Percepciones sobre la degradación ambiental de
agricultores orgánicos y convencionales en el ejido La Ciénega, municipio de El
Limón, Jalisco, México
Rodolfo
González-Figueroa*
Peter R.W. Gerritsen*
Therese K. Malischke**
Abstract
Modern
agriculture in Mexico is a cause of pollution and erosion among other problems.
This results in an increasing poverty and marginalisation in many rural zones in the country, where
the people’s culture and sustain depend on agriculture. To understand and
respond in the appropriate manner to the phenomenon of environmental
degradation, we have to understand the ideas, values and hopes of those
involved and based on this information come up with
alternatives. In this paper we present four case studies in the ejido de la Ciénega, El Limón
municipality, in the South Coast of Jalisco, Mexico and we contextualise
these cases in the debate about sustainable development.
Keywords:
perceptions,
organic farming, agroindustrial agriculture, rural sustainable development.
Resumen
La agricultura
moderna en México está causando contaminación y erosión; de ello deriva la
creciente pobreza y marginación que se padece en diversas zonas rurales, donde
la cultura y el sustento dependen de la agricultura. Entender y responder al
fenómeno de la degradación ambiental implica comprender las ideas, valores y
esperanzas de los campesinos y, a partir de ello, construir alternativas. En
este artículo se presentan cuatro estudios de caso en el ejido de La Ciénega,
municipio El Limón, en la región Costa Sur de Jalisco, México, buscando
contextualizar estos casos en el debate sobre el desarrollo sustentable.
Palabras clave:
percepciones, agricultura orgánica, agricultura agroindustrial, desarrollo
rural sustentable.
*
Universidad de Guadalajara, México. Correo-e: rodorganico@hotmail.com,
petergerritsen@cucsur.udg.mx.
** Universidad de
Wisconsin, Madison. Correo-e: tkmalichke@ gmail.com
Introducción[1]
La vida de los
seres humanos depende de los recursos naturales de la tierra,
desafortunadamente, una consecuencia de las tendencias actuales en la
agricultura convencional es la degradación paulatina de los mismos. El término
degradación tiene diferentes definiciones. En este artículo nos referimos a la
degradación ambiental como una interrupción en los ciclos ecológicos y
bioquímicos de restauración natural y a la explotación de recursos naturales a
un ritmo tan rápido que éstos no pueden ser reemplazados. Las prácticas de
monocultivo, el uso de agroquímicos, la manipulación genética, el riego y la
labranza intensivos, contribuyen a un desequilibrio en los procesos naturales (Gliessman, 2000). Los agroquímicos contaminan el suelo y el
agua, la materia orgánica se escurre de la tierra erosionando el suelo al
tiempo que la diversidad de flora y fauna disminuye. La tendencia de la
agricultura convencional también tiene efectos sociales. La forma como se
practica esta agricultura conlleva una dependencia de insumos externos:
tecnología, químicos y combustibles fósiles, además de que desplaza el poder de
toma de decisiones de los campesinos a las empresas (frecuentemente
transnacionales) que producen estos insumos (Toledo, 1995; Van der Ploeg, 1999; Jansen y Vellema, 2004).
Por lo aquí
descrito, hoy en día podemos ver que “[…] la agricultura moderna es insostenible,
a largo plazo no tiene el potencial para producir suficiente alimento como
demanda la población debido, precisamente, a que está erosionando las
condiciones que la hacen posible” (Gliessman, 2000:
3). El mismo autor también menciona que, para mantener un sistema agrícola
sustentable, tenemos que basarnos en los ciclos ecológicos naturales y apoyar
el desarrollo desde la base campesina.
En México, es
urgente resolver estos problemas. En su libro México
profundo, Guillermo
Bonfil habla de la pobreza económica de un país con una gran riqueza en
recursos y cultura:
Hoy debemos
aceptar que México es un país pobre. Que grandes extensiones de tierra no son
aptas para un cultivo moderno y que otras se han erosionado y
producen menos porque se explotaron de manera irracional. Esto ha ido al
extremo, de tal modo que nuestra agricultura no cosecha los suficientes
productos básicos que se requieren para alimentar a los mexicanos siquiera en
el nivel mínimo indispensable. Crece nuestra dependencia por hambre: el país en
que se creó el maíz importa ahora maíz” (1994: 217).
En este mismo
sentido, Morales agrega: “Ahora el campo mexicano, raíz y origen del México
profundo, y ejemplo de diversidad ecológica y cultural está en grave riesgo. El
sector rural de México pasa por uno de los periodos más difíciles, a causa de
las políticas de desarrollo implementadas y que han ocasionado una seria crisis
que amenaza la existencia de los campesinos, de los indígenas y sus familias,
de los recursos naturales y de su cultura” (2003: 33-34).
De acuerdo con
estos autores, la agricultura moderna (o convencional) no proporciona
suficientes alimentos para la población mexicana. Al contrario, como
mencionamos, este tipo de agricultura ha causado una fuerte dependencia hacia
los insumos y el mercado. Por ejemplo, como una de las consecuencias del
Tratado de Libre Comercio (tlcan)
con América del Norte, la producción barata de maíz de grandes empresas de los
Estados Unidos fomenta la importación a su país de origen. La importación de
este grano, un alimento que es la base de la cultura mexicana, amplía esta
amenaza (Swentesius et al., 2003).
Planteamiento del
problema
No se pueden
investigar temas ambientales sin tomar en cuenta cuestiones humanas, y
viceversa, ya que la vida de los seres humanos está interconectada con el medio
ambiente y con los recursos naturales. Por tanto, abordar los problemas de
degradación ambiental también requiere enfocar los problemas a los que se
enfrentan los seres humanos.
Para revertir
las tendencias actuales de la degradación y los métodos no sustentables,
primero es necesario entender las percepciones de los campesinos ya que son
ellos quienes toman las decisiones y trabajan la tierra. En su libro sobre
percepciones indígenas, Lazos y Paré
enfatizan que “La forma de intervenir en la realidad responde a la
manera de percibirla. La integración, discusión y confrontación de los
diferentes elementos queda como tarea primordial para hilvanar en torno a un
desarrollo participativo y sustentable” (2000: 14). En otras palabras, sólo se pueden
crear cambios profundos y duraderos para una mejor calidad de vida cuando la
prioridad principal son las necesidades, creencias y valores de la gente
directamente afectada por este cambio. La única manera de entender cuál es una
mejor calidad de vida para la gente involucrada y qué resultados esperan, es
entender sus percepciones. En este contexto, percepción se puede definir como:
“La respuesta sensorial a los estímulos externos y a la actividad en la que
ciertos fenómenos quedan registrados mientras otros quedan en la oscuridad. […]
El mundo como experiencia conceptualizada” (ibidem: 18).
Este artículo
pretende describir algunos de los fenómenos de la agricultura desde
conceptualizaciones campesinas, con base en algunos estudios de caso. Todas las
cuestiones aquí discutidas, degradación, calidad de vida y creencias sobre la
tierra, son ideas conceptualizadas, que cada persona filtra por su conocimiento
predispuesto. A continuación describimos el diseño y área de estudio, para posteriormente
presentar nuestros resultados. Terminamos con una discusión y conclusión.
Diseño del estudio
El objetivo de
este artículo es describir las percepciones de algunos campesinos en torno a la
degradación ambiental y sus implicaciones en los métodos de cultivo, haciendo
una comparación entre productores orgánicos y convencionales. Las preguntas de
investigación se dirigieron a entender los tipos de degradación ambiental que
perciben los campesinos y el efecto de ésta sobre su calidad de vida. También
analizamos las implicaciones de estas percepciones en esquemas que buscan
reforzar el desarrollo regional sustentable.
El enfoque
teórico aplicado es la perspectiva orientada hacia los actores sociales,
desarrollado por Norman Long y sus colegas de la Universidad de Wageningen, Países Bajos (Long, 2001; Long y Long, 1992;
Long y Van der Ploeg, 1989, 1994). Este enfoque parte
de dos ideas básicas: supone que los actores sociales tienen conocimiento de su
entorno social y natural y que cuentan con las habilidades y capacidades para
transformarlo.
Durante el
trabajo de campo, septiembre-diciembre de 2004, optamos por una investigación
basada en estudios de caso ya que permite un mayor acercamiento al tema de
nuestro interés. Los criterios de selección de los casos fueron la
representatividad de los productores por su forma de trabajar en el ejido La
Ciénega y su disponibilidad para participar en el estudio. La metodología
consistió en entrevistas exhaustivas con cuatro campesinos –dos trabajan con
métodos orgánicos y los otros con métodos convencionales– para conocer la
historia de su vida. Las entrevistas se centraron en la historia familiar y sus
prácticas agropecuarias, con una explicación del trabajo y la organización de
la finca, así como preguntas enfocadas en los objetivos de investigación.
Área del estudio
Nuestra
investigación se realizó en el ejido La Ciénega, risueña, tranquila y pequeña
población rural ubicada al suroeste del estado de Jalisco, dentro de la región
geográfica Costa Sur (figura 1). La vida cotidiana en La Ciénega está muy
ligada al campo, más específicamente a la agricultura, de la que depende la
economía local. En la actualidad se encuentra en una situación crítica debido a
los bajos precios de los productos, la disgregación de los sistemas
tradicionales de producción y el deterioro de los suelos. Como consecuencia,
muchas personas se ven en la necesidad de realizar actividades complementarias,
ya sea como jornaleros, peones, albañiles, mecánicos, plomeros, etc. Otros son
ganaderos a pequeña escala, crían animales de traspatio y recolectan fruta
silvestre de temporada. Los cultivos más importantes, por la superficie
sembrada: maíz, sorgo, melón, sandía, pepino, limón, calabaza, agave azul,
chile, frijol, cacahuate y papayo (Gerritsen et
al., 2005; González,
2006; Imecbio, 2000).
Figura 1
Ubicación
geográfica del ejido La Ciénega,
municipio de El Limón
El ejido tiene
una superficie de 1,183 hectáreas de terreno cultivable, 180 cuentan con riego,
mientras que las restantes son de temporal. Ahora sólo están sembradas 606,
como reflejo de la creciente migración, los efectos de una compañía agavera y las políticas de gobierno que tienden a descampezinar el campo.
Resultados
Como mencionamos,
para entender mejor el fenómeno de la degradación ambiental es necesario
escuchar directamente a los campesinos. ¿Qué percepciones tienen sobre el
deterioro ambiental y qué efectos tienen en su vida? ¿Son diferentes las
percepciones de campesinos que usan métodos orgánicos y aquéllos que utilizan agroquímicos? Con estas ideas y preguntas
fuimos a La Ciénega para hablar con cuatro campesinos. A continuación
presentamos de manera temática los resultados de las entrevistas.
Los protagonistas
¿Quiénes son los
campesinos cuya plática e ideas forman la base de este artículo? Moncho (39
años), Raúl (47), José (40) y Osberto (36 años).[2]
Todos nacieron en La Ciénega, donde aprendieron a trabajar con sus padres y
abuelos.
Moncho y Raúl
trabajan juntos y están convencidos del método orgánico. Sin embargo, todavía
usan fertilizantes químicos en algunos terrenos, mientras en otros fortalecen
la tierra con abonos naturales y poco a poco avanzan dejando de usar
fertilizantes químicos y tampoco aplican insecticidas ni herbicidas. Siembran
maíz junto con calabaza, frijol y cacahuate; crían animales como cerdos,
becerros, borregos, chivos y gallinas. José produce principalmente melón,
aunque también siembra sorgo o maíz y engorda puercos y becerros; usa
agroquímicos para fertilizar la tierra y controlar plagas; elimina las malezas
manualmente con cultivadora o azadón, y en el peor de los casos, con
herbicidas, aunque tiene interés en cambiar a métodos orgánicos. Osberto, quién solía sembrar melón, actualmente ya no lo
hace por los bajos precios y la poca productividad. Ahora cultiva agave azul,
sorgo y limón; usa agroquímicos pero por los altos costos de éstos se decidió
sobre todo por los limones, ya que no ocupan mucho fertilizante y son más
resistentes a las plagas.
Una historia oral de
La Ciénega
Los agricultores
entrevistados hablaron sobre la historia del ejido de La Ciénega, la cual
comenzaron a narrar a partir del año 1922, en los inicios de la rebelión
campesina por los pobladores y trabajadores en contra de los propietarios de
las haciendas La Sidra y El Limón. Jacinto Galindo y un grupo de campesinos
empezaron un movimiento para solicitar al gobierno estatal el reparto de
tierras. Para finales de ese mismo año se comienza a formar el ejido La
Ciénega, El Limón, así como el proceso de reparto de tierras en dicho ejido y
una nueva etapa de desarrollo en el municipio.
Después de la
conformación del ejido, los campesinos seguían sembrando maíz, chile y frijol.
Se introdujeron programas y créditos gubernamentales para apoyar la producción
del campo y asegurar la venta de las cosechas hasta Guadalajara: “No como
ahora, que tienen que andar buscándole por todos lados”, dice uno de los
productores ancianos del ejido.
Con la fundación
del ejido, rápidamente se comenzó a poblar La Ciénega, pues había mucho terreno
disponible para la agricultura. Se introdujeron nuevos cultivos, como
cacahuate, calabazas, garbanzo y sorgo, entre otros. La mayoría se destinaba al
mercado, mientras que la producción de frijol y maíz era para autoconsumo:
“Dejábamos un poquito de maíz para nosotros y el frijol que poníamos era nomás
pal gasto”, mencionó
también.
En esos tiempos
la principal actividad productiva era la agricultura, las técnicas que
empleaban eran a base de la fuerza humana y tracción animal (caballos o
bueyes), tenían herramientas de labranza fabricadas por ellos mismos, como el
azadón y la casanga, mientras que los aperos para la yunta eran traídos de
Guadalajara o Ciudad Guzmán. Prácticamente todas las familias criaban animales
de traspatio: gallinas, guajolotes, cerdos, chivos, vacas, conejos, entre
otros. Los alimentaban con forrajes verdes, zacates, restos de comida y algunos
los sacaban a pastar al cerro. Parte de la alimentación familiar se basaba en
fruta silvestre y otros productos que recolectaban del campo. “Por comida no
sufríamos, siempre al salir al cerro o al potrero había cosas que comer,
guarros, parotas, mesquites,
quelites, verdolagas, guácimas [...] un chingadal
[mucho]”, nos
comentó otro productor de avanzada edad.
La evolución de
prácticas agrícolas
En los años
setenta del siglo xx, la
Revolución Verde, una difusión de tecnología agrícola, empezó a cambiar los
paradigmas sobre la agricultura en todas partes del mundo (Toledo, 2000). ¿Qué
piensan los campesinos sobre los distintos cambios en la agricultura hasta las
tendencias que vemos hoy? ¿Por qué piensan que las cosas cambiaron? José cree
que la introducción de tecnología fue un fenómeno muy fuerte que cambió la
cultura del campesino, y aunque al principio pareció un lujo no tener que
trabajar tanto, ahora ve las consecuencias: ni con muchos insumos hay las
mismas ganancias que antes.
Raúl habla de
cómo la agricultura sigue evolucionando hacia el método de la tecnología, y de cómo estos
cambios están afectando la cultura mexicana. Las recetas que ingenieros y agrónomos dan a los
campesinos, supuestamente para mejorar sus cultivos, están reemplazando los
conocimientos antiguos. En cuanto a la interacción entre la gente, cuando todos
sembraban de manera tradicional, maíz, frijol y chile, hablaban el mismo
idioma, todos eran agricultores, todos sembraban maíz. Ahora cada quien tiene
su idioma, o sea, su punto de vista; la convivencia ya no es la misma.
Moncho comentó
sobre la diversidad y autosuficiencia que tenían los agricultores en otro
tiempo: gallinas, huevos, pollos para comer, maíz, frijol y tortillas hechas en
casa. Mientras que en la actualidad, todo lo tienen que comprar.
Lo orgánico vs. el
sistema convencional: las diferencias
Los científicos
que están de acuerdo con la agricultura convencional dicen que la solución para
incrementar la eficacia de la agricultura está en la implementación de
tecnología e insumos. Una diferencia fundamental entre la agricultura
convencional y la tradicional es que “El agricultor moderno puede aumentar en
gran medida la producción en su área determinada usando los insumos adecuados,
como fertilizantes, riego, drenaje, etc. De manera que, en su caso, la tierra
pueda sustituirse en parte por la técnica y el capital” (Arnon,
1987: 60). Sin embargo, “para el agricultor tradicional, la tierra es el medio
más importante para la producción y su única manera de supervivencia”
(idem).
Al hablar con estos cuatro campesinos, se evidencian diferencias
agroecológicas, económicas y sociales.
Todos los
agricultores que entrevistamos tienen más o menos la misma superficie de
terrenos, así como cultivos y productos. Quienes se dedican a los cultivos
orgánicos hablaron más de la diversificación combinándolos con otros. Toda la
familia trabaja y algunos emplean pocos jornaleros durante las épocas más
pesadas.
Una gran
diferencia entre los agricultores orgánicos y los convencionales es el destino
de sus cultivos y cómo los comercializan. Raúl y Moncho están enfocados en
producir primero para sus familias, y lo que sobra, para la misma comunidad. Osberto y José, por el contrario, con la ayuda de
intermediarios venden sus productos en Guadalajara o incluso en Monterrey.
Otra diferencia
es la forma de producir. Los agricultores convencionales, José y Osberto, utilizan un método menos complejo que involucra
rastreo y surcada, escardas, fertilizantes, riego y aplicaciones químicas.
Moncho, por su parte, explicó cómo él y Raúl, tratan de regresar a los métodos
tradicionales. Con varios principios de la agricultura orgánica, utilizan
herramientas como el azadón y la casanga para destruir el zacate sin necesidad
de aplicar herbicidas, surcan la tierra con caballos, abonan con materia
orgánica y conservan la semilla año tras año. Gastan menos dinero mediante el
uso de materiales disponibles en vez de insumos externos, al tiempo que cuidan
la tierra y preservan los cultivos tradicionales. En el manejo de residuos de
cosecha y otros restos orgánicos, los agricultores convencionales queman la
materia orgánica que queda en la parcela después de cosechar, mientras que los
orgánicos la utilizan para nutrir la tierra.
Degradación
ambiental percibida por los campesinos
Todos los
campesinos con quienes hablamos perciben algunos tipos de degradación en su
comunidad, como la que ocasionó el cultivo de agave azul, introducido en el
ejido en 1997, el cual es altamente demandante de nutrientes del suelo y
requiere aplicación intensiva de agroquímicos, lo que ocasiona la muerte de
muchos árboles alrededor de las parcelas de agave, además de la degeneración
del suelo y la materia orgánica. Aunque no usen pesticidas ni herbicidas, los
agroquímicos que aplican otros agricultores afectan también sus cultivos. Otro
efecto de los agroquímicos es la contaminación genética de las calabazas
tradicionales con las de fuera, ya que ambas se empezaron a cruzar.
Un problema más
es la degradación de la tierra en las parcelas rentadas, ya que los
arrendatarios no le dan el mismo cuidado que los dueños y quedan dañadas,
erosionadas y sin materia orgánica.
La cantidad y
frecuencia de las lluvias también se mencionó. Los productores perciben que ya
no llueve como antes, cambio que atribuyen a la tala de árboles. Los cultivos
ya no son tan fuertes y en consecuencia ya no producen igual, problema que
adjudican al cansancio de la tierra por sembrarla de manera intensiva.
Como última
manifestación de la degradación ambiental los productores hablaron de los
terrenos cansados,
e intoxicados
por la aplicación cada vez más fuerte de fertilizantes y agroquímicos.
Ya no se produce con
autosuficiencia porque la materia orgánica y los minerales intrínsecos han
desaparecido a causa del mal manejo de los terrenos.
Efectos de la
degradación ambiental en la calidad de vida
¿Cuáles son las
preocupaciones de estos campesinos en relación con la degradación ambiental? Si
la fertilidad de la tierra disminuye, es un problema grave para los
productores, ya que de ella tienen su sustento. Éstos mencionaron una relación
entre la contaminación de la tierra y su bienestar económico, y personal, así
como en su salud.
José expresó que
la “salud de sus terrenos” tiene un efecto económico para su familia, ya que si
su tierra está dañada, necesita meterle más dinero para hacerla producir. Ante
las enfermedades, José y Moncho creen lo que escuchan; de que tantos padecimientos
en los niños son por el uso de agroquímicos. Moncho se preocupa por la clase de
alimentos que está consumiendo su familia. Menciona
que antes, sin la
influencia de tantos químicos, la gente vivía más tiempo. Destacó que la salud
de la tierra tiene un efecto directo en su bienestar personal: si la tierra
está bien, él se siente bien; si está contaminada, se siente mal. Sólo uno de
ellos, Osberto, ve que la degradación ambiental tiene
un efecto para todos los agricultores, pero no menciona un efecto personal,
sobre sus propios sentimientos y su bienestar. Para él, al parecer, es una
correlación menos personal y menos espiritual.
La relación de los
campesinos con la tierra
Todos los seres
humanos tenemos una relación con la tierra, puesto que todos vivimos en ella.
La concepción de Raúl y su unión con ella es que
ahí trabaja, que de
eso vive y de ahí viene su sustento.
Para él, ser
campesino es querer la tierra y sus organismos, son una fuente de paz, de
consuelo, de tranquilidad. Raúl ve un valor en los procesos naturales y piensa
que cada planta y cada organismo tienen su espacio en estos procesos, aun
cuando algunos animales ocasionen daños a sus cultivos. La tierra no sólo le da
un sustento físico, también le da un sustento espiritual y mental. No es nada
más un trabajo, es su vida y él disfruta mucho de cada elemento de la misma.
Osberto piensa en sus terrenos como algo de
subsistencia y mantenimiento, pero no comentó acerca de una relación personal
más profunda. Habló sobre cuestiones económicas y de cómo no es rentable
sembrar muchos cultivos por los altos precios de los químicos. Como resultado
de la baja fertilidad de sus terrenos y lo caro de los insumos externos, ha
perdido la fe de tener una calidad de vida buena basada en un trabajo diversificado
y en conservar sus lazos con la agricultura. No ve razón en seguir con algo que
no le va a dar ningún ingreso económico.
José tiene una
relación cercana con su tierra por el conocimiento que tiene de la misma, pero
admitió que tal relación se ha desvinculado un poco por practicar el modo de
producción convencional. En cambio, la perspectiva de Moncho es de respeto
hacia la tierra, así como de su cuidado y protección.
Campesinos como
actores en un entorno cambiante: limitaciones y resistencias
A medida que la
agricultura moderna se fue introduciendo en el sistema de producción campesina,
se transformó el pensar y el comportamiento tradicional. En la actualidad, los
campesinos ya no actúan tanto con base en el conocimiento heredado, sino que la
mayoría acude a asesoría técnica o se atienen a programas y apoyos
gubernamentales (Toledo, 2000; Van der Ploeg, 1992,
1999).
Raúl ve que los
campesinos mexicanos están perdiendo su soberanía, pues en lugar de adoptar una
actitud ingeniosa, se dejan manejar por las ideas de técnicos y empresas que
llegan de fuera. Enfatiza en la importancia del conocimiento de los campesinos
y su propia iniciativa para resolver problemas. De la misma manera, Moncho
comentó sobre la necesidad de los campesinos de ser activos en su aprendizaje y
conocimiento. Por su parte, Raúl no ve limitaciones para seguir trabajando,
desde su punto de vista, la escasez económica no es una limitante, porque de la
tierra sale su subsistencia.
Con respecto a
oportunidades de fuera, Raúl platicó acerca de la Red de Alternativas
Sustentables Agropecuarias de Jalisco (rasa).
Este grupo (no gubernamental) organiza reuniones entre los campesinos para que
platiquen y compartan sus experiencias para seguir con métodos orgánicos;
también ayuda a comercializar los productos ante la falta de interés del
gobierno por avanzar con una agricultura sin químicos.[3]
Moncho comentó
que además de no dar apoyos para agricultura orgánica, las acciones del
gobierno en general están limitando más y más a los productores. También que es
difícil interactuar con otros campesinos (convencionales) ya que sus
percepciones son muy diferentes. Otra limitante para competir con otros
productores son las ideas de los consumidores, porque, según él, son
indiferentes ante la calidad de lo que consumen.
Osberto ve problemas al vender sus productos
porque, mencionó, no hay una estabilidad y tampoco tiene confianza en enviar
sus productos con compradores debido a que los precios son muy inestables y él
gana muy poco, e incluso algunas veces, nada. Otro obstáculo es que los precios
de los insumos son mucho más altos de lo que él gana al vender sus cosechas.
Sin embargo, no ha pensado en cambiar a un sistema que no ocupa gastos de
químicos. La solución que él ve es dedicarse más a plantar árboles, como los
limoneros, que no ocupen mucho fertilizante.
José ve una gran
limitación económica, por lo que está pensando en comenzar poco a poco con
métodos orgánicos. Comentó que aunque la tecnología pareció un beneficio, al
final ha terminado como un problema. Para él, cambiar sus métodos de cultivo no
es algo que requiera ayuda de afuera o más conocimiento del que ya tiene, pues
al respecto expresó que todavía conserva lo que aprendió de su papá. Reconoce
su pasividad, y la de otros campesinos, en cuanto a que en lugar de fortalecer
la tierra con su propio trabajo, se han ido por un camino en apariencia más
fácil.
Ante los
problemas que pueden surgir, Moncho enfatizó su principal estrategia para
sobrevivir: resistencia, trabajo, echarle ganas y olvidarse de competir, usar
la menor cantidad de químicos posible y buscar otras opciones siendo
autosuficiente.
Esperanzas para el
futuro
Para Raúl lo
mejor es aprender más sobre lo que ya se está haciendo: la diversificación de
cultivos y su combinación con la cría de animales, lo cual representa opciones
sin tener que depender del gobierno y de los precios, y que se enmarcan en las
capacidades endógenas de seguir criando y produciendo. Para Osberto,
sus esperanzas están puestas en cambiar al cultivo de árboles frutales que
producen durante 20 años y así no tener que gastar tanto en químicos. En el
caso de José, respondió que quiere empezar otra vez con los métodos orgánicos
que antes usó su familia. Moncho opinó que la agricultura orgánica es una de
las soluciones que tendrán que seguirse, aunque implique mucho trabajo.
A pesar de que
sus métodos actuales son diferentes, todos los productores entrevistados ven
que ahora la tierra está cansada, que no da como antes y que hay que buscar
cambios en la forma de sembrar para continuar con su manera de vivir como
agricultores. Si es iniciar con árboles frutales que no ocupan tantos químicos,
es necesario incorporar materia orgánica en el terreno o seguir con lo que ya
se está haciendo con métodos orgánicos. Todos reconocen que sus terrenos no
pueden seguir produciendo con las promesas de la agricultura moderna. Moncho
comentó:
Yo pienso que
va a llegar el día en que un poco ya la gente esté viendo lo que está mal, y lo
que está bueno. Porque ya se habla de lo orgánico. Y pienso que ya viendo un
cambio de esto, a lo orgánico, pienso que va a ser un beneficio para nosotros
mismos y vamos a estar un poco más avanzados que los demás que apenas van a
querer iniciar [...] Ya tenemos tierras bien abonadas, yo pienso. Y ojalá que
no sea tan tarde, ¿verdad? Que se dé cuenta pronto la humanidad de qué está
pasando y por qué está pasando. Por qué son los problemas, las enfermedades
[...] Y ojalá ayude un poco el gobierno y se enfocara más en lo que estamos
trabajando aquí, los que estamos tratando de trabajar naturalmente [...] Aquí
no ocupamos nada. Sí ocupamos apoyo y todo, pero si queremos, nosotros podemos
depender de nosotros mismos. Nomás es de olvidarnos de cosas que realmente no
son necesarias pero que realmente las tenemos.
Todos los
efectos que reconocen estos campesinos: la tierra cansada y erosionada, la
pérdida de materia orgánica en el suelo, las enfermedades, la resistencia de
malezas y debilidades en las plantas tradicionales, son señales de que hay
necesidad de un cambio. Como dijo Moncho: “Ojalá que no sea tan tarde. La tierra
hay que sustentarla y conservarla, porque de ella sale el sustento de la gente
y porque en ella está tejida la cultura de los mexicanos”.
Discusión y
conclusión
Al discutir los
resultados de esta investigación en el contexto del desarrollo sustentable, es
importante reconocer que la sustentabilidad es un fenómeno multidimensional, es decir, tiene implicaciones
ecológicas, económicas y sociales altamente interrelacionadas; multiactor, con la presencia de diversos actores sociales; y multinivel, que tiene interrelaciones entre lo
local y lo global, en vez de hablar de un concepto fragmentado, aislado y
limitado a un solo actor social (Gerritsen, 2006).
Asimismo, usamos la división de productores orgánicos y convencionales para
comparar percepciones, aunque reconocemos que estos cuatro campesinos también
tienen muchas cosas en común. Todos comparten la meta principal de sobrevivir
como productores con recursos limitados y buscar sustento para sus familias. La
base de este trabajo es rescatar las palabras de cada uno, enfocándonos en el
valor de sus conocimientos individuales, o como lo dice el pedagogo brasileño
Paulo Freire: “El conocimiento se construye a partir del diálogo entre los seres
humanos en torno a su mundo, a su realidad; de este modo todos somos sabios y
todos somos ignorantes, respecto a diferentes dimensiones de la realidad, lo
que sucede es que hemos bebido de distintas fuentes del conocimiento”
(1985: 3). En otras palabras, encontramos
conocimiento en el diálogo que se genera cuando escuchamos y valoramos la
realidad de cada persona.
En esta última
sección del artículo hacemos un esfuerzo integrador de las percepciones y
experiencias presentadas, y analizamos las implicaciones de las mismas para el
diseño e implementación de políticas públicas y esquemas de desarrollo
sustentable. A continuación nos enfocamos primero en las diferencias entre los
cuatro campesinos, para posteriormente describir las semejanzas. Terminamos con
algunas reflexiones en torno a las políticas públicas que buscan impulsar el
desarrollo sustentable.
Diferencias entre
los cuatro productores
Es evidente que
existe una diferencia importante en cuanto al grado de dependencia entre los
agricultores convencionales y los orgánicos. El trabajo de los productores
convencionales se refleja en un fuerte vínculo con factores externos: en los
insumos para la producción, en la sujeción de la demanda del mercado, en los
intermediarios y en la ideología impuesta por la modernidad. Esta ideología
despojó el destino de su producción: del autoconsumo a la venta. En cambio, los
campesinos orgánicos aprovechan los recursos locales para crear opciones de
producción menos dependiente: usan herramientas de antaño; utilizan su propia
semilla; producen para autoabastecerse y alimentar a sus animales, además de
vender sus excedentes en la región, lo que refuerza la seguridad alimentaría de sus familias y su comunidad. Un tema fuerte
en su discusión es tener poder, tomar de decisiones y usar su creatividad para
buscar alternativas con poco impacto ambiental y menor gasto económico. En
diversas ocasiones enfatizaron la importancia de actuar con autonomía, buscando
sus propias maneras de sobrevivir con lo que puedan trabajar con sus propias
manos, producir con los recursos de la comunidad y experimentar poniendo en
práctica sus conocimientos.
En la
descripción del trabajo en su parcela, descubrimos que las prácticas de los
campesinos convencionales son menos complejas puesto que involucran un número
menor de pasos en el ciclo de producción. Por el lado de los agricultores
orgánicos, nos comentaron sobre un trabajo más íntegro y complejo, además
destacaron su orgullo respecto de una relación más intensa con la tierra. En
varias ocasiones mencionaron su gusto por trabajar con fuerza para lograr sus
metas. Nos platicaron detalladamente y con afectividad sobre este tema,
mientras que a los productores convencionales no les animó tanto. En
comparación, uno de los productores convencionales, José, comentó que por la
intervención de maquinaria, se ha vuelto perezoso para trabajar y cuidar su
terreno lo mejor posible. Aquí se refleja el gusto de los agricultores
orgánicos por trabajar la tierra de manera esmerada, cosa que no ocurrió con
los convencionales.
Al analizar las
entrevistas, se evidenció que los cuatro campesinos perciben algún efecto de la
degradación ambiental en sus vidas, como ya mencionamos, aunque sólo tres
respondieron así en la pregunta directa correspondiente. Mencionaron efectos en
la salud, en el bienestar familiar y en factores económicos. Cabe destacar que
los productores orgánicos mostraron efectos más sentimentales mientras los
convencionales enfatizaron la cuestión económica. Las respuestas más extremas
vinieron de Osberto, productor convencional, y Raúl,
productor orgánico. Osberto respondió que no percibía
un efecto personal con respecto a la degradación ambiental (aunque en varias
otras partes de la entrevista mencionó los espectos
económicos). En cambio, Raúl contestó que tiene un efecto directo en su
bienestar emocional, espiritual y mental.
En general, los
seres humanos tenemos una frágil relación con la tierra, pero los campesinos,
que son quienes interactúan más directamente con ella, trabajándola, desbordan
su pasión y devoción por hacerla producir de la mejor manera de acuerdo con su
criterio. En este sentido, encontramos una diferencia notable entre los
campesinos convencionales y los orgánicos. Los primeros mencionaron una
relación de subsistencia y sustento para ellos y sus familias. Los segundos
revelaron que no sólo obtienen su mantenimiento físico de ella, también todos
los aspectos diferentes de sus vidas, mostrando una relación bastante profunda
y enraizada con la tierra. En agradecimiento a esto la alaban, la sobrevalúan, le dan cariño, alimento, amor, cuidado y un
aprecio extraordinario. De esta manera no sólo la trabajan, sino que conviven
con ella como madre y a cada uno de sus elementos y características le atribuye
toda la importancia necesaria para mantener su existencia por siempre. A través
de sus perspectivas, notamos de los campesinos orgánicos por cultivar usando
estos métodos viene de un paradigma de creencias profundas, espiritualidad,
agradecimiento y valor hacia la tierra (Toledo, 2000, 2003; Foster 1960; Van Eijk, 1998). Ven en la agricultura la importancia de la
continuación de tradiciones y valores antiguos y conciben la naturaleza como
una parte fundamental de la vida del ser humano, que viene de un pensamiento
integrador holístico (Mendras, 1970; Toledo, 2000).
Sin embargo, la modernización de la agricultura ha llegado al grado de
desarticular la valoración de la naturaleza como un todo y disociar las
interacciones entre los elementos del sistema del pensamiento del agricultor
(Van der Ploeg, 1987, 1992, 1999; Gerritsen,
2002; Guzmán et al. 2000; Morales, 2004).
Las diferencias
entre los cuatro productores estudiados se resumen en las tablas 1 a 4 mediante
un número limitado de criterios o indicadores (cualitativos) para la
sustentabilidad, ubicados en el ámbito ecológico, social, económico e
institucional (Morales, 2003). Cabe mencionar que
la calificación en
las tablas es relativa y tiene validez más que nada en la comparación de los
cuatro productores.
Semejanzas entre los
cuatro productores
Para empezar, uno
de los principales problemas en que los cuatro campesinos concordaron es la
tecnología que trajo la Revolución Verde, misma que les acarreó consecuencias
negativas como pequeños propietarios, y que se manifiestan en muchos aspectos.
Para seguir con el método convencional tienen que invertir más en insumos de
maquinaria y agroquímicos, que en general no compensa el rendimiento y valor
del producto en el mercado. Como otro efecto mencionaron la fragmentación de la
cultura campesina, lo cual se evidencia en la pérdida de técnicas
tradicionales, de comunicación y organización entre los campesinos, de cultivos
tradicionales, de semillas criollas, de la ética de trabajo, de soberanía y
autonomía, de conocimientos sobre los procesos naturales y los lazos de
relación íntima entre el campesino y la tierra.
Tabla i
Diferencias ecológicas entre los cuatro productores
Indicadores |
Moncho |
Raúl |
Osberto |
José |
Incorporación de materia |
Mucha |
Mucha |
Poca |
Media |
orgánica |
|
|
|
|
Aplicación de pesticidas |
Nula |
Nula |
Media |
Media |
Rotación de cultivos |
Cada ciclo |
Cada ciclo |
Nunca |
Poca |
Uso de semilla local |
Siempre |
Siempre |
Nunca |
Nunca |
Asociación de cultivos y |
Mucha |
Mucha |
Poca |
Media |
cercos vivos |
|
|
|
|
Tabla II
Diferencias
sociales entre los cuatro productores
Indicadores |
Moncho |
Raúl |
Osberto |
José |
Mano de obra familiar |
Baja |
Alta |
Nula |
Nula |
Apego hacia la tierra |
Estrecha |
Estrecha |
Baja |
Media |
Conocimiento de los ciclos naturales de su
entorno |
Alto |
Alto |
Bajo |
Medio |
Grado de participación en |
Medio |
Alto |
Bajo |
Medio |
la comunidad |
|
|
|
|
Transmisión de saberes |
Alta |
Alta |
Bajo |
Bajo |
Tabla iii
Diferencias económicas entre los cuatro productores
Indicadores |
Moncho |
Raúl |
Osberto |
José |
Ahorro |
Mucho |
Mucho |
Nulo |
Nulo |
Autosuficiencia |
Mucha |
Mucha |
Muy poca |
Poca |
Inversión en la producción |
Baja |
Baja |
Media |
Alta |
Permite varias cosechas a la vez |
Muchas |
Muchas |
Una |
Pocas |
Grado de endeudamiento |
Nulo |
Nulo |
Alto |
Alto |
Tabla iv
Diferencias institucionales entre los cuatro
productores
Indicadores |
Moncho |
Raúl |
Osberto |
José |
Subsidios del gobierno |
Poco |
Poco |
Nulo |
Poco |
Asesoría externa |
Nula |
Nula |
Poca |
Poca |
Inversión externa |
Nula |
Nula |
Nula |
Nula |
Adopción de tecnologías |
Nula |
Nula |
Media |
Media |
Dependencia del mercado |
Nula |
Nula |
Alta |
Alta |
Tanto los
agricultores orgánicos como los convencionales percibieron una degradación
ambiental en su entorno, la cual enfatizaron de diferentes maneras: degradación
del suelo, intoxicación y tala de árboles, disminución de la fertilidad y
contaminación de cultivos tradicionales. En general todos coincidieron en que
la forma actual de trabajar no está dando los resultados esperados, por lo que
plantearon la búsqueda de opciones para mejorar la situación. En palabras de
Morales, “el camino hacia el desarrollo sustentable se origina a partir de
diferentes estrategias, orientadas hacia la búsqueda de alternativas al
desarrollo modernadizador” (2003: 19; ver también Van
der Ploeg, 1994; Gerritsen,
2002). Moncho, Raúl y José hablaron de buscar una solución más de fondo en
cuanto a la salud de la tierra, mediante un esquema cuya base sea una
agricultura sana y productiva. Por su parte, Osberto
propuso sustituir los cultivos por otros más resistentes y con menor demanda de
nutrientes, una solución que no va a la raíz del problema, pero también busca
una alternativa.
Algunas reflexiones
sobre percepciones campesinas y políticas públicas
A lo largo de
este trabajo notamos que los productores entrevistados, cada uno desde su
perspectiva, coinciden en que la principal limitación para desarrollar su
trabajo y obtener mejores resultados está en el modelo neoliberal de
desarrollo, el que, de acuerdo con Morales, “Se basa en el mercado como el eje
de la industrialización de la agricultura, y excluye las consideraciones
sociales, ecológicas y culturales, en razón del crecimiento económico” (2003:
30). Algunas limitaciones de este sistema son la falta de apoyo del gobierno,
los precios del mercado y las políticas agropecuarias inadecuadas. Por esta
razón, cada uno, de acuerdo con sus impedimentos, crea ciertas resistencias
(Scott, 1985). Con ello intentan asegurar la permanencia continua de su sistema
de producción, de su identidad cultural y de su posibilidad de seguir
existiendo como comunidad rural. Tanto los productores orgánicos como los
convencionales ven como una esperanza que el gobierno reconsidere su postura
ante el campo, por medio de un mayor subsidio a la producción agropecuaria y el
desarrollo de programas encaminados a la producción orgánica o, por lo menos,
que promuevan opciones más naturales y accesibles para la economía del campesino
(Swentesius et al., 2003).
En este sentido,
es ofensivo y humillante que el gobierno no haya puesto atención en el campo
para escuchar las demandas campesinas (ibidem). Los agricultores necesitan un
modelo de desarrollo encaminado desde las perspectivas local y de
sustentabilidad. Ante esta desatención, han iniciado la búsqueda de opciones
independientemente. En esta investigación encontramos que los productores
orgánicos desean adentrarse más en su trabajo y hacerse más autónomos y
autosuficientes. Por su parte, los agricultores convencionales tratan de
iniciar una transición hacia lo orgánico y averiguar qué cultivos requieren
menos nutrientes y son más resistentes a las plagas, para introducirlos a su
sistema de producción. Ya sea mediante la creación de nuevas técnicas de
agricultura, el avance y aumento del trabajo en agricultura orgánica, de la
diversificación de actividades productivas, la introducción de nuevos cultivos,
la inserción en movimientos sociales de lucha por la dignidad y resistencia a
la crisis participando y organizándose mejor en su comunidad, todos los
campesinos que entrevistamos coinciden en que el modelo actual de desarrollo,
con sus técnicas impuestas, está exterminando la tierra, su vida y con ello el
trabajo campesino, la sabiduría
ancestral y las culturas que han forjado a México con el paso de los años.
Por todo lo
anterior creemos que para, de alguna manera, salir de la crisis actual del
campo mexicano, es necesario elaborar proyectos desde la base cuyo impulso
primordial son las percepciones y la ideología del campesino (Toledo, 2000;
Morales, 2004; Guzmán et al., 2000; Villalvazo
et al., 2003; Gerritsen, 2002).
Con esto último
nos referimos a que las percepciones son un reflejo de las estrategias
productivas de los campesinos, así como de las condiciones locales (de índole
ecológico, económico, institucional y social) en que se desarrollan. El partir
de las percepciones, estrategias productivas y condiciones locales, requiere
retomar la comunidad o la región como eje central de la planeación
gubernamental, eje que fue abandonado a principios de los años ochenta del
siglo pasado, con la introducción de las ideas neoliberales en la políticas
nacionales (Ferreira, 2005). En otras palabras, el diseño e implementación de enfoques
regionales implica que más que basar las políticas en supuestos que se definen
en ámbitos nacionales e internacionales, se tiene que partir de lo local, es
decir, de las comunidades indígenas y ejidos mexicanos. Para lograr esto, se
debe tener una comunicación efectiva entre el Estado y los productores para que
éstos puedan comunicar sus percepciones, las cuales deben ser clave en los
discursos gubernamentales (Toledo y Bartra, 2000).
El estudio que
realizamos es una muestra del valor de la sabiduría del campesino y de cómo la
riqueza de sus palabras y pensamientos puede generar ideas piloto que creen
opciones. Mientras esto siga excluido, la situación de las zonas rurales
empeorará y su riqueza cultural desaparecerá. La modernización y artificialización de la agricultura no toma en cuenta el
pensar y sentir del agricultor ni sus condiciones específicas. Se olvida de que
sus percepciones y pensamientos manifiestan y resaltan su voz en el trabajo que
ha sido capaz de sustentar a la humanidad por miles de años (Diamond 1999; Arrighi, 1999). El
punto de partida para discutir soluciones en los ámbitos comunitario, académico
o gubernamental debe empezar con solicitar y escuchar estas voces campesinas.
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Recibido: 1 de septiembre de 2006.
Reenviado: 4 de diciembre de 2006.
Aceptado: 19 de enero de 2007.
Rodolfo González Figueroa. Es ingeniero en recursos naturales y
agropecuarios, Departamento de Ecología y Recursos Naturales-Imecbio, Centro Universitario de la Costa Sur, Universidad
de Guadalajara. Sus líneas actuales de investigación son: modos de producción,
agricultura tradicional, uso y manejo de los recursos naturales. Ha publicado: Análisis
comparativo de cuatro cultivos en base a principios de sustentabilidad en el
ejido de La Ciénega, Mpio.
de El Limón, Jalisco,
Autlán, Universidad de Guadalajara, Centro
Universitario de la Costa Sur.
Peter R. W. Gerritsen. Es doctor en Ciencias sociales,
Departamento de Ecología y Recursos Naturales-Imecbio,
Centro Universitario de la Costa Sur, Universidad de Guadalajara. Líneas
actuales de investigación: percepción, uso y manejo campesino de recursos
naturales; tenencia y manejo de recursos naturales; género y manejo de recursos
naturales; globalización, urbanización y manejo de recursos naturales. Es
miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Ha publicado: y K.F. Wiersum (2005). “Farmer and conventional
perspectives on conservation in western Mexico”, Mountain Research and Development, 25(1),
2005, 30-36; Estilos agrarios y la forestería comunitaria. Estudio de caso de la comunidad
indígena de Cuzalapa en la reserva de la biosfera
sierra de Manantlán en el Occidente de México, México, Universidad de Guadalajara,
Centro Universitario de la Costa Sur (2004); Barrera, A., J.C. Bolay, C. García, S. Hostettler
en colaboración con P.R.W. Gerritsen, R. Mejía, C.
Ortiz, M. Sánchez, Y. Pedrazzinni, L. Poschet y A. Rabinovich (2004). ´JACS Central America and the Caribbean. Key
challenges of sustainable development and research priorities: social practices
as driving forces for change. Pp. 293-327 en Hurni, H., U. Wiesman y R. Schertenleib (2004). Research for mitigating syndromes of global change. A transdisciplinary appraisal of selected regions of the
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Mexico: Wageningen, Países Bajos, Wageningen
University, The Netherlands. Wageningen
Studies on Heterogeneity and Relocalisation.
Therese
K. Malischke. Es licenciada en sociología rural y
estudios latinoamericanos, caribeños e ibéricos.
Universidad
de Wisconsin-Madison. Líneas actuales de investigación: jardines comunitarios.
[1]
Este artículo es una versión más elaborada del extenso (Malischke et al., 2005) que fue presentado en el v Congreso de la Asociación Mexicana de
Estudios Rurales (amer),
en la ciudad de Oaxaca, Oax., los días 25-28 de mayo
de 2005.
[2] Por razones obvias, hemos cambiado
los nombres de los entrevistados.
[3] Para mayor información sobre la rasa, véase Morales (2004).