistimos a diversas reuniones
con los delegados y representantes del Comité de Bienes Comunales y los demás
comités. Poco a poco se tuvo contacto con otros miembros de la comunidad y se
elaboró un diagnóstico preliminar, con el apoyo de los demás participantes,
para identificar la necesidad de proponer un proyecto de turismo armónico
complementario con los demás temas tratados (desarrollo urbano, manejo de
residuos, apoyo a la producción agrícola, entre otros). En la siguiente etapa
se decidió proponer un modelo de ordenamiento ambiental del territorio[17]
que incorpora los diversos usos del suelo, entre ellos el turístico, pero que
pretende una visión integradora para el desarrollo local. Se llevaron a cabo
varios recorridos de campo, tanto de manera individual como con miembros de la
comunidad, y en algunos casos con autoridades (de los tres niveles de
gobierno), para tomar en cuenta sus puntos de vista y mostrarles los
inconvenientes o ventajas de ciertas propuestas. En la última etapa se elaboró,
presentó y entregó el proyecto de turismo armónico a las autoridades.
Posteriormente se constituyó una cooperativa que consiguió apoyo económico de
la Secretaría de Turismo del estado; ante la difusión del proyecto se
incorporaron miembros de las comunidades de Tlazala y
Victoria y se propuso un corredor turístico entre las tres comunidades.
Conclusiones
Es
conveniente destacar que considero que el pensamiento, sus diversas
manifestaciones y la metodología para construirlo están permanentemente en
evolución, y lo que hoy se acepta como un acierto, mañana se puede refutar. En
este sentido, este artículo representa una primera aproximación a una propuesta
alternativa para entender el mundo contemporáneo y la problemática ambiental; propuesta
que se continuará trabajando pues siempre habrá elementos que podrán
enriquecerla y a la vez aportar nuevos conceptos, categorías y técnicas que
apoyen la construcción de o los paradigmas que permitan llegar a construir,
también, una realidad en la que disminuyan la desigualdad, la marginación y la
injusticia social, donde priven principios de honestidad, respeto y
colaboración, en fin, que la humanidad se pueda insertar en un proceso
evolutivo que en este momento se llama desarrollo sostenible. Para llegar a esta realidad es
necesario iniciar en pequeñas comunidades con las que se pueda trabajar, pues
en un mundo globalizado la acción local, casi imperceptible, puede llegar a ser
mucho más poderosa de lo que se piensa. En este mundo donde se pretende
homogeneizar la cultura y donde pareciera que ésta se desvanece, la identidad
de los pueblos tiene que reforzarse; aunque parezca paradójico, lo único y lo
múltiple pueden y deben coexistir. Una característica de la investigación en
que se basa el artículo y que la distingue de la mayoría de los trabajos que
sólo se interesan por los aspectos teóricos o por los prácticos, es que trata
ambos. Así se logra contrastar la teoría con la realidad en un proceso
permanente (dialéctico) que permitirá reconstruir y mejorar la teoría y la
práctica. Estamos de acuerdo en que los paradigmas actuales no son capaces de
resolver una problemática ambiental que aún genera confusiones, pues aunque el
término ambiente
ha sido conceptualizado como la interacción entre la sociedad y la naturaleza;
esto es, un sistema complejo, al referirse a sus problemas únicamente se mencionan los que
afectan a la naturaleza y dejan de lado los que tienen que ver con la sociedad,
de ahí que sea una visión parcial y, en este sentido, se afirma que mientras se
continúe con este enfoque disciplinario, los problemas ambientales no se
resolverán y, por tanto, tampoco será posible acceder al proceso de desarrollo
sostenible. Por eso insistimos en aportar elementos para construir un paradigma
que analice, comprenda y proponga soluciones realmente integrales a partir de
la creación de nuevas categorías de análisis que, a su vez, nos dirijan hacia
la construcción de paradigmas alternativos.
Ante
estas consideraciones, la investigación se desarrolló en un ir y venir entre
teorías y metodologías, pero que pensamos podían complementarse. Como se puede
observar, el estilo de pensamiento que predomina se acerca a la postura
dialéctica crítica, en el sentido de situar los hechos en un todo sociocultural
(totalidad), de resaltar la interacción entre sujeto y objeto, de la
dependencia entre el objeto y la forma de ser conocido; esta forma de conocer,
a su vez, depende del contexto en el cual se desarrolla el sujeto y de la
comunicación subjetiva que se establece en la sociedad (incluido el
investigador) y, finalmente, porque busca transformar o construir una sociedad
donde los individuos vivan mejor. Sin embargo, la totalidad a la que se refiere
esta postura y otras teorías sociológicas, sólo consideran a la sociedad como
sistema y dejan fuera, o tocan de manera superficial, al medio natural, a
diferencia de este trabajo que considera una totalidad en la que se entrelazan
la sociedad y la naturaleza como un sistema complejo único.
No
cabe duda que proponer un marco teórico metodológico alternativo para el
análisis ambiental, desde la perspectiva de los sistemas complejos y la
sostenibilidad, es un reto que debe afrontarse mediante la integración de
grupos interdisciplinarios que aporten conocimientos específicos de cada una de
sus áreas; y consideramos que con esta investigación se da un acercamiento a
esta visión integradora. Por otro lado, la
sostenibilidad es una
condición que sólo se puede evaluar a largo plazo, los resultados de las
acciones realizadas en el presente tendrán efectos en el mediano y largo
plazos, por ello es vital empezar a actuar ahora con los principios y criterios
que permitan garantizar, dentro de la incertidumbre que
caracteriza a los sistemas complejos, su cumplimiento a través de la planeación
integrativa participante
y continuar con las investigaciones específicas para identificar sus efectos.
En
suma, el resultado final de la propuesta es contribuir a la construcción de un
marco teórico-metodológico para analizar la problemática ambiental que ayude a
satisfacer las necesidades de los habitantes de las comunidades, que permita
mejorar su nivel de vida a través del empleo, mejoramiento y conservación del
patrimonio natural y cultural, tendentes a procurar condiciones armónicas en su
desarrollo. Para ello se proponen las siguientes categorías de análisis: hommoecosistema, aprovechamiento
ambientalmente intuitivo racional, turismo armónico y planeación
integrativa participante.
Estas categorías se aplicaron en la elaboración del proyecto de turismo en San
Miguel Almaya, Capulhuac,
Estado de México, en el que se consideraron los intereses y conocimiento de
diversos miembros de la comunidad, de representantes de la misma y de las
autoridades de los tres ámbitos de gobierno; producto de ello se constituyó una
cooperativa que a la fecha ha logrado apoyo para la limpieza de la laguna, un
contrato con una asociación de deportes acuáticos, financiamiento de la
secretaría del gobierno del estado y la incorporación de otras dos comunidades
que conforman el Corredor Ecoturístico Almaya-Tlazala-Victoria. Como se comentó, el desarrollo sostenible
no es una meta a alcanzar, sino un proceso de mejora permanente que se vive día
a día, y que se considera ha iniciado en estas comunidades.
Bibliografía
Aguado-López,
Eduardo y Rosario Rogel-Salazar (2005), “Los
problemas teóricos y empíricos en la construcción del dato”, en Antología
del 1er. curso internacional de actualización de profesores sobre teorías y
metodologías en ciencias sociales y humanidades: construcción de objetos de
estudio interdisciplinario,
México, Universidad Autónoma del Estado de México, mimeo,
pp. 1-25.
Aguilar,
Adrián G. (1994), “Ingreso y mercado laboral en ciudades turísticas”, Ciudades,
análisis de la coyuntura, teoría e historia urbana, 23, México, Red Nacional de
Investigación Urbana (rniu),
pp. 10-17.
Arellano,
Antonio (2000), “La guerra entre ciencias exactas y humanidades en el fin de
siglo: el ‘escándalo’ Sokal y una propuesta
pacificadora”, Ciencia Ergo Sum, 7(1), Universidad Autónoma del Estado
de México, México, pp. 56-66.
Barkin, David (1998), Riqueza,
pobreza y desarrollo sostenible,
México, Jus.
Barkin,
David (2000), “Social tourism in rural communities: an instrument for promoting
sustainable resources management”, ponencia presentada en la Latin American Studies Association,
Miami, 16-18 de marzo, mimeo.
Barkin, David (2001), “Ecoturismo: del mito
a la realidad”, Derechos Humanos, órgano informativo de la Comisión de
Derechos Humanos del Estado de México, México, pp. 101-102.
Beals, Ralph (1981), Introducción
a la antropología,
Aguilar, Madrid.
Bifani, Pablo (1999), “La relación
hombre-naturaleza como fenómeno social”, en La educación
superior ante los desafíos de la sostenibilidad. Antología, vol. 1: En
torno al desarrollo sostenible,
Colección Biblioteca de la Educación Superior, anuies-Universidad de Guadalajara-Semarnap,
México.
Blakely, Edward (1994), Planning local economic development, Theory and
practice, sage
Publications Oaks, California.
Blàzquez, S. M. et
al. (2002), El
tercer boom, indicadors de sostenibilitat
del turisme de les Illes Balears 1989-1999, Centre d’Investigació
Tecnologies Turístiques de
les Illes Balears-Leonard Muntaner Editor, Islas
Baleares.
Blàzquez, S. M. et
al. (2003), La
mesura de la sostenibilitat del turisme
a les Illes Balears, Universitat de les Illes Balears-Centre d’Investigació
Tecnologies Turístiques de
les Illes Balears, Islas Baleares, Govern de les
Illes Balears-Conselleria de Turisme.
Borja,
Jordi y Manuel Castells (2000), Local
y global. La gestión de las ciudades en la era de la información, Taurus-unchs, México.
Brenner, Ludger
(1999), “Modelo para la evaluación de la ‘sostenibilidad’ del turismo en México
con base en el ejemplo de Ixtapa-Zihuatanejo”, Investigaciones
Geográficas, 39,
Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México, México, pp. 139-157.
Capra, Fritjof
(2002) La trama de la vida: una nueva perspectiva de los
sistemas vivos,
Anagrama, Barcelona.
César,
Dáchary A., Stella M. Arnaiz B. y June Thomas (eds.)
(2003), Turismo rural y economía local, Universidad de Guadalajara
(México)-Universidad Nacional del Litoral (Argentina).
Chávez
de la Peña, Jorge (2001), “¿A dónde llevan los excesos del ecoturismo?”, Derechos
Humanos, órgano
informativo de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, México,
pp. 97-98.
Ellul,
Anthony (2002), The
Systemic and prospective sustainability analysis project within camp
<Malta>, Ministry for Economic Services, unep, Plan Blue, Malta.
Farrell, Bryan H. y Louise
Twining-Ward (2004), “Un nuevo concepto
del turismo”, Annals of Tourism Research,
6(1), uib, Palma de Mallorca, pp. 65-90.
Freire,
Paulo (2001), La educación como práctica de la
libertad, Siglo xxi, México.
Fundación
Friedrich Ebert (s.f.), Nuestro futuro común. Explicación
al reporte Brundtland, un resumen, Fundación Friedrich Ebert, México.
Galeano,
Eduardo (2003), Las venas abiertas de América
Latina, Siglo xxi, México.
Gallegos,
Oswaldo y Álvaro López L. (2004), “Turismo y estructura territorial en Ciudad
Juárez, México”, Investigaciones Geográficas, 53, Instituto de Geografía,
Universidad Nacional Autónoma de México,
México, pp. 141-162.
García,
Ana (1979), Cancún: turismo y subdesarrollo regional, Universidad Nacional Autónoma de
México, México.
García,
Rolando (1986), “Conceptos básicos para el estudio de sistemas complejos”, en
E. Leff (coord.), Los
problemas del conocimiento y la perspectiva ambiental del desarrollo, Siglo xxi, México, pp. 381-409.
García,
Rolando (1988), Deterioro ambiental y pobreza en
la abundancia productiva. El caso de la Comarca Lagunera, ifias-cinvestav, México.
García,
Rolando (1994), “Interdisciplinariedad y sistemas complejos”, en E. Leff (comp.), Ciencias
sociales y formación ambiental,
Gedisa-Universidad Nacional Autónoma de
México, Barcelona.
Geertz, Clifford
(1995), La interpretación de las culturas, Gedisa,
Barcelona.
Gliessman, Stephen R. (2002), Agroecología:
procesos ecológicos en agricultura sostenible, Turrialba, litocat, Costa Rica.
Habermas, Jürgen
(2001), Teoría de la acción comunicativa; racionalidad de la
acción y racionalización social,
t. i, 3ª ed., Taurus, Madrid.
Harris, Rob, Tony Griffin y Peter
Williams (eds.) (2003), Sustainable
Tourism a global perspective, Butterworth Heinemann, Londres.
Hughes, George (2002), “Indicadores medioambientales”, Annals of Tourism Research, 4(1), uib, Palma de Mallorca, pp. 163-185.
Hunter, Colin (2003), “Aspects of
the sustainable tourism debate from a natural resources perspective”, en R.
Harris, T. Griffin y P. Williams (eds.), Sustainable Tourism a global perspective,
Butterworth Heinemann, Londres.
Jinyang, Deng,
Brian King y Thomas A. Bauer (2002), “La evaluación de atractivos naturales
para el turismo”, Annals
of Tourism Research, 4(1), uib, Palma de Mallorca, pp. 144-162.
Kuhn,
Thomas (1971), La estructura de las revoluciones
científicas, Fondo de
Cultura Económica, México.
Leff, Enrique (coord.) (1990), Medio
ambiente y desarrollo en México,
vol. i, Universidad Nacional
Autónoma de México-Porrúa, México.
Leff, Enrique (comp.)
(1994), Ciencias sociales y formación ambiental, Gedisa,
Barcelona.
Leff, Enrique (2000), La
complejidad ambiental,
Siglo xxi, México.
Leff, Enrique (2002), Saber
ambiental, sostenibilidad, racionalidad, complejidad, poder, Siglo xxi, México.
Leiper,
Neil (1979), “The framework of tourism. Towards a definition of tourism,
tourist, and the tourist Industry”, Annals of Tourism Research, octubre-diciembre, uib, pp. 390-407.
Leis, Héctor Ricardo (2001), La
modernidad insostenible,
Nordan-pnuma
(Colección Pensamiento Ambiental Latinoamericano 2), Montevideo.
Luhmann, Niklas
(1998), Sistemas sociales: lineamientos para una teoría
general, Anthropos, Barcelona.
Lyotard, J.-F. (1999), La
posmodernidad explicada para niños,
Gedisa, Barcelona.
Martínez-Figueroa,
Luis A. (2003), “Turismo rural. Nuevos empresarios para un mundo tradicional”,
en César Dáchary A., Stella M. Arnaiz B. y June
Thomas (eds.) (2003), Turismo rural y economía local, Universidad de Guadalajara
(México)-Universidad Nacional del Litoral, Argentina, pp. 62-85.
Martínez,
Miguel (1997), El paradigma emergente, Trillas, México.
Masera,
Omar, Marta Astier y Santiago López-Ridaura (1999), Sostenibilidad y manejo de
recursos naturales. El marco de evaluación mesmis, Mundi-Prensa-Gira-Instituto
de Ecología-Universidad Nacional Autónoma de México, México.
Mombrú, Andrés (2005), “¿Modernidad o hipermodernidad?, Educar-Argentina, en
<www.educar-argentina.com.ar/jul/2005>, 9 de octubre.
Morin, Edgar (2001), Introducción
al pensamiento complejo,
Gedisa, Barcelona.
Morin, Edgar (2004), El
método. t. v. La humanidad de la humanidad, Cátedra, Madrid.
omt (Organización Mundial de Turismo)
(1999a), Agenda para planificadores locales: turismo sostenible
y gestión municipal, omt, Madrid.
omt (1999b), Guía
para administraciones locales: desarrollo turístico sostenible, omt, Madrid.
omt (1998a) El
nacimiento del tiempo,
Tusquets Editores, Barcelona.
omt (1998b) “¿El fin de la ciencia?”, en Fried Schnitman (ed.), Nuevos
paradigmas, cultura y subjetividad,
Paidós, México, pp. 37-60.
omt (1998c) “De los relojes a las nubes”,
en Fried Schnitman (ed.), Nuevos
paradigmas, cultura y subjetividad,
Paidós, México, pp. 395-413.
omt (2002), Le
tourism et la réduction de
la pauvreté,
Madrid, Organization Mondiale
du Touris, (omt).
onu (Organización de Naciones Unidas)
(2000), Declaración sobre derechos humanos, en <www.ohchr.org/spanish>, 11
de abril de 2006.
onu (2005), Informe
sobre desarrollo humano,
en <www.hdr.undp. org/reports/global/2005/spanol/pdf>, 10 de junio de
2006.
Osorio,
Isabel (1994), “Impactos del turismo sobre la desigualdad social”, Ciudades,
análisis de la coyuntura, teoría e historia urbana, 23, Red Nacional de Investigación
Urbana (rniu),
México, pp. 31-38.
Osorio,
Maribel (2004), “El análisis del turismo desde la perspectiva de los sistemas
funcionales”, en Memorias Coloquio de
Investigación 2004,
Universidad Autónoma del Estado de México, México, pp. 29-33.
Prigogine, Ilya
(1983), La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, Alianza, Madrid.
Prigogine, Ilya
(1998a), El nacimiento del tiempo, Tusquets,
Barcelona.
Prigogine, Ilya
(1998b), “¿El fin de la ciencia?”, en Fried Schnitman (ed.), Nuevos paradigmas, cultura y
subjetividad, Paidós,
México, pp. 37-60.
Prigogine, Ilya
(1998c), “De los relojes a las nubes”, en Fried Schnitman, Nuevos paradigmas, cultura y
subjetividad, Paidós,
México, pp. 395-413.
Ramírez-Velázquez,
Blanca R. (2003), Modernidad, posmodernidad,
globalización y territorio. Un recorrido por los campos de las teorías, Universidad Autónoma
Metropolitana-Xochimilco, México.
Sebastián,
Luis de (1997), Neoliberalismo. Apuntes críticos
de economía internacional global,
Trotta, Madrid.
Semarnap-inegi
(1998), Estadísticas del medio ambiente México, 1997, Secretaría de Medio Ambiente,
Recursos Naturales y Pesca-inegi, México.
Semarnat (2003), Información
sobre incendios forestales,
Coordinación de Incendios Estatales, Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales, delegación Estado de México, mimeo,
México.
Sectur (Secretaría de Turismo) (2000), Política
y estrategia nacional para el desarrollo turístico sostenible, Secretaría de Turismo, México.
Sectur (2004), Cómo
desarrollar proyectos de ecoturismo,
Secretaría de Turismo, México.
Serrano
Barquín, Rocío y Marita Morales (2002), “Turismo
sostenible y desarrollo local en áreas silvícolas”, El
Periplo Sostenible,
8, en <www.uaemex.mx/plin/psus/rev8/e05. html>,
21 de mayo de 2006.
Serrano-Barquín,
Rocío (2006), “Desarrollo, sostenibilidad y turismo en una comunidad lacustre
del Valle de Toluca; caso: San Miguel Almaya, Estado
de México”, tesis doctoral, Universidad Autónoma del Estado de México, México.
Steward, J. (1977), Evolution and Ecology, University
of Illinois Press,
Illinois.
Tetreault, Darcy
(2004), “Una taxonomía de modelos de desarrollo sostenible”, Espiral, x(29),
Universidad de Guadalajara, México, pp. 45-77.
Toledo,
V. M. (1989), “La perspectiva etnoecológica: cinco
reflexiones sobre las ‘ciencias campesinas’, sobre la naturaleza con especial
referencia a México”, en Maihold y Meza (comps.), Ecología: motivo de solidaridad, Fundación Friedrich Ebert, México.
Touraine, Alain (1994), Crítica
de la modernidad,
Fondo de Cultura Económica, México.
unep (United Nation Environmental Programm) (2002), Perspectiva del Medio Ambiente
Mundial-3 (pmam-3), en
<geo.unep-wcmc.org/presssesp.htm>, 23 de marzo de 2005.
Vattimo, Gianni (1990), La
sociedad transparente,
Paidós, Barcelona.
Wallerstein, Immanuel (1997), Abrir
las ciencias sociales,
Universidad Nacional Autónoma de México-Siglo xxi,
México.
wto (World Tourism Organization) (1994), National and regional tourism planning. Methodologies
and case studies, wto,
Madrid.
wto (2002), Enhancing the economic benefits of tourism for local
communities and poverty alleviation, wto, Madrid.
www.cinu.org.mx/temas/des_sus,
21 de abril de 2006.
www.unep.org/geo/geo3/spanish/overview,
25 de febrero de 2006.
Recibido: 20 de septiembre de 2005.
Reenviado: 17 de enero de 2007.
Aceptado: 21 de enero de 2007.
Rocío
del Carmen Serrano Barquín.
Es doctora en ciencias ambientales por la Facultad de Química de la Universidad
Autónoma del Estado de México (uaem). Realizó estudios de licenciatura en geografía
y maestría en planeación urbana y regional en la misma universidad. Actualmente
es directora de la revista virtual El Periplo
Sostenible
y encargada del despacho del Centro de Investigación y Estudios Turísticos (Cietur) de la Facultad de Turismo de la uaem. Su línea de investigación
actual es estudios ambientales del turismo. Algunas de sus publicaciones son:
“Turismo sostenible y desarrollo local en el sur del Valle de Toluca”, en
Fernández et al. (eds.), Turismo
y transformaciones urbanas en el siglo xxi, Universidad de Almería,
España, pp. 338-344, (2002); “El turismo rural como alternativa de desarrollo
local en Santa María Jajalpa, en el Estado de México,
en vii
Seminario Internacional. Red Iberoamericana de Investigadores sobre
globalización y territorio,
Universidad de Camagüey, Cuba, pp. 1-12, (2002); “Estudios ambientales del
turismo”, en G. M. Osorio y M. Castillo (coords.), Ensayos
teórico-metodológicos: cuatro enfoques, México, uaem, pp. 45-57 (2006); en coautoría, “Ideología ambiental y
educación”, Educere,
Venezuela (en prensa).
[1] Con
la Conferencia de Estocolmo en 1972 y el Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (unep
o pnuma),
se comienzan a realizar innumerables acciones encaminadas a su solución.
[2] Basta
revisar el informe de la unep
(2002) para confirmar la gravedad del estado del medio ambiente: adelgazamiento
de la capa de ozono, a pesar del Protocolo de Kyoto y
otros convenios; cambio climático (aumento de entre 1º C y 3.5º C) por tala
inmoderada, uso de combustibles fósiles y acumulación de CO2;
desertificación y erosión, 25% y 15%, respectivamente, de la superficie de
tierras; insuficiencia de agua potable (20% de la población); efectos de la
urbanización en la salud de la población; lluvia ácida, entre otros muchos
asuntos.
[3] Como señala Gliessman (2002), está claramente definido el concepto de agroecosistema sostenible (o, en general, cualquier sistema sostenible), pero se dificulta llevarlo a la práctica y, más aún, diseñar o construir un sistema sostenible en una región específica. “La sostenibilidad es en última instancia una prueba de tiempo [...] la sostenibilidad se encuentra siempre en el futuro” (p. 303).
[4] Uno
de los primeros y más importantes estudios que analizan los efectos negativos
de la actividad turística en la población receptora es el trabajo de Ana García
en Cancún, México. Investigaciones posteriores confirman de una u otra manera
que el turismo no sólo genera recursos económicos, también propicia desigualdad
y pobreza en las zonas turísticas del país.
[5] Aunque
podría decirse de expoliación de los recursos y, en general, la degradación del
ambiente, pues basta con observar a nuestro alrededor para constatar la
destrucción de zonas boscosas (El Nevado de Toluca, La Marquesa), la
contaminación de ríos (Lerma), la desaparición o disminución de caudales de
manantiales y superficie de cuerpos de agua (Texcaltenco,
Alta Empresa y las lagunas del Lerma) y, con estas alteraciones, la
desaparición o disminución de especies de flora y fauna (el perro de agua,
varias especies de patos, venados, coyotes y demás animales propios de las
zonas lacustres y boscosas del Valle de Toluca), las comunidades ribereñas se
empobrecen, se modifica su dieta alimenticia y su salud se deteriora
[6] Por
ejemplo, se pueden consultar en Internet, entre muchas más, las siguientes
direcciones: www.cinu.org.mx./temas/des_sost/ y
www.unep.org/geo3/spanish/overview.
[7] Un
libro muy interesante que narra la expoliación de los recursos naturales de
Latinoamérica por parte de los países del norte, es el de Galeano (2003).
[8] Conviene
recordar que desde la Revolución francesa, en 1779, ya se proclamaban la
libertad, la igualdad y la fraternidad como derechos del hombre.
[9] El
índice de desarrollo humano (idh) es un indicador compuesto por tres dimensiones
de bienestar: ingresos, educación y salud (onu, 2005).
[10] En
los últimos años se presentaron ataques contra los constructivistas, las
feministas y los ambientalistas, los cuales se ubicaron dentro del
posmodernismo. Asimismo, sociólogos como Bruno Latour,
Michel Callon y John Law
criticaron el relativismo epistémico, el irracionalismo y el intelectualismo,
con lo que se identifican contrarios al posmodernismo en la ciencia (Arellano,
2000).
[11] La
obra de Víctor M. Toledo es muy extensa, destacan, entre otros, los estudios
realizados en el estado de Michoacán (Lago de Pátzcuaro).
[12] De
este enfoque vale la pena destacar las estrategias de uso múltiple que se
refieren a generar una gran variedad de productos en pequeñas cantidades que
satisfagan las necesidades del campesino, a través de la máxima utilización de
las unidades ecogeográficas o ambientales donde se
mantiene la heterogeneidad espacial y la diversidad biológica (Toledo, 1989).
[13] En el
análisis territorial se entrecruzan campos específicos del conocimiento
geográfico, económico y sociológico, entre otros, que integran tres áreas
multidisciplinarias o niveles de debate: a)
filosófico-epistemológico (reflexión concepto espacio-tiempo, concepciones
ontológicas de los problemas sociales), b) de
planeación y transformación económica y social, y c) de planeación,
políticas estatales, instituciones y el poder; aunque todas ellas dan prioridad
a lo urbano sobre lo rural (Ramírez, 2003).
[14] Para
el análisis del subsistema sociocultural se están estudiando las propuestas de Capra (2002) y Luhmann (1998),
entre otros.
[15] Como
señalan Aguado y Rogel, es necesario “recurrir a una
constante vigilancia epistemológica en todo proceso de investigación, y hacer
particular énfasis en lo apremiante de esta labor para el caso de los estudios
de base empírica” (2005: 25); por tanto, es fundamental detenerse a reflexionar
en la abstracción
conceptual que está detrás de la medición y reconocer
el papel del sujeto en la construcción del conocimiento.
[16] En
esa primera etapa participaron la doctora Rosa María Sánchez Nájera y la
maestra Elizabeth Díaz Cuenca, así como alumnos de las dos facultades cuyas
investigaciones culminaron en ponencias y tesis de licenciatura y maestría.
[17] En
esta etapa de la investigación se trabajó con el maestro Juan Campos Alanís,
especialista en manejo de sistemas de información geográfica y planeación
regional, actualmente adscrito a la facultad de Geografía de la uaem.