Nuevas políticas
públicas y sistemas de governance en los distritos industriales italianos
New public policies and governance systems in the
Italian industrial districts
Rodrigo Reynaldo-Carmona*
Abstract
In this
paper the experience of the Italian industrial district as an object of public
policy is analysed. Firstly, we describe the main theoretical and structural
characteristics that distinguish this kind of productive organization and its
dynamics over time. Secondly, we examine the district’s experience taking into
account the Italian industrial policies at national and regional levels. We
also address the institutional architecture, as well as the different agents
and strata that constitute the decision making process (governance) of the
industrial policy at the territorial level. Finally, we reach some possible
conclusions about the importance of the industrial district and its
implications in public policy and local development.
Keywords:
industrial
district, public policies, governance, territory.
Resumen
El presente
artículo analiza la experiencia del distrito industrial italiano como objeto de
política pública. En primer lugar, se describen las principales características
teóricas y estructurales que distinguen a este tipo de organización productiva
y su dinámica en el tiempo. En segundo término, se examina la experiencia del
distrito contemplando la política industrial italiana en el plano nacional y
regional. Posteriormente se analiza la arquitectura institucional y los
distintos actores y niveles que conforman el proceso decisional (governance) de la política industrial en el plano
territorial. Por último, se hacen algunas conclusiones tentativas sobre la
importancia del distrito industrial y sus implicaciones en el ámbito de las
políticas públicas y del desarrollo local.
Palabras clave:
distrito industrial, políticas públicas, governance, territorio.
*
Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. Correo-e: rcarmona@
ungs.edu.ar.
Introducción
En las últimas
décadas los distritos industriales son objeto de debate científico y estudio
por parte de distintos observadores en el ámbito mundial. Su importancia se
vincula con la aparición de nuevas formas productivas más flexibles que
destacan el rol de las firmas de menor envergadura y sus lugares de origen en
la economía real. Estos sistemas, en el marco actual de globalización y
competencia creciente, afrontan distintos desafíos en lo que se refiere a la
innovación tecnológica, los cambios institucionales y su inserción especializada
en redes internacionales de producción.
En términos
generales, los distritos industriales representan una modalidad de organización
de la producción que tiene a las pequeñas y medianas empresas (pymes)
en la dimensión territorial como elementos centrales. Un primer aspecto que se
considera desde el punto de vista teórico es el hecho de que una concentración
geográfica asociada a un tipo de especialización sectorial genera economías
externas que pueden aprovechar las firmas (Marshall, 1920). Estas externalidades
pueden ser de tipo pecuniario cuando la cercanía entre empresas
genera rendimientos crecientes en la industria, tanto porque reduce los costos
de transporte ligados a los procesos de integración vertical y horizontal de la
producción, como porque se obtienen beneficios de la utilización conjunta de
algunos recursos localizados en relación con la creación de un mercado de
trabajo especializado, oferta de materias primas y maquinaria, infraestructura
y servicios especializados (Krugman, 1991). Las externalidades tecnológicas se desarrollan cuando la proximidad
geográfica favorece la distribución de conocimiento crítico y la difusión de
innovaciones, creando un contexto de interacciones y elevada conectividad que
reduce los costos de transacción entre empresas, fundamentalmente en presencia
de tecnologías fluidas (Antonelli, 1999). Por otra parte, en algunos casos las
empresas localizadas en los distritos industriales pueden disfrutar también de
otros tipos de externalidades, como las de tipo reputacional o de naturaleza más institucional, ligadas a intercambio de confianza,
al buen funcionamiento de mercados internos, relaciones de reciprocidad y mayor
articulación entre las demandas individuales y las instancias colectivas
referidas a las instituciones intermedias de la economía (Coró y Micelli,
2001).
El distrito
industrial se distingue porque genera redes de empresas especializadas en el
ámbito local y modalidades novedosas de aprendizaje técnico que redundan en
fuertes niveles de eficiencia colectiva (Schmitz, 1999). En este marco, las
firmas no operan de modo aislado, sino que nacen y se desarrollan al interior
de sistemas productivos localizados con una fuerte división social del trabajo.
Ello permite que la pequeñas empresas adquieran las ventajas de economía de
escala sin pagar los costos técnicos y administrativos de los grandes
establecimientos, lo que permite un desarrollo socioeconómico en el conjunto
territorial. Precisamente, el territorio no sólo aparece como base material de
la producción, sino también como infraestructura social, institucional y
cognitiva que favorece los procesos de integración y especialización de las
firmas.
La importancia
que alcanza el fenómeno distrital en la economía italiana de los últimos años
replantea el rol y las formas de intervención tradicional en política
económica. El distrito industrial, aunque se ha visto favorecido por diversos
estímulos gubernamentales otorgados a las pequeñas y medianas empresas, no
surge como resultado directo de un diseño específico de política. Su desarrollo
es más bien el logro de procesos locales de integración económica y social que
involucran a diversos actores y conforman un mix virtuoso de cooperación y
competencia productiva. Si se parte del supuesto de que la política industrial
es esencial para conservar las ventajas competitivas de un país y garantizar la
eficiencia de los mercados, el distrito como objeto de intervención supone
reafirmar el patrimonio común de economías externas y bienes públicos
territoriales (conocimientos productivos, relaciones entre empresas, servicios
reales e institucionalidad) desarrollados a lo largo del tiempo. Esto determina
la importancia de generar nuevas formas de governance[1] que permitan revalorar la
especificidad productiva de los territorios y favorecer procesos de
autoorganización competitiva de los actores locales. Así, la experiencia de los
distritos industriales puede ser un primer paso en la conformación de una
estrategia de política que contemple la dimensión territorial como un nivel relevante
para el desarrollo económico y social.
El presente
trabajo tiene como propósito central analizar al distrito industrial como
objeto de política pública. En este sentido, como forma de enmarcar la
discusión, primero se describen las principales características estructurales
que asume el distrito industrial italiano y su dinámica en el tiempo. En
segundo término, se examina la experiencia del distrito teniendo en cuenta la
política industrial en los ámbitos nacional y regional. Enseguida se analiza la
arquitectura institucional y los distintos actores y niveles que conforman el
proceso de decisiones (governance) de la política industrial en el plano
territorial, con especial énfasis en la experiencia desarrollada en la región
del Véneto. Finalmente se hacen algunas conclusiones tentativas sobre el
distrito industrial y sus implicaciones en las políticas y procesos de governance territorial.
1. Características
estructurales de los distritos y dinámica en el
tiempo
El distrito
industrial se puede definir desde una perspectiva neomarshalliana[2]
como “una entidad socioterritorial caracterizada por la copresencia activa, en
un área territorial circunscrita, natural e históricamente determinada, de una
comunidad y de personas y de una población de empresas” (Becattini, 1991: 23).
Esto resalta la importancia del distrito como entidad territorial de producción
y de vida,
donde se conjugan en forma relativamente indiferenciada aspectos económicos,
sociales, históricos y culturales.
Entre sus
principales características podemos citar una elevada división del trabajo
entre empresas (en general pymes) concentradas espacialmente y
especializadas de manera sectorial; procesos de innovación de carácter
distributivo; relaciones entre empresas competitivas/colaborativas; vínculos
hacia adelante y hacia atrás sustentados en relaciones de mercado y
extramercado en el intercambio de bienes, información y recursos humanos; y la
relevancia que asume el territorio (apoyo institucional, redes de confianza y
capital social) como soporte del desarrollo y la creación y difusión de
conocimiento (Brusco, 1990; Dei Ottati, 1997; Becattini, 1991 y 1998; Putnam et
al., 1993; Rabelotti,
1997).
La consolidación
del distrito como modelo de especialización en el ámbito territorial se debió a
varios factores. En primer término, el desplazamiento de la actividad
manufacturera hacia nuevos territorios del nordeste y centro del país (zonas
que tradicionalmente presentaban las características de un sistema productivo
poco desarrollado) que lograron un fuerte impulso a partir de los años setenta
y que se unió a un proceso de especialización y predomino de las firmas de
menores dimensiones. Así, de un desarrollo de naturaleza fordista basado en la
gran empresa y la industria pesada, centrado en el llamado Triángulo
Industrial (regiones
de Lombardía, Piamonte y Liguria), se fue dando paso a un modelo productivo con
preeminencia de pequeñas y medianas empresas especializadas en bienes
tradicionales y localizadas sobre todo en las regiones del Véneto, Emilia
Romagna, Toscana y Marche.[3]
Entre los factores que promovían este cambio se pueden mencionar la crisis por
el aumento del precio del petróleo y los conflictos laborales de esos años, que
trastocaban la estructura de costos de las grandes firmas y las obligaba a
subcontratar parte de su producción en pequeños establecimientos, en el marco
de una organización productiva más desintegrada que respondía a mercados más
diferenciados e inestables. Este agotamiento paulatino del patrón de desarrollo
fordista del norte italiano se hizo evidente con la pérdida de más de 150,000
puestos en la industria pesada en el ámbito nacional en el periodo 1971-1981, y
el crecimiento del empleo en más de 400,000 puestos en pequeñas firmas (10-49
ocupados) especializadas en productos tradicionales.[4]
En segundo
lugar, el incremento de los ingresos de la población italiana y de los
principales países europeos permitió un aumento de la demanda interna y externa
de bienes de consumo y de lujo (indumentaria, calzado, muebles, electrodomésticos
y distintos aparatos mecánicos, joyas y objetos de valor, tejidos). Esto se dio
en un escenario de cambio nominal favorable de la lira y de crecimiento de
ventas en el exterior a partir de una fuerte política de precios. Por otro
lado, el estímulo hacia el desarrollo de empresas de pequeña envergadura se vio
favorecido por un contexto de democracia económica basado en una distribución más
equitativa de la renta y el apoyo institucional local de administraciones
gubernamentales, organizaciones empresariales, viejas cámaras de comercio y
bancos cooperativos que permitió la reducción de barreras de ingreso para
nuevas firmas y animó un clima de confianza y participación activa en el
proceso de crecimiento económico (Saba, 1998; Bertini, 1999).
En sus inicios,
estos establecimientos manufactureros –ante la declinación de la ocupación
agrícola y proliferación de una industrialización difusa– conformaban
producciones de fuerte contenido artesanal y familiar, que gradualmente
extendieron su mix de productos para satisfacer las nuevas necesidades de
consumo. Al ampliarse las oportunidades de mercado se incrementaron
concomitantemente los niveles de inversión empresarial y de actividad
industrial. Estos factores se desarrollaron de manera acelerada en los años
ochenta y consiguieron un mayor impulso a partir de los procesos de integración
económica de la Unión Europea en la década de los noventa. En este contexto,
los territorios del nordeste y centro de Italia, en especial el Véneto,
exhibieron una tasa de ocupación de la industria manufacturera que creció una
tercera parte en el periodo 1971-1996, así como una tasa de desempleo promedio
en los niveles más bajos de los países de Europa (3.9% para 2002) y
notablemente inferior al resto estimado de las regiones de Italia (10.7% para
el mismo año).
1.1. Especialización
productiva made in Italy, pequeñas empresas y distritos
industriales
El proceso de
industrialización desarrollado en Italia desde la posguerra en adelante
determinaría una clara especialización productiva centrada en algunas ramas
manufactureras. El complejo de sectores denominados Made
in Italy –sistema
moda (textil, vestimenta, calzado, piel y cuero, anteojos, joyería), sistema
casa (madera, muebles y equipamiento, cerámica, vidrio, electrodomésticos,
tuberías), alimentario mediterráneo y mecánica ligera– participa en los
últimos años con casi 3.8 millones de empleos, lo que constituye 70% de la
ocupación manufacturera italiana (Quadrio-Curzio y Fortis, 2000). Precisamente
los distritos industriales se especializan en estos sectores y contribuyen con
más de 224,000 firmas y 2’170,000 empleados dentro de los 199 sistemas locales
identificados por el istat
(Instituto Nacional de Estadísticas de Italia).
Este tipo de
especialización liviana alcanza también una fuerte incidencia en el comercio
internacional desde mediados de los noventa, con una propensión a la
exportación sobre el pib de 9% y
una participación en el mercado del G7 de 66% en calzado, más de la mitad en la
industria del cuero, la joyería y la cerámica y un tercio en los sectores de
vestimenta, muebles y equipamiento, así como mecánica ligera. En este sentido,
la evolución de las exportaciones italianas en los últimos años muestra una
participación fuerte de estos sectores, aunque con una muy ligera caída en
términos porcentuales en el periodo más reciente (cuadro 1).
Cuadro 1
Exportaciones italianas por sector según cuota
de mercado
(porcentajes)
|
1997 |
2001 |
2003 |
2004* |
Textil e indumentaria |
8.2 |
7.7 |
7.6 |
7.4 |
Calzado y productos en piel |
15.9 |
15.9 |
15.6 |
15.1 |
Productos en goma y plástico |
7 |
6.4 |
6.6 |
6.4 |
Muebles |
18.3 |
15.1 |
14.1 |
13.3 |
Electrodomésticos |
16.2 |
14.5 |
14.4 |
13.8 |
Vidrio, cerámica, material de construcción |
13.4 |
12.5 |
12.1 |
11.8 |
Productos metálicos |
4.9 |
4.9 |
5 |
5 |
*2004: enero-septiembre.
Fuente:
Eurostat e istat.
Es importante
hacer hincapié en un dato que tiene que ver con que casi 85% de los empleados
en estos sectores se encuentran ocupados en empresas pymes de menos
de 200 personas. En estos términos, la combinación entre especialización de
bienes tradicionales y predominio de pequeñas y medianas empresas, en la
actualidad caracteriza a toda la estructura económica italiana, en relación con
otros países desarrollados. Como se indica en el cuadro 2, más de la mitad de
los empleos en el sector manufacturero están en firmas con menos de 50
personas, donde destancan de manera comparativa el segmento más de tipo
artesanal (uno a nueve empleados), y casi tres cuartas partes de la ocupación
en empresas de hasta 250 trabajadores.
Cuadro 2
Distribución de ocupados por dimensión de la
empresa para países desarrollados
(porcentajes)
Italia |
Alemania |
Francia |
Inglaterra |
|
1 a 9 ocupados |
23.3 |
7.4 |
8.1 |
7.2 |
10 a 49 ocupados |
29.2 |
14.3 |
17.7 |
15.6 |
50 a 250 ocupados |
18.9 |
15.8 |
21.2 |
21.7 |
Más de 250 ocupados |
28.6 |
62.5 |
53 |
55.5 |
Total |
100 |
100 |
100 |
100 |
Fuente:
Eurostat
Este menor
tamaño de las unidades productivas, fenómeno denominado enanismo industrial, puede verse al mismo
tiempo como ventaja y desventaja. Es claro que en un contexto de ciclos productivos
sumamente fragmentados, las firmas pequeñas especializadas pueden ser más
competitivas y flexibles para responder a las demandas cambiantes del mercado.
En las regiones del nordeste y centro del país la dimensión actual promedio de
la industria manufacturera no alcanza los 15 ocupados, lo que significa una
diferencia importante en comparación con décadas anteriores donde las empresas
más grandes (de más de 100 empleados) tenían mayor incidencia sobre el total de
firmas. El tamaño tiene, por tanto, un sentido muy diferente si se le ubica en
un escenario de articulación productiva y elaboración muy particular, como
puede ser el distrito, de otras de formas de organización de la producción más
estandarizadas y de carácter masivo.
Es necesario
destacar, no obstante, que las economías de escala siguen teniendo una fuerte
relevancia en un marco donde aumenta el rol del conocimiento en los procesos
productivos y se requiere de fuertes inversiones. Las grandes empresas poseen
las dimensiones suficientes como para absorber los costos y riesgos que supone
este tipo de iniciativas. En el caso de las pequeñas firmas, la única
posibilidad de compensar estas desventajas es operar de manera articulada en
sistemas productivos y redes de división social del trabajo. Precisamente el
distrito industrial se ha presentado como una de las formas más desarrolladas
en este sentido, teniendo como ejes a empresas fuertemente especializadas y al
territorio como base material, social, institucional y cognitiva.
De esta manera,
las economías externas adquieren gran importancia a partir de un núcleo de
competencias técnicas (know-how, know-what) y sociales (know-who) radicadas en el ámbito territorial,
la difusión de capacidades y saberes, la generación continua de innovaciones y
observaciones imitativas, la posibilidad del contacto cara
a cara y confianza en las relaciones de compra-venta, el desarrollo de complementariedades
entre industrias especializadas por proceso o producto, la ampliación del
trabajo especializado en las distintas fases del proceso productivo, la
movilidad de recursos humanos y relaciones de una empresa a otra junto al
desarrollo de spin-off y el fomento de la capacidad
emprendedora (Corò, 2002; Grandinetti y Tabacco, 2003; Bellandi, 1999).
1.2. Innovación,
circulación del conocimiento y utilización de nuevas tecnologías
Desde sus
inicios, la difusión de la innovación como proceso de aprendizaje cumple un
papel relevante al interior de los distritos. La permanente búsqueda y
experimentación de nuevos materiales y técnicas para la producción permitieron
mejorar las características de los bienes finales mediante un proceso de
adaptación y perfeccionamiento continuo en el tiempo. En este marco, el learning
by doing
(mejoramiento unido a la producción) y el learning by
using (mejoramiento
ligado al uso del producto) conformaron partes esenciales de este innovador
proceso de aprendizaje.[5]
En un contexto
de cambio tecnológico permanente como el actual, y ante los altos costos de
inversión en conocimiento, la organización del proceso productivo en fases
permite la fuerte especialización de las empresas de los distritos en sistemas
integrados de relaciones que generan redes de competencia y permiten repartir
en gran número de productos los costos hundidos de las inversiones. La
presencia de una multiplicidad de redes, que varían según el sector en términos
de características técnicas del producto, mercados y destinatarios finales,
aparece entonces como uno de los elementos de mayor fortaleza del distrito.
Esto supone la importancia de pensar no meramente en la especialización en un
producto, sino en el conjunto de la cadena productiva. Así, el distrito puede
crear un contexto favorable a la innovación en la medida que constituya una
plataforma de gestión del conocimiento y defina un modelo de relaciones
generativas que
permita crear nuevos agentes, nuevas reglas y nuevas instituciones (Tattara,
2003).
Esto plantea la
importancia de ver al distrito industrial como un laboratorio
cognitivo, es decir,
como un sistema cuya función básica es aprender. El foco sobre el conocimiento
y los assets intangibles,
considerados como bienes públicos locales, son cuestiones centrales. El Made
in Italy representa
una porción importante del contenido intangible de la producción italiana, en
particular en los sectores tradicionales (por ejemplo, capital humano y de
relaciones, innovación, calidad, tradiciones, habilidades y conocimientos
tácitos). En ese sentido, asumen una enorme relevancia aspectos como: la
densidad de flujos de transferencia de conocimiento que alimentan el proceso de
knowledge creation y generan un knowledge-based en la formación y reproducción
evolutiva del distrito, la importancia que asumen los mecanismos de innovación
y correspondiente imitación de producto, el despliegue de spin-off[6] (a partir del cese de actividades de
la empresa original y el nacimiento de nuevas unidades –spin
off de primer nivel–
o el distanciamiento de estos últimos con la primera –spin
off de segundo
nivel–, con fuerte contenido replicativo-especializado), la movilidad del recurso humano en un
mercado de trabajo extremadamente dinámico permite el paso de personas entre
empresas y estimula el knowledge transfer y un proceso de enterprise
creation (Grandinetti
y Tabacco, 2003; Corò, 2001a).
Al mismo tiempo,
en los últimos años las nuevas tecnologías de información y comunicación (tics) adquieren un papel protagónico
como factores de competitividad de las actividades productivas. Desde un punto
de vista teórico, se resalta la importancia de las tics como herramientas para promover una evolución positiva
de los distritos. Puesto que el conocimiento y el intercambio de información
conforman aspectos determinantes del sistema distrital, es interesante
establecer el papel que las tics
pueden jugar en esta nueva etapa. Es claro que el debate sobre la incidencia de
este tipo de tecnologías se vincula a discusiones más amplias del distrito
como: mantener la tasa de innovación para competir a nivel internacional, la
integración en redes internacionales y la demanda de nuevos servicios, en
especial logística (Tattara y Volpe, 2003).
Si examinamos la
intensidad con que las nuevas tecnologías participan en el funcionamiento del
distrito, es posible advertir en forma resumida algunas evidencias empíricas.
Un análisis comparativo de 557 firmas de los 33 distritos industriales más
importantes de Italia para los años 2000 y 2003 nos muestra un incremento
general del uso de estas tecnologías (cuadro 3). Esto se produce en las firmas
más dinámicas, por lo general de tamaño medio y como parte de estímulos
externos. En efecto, en un marco de internacionalización creciente, las
empresas tienden a replicar hacia afuera el mismo modelo de comunicación y de
relaciones del sistema local. Esto llevó en el 2000 a dar un amplio espacio a
los recursos e instrumentos de comunicación más simples (encuentros, teléfono,
correo electrónico, fax,) por sobre los recursos e instrumentos más
sofisticados (erp –enterprise
resource planning–, groupware, videoconferencia, comercio
electrónico). Sin embargo, esta brecha que existe claramente entre las
tecnologías se ha venido reduciendo en el 2003, mostrando importantes
incrementos en la utilización de erp
y groupware
(Micelli et al.,
2003 y 2006a).
Cuadro 3
Las tics
en los distritos italianos. Años 2000 y 2003
(porcentajes)
Tecnología |
2000 |
2003 |
Correo electrónico |
93.8 |
99.3 |
Sito Web |
72.8 |
91.1 |
Corporate
banking |
68.6 |
76.3 |
Broadband |
14.9 |
74.1 |
isdn |
85.9 |
70.8 |
erp |
21.2 |
34.8 |
Groupware |
10.9 |
22.5 |
edi |
11.1 |
15.7 |
Videoconferencia |
7.9 |
13.4 |
Comercio electrónico |
1.1 |
10.9 |
Fuente: Micelli et al., 2006a.
En consecuencia,
es claro que el papel de las tics
en los distritos se debe definir aún con mayor precisión y su desarrollo estará
vinculado a los diversos desafíos estructurales y de organización que los
sistemas distritales deberán asumir en el nuevo contexto competitivo. Las
perspectivas de los últimos años muestran una tendencia general de crecimiento
de todas las soluciones tecnológicas en los distritos, con altas tasas de
adopción de erp y groupware
por parte
de las empresas más
dinámicas, aunque también se evidencia que las otras firmas perciben la
necesidad y las ventajas de usar este tipo de dispositivos.
1.3.
Internacionalización, redes y deslocalización de los distritos
El fenómeno de la
internacionalización tiene fuerte incidencia sobre el funcionamiento actual de
los distritos industriales. El aumento de los intercambios mundiales y
financieros, la difusión de nuevas formas organizativas de producción, el fin
de la división del mundo en dos bloques antagónicos y el surgimiento de nuevos
países que se integran fuertemente a la economía mundial (Europa Central y del
Este, India y China), establece un escenario caracterizado por mercados más
amplios y la necesidad de nuevas estrategias y cambios estructurales de las
empresas distritales en términos de diferenciación, innovación y redes a escala
global.
Los procesos de
integración internacional de pequeñas y medianas empresas constituyen un
fenómeno reciente y no del todo desarrollado en el análisis económico. En los
distritos los procesos de internacionalización se desarrollan de forma distinta
a la firma multinacional. Si en este último caso el proceso de
internacionalización es de tipo jerárquico, para el distrito se manifiesta a
través de la construcción de redes cooperativas de intercambio y
abastecimiento. Una estrategia de integración productiva a escala internacional
puede desplegarse a través de acuerdos comerciales e industriales, licencias a
corto término, proyectos de cooperación tecnológica y redes estratégicas. La
integración también se puede dar a partir de la decisión de confiar una fase de
la elaboración a empresas del exterior y adquirir un carácter más operativo.
Como se puede apreciar, en esta situación se genera una integración
internacional de la producción a través de relaciones de mercado que no
necesariamente comportan un manejo de la cadena de proveedores. Esta tendencia
se puede reforzar con procesos como el outsourcing y el networking, la difusión de tecnologías de red y
el empleo de sistemas de e-business (Corò, 2001a; Tattara y Volpe, 2003).
Frente a un
marco de competencia intensificada las estrategias de las firmas distritales,
no excluyentes, principalmente son tres: 1) el desplazamiento de la producción
hacia los segmentos más altos del mercado –alta calidad, lujo–, con mayor
contenido de conocimiento, 2) la deslocalización de fases de
producción en países que presentan bajo costo de mano de obra y 3) el acceso a más mercados externos.
Estas dos últimas estrategias se vinculan de manera directa con el proceso de
internacionalización.
Generalmente,
las firmas de los distritos industriales han ampliado su acceso a los mercados
desarrollando alianzas con un leader mundial para acceder a sus redes de
comercialización y distribución, o afirmándose a través de una empresa de
medianas proporciones para que sirva de interfaz con el mercado. Los procesos
de deslocalización, por su parte, se pueden dar de distintas maneras. Es
posible deslocalizar a través de la cesión de instalaciones en la base
doméstica y la relocalización en terceros países. También es posible
relocalizar o utilizar una instalación en el exterior para expandir la
producción que en el territorio de origen no es posible o conveniente
estimular. De la misma forma, un proceso de deslocalización se puede dar
mediante la decisión de confiar una fase de la elaboración a empresas externas
o adquirir una línea de productos o componentes, primero realizados al interior
de la empresa, por proveedores ubicados en localidades remotas. Justamente una
sustitución de proveedores locales con proveedores externos entra en la
categoría de deslocalización en cuanto se plantee un desplazamiento de la
actividad laboral hacia otro país (Corò, 2001a).
El principal
objetivo de las empresas para descentralizar la producción en países en
desarrollo ha residido inicialmente en aprovechar las oportunidades que se
presentan en cuando a costos del trabajo.[7]
Esta estrategia en la cadena de valor del Made in
Italy sólo se
desarrolla en algunas fases específicas –labour
intensive–, mientras
otras (donde se necesita mayor contenido de calidad manufacturera) requieren un
crecimiento de las inversiones de la base doméstica. Por otra parte, en muchos
casos la deslocalización se ha dado por la falta de mano de obra local, y en
ese sentido se presenta como una oportunidad y una necesidad. De esta forma, es
importante ver a este proceso no sólo como un transferencia de actividad de un
territorio a otro, sino más bien como una transformación más integral de la
organización de procesos globales de producción (Corò y Volpe, 2003).
Para el periodo
1986-2005, el retraso en la expansión internacional de las empresas italianas
de mayor tamaño se compensó con la inserción en los mercados de las pymes.
En estos términos, se evidencia una fuerte tendencia a la deslocalización en
los países de Europa centro-oriental (que comienza con la caída del Muro de
Berlín), junto con una fuerte disminución desde 1986 de la participación en
América Latina y un aumento de las inversiones en Asia y China particularmente
(cuadro 4).
Cuadro 4
Evolución de la
participación italiana en el exterior, 1986-2005
(porcentajes)
1986 |
1996 |
2005 |
|
ue 15 |
43.2 |
39.9 |
31.9 |
ceec* |
0.6 |
20.8 |
27 |
Otros europeos |
5.2 |
3.2 |
3.3 |
África |
10.2 |
10.9 |
9.8 |
Norteamérica |
14.5 |
8.2 |
7.2 |
América Latina |
19.4 |
9.4 |
8.9 |
Asia |
6.7 |
8.2 |
11.1 |
Oceanía |
1.1 |
0.7 |
0.8 |
Total |
100 |
100 |
100 |
*ceec: países de Europa Central y del Este.
Fuente:
Labory, 2006.
Un análisis de
la internacionalización reciente de 764 firmas de 45 distritos industriales
importantes de Italia, muestra un nivel de exportación promedio de 44% sobre la
producción y una creciente capacidad para controlar mercados finales o
participar mediante asociaciones comerciales, redes de franquicias y puntos
directos de ventas. La geografía de la exportación destaca una fuerte
orientación hacia las economías emergentes. Las exportaciones alcanzan
importantes niveles en la Unión Europea (Alemania y Francia a la cabeza) y
Estados Unidos, pero también en Rusia y China, crecientes mercados también de
bienes de lujo. En los mercados en alza, la internacionalización de la
producción involucra a 28.7% de las empresas. Ese valor es aún más alto si se
examina el nordeste y los distritos industriales vinculados a los sectores de
maquinaria y moda (Micelli et al., 2006b).
La dinámica de
internacionalización en las regiones con fuerte contenido de distritos, como
por ejemplo las del nordeste, presenta niveles acentuados respecto de la media
italiana, donde desde principios de la década de los noventa el crecimiento de
las exportaciones fue sumamente sostenido. Este desarrollo se acompañó de una
elevada dinámica de las importaciones, en un marco de redireccionamiento de los
intercambios comerciales caracterizados por la pérdida de peso relativo de los
países de la ue y por la
sustitución de esta cuota de mercado por los países del Este de Europa.[8]
Estos resultados
destacan la importancia que asume la internacionalización de la producción en
las estrategias de las firmas. A diferencia de lo que ocurre con las grandes
empresas, los distritos de pymes no sólo invierten directamente en el
exterior (inversiones extranjeras directas, ied),
también están interesados en impulsar redes locales de distribución en países
extranjeros. De la misma forma, aunque todavía es un proceso lento e
incipiente, la tendencia hacia la internacionalización no supone la declinación
del papel que tienen los sistemas locales italianos en la competencia de las
firmas y territorios.
En este sentido,
en los últimos años la internacionalización de los distritos adquiere un papel
relevante y plantea distintas perspectivas para los territorios. La posibilidad
de renovar la base económica del distrito y exportar un modelo de desarrollo
aparecen como los aspectos más positivos del proceso. No obstante, se aprecian
dificultades para las pymes que no están en contacto directo con
los mercados y tienen bajas competencias tecnológicas. De este modo, la firma
distrital deberá renovar sus formas tradicionales de inserción internacional,
con base en actividades manufactureras, para dar paso a modelos de innovación
en la gestión, la generación de nuevas competencias internas y la creación de
valor en el ámbito territorial.
2. Políticas para los
distritos industriales y nuevas instituciones de governance
A partir de lo
anterior es posible afirmar que el distrito industrial alcanza un papel
relevante en el desarrollo económico italiano de las últimas décadas. Su
despliegue, beneficiado de manera indirecta por distintas legislaciones e instrumentos
a favor de la empresa individual y familiar,[9]
muestra en términos de interacción y especialización productiva un carácter
predominantemente endógeno. Al mismo tiempo, lo indeterminado de sus límites y
su continua transformación en el tiempo ha generado dificultades para
circunscribirlo en términos de política pública. Por un lado, el distrito
conforma un entramado de relaciones entre empresas y de vínculos en el mercado
de trabajo que no tiene límites precisos sobre el territorio (como los administrativos)
y que se van modificando permanentemente. Por otro, aparece como un conjunto de
competencias y de especializaciones productivas en continua evolución (con base
en la innovación incremental y la adaptación flexible), en el marco de una
dinámica de cooperación y competitividad junto a procesos de aprendizaje
técnico e institucional.
En los últimos
tiempos la importancia del distrito y del desarrollo económico localizado
plantean un nuevo marco para la política industrial y sus áreas de intervención,
en un contexto de federalismo y creciente significación de los gobiernos
regionales italianos. En consecuencia, el análisis del distrito como objeto de
política sugiere considerar las distintas etapas que ha atravesado la política
industrial italiana hasta la actualidad, el tipo de marco institucional y los
actores predominantes, las diversas acciones en materia de política regional y
los distintos niveles que conforman el proceso de governance en el plano territorial.
2.1 Supuestos,
lineamientos y etapas de la política industrial italiana
La política
industrial italiana ha pasado por distintas etapas a lo largo de estas últimas
décadas y, recientemente, se ha enfocado en la cuestión distrital. Una primera
etapa se desarrolla desde fines de la segunda Guerra Mundial hasta fines de los
setenta y se caracteriza porque es una política industrial de neto corte
sectorial. La segunda se manifiesta desde los años ochenta hasta principios de
los noventa y sus principales rasgos son la orientación hacia los factores
horizontales de la producción. Finalmente, una tercera etapa que abarca el
resto del decenio hasta la actualidad se distingue por el impulso al ambiente
territorial (económico e institucional) donde se desenvuelven las firmas.
La política
industrial que se establece desde los años cincuenta hasta fines de los
setenta, como el resto de los países europeos, partía del supuesto de que cada
gobierno nacional debía guiar su propia industria. El objetivo central estaba
dirigido a constituir una estructura industrial del país que fuera
particularmente fuerte en los sectores considerados estratégicos (campeones
nacionales). Esta política planteaba la reconversión de los sectores maduros
(textil y vestimenta, siderurgia, papel) y el lanzamiento de nuevos sectores
con una demanda en crecimiento rápido y considerados clave para el desarrollo
económico (electrónica, química, automatización industrial, infraestructura de
transporte, telecomunicaciones). El centro de esta política de carácter
selectivo era la empresa de grandes dimensiones, con producciones de masa y
estandarizadas y fuerte concentración en el Triángulo
Industrial (Turín,
Milán y Génova), donde la presencia de industria ya era importante antes de la
primera Guerra Mundial.
El Estado
establecía así objetivos a través del estudio de sectores, sobre la base de una participación
importante de las élites tecnocráticas nacionales y el predominio de una visión
de la innovación como proceso de transferencia lineal con la participación
predominante de laboratorios, instituciones importantes de investigación,
universidades y grandes empresas. La crisis del petróleo y los escasos
resultados obtenidos con este tipo de política (no se logró contener el déficit
de la balanza comercial, no se generó un verdadero proceso de sustitución de
importaciones en estas áreas y se perdieron recursos al apoyar a grandes
empresas, como Olivetti, con problemas para mantenerse en el mercado) llevaron
al desarrollo de nuevas políticas a partir de los años siguientes (Gurisatti,
2003).
La crisis del
sistema industrial occidental de fines de los setenta y el predomino paulatino
de programas de corte liberal, determinarían para la década de los ochenta un
nuevo tipo de política orientada no a sectores específicos, sino al conjunto
del sistema productivo. Con la importancia gradual que adquiría el Made
in Italy y en un
marco de ajuste estructural de la economía –privatizaciones y reestructuración
de las empresas públicas– se potenció la orientación hacia los factores
horizontales de la producción (capacitación, investigación, infraestructura,
financiamiento pyme). La intervención se centró en el
contexto externo de la empresa y se potenció el desarrollo de agencias
de servicios en temas
como formación, innovación, estructuras locales de asistencia, exportaciones,
etcétera.
A partir de
1992, con la última devaluación competitiva de la lira y la ratificación del
Acuerdo de Maastricht, se dio un proceso de transferencia de poder de dirección
a las regiones y un marco de gestión concertada respecto de las inversiones públicas
(con fuerte participación de las organizaciones empresariales y de la sociedad
civil). Esto se complementaba con el predominio del nivel comunitario
supranacional en los grandes ejes de política establecidos y el desarrollo de
un nuevo marco legislativo de intervención. Así, los primeros años de la década
de los noventa (en particular el periodo 1990-1993) plantearon un cambio
sustancial en el desarrollo de políticas industriales. Los trazos centrales de
política industrial se decidirían de ahora en adelante en el marco de la actual
Unión Europea y mediante distintas legislaciones se daría fin a la intervención
extraordinaria en las áreas deprimidas (sur del país) y se estimularía el
desarrollo de las pequeñas y medianas empresas en conexión con políticas hacia
la innovación (Lanzetti y Marchonatti, 2002; Gurisatti, 2003).
En el año 1993,
la ley 317/1991 para el desarrollo de las pequeñas empresas aparecería como la
primera intervención de carácter orgánico a favor de la firma de menor tamaño
en articulación con su entorno territorial. En la formulación de su artículo
36, “Interventi per l’innovazione e lo sviluppo delle
piccole imprese”,
esta ley plantearía como hecho relevante el sostenimiento del distrito
industrial, constituyéndose en una de las iniciativas de política industrial
enteramente dirigidas bajo la responsabilidad de las regiones.[10]
Con la entrada de Italia al euro, el mayor protagonismo de las regiones y las
restricciones en las cuentas públicas nacionales la política industrial
italiana se dirigiría entonces al estímulo de economías externas y servicios a
través de prácticas concertadas en el ámbito territorial en los diferentes
sectores productivos.
De este modo,
las regiones abandonarían progresivamente la asistencia directa sobre la
economía a favor de acuerdos negociados localmente con las partes. Más allá de
los resultados positivos que muchas de estas experiencias han tenido, es
necesario aclarar que la lógica predominante de funcionamiento técnico y de las
inversiones públicas siguió teniendo un carácter más de tipo top-down (de arriba hacia abajo).
Precisamente, la dinámica de los distritos industriales responde en general a
una lógica de autoorganización y gestión de los recursos que opera desde la
base, bottom-up,
y se va extendiendo a niveles superiores. Al mismo tiempo, las disposiciones
legislativas emanadas de las regiones y las distintas políticas que se
desarrollaron hacia fines de los noventa tuvieron efectos muy limitados para
estimular la competitividad de los distritos frente al clima de
internacionalización creciente. Esto resalta la necesidad de nuevos
instrumentos de política que valoren los activos intangibles de los distritos y
contemplen la evolución del modelo competitivo de las empresas.
2.2 Nuevos
postulados de política orientados al desarrollo de los distritos industriales
La crisis del
modelo tradicional de intervención, en términos de centralización tecnocrática
y transferencia top-down, plantea la necesidad de un nuevo
tipo de política industrial que valore las particularidades de los distritos y
sus territorios en un cuadro de competitividad más amplio. Esto supone, por un
lado, la importancia de desplegar acciones para la innovación que den cuenta
del contexto territorial, más que de las firmas individualmente. De la misma
forma, se requieren nuevos modelos de governance que contemplen el rol activo de los
actores e instituciones locales en la generación de proyectos superadores
frente a un contexto acelerado de cambio. Una política industrial para los
distritos en el plano regional debe centrarse, por tanto, en el desarrollo de
acciones de naturaleza estratégica para impulsar las iniciativas de los actores
locales sobre temas como innovación, internacionalización y articulación productiva.
Así, los ejes de sostenimiento regional para iniciativas de corte local podrían
abarcar desde proyectos comunes de investigación y transferencia tecnológica,
el armado de redes productivas fuertemente especializadas, incentivos al
desarrollo de patentes y el armado de marcas de calidad, como la difusión de
tecnologías de red, la creación de nuevas empresas, servicios para la
internacionalización y logística, formas novedosas de financiamiento y acciones
en materia de marketing territorial (Corò, 2001b).
En estos
términos, el distrito como objeto de política se debe contemplar como un
conjunto de actividades que generan valor en relación con la producción de
bienes y servicios particulares. En un marco donde se reinterpretan los
presupuestos tradicionales de intervención, las políticas para el distrito
requieren que se desarrollen y fortalezcan las economías externas y los bienes
públicos territoriales. Esto resalta la importancia de garantizar servicios
reales a disposición de la mayor cantidad de empresas del territorio, generar
redes de innovación (desarrollando lenguajes comunes de producción y
estandarización), brindar infraestructura material e inmaterial y promover
proyectos de cooperación institucional (Nonaka y Takeuchi, 1995). De esta forma,
las intervenciones serán exitosas en la medida que puedan impulsar procesos
creativos y la generación de nuevos conocimientos a través de un juego de
animación de sujetos de naturaleza diversa (privados, redes de empresas e
instituciones, formas mixtas) y el desarrollo de mecanismos de autoorganización
competitiva (Schmitz, 1999; Lane, 2002; Florida, 2002; Becattini, 2003).
La arquitectura
institucional para el desarrollo de una política industrial regional con eje en
los distritos y los sistemas productivos locales se presenta entonces como un
elemento de fundamental importancia. La ley 317/191 permitió distinguir
distintos niveles de actuación. Un primer nivel lo representa la región, que cumple un papel de dirección
general y articulación en cuanto al financiamiento propio, nacional y
comunitario, a la vez que participa en la aprobación de lineamientos y
proyectos de desarrollo local, monitoreo y control de resultados. Después
aparece el denominado comité del distrito (con distintos nombres según la región)
que se presenta como una estructura autónoma creada por los actores económicos
locales (asociaciones empresariales, entidades gubernamentales, cámaras de
comercio, centros de servicios, escuelas técnicas, universidades, bancos
locales, etc.) cuyas funciones tienen que ver con la representación y
proyección del distrito. Finalmente se destacan los objetivos estratégicos en
materia de política industrial definidos por el comité del distrito como Planos
de desarrollo local.
En esta instancia se definen las metas en los distintos ejes (innovación y
calidad, empleo, formación, estímulo del territorio –marketing territorial–, medio ambiente) como
los instrumentos para alcanzarlas. Este proceso implica considerar los temas
prioritarios que deben ser financiados, los actores y los proyectos de interés
común que se van a sostener con contribuciones de la región (Corò, 2001c y
2002).
La aplicación de
este tipo de funcionamiento institucional ha tenido distintos resultados según
las regiones. Es claro que la compatibilidad entre las esferas regional y local
se presenta como un aspecto central cuando se considera un marco institucional
que haga hincapié en los distritos y las aglomeraciones productivas
territoriales. Si bien la responsabilidad de individualizar los temas de
política industrial deben quedar en manos de las fuerzas locales, esto tiene
que darse en el contexto de una estrategia regional de desarrollo articulada en
los ámbitos nacional e internacional. La complementariedad entre las
iniciativas locales y los principales lineamientos esbozados por la región
determinan una mejor asignación de los recursos, así como una coherencia
territorial efectiva que evite duplicaciones o favorezca acciones aisladas.
2.3 La experiencia
de la región del Véneto
La región del
Véneto constituye un ejemplo muy interesante en la definición de aspectos
institucionales y de governance que caracterizan a un nuevo tipo de
política industrial con énfasis en la temática del distrito. La discusión sobre
las principales características que debe asumir la intervención en el escenario
actual tiene raíces particulares vinculadas con las siguientes cuestiones: 1) el hecho de que los recursos
disponibles para el modelo de economía difusa (territorio, mano de obra local y
posibilidades de innovación) se encuentran en una fase de agotamiento y 2) el fuerte impulso federalista y el
poder de las asociaciones empresariales, más protagónicas en el Véneto que en
otras regiones italianas, que determinaron demandas muy fuertes de cambio en
relación con el sostenimiento de las pymes y la innovación (Gurisatti, 2003).
Actualmente el
Véneto se caracteriza porque es una economía regional con plena ocupación (la
tasa de desempleo promedio de los últimos años osciló entre 3% y 4%), con gran
cantidad de empresas (alrededor de 450 mil en los diferentes sectores) y un
fuerte modelo de especialización industrial basado en sistemas locales de
pequeñas empresas. Justamente, es posible identificar alrededor de 15 distritos
que contienen entre 100-150 mil empleados que trabajan en cerca de 10,000
empresas en sectores de especialización distrital (textil, muebles y
equipamiento, calzado, piel, anteojos y maquinaria asociada).[11]
En este
contexto, la reciente ley para el reconocimiento de distritos aprobada por la
región del Véneto en abril de 2003 concentra su interés en las redes de
empresas que intervienen en el territorio. Los ejes centrales de la política se
orientan a cofinanciar actividades surgidas desde el propio sector productivo,
para generar procesos interactivos y autoorganizados entre los agentes en el
marco de un compromiso entre las partes y el desarrollo de metas de
cumplimiento efectivo.
La nueva ley
regional define al distrito como una entidad territorial
caracterizada por una elevada concentración de empresas integradas entre sí en
un sistema productivo, donde operan un conjunto de actores institucionales en
el sostenimiento de la economía local. Los criterios que determinan la
relevancia del sistema productivo tienen que ver con el número de empresas y de
ocupados en el territorio, la importancia del entramado en las economías
regional y nacional, la radicación histórica de competencias distintivas, la
capacidad de innovación y la función estratégica del sistema para el futuro de
la región. Por otra parte, como sujetos institucionales con capacidad de
actuación aparecen fundamentalmente las administraciones locales, las
asociaciones empresariales, los centros de servicios, así como las
instituciones educativas y de formación profesional. De esta forma, el concepto
de distrito se considera desde una perspectiva amplia donde se incluyen tanto
los factores económicos como los aspectos socioinstitucionales que caracterizan
a una sistema productivo territorial abierto.
En este
escenario se plantea como requisito indispensable que los actores privados e
institucionales que forman un distrito productivo elaboren una proyección estratégica y
presenten a la región un pacto para el desarrollo distrital.
Este pacto, que parte
de la idea de distrito como agregación de actores, debe comprender al menos
80 empresas y 250 empleados en el marco de un sistema de integración
especializado (o cadena productiva) con la participación de las instituciones
locales. Los pasos que se consideran para la constitución del pacto como
proyecto incluyen un estado de situación del distrito, los puntos fuertes y
débiles, la estrategia de desarrollo planteada a mediano término, los recursos
financieros disponibles y las prioridades proyectadas.
La ley contempla
que la Cámara de Comercio, por su disponibilidad de datos e información
general, valide y acredite los contenidos del pacto. Al mismo tiempo, se prevé
que cada sistema productivo local elija un representante
de distrito que
asumirá el rol de garante del pacto en la denominada Consulta
dei Distretti (que
conforma un órgano consultivo del asesor encargado y la junta regional en la
gestión de la ley). Este órgano se compone de diversos representantes de los
distritos acreditados y se orienta a la preparación de los anuncios y el
monitoreo general de los pactos en el ciclo de vigencia de la ley (tres años).
La región, por
tanto, reconoce a los distritos no de manera ex ante sino en función de una red de agentes
actuantes y capaces de generar una estrategia evolutiva. Una vez definidos éstos,
se pasa a una segunda fase donde se formula una convocatoria abierta para la
asignación de recursos a proyectos tendentes a satisfacer los objetivos
del distrito (la participación es libre para agentes locales y externos). El
sostenimiento regional para este tipo de iniciativas supone que los aportes se
realizan en la medida que hagan lo propio los sujetos interesados (la
contribución pública es de hasta 40% de los gastos admitidos, contra 60% que
deben solventar quienes participan en el desarrollo del distrito). Así, los
criterios generales privilegiados para la aprobación de los proyectos son los
siguientes: 1)
coherencia respecto de las prioridades estratégicas de la política industrial
regional y del pacto de desarrollo local, 2) que los promotores de las iniciativas
asuman responsabilidades y contribuyan al financiamiento, 3) la creación de externalidades
positivas, 4)
la valoración de los recursos y estructuras locales, 5) la participación de la mayor parte de
los actores involucrados en la realización del proyecto y 6) el despliegue de sinergias e
integraciones con proyectos desarrollados en otros distritos.
Es importante
destacar que una vez que se aprueba el pacto para el desarrollo del
distrito, esto no
supone que los proyectos sean refrendados de manera directa o se asignen
recursos a los actores involucrados. Justamente en la etapa de selección y
financiamiento de los proyectos (tercera fase del proceso), se deja de lado la
posibilidad de que éstos los realicen quienes hacen el pacto distrital. Con
esto se intenta involucrar a otros actores vinculados con la esfera productiva
y con experiencia técnica. De esta forma se establece un núcleo de validación
de los proyectos y se verifica si responden a los objetivos de la política
industrial regional y a las indicaciones de los pactos de desarrollo de cada
distrito industrial.
Con esta serie
de procedimientos se busca asegurar un correcto empleo de los recursos públicos
mediante la elección y financiamiento adecuados de los proyectos, la
transparencia de la gestión, la apertura a distintos agentes en la oferta de
servicios para los distritos y la participación de la parte privada en las
iniciativas. Por otro lado, mediante esta ley el distrito considera no sólo con
base en algunas variables estructurales (cantidad de empresas, ocupación, grado
de especialización, etc.), sino también en relación con la capacidad de los
actores para construir estrategias cooperativas y desarrollar proyectos
comunes. La posibilidad de valorar y promover acciones de cooperación entre las
empresas y las instituciones locales, intenta superar los límites mostrados en
la aplicación de la ley 317/1991 en relación con la creación de una estructura
formal de gobierno económico local (el comité del distrito), que con frecuencia contribuye a
burocratizar las decisiones y a generar una idea de autoridad técnica superior
de gestión sin participación de los actores locales.
Si bien la ley
presenta estos aspectos positivos, también es importante considerar algunas
interrogantes que surgen en su desarrollo. Por un lado, aparecen dudas respecto
al rol final que jugarán efectivamente las asociaciones intermedias
–organizaciones empresariales, cámaras de comercio, etc.– en la nueva
institucionalidad que la legislación plantea, tomando en cuenta el papel
protagónico que han tenido en el crecimiento del distrito tradicional. Otro
elemento tiene que ver con el fuerte protagonismo que se le asigna al asesor y
a la junta regional que pueden ser determinantes en la suerte que corra el
proceso. Por otra parte, la gran amplitud y diversidad de propuestas que se
encuadran en el marco del distrito pueden llegar a incluir casos con
debilidades en su constitución (que se supone se irán corrigiendo en la medida
que la ley entre en una fase plena de aplicación). Más allá de estos puntos, es
claro que la legislación constituye un caso innovador en términos de
intervención en los ámbitos industrial y territorial. Hasta el momento se han
presentado 28 pactos para el desarrollo de distritos, que abarcan desde los tradicionales
como Montebelluna (calzado deportivo), Murano (vidrio) y Valpolicella (mármol)
hasta nuevos y singulares especializados en packaging, biotecnología y logística), y 115
proyectos (en investigación aplicada, transferencia tecnológica, creación de
observatorios y bancos de datos del distrito, participación en ferias
internacionales, realización de productos informáticos y promoción de las
marcas distritales) con un financiamiento regional de 15 millones para cada
ejercicio en el trienio 2003-2005.
Esta nueva
legislación permite distinguir distintos planos de intervención en términos de governance. Un primer plano es de carácter regional y se vincula fundamentalmente con la
evaluación y administración, la definición de recursos para la política industrial
y determinaciones en cuanto a los criterios para el financiamiento de los
proyectos. Después aparece el nivel local en relación con el desarrollo de los pactos y con la participación en la Consulta
dei Distretti. En
último término se destacan los proyectos para los distritos, promovidos por
actores individuales o colectivos, públicos y/o privados, locales y/o externos.
Estos tres
planos se deben entender como componentes de una cadena articulada y flexible,
donde la búsqueda de eficacia se centre en el alcance de los objetivos
propuestos y no sólo en el cumplimiento formal de los procedimientos. La idea
central es generar mecanismos versátiles y de carácter estratégico, con
seguimiento técnico en el ámbito regional y de otras instituciones que permitan
que los actores locales desarrollen proyectos innovadores de base territorial
en el marco del distrito, contemplando su inserción externa. Por tanto, el
acercamiento al nivel de governance tiene un carácter estrechamente
evolutivo, en cuanto que se basa en una estrecha relación entre la fase de
negociación e implementación de políticas y supone procesos dinámicos de
aprendizaje, mejoramiento continuo y desarrollo interactivo de los componentes
de la red a nivel local, regional e internacional.
3. Reflexiones
finales
A lo largo de las
últimas décadas, el distrito industrial italiano ha atravesado por distintas
etapas que lo han consolidado como una de las formas más virtuosas de
organización de la producción y desarrollo de modalidades de aprendizaje
técnico en el ámbito territorial. En la actualidad los procesos de
internacionalización redefinen la lógica tradicional del distrito, alargan la
dimensión del territorio (y de sus actores) y obligan a repensar el fenómeno
local contemplando la escala global.
En este
contexto, organizar una política para el distrito industrial no es tarea
sencilla. El distrito existe en la práctica porque los actores económicos
locales se identifican en un sistema de relaciones sociales y productivas,
donde se combinan distintos valores y un sustrato común de conocimiento
técnico. Esto plantea la necesidad de un modelo de política industrial que no
sólo tenga una base legislativa adecuada, sino fundamentalmente un sistema
concreto de acciones e incentivos a favor de las estrategias de los actores en
el marco de las redes (locales y extra locales) donde se desenvuelven.
Pensar al
distrito como sujeto de política supone considerar el legado común de economías
externas y bienes públicos territoriales desarrollados en el transcurso de los
años. De la misma forma, implica favorecer procesos de autoorganización
competitiva de los actores locales que permita dinámicas de adaptación
espontánea. Por último, también plantea la importancia de generar nuevas formas
de governance
que permitan revalorar la especificidad productiva de los territorios y la
construcción social de nuevos conocimientos.
En este
escenario se hace indispensable construir una visión del distrito que contemple, en un
contexto de internacionalización e innovación permanente, la fuente de
especialización del distrito (como valor diferencial y de calidad) a partir de
los distintos aspectos económicos y sociales que permitieron su crecimiento.
Supone también la generación de capital creativo, competencias distintivas, inteligencia
institucional y la priorización de un modelo de desarrollo socialmente
sostenible y sustentable. En un contexto de competitividad como el actual, una
estrategia de este tipo no se puede dejar solamente en manos de unas pocas
empresas e involucra un campo de acción para una política amplia del distrito
que promueva la generación de conocimiento, fortalezca las dinámicas
empresariales y el desarrollo de redes, involucre una serie de servicios e
infraestructuras estratégicas y permita la internacionalización del sistema
productivo.
En la actualidad
estos principios renovados de política en relación con los distritos se
encuentran en pleno desarrollo, tal como hemos visto con la región del Véneto.
Sus resultados todavía son incipientes, aunque es posible advertir avances en
lo que se refiere a la investigación aplicada, la transferencia tecnológica, la
institucionalidad establecida y los niveles de participación en el plano
internacional. Precisamente la apertura de los distritos genera que, por lo general,
el territorio local sea el espacio para el desarrollo de actividades
innovadoras de alto valor agregado; el resto de Europa occidental, el lugar
para la adquisición de competencias y recursos especializados; los países del
Este europeo, el sitio para el despliegue de redes controladas basadas en mano
de obra deslocalizada;
y Asia y Oriente –particularmente India y China– lugares privilegiados para
tomar oportunidades en términos de costos y mercados.
Este proceso de
internacionalización, sin embargo, fortalece empresas más estructuradas de
medianas dimensiones y plantea dificultades para las pequeñas firmas de los
distritos, especialmente para aquéllas que no están en contacto fluido con el
mercado y tienen bajas competencias tecnológicas. De este modo, una respuesta
de política industrial estratégica deberá considerar aspectos defensivos y de
reposicionamiento y consolidación. En el primero de los casos, supone gestionar
en poco tiempo el impacto, incentivando procesos de reestructuración y reconversión
industrial para responder a las demandas de mediano y largo plazos. En el
segundo, implica promover inversiones en lo que se refiere a formación e
investigación en sectores de alto contenido en conocimiento (informática,
biotecnologías, genética, robótica, etc.) y reforzar el Made
in Italy en cuanto a
fortalecer las relaciones y la generación de conocimiento dentro de los
distritos, la protección de los derechos de propiedad intelectual y la
promoción del marketing territorial.
En este sentido,
el futuro del distrito estará claramente ligado a la capacidad de reproducir y
alimentar en el tiempo y hacia el exterior la compleja combinación de elementos
que le ha permitido ser un modo alternativo de producción (de bienes y hoy cada
vez más de servicios) y de aprendizaje técnico. Así, una política para el
distrito deberá tener la capacidad de aprender de la experiencia, de involucrar
a los principales protagonistas en la formulación y validación de los proyectos
y generar una convergencia sobre los principios y estrategias en los ámbitos
local, regional, nacional e internacional.
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Giuseppe y Mario Volpe (2003), “Las redes en los distritos industriales
italianos: la Terza Italia”, en Fabio Boscherini, Marta Novick y
Gabriel Yoguel (comps.), Nuevas tecnologías de información
y comunicación. Los límites en la economía del conocimiento, Miño y Dávila-ungs, Buenos Aires, Argentina.
Recibido:
7 de julio de 2006.
Aceptado:
16 de octubre de 2006.
Rodrigo
Reynaldo Carmona.
Es candidato a doctor en ciencias sociales por la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales (flacso, Buenos
Aires); magíster en Strategie e Politiche di Sviluppo Locale e Distretti
Industriali por la Scuola Superiore di Specializzazione/Fondazione Cassamarca, cepal (Conegliano-Treviso/Italia);
magíster en economía y desarrollo industrial con especialización en pequeñas y
medianas empresas por la Universidad Nacional de General Sarmiento (ungs). Es miembro de la Red Nacional de
Centros Académicos dedicados al Estudio de la Gestión en Gobierno Locales
(Redmuni), miembro de la Red de Estudios sobre Pequeñas y Medianas Empresas
(Redpymes-Mercour), miembro de la Comisión Directiva de la Asociación
Latinoamericana para el Desarrollo de la Industria, la Tecnología y el Empleo (alatide). Actualmente se desempeña como
investigador-docente del Instituto del Conurbano (ico) de la ungs.
Sus líneas de investigación actual son: políticas públicas, desarrollo local e
institucional, governance y fomento productivo
territorial. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “Nuevas
formas de gobierno y gestión pública en el escenario local. Algunos ejes de
debate para el estímulo de procesos de desarrollo”, en Adriana Rofman y
Alejandro Villar (comps.), Desarrollo local. Una revisión
crítica del debate,
Espacio-unqui-ungs, Buenos Aires,
pp. 155-168 (2006); en coautoría, “Conocimiento y desarrollo local en el
contexto global. Algunos debates en el escenario europeo”, en Aída Quintar,
José Borello, Verónica Roberts y Gabriel Yoguel (comps.) La
informática en la Argentina.
Desafíos a la especialización y a la competitividad, Prometeo-ungs, Buenos Aires, pp. 277-290 (2006);
“Descentralización en la Provincia de Buenos Aires: una mirada desde los
municipios”, en Subsecretaría de Asuntos Municipales-Ministerio de
Gobierno-Provincia de Buenos Aires (comps.), Descentralización
y fortalecimiento del Estado, Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, Buenos
Aires, pp. 165-196 (2005).
[1] Con
el término governance
se pretende definir un nuevo estilo de toma de decisiones, diferente a los
modelos tradicionales más centralizados y jerárquicos, caracterizado por la
interacción y cooperación de los diferentes actores públicos y privados en una
política pública particular.
[2] Alfred
Marshall (1879 y 1920) destaca las ventajas económicas que genera la cercanía
entre firmas que permiten potenciar la denominada atmósfera industrial
y generar economías
externas que puede aprovechar el conjunto empresarial
que opera en un territorio: oferta local de materias primas y servicios,
creación de un mercado de trabajo especializado, acceso a un flujo de
conocimientos técnicos, mercado de maquinarias, etcétera.
[3] Estas
regiones conforman lo que se ha denominado Tercera Italia,
en contraposición al noroeste más desarrollado en lo económico y al sur más
postergado. En los últimos años, aparecen nuevas dinámicas regionales que
muestran sobre todo un fuerte crecimiento en las regiones del nordeste (Véneto,
Friuli Venecia Giulia y Trentino Alto Adige). Véase Corò (2003) y Anastasia y
Corò (1996).
[4] Las
regiones del nordeste y centro de Italia se han desarrollo con base en la
difusión de sectores tradicionales como calzado, muebles, pieles, anteojos,
orfebrería/joyas, mármol y cerámica, ligados fuertemente a la industria metalmecánica.
Estos sectores aparecen para la época como verdaderos nichos
de mercado internacional y con el tiempo logran alcanzar altos estándares de
calidad e innovación.
[5] Estos
saberes de distinto tipo se van acumulando a lo largo del path dependence
de los agentes, sean éstos individuales o colectivos, y se manifiestan en la
creación de activos tangibles e intangibles que resultan centrales en el
proceso de competencia.
[6] La
literatura plantea que el proceso clave en el pattern
formativo lo constituyen los spin-off
generados por la empresa originaria, que presenta por tanto el rol de empresa
seminal o de matriz de empresarialidad.
[7] Ejemplos
de este proceso son el distrito del calzado de Verona (deslocalización de fases
de la producción en Bosnia, Rumania, India y tiene previsto también en China) y
el de ropa deportiva de Montebelluna (especialmente Rumania, provincia de
Timisoara). Debido a distintos problemas generados en el terreno práctico,
actualmente se plantean perspectivas más amplias que involucran la importancia
de lo institucional, lo logístico y lo cultural en el desarrollo de nuevas
formas de integración productiva a escala internacional.
[8] Si se
toma el caso del sistema productivo local textil-indumentaria de la provincia
de Vicenza, en la región del Véneto, el conjunto moda
alcanzaba para 2001 una tasa de exportaciones de alrededor de 30% sobre el
total provincial, contra valores que oscilaban en 25% para 1993 (esto
constituye un valor muy importante si se considera que la provincia, en el mismo
periodo y depurando el dato del crecimiento interno de los precios, obtiene 66%
en sus exportaciones). Al mismo tiempo, en ese lapso creció la tasa de
importación del sistema moda a más del doble, pasando de 12% a 25%. Por otro
lado, los países europeos disminuyeron sus cuotas respecto de las exportaciones
vicentinas y se sustituyeron por cuotas de exportación a los mercados de Europa
Centro-Oriental, en especial Rumania, pasando de 4% a 10%. Esto se manifestó, a
su vez, en intercambios comerciales con fuerte incidencia de las importaciones,
que indicarían un proceso de integración no sólo comercial sino también
productivo (Corò y Volpe, 2003).
[9] Nos
referimos a las facilidades para el artesanado en 1952, la ley Sabatini de 1965
–que introduce importantes incentivos para las inversiones en máquinas,
herramientas y otros instrumentos públicos a favor de la empresa artesanal (fondi artigiancassa)–
y el desarrollo de consorcios
promocionales (participación en ferias, misiones
comerciales, etc.) en 1989 y consorcios
de crédito a través de varios programas de la ley
371/1991
[10] La
ley 317/191, en su artículo 36, transfiere a las regiones los instrumentos para
el desarrollo de los distritos. En este contexto, las regiones pueden: 1)
reconocer jurídicamente como distritos a los sistemas locales del trabajo que
presenten índices de especialización sectorial y de densidad de empresas
sensiblemente superior a la media nacional y 2)
desarrollar diversas acciones de intervención sobre los distritos y sistemas
productivos locales. Sin embargo, esta legislación recibiría sucesivas
modificaciones en los años subsiguientes, producto de las dificultades para
definir en términos operativos la noción de distrito.
[11] Para un análisis del desarrollo económico véneto desde los años sesenta hasta la actualidad, véase Anatasia y Tattara (2003).