Clusters y desarrollo territorial. Revisión teórica y desafíos metodológicos para América Latina

 

Víctor Ramiro Fernández-Satto

José Ignacio Vigil-Greco*

 

Resumen

 

Este trabajo se estructura en cuatro partes. En la primera se identifican una serie de enfoques y marcos teóricos del desarrollo territorial generados en los últimos quince años en los países centrales y difundidos acríticamente en los países en desarrollo, incluyendo América Latina. En la segunda parte se indican tres “fallas de origen” presentes en dichos enfoques: a) una notable imprecisión conceptual, b) una marcada desconexión de las estructuras del entorno meso y macro, y c) la asunción de un imaginario que presenta su interior (del cluster) en forma armónica y homogénea. En la tercera parte se examinan los fundamentos de esas “fallas” en el cuerpo teórico regionalista y, finalmente, en la cuarta, capitalizando lo anterior, se indican pautas metodológicas orientadas a insertar los análisis de clusters –y con ellos las estrategias de desarrollo territorial– en un cuadro conceptual y analítico más consistente y realista.

 

Palabras clave: Latinoamérica, clusters, desarrollo territorial.

 

Abstract

 

This paper is divided into four parts. In the first one we identify a series of territorial development viewpoints and theoretical frameworks that have arisen in the last fifteen years in central countries and that have been uncritically spread to some developing countries, including those in Latin America. In the second part we indicate three “fundamental faults” found in those points of view: a) a remarkable conceptual imprecision, b) a noticeable disconnection between mid- and macro-structures, and c) the assumption of an imaginary that displays the inside (of the cluster) in harmonic and homogeneous way. In the third part we examine the foundations of these “faults” in the regionalist theoretical body, and finally in the fourth part, emphasising the prior discussion, we indicate some methodological guidelines that allow us to insert cluster analysis (as well as the strategies of territorial development) in a more consistent and realistic conceptual and analytical framework.

 

Keywords: Latin America, clusters, territorial development.

 

 

* Grupo de Investigación sobre Estado, Territorio y Economía, Universidad Nacional de Litoral, Argentina. Correo-e: rfernand@fcjs.unl.edu.ar, jvigil@giete.org.ar

 

 

Introducción

 

A esta altura del siglo xxi es bien conocido que en los últimos 20 años se ha operado una profunda transformación en la visión del desarrollo territorial a partir del despliegue de un conjunto de cuerpos teóricos representados en conceptos como distritos industriales (di), regiones inteligentes, medios innovadores, sistemas regionales de innovación, etc. Todos ellos han estado encaminados a destacar la presencia estratégica asumida por las regiones en el contexto de las modificaciones de las formas de producción y organización económico-social que acompañan los procesos de globalización y la revolución tecnológica desde mediados de la década de los setenta del pasado siglo (Omahe, 1995; Scott y Storper, 2003).

Sin embargo, ha sido a fines de los noventa y a lo largo del 2000 cuando el concepto de cluster (cl) asumió una presencia hegemónica en los desarrollos teóricos y empíricos destinados a analizar el papel de los procesos de aglomeración y sus vinculaciones con el desarrollo y la competitividad.

Desde esa visión típico-ideal y crecientemente hegemónica se ha ido conformando una línea inspiradora de políticas oficiales de desarrollo, no sólo en regiones y países centrales, como Europa y Estados Unidos, sino también, y por medio de la activa implicación de organismos internacionales como el Banco Mundial (bm) y el Banco Interamericano de Desarrollo (bid), en escenarios periféricos, como el latinoamericano, donde hasta hace poco esos organismos se hallaban casi completamente volcados a perfeccionar los “mecanismos de mercado” (Banco Mundial, 1991 y 2002; World Bank, 1999/2000).

Ahora bien, la asimilación de los enfoques de clusters en este último ámbito ha denotado la escasez en América Latina, desde hace ya más de tres décadas, de instrumentos teóricos y metodológicos propios, consistentes y alternativos a la hora de enfrentar los problemas del desarrollo. Si se revisan con detenimiento los esfuerzos de indagación realizados en la región en torno a los conceptos regionalistas (cl, di, regiones inteligentes, medios innovadores, sistemas regionales de innovación), se aprecia con claridad que los mismos se han presentado con perfil de replicación –más que de readaptación o inspiración– de instrumentos analíticos y marcos teóricos originados en los países centrales que no sólo han estado destinados a analizar realidades claramente diferentes, sino que, además, para el examen de esas realidades se han mostrado portadores de ciertas debilidades e inconsistencias que figuran en las bases de sus formulaciones. En tal sentido, la introducción en América Latina de esos instrumentos vinculados con el desarrollo territorial, y en particular aquellos relacionados con el estudio de los cl, ha sido escasa en evaluaciones referentes a las restricciones fijadas por las especificidades económicas, históricas e institucionales necesarias para la replicabilidad de los análisis, arrastrando con ello las propias debilidades –que aquí denominaremos “fallas de origen”– de los marcos conceptuales elaborados en y para los países centrales. 

Partiendo de lo anterior, nuestro trabajo se estructura en cuatro partes: en la primera describimos el espectro general de los desarrollos teóricos vinculados con el enfoque dominante de cl, producido principalmente en los países centrales, y mostramos el ingreso (acrítico) de ese enfoque en el escenario latinoamericano. En la segunda parte, nos detenemos a marcar tres “fallas de origen” básicas inherentes a esos enfoques regionalistas elaborados en los países centrales en torno al concepto de cl. En la tercera parte nos centramos en destacar algunos aspectos que, aun formando parte de la matriz teórica de los enfoques regionalistas, actúan como fundamentos de la producción de esas “fallas”. En la cuarta parte indicamos algunas pautas tendentes, por un lado, a actuar primordialmente sobre las debilidades (o “fallas de origen”) del enfoque dominante, reformulando su core analítico; y, por otro, y en consonancia con ese “replanteo teórico”, a reorientar, con algunos lineamientos metodológicos básicos, las investigaciones empíricas sobre la problemática del desarrollo regional y local en América Latina. La última parte son nuestras conclusiones.

 

1. Emergencia, expansión y significados del enfoque cluster

 

1.1 Su presencia en los países centrales

 

Como adelantamos, fue hacia fines de los noventa y a lo largo del 2000 cuando el concepto de cluster (cl) asumió una hegemónica presencia en los desarrollos teóricos y empíricos destinados a analizar el papel de los procesos de aglomeración y sus vinculaciones con el desarrollo y la competitividad (Maskell y Kebir, 2004).

Siendo ese concepto utilizado (y explotado) inicialmente por los aportes de Michael Porter (1990), no sólo se consolidó luego en el escenario estadounidense (Porter, 1998), sino que también ganó relevancia en el contexto europeo (Rosenfeld, 2002), donde progresivamente fue enriquecido por su interacción con los desarrollos académicos –gran parte de ellos pretéritos– vinculados con las categorías de distritos industriales (di),[1] regiones inteligentes, medios innovadores (Maillat, 1995; Camagni, 1991; Capello, 1999), sistemas regionales de innovación (Braczyk, Cooke y Heidenreich, 1998), etcétera.

Aun así, y no obstante su interacción con ese conjunto de aportes, el concepto de cluster consolidó su posición dominante entre las categorías vinculadas con el desarrollo regional y local, e incluso su hegemonía se reforzó con la utilización del mismo por parte de los organismos supranacionales (bm,[2] bid,[3] oecd 2001;  European Commission, 2002) al momento de formular propuestas que conjugaban ese desarrollo “territorializado” con la competitividad fundada en la economía del conocimiento (Maskell y Kebir 2004).

Pero ¿cuáles son los significados contenidos detrás del concepto de cluster y su colocación como instrumento estratégico de desarrollo y competitividad territorial? En respuesta deberíamos indicar que en torno al mismo se ha ido forjando un esquema típico-ideal que, en términos generales, entiende las regiones y localidades como “nodos territorialmente delimitados”, que operan como estructuras cerradas, soldadas, homogéneas y dinamizadas por la cooperación intralocal, y en la cual las aglomeraciones productivas sectorialmente especializadas obtienen una “eficiencia colectiva” (Schmitz, 1995) territorial que los actores económicos no podrían obtener a partir de su acción individual. Dicha eficiencia, acorde con los enfoques dominantes, fundada en capitalizar las ventajas estáticas de la especialización y la aglomeración, así como las dinámicas de la innovación colectiva, se traduce en el fortalecimiento de la capacidad competitiva de las regiones (Capello, 1999; Keeble y Wilkinson, 1999; Storper, 1997).

Es así que, más allá de las diferencias de esos enfoques y de las evoluciones operadas a lo largo de los últimos 25 años del siglo xx, el mainstream del cuerpo académico regionalista (con base en el representativo concepto de cluster) ha sostenido la posibilidad, abierta desde la última reestructuración fordista, de colocar a las regiones como epicentros en un marco donde pueden compatibilizarse los procesos de cooperación y competencia, así como ensamblarse formas de desarrollo regional y local endógeno con la competitividad global (Scott y Storper, 2003), apelando a un vector común centrado en las calidades obtenidas por la organización de los actores institucionales y económicos al interior de las aglomeraciones productivas y que permite, vía la obtención de formas de innovación y aprendizajes colectivos, ganar competitividad en los mercados internacionales (Camagni, 1991).

 

1.2 La presencia del enfoque cluster en el escenario latinoamericano del desarrollo regional local

 

Simultáneo al desarrollo y consolidación del enfoque cluster dominante en los países centrales, la perspectiva territorialista del análisis de la competitividad se fue introduciendo en los países periféricos. En tal sentido, no fueron pocos, a lo largo de los noventa, los trabajos teórico-analíticos dirigidos a la promoción de clusters en contextos poco desarrollados (Nadvi y Schmitz, 1994; Nadvi, 1995; Schmitz, 2000; Altenburg y Meyer-Stamer, 1999; Altenburg, 1999 y 2001).

América Latina, por su parte y como adelantamos, no estuvo ausente en el intento de hacer presente ese enfoque territorial del desarrollo. Así, la llegada e ingreso más contundente de ese cuerpo teórico se dio con contribuciones de académicos vinculados al Institute of Developing Studies(ids)[4] y al German Development Institute (gdi)[5], primero por caminos específicos y luego por acciones conjuntas entre ambos centros de estudio. Así, por medio del concepto de cluster –y en menor medida de di–, y haciendo uso de su instrumental analítico, los trabajos académicos destacaron las ventajas del cambio estructural de la organización industrial –y paralelamente de la crisis y transformación de la isi– para las regiones latinoamericanas, señalando las posibilidades de su inserción competitiva en las redes internacionales de proveeduría, especialmente de aquellas regiones/localidades aventajadas por bajos costos salariales (Altenburg, 1999), así como por las externalidades positivas derivadas de la acción cooperativa local (joint action) y la desintegración vertical de los procesos productivos aglomerados (Schmitz, 1995). Acompañando esta perspectiva, emergen progresivamente estudios de caso en toda América Latina, entre los que destacan los realizados en Brasil (Meyer-Stamer, 1998; Schmitz 1998 y 1999; Bazan y Schmitz, 1997), en México (Rabellotti, 1992 y 1997), en Perú (Távara, 1993), y en Argentina (Quintar, Ascúa, Gatto y Ferraro, 1993), por mencionar sólo algunos de los análisis empíricos.

Ahora bien, estos desarrollos en torno al fenómeno de los clusters propiciado por académicos europeos y latinoamericanos (inscritos estos últimos en el instrumental analítico de los primeros), se produjeron en un contexto donde los estudios de desarrollo territorial, mayormente bajo la denominación de “desarrollo regional” o “desarrollo local”, eran llevados a cabo por exponentes vernáculos, así como por académicos hispanos que tenían influencia en la región.

Estos desarrollos vernáculos –muchos de ellos vinculados con los proyectos del Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ilpes)– ganaron impulso a fines de los ochenta y principios de los noventa con los debates abiertos en torno a la utilidad y pertinencia de los procesos de descentralización, estimulados por un escenario, como el latinoamericano, donde las dificultades estructurales para el desarrollo aparecían asociadas con una reconocida tradición centralista y una escasa autonomía regional y local (Véliz, 1984). Con el impulso de ese escenario y de contribuciones pioneras, como las de W. Sthor y F. Taylor (1981), fue germinando la idea de un cambio radical en el análisis y las propuestas del desarrollo, sustentada en el quiebre de las formas top down dominantes en las décadas de los cincuenta y los sesenta y el impulso de formas de desarrollo “desde abajo”, centradas en actores, instituciones y capacidades locales. 

Indudablemente, estos nuevos vientos encontraron en Sergio Boisier uno de los exponentes más claros y prolíficos. Su línea de indagación territorialista vino a cruzar las –nada insignificantes– problemáticas relativas a la descentralización y el “desafío del desarrollo en el lugar y en manos de la gente”, con la conversión de las regiones en “sujetos” de desarrollo a partir de la conformación de “capital sinergético” y entramados asociativos apoyados en las nuevas modalidades de gestión territorial horizontales (Boisier, 1991, 1996, 1997, 1998 y 2002).

Por su parte, fuera del ilpes, la región ha contado con aportes como los de J. Arocena (1986 y 1995) en torno a la construcción de capacidades de desarrollo local para la obtención de una competitividad fundada en la generación de conocimientos intangibles que agregue valor a la actividad productiva, y un aprovechamiento de los recursos endógenos territorialmente emplazados a partir de la implicación conjunta de actores públicos y privados.

Por su parte, como decíamos, autores hispanos con fuerte influencia en América Latina, como A. Vázquez Barquero, reforzaron las perspectivas antes indicadas con la introducción conceptual del –desarrollo endógeno– y la mirada alentadora para el desarrollo local en las actuales etapas de reestructuración productiva y emergencia de la acumulación flexible (Vázquez Barquero, 1995 y 2001). Finalmente, otro exponente hispano con influencia en escenario latinoamericano, F. Alburquerque, destacó la relevancia adquirida por las denominadas iniciativas de desarrollo local (idl) –que proliferaron en muchos países de esta región– para la creación (en la dimensión micro) de un entorno económico favorable a la actividad empresarial innovadora, aspecto que se consideró un complemento fundamental para dar viabilidad al desarrollo bajo las reformas estructurales operadas en el ámbito macroeconómico de la región (Alburquerque, 1999).

Lo cierto es que, si bien resulta justificable considerar la relevancia y trayectoria de estos aportes académicos generados en –o vinculados con– América Latina,[6] al relacionarlos con los enfoques de cl y di ingresados en la región, surgen al menos dos aspectos fundamentales que deben remarcarse:

 

·       Por un lado, ambas corrientes o enfoques, más allá de sus especificidades, no se distancian en lo fundamental: comparten un esquema analítico que deposita –casi enteramente– la obtención de competitividad global en las calidades internas de localidades y regiones (a partir de la acción conjunta e interactiva de actores institucionales y económicos en el ámbito territorial).

·       Por otro, son los enfoques de cl y de di (y no las producciones latinoamericanas últimamente consideradas) los que han dominado en años recientes, no sólo el creciente número de análisis de casos, sino también la formulación de los más actuales lineamientos propositivos y de investigación sobre desarrollo territorial realizados desde los organismos internacionales –y sus académicos– que operan en la región latinoamericana (bm: véase nota 2; bid: véase nota 3; Meyer-Stamer y Harmes-Liedtke, 2005; Ramos, 1998 y 1999; Buitelaar, 2002), así como desde las propias instancias gubernamentales (Chile, corfo;[7] Brasil, Sebrae;[8] Perú, Prompyme;[9] e, incluso, desde investigadores localizados en distintos centros académicos nacionales e internacionales (Pérez Alemán, 1998; Perego, 2003; Albadalejo, 2001; Suzigan, 2000; Barragán, 2005).

 

Esta presencia dominante del enfoque cl como herramienta de desarrollo territorial en América Latina en la última década, habilita previamente para interrogar acerca de la consistencia de sus bases teórico-analíticas y metodológicas (generadas en el “norte”) que operan como insumos de las estrategias de investigación y de políticas de desarrollo en contextos y escenarios diversos. Es decir, antes de examinar en profundidad la funcionalidad, especificidades u obstáculos del enfoque del desarrollo territorial en América Latina, nuestro propósito es evaluar la consistencia de sus elementos constitutivos, generados fuera de la región e importados con una perspectiva más bien dispuesta a la replicación que a la consideración crítica.

 

2. Identificando “fallas de origen” en el enfoque cluster del desarrollo territorial

 

Asumiendo dicho desafío, nuestro análisis del enfoque cluster tal y como se constituyó en el “centro” –y difundió al escenario de los países en desarrollo, y en particular hacia América Latina– presenta al  menos tres “fallas de origen” que analizamos a continuación:

 

2.1 Cluster y distritos industriales: un concepto espacialmente borroso con aplicaciones caóticas

 

La primera debilidad perceptible en las contribuciones en torno a los cl como instrumentos de competitividad y desarrollo, se expresa en la fuerte tendencia mostrada por los enfoques del nuevo regionalismo a operar con fuzzy concepts, y, como consecuencia de ello, en el escaso rigor al momento de operacionalizar y desarrollar estudios empíricos consistentes (Markussen, 1999).[10] En efecto, si un aspecto debe inicialmente destacarse del aluvión de aportes académicos desarrollados en torno al fenómeno de los cl, es la combinación de una notable generalidad en los contenidos del concepto con el amplio tratamiento empírico dado al mismo, tornando imprecisas y borrosas: a) las delimitaciones espaciales, y b) los aspectos constitutivos y funcionales de las aglomeraciones productivas que dichos conceptos toman como referencia (Martin y Sunley, 2003).

a) En lo que concierne al primer aspecto, dada la amplitud que adquirieron –como vimos– conceptos como distrito industrial y, más aún, cl, nos encontramos con que el enfoque regionalista dominante carece de respuestas claras y orientadoras al momento de realizar estudios empíricos y enfrentar algunos interrogantes básicos: ¿cómo se delimitan espacialmente los cl?, ¿cuál es la escala espacial sobre la que debería determinarse un cluster?, ¿qué dimensión espacial debe tomarse para considerar su existencia: las instituciones locales, los ámbitos regionales donde pueden desenvolverse una pluralidad de instancias administrativas locales interconectadas o, para evitar cortes arbitrarios, las extensas redes inputs-outputs extendidas en su dinamismo con un alcance extra-regional o incluso nacional?.[11]

b) En cuanto al segundo aspecto, la elástica aplicación a distintos escenarios productivos que se desprende del gelatinoso concepto de cl ha potenciado el riesgo de analizar con un mismo patrón interpretativo, y como parte de un mismo proceso, agrupamientos industriales que presentan características históricas, así como patrones organizativos y funcionales extremadamente distintas. Ello implica el estudio empírico de experiencias productivo-territoriales tan heterogéneas que, finalmente, se termina considerando individual o, lo que es más peligroso aún, comparadamente, sistemas y organizaciones productivas cuyas diferencias pueden ser más significativas que sus convergencias. Los inconvenientes, a su vez, se profundizan desde el momento en que esas realidades heterogéneas se intentan presentar a menudo como partes de un mismo fenómeno que encaja en el cuadro típico ideal anteriormente mencionado.

La creciente transformación de ese riesgo en una realidad abre el interrogante, en primer lugar, sobre la utilidad misma del concepto y la efectividad de las políticas que inspira, y, en segundo lugar, acerca de los fundamentos por los cuales el mainstream ha optado por acogerse a esta vía ancha para el análisis empírico. Volveremos sobre ello más adelante. Ahora sostenemos que en el intento de dar continuidad a ese tratamiento omnicomprensivo de la corriente principal del desarrollo regional ligada a los cl, se ha ido formando un vacío empírico y metodológico al momento de poder: a) determinar cuándo, en el marco del análisis de un determinado tejido industrial, estamos en presencia de instancias productivo-territoriales que ameritan el tratarlas como clusters, y, junto a ello, b) visualizar el efecto que, en el desarrollo territorial, poseen las trayectorias histórica, la inserción regional y nacional y la particular morfología de las aglomeraciones productivas.

 

2.2 Descontextualizando la perspectiva de los cl: la desaparición de las dimensiones mesoregionales y macronacionales

 

Paralelamente a lo antes analizado, los trabajos realizados hasta mediados de la década de los noventa en torno a los enfoques de distritos industriales y cl (Pyke y Sengenberger, 1990; Porter 1990; Nadvi y Schmitz, 1994; Rosenfeld 1995 y 1996), e incluso los más actuales ligados a la dinámica de los procesos de innovación colectivos y el paradigma de la economía del conocimiento (Asheim 1995; Maskell, 1996; Maskell y Malmberg, 1999; Capello, 1999; Keeble et al., 1999; Keeble y Wilkinson, 1999), así como los exponentes “vernáculos” que trabajaron sobre el escenario latinoamericano, han tenido –en su mayoría– como propósito central el examen del inside de las aglomeraciones productivas, sin prestar atención al papel de las articulaciones externas de los mismos, esto es, a los condicionamientos y efectos derivados de las dinámicas multiescalares, que afectan o condicionan –diferencialmente– los alcances de la acción colectiva y la capacidad competitiva de esas aglomeraciones productivas.

Preocupado por transformar a los clusters en núcleos generadores y articuladores de competitividad y cohesión territorial, y volcado, a partir de ello, como dijimos, a un estudio casi exclusivamente centrado en el interior de las aglomeraciones productivas, el enfoque regionalista que domina el tratamiento de los cl terminó mostrando claras restricciones al momento de leer apropiadamente no sólo la manera en que esas aglomeraciones funcionan –o deberían funcionar– ante determinadas estrategias de inserción externas, sino también la forma en que son jerarquizadas e, incluso, impactadas por los particulares patrones organizacionales y dinámicas de las redes multiescalares, que a veces estimulan, pero otras también prescinden de las aglomeraciones. Esto es, redes que en ciertas ocasiones procuran incluir, pero que pueden igualmente excluir a las aglomeraciones como “factor de proximidad” al desarrollar los procesos dinámicos de aprendizajes, conocimiento e innovación (Amin y Cohendet, 2004; Boschma, 2004).

Ciertamente, avanzados los noventa y a lo largo del 2000, a raíz de las contribuciones provenientes en lo fundamental de los antes mencionados ids y gdi, se ha intentado avanzar sobre esa perspectiva “sobredeterminada territorialmente”, casi podríamos decir “enclaustrada”, y exclusivamente centrada en el papel de las calidades organizacionales y funcionales presentes en el ámbito “local”. Para ello se asumió el desafío teórico y empírico de examinar la articulación de los clusters en el dinámico contexto de las Cadenas de Valor Global (cvg) y los sistemas de gobernancia global (Messner, 2002; Nadvi y Halder, 2002; Schmitz, 1999, 2000 y 2004; Sverrisson, 2003; Pietrobelli y Rabellotti, 2004; Quadros, 2002; Bazan y Navas-Aleman, 2001). Se capitalizaron así las contribuciones desarrolladas en torno a las global chains –o cadenas globales– (Gereffi y Korzeniewicz, 1994; Gereffi, 2001; Kaplinsky, 2000) como instancias que distribuyen actividades productivas en redes transnacionales.

Con base en ese instrumental, se ha tratado de observar sobre distintas ramas de actividad y en diferentes escenarios –tanto centrales como periféricos–, posibilidades y condicionamientos emergentes para los cl a partir de sus vinculaciones en cvg con estructuras de poder y tipos de gobernancia variables, en los que funciones y capacidades de generación de valor estratégicas (centralmente localizadas alrededor del diseño y marketing) aparecen por lo general controladas “fuera” del territorio y asimétricamente distribuidas (Humphrey y Schmitz, 2000 y 2002; Schmitz, 2004; Messner, 2002; Nadvi y Halder, 2002).

Está claro que, a partir de lo indicado, el enfoque de cvg ha representado un muy significativo avance en las perspectivas del desarrollo regionalista, habilitando una lectura de los procesos productivos regionales/locales en el marco de sus articulaciones externas. Sin embargo, el enfoque no sólo ha mostrado restricciones al momento de analizar las posibilidades de mejorar los posicionamientos de los cl en el marco de las estructuras de gobernancia global –al volver nuevamente las miradas teóricas y empíricas hacia la dimensión intraclusters–, sino que también ha presentado dificultades para interpretar y evaluar de manera adecuada otras dimensiones fundamentales de las relaciones externas, que impactan directamente y generan condicionantes estructurales para las aglomeraciones productivas. En este sentido, en la línea de estudio dominante sobre los cl, son notablemente magras las consideraciones sobre las vinculaciones de éstos con las dinámicas y estructuras de los sistemas económicos nacionales y regionales en los que se insertan (Sunley y Martin, 1996).

Producto de ello, se encuentran ausentes dos aspectos básicos que permiten evaluar contextualmente los escenarios donde se desenvuelven los cl y, asimismo, determinar los condicionamientos fundamentales y las especificidades de sus comportamientos. Esos aspectos comprenden:

 

·       Por un lado, el papel de las dinámicas de flujos e interacciones que envuelven –en forma nada secundaria– a las instancias económicas e institucionales del ámbito nacional.

·       Por otro, las vinculaciones entre la estructura y la dinámica de los cl respecto de la estructura y funcionamiento de los sistemas económicos mesoregionales y las mutaciones operadas sobre los mismos.

 

En relación con el primer aspecto, producto de una visible desconsideración de la dimensión económica y económico-institucional del ámbito nacional, los estudios empíricos escasean en la precisión de aspectos contextualizadores ligados a ese ámbito, que pueden ser clave para dimensionar la significación de los procesos de clusterización, así como los desafíos a asumir por los clusters potencialmente analizables en el contexto de la economía nacional y la inserción internacional de esta última.

Los propios enfoques que articulan los cl con las cgv, restringidos en términos generales a un examen de las posibilidades y límites de las instancias productivas locales ante las diferentes formas de gobernancia global, muestran una notable desconsideración en los estudios empíricos de la representatividad económico-territorial del o de los clusters “seleccionado(s)” en un escenario multiescalar, en el que es imposible eludir la asimétrica presencia y distribución nacional de los flujos y actividades sobre los que se estructuran los encadenamientos productivos.

 

Figura i

 

En tal sentido, desde una dimensión más estrictamente económica:

 

·       Existe una pérdida de visualización para ubicar y representar los cl en la estructura nacional de establecimientos, empleo y producción del sector o rama de actividad considerada.

·       Asimismo, aparece regularmente indeterminado cómo, en un escenario de crecientes demandas de apertura, la estructura productiva nacional de esas ramas a las que pertenece el cluster cubre los requerimientos y demandas del mercado nacional. Más precisamente, por lo general resulta desconocido con qué alcance los agentes económicos del sector o rama en la que se insertan los cl han tenido un desempeño que los conduzca a fortalecer la autonomía productiva nacional/regional ante la presión importadora.

·       Ya en el plano de las conexiones nacionales-internacionales, las formas de estudio dominantes no otorgan relevancia a la verificación de la inserción de los clusters en las ramas centrales y más dinámicas de los países a los que pertenecen, impidiendo así desarrollar estrategias de inserción económica internacional para esos sectores.

 

Existe, por lo tanto, en los análisis del Nuevo Regionalismo, una llamativa ausencia de elementos metodológicos y hallazgos empíricos que permitan reflejar, en términos comparados, la dinámica y el alcance cuantitativo de las actividades, relaciones y flujos del ámbito nacional, para ganar lugar en los mercados internacionales.

Finalmente, desde la dimensión económico-institucional, debe señalarse que, en general, las alteraciones en las políticas macroeconómicas y los cambios en los regímenes de acumulación no son adecuadamente considerados para evaluar los efectos mesoregionales en los que se insertan los cl. Esos cambios y alteraciones tampoco se tienen en cuenta para evaluar los efectos sobre el comportamiento de las ramas o sectores industriales en las que operan los cl analizados. En resumen, la línea dominante de análisis del fenómeno de los cl que venimos presentando, muestra en general una falta de predisposición a anteponer a los estudios de caso una necesaria y cuidadosa evaluación acerca de cómo la rama productiva a la que pertenece cada cl se comporta ante dichos cambios: ¿son independientes o, por el contrario, fuertemente procíclicas? ¿Acompañan los procesos de crecimiento o recesión que tienen lugar en el conjunto del sistema económico o se muestran autónomas a esos procesos? ¿Cómo reaccionan dichas ramas y cl ante esas alteraciones en establecimientos, empleo y flujos, así como en relación con la competencia importadora y exportadora?

Vinculado con esto último, y ya como segundo aspecto, los mencionados cambios en la dimensión macroeconómica institucional transforman –por lo general en forma diferencial y específica– las estructuras y dinámicas productivas regionales. Sin embargo, la modalidad dominante de abordar selectivamente determinados “casos” –efectiva o potencialmente exitosos– hace inviable la determinación de la forma en que impactan los escenarios macroeconómicos y los cambios en los tejidos productivos mesoregionales sobre esas aglomeraciones.

Dada la alta inestabilidad macroeconómica que presentan los escenarios productivos e institucionales de los developing countries, como los latinoamericanos, el esquema de selección de “casos individuales”, descontextualizados de su entorno mesoproductivo, contribuye a que se desconozca:

 

·       Si los cl de determinadas regiones son independientes o dependientes (es decir, sensibles) respecto de las marcadas mutaciones que exhibe ese nivel mesoproductivo.

·       En qué grado constituyen organizaciones que presentan respuestas específicas ante esos escenarios mesoproductivos cambiantes, y en qué medida esas respuestas actúan diferenciadamente entre cl que encuentran diferentes ubicaciones o pertenecen a ramas de actividad diferentes.

·       Finalmente, en qué medida se altera ante esas mutaciones la representación de esos cl en la estructura productiva mesoregional y nacional.

 

2.3. ¿Áreas de reproducción armónica para la cooperación, el aprendizaje y la innovación? Volviendo al inside de los cl

 

A las “fallas de origen” señaladas en el apartado anterior, derivadas de la descontextualización/desconexión de los estudios sobre los cl, se le suman aquellas provenientes del “imaginario” en torno al cual se configuran los análisis al interior de esos cl. Desde su expresión inicial a través de los di, a las más actuales de las regiones inteligentes, los enfoques regionalistas que esgrimen el papel crecientemente estratégico de las aglomeraciones productivo-territoriales en las estrategias de desarrollo y la cualificación de la competitividad, han preservado como imaginario de análisis y políticas un “tipo ideal” que, como indicábamos inicialmente, presenta a los cl como nodos territorialmente delimitados, que operan como estructuras cerradas, soldadas, homogeneizadas y dinamizadas por la cooperación intralocal.

Desde el punto de vista del “imaginario” y de ese “tipo ideal” con que se ha encarado su promoción como inspirador de políticas (Morosinni, 2004; Rosenfeld, 2002), las regiones y localidades en las que se desenvuelven las aglomeraciones productivas posibles de analizarse como cl, han sido representadas por medio de “comunidades autosuficientes” en las que se requiere la combinación de distintas dosis de especialización y división social del trabajo, valores comunitarios, ataduras socioculturales, confianza y rituales históricamente construidos y transferencias intraterritorales de conocimientos y tecnologías (Morosinni, 2004). Contando con la combinada presencia de ese complejo de elementos, los cl logran una eficiencia colectiva (Schmitz, 1995) intraterritorial que les otorga, por medio de la flexibilidad y la innovación permanente, capacidad competitiva en el escenario globalizador, consolidando paralelamente la cohesión social interna al preservar la calidad de la fuerza de trabajo y las fortalezas interactivas de las instituciones territoriales.

Ciertamente, la presentación de las regiones y localidades (donde actúan los cl) como comunidades armónicas y dinámicas, que aseguran al mismo tiempo cohesión y competitividad, se tornó en un poderoso y seductor instrumento para los organismos internacionales (bid, bm, oecd) y los gobiernos nacionales y regionales, ya no sólo –o no tanto– para dar cuenta de experiencias exitosas, sino también para (re)formular las políticas de desarrollo regional.

En tal caso, el mencionado conjunto de aspectos constitutivos que amalgaman y dinamizan las aglomeraciones productivas ha sido utilizado como “herramienta” para operar sobre los distintos sistemas productivos territoriales (spt) –fundamentalmente los periféricos–, y detectar sus falencias/debilidades nucleadas en torno a las fallas de coordinación interempresarial e institucional que bloquean la eficiencia colectiva habilitada por la cooperación (Schmitz, 1995; Rabelloti y Schmit, 1999), o impiden los “aprendizajes colectivo-territoriales” y la transferencia de conocimiento que brinda la proximidad (Malmberg, 1997; Maskell y Malmberg, 1999; Capello, 1999; Boschma, 2004; Nooteboom, 1999).

Ahora bien, aunque tanto desde el campo teórico hasta el político-institucional se ha operado activamente en dirección de reafirmar una tendencia a concebir los cl como instancias comunalmente autosuficientes y armónicas, lo cierto es que no toda la producción académica se ha dirigido a mostrar esas aglomeraciones productivas como instancias internamente homogéneas, con formatos organizacionales gemelos, basados en redes horizontales de pequeñas empresas, como se hizo durante los noventa (Pyke y Sengenberger, 1990), bajo la inspiración marshalliana de di del noreste de Italia (Bagnasco, 1977; Brusco, 1982; Becattini, 1992).

En forma más compleja, un importante número de contribuciones, junto con la amplia utilización del concepto de cl –y el de di–, ha ido admitiendo de manera progresiva la configuración de spt internamente heterogéneos (Nadvi, 1995; Rabellotti y Schmitz, 1999; Paniccia, 2002); mientras que otro grupo de producciones ha presentado, dentro del reconocimiento de esas heterogeneidades, distintos tipos de sptcl y di– tanto en los developed (Garofoli, 1995; Markusen, 1996; Park y Markussen, 1994; Guerreri y Pietrobelli, 2001) como en los developing countries (Mc Cormik, 1999; Altenburg y Meyer-Stammer, 1999). En la determinación comparada de esas heterogeneidades y en las específicas configuraciones de esos spt, ha sido vital la identificación de actores económicos que presentan tamaños dispares, diferentes formas de vinculación –dentro y fuera del territorio–, así como variadas ligaciones cuanticualitativas con los actores institucionales.

Como resultado de lo anterior, tenemos una aparentemente “extraña convivencia” de enfoques:

 

·       Por un lado, la perspectiva que sostiene la idea de un “clúster imaginario” concibiendo a las aglomeraciones como instancias territoriales delimitadas, homogéneas y armónicas en su interior, que asumen un sentido básicamente inclusivo e igualitario, y que, no obstante las reiteradas admisiones sobre las serias restricciones a su replicación (Helmsing, 2001; Maskell, 2001; Nooteboom, 1999; Amin, 1994), se intenta presentarlas como instancias con capacidad de extenderse indiferentemente a territorios centrales y periféricos.

·       Por otro lado, identificamos un enfoque sustentado en un cúmulo de aportes importantes que, en línea con las observaciones sobre la inconveniencia de la replicabilidad de las “experiencias exitosas”, destaca la heterogeneidad y la variada configuración de los spt, abriendo compuertas para realizar detenidas comparaciones que examinen las notorias especificidades de los mismos.

 

Parece bastante evidente que el primer enfoque, que alimenta las “políticas procluster a nivel global”, presenta dificultades para entender los procesos intraterritoriales desde un punto de vista dinámico y diferenciador, que delimite las morfologías específicas de las estructuras productivas locales y, dentro de ellas, las –muchas veces– cambiantes estructuras socioinstitucionales de poder que operan no precisamente en el sentido armonizador e inclusivo. La falta de consideración de estas estructuras de poder socioinstitucionales limita no sólo la identificación de las diferencias entre las distintas aglomeraciones productivo-territoriales, sino también la identificación de las particulares vinculaciones entre los actores económicos e institucionales internos, y entre esos actores internos con aquellos exógenos a las aglomeraciones productivas.

Sin embargo, esas limitaciones no han sido completamente resueltas por los mencionados desarrollos académicos que reconocen las heterogeneidades y las diferentes tipologías de spt. En primer lugar, puesto que los estudios –y metodologías– que exploran las heterogeneidades intra-cl (Rabellotti y Schmitz, 1999) no se han ensamblado debidamente con aquellos análisis que identifican diferentes tipologías y morfologías productivas resultantes de spt. Como consecuencia, el estudio de los spt y sus morfologías carece de un trabajo metodológico-empírico que dé cuenta de la manera en que esos spt se originan, configuran y evolucionan en el contexto de los cambios en los entramados productivos y las estructuras de governance. Las tipologías de cl y di tienden entonces a ser presentadas como “dadas”, fruto de investigaciones empíricas que nunca se exhiben totalmente.

En segundo lugar, tanto los enfoques que reconocen las heterogeneidades como los que hacen hincapié en la configuración de las tipologías de los spt, han sido escasamente capitalizados para mostrar –desde un punto de vista dinámico– la forma en la que, ante determinados cambios en el nivel macro-mezo: a) se fortalecen o debilitan ciertos patrones de relaciones económico-sociales de la aglomeración productiva considerada; y b) se configuran, fruto de esos cambios, formas dominantes y específicas de jerarquía, subordinación y/o exclusión en la propia aglomeración. A partir de ello, es visiblemente inexplorado el modo en que ese “patrón de relaciones socioeconómicas” ha ido impactando la estructura de governance local, así como, y a la inversa, el modo en que la estructura del governance local ha contribuido a potenciar –o eventualmente ha intentado revertir– esa estructura de relaciones socioeconómicas. Es decir, queda huérfano el estudio de las interacciones e incidencias mutuas entre la estructura/matriz de relaciones socioeconómicas y las formas de gobernancia específicas del ámbito territorial.

Finalmente, pero no menos importante, la perspectiva regionalista que domina el análisis de los cl como instrumentos de desarrollo –y en particular aquella que analiza la relación entre los cl y las Cadenas de Valor Global– no ha avanzado en dirección de mostrar cómo esas matrices y morfologías desprendidas del análisis de las estructuras relacionales de poder del spt y su governance: a) se vinculan con la dinámica general del cluster, estimulando o bloqueando el desarrollo y cualificación de funciones estratégicas de la Cadena de Valor dentro del territorio, y b) pueden constituir actores o grupos de actores que –dentro de esas matrices y morfologías– asuman el control de las funciones de la Cadena de Valor.

En definitiva, hasta aquí hemos identificado ciertas debilidades que denominamos “fallas de origen” de las formulaciones teóricas que consideran las aglomeraciones productivas como instrumentos de competitividad y desarrollo. Dichas debilidades se han manifestado en la imprecisión y ambigüedad conceptual y operacional que acompaña el análisis de los cl, en el marcado aislamiento de éstos respecto de las estructuras productivo-espaciales meso y macro en las que se insertan, y, por último, en el desconocimiento de las relaciones de poder y las formas económica e institucionalmente asimétricas que toman lugar en la configuración de los spt y las estructuras de governance de esas aglomeraciones.

 

Figura ii

 

3. Explorando los fundamentos de las “fallas de origen” del enfoque cluster del desarrollo territorial

 

Ahora bien, ¿cuáles son los fundamentos de este conjunto de debilidades que hemos intentado presentar? ¿Dichas debilidades están articuladas entre sí a partir de determinados elementos que actúan como causas o disparadores? Permítasenos presentar aquí una hipótesis que responde positivamente a este último interrogante, sosteniendo que dichas debilidades tienen una base general de sustento constituida por un conjunto de asunciones que forman parte del core teórico que ha alimentado los análisis académicos y las estrategias políticas del desarrollo regional, bajo el concepto ya no sólo de cl, sino también de distrito industrial, learning regions, melieux innovator, etcétera.

Desde que surgieron los enfoques de la especialización flexible a mediados de la década de los ochenta (Piore y Sabel, 1984) hasta los más actuales –ya mencionados– desarrollos que vinculan los cl con las cadenas globales de valor –aun en sus heterogéneos estudios–, ha permanecido una lectura convergente del proceso de reestructuración posfordista y las nuevas formas de articulación económica, institucional y territorial que pasan a dominar bajo la globalización. Dicha lectura se asienta sobre un esquema glocalizador[12] (Swyngedouw, 2000) que apuesta a la progresiva disolución del Estado y los espacios nacionales, y configura, a partir de ello, un cuadro de lectura casi exclusivamente conformado por las dimensiones global y local, con un enorme y renovado espacio para operar en dirección local-global.

La consolidación de dicha lectura conlleva una necesaria desconsideración de la emergencia de un escenario reproductivo espacial más complejo y multiescalar que acompaña a los procesos de reestructuración posfordista (Brenner, 2004; Macleod, 2001; Jessop, 2002), donde la creciente expansión de las dinámicas de espacios y flujos, lejos de tornar más rígidas y polarizadas las tradicionales escalas institucionales y económicas (local-nacional-global), promueven la recreación y relativización de las mismas con procesos que frecuentemente las traspasan y las superponen (Amin, 2002 y 2004a; Passi, 2002). En dicha “multiescalaridad interpenetrada”, Estados y espacios nacionales, lejos de desaparecer, adquieren nuevas y estratégicas formas e intervienen desde la especificidad de sus trayectorias históricas en la configuración de los procesos globalizadores (Mann, 1997; Sassen, 2003).

La consolidación del enfoque polarizador de dirección local-global dio soporte a la idea de pensar, fomentar, y asimismo, implementar “comunidades autosuficientes”; una idea primigenia ya de los di que acompañó a la especialización flexible, y que se redinamizó en la última década por medio del concepto de cl. Bajo ese “esquema bipolar controlado desde abajo”, la promoción de comunidades autosuficientes, internamente armónicas a la vez que dinámicas (Amin, 2004b), se vuelve altamente funcional para argumentar la disolución del Estado nacional, y sostener, primero, que regiones y localidades no dependen (ni requieren) de fuerzas exógenas que las configuren, como en la etapa del Estado de bienestar y las políticas keynesianas dominantes bajo el fordismo (Brenner, 2003), y segundo, que desde esa impronta “desde abajo”, las regiones se transforman en los “nervios motores” de la reconstitución social y el dinamismo económico en contextos donde se aceleran los procesos de globalización e integración supranacional (Scott, 1998).

 

Figura iii

 

Está claro que, ese basamento teórico conlleva un efecto directo sobre el estudio empírico que, en gran medida, contribuye a explicar las tres debilidades centrales que marcamos anteriormente en relación con el enfoque de cl: a) la ambigüedad conceptual y el estudio empíricamente caótico del concepto; b) la descontextualización de las dinámicas de las aglomeraciones respecto de los niveles macro y meso, y c) el desconocimiento de las especificidades de las relaciones sociales sobre las que se configuran la heterogeneidad de los sistemas productivos y sus diferentes tipologías territoriales.

a) En lo que concierne al primer aspecto, la necesidad de reafirmar un “imaginario” que invita a pensar las dinámicas globalizadoras desde las regiones y localidades, y desde allí, a configurar las formas cualificadas de inserción global, ha actuado como un permanente estímulo para sostener un concepto ambiguo y omnicomprensivo por medio del cual se abordan expansivamente y bajo un mismo nomenclador, aglomeraciones territoriales de difícil comparabilidad, ubicadas en los más distantes espacios, con las más heterogéneas trayectorias históricas, así como con sustanciales diferencias en sus patrones organizacionales y dinámicas económico-institucionales internas. En tal contexto, el ya advertido riesgo de la confusión empírico-conceptual se presenta como un costo casi necesario de dar viabilidad a una perspectiva de análisis que evalúa los procesos de reestructuración global, diagnostica posibilidades y elabora estrategias para incorporarse a dicho proceso a partir de un “instrumental común”, destinado a operar en (comprender y generar) una multiplicidad de “unidades territoriales de base regional-local delimitadas”, dispersas en una extensa plataforma planetaria.

b) Pero la imposición de este “imaginario” bottom-up también arrastra las debilidades vinculadas con la descontextualización. El aferrarse a un esquema local-global que elimina la complejidad de la reestructuración e interpenetración multiescalar termina aislando a los cl no sólo de aquellas consideraciones ligadas a las dimensiones mesoregionales en las que los mismos trabajan, sino también del complejo de aspectos relacionados con la conformación, dinámica y efectos generados sobre los cl y sus ramas de actividad desde los espacios y Estados nacionales.

Por lo tanto, la ambigüedad conceptual y la “aplicación empírica caótica” analizada en el punto 2.1, así como esta descontextualización de las dimensiones nacional y mesoregional indicada en el punto 2.2, emergen como inevitables consecuencias de un esquema de interpretación local-global que deposita con exclusividad el protagonismo en regiones y localidades. Desde estas instancias se intenta conformar una plataforma empírica planetariamente multiplicable (replicable), con capacidad de trasladarse con relativa facilidad desde África a la Unión Europea y de Estados Unidos a América Latina, sin otorgar mayor relevancia a las especificidades diferenciadoras de las aglomeraciones productivo-territoriales abarcadas en las investigaciones empíricas. En esa replicabilidad planetaria tampoco se consideran las especificidades de los marcos contextuales macronacionales y mesoregionales que pueden efectivamente fijar condicionamientos a los comportamientos de las aglomeraciones productivas.

c) Finalmente, expandida sin límites la aplicación del concepto, el aferrarse a un esquema analítico direccionado desde lo local para leer procesos y elaborar estrategias de inserción en el contexto global, necesita posicionar ese ámbito microterritorial representado por los cl como un “nodo de reproducción” –al menos potencialmente– autosuficiente, que puede, por medio de la cualificación de su organización interna y sin apelaciones a instrumentos de política económica externa, combinar una dinámica innovadora, socialmente recreadora y autorresponsable.

Dicha perspectiva se expresa altamente funcional para los programas institucionales impulsados, como vimos, desde los Organismos de Financiamiento Internacional (ofi) y distintos proyectos nacionales –muchos ligados a la tercera vía– (Amin, Massey y Thriff, 2003), al fundarse en esfuerzos sustancialmente sostenidos por los propios actores sociales y económicos dentro de fronteras territoriales que se suponen bien delimitadas. Ello implica para estos programas –altamente influidos por la agenda neoliberal– la posibilidad de garantizar un patrón de reproducción económicamente consistente (que ofrece competititividad) y socialmente humanista (que ofrece cohesión), reemplazando al mismo tiempo las coberturas sociales universalistas del keynesianismo, que demandan alta implicación al Estado nacional, así como extracciones redistributivas al capital global móvil (Fernández, 2005).

Pero la viabilidad de estas nuevas formas de reproducción territorialmente autosuficientes, claro está, conlleva una invitación a pensar en instancias forjadas por “patrones internos no conflictivos ni excluyentes”, sino “armónicos y cohesionantes”, identificando como una debilidad la ausencia de esos patrones al interior de los clusters. En tal caso, la perspectiva de los cambios continúa situada en el interior de las aglomeraciones, entendidas éstas siempre como cerramientos “autorreproducibles” y “auto-purificables”, que asumen, desde el protagonismo de sus actores internos, la responsabilidad de reemplazar las malas prácticas comunitarias por las buenas (Amin, 2004b).

Por tanto, y en ese marco que sostiene la posibilidad de la autorecreación comunitarista interna hacia patrones armónicos de cohesión y cooperación, resulta poco propicio introducir un enfoque de análisis teórico-empírico destinado a evaluar la presencia de morfologías y dinámicas que no están edificadas sobre la base de la horizontalidad y la inclusividad. Así, un esquema alternativo de interpretación, que intenta detectar la existencia de jerarquías, subordinaciones y exclusiones promovidas por la interacción de los actores económicos e institucionales locales con los actores y dinámicas meso y macro externos al cl, o bien, que trabaja sobre las especificidades exhibidas al interior de la localidad o región por las relaciones económico-sociales y el sistema de governance local, choca fácilmente con la idea de la existencia de armonía, homogeneidad y cohesión sustentada por el enfoque dominante del desarrollo regional.

Por último, la necesidad de afirmar operativamente la concepción de los cl como instancias internamente armónicas y autorreproductivas asociadas con el esquema local-global, ayuda sin duda a explicar el antes mencionado “divorcio” que muestra el plano discursivo-propositivo del mainstream que alimenta las “estrategias oficiales de competitividad y desarrollo regional”, respecto de las líneas de investigación que han puesto su atención en las heterogeneidades y tipologías surgidas al interior de las aglomeraciones productivas.

 

4. Superando debilidades en el enfoque cl a partir de una reconsideración del nuevo regionalismo

 

En la segunda y tercera partes de este artículo remarcamos las debilidades de los enfoques territorialistas que se mueven en torno al concepto de cl (que, como vimos en la primera parte, han venido ingresando con fuerza en el contexto latinoamericano). Hemos explorado también algunos fundamentos que pueden estar actuando como basamentos teóricos de esas debilidades. En este último segmento, y rearticulando los aspectos previos, nos proponemos avanzar en un sentido cualificador respecto del criticado enfoque dominante alrededor de los cl. Realizamos esto por medio de dos pasos básicos: a) la redefinición de algunos elementos centrales que forman parte del marco teórico del enfoque dominante, y b) la formulación –con intención superadora– de algunas pautas ligadas a los desafíos metodológicos y empíricos.

 

4.1 Redefiniciones en el marco teórico

 

Al articular las “fallas de origen” del enfoque regionalista que ha inspirado las estrategias basadas en cl con los fundamentos presentados como fuentes de esas fallas, nos encontramos simultáneamente tanto con la posibilidad como con la necesidad de introducir reformulaciones en las bases teóricas de esa corriente, si lo que realmente pretendemos es dar lugar a una perspectiva útil y realista para los enfoques del desarrollo territorial.

Dichas reformulaciones demandan, al menos, dos movimientos conceptuales básicos: el primero, destinado a poner los cl en el contexto de sus interacciones con una realidad externa multiescalar, y el segundo, orientado a sincerar el análisis de sus formas de conformación interna dadas las especificidades territoriales de cada cl y de sus particulares interacciones externas.

 

4.1.1 Poniendo los cl en contexto

 

En función de los elementos críticos previamente resaltados, es fundamental asumir la necesidad de colocar la perspectiva de los cl –y en general la del desarrollo territorial– en un esquema de interacciones que rompe con la idea de un esquema local-global, forjado “desde lo local” en forma bottom-up, y sugiere la inserción de los mismos en sistemas económicos, redes y flujos más amplios (Turok, 2004), donde dinámicas multiescalares operan interactivamente, envolviendo de manera simultánea instancias globales, regionales y nacionales que se interpenetran y explican colectivamente, desafiando la posibilidad de apelar a las tradicionales delimitaciones –de regiones y naciones– territorialistas (Passi, 2002; Amin, 2004a; Agnew, 1994).

Esta aceptación, por supuesto, no significa desconocer la relevancia de la clusterización y el papel activo de la calidad organizacional intraterritorial de los actores económicos e institucionales para generar competitividad y cohesión social y territorial, sino que implica la necesidad de colocar esas instancias territoriales en un contexto más realista. Esto último supone, por un lado, el reconocimiento de que bajo las nuevas formas de reproducción poskeynesianas, y en un escenario en el que se alientan las competencias interterritoriales, se acrecienta la relevancia de las regiones y las localidades y el papel de la autoorganización de sus recursos (Keating, 1998; Brenner, 2003), pero, por otra parte (y al mismo tiempo) se deja en claro que no es siempre sobre la “calidad de lo local” donde debe ponerse exclusivamente el foco de atención para entender la configuración del escenario global, sino sobre las particulares formas de ensamblajes –y superposición– de todas esas instancias multiescalares en las cuales los cl se insertan y reproducen (Brenner, 2004).

Al incorporar esa “multiescalaridad interpenetrada” al marco teórico, y complejizar el espectro de interpretación empírica, los enfoques (europeos y latinoamericanos) que posicionan a los cl como nodos estratégicos para leer procesos y formular políticas industriales se encuentran compelidos no sólo a tener en cuenta las posibilidades abiertas (o cerradas) por las distintas estructuras de governance que dominan las cadenas de valor globales, como han intentado mostrar la líneas de trabajo de los grupos de investigación constituidos alrededor del ids en Sussex y el gdi en Bonn, sino también –y complementariamente– a computar un conjunto de elementos vinculados con los sistemas económicos regionales y nacionales sobre los que los cl se insertan y constituyen sus trayectorias reproductivas (Martin y Sunley, 2003). Esto último, acorde con lo antes desarrollado, contribuye a poner en un contexto completo la representatividad de los cl y las ramas de actividad, y a establecer con mayor certeza los condicionantes estructurales que fijan límites a su autonomía y potencialidades de transformación estructural. En otros términos, podemos conocer con mayor rigor si los mismos constituyen “islas de competitividad” (Petrella, 2000) en escenarios regionales y nacionales en los que domina la debilidad y desarticulación de los tejidos productivos o si, por el contrario, expresan “nodos” altamente insertos y dependientes –aunque también dinamizadores– de redes económicas e institucionales de orden mesoregional y macronacionales sujetas a frecuentes cambios.

 

4.1.2 Visión hacia el inside de los cl

 

Muy ligada a lo antes indicado, está la necesidad de transformar la visión de los cl en sí mismos. Su existencia ya no puede ser vista:

 

i.   Ni como una instancia territorial claramente delimitada y autosuficiente que puede operar como un container auto-depurable, que define por entero desde su interior –y a partir de las decisiones endógenas de sus actores– sus calidades y capacidad competitiva para desempeñarse en el escenario nacional y global.

ii.  Ni como una estructura necesariamente homogénea, donde campean las relaciones y voluntades cooperativas horizontalizadoras, tanto en el ámbito de la organización productiva y comercial como en el institucional.

 

Ese cambio de visualización en la percepción e investigación de los cl conlleva: en relación con el primer aspecto (i), que los mismos puedan ser concebidos y analizados como instancias penetrables, condicionadas –múltiplemente– y, en gran medida, vulnerables a los efectos generados sobre ellos por las cambiantes condiciones macro/meso. Dicha vulnerabilidad, claro está, puede encontrar cambios a partir de las diferentes calidades institucionales y organizacionales de la producción al interior de las aglomeraciones, desde las que se desprenden específicas capacidades reactivas a los cambios y estímulos externos.

En relación con el segundo aspecto (ii), que se admita a los cl como instancias de reproducción económico-territorial que, producto tanto de las cambiantes condiciones de inserción externa como de la específica dinámica interna, se encuentran orientadas hacia la heterogeneidad. En el marco de esta última, se  conforman sistemas locales de producción con articulaciones económico-sociales asimétricas, en las que determinados actores –incluso de base externa– asumen posiciones de comando en la estructura económico-productiva interna, pero con enlaces privilegiados a su vez, a las redes multiescalares que operan fuera del propio sistema de producción local.

La visualización de dichas morfologías del sistema productivo y su articulación con el sistema de governance aparece como un elemento fundamental para evitar una presentación ingenua, sólo fundada en la verificación de la existencia, ausencia o debilidades de la cooperación interinstitucional con el ámbito territorial, y habilitar una lectura orientada a evaluar, primero, en qué medida las estructuras institucionales del cl y sus articulaciones reflejan, en su conformación y dinámica, esas morfologías –sustentadas en heterogeneidades–, y segundo, con qué alcance desarrolla (el cl) pautas o comportamientos destinados a revertirlos.

 

4.2 Nuevos desarrollos metodológicos a partir de la redefinición del marco teórico

 

A partir de las “fallas de origen” indicadas (2), sus fundamentos (3) y de la redefinición propuesta en el marco teórico (4.1), formulamos un conjunto de lineamientos, que bien podrían presentarse como desafíos metodológicos para la investigación empírica, y que estructuramos en cuatro grandes campos problemáticos: a) la identificación y delimitación de los cl; b) la inserción de los mismos en el cambiante contexto multiescalas; c) el examen interno de los cl, y, finalmente, d) desde el interior de estos últimos, el examen de las relaciones de la cvl con la cvg.

 

a) Lineamientos metodológicos orientados a la identificación y delimitación de los cl

 

El primer desafío que enfrenta la formulación de pautas metodológicas alineadas con la reformulación teórica y la superación de las debilidades analizadas, consiste en elaborar una estrategia identificatoria que permita sobreponerse a la ambigüedad y aplicación empíricamente caótica del concepto. Aunque dicho desafío parece ser crecientemente identificado como un aspecto problemático por la producción académica internacional (Fesser y Bergman, 2000; De Propis, 2005), aún quedan por desarrollarse criterios metodológicos que permitan enfrentar las tendencias a:

 

i.   Operar sobre criterios “casuísticos”, que trabajan sobre la base de la identificación arbitraria de “casos más o menos exitosos”, y que analizan los cl como piezas específicas, una vez que el fenómeno se ha hecho “evidente a los ojos” (De Propis, 2005), formulando para ello pautas de identificación de cl a partir de determinados escenarios regionales y nacionales.

ii.  Concebir en forma sobreexpansiva como cl cualquier instancia político-territorial (provincia, condado, municipio, etc.) en la que se desempeñan establecimientos más o menos vinculados con alguna rama o sector de actividad, incluso sin requerir que pertenezcan al sector manufacturero.

 

En el intento de avanzar sobre esas limitaciones (i y ii), se han aportado pautas metodológicas sustentadas en técnicas cuantitativas y de georeferencia (gis), desarrollando –principalmente en los países centrales– mapas de cl (Ketels, 2003) y, más aún, identificando en escenarios nacionales, esquemas de tipologías de spt, con base en una serie de variables que incluyen el perfil sectorial, la especialización y el tamaño de las empresas (De Propis, 2005), sobre los cuales se pueden orientar tanto políticas territoriales e industriales como estudios de caso. Sin embargo, estos aportes no han evitado incurrir en las deformaciones de la sobreexpansión empírica al incluir en el proceso de identificación y en la configuración de dichas tipologías de cl a todas las unidades político-administrativas de base regional-local.[13]

Por otro lado, trabajos recientes han planteado una estrategia top down de identificación y delimitación de cl, orientada a suplantar las formas de delimitación territorialistas de base local, y a reemplazarlas por un examen identificatorio de nodos y flujos de relaciones interindustriales de alcance nacional y subregional (Fesser y Bergman, 2000). Sin embargo, el justificado intento de superar las arbitrariedades envueltas en el enfoque “localista” propuesto por esta línea de análisis no debe olvidar ciertas precauciones:

 

·       Que la extensión del espacio territorial no imposibilite determinar cómo operan las interacciones empresariales e interinstitucionales y las modalidades de governance que operan en la aglomeración.

·       Que sin restringir el concepto de cl, se fijen pautas claras de operacionalización, con variables articuladas de carácter cuanticualitativo que permitan examinar, por medio de estudios de caso, las especificidades que exhiben las estructuras y dinámicas internas, del sistema tanto productivo como institucional del cl examinado.

·       Que no se circunscriba la delimitación del cl a una división política, sino que, con la utilización de técnicas cuantitativas de análisis y gis, se avance en estrategias que permitan la detección de cl a partir de aglomeraciones productivas de similares sectores de actividad, pertenecientes a localidades contiguas.

 

Finalmente, y en forma complementaria, se requiere el uso de técnicas cuanticualitativas que permitan reconocer la densidad y fluidez, la traded y untraded interdependencies de esos cl.

 

b) Lineamientos metodológicos para situar los cl en el cambiante contexto multiescalar

 

Con los cl identificados y debidamente delimitados, el paso siguiente consiste en explorar las articulaciones externas del cl. Desde este punto de vista, y como ya se expuso, el examen de los cl no debe agotarse en el análisis de las relaciones establecidas entre la cadena de valor del spt y la cvg –aunque éste fuese un aspecto importantísimo–,  sino que demanda también considerar contextualmente a los cl en el complejo escenario multiescalar de relaciones, condicionamientos, especificidades y efectos mesoregionales y macronacionales en los que se sitúan.

Los lineamientos metodológicos vinculados con esa demanda pueden materializarse en el examen del comportamiento de dos variables: la representación y la autonomía de los cl.

En lo que respecta al ámbito mesoregional, el examen de la representación y la autonomía recae sobre los cl para considerar, en relación con el primer aspecto, cuánto de la estructura productivo-industrial (empleo, establecimientos) y de los flujos (producción, valor agregado, productividad) del sector y rama pertenecientes a una región se encuentra comprendida dentro de aquellos cl identificados a partir de las pautas definidas en el punto 4.2.a. Por su parte, el análisis de la autonomía (o sensibilidad) demanda pautas metodológicas que permitan considerar si los cambios en esas variables –de estructura y flujos– en el nivel de los cl seleccionados tienen el mismo alcance u operan diferencialmente respecto del comportamiento del conjunto/promedio del sector productivo; y, en este último caso, si esos cambios tienen lugar en forma homogénea o específica entre los distintos cl identificados, en función de su ubicación, sector y rama de actividad, etc. Por medio de este enfoque comparativo que orienta el examen de la autonomía/sensibilidad en ese grado meso, surge la posibilidad de verificar una alta dependencia ante los cambios en las estructuras y flujos regionales, brindando elementos razonables para inferir que del spt y del governance de los cl analizados no surgen componentes que lo diferencien del resto de las aglomeraciones y, en general, de la dinámica productiva regional en la que operan. Sin embargo, también es posible verificar desde esa estrategia comparada, aspectos o comportamientos particulares (de un cl o algunos de ellos) que explican trayectorias “autónomas” respecto de aquellas mostradas por los tejidos industriales –del ámbito mesoregional– en su conjunto.

En cuanto al nivel nacional, el examen de la representatividad y autonomía está centrado ya no en el nivel de los cl identificados, sino de la rama de actividad sobre la que los mismos se asientan. En tal caso, la representatividad de dicha rama tiene una dimensión interna y otra externa: la interna conlleva identificar pautas metodológicas (indicadores) que permitan examinar, desde un punto de vista dinámico, la capacidad de las actividades productivas locales para sostener y mejorar su posicionamiento en el mercado interno ante la competencia que ingresa a través de los flujos de importación. En lo referente a la autonomía (siempre en la dimensión interna), su consideración implica la elaboración de variables que permitan evaluar si la rama de actividad de los cl analizados se manifiesta sensible o dependiente, y con qué alcance, a los cambios en las estrategias macroeconómicas e institucionales del ámbito nacional. La dimensión externa, finalmente, demanda una evaluación diacrónica de la dinámica exportadora de esa rama de actividad y, junto con ello, del posicionamiento efectivo obtenido por dicha rama dentro del escenario económico global a partir de los patrones de acumulación y las estrategias institucionales seguidas para promover la inserción en los mercados internacionales y sus cadenas de valor.

 

Figura iv

 

c) Lineamientos metodológicos para el examen interno de los cl

 

Analizada la representatividad y la autonomía de los cl y sus ramas de actividad en el escenario multiescalas regional y nacional, el conocimiento acabado de las articulaciones externas de los cl demanda profundizar la comprensión de la dinámica –evolutiva o regresiva– de los mismos en el marco de su inserción en las cvg estructuradas en torno a las redes globales de producción e intercambio. Sin embargo, el conocimiento específico de “cómo” se producen esas interacciones y “quiénes” las protagonizan precisa previamente tener una clara comprensión de la configuración del sistema productivo territorial (spt) del cl, así como de las especificidades que exhibe la constitución del governance local. Por tanto, el análisis de estos aspectos internos requiere, ineludiblemente, estrategias basadas en estudios de caso, donde deben precisarse elementos como la dinámica del cl (i), la conformación y morfología del spt (i), así como los vínculos de éste con el governance territorial.

 

Cuadro 1

Representación

Autonomía

Meso-regional

Del cluster estudiado respecto del promedio del sector productivo meso-regional:

-estructura productivo industrial (empleo y establecimientos)

-flujos (producción, valor agregado, productividad)

Del cluster estudiado en relación con el conjunto del sector productivo meso-regional:

-variaciones en la estructura productiva y flujos:

-comportamientos homogéneos entre CL

-comportamientos diferenciados entre CL

Macro-nacional

Del cluster estudiado respecto de la rama/sector:

-dinámica interna: del sistema productivo local para mejorar su posicionamiento en el mercado interno

-dinámica externa: del sistema productivo local respecto de su capacidad exportadora (evolución)

De la rama/sector correspondiente: -dinámica interna: del sistema productivo local y la rama/sector ante los cambios en las estrategias macro-económicas e institucionales del nivel nacional

-dinámica externa: de la rama de actividad del CL estudiado en relación con el escenario global

Fuente: Elaboración propia.

 

i. En relación con la dinámica

 

Comprende, por un lado, el comportamiento de la actividad alrededor de la cual se estructura el cl en el contexto de la economía local, evaluando si dicha actividad ha aumentado o decrecido en su significación dentro del complejo de actividades manufactureras y no manufactureras de la localidad. Para ello, debe considerarse un conjunto de elementos (centralmente, establecimientos y empleo, y flujos, sobre todo valor de producción, productividad y valor agregado). Por otro lado, es necesario avanzar en la identificación de los fundamentos de esa dinámica. Su comprensión requiere de la resumida recuperación de algunos elementos fundamentales aportados por un nutrido grupo de trabajos académicos desarrollados a lo largo de los noventa, y que han puesto el acento en explicar “el cómo” del dinamismo de los cl al resaltar las virtudes exhibidas por las untraded interdependencies (Storper, 1995), esto es, de aquellas acciones interactivas que no responden a los mecanismos transaccionales propios del mercado y que resultan del desarrollo y alcance de las redes entre los actores públicos y privados generadas a nivel territorial.

Finalmente, y en línea con lo planteado, los desarrollos ya convocados provenientes del ids y del gdi han puesto el acento en la necesidad de leer la efectividad de esa dinámica colectiva interna en el nivel de la innovación, identificando diferentes upgradings (mejoras) que han podido o “van en camino a” cualificar las Cadenas de Valor Local y mejorar el posicionamiento de éstas respecto de las Cadenas de Valor Global, orientando esos upgradings en las áreas de diseño y marketing (Messner, 2002; Nadvi y Halder, 2002; Humprey y Schmitz, 2000).

La fortaleza de esas redes depende, asimismo, del grado de institutional thickness existente en el territorio, significando con ello el volumen y calidad individual de las instituciones vinculadas directa e indirectamente no sólo con la potenciación del sistema productivo territorial, sino también con la cantidad y calidad de las acciones cooperativas desarrolladas entre ellos (Amin y Thriff, 1994; Fernández, 2004). Esta densidad institucional aparece entonces como un insumo crítico en la obtención de capacidad para desarrollar procesos de “aprendizajes colectivos de innovación” que se originan en el territorio como un todo (Cooke y Morgan, 1998; Keeble et al., 1999), capitalizando los beneficios de la proximidad (Boschma, 2004; Maskell, 2001). El volumen y calidad de las instituciones se deben complementar con un análisis claro de la cooperación entre entidades económicas e institucionales al interior del cl, precisando tanto sus modalidades (horizontales y verticales), frecuencia, orientación e impactos (Capello, 1999), como sus obstáculos (Schmitz, 1999; Fernández, 2004).

 A partir de estos desarrollos, la estrategia de indagación –y los lineamientos metodológicos– pasa primeramente por precisar si estos upgradings han tenido efectivamente lugar dentro de los cl analizados, así como por determinar sobre qué actividades estratégicas de la Cadena de Valor (cv) recaen y bajo qué modalidades han sido originados. En cuanto a este último aspecto, es fundamental conocer si han sido operados a partir de acciones individuales de determinadas unidades económicas, o si, por el contrario, tienen lugar en el marco del desarrollo de las ya referidas distintas modalidades de cooperación local, que marcan un dinamismo del cl como un todo.

Sin embargo –resultado de la concepción armoniosa y cohesionante con que el mainstream propone el estudio de los cl–, la identificación de distintas formas de upgradings por medio de diferentes modalidades de cooperación se ha tendido a realizar en el campo empírico desde una consideración del cl como un todo, sin dar mayores precisiones sobre quiénes protagonizan efectivamente esas formas dentro del territorio. Es decir, no existen precisiones acerca de quiénes promueven, bloquean o restringen la cooperación intralocal; o bien, sobre quiénes comandan y quiénes quedan excluidos de la conformación de las untraded interdependencies y el desarrollo de la densidad institucional sobre la que descansan las upgradings colectivas. Finalmente, no se define quiénes y para qué tipo de actividades utilizan esa cooperación. La determinación, pues, de estos aspectos es lo que conduce a la necesidad de formular pautas metodológicas que permitan comprender la conformación y morfología del spt y sus vinculaciones con las –específicas– configuraciones asumidas por el governance territorial.

 

ii. En relación con la conformación y morfología

 

El esfuerzo debe centrarse en el desarrollo de técnicas cualitativas y cuantitativas orientadas a la identificación del complejo de actividades centrales y complementarias vinculadas con el cl que tienen lugar dentro del territorio, así como aquellas que, desarrollándose fuera del mismo, son fundamentales para la configuración del cl; y, seguidamente, la determinación cuantitativa de los actores que llevan adelante cada una de esas actividades identificadas.

A partir de esa delimitación de actividades y determinación cuantitativa de actores, es posible y necesario avanzar en dos aspectos fundamentales:

 

·       La detección de las características constitutivas del sistema de producción local (flexibilidad, descentralización, división social del trabajo, etc.), determinando la existencia de –o por los menos una tendencia hacia– la integración/desintegración vertical/horizontal de las actividades por parte de los actores empresarios que desempeñan las actividades centrales sobre las que se constituye el cl.

·       El conocimiento del tipo de relaciones que existe entre los actores que desempeñan la actividad principal, y entre éstos y los suppliers (proveedores). Una primera precisión debe estar orientada a verificar la concentración o diversificación en el número de actores que desempeñan las mismas actividades en el marco de los encadenamientos locales del cl, y, junto con ello, las posibles convergencias o diferencias perceptibles en cuanto al tamaño de los mismos (con indicadores como volumen de producción, empleo, capacidad de endeudamiento, etc.). Luego, deben determinarse las relaciones jerárquicas –de subordinación u horizontalidad– entre actores de las distintas etapas productivas, lo que implica considerar, junto con las diferencias de tamaño, el nivel de dependencia de las actividades, precisando en cada caso la localización de actividades y actores que se encuentran dentro o fuera del cl.

 

Los resultados obtenidos a partir de esto apuntan a tener una comprensión de la conformación y morfología del spt como un todo, precisando si el mismo adopta un formato prioritariamente horizontal o jerárquico/piramidal, con fuerte, relativa o escasa dependencia respecto de actividades y actores estratégicos ubicados en el exterior del territorio. Debidamente identificados esos aspectos, se hace necesario luego, en el conglomerado analizado, y dentro de ese espacio productivo territorial:

 

·       Precisar cuáles son los actores centrales ubicados en dicha conformación –fundamentalmente dentro y fuera del cl– y cuáles son los que integran las relaciones de subordinación (y con qué profundidad).

·       Realizar un atento seguimiento de los cambios de esas variables (cantidad de actores, tamaño y nivel de dependencia y subordinación dentro y fuera del territorio), ya no desde un punto de vista estático, sino dinámico, que permita considerar las morfologías de los spt no como fotos, sino como procesos en los que los actores consolidan o transforman la dinámica territorial sobre la que operan.

 

Determinar esa conformación y estructura morfológica de los spt se vuelve entonces un importante “mapa operativo” para analizar la dinámica local y precisar “quiénes” son efectivamente los protagonistas –y bloqueadores– de los diferentes tipos de upgradings y formas de cooperación (orientados hacia la obtención de mejoras) que estructuran las untraded interdependencies y moldean el governance local del cl.

Finalmente, resulta relevante complementar esos aspectos vinculados con la conformación morfológica del spt con un examen de las acciones instrumentadas por las instituciones locales representativas del governance destinadas a consolidar o revertir esas relaciones constitutivas del spt.

 

Cuadro 2

Examen interno de los sistemas productivos

Aspecto

Variables operacionalizadas

Dinámica

1. Comportamiento de la actividad económica del SPT

- evolución del número de establecimientos, empleos y flujos

2. Fundamentos de la dinámica productiva: governance y densidad institucional orientados a la innovación

- mejoras dentro de los CL analizados

- actividad de la CV sobre la que ocurren

- modalidades que las han originado

 

- división social del trabajo

Morfología

1. Flexibilidad/rigidez del SPT

- tamaño-localización

2. Tipo y vinculación de/entre actores

- concentración o diversificación

- jerárquicas, subordinación u horizontalidad

Fuente: Elaboración propia.

 

 

d) Desde el interior de los cl al examen de las relaciones de la cvl con la cvg

 

A partir de la identificación y delimitación (4.2.a), contextualizados los cl (4.2.b) y, finalmente, desde esta recomposición de los spt que permite determinar no solo cómo, sino también quiénes desenvuelven las traded y las untraded interdependencies –y su governance– (4.2.c), es factible pasar a considerar las vinculaciones externas del (o de los) cl seleccionado como estudio de caso con las cadenas globales de valor.

La primera pauta metodológica consiste en determinar el alcance de la inserción de la cvl, precisando en qué tipo de redes –regionales, nacionales o internacionales– los cl ahora analizados tienen efectivamente inserción y en qué proporción. La consideración diacrónica de ese comportamiento es, en tal sentido, relevante para determinar si los cl muestran tendencia a permanecer dentro de redes –y mercados– regionales, incluso nacionales, o si efectivamente han logrado penetrar en las dinámicas de las cvg.

Un segundo elemento clave es determinar en qué forma se han insertado en esas cgv, atendiendo a que existen actividades estratégicas (como marketing o diseño) que la producción académica internacional pondera como condición para pasar desde las redes estrictamente regionales y nacionales hacia las redes globales. Ello demanda, para cada cl y cada rama de actividad, precisar detenidamente cuáles son las actividades específicas comprendidas en los tres campos estratégicos de acción –diseño, producción y marketing–, con objeto de analizar la presencia y evolución de esas actividades dentro del cl. En la concreción de este paso contribuye el análisis de la configuración del spt, en el que se determinan las actividades centrales que tienen lugar dentro y fuera de la rama central del cl. La tarea consiste entonces en determinar cómo y cuáles de esas actividades detectadas en la aglomeración abordada se estructuran dentro de esas tres actividades estratégicas de la cv.

Por su parte, como tercer elemento, las actividades en el nivel de la morfología del spt recobran ahora importancia al momento de precisar –por medio del conocimiento de las traded y las untraded interdependencies que configuran el governance–  “quiénes son” los que protagonizan las vinculaciones externas, con qué alcance cuantitativo y sobre la base de cuáles de esas actividades estratégicas antes referidas. Supóngase, en tal sentido, que se detecta una tendencia a la inserción en networks globales, a partir de un incremento de las ventas internacionales; pues el conocimiento de la configuración y morfología del spt acorde con las pautas sugeridas, nos permite saber si es el conjunto de actores que participan de las actividades centrales del cl es el que está implicado en esa modalidad de inserción, o si es un fragmento de ellos –asumiendo importancia en ello los patrones verticalmente concentrados o bien horizontales de organización del spt–. La pertinencia del buen desarrollo del spt con base en las pautas sugeridas se transforma en un aspecto central para cotejar los vínculos entre las actividades estratégicas no controladas y la orientación de los upgrading individuales y colectivos que tienen lugar dentro del cl. Más aún, la comprensión de esos aspectos resulta fundamental para responder a interrogantes como los siguientes: ¿Con qué alcance y efectividad los distintos actores ubicados en distintas posiciones del spt están orientados, tanto desde sus comportamientos individuales como desde las traded y las untraded interdependencies, a avanzar positivamente sobre las actividades centrales que demanda cada una de las redes regionales, nacionales e internacionales? O bien, ¿en qué medida existe compatibilidad entre las actividades que, desde el punto de vista de la cualificación en la cv, aparecen como requeridas, y las efectivamente realizadas individual o colectivamente por los actores del cl?

Por último, aunque no por ello menos importante, la compatibilidad de la organización y actividades del spt con las actividades demandadas por la cualificación del cl en la cv, puede (y debe) ser examinada desde las acciones, contribuciones y obstáculos desarrollados por las instituciones y liderazgos que conforman y controlan el governance del cl.

 

Cuadro 3

Aspecto

Debilidad del enfoque teórico dominante

Aporte y propuesta metodológica superadora

Identificación

-        casuística

-         utilización de técnicas cuantitativas y de georreferencia (gis)

-        identificación arbitraria de SPT/CL

Delimitación

-        delimitación territorialista de base local

-        consideración de nodos y flujos de relaciones interindustriales de alcance nacional y subregional

Contextualización

-        aceptación de un enfoque global-local

-        multiescalaridad: consideración de la interacción del CL con el nivel mesoregional y macronacional, así como de la rama de actividad en el nivel macronacional y la inserción de la actividad en nivel internacional

Análisis interno

-        toma como dada la existencia de homogeneidad y armonía en el CL

-        indagación de la configuración del sistema productivo territorial del CL y de las especificidades que exhibe la constitución del governance local

Vinculaciones externas con CVG y governance

-        salteo de etapas: lo global es analizado en relación con lo local, sin previa consideración de la morfología interna del CL

-        alcance de la inserción (regional, nacional internacional) 

-        forma de inserción: campos de acción del cl en las áreas estratégicas de la CV: diseño, producción y marketing 

-        análisis de la morfología del CL y la forma de inserción

-        vinculación del sistema productivo con el governance multiescalar que recae sobre el CL

Fuente: Elaboración propia.

 

 

Conclusiones

 

El presente trabajo, si bien parte de un enfoque crítico sobre el mainstream de lo que se ha llamado el “nuevo regionalismo” y, más particularmente, los enfoques centrados en cl, lejos está de desconocer la relevancia de un cúmulo sostenido de aportes que ha venido alimentando desde hace más de 15 años múltiples desarrollos teóricos y empíricos.

Hecha la salvedad, la posibilidad de que esos aportes se transformen en un instrumento valioso para una (o más) estrategia(s) de desarrollo regional que se emprenden en los diferentes escenarios, y especialmente en aquellos periféricos, como el latinoamericano, demanda en primer lugar (incluso antes de considerar su operatividad en las especificidades regionales y nacionales) reconocer un grupo de inconsistencias que presentan los estudios dominantes, así como identificar las causas de las mismas. En relación con esta última tarea, hemos sostenido que la fuente de esas inconsistencias se encuentra presente en la propia constitución teórica del enfoque, permeando, a partir de allí, sus trabajos empíricos y sus recomendaciones de políticas públicas.

En esencia afirmamos que la ambigüedad y aplicación empíricamente caótica de los instrumentos conceptuales –incluyendo lógicamente el de cl–, la descontextualización en el análisis de estos complejos territoriales y su idealista tratamiento como instancias armónicas y autorreproductivas que desconocen tanto las heterogeneidades como las dinámicas no siempre simétricas e inclusivas, derivan de un marco teórico poco realista, que analiza los procesos de globalización desde una perspectiva reductiva, de base “localista” y “bipolar”. Sostenemos, a la vez, que dicho marco teórico no debe ser leído sin tomar en cuenta su funcionalidad con las líneas directrices de actores e instituciones que comandan los procesos de integración supranacional, así como las pautas reproductivas del capital global que han buscado expandirse desde los países centrales hacia la periferia.

Partiendo de lo indicado, nuestro objetivo fue capitalizar los desarrollos regionalistas –y en particular los que vienen desarrollándose en torno a la mirada de los cl– sin caer en el dominio de sus inconsistencias y funcionalidades. Para ello, nuestra propuesta transita en la dirección de condicionar el éxito de dicho desafío a una reformulación del marco teórico dominante que reconozca la compleja multiescalaridad interpenetrada que acompaña la reestructuración posfordista y la necesidad de insertar los análisis de los cl dentro de la misma, asumiendo los complejos productivo-territoriales que los representan como instancias no autorreproductivas y armónicas, sino insertas en redes extendidas a las que se conectan en forma diferenciada y desigual, desde estructuras productivas e internas específicas que dan selectividad –en esa inserción– a determinados actores por sobre otros.

Sobre la base de la reformulación del marco teórico, se hace entonces tan posible como necesario comenzar a formular pautas metodológicas que permitan: a) incorporar pautas claras, destinadas a brindar una mayor dosis de claridad operacional y delimitación en los estudios empíricos; b) indagar la dinámica evolutiva y la conformación de los cl dentro de las transformaciones operadas en sistemas regionales y nacionales cambiantes y vulnerables; y c) ya desde el plano interno de las aglomeraciones productivas abordadas, analizar detenidamente la conformación económico-institucional y su dinámica desde el reconocimiento de las heterogeneidades y asimetrías que se reproducen en el interior del spt y en la estructura de governance del cl.

Creemos que, con una estrategia de análisis formada sobre estos criterios, es posible insertar y explotar los aportes más recientes –también existentes en América Latina– que buscan establecer las vinculaciones de los cl con las cadenas globales de valor, insertándolos en un contexto más realista y complejo que, a la vez que reconoce las debilidades y la selectividad del territorio, intenta preservar la posibilidad de otorgarle al mismo un papel fundamental como fuente dinamizadora de innovación, cohesión y competitividad.

 

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Recibido: 5 de enero de 2006.

Reenviado: 11 de mayo de 2006.

Aprobado: 17 de octubre de 2006.

 

Víctor Ramiro Fernández es doctor en ciencias políticas por la Universidad Autónoma de Madrid y magíster en ciencias sociales por Flacso (Programa Argentina). Se desempeña como miembro de la carrera de investigador del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Argentina) y como profesor e investigador en la Universidad Nacional del Litoral y el Grupo de Investigación sobre Estado, Territorio y Economía (giete). Es asimismo coordinador de investigación del magíster en administración pública y editor de la revista Documentos y Aportes, perteneciente a ese programa de posgrado y a la Facultad de Ciencias Económicas de la mencionada universidad. Entre sus últimas y más relevantes publicaciones se destacan: los libros Estado, industria y territorio en la Argentina de los 90s (2005 –en coautoría–) y Desarrollo regional, espacios nacionales y capacidades estatales (2003), ambos publicados por el Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral; así como los artículos “Especialización flexible, distritos industriales y clusters en la América Latina del Consenso de Washington” (revista Comercio Exterior, México, 2004, vol. 54, núm. 3 –en coautoría–); “Densidad Institucional, innovación colectiva y desarrollo de las cadenas de valor local: un triángulo estratégico en la evolución de los enfoques regionalistas durante los 90s” (Redes, unise, Brasil, 2004, vol. 9 enero-abril), e innovaςão, territorio y desenvolvimento (en Políticas públicas y desenvolvimento regional no Brasil, fundaςão Konrad Adenauer-Brasil, en coautoría).

 

José Ignacio Vigil es maestrando en Flacso (Programa Argentina). Se desempeña como docente e investigador en la Universidad Nacional del Litoral y el Grupo de Investigación sobre Estado, Territorio y Economía (giete). Es coordinador editorial de la revista Documentos y Aportes, perteneciente al Programa de Posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Litoral. Trabaja en investigación vinculado a la problemática de la densidad institucional y los procesos de innovación colectiva nivel territorial y su relación con las cadenas de valor en los clusters industriales. Recientemente realizó una estancia de investigación en el Deutsch Institute für Entwicklungspolitik (die), Bonn, Alemania, con fellowships del Deutscher Akademischer Austauschdientst (daad). Ha presentado diversas ponencias en congresos sobre problemáticas del desarrollo, entre ellas: “Buscando el enraizamiento en las políticas de promoción a los actores económicos territoriales, en el estado provincial de Santa Fe”, iv Jornadas de Sociología de la Universidad de la Plata, Buenos Aires, Argentina, noviembre de 2005. Entre sus publicaciones cabe mencionar: “Estado y desarrollo en los discursos del Banco Mundial”, Problemas del Desarrollo, unam, condición: admitido (en coautoría).

 



[1] Enfoque de la Escuela de Florencia: Bagnasco, 1977; Brusco, 1982 y Becattini, 1992. Para un análisis actualizado sobre los di, véase Paniccia, 2002.

[2] www.worldbank.org/urban/led/cluster.

[3] Para el Banco Interamericano de Desarrollo (bid), véase Rabellotti y Pietrobelli, 2005.

[4] www.sussex.ac.uk/development/

[5] www.die-gdi.de

[6] No pretendemos ser taxativos con la presentación de los exponentes vernáculos, sino sólo ejemplificativos.

[7] www.corfo.cl.

[8] Serviço Brasileiro de Apoio às Micro e Pequenas Empresas, www.sebrae.com.br/br/cooperecrescer/arranjosprodutivoslocais.asp

[9] Comisión de Promoción de la Pequeña y Micro Empresa www.perupymes.com. Prompyme, 2003

[10] Fuzzy concepts, en la visión de A. Markussen, implica que los conceptos intentan describir un fenómeno con significados alternativos, y que a partir de ello no se pueden identificar, aplicar u operar por las diferentes escuelas que los abordan. A su vez, y en virtud de la pérdida de claridad (borrosidad) de los conceptos, la evidencia empírica tiende a escasear y su recopilación se vuelve muy electiva, anecdótica y poco transparente. Finalmente, fruto de la borrosidad y de la escasa evidencia empírica, la debilidad de la política pública en los estudios regionales es inevitable.

[11] Como hacen, por ejemplo, E. Fesser y E. Bergman (2000).

[12] Glocal es el acrónimo de “global” y “local”. En la literatura sobre desarrollo regional y territorial se suele utilizar como interrelación de escalas. En ese sentido, sugiere la interacción entre lo local y lo global para la producción de diferentes tipos de relaciones políticas, sociales y económicas.

[13] Si bien contribuciones como las mencionadas se han mostrado fructíferas en la obtención de un mapa de distribución territorial de las aglomeraciones, e incluso, como indica De Propis (2005), en la formación de un panel de tipologías de spt sobre un escenario nacional, no aportan lineamientos metodológicos claros para determinar apropiadamente cuáles aglomeraciones, ubicadas dentro de esos escenarios meso y macro, ameritan, a partir de pautas diferenciadoras, su consideración como cl dentro de ese país o región, cayendo luego en “selecciones arbitrarias”.

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