Presentación
Con la entrega
del número 25 de la revista Economía, Sociedad y Territorio festejamos diez años de publicación
ininterrumpida de nuestro órgano de difusión científica. No obstante, sin dejar
de reconocer los grandes esfuerzos que ello ha implicado, cumplir diez años no
constituye un reto en sí mismo. Los principales desafíos radican en la
posibilidad de constituir este órgano de difusión en una referencia clave para
la comunidad académica vinculada al campo de los estudios urbanos y regionales,
consolidarse como un medio de comunicación de calidad comprobada y, sobre todo,
con amplios niveles de difusión e impacto.
Los mecanismos
que es preciso emprender para lograr tanto la consolidación como la difusión e
impacto son diferentes para una revista de divulgación de la ciencia y para
otra de difusión científica, pues mientras la primera tiene el objetivo central
de dar a conocer a la población en general los principales avances del
desarrollo científico y tecnológico y, por tanto, se enfrentan al reto de
comunicar sus resultados en un lenguaje sencillo y de fácil acceso para el
público no especializado; las revistas de difusión funcionan como canal de
comunicación entre especialistas, razón por la cual recurren a un lenguaje
acreditado en cada campo del conocimiento y a mecanismos que —más allá del
mayor o menor consenso que generen— buscan avalar la calidad académica de cada
una de las colaboraciones que difunden. El hecho de que los públicos a los que
se atiende sean diferentes, implica también que las formas de producción y
diseminación también lo sean.
Toda revista de
difusión de la ciencia funciona como medio de comunicación entre los
integrantes de la comunidad académica a la que espera servir, y dado que las
comunidades académicas no tienen fronteras institucionales, ni nacionales, los
órganos de comunicación que tienen por objetivo constituirse en un puente que
facilite la comunicación científica, deben buscar funcionar más como escaparate
de lo que se produce en una disciplina, que de lo que se produce en una
institución o en un país en particular.[1]
La mayoría de
las instituciones encargadas de dictar la normatividad científica en diversos
países del mundo —incluyendo, por su puesto, los de la región latinoamericana—
han optado por reconocer como revista académica “de calidad” a aquélla que ha
logrado acreditar favorablemente procesos de evaluación nacionales y, sobre
todo, internacionales. Las instancias responsables de esta labor son, por lo
general, bases de datos que —con propósitos documentales y de recuperación
bibliográfica— definen criterios de selección de publicaciones periódicas. A
dicha selección y clasificación se le conoce, comúnmente, como indización.
Ahora bien, la
admisión en prácticamente cualquier base de datos o sistema de indización
especializado y de alta calidad —ya sea referencial, de resumen o a texto
completo— contempla dentro de los parámetros prioritarios de evaluación la exogeneidad
internacional y diversidad institucional, tanto de su comité editorial como de los autores de las
colaboraciones que se publican. Esta situación cobra mayor relevancia cuando se
reconoce que, hasta el momento, el principal aval de calidad académica de una
revista especializada radica en la cantidad y calidad de indizaciones que ha
logrado acreditar. No es extraño, por tanto, que prácticamente todos los
sistemas de evaluación de la productividad académica del mundo otorguen mayor
valor a la publicación de artículos en revistas indizadas.
Pero ¿qué
significa para una revista estar o no indizada? Y, sobre todo, ¿todas las bases
de datos y sistemas de indización reflejan calidad científica en la producción
de una revista?
Esta pregunta
cobra mayor sentido cuando se reconoce que, según los datos que reporta el Ulrich’s
Internacional Periodical Directory (www.ulrichsweb.com/ulrichsweb),
hasta el año 2000 existían en el mundo más de 2,200 servicios de indización y
resúmenes registrados (Alonso, 2001). Sin embargo, no todas estas bases de
datos registran revistas académicas de contenido científico; de hecho, el
propio Ulrich’s
considera que en el mundo se publican alrededor de 160 mil revistas que pueden
calificarse de científicas y están incluidas en alguna base de datos, de las
cuales sólo 62.5% (100 mil) se pueden considerar publicaciones
científicas primarias,
es decir, que publican principalmente investigación original (Ruíz Pérez et
al., 2006).[2]
Con todo ello,
¿cómo saber si una revista académica es considerada o no publicación
científica primaria?
y, si así fuera, ¿cómo saber si dicha revista es de mayor o menor “calidad”
frente a otras similares?
Una de las bases
de datos internacionales más utilizadas y valoradas por las políticas de
evaluación de los diversos países del mundo es el Internacional Scientific
Information (isi), impulsado desde
1950 por Eugene Garfield y posteriormente adquirida por Thomson Scientific (ths), empresa dedicada a la recopilación
de resultados de investigación, mismos que son sistematizados y de los cuales
se obtienen los indicadores a partir de los cuales la mayoría de los países
definen su posicionamiento en lo que se ha dado en llamar “la gran corriente de
la ciencia”. La base de datos del isi-Thomson
cubre aproximadamente 7,500 revistas académicas, la mayoría de ellas editadas
en los Estados Unidos y en algunos países de europeos. Si bien su cobertura
temática abarca todas las disciplinas del conocimiento, es posible advertir una
mayor proporción de revistas relacionadas con las disciplinas naturales y
exactas (véase www.isinet.com).
Recientemente,
la empresa Elsevier bv ha
impulsado el desarrollo de la base de datos Scopus cuya intención es ofrecer
indicadores de impacto científico para un universo más amplio que, a decir de
sus desarrolladores, representa aproximadamente 80% de las publicaciones
científicas internacionales. Scopus integra en su acervo aproximadamente 15 mil
revistas académicas; no obstante, su cobertura tanto regional como temática no
dista mucho de la que informa el propio isi-Thomson
(véase www.info.scupus.com).
En este punto es
preciso señalar la diferencia entre directorios y bases de datos, pues mientras
los primeros tienen el objetivo de dar a conocer cuáles son las revistas que se
reportan (estén en circulación o se encuentren suspendidas), las otras tienen
la finalidad de ofrecer información estandarizada acerca de la publicación. Al
mismo tiempo, diversas bases de datos ofrecen al usuario no sólo información de
referencia sino, incluso, acceso al texto completo de los artículos; en mucha
ocasiones el acceso tiene un costo y, más recientemente, muchas otras operan
bajo los principios del acceso abierto (open access) con la intención de garantizar el
libre acceso al conocimiento, sin costo directo para el usuario final (véase
http://www.soros.org/openaccess/).
Es así que una
revista se considera de calidad en la medida en que ha logrado un mayor número
de registros en directorios y bases de datos pero, acaso más importante, será
considerada como una publicación consolidada en la medida en que dichos
sistemas recurran a rigurosos procesos de selección y admisión.
La pregunta que
surge entonces es: ¿cuáles son los criterios de evaluación a los que son
sometidas las revistas académicas para ser consideradas publicaciones de
calidad? Sin lugar a dudas, ello dependerá de los objetivos y alcances de las
bases de datos, pero si consideramos como parámetro a los sistemas
internacionales, independientemente de la disciplina a la que se haga
referencia, es posible afirmar que son tres los principales parámetros:
ü Cumplimiento de los estándares de
publicación de revistas científicas.
ü Representatividad internacional.
ü Cobertura temática de la revista.
En el primer
rubro generalmente se analizan indicadores como: regularidad y puntualidad en
la periodicidad; cumplimiento de normas editoriales internacionales (títulos
descriptivos, filiación institucional de los autores y referencias
bibliográficas normalizadas); existencia de resúmenes y palabras calve, tanto
en el idioma que se publique la revista como en inglés; y aplicación de un
sistema de revisión por pares (peer review) para la selección de originales.
El carácter
internacional de la revista se determina a través de los actores que la hacen
posible: la entidad editora, los miembros del consejo editorial —que dirige y
orienta su política científica— y, por último, los autores que en ella
publican. El uso de indicadores como la procedencia geográfica e institucional
de cada uno de ellos, así como su proyección internacional (vista a partir de
su currículo investigador) ofrece un panorama del contexto nacional o
internacional en el que se desarrollan, directa o indirectamente, los
contenidos de investigación que canaliza y difunde la revista. Asimismo, se
toman en consideración indicadores relativos a la audiencia y difusión: tiraje,
suscripciones, presencia en bibliotecas, repertorios bibliográficos y bases de
datos nacionales e internacionales de la especialidad.
El análisis de
la cobertura temática busca indagar la relación entre el objetivo de difusión
planteado por la revista y lo que efectivamente se está publicando. Dado que
estamos hablando de publicaciones especializadas, se espera que lo que
efectivamente se publique esté directamente relacionado con los temas a los que
interesa dar difusión. De manera adicional, algunas bases de datos analizan: si
el área de especialidad de la revista está bien cubierta en la base de datos y
si los contenidos ofrecen algo nuevo en su área de conocimiento. Se utilizan
distintos indicadores que buscan destacar la solidez de la revista, no sólo en
el ámbito internacional, sino también en el de las disciplinas.[3]
Por último, es
preciso mencionar que para el ingreso de una revista en las bases de datos
generadas por isi-Thomson, uno de
los elementos más determinantes es el análisis de citas y el Factor de Impacto
(fi). Para ingresar una nueva
revista también se consideran las citas que reciben los autores que han
publicado en la revista y los miembros de su consejo editorial.[4]
Sin duda, es
lamentable que las políticas científicas de prácticamente todos los países del
orbe consideren casi como único criterio de calidad académica el que una
revista se encuentre incluida en los índices del isi-Thomson, sobre todo cuando se reconoce que dichos
indicadores no se crearon con la intención de evaluar la calidad de las
revistas o de los investigadores, sino para desarrollar una geografía de la
ciencia. Y si bien es necesario manifestarse en contra de dicha situación, como
integrantes de la comunidad académica no podemos actuar al margen de las
políticas definidas nacional e internacionalmente a riesgo, claro está, de
quedar segregados del acceso al financiamiento para la investigación y del
reconocimiento por parte de nuestros pares académicos.
Todo aquél que
ha estado vinculado, de una u otra forma, a la producción de una revista
especializada desde un país periférico, sabe bien que lo más difícil de echar a
andar un proyecto editorial académico es posicionarse entre una comunidad
científica como un medio de comunicación de alta calidad. Ello, en principio,
está dado por los mecanismos de selección de los materiales que se van a
publicar; actualmente, se reconoce que el dictamen por pares (peer
review) es la
estrategia que asegura que una revista sólo publicará aquellos resultados de
investigación que han sido revisados de forma pormenorizada por, al menos, dos
expertos en la materia.[5]
Una vez que esto
se ha logrado, el principal reto para todo editor científico consiste en lograr
y, sobre todo, mantener un flujo constante de artículos de procedencia diversa
(tanto nacional como institucional) que pueda asegurar no sólo la pervivencia
de la publicación sino, fundamentalmente, posicionarse como un medio eficaz de
comunicación entre especialistas.
Sin embargo, el
camino para consolidar a una revista científica no termina ahí. Los editores
científicos deben estar conscientes de la necesidad de posicionar su
publicación en cada vez más y mejores sistemas de indización. Esto es lo único
que puede garantizar a sus autores que sus colaboraciones serán difundidas en
un medio que lucha constantemente por mejorar la visibilidad de sus resultados
de investigación y, al mismo tiempo, sensibilizar a las autoridades
institucionales acerca de la importancia de preservar dicho canal de
comunicación.
Al cumplir diez
años, este es el principal reto al que se enfrenta Economía,
Sociedad y Territorio:
lograr la admisión en más servicios de indización, procurando el registro en
los principales índices del área temática y en los que se consideran de más
alta calidad. Ello sólo lo podremos lograr en la medida en que nuestra
publicación se posicione como una referencia para los estudiosos de los asuntos
urbanos y regionales del área Iberoamericana y, al mismo tiempo, el principal
camino para lograr esto será publicar resultados de investigación original de
alta calidad de autores de distintas instituciones académicas de Iberoamérica.
Bibliografía
Alonso-Gamboa,
José Octavio (2001), “Revistas académicas mexicanas: su presencia en bases de
datos” en Eduardo Loría Díaz (ed.), Viejos y nuevos dilemas de las
revistas académicias, Universidad
Autónoma del Estado de México, México, pp. 115-131.
López-Ornelas,
Maricela y Graciela Cordero Arroyo (2005), “Un intento por definir las
características generales de las revistas académicas electrónicas”, Razón
y Palabra,
febrero-marzo, núm 43.
Ruíz-Pérez,
Rafael, Emilio Delgado López-Cózar y Evaristo Jiménez-Contreras (2006),
“Criterios del Institute for Scientific Information para la selección de
revistas científicas. Su aplicación a las revistas españolas: metodología e
indicadores”, International Journal of Clinical and Health Psychology, 6(2),
pp. 401-424.
[1] Lo anterior sin menoscabo de la
importancia de las revistas con intereses y objetivos meramente
institucionales, o de alcances explícitamente definidos como nacionales. Sin embargo,
ello depende de los objetivos definidos en principio por cada órgano de
difusión.
[2] Según la clasificación de la unesco, a las revistas primarias se les
conoce también como “revistas de investigación y desarrollo”, en ellas se
publican resultados de trabajos de investigación con todos los detalles
necesarios para poder comprobar la validez de los razonamientos del autor o
repetir sus trabajos (citado en López y Cordero, 2005).
[3] Para ello, sistemas como isi-Thomson ofrecen un listado de
categorías temáticas, disponibles en
www.isinet.com/journals/scope/scope_scie.html. Otros sistemas como hapi (Hispanic American Publish Index)
toman en consideración el país de edición como un medio para tener una
cobertura regional aceptable.
[4] En el caso de revistas isi ya establecidas, para su
continuidad, descarte o cambio de categoría se tiene en cuenta la evolución de
su fi y la categoría que le
proporciona el mayor número de citas, en el caso, claro está, de que una
revista esté en distintas categorías.
[5] Si bien la revisión por pares ha sido adoptada por la gran mayoría de revistas científicas del mundo en las más diversas disciplinas del conocimiento, lo que le ha permitido consolidarse como un mecanismo que asegura la publicación de resultados de investigación de calidad, también es cierto que existen diversas críticas al respecto, para mayor información véase: http://weblogs.madrimasd.org/tecnocidanos/archive/2006/10/04/44712.aspx