Consideraciones sociales en el diseño y planificación de
parques urbanos
Ramiro
Flores-Xolocotzi
Manuel
de Jesús González-Guillén*
Resumen
Los parques
urbanos han sido creados desde tiempos históricos con la finalidad de
proporcionar diversos servicios destinados a beneficiar a determinados grupos
sociales. Actualmente, el concepto de parques públicos incluye principios de
sustentabilidad ecológica, económica y social, es debido a ello que se permite
considerarlos como espacios incluyentes y con usos recreativos diversos. Sin
embargo, a través de un análisis de estudios de caso en mujeres, etnias, razas,
homosexuales y personas con discapacidades o con necesidades especiales, este
trabajo expone que los parques actuales distan de ser incluyentes. Esta deficiencia
podría repercutir negativamente en la calidad y uso de los mismos. En este
documento se sugieren estrategias y recomendaciones que permiten la creación de
programas de asignación, diseño y manejo de parques bajo una perspectiva de
inclusión y equidad considerando demanda social recreativa y participación
ciudadana.
Palabras clave:
equidad, espacios verdes, inclusión, participación ciudadana, recreación.
Abstract
Since
historical times, urban parks have been created to provide some services for the
benefit of certain social groups. Nowadays, the concept of public park includes
some principles of ecological, economical and social sustainability and thus it
is possible to consider them as places of inclusion and with a diversity of
recreational purposes. Nonetheless, through the analysis of some case studies
with women, ethnic groups, racial groups, homosexuals, disabled people or
people with special needs, this paper proposes that today’s parks are far from
being inclusive. This deficiency can have negative effects in the quality and
use of the parks themselves. We suggest some strategies and recommendations
that allow the creation of programmes for the allocation, design and management
of parks under a perspective of inclusion and fairness, by considering the
recreational social demand and the citizens’ participation.
Keywords: fairness, green spaces, inclusion, citizen
participation, recreation.
*
Colegio de Postgraduados, Campus Montecillo, México. Correos-e: floresxzr@
prodigy.net.mx, manuelg@colpos.mx.
Introducción
Según la Comisión
Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (cmmd,
1988), al inicio del siglo xxi
prácticamente la mitad de la humanidad habitará en centros urbanos; otras
estimaciones establecen que la rápida urbanización de las sociedades humanas
permitirá que en el año 2030, más de 60% de la población mundial viva en
ciudades (United Nations, citado en Bolund y Hunhammar, 1999: 193). Sin
embargo, diversas ciudades del siglo xxi,
especialmente aquéllas ubicadas en naciones emergentes, arrastran
históricamente problemas ligados a un crecimiento y desarrollo urbano no
planificado que han sido objeto de discusión, al menos desde el inicio de la
Revolución Industrial. Esos problemas críticos de planificación urbana resultan
en una desigual dotación de bienes y servicios urbanos que restringe la calidad
de vida de los habitantes. No obstante esa preocupación histórica de al menos
300 años por el crecimiento y desarrollo de las ciudades, las urbes actuales se
caracterizan por tener en común problemas ambientales y sociales como
contaminación, déficit de espacios verdes,[1]
inseguridad, desigualdad social y discriminación de grupos sociales dentro de
los espacios urbanos.
Por lo anterior,
la cmmd (1988) sugirió que los
programas y políticas públicas para el desarrollo y bienestar urbanos
consideren indicadores de sustentabilidad y estándares de calidad de vida que
tomen en cuenta aspectos económicos, ecológicos y sociales. Uno de los
indicadores propuestos por la Organización Mundial de la Salud (oms) y por el Programa de Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (pnuma, 2003),
es la superficie de áreas verdes urbanas por habitante. Al respecto,
actualmente, la oms recomienda un
mínimo de 9 m2. También aconseja un diseño de áreas verdes que permita
a los citadinos vivir a una distancia de no más de 15 minutos a pie de un
espacio verde público (Miller, 1997; Sorensen et al., 1998); consecuentemente, los
espacios deberían establecerse entre sí al doble de la distancia mencionada.
Además, considerando
principios de sustentabilidad social, se sugiere que los beneficios que
proporcionan los espacios verdes públicos se distribuyan equitativamente entre
los diferentes grupos sociales que integran la sociedad, y que esos grupos
participen de forma activa en los planes de asignación y diseño de áreas verdes
urbanas (Speller y Ravenscroft, 2005). Los indicadores y sugerencias de los
organismos internacionales constituyen un reconocimiento internacional sobre
los múltiples beneficios ambientales, sociales y de salud que los parques
públicos proporcionan, y que son descritos por Ariane Bedimo-Rung y otros
autores (2005).
Por lo anterior,
la distribución equitativa de tales beneficios se logrará únicamente si se
conciben los espacios verdes (al igual que cualquier espacio público urbano)
como sitios que permitan el acceso a los diferentes grupos sociales presentes
en las localidades urbanas. Desde esta óptica de acceso a los espacios
públicos, y de acuerdo con Lennie Scott-Webber y Anna Marshall-Baker (1998: 10),
existe equidad cuando los ciudadanos tienen igual oportunidad de interactuar o
afectar sus ambientes.
De acuerdo con
los anterior, se considera a los parques urbanos como espacios incluyentes y de
usos diversos para la población, sin distinción de género,[2]
orientación sexual, razas, discapacidades, posición económica o clase social, y
cuyo objetivo principal es incrementar la calidad de vida urbana (Chiesura,
2004).
Planteamiento y
objetivos
Los parques
citadinos constituyen parte fundamental del paisaje urbano y se pueden
caracterizar como un bien complementario a la dotación de vivienda por los
diversos beneficios que proporcionan a todos los grupos sociales que viven en
la ciudad. Esta complementariedad puede rastrearse en el tiempo varios siglos atrás.
De modo tal que su inclusión actual en los programas de planificación urbana
está definida por una serie de sucesos históricos que permiten entender los
actuales aspectos de asignación, manejo y administración de espacios verdes
urbanos hasta llegar a la actual óptica de sustentabilidad económica, social y
ecológica.
Las deficiencias
de inclusión social en las áreas verdes citadinas se analizan desde el enfoque
de sustentabilidad. Consecuentemente, el objetivo principal en este trabajo es
exponer, por medio de un análisis de estudios de caso en mujeres, etnias,
razas, homosexuales[3] y personas con
discapacidades de diferentes tipos, que los parques distan de ser espacios
incluyentes en sus usos. Esa deficiencia podría repercutir negativamente en la
calidad y uso de los mismos.
Para alcanzar el
objetivo general, el análisis se dividió en tres partes:
a) Se
realiza una breve revisión histórica de la asignación de espacios verdes
urbanos, lo que permite detectar de manera histórica la exclusión social desde
tiempo pasado.
b) Se
presenta un análisis de la situación actual de la exclusión y discriminación de
los grupos anteriormente mencionados en los espacios verdes urbanos.
c) Se
sugieren algunas estrategias y recomendaciones que permitan el diseño y manejo
de parques públicos desde una perspectiva de equidad e inclusión social dentro
del espacio, además se resaltan las bondades de la participación ciudadana como
una forma de lograr programas de asignación, diseño y manejo de espacios verdes
incluyentes.
1. Los parques
urbanos y la exclusión social: breve historia
Hablar de las
primeras ciudades surgidas en función del poder político y religioso es
remontarse a Mesopotamia, en donde hacia el año 3000 a.C. se encuentra una
sociedad neolítica: “los sumerios”, que tendían a agruparse en núcleos
protourbanos (Nieto, 2000: 2166).
Esos núcleos
protourbanos evolucionaron durante los siguientes dos milenios hacia la
conformación de las primeras ciudades, como Babilonia, ciudad que evidencia un
primer nivel de planificación urbana tendente a proporcionar servicios
religiosos, gobierno, vivienda y comercio. Es en esta antiquísima ciudad donde
se pueden encontrar algunos de los primeros diseños de vegetación de tipo
jardín elaborados para embellecer una ciudad. Esos primeros diseños
constituyeron los llamados Jardines Colgantes de Babilonia, creados dentro de
los palacios reales durante el periodo del rey Nabucodonosor ii, entre los años 604 y 562 a.C.
Aun y cuando
esas zonas verdes fueron consideradas parte arquitectónica de las ciudades
antiguas, no cobraron auge durante los siguientes mil años. Esta relación se
observa en un inicio en forma de pequeños jardines privados (Fernow, 1911).
Posteriormente, durante la Edad Media también se podían encontrar jardines ubicados
en las moradas de la clase gobernante y en espacios dentro de templos
religiosos. Esa falta de interés posiblemente esté relacionada con el hecho de
que las primeras ciudades eran pequeñas, comparadas con las actuales; además de
que los primeros citadinos tenían mayores oportunidades en términos de
distancia y tiempo para acudir al campo fuera de la ciudad. Por lo anterior,
tipos funcionales y arquitectónicos semejantes a los Jardines Colgantes de
Babilonia son los que representaron las primeras zonas verdes citadinas durante
una buena parte de la historia urbana.
Posteriormente,
en el Renacimiento, las zonas verdes se extienden a espacios abiertos creados
para el disfrute de las clases noble y alta; esas zonas generalmente se
ubicaron fuera del centro o a las orillas de las ciudades. Sería éste el caso
del parque de la Alameda Central en la Ciudad de México, creado en 1593, como
lo refiere Ramona Pérez (2003: 1):
La desecación
de los cinco lagos del Valle de México dejó atrás la ciudad mítica azteca de Tenochtitlan
integrada con agua y vegetación para formar la metrópoli colonial española
cuyas plazas y calles no contaban con árboles. Por ello, a finales del siglo xvi se creó al poniente de la capital de
la Nueva España, la Alameda Central para brindar belleza a la ciudad y un lugar
de recreo de las clases altas.
Hasta ese
momento histórico, y considerando el objetivo social de dichos espacios
abiertos, no se puede hablar aún de parques públicos tal como se conciben
actualmente, ya que esos espacios en Europa y América estaban dirigidos sólo a
las clases altas y a la nobleza.
Tres siglos
después, la Revolución Industrial, además de generar grandes beneficios, trae
consigo enormes problemas sociales y de salud producto de una desorganizada
planificación urbana, como lo describe Friedrich Engels (1999) para las
ciudades inglesas de principios del siglo xix.
Dicha Revolución se puede considerar como un catalizador que puso en la mesa de
discusión de gobernantes y científicos, las formas y estrategias para mejorar
las condiciones de vida urbana. Tal situación estimuló el origen y aplicación
de diversas ideologías en arquitectura y urbanismo durante los siglos xviii y xix,
sobresaliendo el racionalismo, el liberalismo, el utilitarismo y el higienismo,
entre otras. Ese periodo histórico corresponde a lo que Federico Fernández
(2000) denomina periodo neoclásico de la arquitectura y el urbanismo, el cual
permitió el desarrollo paulatino de nuevos modelos de ciudades. Esos modelos se
tradujeron en esquemas de dotación de bienes y servicios como las áreas verdes.
Evidencia de ello fue la planeación de numerosos parques urbanos fundados en el
siglo xix en ciudades de Europa y
América. Espacios como el Central Park en Nueva York, y el Sefton Park y el
Stanley Park en Liverpool, fueron diseñados a mediados del siglo xix como lugares donde los citadinos
pudieran convivir con la naturaleza, mejorar su salud y además relajarse en un
paisaje rural (Taylor, 1999; Marne, 2001).
Esa visión de
diseño constituyó parte del pensamiento de gente como Frederick Law Olmsted,
diseñador del Central Park junto con Calvert Vaux entre 1858-1861. Olmstead y
otros promotores destacaban como parte de las bondades de los parques su poder
relajante, y la habilidad de los espacios verdes para disminuir la lucha
antagónica de las clases sociales. Olmstead creía especialmente que los parques
podían fomentar sentimientos de grupo
sin importar la clase social, llevando salud para todos, en particular a los
más pobres y desprotegidos y alejando a los hombres de vicios y otros
comportamientos destructivos y no saludables (Taylor, 1999: 6). La visión de
diseño de Frederick Law Olmsted incorporó también el concepto de mecanismo de
control social mediante el diseño de un modelo de parque que funcionara como un
agente efectivo de vigilancia (Taylor, 1999). Ese diseño permitiría a la clase
media supervisar y controlar la conducta de la clase trabajadora durante su
tiempo libre.
En Europa, la
preocupación y el interés por la salud de los citadinos catalizaron el
surgimiento del movimiento Garden City en la Inglaterra de fines del siglo xix. Ese movimiento fue auspiciado por
Ebenezer Howard, quien sugirió diseñar ciudades embellecidas con espacios
verdes (las ciudades jardín). Howard proporcionó además uno de los primeros
indicadores de planificación urbana al recomendar que las ciudades estuvieran
rodeadas con cinturones verdes en una relación de cinco hectáreas de cinturón
por una de tierra desarrollada (Miller, 1997).
Paralelamente,
en Estados Unidos de América (eua)
surgió el movimiento City Beautiful, desarrollado, entre otros, por
Frederick Law Olmsted Jr. y Daniel Burnham también a fines del siglo xix. Los movimientos
Garden City y City
Beautiful fueron
modelos de planificación urbana tendentes a crear parques públicos y mejorar la
salud de los citadinos, por lo cual comprendían un diseño arquitectónico urbano
con fundamentos sociales (“The Garden City Movement”, 1906; Salvador,
2003).
En los primeros
años del siglo xx, el enfoque de
control social de espacios como el Central Park se vio fortalecido con diversos
movimientos reformistas en recreación urbana auspiciados por mujeres de clase
media que promovían un entretenimiento familiar e infantil (Taylor, 1999).
Después, esos movimientos resultaron en lo que Galen Cranz y Michael Boland
(2004) denominan etapa de Parques de la Reforma, que se extendió desde 1900
hasta 1930 y que asimiló la recreación infantil como uno de sus principales
objetivos. Cranz y Boland (2004) identifican, al menos en eua, tres etapas históricas más en el
desarrollo de los parques urbanos de 1930 a la fecha (cuadro 1); esas etapas
consideran extender los beneficios derivados de los parques a diferentes grupos
sociales. La visión de recreación y convivencia fue en un principio familiar, y
en las dos últimas etapas se extiende para incluir a los residentes citadinos
de manera general. La clasificación histórica de tipos de parque de Cranz y
Boland es útil debido a que permite relacionar la meta social con el orden
geométrico y los beneficiarios. De especial interés es la etapa actual, que
desemboca en el tipo denominado parque sustentable, que tiene como meta la
salud humana y la salud ecológica y, por lo mismo, provee al concepto de parque
urbano una importancia ambiental y de conservación.
Cuadro 1
Cuadro comparativo de los diferentes tipos conceptuales de parques urbanos
Aspecto |
Jardines placenteros (1850-1900) |
Parques de la Reforma (1900-1930) |
Facilidades recreativas (1930-1965) |
Sistemas de Espacio Abierto (1965-?) |
Parque sustentable (1990-presente) |
|
Meta social |
Salud pública y reforma social |
Reforma social e incorporación de recreación infantil |
Servicios recreativos |
Participación ciudadana;
revitalización de ciudades y contención de disturbios |
Salud humana y salud ecológica |
|
Actividades |
Paseos, carreras de coches,
bicicleta, comidas campestres, remo, música clásica, educación no didáctica |
Juegos supervisados, gimnasia,
destrezas, clases de americanización, baile, espectáculos |
Recreación activa, básquetbol,
tenis, deportes de conjunto, natación y espectáculos deportivos |
Relajación psicológica, música
popular, actividades libres, artes participativas |
Paseos, caminata, bicicleta,
recreación activa y pasiva, observación de aves, educación y administración |
|
Tamaño |
Muy largo: 500 + hectáreas |
Pequeños, manzanas de ciudad |
Pequeño a medio; según una
fórmula |
Variado, frecuentemente
pequeño, sitios irregulares |
Variado, énfasis sobre
corredores |
|
Relación con la ciudad |
Se pone en contraste |
Acepta patrones urbanos |
Suburbano |
La ciudad es un trabajo
artístico, redes de trabajo |
Continuidad entre arte y
naturaleza, son parte de sistemas urbanos mayores, modelar para otros |
|
Forma |
Curvilíneo |
Rectilíneo |
Rectilíneo |
Ambos |
Estéticamente evolutivo |
|
Elementos |
Bosques, prados, andadores
curvos, cuerpos plácidos de agua, estructuras rústicas, despliegues florales
limitados |
Casas de campo, albercas,
andadores rectilíneos, juegos infantiles en cualquier tipo de terreno |
Áreas de juego de asfalto o
pasto, andadores rectilíneos, equipo estándar para juegos |
Árboles, pastos, arbustos,
andadores rectilíneos, equipos de juegos con libre forma y características
visuales que privilegien el agua |
Plantas nativas, superficies
permeables, rehabilitación ecológica; infraestrctura verde y autosucifiencia
de recursos |
|
Promotores |
Reformadores de la salud,
trascendentalistas e intereses reales del Estado |
Reformadores sociales,
trabajadores sociales y trabajadores de servicios recreativos |
Políticos, burócratas y
planificadores |
Políticos, ambientalistas,
artistas y diseñadores |
Ambientalistas, comunidades
locales, grupos voluntarios y arquitectos del paisaje |
|
Beneficiarios |
Se intentó beneficiar a todos
los habitantes; en realidad sólo se benefició a la clase media |
Infantes, inmigrantes y clase
trabajadora |
Familias suburbanas |
Residentes, trabajadores,
jóvenes en condición de pobreza y clase media |
Residentes, vida silvestre,
ciudades y planeta |
Fuente: Cranz y Boland (2004).
Sin dejar de
reconocer la importancia ecológica que cumplen actualmente los espacios verdes,
es de interés para este análisis centrarse por el momento en la función de
inclusión social. Si se hace una revisión general de las etapas históricas a
través de las cuales se han desarrollado los parques urbanos, se observa que la
inclusión social ha sido uno de los objetivos principales en cada etapa. En
cuanto al orden geométrico, en cada etapa éste se tiene que adaptar a las metas
sociales, las cuales a su vez se traducen en beneficios dirigidos a los grupos
privilegiados en cada tipo de parque. Parte de los beneficios se obtienen por
medio de actividades recreativas que llevan a los grupos a hacer uso del
espacio.
Una revisión
histórica más puntual permite establecer que los primeros movimientos
reformistas de parques tendieron a promover principalmente una moral y salud
urbanas mediante el contacto de las familias con la naturaleza. Ese contacto se
impulsó con paseos familiares, también se promovió la recreación familiar e
infantil para evitar así la descomposición social en las ciudades y las
actividades ilícitas como la delincuencia. Esa meta social se generalizó a los
diferentes grupos sociales (Taylor, 1999; Marne, 2001). El establecimiento de
ese objetivo, si bien su finalidad era lograr la inclusión social de todos los
citadinos, resultó en una problemática de exclusión social, ya que los
beneficiarios realmente fueron las familias de clase media que demandaban ese
tipo de recreación en particular.
Como resultado
de lo anterior, desde un inicio surgieron conflictos entre familias de clase
trabajadora a quienes les interesaba más una recreación activa en los espacios,
como actividades deportivas y reuniones, frente a aquellas familias de clase
media que preferían un uso pasivo de disfrute del espacio verde (Taylor, 1999).
Esta consecuencia tiene su origen en que se desconoció en principio la
diversidad de gustos y preferencias que podrían tener los diferentes tipos de
familias urbanas o suburbanas. Igualmente, si se habla de citadinos como grupo
general, se tiene el riesgo de pasar por alto los diferentes modos de vida
(diversidad cultural), que son decisivos en las preferencias recreativas. Los
mismos riesgos se pueden extender si se pasa por alto que existen gustos,
preferencias y demanda de facilidades[4]
recreativas diferentes a los concebidos a priori entre jóvenes y adultos, mujeres y
hombres, casados y solteros, pobres y ricos, personas discapacitadas o no
discapacitadas, etc. Consecuentemente, pasar por alto la diversidad recreativa
origina no un espacio incluyente, sino uno excluyente y por lo tanto
discriminatorio hacia ciertos grupos sociales.
De esta forma, y
para cada una de las metas sociales de las diferentes etapas históricas, se
pueden ir analizando los riesgos de exclusión social y discriminación caso por
caso. Si bien históricamente los objetivos sociales de inclusión se han
dirigido a integrar diferentes grupos a los espacios verdes, se tiene un riesgo
latente de que la predilección por un grupo beneficiario, y también por
actividades y reglas de uso, lleve a la exclusión u olvido tal vez inconsciente
de otros. Ese favoritismo dentro de los espacios forma parte de los mecanismos
de control social que pueden existir dentro de los espacios verdes.
Esa función de
los espacios públicos como mecanismos de control social fue analizada por el
filósofo Michel Foucault (1984) Salcedo (2002), describió cómo los mecanismos
de control social se ejercen dentro de los espacios públicos excluyendo
comportamientos no deseados por la sociedad. Esos mecanismos se ejercen por
medio de una gama de posibilidades de uso espacial cuyos dos extremos
corresponden, por una parte, a casos de desorden y, por otra, a casos de
represión y marginación social (Yiftachel, 1998).
Hay que
reconocer que los espacios públicos, incluidos los espacios verdes, son sitios
donde los diferentes grupos sociales se ven sujetos a mecanismos de control que
reprimen o permiten ciertos comportamientos. Esos mecanismos se dan en forma de
reglas sociales que influyen en el diseño de los mismos espacios. Por lo mismo,
el diseño arquitectónico de los parques urbanos es un mecanismo que favorece o restringe
diversos usos en los espacios verdes (Marne, 2001; Rishbeth, 2001).
2. Discriminación en
parques públicos
La interacción
entre reglas de uso social y diseño arquitectónico de parques resulta en una
variedad de problemas de desconsideración y discriminación que se manifiesta de
diversas formas. Así, los parques públicos son sitios donde se puede ejercer la
discriminación por género,[5]
raza, etnia y orientación sexual, entre otros. Esto se puede observar en el
mismo diseño de algunos parques que no cubren las expectativas recreativas de
los diferentes usuarios y además favorecen la aparición de múltiples conductas
no deseadas en los espacios verdes, por ejemplo:
·
Conductas
delictivas como robos, drogadicción y alcoholismo.
·
Surgimiento
y/o fortalecimiento de una percepción de inseguridad y temores para hacer uso
de los espacios verdes, aspectos encontrados en estudios de recreación en
mujeres y otros grupos sociales.
·
Persecución
y agresiones a personas cuya presencia y/o actividades recreativas pudieran no
ser bien vistas en los espacios verdes.
·
Desconsideración
hacia personas discapacitadas o que requieren cubrir una necesidad especial.
Esta situación
resulta, a fin de cuentas, en espacios verdes subutilizados y en ocasiones
vacíos, por lo cual las instalaciones recreativas y la vegetación con que
cuentan corren el riesgo de deteriorarse e incluso dejar de existir si no se
justifica su demanda social.
En los
siguientes apartados se analiza y discute la forma en que surgen algunas
conductas no deseadas en los espacios verdes, incluyendo sus efectos en los
usos recreativos de mujeres, etnias, razas, homosexuales y personas
discapacitadas.
2.1 Percepción de
inseguridad y delincuencia
Sobre la
percepción de la inseguridad y la delincuencia dentro de los espacios verdes,
se puede establecer que son dos fenómenos relacionados. La primera se fortalece
por la segunda, especialmente en aquellos grupos sociales que son sujetos de
discriminación dentro de las ciudades o que derivan mayor percepción de
inseguridad en los parques públicos por el diseño arquitectónico de éstos.
La percepción de
inseguridad en parques públicos es una problemática que se ha encontrado
especialmente en mujeres. Sin embargo, esa percepción también se ha reportado
en minorías étnicas y raciales de algunas ciudades en eua que temen al racismo en espacios urbanos, y en grupos
sociales como hombres homosexuales, por temor a la homofobia. Aunque esta idea
de inseguridad en mujeres, homosexuales y grupos raciales/étnicos se discute
más adelante, es importante destacar ahora la relación que hay entre el diseño
del espacio verde, la percepción de inseguridad y las actividades ilícitas que
pueden ocurrir en los parques.
Respecto a las
actividades ilícitas en parques públicos, la densidad y el tipo de vegetación,
combinados con la hora del día y la mala iluminación nocturna, son un factor
clave en la aparición de conductas delictivas como violaciones, robos,
drogadicción y alcoholismo (Dascal, 1994). De esta forma, el diseño
paisajístico y recreativo pensado para favorecer la convivencia social se
convierte en magneto y refugio para delincuentes. Ellos pueden aprovechar la
densidad y altura de la vegetación como escondite para sus actividades
ilícitas, llegando incluso a valerse para el mismo fin de la infraestructura
recreativa, como kioscos y canchas deportivas. La presencia de conductas
delictivas en los espacios genera un clima de desconfianza entre los usuarios
habituales de los parques. Como resultado de ello, los visitantes pueden
responder de diferentes formas; por ejemplo:
·
Evitar
hacer uso, a diferentes horas del día, de zonas que identifiquen como
riesgosas; por ejemplo, lugares aislados y áreas de vegetación densa.
·
Realizar
sus actividades recreativas en compañía.
·
Dejar
de visitar el parque.
Consecuentemente,
es necesario que los problemas de percepción de inseguridad de cada grupo
social en los parques y sus localidades, junto con los fenómenos de asaltos y
drogadicción, a veces presentes, se estudien con mayor detalle para determinar
qué características del diseño arquitectónico y de la vegetación favorecen su
aparición en los parques urbanos, y así adecuar estos últimos en beneficio de
los usuarios (Aminzadeh y Afshar, 2004; De Vos, 2005).
2.2. La mujer en los
parques públicos
Diversos parques
actuales fundados a partir de mediados del siglo xix fueron concebidos como paisajes rurales destinados a
proporcionar espacios para la relajación y recreación de trabajadores y sus
familias (Taylor, 1999). Ese tipo de parque, denominado jardín placentero
(cuadro 1) por Cranz y Boland (2004), constituyó el primer movimiento de
creación de áreas verdes urbanas en eua.
Al respecto, Cranz (1982, citado en Whitzman, 2002: 300) menciona que ese
movimiento se extendió a través de Gran Bretaña, eua, Australia y Canadá durante la primera mitad del siglo xix con base en el impulso de valores
morales en la población, fomentando la apreciación de lo bello y puro de la
naturaleza y proveyendo espacios de recreación familiar alternativos en lugar
de tabernas, centros de vicio y otros lugares idóneos para realizar conductas
inmorales.
Esa antigua
concepción de diseño urbanístico lleva a idealizar el espacio verde sólo como
un sitio de recreación familiar, conduciendo a generalizaciones erróneas sobre
hábitos recreativos. Sin embargo, de esa forma se empezaron a asignar las
facilidades recreativas de acuerdo con lo que culturalmente los responsables de
diseños de parques reconocieron como actividades recreativas para hombres,
mujeres, niños, adolescentes y ancianos, o lo que es lo mismo, para papá, mamá,
hijos de diferentes edades y abuelitos. Sin embargo, esa visión de diseño ha
sido puesta en tela de juicio ya que no considera las expectativas recreativas
de personas con un perfil diferente o les asigna erróneamente un papel
predeterminado en el uso de los espacios recreativos, como en el caso de la
mujer. Durante el siglo xx, el
derecho de la mujer a usar parques públicos fue ampliamente discutido, debido a
concepciones que todavía hoy promueven sólo actividades de recreación maternal.
Además de aquellas otras que fomentan prejuicios, que llegan incluso a
establecer que las mujeres decentes deben evitar áreas ajenas a los sitios de
recreación infantil, especialmente al oscurecer para proteger su reputación y
mantenerse a salvo de agresiones (Whitzman, 2002).
Por lo anterior,
cabe preguntarse: si se concibe recreativamente a la mujer sólo como madre de
familia, ¿dónde quedan las mujeres con otro perfil social?, como solteras, estudiantes,
profesionistas, obreras, etc. Las mujeres, al menos por normas culturales,
pueden ver restringido su uso recreativo en parques quedando excluidas en menor
o mayor grado de los múltiples beneficios que aportan las áreas verdes, como el
esparcimiento y mejoras en la salud por actividades deportivas. Esa concepción
de recreación en mujeres sólo como madres de familia, ha llevado incluso a
generar toda una serie de ideas y problemas sobre su tiempo libre en los
espacios públicos. Por ejemplo, se ha llegado al extremo de decir que la mujer
no tiene derecho de tiempo libre en espacios públicos, y a soportar más
restricciones, como falta de tiempo, falta de programas recreativos,
responsabilidades duales dentro y fuera del hogar y preocupaciones sobre la
seguridad personal en los espacios, entre otras (Krenichyn, 2004).
Considerando lo
anterior, se pueden identificar al menos dos factores en el espacio verde que
pudieran excluir a la mujer: uno relacionado con la seguridad personal que ella
pudiera derivar del diseño arquitectónico, y otro más resultado de la ausencia
de facilidades y programas recreativos incluyentes, que permitan a mujeres con
intereses diversos su incorporación a los múltiples beneficios recreativos y de
esparcimiento que brindan los parques.
Sin embargo, no
se pueden generalizar los factores de riesgo de exclusión de mujeres en los
espacios verdes de diferentes ciudades del mundo. Kira Krenichyn (2004)
menciona la importancia de investigar esos factores, aunque destaca que al
menos en ciudades escandinavas, la mujer hace uso de los espacios públicos con
audacia y sin temor. Igualmente menciona que en eua
algunos parques y plazas urbanas con mayor diversidad de usuarios también
presentan tasas elevadas de mujeres que las utilizan. Por el contrario, otras
investigaciones demuestran que la mujer está subrepresentada por percepción de
inseguridad, por lo que prefiere usar los espacios verdes en un contexto
familiar y de recreación y cuidado de infantes.
Si se consideran
las metas sociales de los tipos de parque descritos por Cranz y Boland (2004),
se detecta una predilección por la recreación dentro de un contexto familiar,
especialmente en aquellos tipos de espacio desarrollados entre 1850 y 1965. No
es sino hasta el diseño de parque del tipo Sistema de Espacio Abierto cuando,
según Cranz y Boland (2004), los beneficios se extienden para comprender a los
residentes citadinos sin distinción. Ello representa un logro en la inclusión
social de los espacios. No obstante, aun cuando el objetivo sea una inclusión
equitativa de todos los residentes, hay que considerar el papel arquitectónico
de la vegetación.
Las masas
arboladas, si bien cumplen un papel de diseño estético y ecológico como en el
tipo actual de diseño de Parque Sustentable, es importante considerar que su
distribución y densidad pudieran constituir un mecanismo recreativo limitante,
ya que diversos estudios han demostrado que pueden generar diferentes
gradientes de percepción de inseguridad en los distintos tipos de usuario, como
las mujeres. Según Carolyn Whitzman (2002), esa percepción se presenta cuando
realizan solas actividades recreativas en los espacios verdes; por ejemplo, en
masas densas de árboles y con condiciones de mala iluminación que pudieran
favorecer asaltos y agresiones físicas y sexuales. Por lo anterior, es
importante evaluar qué tanto influye el diseño paisajístico del parque en la
percepción de inseguridad sobre el espacio. Hay que someter a discusión el
hecho de que, si una estética de paisaje rural, ecológicamente sustentable, a
veces denso e íntimo y constituido por árboles y arbustos que cortan la vista,
si bien pudiera ser un mecanismo educativo y de relajación psicológica para
algunos usuarios, pudiera, por otro lado, generar percepción de inseguridad en mujeres
o en otros grupos sociales.
Respecto a la
falta de facilidades y programas recreativos dirigidos a los usuarios, la
visión sustentable actual de tipo de parque es una llamada de atención para
considerar la recreación femenina más allá de los usos tradicionales que
comúnmente se les han conferido a las mujeres. Es necesario dejar las
concepciones a priori sobre lo que puede o no hacer una
mujer en el espacio verde, hay que dejar que sea ella misma quien decida con
base en sus gustos y preferencias. Por lo que es tarea del diseñador y
administrador del espacio desarrollar las facilidades recreativas sin
considerar que el género del usuario define la actividad que se prefiere
realizar. Por ejemplo, las áreas de ejercicios físicos y los gimnasios al aire
libre deberían ser concebidos teniendo en mente que serán usados tanto por
hombres como por mujeres que seguramente tendrán diferentes capacidades y
necesidades especiales.
Como se puede
advertir, la percepción de inseguridad que se genera en las mujeres en los
espacios verdes y la ausencia de facilidades y programas recreativos dirigidos
a ellas, pueden constituir factores que disminuyan su satisfacción. Ante estos
resultados, es necesario considerar e investigar la demanda social recreativa
de la mujer y la percepción que deriva del espacio, incluyendo el marco
histórico y cultural que ésta ha desempeñado en los espacios públicos de cada
ciudad.
De acuerdo con
los argumentos anteriormente expuestos, es necesario invitar a reflexionar a
los responsables del diseño y la planificación de parques sobre qué
expectativas de recreación cubren los espacios verdes en sus localidades. Esta
reflexión debería extenderse por medio de una revisión histórica, para dejar
que el espacio verde revele su origen y la finalidad con que fue creado. Es
necesario considerar que desde una óptica de equidad e inclusión social, una
definición rígida de recreación sólo como actividad familiar, educativa,
ecológica y naturalista constituye sólo una parte de la demanda recreativa en los
espacios verdes actuales. Igualmente, habría que meditar un poco sobre el
efecto que tienen las concepciones a priori sobre los usos recreativos del
parque, las cuales, aun cuando se hagan de la mejor manera, pudieran no estar
respondiendo a las necesidades sociales, recreativas y de esparcimiento de los
usuarios. Hay que dejar a un lado la rigidez de los conceptos y ser más
flexibles en el diseño del espacio verde y en lo que se entiende por
recreación.
2.3 Presencia del
grupo homosexual en los espacios verdes
En la esfera
pública no es extraño observar la presencia de parejas y grupos homogéneos de
hombres o mujeres, o parejas y grupos mixtos que conviven socialmente para
divertirse con diferentes objetivos: jugar, buscar nuevas amistades o incluso
flirtear hombres con mujeres o mujeres y viceversa. Por ello, es común ver en
los espacios públicos parejas heterosexuales que manifiestan sus emociones con
muestras de afecto y que se apropian del espacio según las reglas sociales que
favorecen actividades, gustos y orientaciones sexuales que culturalmente se ven
como propias de un hombre y de una mujer. Sin embargo, en los espacios públicos
esas reglas sociales se ven rebasadas y transgredidas por grupos de personas
con una orientación sexual diferente, como homosexuales, lesbianas[6] y
hombres y mujeres transgénero.[7]
Por lo cual, espacios urbanos como los parques públicos pudieran no ser del
todo favorecedores para las actividades de dichos grupos.
De acuerdo con
los estudios de caso e investigaciones revisadas de geografía urbana y
recreación, la marginación, discriminación y persecución en parques públicos
está más documentada en el caso de homosexuales, posiblemente por las mismas
actividades recreativas y de ligue o búsqueda de parejas sexuales (cruising) que ellos llegan a realizar en estos
lugares. Esto puede percibirse también por las agresiones a homosexuales,
reportadas por Amnistía Internacional (2001), en espacios públicos y parques
urbanos, y que están relacionadas con una aguda homofobia presente aún en
diversas ciudades del mundo.
Diversos
estudios retrospectivos y actuales (Chauncey, 1994; Sánchez y López, 2000;
List, 2001; Sánchez, 2002; De Vos, 2005) sobre comportamiento homosexual urbano
señalan que los parques urbanos constituyen, para los homosexuales, sitios de
socialización y de actividades recreativas que pueden llegar a favorecer su
identidad como personas y como miembros de una comunidad con cultura propia en
los espacios urbanos. La presencia de los homosexuales en los espacios verdes ha
sido documentada históricamente por George Chauncey (1994), quien en un
análisis de la cultura urbana y de la vida social de los homosexuales de
principios del siglo xx en Nueva
York, señala que los espacios verdes fueron sitios populares de reunión ante una
sociedad discriminadora e incomprensiva para ellos.
En su estudio,
Chauncey (1994) expone cómo el concepto de paisaje rural y disfrute de la
naturaleza en parques, favorece diferentes actividades de los homosexuales,
como la socialización y búsqueda de parejas sexuales. Ello constituye un
aspecto interesante de las actividades homosexuales en los parques urbanos, ya
que aunque se llevan a cabo en espacios públicos, consideran el uso de códigos
y subterfugios. Esos códigos, junto con el mismo diseño arquitectónico y la
vegetación del espacio, interactúan para excluir intrusiones y comportamientos
hostiles de personas ajenas a este grupo (De Vos, 2005).
De acuerdo con
Arturo Sánchez (2002), los parques son espacios que favorecen las interacciones
homoeróticas; sin embargo, han sido estigmatizados como escenarios de intimidad
criminal de la cultura homosexual (Berlant y Warner, 2005). Debido a dicho
estigma, la popularidad que adquirieron los parques urbanos en diferentes
ciudades condujo a la pronta persecución y represión de homosexuales en tales
sitios. Chauncey (1994: 183), documenta las primeras redadas policiacas de
homosexuales en sitios como el Central Park en la segunda década del siglo xx:
La enorme
presencia de homosexuales en los parques motivó una pronta respuesta de los
policías. Éstos generalmente acudían vestidos de civil a las áreas de ligue y
flirteo, con el objetivo de atrapar homosexuales; p. ej. durante la primera
mitad de 1921, se realizaron treinta y un arrestos alrededor del Zoológico de
Central Park. La policía realizaba periódicamente redadas y arrestos en masa de
homosexuales sospechosos en los parques. Igualmente inflaban sus estadísticas
de arresto, para obtener más publicidad y forzar a los homosexuales a cambiar
su forma de ligue.
Pese a tal
discriminación y persecución, los parques urbanos actuales siguen siendo
espacios de interacción homosexual, lugares que en buena parte han sido
conquistados con apoyo de movimientos activistas en favor de los derechos
homosexuales y lésbicos en la esfera pública.
Actualmente, los
grupos activistas se apoyan en políticas internacionales que pugnan por el
respeto a los derechos humanos, y uno de sus objetivos es promover la
tolerancia hacia homosexuales, lesbianas y personas transgénero en los espacios
públicos, lo que ha permitido que se reconozca el uso que tales sectores
sociales hacen de los parques públicos. Algunos de los logros de esos grupos
son:
·
La
introducción del tema de la apropiación y uso recreativo en espacios urbanos
como parques en las políticas públicas de gobierno, tal como lo documenta Fran
Martin (2000) en Taiwán.
·
El
origen de parques públicos más tolerantes, como Riis Park[8] en
Nueva York, el cual cuenta con áreas donde conviven homosexuales y lesbianas
compartiendo el espacio con otros visitantes (Low
et al., 2005).
·
La
consideración de usos y actividades recreativas de homosexuales en propuestas
de manejo y usos recreativos en áreas verdes, como lo documenta De Vos (2005)
respecto de la ciudad de Gante, en Bélgica.
Sin embargo, en
otras urbes como la Ciudad de México, los parques públicos siguen siendo sitios
de discriminación homosexual, acoso y agresiones policiacas (Sánchez y López,
2000). Esa discriminación explica algunos resultados de investigaciones sobre
homosexuales en espacios verdes, como:
·
Las
agresiones físicas o verbales por parte de otros usuarios de los espacios o
incluso de la misma autoridad responsable de brindar seguridad y orden social.
·
Aparición
o incremento en la percepción de inseguridad y temores a sufrir agresiones al
hacer uso del parque.
·
La
exclusión de homosexuales en los espacios.
Por lo anterior,
no es extraño que Amnistía Internacional (2001) informe que en países como
India, los parques urbanos son sitios de agresiones policiales a homosexuales,
quienes desgraciadamente sólo en esos sitios pueden socializar entre ellos.
Las evidencias
actuales de persecución y discriminación permiten afirmar que no existe un
reconocimiento público generalizado por parte de quienes administran de los
espacios verdes y de otros usuarios de que los homosexuales tienen derecho a
ejercer sus actividades recreativas dentro del parque público. Un primer deber
de las autoridades citadinas es reconocer ese derecho, si es que se quiere
avanzar en la inclusión social dentro de los espacios públicos. Mientras
desconozca o pase por alto la existencia de la actividad recreativa homosexual
dentro de los espacios verdes, existe el riesgo de agresiones por parte de
cuerpos policiales y de otros grupos sociales.
Se requieren acciones
afirmativas –como reglas de uso del espacio equitativas y campañas de difusión–
por parte de las autoridades y de los mismos grupos sociales que permitan
generar un clima de tolerancia y respeto hacia personas con preferencias
sexuales diferentes. Para ello, es necesario considerar que el acercamiento
entre administradores y autoridades del parque y los diferentes grupos sociales
es fundamental para generar un clima de respeto y cordialidad en el uso de los
espacios verdes. Esta aproximación es necesaria ya que las características de
paisaje e intimidad en el espacio verde, importantes para el ligue homosexual,
son a su vez elementos amigables para actividades recreativas como la
relajación y la observación del paisaje y de la vida silvestre. Por lo anterior,
aquí se tienen dos grupos sociales con intereses diferentes que comparten las
mismas áreas recreativas. También es necesario reflexionar sobre cómo un
espacio que fue creado con fines de recreación pasiva es usado con intereses
distintos, lo que refleja, a fin de cuentas, que el espacio es dinámico y no
neutro y adaptable a necesidades de diversos usuarios.
Sin embargo, esa
cualidad del espacio se puede traducir en diversas desventajas y generar
conflictos que lleven a la exclusión. En aquellas ciudades donde la
homosexualidad no es bien vista en los espacios públicos, pudiera estar creando
rechazo y agresiones por parte de usuarios que comparten el espacio íntimo y
relajante, o por aquellos que quisieran derivar satisfacción y seguridad a
partir de espacios abiertos, iluminados y con mayor vigilancia. En ambos casos,
los grupos sociales podrían sentirse con mayor derecho para reclamar su uso del
espacio y excluir a personas con comportamientos no bien vistos por la sociedad
(Whitzman, 2002).
Por lo anterior,
y considerando una perspectiva de equidad,
nuevamente destacamos la importancia de flexibilizar el concepto de
recreación considerando además las reglas de uso social en los parques. Ésta
sería una condición necesaria, pero no suficiente, para generar un clima de
respeto y tolerancia dentro de las áreas verdes. La cualidad de adaptación del
espacio descrita anteriormente refuerza que es necesaria la disposición de los
diversos grupos sociales para consensuar, junto con los administradores, las características
de diseño que favorezcan sus actividades y las mejores formas para asignar y/o
establecer espacios de uso de acuerdo con sus necesidades.
Obviamente,
mientras que la homosexualidad siga siendo considerada como una actividad
intolerable, e incluso a veces ilícita, en las sociedades urbanas, es difícil
que se lleve a cabo una conquista del espacio por parte de la comunidad
homosexual.
Por otra parte,
es necesario ampliar a detalle los estudios de demanda social recreativa de ese
grupo social. Además, existen aspectos como la interacción entre el diseño de
los espacios y los códigos de conducta homosexual, que distan aún de conocerse
del todo y que ameritan, por sí solos, ser considerados en investigaciones
futuras.
También es
importante cubrir el vacío en el conocimiento de los usos recreativos que las
lesbianas hacen en los parques, ya que generalmente han sido consideradas
invisibles en los espacios públicos, como lo sugiere Julie Podmore (2001).
Aunque existen estudios en los que se hace referencia a la actividad lésbica en
los parques urbanos (Chauncey, 1994; Low et al., 2005), éstos no pasan de ser sólo
informes de la presencia de ese grupo, o bien, se les considera compartiendo
espacios recreativos con homosexuales. Sin embargo, tales estudios no exploran
los usos ni las actividades recreativas que llevan a cabo las lesbianas en
estos lugares.
La misma aridez
en los estudios de recreación urbana y parques públicos se encuentra en
relación con las personas transgénero, dejándose de lado la posibilidad de una
falta de interés en investigaciones sobre geografía urbana y recreación de
lesbianas y personas transgénero en espacios verdes. Esta aridez en el tema
pudiera también verse afectada porque:
·
Las
técnicas y métodos empleados en geografía urbana y recreación en espacios
verdes no han sido las adecuadas para conocer los actividades recreativas de
lesbianas y personas transgénero y, por lo mismo, pasan desapercibidas.
·
Posiblemente
estén en mayor o menor grado ausentes en los parques por la discriminación
presente en los espacios públicos. Especialmente en el caso de aquellas
personas cuya condición transgénero es notoria, al mezclar características
físicas femeninas y masculinas, lo cual los podría hacer más vulnerables a ser
discriminados y agredidos.
2.4 Aspectos étnicos
y sociales en los parques públicos
En este análisis
se han descrito diversas situaciones de marginación y discriminación en los
espacios verdes, a veces sutiles, como en el caso de la mujer, y en otras
agresivas, como en el caso de los homosexuales. Sin embargo, seguramente
ninguna de esas dos situaciones, al menos durante todo el siglo xx, ha adquirido tal notoriedad como la
discriminación por motivos raciales/étnicos.
Recientes
investigaciones en parques urbanos relativas al aspecto racial/étnico,
demuestran que:
·
El
temor a ser discriminado por cuestiones raciales/étnicas persiste aún,
especialmente en ciudades que albergan diversas minorías étnicas/raciales
(Burgess et al.,
1988; Rishbeth, 2001).
·
Las
percepciones sobre el espacio y los gustos y preferencias recreativos pueden
ser diferentes de acuerdo con el origen étnico/racial (Payne et
al., 2002; Sasidharan
et al.,
2005), y por lo general no son considerados en los planes de diseño del parque,
especialmente en referencia a aquellos grupos minoritarios cuya demanda social
no alcanza a ser cubierta.
Ambos resultados
afectan el uso recreativo y, por lo tanto, la satisfacción que los grupos
étnicos/raciales pudieran derivar de los espacios.
En el mejor de
los escenarios posibles, los grupos adecuan sus actividades al espacio, y ante
una percepción de inseguridad y/o discriminación, pueden optar por realizar sus
actividades recreativas en espacios abiertos, bien iluminados y acompañados. En
otros escenarios no tan optimistas, las personas amoldan los espacios a sus
necesidades, pudiendo llegar a tener conflictos con los administradores del
parque. Éste es el caso de aquellos espacios verdes que carecen de áreas
acondicionadas para eventos y fiestas familiares, por lo que los usuarios se
ven en la necesidad de adaptar algunas zonas del mismo. De esta forma, las
reglas de manejo del parque pueden verse quebrantadas, generando un efecto
negativo en áreas que en algunos casos pudieran estar destinadas a otros tipos
de recreación o bien estar sujetas a conservación.
Por lo anterior,
es necesario encontrar técnicas y métodos que permitan identificar la
percepción del espacio y la demanda social recreativa de los grupos
étnicos/raciales, y desde una perspectiva de equidad, hacerlo extensivo a los
diferentes grupos sociales que visitan los parques urbanos.
En este trabajo,
se han empleado, a la par, los términos raza y etnia sin que ello implique el
mismo significado. Es necesario considerar esta diferencia conceptual,
especialmente por el enfoque desde el cual se sugiere desarrollar los estudios
de etnología, etnografía y recreación urbana, que se comentarán más adelante.
Se entiende como raza el conjunto de todas aquellas personas que tienen
características físicas en común, y como etnia, una población cuyos integrantes
comparten memoria histórica, uno o más elementos de cultura, vínculos con una
patria y con creencias de un ancestro común (Hutchinson y Smith, 1996: 6,
citados, en Rishbeth, 2001: 352).
Los estudios
etnográficos y etnológicos constituyen el medio para atacar el problema de
inclusión social considerando la demanda recreativa de los diferentes grupos
sociales con base en sus valores culturales. Este enfoque de trabajo en
espacios urbanos ha llevado a Setha Low y colaboradores (2005: 205) a definir
el término cultura como un paquete abstracto de valores, prácticas y modos de
vida que se emplean para sobrevivir en un ambiente particular.
Desde ese punto
de vista, este enfoque puede considerar que los diferentes modos de vida determinarán
el uso recreativo y la percepción que los diversos grupos sociales asignan a
los espacios verdes urbanos. Si estos espacios se visualizan en un horizonte de
tiempo, se transforman en agentes activos que cambiarán de acuerdo con los
gustos y preferencias de los usuarios. De esta forma, el estudio de dichos
modos de vida permitirá adecuar los diseños arquitectónicos de los parques y
cubrir la demanda social en forma de paisajes incluyentes que consideren los
gustos y preferencias recreativas que poseen los diferentes grupos sociales.
Si se ve al
espacio como un agente activo y dinámico de inclusión social, entonces es
necesario identificar qué grupos sociales visitan el parque (adolescentes,
personas solteras, familias, etnías, razas, homosexuales, entre otros) e
investigar la percepción que cada grupo tiene del espacio verde y los usos
recreativos que se realizan en los mismos. Este enfoque de inclusión social en
las investigaciones que se desarrollan en parques urbanos, permitirán obtener
resultados como los encontrados por Paul Gobster (1998) y que sirven para
mejorar el diseño de los espacios, por ejemplo:
·
En
principio, considerar el parque como un agente activo y dinámico de inclusión
social permite concebir este espacio como un lugar que se puede ajustar a las
necesidades del usuario y por lo tanto resultar en un magneto verde de grupos
sociales, étnicos y raciales diferentes, siempre y cuando se cubra la demanda
recreacional de dichos grupos. Por lo que la diversidad de los usuarios y la localización
de los espacios entre localidades social o étnicamente diferentes no deberían
ser impedimento para obtener tal magneto.
·
El
parque urbano se podría considerar como una pared verde sólo en casos donde se
pase por alto la identificación de grupos sociales y sus percepciones y usos
dentro del mismo.
·
Aunque
se puedan presentar problemas de uso, como percepción de inseguridad y
desplazamiento de usuarios por discriminación, éstos podrían ser atacados si se
localizan los sitios recreativos compartidos por diversos grupos raciales,
étnicos y sociales en un mismo parque y si se desarrollan estrategias y
programas recreativos que permitan la interacción, tolerancia y respeto entre
los diferentes tipos de visitantes.
Estos
resultados, nuevamente, evidencian la importancia de considerar al espacio
verde como un agente dinámico que se puede ajustar a los gustos y preferencias
de los visitantes con el paso del tiempo. De ahí la importancia de conocer la
demanda social recreativa de los diferentes grupos sociales. Este enfoque
induce también a buscar los métodos y formas por los cuales se puede llegar a
la obtención de usos recreativos consensuados que permitan la convivencia
dentro de un marco de respeto y tolerancia entre usuarios diferentes, como
mencionamos antes. De esos métodos y formas se hablará más adelante.
2.5 Espacios verdes,
discapacidades y necesidades especiales
Los grupos hasta
ahora mencionados carecen, en diferentes grados, de la oportunidad de
interactuar en los espacios y obtener los beneficios que de ellos se derivan.
No obstante, y considerando la definición de equidad de Scott-Webber y
Marshall-Baker (1998), faltaría mencionar aún a aquellas personas que poseen
alguna discapacidad física que les impide acceder sin restricciones a los espacios
urbanos, o bien que requieren cubrir alguna necesidad especial con el mismo
fin.
Aunque en
algunos casos la exclusión pudiera estar relacionada con el diseño
arquitectónico del espacio, es posible también que la aceptación social, la
estigmatización y la discriminación influyan en la participación recreativa al
aire libre de personas discapacitadas (Henderson y Bendini, 1995, citado en
Williams et al.,
2004). La influencia de ambas posibilidades ha sido demostrada para la
población de personas con discapacidades motrices de Estados Unidos. Existen
resultados que demuestran que es más probable que esa población se niegue a
participar en actividades recreativas por preocupación sobre seguridad personal
y facilidades recreativas inadecuadas, que una población no discapacitada
(Williams et al.,
2004).
Para poder
hablar de restricciones en los espacios públicos, es conveniente establecer
primero qué comprende una discapacidad. Respecto a este término, Deborah Park y
colaboradores (1998: 9-10) consideran que una discapacidad física refiere no
sólo a personas con inhabilidades motrices (como usuarios con silla de ruedas),
sino también a personas con inhabilidades sensoriales (ciegos, débiles
visuales, sordos, etcétera).
De acuerdo con
estas posibles formas de discapacidad, los espacios públicos podrían presentar
diversas restricciones que podrían ser comparables, en algunos casos, a
diferentes tipos de barreras físicas presentes en los espacios públicos y que
impiden el acceso y/o el desplazamiento. Sin mayor análisis, se podrían señalar
al menos las siguientes dos restricciones para discapacitados: escalones y
pendientes que entorpezcan o impidan el traslado en silla de ruedas, y falta de
señalizaciones dirigidas a personas ciegas y débiles visuales.
Sin embargo, es
importante señalar que la apreciación de Park y colaboradores (1998) se puede
extender, tal como lo hacen Scott-Webber y Marshall-Baker (1998), si se
considera la definición de equidad. Así, se incluye a personas que por
envejecimiento vean deteriorada su capacidad para acceder a diferentes
espacios, o bien a todo aquel sujeto que requiera cubrir una necesidad especial
con el mismo fin. Un ejemplo de esas necesidades especiales en áreas urbanas
serían las de aquellos usuarios de parques que empujan carreolas con bebés
durante sus actividades recreativas. Esas personas, aunque no son
discapacitadas, tienen que sortear diferentes barreras, como escalones y
pendientes en los espacios, similares a las que confrontan las personas en
silla de ruedas.
Las restricciones
y barreras tienen que ser identificadas por los responsables del diseño de los
espacios verdes, y son ellos quienes deben solucionarlas, ya sea modificando el
espacio o proporcionando las facilidades necesarias. Algunas recomendaciones
para ello podrían ser:
·
Seleccionar
el material y forma adecuada de los andadores para que no entorpezcan el
desplazamiento de personas con problemas de movilidad o que requieran cubrir
alguna necesidad especial. Por poner un ejemplo, los andadores con pendientes
elevadas y escalones altos pueden constituir barreras infranqueables en algunos
casos.
·
Elaborar
rampas para el acceso y desplazamiento de personas con capacidades diferentes o
con alguna necesidad especial que permitan el acceso a las áreas e
instalaciones recreativas.
·
Diseñar
y colocar señalizaciones adecuadas que guíen a personas ciegas y débiles
visuales dentro del parque.
·
Elaborar
programas y servicios recreativos incluyentes que permitan la incorporación de
las personas por sus gustos y preferencias, sin excluir, a
priori, a quienes
padecen alguna discapacidad o necesidad especial. Dejar que hable el grupo en
cuanto a sus gustos y preferencias de recreación.
El no tomar en
cuenta a las personas discapacitadas en los espacios verdes se puede traducir
en discriminación. Como se mencionó, un primer paso para corregir esa falla es
reconocer el derecho de los diferentes grupos sociales a beneficiarse de las
bondades recreativas de los espacios verdes. Ello implica la conscientización
de los administradores y, en este caso, especialmente de los responsables de
diseñar el espacio arquitectónico y las facilidades recreativas. Olvidar el
acceso, desplazamiento y actividades recreativas de una persona discapacitada
dentro de un espacio verde, es negar el derecho de uso recreativo.
Consecuentemente, negar el derecho de uso recreativo es discriminar a una
persona discapacitada, sin que por ello se hable de una agresión física o una
persecución, como pudiera ser el caso de la discriminación étnica-racial o la
discriminación a un homosexual dentro de un parque.
Por otra parte,
al igual que en el resto de los grupos, es indispensable conocer la demanda
social recreativa de personas discapacitadas en los espacios verdes, para
determinar sus preferencias dentro de toda la gama de actividades que se llevan
a cabo y, de esa forma, conocer los requerimientos y adecuaciones que se deben
realizar en las instalaciones para recibir a los diferentes usuarios.
3. Estrategias para
la inclusión de grupos marginados
El análisis sobre
discriminación y falta de consideración en los espacios de los cuatro grupos
estudiados en este trabajo, manifiesta una urgente necesidad social de
redefinir los diferentes espacios urbanos bajo una visión de equidad. Esa
redefinición permitirá que espacios públicos como los parques favorezcan la
inclusión a través del desarrollo de ambientes urbanos que absorban un amplio
espectro de capacidades y discapacidades humanas.
Sin embargo, esa
visión incluyente aplicada en la planificación y manejo de los parques tiende a
complicarse debido a que los especialistas y responsables de los parques
urbanos no están del todo capacitados para conciliar los intereses de los
diferentes grupos sociales dentro de nuevas propuestas de manejo y
administración. A lo anterior hay que agregar que diversos parques urbanos
actuales fueron concebidos históricamente con un diseño paisajístico
predominantemente rural y de acuerdo con un concepto de recreación familiar. Si
bien ese enfoque ha evolucionado a un tipo conceptual de Parque Sustentable, el
riesgo de exclusión social aún exite si el administrador y el diseñador del
espacio no reconocen la diversidad de los residentes citadinos que pueden hacer
uso del parque. Este esquema se vuelve a complicar una vez que se asume la
existencia de esquemas de recreación pasiva y activa que se pueden contraponer
fácilmente; por ejemplo, relajación y contemplación del paisaje frente a
actividades deportivas como fútbol soccer, béisbol y básquetbol.
La asignación de
usos recreativos dentro de los espacios verdes puede conducir a problemas en
donde satisfacer los gustos, preferencias y necesidades de determinado grupo
social podría afectar negativamente los de otros. Ante esta problemática, los
espacios verdes no pueden restringirse únicamente a proporcionar ciertos usos
recreativos familiares, o bien, ciertos diseños de paisaje ecológico o rural. Y
tampoco es posible seguir diseñando los espacios pensando en usos recreativos a
priori. Si lo que se
quiere es operar con espacios verdes incluyentes, se requiere como primera
condición flexibilizar la definición de recreación en los espacios públicos y
determinar la demanda social recreativa de cada grupo.
La
contraposición que pueda haber en la demanda social de los diferentes grupos
conduce a una visión integral de todos los
usuarios y a considerar la participación ciudadana, de cuya utilidad se
hablará en el siguiente apartado. Por lo anterior, es necesario instrumentar
acciones integrales, buscando puntos de equilibrio en la asignación de áreas de
actividades para diferentes grupos. En donde se favorezcan las preferencias, de
ser posible de todos, o en su defecto de la mayoría de ellos. Al considerar el
tipo conceptual de Parque Sustentable, habrá también que prever que los
objetivos de conservación de vida silvestre pudieran no ser compatibles con
determinados tipos de recreación u otros usos. Es el caso de algunas
actividades que pudieran interferir con el desarrollo de la vida silvestre,
como escuchar música, practicar deportes que generen ruidos o que impacten
directamente en la vegetación. Es necesario que los biólogos y especialistas en
conservación evalúen y analicen estos efectos.
Els de Vos
(2005) sugiere que, debido a la imposibilidad de que un solo parque cubra las
expectativas de todos los grupos sociales en una ciudad, es necesario se
generen nuevas políticas urbanas tendentes a desarrollar un sistema citadino
diversificado de parques.
Dentro de ese
sistema, cada espacio verde pudiera estar basado en diferentes conceptos de
planificación, diseño arquitectónico, posibilidades de participación ciudadana,
valores culturales y usos recreativos, ecológicos y educativos. Esa visión, que
en este trabajo se denominará “paisajística”, permitiría considerar una
diversidad de funciones de utilidad, como recreación, conservación, educación,
etc. Una gama de posibilidades diseñada y distribuida espacialmente en el
paisaje urbano, donde cada parque pudiera satisfacer las necesidades, gustos y
preferencias de determinados grupos sociales. Consecuentemente, es necesaria
una visión paisajística integral en el diseño, manejo y administración de los
parques, no como entidades aisladas, sino como un Sistema Integral de Espacios
Verdes Citadinos. En ese Sistema, cada área verde tendría una función principal
de utilidad, determinada por su respectiva demanda social. Así, existirían
diferentes tipos de parque que contendrían toda la gama de posibilidades de uso
recreativo, ecológico, educativo, histórico y de conservación. Esa visión
“paisajística”, basada en principios de sustentabilidad, hace necesaria la
concientización de los planificadores de parques en relación con la importancia
de los valores culturales de los grupos sociales. Es esencial aceptar que esos
valores se manifiestan en forma de prácticas y estilos de vida que determinan
el uso que se le da a los espacios urbanos y también la demanda social de áreas
verdes.
3.1 Demanda social
recreativa, participación ciudadana y planificación de los espacios verdes
Se han aplicado
diversas técnicas para conocer la demanda social recreativa en espacios
urbanos. Entre éstas se tienen investigaciones históricas, entrevistas,
evaluaciones participativas, encuestas, conteos y caracterizaciones de usuarios
por medio de observaciones en sitio. Todas estas técnicas pueden ser
incorporadas en diferentes modalidades de participación ciudadana en los
espacios verdes. Diversos congresos y acuerdos internacionales, como la Carta
de la Habana (2001), el Programa Hábitat y la Declaración de Estambul de la
Organización de la Naciones Unidas (Centro de las Naciones Unidas para los
Asentamientos Humanos, 2005), recomiendan considerar la participación ciudadana
en los planes de asignación y diseño de los espacios verdes. Hay que mencionar
que dentro del tema de desarrollo sustentable, la participación de los grupos
sociales es fundamental, tal como refieren Raúl Pacheco y Obdulia Vega (2001:
26).
En el discurso
sobre desarrollo sustentable, el concepto de participación ciudadana es
elogiado como la piedra nodal sobre la que se puede fincar un modelo de
desarrollo económicamente próspero, ecológicamente protector y socialmente
sustentable. La participación de la sociedad en la construcción, diseño e
implementación de políticas ambientales ya no es una opción sino un
prerrequisito si se habla de un desarrollo sustentable.
Consecuentemente,
la participación –en sus diferentes modalidades, como mesas redondas
multiparticipativas y coaliciones ambientales de organizaciones no
gubernamentales (Pacheco y Vega, 2001)– es un instrumento clave en la solución
de conflictos públicos. Las modalidades de participación se caracterizan por
trabajar de acuerdo con un esquema de diálogo y cooperación, lo que es una
ventaja que les permitiría obtener programas de diseño, manejo y consensar usos
recreativos en áreas verdes, asunto que, a su vez, repercutiría favorablemente
en la calidad de las instalaciones recreativas y su vegetación (Dascal, 1993;
Dascal, 1995; Jones, 2002a y 2002b; Speller y Ravenscroft, 2005).
Sin embargo, la
generación de un proceso participativo en las diferentes fases de desarrollo de
las áreas verdes requiere que se cumplan algunos aspectos, entre los cuales se
pueden mencionar los siguientes:
·
Disponibilidad
de los diferentes grupos sociales para participar libremente en un conjunto
social integral.
·
Que
no se excluya del proceso participativo a determinado grupo o persona.
·
Información
disponible para discutir y consensar aspectos ligados a las percepciones de los
diferentes grupos sobre el espacio y sus particulares gustos y preferencias
recreativas.
No hay que
olvidar que se está hablando de una diversidad urbana que puede llegar a
comprender diferentes grupos, cada uno con intereses y necesidades
particulares, y que en algunos casos pudiera existir intolerancia social hacia
alguno de ellos. La cohesión social entre grupos diferentes se puede lograr
siempre y cuando se alcance un clima de respeto y tolerancia y se reconozca el
derecho de uso a grupos que, en algunos casos, históricamente han sido sujetos
de olvido, por ejemplo, etnias, mujeres, homosexuales y personas
discapacitadas.
La cohesión
social puede llegar a ser un aspecto delicado y difícil de lograr en algunas
ciudades del mundo; como en el caso de México, donde 39.1% de la población
considera que la exclusión significa impedir la participación de alguien, y
25.3% la asocia también con descartar a una persona de la sociedad.
Desfavorablemente, México también es un país donde, en general, nueve de cada
10 mujeres, indígenas, discapacitados, adultos mayores, homosexuales y pertenecientes
a minorías religiosas se sienten discriminados. De estos grupos, 94.7% de
homosexuales, 94.4% de discapacitados y 94.2% de mujeres perciben que en México
hay discriminación hacia ellos por su condición (Secretaría de Desarrollo
Social, 2005). Si bien esa discriminación se reporta como más importante dentro
de los ambientes laborales y de derecho al trabajo, es necesario extender esta
investigación para determinar el porcentaje de discriminación en espacios
públicos, como las áreas recreativas.
En relación con
la información disponible, que es necesaria dentro de un esquema de
participación social de áreas verdes, se estaría hablando de inventarios de
superficie verde, facilidades recreativas, estadísticas sobre usos y
conocimiento de gustos, preferencias y necesidades de los usuarios dentro de
los espacios. La inexistencia o restricción de esa información limitaría la
toma de decisiones y acuerdos que se puedan hacer para adecuar diseños,
asignación de usos y generación de programas de áreas verdes. Por ello, es
necesario que los administradores de los parques incentiven la creación de
bases de datos automatizadas y sistemas de información pública de los espacios
verdes recreativos.
Como se comentó,
los administradores pudieran no estar del todo preparados para considerar la
diversidad de intereses recreativos. Sin embargo, esa misma deficiencia podría
llevarlos también a pasar por alto las bondades de la participación social y a
desconocer los resultados derivados de los procesos participativos que son de
interés para la comunidad. Por lo mismo, la ausencia o desconocimiento de las
bondades de la participación social arrastrarían consigo el incumplimiento de
la demanda social en las áreas verdes, resultando ello, como mencionamos en
otros apartados, en espacios subutilizados y vacíos. Esa situación a su vez
influiría en la percepción de inseguridad, creándose de esta forma un círculo
vicioso que resulta en un decaimiento de la calidad de las masas arboladas y de
los servicios y recursos recreativos con que cuenta el espacio. Además, los
conflictos sociales en los espacios pueden agudizarse por asaltos, agresiones y
persecuciones en contra de grupos vulnerables. Tales problemas abren la
posibilidad de que el deterioro en la calidad de los parques incida en una
disminución de la superficie verde de la localidad. Y eso posiblemente
aumentaría aún más la competencia con otros usos del suelo, como comerciales,
residenciales y para estacionamientos, los cuales serían favorecidos debido a
los beneficios económicos que derivan de ellos. En consecuencia, es muy
importante estimar el valor económico de los servicios sociales, recreativos y
ambientales que prestan los parques urbanos.
La ausencia de
valor en términos monetarios o de precios de mercado de tales servicios, pone
en franca desventaja el uso recreacional en los espacios verdes, debido a que
la planificación urbana puede emplear herramientas económicas como el análisis
de costo-beneficio en la toma de decisiones para asignar y dar prioridad a
determinados usos del suelo. Sin embargo, el hecho de que se carezca de tales
valores económicos no quiere decir que no existan. La economía ambiental ha
desarrollado y fundamentado métodos como el costo de viaje, la evaluación
contingente y los precios hedónicos, entre otros, que permiten encontrar el
valor económico de los servicios sociales, recreativos y ambientales que pueden
proporcionar los espacios verdes. No es objetivo de este trabajo generar una
discusión y análisis sobre esos métodos de evaluación económica y su aplicación
en la toma de decisiones de la planificación urbana en la asignación de uso del
suelo. Sin embargo, por su importancia se considera un área de discusión
pendiente para urbanistas y economistas ambientales.
Por lo tanto,
considerando los objetivos de este trabajo, es necesario destacar la
importancia de sensibilizar, especialmente a los planificadores y
administradores de parques, sobre las bondades de la participación ciudadana y
de la incorporación de la demanda social de los citadinos en sus agendas de
trabajo. En esta recomendación también hay que sugerir que los mismos
administradores deben facilitar y promover en los centros de investigación de
manejo de recursos naturales de sus ciudades, la investigación ecológica,
social y económica de los parques. Los resultados y análisis de tales
investigaciones permitirán a los planificadores adecuar sus actuales programas
de manejo y diseños arquitectónicos a la demanda social recreativa, desde una
perspectiva de equidad y participación ciudadana.
En el enfoque de
sustentabilidad actual, y considerando un esquema de manejo integral con
perspectiva “paisajística,” se puede concebir actualmente el parque urbano
recreativo como un espacio público con usos potencialmente diversos, incluyente
y sin discriminación.
Conclusiones y
recomendaciones
La creación y el
desarrollo histórico de diversos tipos de parques urbanos en diferentes
ciudades del mundo ha respondido a metas sociales que privilegiaron
inicialmente la inclusión de algunos grupos sociales, asignando en ocasiones
actividades recreativas a priori. Esa visión de desarrollo del espacio
verde trajo consigo la falta de consideración de algunos grupos sociales dentro
de los espacios verdes, lo que resultó en discriminación y generación de conflictos
sociales. Con la actual concepción de Parque Sustentable, la meta social de
llevar salud integral humana y ecológica a todos los residentes citadinos, se
puede lograr sólo si se acepta la diversidad en la demanda social recreativa de
los grupos sociales beneficiarios. En un enfoque de sustentabilidad y equidad
social no se puede hablar de espacios verdes incluyentes mientras exista una
problemática de exclusión dentro del espacio. Por ello, se hace indispensable
sugerir las siguientes acciones:
·
Flexibilizar
el concepto de recreación en parques públicos y no definirlo únicamente como un
espacio de recreación familiar y con fines de educación ambiental y objetivos
ecológicos.
·
Conocer
la demanda recreacional de los grupos sociales que hacen uso de las áreas
verdes en las diferentes localidades urbanas.
·
Considerar
que el espacio verde es un agente dinámico, no neutro, ya que es definido por
las diversas actividades que los usuarios realizan o desean realizar dentro de
él.
·
Considerar
que el espacio y las facilidades recreativas se pueden y deben adecuar a los
gustos, preferencias, necesidades y diferentes capacidades de los usuarios.
·
Aceptar
que existen riesgos potenciales de exclusión, si no se toma en cuenta a grupos
vulnerables a los que tradicionalmente no se les ha reconocido su derecho de
uso recreativo, como mujeres, etnias/razas, homosexuales y personas con
discapacidades o necesidades especiales.
·
Valorar
las bondades de la participación ciudadana como un mecanismo que, aun con
ciertos requerimientos y riesgos, pudiera facilitar el desarrollo consensado de
programas de creación, desarrollo, manejo y asignación de usos diversos, como
la recreación en espacios verdes.
En la práctica
se podrían emplear algunas de las técnicas ya mencionadas o una combinación de
ellas para conocer la demanda de bienes y servicios de áreas verdes por parte
de los grupos sociales. Los resultados proporcionarían indicadores de demanda
recreativa en espacios verdes, acuerdos de cooperación entre los grupos
sociales y la creación de programas consensuados de manejo, administración y
uso recreativo. Para lograr lo anterior, se requiere la participación de
diferentes profesionistas en desarrollo urbano, como arquitectos, economistas,
sociólogos, antropólogos y especialistas en forestería urbana que conformen
equipos de investigación y trabajo multidisciplinarios.
Consecuentemente,
la integración de las recomendaciones anteriores lleva a considerar como eje de
la dotación del servicio verde a la demanda social. Por lo que esa demanda
social, si se considera su potencial de múltiples usos debiera incluirse en un
esquema de manejo integral con una perspectiva paisajística. Esa perspectiva, a
su vez, debiera ejecutarse por medio del diseño y operación de un Sistema
Integral de Espacios Verdes Citadinos que contenga esquemas de participación
ciudadana. Por lo anterior, y tomando en cuenta la posibilidad de que un solo
parque sea incapaz de proporcionar todos lo servicios y usos demandados,
algunos parques pudieran estar mayormente enfocados a desempeñar una función
recreativa de cierto tipo, mientras que otros tendrían alguna función
alternativa, cubriéndose de esa forma la diversidad en gustos y preferencias de
la gente y las funciones de utilidad que pudieran proporcionar los espacios
verdes.
Todo eso
repercutirá en la generación de nuevos planes de áreas verdes y de recreación
en las ciudades dentro de programas integrales de servicios urbanos. Asimismo,
esto permitiría asignar de manera eficiente zonas verdes en una ciudad de acuerdo
con la óptica de sustentabilidad que especifica el tipo de Parque Sustentable
definido por Cranz y Boland (2004). No es posible concebir el desarrollo urbano
sujeto únicamente a proyectos políticos individuales de sólo un servicio y un
espacio a corto plazo, sino como parte de planes integrales dinámicos de bienes
y servicios a largo plazo con participación ciudadana y adecuada distribución
espacial de los parques en el paisaje urbano.
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Recibido: 4 de abril de 2006.
Reenviado: 23 de junio de 2006.
Reenviado: 2 de octubre de 2006.
Aprobado: 4 de octubre de 2006.
Ramiro Flores-Xolocotzi es maestro en ciencias. Actualmente
realiza estudios de doctorado en el posgrado Forestal del Colegio de
Postgraduados, Campus Montecillo. Su línea de investigación se centra en la economía
ambiental y recreación en espacios verdes urbanos. Entre sus publicaciones
destacan: “Deforestation and Land Use Change in Mexico”, Journal
of Sustainable Forestry,
12 (1): 171-191, (2001, en coautoría con Juan Manuel Torres Rojo); “Cambio de
uso del suelo entre los sectores forestal, agrícola y pecuario”, Ciencia
Forestal, 25 (87):
5-24 (2000, en coautoría con Juan Manuel Torres Rojo).
Manuel
de Jesús González-Guillén
es profesor-investigador en el Colegio de Postgraduados. Es doctor en economía
de los recursos naturales y el ambiente, y en análisis de política. Entre sus
publicaciones destacan: “Definición de áreas forestales con potencialidad
recreativa”, Agrociencia, 30, 1996: 129-138 (1996,
en coautoría con J. René Valdez Lazalde y Cruz Velasco González); “Population
and Land Use Change in the California Mojave: Natural Habitat Implications of
Alternative Futures”, Population Research and Policy
Review,
22: 373–397 (2003, en coautoría con Lori
M. Hunter, Matt Stevenson, Kimberly S. Karish, Richard E. Toth, Thomas C.
Edwards Jr., Robert J. Lilieholm y Mary Cablk); “Estimación de cobertura
arbórea mediante imágenes satelitales multiespectrales de alta resolución”, Agrociencia, 40: 383-394 (2006, en
coautoría con José René Valdez Lazalde y Héctor Manuel de los Santos Posadas),
y “Sistema de información para administrar plantaciones comerciales en México”,
Madera y Bosques, 12 (2): 77-90 (2006, en coautoría con
Édgar A. Sánchez Moreno, David H. del Valle Paniagua y J. René Valdez Lazalde);
Demanda, disponibilidad de pago y costo de oportunidad
hídrica en la cuenca Tapalpa, Jalisco. Aceptado para su publicación en Madera
y Bosques
13 (1), 2007, en coautoría con Christopher López Paniagua, J. René Valdez
Lazalde y Héctor Manuel de los Santos Posadas.
[1]En
este documento, los términos parques públicos, parques urbanos, espacios verdes
y áreas verdes se consideran sinónimos.
[2] Como
género se entiende lo considerado por Marta Lamas (1998): lo que la sociedad
concibe que debe ser propio de un hombre y propio de una mujer tomando como
referencia la anatomía respectiva de cada uno y sus funciones reproductivas
evidentemente distintas.
[3] El
término homosexual se emplea para referirse a hombres que gustan de tener
contactos eróticos con otros hombres. De acuerdo con Arturo Sánchez (2002), el
término incluye a aquellos hombres que se reconocen como gays
aceptando su preferencia homosexual, y a hombres que se reconocen como
heterosexuales y que gustan también del mismo tipo de contactos eróticos.
[4] En
este documento el término “facilidades recreativas” se emplea de manera general
para referirse a infraestructura como las vías de acceso y andadores dentro del
parque además de juegos infantiles, canchas deportivas y sanitarios junto con
todo el mobiliario del parque como postes de luz, cajones de estacionamiento,
bancas, fuentes y botes de basura. Incluyendo también servicios como agua
potable y casetas telefónicas.
[5] Como
discriminación por género se entiende lo expuesto por Lamas (1998: 6): el
sexismo, o sea, la discriminación en función del sexo mediante el género.
[6] Para
esta investigación, el término lesbiana comprende a todas las mujeres que
gustan de tener contactos eróticos con otras mujeres, sin considerar ninguna
excepción.
[7] El
término persona transgénero se refiere en este estudio a todos aquellos hombres
o mujeres que, independientemente de su orientación sexual (heterosexual,
homosexual o bisexual), adopten pautas, comportamientos y rasgos físicos del
género opuesto.
[8] Aunque propiamente Riis Park no es un espacio verde, se incluye como ejemplo debido a que se considera parque público; de hecho, hasta 1974 su administración fue responsabilidad del New York City Parks and Recreation Department y después del National Park Service, que lo incorporó al del sistema Gateway National Recreation Area (Low et al., 2005)