Bases iniciales para el mejoramiento del servicio de
transporte público en una ciudad venezolana
José Guillermo García Chourio*
Abstract
This
paper presents the conceptual, legal and strategic foundations that have to be
taken into account to improve the urban transport system in one of the most
important cities in Venezuela. Following the Logic Frame Approach methodology,
we carried out an empirical approximation to the poor provision of this service
in Maracaibo City. This was analysed considering the theoretical
nature of this activity as a local public service at a time in which descentralisation offers a structure of political
opportunity for the development of a social economy in this sector. This is
done through the creation of a network of transport cooperatives that not only
contribute to the improvement of the service, but also to the generation of
social capital.
Keywords:
local
public services, public policy, urban transport, descentralisation,
municipality, Venezuela.
Resumen
En este trabajo
se plantean los fundamentos básicos de orden conceptual, legal y estratégico
que deben ser considerados para el mejoramiento del servicio de transporte
urbano en una de las principales ciudades de Venezuela. Siguiendo la
metodología del Enfoque Marco Lógico se realizó una aproximación empírica en
torno a la deficiente prestación de ese servicio en la ciudad de Maracaibo, la
cual fue analizada considerando la naturaleza teórica de dicha actividad como
un servicio público local en momentos en que la descentralización ofrece una
estructura de oportunidad política para el desarrollo de una economía social en
dicho sector, mediante la creación de una red de cooperativas de transporte que
además de contribuir a mejorar el servicio, posibilite la generación de capital
social.
Palabras clave:
servicios públicos locales, política pública, transporte urbano,
descentralización, municipio, Venezuela.
*
Universidad Católica Cecilio Acosta y Universidad del Zulia, Venezuela.
Correo-e: jggarcia@unica.edu.ve.
Introducción[1]
En el marco de la
descentralización político-administrativa que ha vivido Venezuela en los
últimos años, la agenda de políticas públicas de los gobiernos subnacionales se ha visto reconfigurada a partir del
fortalecimiento de las competencias que éstos han ganado. Ello ha puesto sobre
el tapete la cuestión del mejoramiento en la prestación de los llamados
Servicios Públicos Locales (spl),
en momentos en que el ciudadano ha despertado de su rol pasivo de
usuario-contribuyente, para convertirse cada día más en un cliente exigente de
un servicio de calidad.
La gestión
directa de la política del transporte urbano ha sido una de las tareas que han
asumido los gobiernos municipales a fin de lograr una mejor prestación de ese
servicio. Así, las alcaldías han adquirido un papel importante en el diseño de
su propia política, que ha ido desde la creación de sistemas integrados de
transporte urbano hasta la planificación y ejecución de proyectos de Metro.
En el caso del
municipio Maracaibo,[2]
una política integral dirigida a solventar el problema del servicio de
transporte colectivo la constituyó la Red Maestra de Transporte, la cual surgió
en el marco de la política de municipalización del transporte urbano que ha
adelantado desde inicios de la década de 1990 el Ministerio de Transporte y
Comunicaciones por medio del Fondo Nacional de Transporte Urbano (Fontur). Dicha política ha estado dirigida a aquellos
municipios con una población mayor de 100,000 habitantes, estimándose que por
la densidad poblacional pudiese existir un mayor déficit de unidades de
transporte.
En este trabajo
se tiene como objetivo, tras realizarse una aproximación empírica sobre el
creciente deterioro de la Red Maestra de Transporte Público Urbano de la ciudad
de Maracaibo, desarrollar las bases iniciales para una propuesta de
intervención que contribuya al mejoramiento del servicio de transporte público
urbano en dicha ciudad. Se parte de considerar que el proceso de
descentralización ha posibilitado el desarrollo de una estructura de
oportunidad política en la que la dirección seguida por cualquier política
pública local se ve ahora expuesta a presiones de una serie de actores sociales
y políticos que antes no tenían cabida, cuando los procesos subnacionales
de toma de decisiones eran manejados casi en su totalidad por el gobierno
central.
En la primera
parte del trabajo se analiza, a partir de una visión crítica sobre la teoría de
la Nueva Gerencia Pública (ngp)
(Dunleavy y Hood, 1995; Barzelay,
1998), el contexto institucional en el que surge la política de
municipalización del transporte público en Venezuela como política de
transferencia de competencias, que abre espacio –en el marco de la
descentralización– a una serie de actores más allá de los pertenecientes a la
esfera estatal. En la segunda parte se presenta una descripción de la
problemática que atraviesa hoy en día la Red Maestra, mediante el desarrollo de
un árbol del problema en el que se ofrece una panorámica de las causas que han
originado la deficiente prestación del servicio de transporte, así como de las
consecuencias que está teniendo para el municipio.
En tercer lugar
se pasa a considerar los orígenes de dicho servicio de transporte y su
evolución a lo largo del tiempo, a partir de un breve esbozo de la gestión desarrollada
por las autoridades municipales. En un cuarto momento se sitúan las bases
legales que imponen obligaciones jurídicas a las alcaldías en cuanto a su
responsabilidad de resolver el problema y gestionar el mejoramiento y calidad
del servicio del transporte. Para esa misión de los gobiernos municipales, en
el quinto apartado del trabajo se considera fundamental el desarrollo de una
propuesta de intervención que se apoye en una alternativa teórica distinta al
paradigma de la Nueva Gerencia Pública, como es el caso de la teoría Neoinstitucional (Putnam, 1993; North, 1993), la cual
permite reconocer la potencialidad de asociacionismo como modelo de gestión
idóneo para la administración de un servicio público local, como es en este
caso el transporte urbano, el cual necesariamente pasa por su tercerización a
Organizaciones no Gubernamentales (ong) y cooperativas, organizaciones que por su enorme
organicidad pueden apuntalar el desarrollo de un capital social que impulse un
fortalecimiento de la asociatividad en torno a la Red
Maestra de Transporte.
1. Nueva Gerencia
Pública y municipalización del transporte
En el marco de la
descentralización político-administrativa que ha vivido el país en los últimos
años, uno de los problemas que se ha hecho presente en la agenda de políticas
públicas de los gobiernos subnacionales es el
relacionado con el mejoramiento en la prestación del servicio de transporte
urbano de pasajeros. Es así como mediante la transferencia de competencias,
propia del proceso de reforma del Estado, adquieren relevancia cuatro
ideas-fuerza propias del paradigma de la ngp: autonomía de los servicios,
competencia entre ellos, contractualización de sus
relaciones, y control de los consumidores o “clientes” (Cunill,
1999: 102).
En el caso del municipio de Maracaibo, el
inicio de una política integral dirigida a solventar el problema del déficit de
unidades de transporte colectivo surgió con base en dichas ideas-fuerza a
comienzos de la década de 1990.[3]
Dicha política, emanada en cuanto a sus directrices principales del nivel
central, ha estado orientada hacia la promoción de un formato flexible que
posibilite el logro de óptimos niveles de eficiencia de acuerdo con un nuevo
diseño institucional del Estado que concibe a los gobiernos locales como entes
autónomos para la decisión y ejecución de actividades y prestación de servicios
públicos.
La supuesta
libertad individual de los agentes sociales, políticos y económicos dentro del
eje global-local implica “depender de unidades autónomas cuyos líderes posean
mucha mayor discrecionalidad y puedan ser juzgados por sus resultados” (Crozier, 1997: 13). Significa otra forma distinta de
organización de los gobiernos, donde el diseño más avalado por la
circunstancias económicas actuales “nos remite automáticamente al presupuesto
por objetivos, a los indicadores de resultados, a la separación de los roles, o
a la imagen de una red compleja de contratos” (Dunleavy
y Hood, 1995: 107).
En medio de ese
espacio de autonomía, la transformación de las relaciones de propiedad estatal
en propiedad privada mediante el traspaso de funciones y servicios del Estado
hacia otros sectores de la sociedad, es otra de las características del nuevo
diseño administrativo, o mejor dicho “gerencial”, del aparato público, que
aboga por la búsqueda de la eficiencia y la productividad. En el caso de la
política de municipalización del transporte urbano, los usuarios pasan ahora a
considerarse como clientes, donde más a allá de ser revestidos con este
sugerente calificativo debido a que es con base en sus preferencias que se
configura la oferta de bienes y servicios, el mismo obedece a que el ciudadano
es forzado a un espacio de consumo regido por un sistema de precios en lo
referente a unos bienes que secularmente se han calificado como insustituibles.
A partir del Programa Nacional de Transporte
Urbano, que se desarrolló con recursos provenientes de la banca multilateral
desde inicios de 1990, se han introducido criterios de eficiencia y
rentabilidad en la administración de los sistemas de transporte, con el
otorgamiento de contratos de servicio a operadoras privadas, la eliminación de
los subsidios sobre las tarifas, y la aplicación de la figura de Fondos[4]
como mecanismo de acceso al financiamiento para la generación de políticas por
parte de los entes municipales. Este principio rector de la administración de
los recursos financieros con base en fondos sociales, a los cuales tendrían
acceso los gobiernos locales mediante la presentación de proyectos, ha
respondido a un componente de reforma institucional que ha tenido que ver con
el proceso de creación o fortalecimiento de agencias encargadas de regular la
política municipal de transporte.
Paralelo a la
disminución de las actividades estatales como consecuencia de la privatización,
se requiere construir una capacidad normativa y reguladora que permita a los
gobiernos locales coadyuvar en el desarrollo de la estructura productiva de los
municipios. Flexibilizar la producción y abrir canales regulados para la
competencia en la prestación de servicios se constituye en uno de los nuevos
roles que le toca cumplir al Estado, con miras a promover mercados que generen
una óptima asignación de los recursos. Por un lado, se debilita el Estado como
ente proveedor de servicios y, por el otro, se fortalece su actividad
reguladora sobre actores privados dentro de un ámbito territorial,[5] el
cual ha sido reconocido como propicio para la generación de productos que se
busca comercializar internacionalmente (Borja, 2002).
La creación del Fontur obedeció a un cambio en la concepción sobre el
financiamiento y la fuente de los recursos de las políticas de transporte
público urbano en Venezuela. En este aspecto, el nuevo paradigma de la política
deja de lado la concepción de que el Estado debe asumir el financiamiento total
de los programas de transporte e introduce las modalidades de cofinanciación
con actores privados o del tercer sector y de autogestión de la comunidad en
los proyectos. Con base en este nuevo modelo de gestión, la privatización y
tercerización de las actividades y servicios del aparato estatal
descentralizado permitirían el desarrollo de mercados o cuasimercados
de servicios públicos locales, donde empresas y ongs establecen con las
autoridades públicas una red de contratos para la prestación, los cuales
adoptan las más diversas modalidades.
El patrón de
articulación Estado-sociedad en el ámbito de los gobiernos municipales, si bien
considera trasformaciones en el plano político y una reestructuración intra burocrática del propio aparato público, está en gran
medida orientado con base en la llamada descentralización económica, que en su
objetivo de hacer más eficiente la asignación de los recursos y la producción
de bienes y servicios locales, ha puesto sobre el tapete la cuestión de cuáles
son las tareas y actividades que pueden ser transferidas al sector empresarial.
Por mucho que la
descentralización económica prevista en la política de municipalización del
transporte pretenda contribuir a sacar del universo de las restricciones
burocráticas a la producción y provisión de un servicio público que se ha
caracterizado tradicionalmente por ser deficiente, la coordinación por parte de
las autoridades municipales en torno a dichos procesos es fundamental, debido a
que la lógica inclusiva que debe poseer dicha prestación da cuenta de una
política pública sectorial que está sujeta a interdependencias que no siempre
pueden ser obviadas. Sustituir la actuación estatal por la de la iniciativa
privada en la esfera de ese servicio público no conduce directamente a una
asignación eficiente de los recursos. Privatizar las relaciones entre el
proveedor y el receptor del servicio público de transporte no debe limitarse al
mero traspaso de la titularidad pública a la privada mediante la venta de
activos u otorgamiento de contratos. “La experiencia mercantil tiene que ser
filtrada de forma adecuada, ya que ni el mercado ni la competencia pueden
funcionar en ausencia de un marco institucional (Gomà
y Brugué, 1994: 219).
En este sentido,
si bien es necesario reconocer que la grave crisis fiscal ha obligado a asumir
criterios de recuperación de costos en la esfera de la administración de los
servicios de transportes, hasta ahora el traspaso de dicho servicio a
concesionarios privados no ha significado una mejora sustancial en su
prestación. Más bien, la experiencia en Venezuela ha venido demostrando cómo en
un sector con escasos sistemas de regulación y control estatal, al fallar los
mecanismos de mercado, la prestación del servicio decae en cuanto a su calidad,
perdiendo sostenibilidad cualquier política de mejora del mismo, como ha sido
el caso de la Red Maestra de Transporte en la ciudad de Maracaibo.
2. Una mirada
objetiva en torno al problema
En los últimos
años se ha venido observando cómo el sistema de transporte colectivo urbano
creado por la municipalidad, denominado Red Maestra de Transporte, ha
desmejorado profundamente su servicio al pasajero. Un árbol del problema
(figura i) nos permite evidenciar,
entre los indicadores de dicha situación, la demora exagerada que sufre el
pasajero a la espera de las unidades de transporte, las cuales tardan una media
aproximada de 25 minutos en frecuencia de llegada entre una parada y otra.[6]
Esto significa que una persona que opte por ese servicio puede perder
aproximadamente una hora/hombre en un recorrido de 10 kilómetros, lo cual
también puede variar hacia a la baja o, peor aún, incrementarse debido a que no
existe un horario establecido de llegada en ninguna de las paradas de las 11
rutas que conforman la Red.
Figura i
Árbol del
Problema
La situación de
demora de las unidades ya era algo latente en el propio diseño de la Red. La
mayoría de las rutas tienen un trayecto de entre 13 y 31 kilómetros que
recorren prácticamente la zona metropolitana de la ciudad mediante un sistema
de paradas con una distancia de separación de unos 500 metros entre una y otra,
lo cual implicó para las 86 unidades de transporte (entre ocho y siete unidades
por cada ruta) existentes en un principio, una probabilidad de hacer un alto en
más de la mitad de las entre 26 y 62 paradas que podía tener una determinada
ruta, y donde la velocidad máxima permitida al autobús es de 70 km/h.[7] En
esas circunstancias, los tiempos de espera de la unidad por parte del pasajero
se hacían notablemente más largos en comparación con los del tradicional
servicio de autobuses prestado por las asociaciones de propietarios y
conductores de transporte público, que se desarrolló de manera reactiva frente
a las demandas surgidas en la ciudad, dadas las condiciones de crecimiento y
expansión urbana (Figueroa, 2004).[8]
La baja
competitividad con la que se estableció el servicio en cuanto a rapidez y
precio[9]
sólo se vio compensada durante un tiempo por lo atractivo que significó para el
usuario la puesta en circulación de unidades nuevas y de última generación
importadas de Brasil, las cuales por su comodidad y espacio interior se
distanciaban enormemente, en términos de calidad, del tradicional servicio de
transporte urbano, caracterizado por un parque automotor con más de 30 años de
antigüedad, en desperfecto creciente de sus unidades y con altos niveles de
contaminación, lo que se combina con una imagen deplorable del personal y una
atención al usuario sin las más mínimas normas de respeto y garantía de su
seguridad durante el viaje.
Otra novedad del
servicio prestado por las empresas operadoras de la Red, por insólito que
parezca, fue el uso de paradas reglamentarias para el embarque y desembarque de
pasajeros, lo que dio una imagen “moderna” a un servicio que tradicionalmente
no ha utilizado de manera obligatoria el sistema de paradas dentro de las rutas
en que operan las diferentes líneas de transporte urbano en Maracaibo.[10]
En este sentido, el establecimiento de la Red implicó la colocación de decenas
de paradas techadas y tipo “tótem” las cuales en la actualidad expresan un
grave deterioro de su infraestructura debido a la falta de mantenimiento, pues
en el contrato de servicio no quedó claro si correspondería a la municipalidad
o a la empresa prestataria esa tarea de mantenimiento. Ejemplo elocuente de
esta situación es que las paradas “tótem” fueron invadidas por una corrosión
que en muchos casos significó su caída, y en otros, por su estado de abandono,
fueron robadas por personas dedicadas al contrabando de chatarra metálica como
estrategia de sobrevivencia.
Al deterioro de
las señalizaciones, lo que dificulta al usuario determinar las paradas
reglamentarias, se une la pérdida de enlace de los puntos que en principio
conformaban y le daban organicidad a la Red. La eliminación de la mayoría de
las rutas que tenía la Red ha sido un fenómeno progresivo y hasta cierto punto
se puede pensar que ha sido deliberado. El punto de partida de esa situación
fue la mengua en el número de unidades asignadas a algunas líneas como resultado
de los enormes desperfectos mecánicos de muchos autobuses a falta de un
mantenimiento preventivo. Esa circunstancia ha afectado al usuario, en vista de
que se ha incrementado aún más el tiempo de espera, ya que las unidades
restantes no logran generar el efecto de pasar constantemente por las paradas.
El excesivo tiempo de espera ha significado que el usuario vea poco atractivo
en el servicio, a pesar de que el mismo sea necesario, con lo cual cada vez es
menor el número de pasajeros que esperan las unidades de la Red.
El abandono del
servicio por parte del usuario es una circunstancia que ha sido utilizada por
las propias operadoras para justificar ante la municipalidad la eliminación de
la ruta y la finalización del contrato, ocultándose que el verdadero motivo es
el estado de ruina en que han caído las mismas operadoras por la mala
administración del servicio, así como la situación de grandes desperfectos de
las unidades y de los altos costos que representa reparar ahora unas máquinas a
las que no se les ha dado mantenimiento, ante lo cual se ha preferido cerrar
actividades, liquidando a un contingente de choferes sujetos a un precario
contrato laboral que no superaba los dos salarios mínimos mensuales, o sea,
unos 500 dólares americanos.
La falta de mantenimiento
a los autobuses significó para algunas operadoras, ya en última instancia,
concentrar sus recursos financieros en la costosa pero ineludible tarea de
reparar las unidades. Ese costo no pudo ser asumido durante mucho tiempo por
algunas de las empresas, en vista de que la mayoría de los repuestos y
accesorios tenían que ser importados de la unidad productora Mercedes-Benz en
Brasil. Frente a la disminución de las ganancias netas a raíz de la inyección
de recursos para las reparaciones de los autobuses, y ante la cuantiosa
inversión que implicaría actualizar la flota de unidades, algunas empresas
prefirieron cerrar operaciones, mientras que otras redujeron el número de
autobuses en circulación y lograron eliminar una gran cantidad de rutas, resultado
que fue bien recibido por algunas cooperativas de transporte de autobuses y
carros por puestos de pasajeros de esas rutas, quienes habían visto mermada su
clientela a partir de la entrada de las operadoras de la Red.[11]
El escaso
compromiso de las autoridades locales en el desarrollo de una política de
subsidio para ese proyecto, el cual de por sí necesita el apoyo de fuentes
alternas de financiamiento, por lo menos para el mantenimiento de la
infraestructura física de las paradas y las señalizaciones, dejó en manos de
las operadoras privadas la gestión casi exclusiva del servicio, el cual fue
asumido por esas empresas como un negocio más, lo que hizo de un servicio
básico e importante para la ciudad, una actividad netamente mercantil que no
toma en consideración el carácter “público”. Al contrario de lo que postula la ngp, la
privatización, en este caso, no ha dado al usuario un abanico de opciones para
elegir. Más bien, la forma como se ha gestionado el servicio privatizado ha ido
en desmedro de la atención y el servicio al pasajero, el cual se ha visto ahora
en la obligatoria necesidad de optar por otros tipos de servicios de transporte
más onerosos como los taxis, o muy inseguros como son las unidades sin permiso
oficial, conocidas como “piratas”, que congestionan aún más el tráfico
automotor, elevando el número de robos y colisiones en las horas pico.
La progresiva
eliminación de rutas como La Victoria (Trayecto Centro-Noreste), Cuatricentenario (Trayecto Centro-Suroeste) y Sabaneta
(Trayecto Centro-Sureste) ha propiciado que en las horas punta muchos
habitantes de esos sectores de la ciudad se queden varados en las vías y en
largas colas de las paradas de carros por puestos. Esa demanda del servicio ha
sido asumida por los taxis y los piratas, lo que ha representado para el
usuario un aumento en los costos de movilización –de hasta seis veces su
importe base– si en una situación de premura utiliza el servicio de taxis, o
bien un riesgo de ser objeto de robos si utiliza un pirata, debido a que ese
tipo de transporte es propicio para la ejecución de actos delictivos y hasta
lesivos a la integridad física del pasajero.[12]
Aquellos
usuarios que optan por el servicio de taxis para dirigirse a su sitio de
trabajo, ven mermados sus ingresos mensuales debido al desvío de recursos
destinados a otras necesidades básicas, y que ahora deben ser utilizados en el
sobrepago no presupuestado que acarrea la utilización imprevista de ese
servicio.[13] Otros usuarios que se
dilatan en espera de un transporte más económico para trasladarse a sus
ocupaciones, corren el riesgo de demora e impuntualidad en sus
responsabilidades laborales, lo cual puede generar desde amonestaciones por
parte de los superiores, pasando por descuentos por horas no trabajadas, hasta
la posible pérdida del empleo.
El fomento de
una gran flota de transporte público sin permiso oficial –lo cual trae
aparejado un incremento de la inseguridad pública– y la merma en los ingresos
de un usuario obligado a pagar por un servicio más costoso se combinan,
añadiendo un elemento más de peso en el sofocante cuadro de deterioro económico
y social del propio ciudadano, quien para escapar y/o hacerle frente a ese
deterioro, se encuentra atrapado ahora en otro de los tantos dilemas urbanos de
las metrópolis venezolanas: cancelar altas tarifas por un transporte que
debería ser económico, rápido, seguro y de calidad, o verse expuesto a perder
su empleo o ser impuntual e irresponsable ante las tareas y ocupaciones que
debe realizar fuera de su domicilio.
La mala
administración de los recursos financieros por parte de las operadoras de la
Red Maestra y la escasa regulación y control por parte de las autoridades
municipales sobre las actividades que en la rama del transporte público han
sido cedidas en concesión a empresas privadas, son al final de cuentas los
principales factores explicativos del deterioro de la principal política
pública de transporte que se ha llevado a cabo en la ciudad de Maracaibo a
partir del proceso de descentralización iniciado a finales de 1980. Desde un principio,
la poca transparencia en los contratos de adjudicación, así como la escasa
apertura y convocatoria hacia los propios usuarios como partícipes en la
vigilancia y control de dicho servicio, han puesto en evidencia un afán
privatizador con alta prescindencia social que daba por sentada una mejora
significativa del servicio en una lógica exclusivamente mercantil del mercado.
3. Origen y evolución
del servicio de la Red Maestra de Transporte
La Red Maestra de
Transporte Público de Maracaibo fue un proyecto que nació al amparo del
convenio firmado en 1992 entre el Fontur y el
Instituto Municipal de Transporte Colectivo Urbano de Pasajeros de Maracaibo (Imtcuma). Dicho convenio, denominado Asignación y Permiso
de Operación de Rutas de Transporte Urbano de Personas para la Ciudad de
Maracaibo, se enmarcó en lo que fue la política de municipalización del
transporte urbano en la ciudad durante la gestión del alcalde Fernando Chumaceiro, de orientación socialcristiana, y cuyo objetivo
fundamental era establecer un programa de inversión conjunta para la
adquisición de unidades de transporte colectivo, con el propósito de modernizar
el transporte público, como área crítica de la ciudad de Maracaibo.
Con créditos de
la Banca Multilateral, el financiamiento general que se desprende del convenio
con Fontur implicó la concesión a un grupo de
empresas privadas para la adquisición y operación de 86 unidades. Las empresas
beneficiadas en ese acuerdo inicial fueron Transporte Consolidado, ca; Transporte
Urbano de Maracaibo, ca
(Transumarca), y Colectivos Corazón de Jesús, ca. Dichas
empresas, de capital nacional, fueron creadas meses antes de los concursos de
licitación por un grupo de empresarios zulianos, básicamente al calor del
inminente proceso de privatización, por lo que no tenían la más mínima
experiencia en la gestión de servicios de transporte público urbano.
Las rutas
iniciales fueron: 18 de Octubre, San Jacinto (Trayecto Centro-Norte), Sabaneta,
Cuatricentenario, El Silencio (Trayecto
Centro-Suroeste) y La Victoria (Trayecto Centro-Noreste), servicio operado por
Transportes Consolidados; la ruta del sector La Limpia (Trayecto
Centro-Noroeste), operada por Colectivos Corazón de Jesús, y la ruta de
Haticos-El Bajo (Trayecto Centro-Sur), operada por Transumarca.
Pero el surgimiento de la red orgánica de transporte no ocurrió sino hasta la
segunda gestión del alcalde Manuel Rosales (1997-2000), en concordancia con el
proyecto de los Corredores Viales construidos o mejorados para facilitar la
prestación del servicio; surgieron entonces las siguientes rutas: Delicias
(Línea A, azul: Trayecto Norte-Sur), Curva del Molina (Línea B, amarilla:
Trayecto Centro-Oeste), Circunvalación 2 (Línea D, verde: Trayecto
Norte-Suroeste), y se amplió la anterior ruta de Sabaneta (Línea C, roja).
Desde un
principio, las autoridades municipales vieron la deficiente prestación del
servicio de transporte colectivo urbano como una situación de déficit de
unidades, de allí que uno de los objetivos principales del convenio fuera
precisamente la adquisición de unidades de autobuses para el municipio. A
partir de ese momento, la Alcaldía le asignó la explotación de nuevas rutas (en
los sectores más críticos) principalmente a la empresa Transporte Consolidado, ca, y de esa forma se incorporaron más de
71 nuevas unidades de transporte colectivo. En ese momento se inauguró un
proceso de reglamentación de un servicio que por décadas había estado
exclusivamente en manos de las asociaciones de propietarios y conductores del
transporte, a los cuales la municipalidad y las autoridades de tránsito
terrestre sólo registraban y matriculaban como operadores de determinadas rutas
que surgían de forma reactiva ante la crecimiento de la ciudad, negociando con
esos gremios cada cierto tiempo los aumentos de las tarifas como resultado del
alza en los precios de los combustibles que decretaba el Ejecutivo Nacional.
A diferencia de
otras urbes latinoamericanas como Buenos Aires, Santiago y Sau
Paulo, las ciudades venezolanas, y en este caso Maracaibo, se han caracterizado
por una escasa reglamentación del servicio de transporte público. Es más bien a
partir de los procesos de privatización impulsados por el ajuste neoliberal,
que se ha intentado regular un servicio que se supone ahora debe ser
liberalizado. La baja capacidad institucional de muchas alcaldías venezolanas
surgidas en los momentos en que se daban los procesos de privatización de los
servicios es un factor que debe ser considerado a la hora de explicar los
desastrosos resultados que han tenido los servicios traspasados al sector
privado, como en este caso ha sido la experiencia de la Red Maestra de
Transporte Público.
El contexto
institucional en el cual evolucionó la Red Maestra estuvo caracterizado por un
juego entre los actores en cuestión (Banca Multilateral a través del Fontur, autoridades municipales, operadoras privadas y
asociaciones y gremios de transporte público), donde se combinaba el expediente
de la privatización del servicio como racionalidad técnica para procurar la
eficiencia, con una gestión pública clientelar basada en el tráfico de
influencia y el intercambio particularizado. Un ejemplo de ello fue la política
de ampliación de la Red, que consistió en el desarrollo de una Red
Complementaria de Transporte cuyo objetivo era el fortalecimiento de algunas
rutas ya existentes en la ciudad, con el financiamiento de nuevas unidades de
transporte. Dicho proyecto se llevó a cabo mediante el otorgamiento de créditos
a tasas muy bajas que fueron repartidos de forma directa a personas vinculadas
con la red político-partidista y gremial que servía de plataforma a la gestión
del alcalde de ese entonces, y donde jugó un papel fundamental la presión de
las Cooperativas de Transporte ya existentes, que habían visto invadido su
espacio de operación en muchas de sus rutas desde la entrada en circulación de
las empresas de la Red Maestra Central.
Con el paso del
tiempo, muchas de esas rutas iniciales ya han desaparecido; es el caso de
Sabaneta, San Jacinto, La Victoria, El Silencio y Cuatricentenario.
La falta de mantenimiento de las unidades en las rutas restantes hace inminente
en el mediano plazo su salida de circulación, con lo cual terminará por
desaparecer el sistema de Red Maestra. Todo este descalabro no viene sino a
poner en tela de juicio que la transferencia al sector privado de dicho
servicio público contribuya a mejorar su prestación, y menos aún en condiciones
de ausencia de control y regulación por parte de los gobiernos municipales. No
haber considerado otras alternativas como la promoción de cooperativas de
transporte para el manejo del servicio, no hizo más que evidenciar el empeño de
las autoridades locales de turno en privilegiar un proceso de privatización a
ultranza, en beneficio de cierto sector del empresariado local que vio en este
proyecto una oportunidad de negocio.
4. Bases jurídicas
que exigen la atención del servicio por parte del municipio
En la
Constitución Nacional, el municipio como unidad administrativa asume una
importancia política que nunca había tenido en nuestra historia republicana.
Expresamente en el Título iv,
Capítulo iv, Artículo 168, se
define al municipio como la unidad política primaria de la organización
nacional dentro los límites de la Constitución; y su autonomía comprende la
elección de sus autoridades, la gestión en materias de su competencia y la
creación, recaudación e inversión de sus ingresos (Asamblea Constituyente,
1999).
Asimismo, en el
siguiente aparte del mismo Artículo se establece que las actuaciones del
municipio en el ámbito de sus competencias se cumplirán incorporando la
participación ciudadana en el proceso de definición y ejecución de la gestión
pública y en el control y la evaluación de sus resultados, en forma efectiva,
suficiente y oportuna, conforme a la ley. Esto constituye un avance significativo
e innovador en materia del ejercicio de las competencias municipales, pues se
le da a la participación ciudadana una posibilidad con rango constitucional
para intervenir en la definición, ejecución, control y evaluación, dentro de la
gestión de las competencias municipales.
En el Artículo
178 se establecen las atribuciones del municipio, al que le corresponde el
gobierno y administración de sus intereses y de las materias que le asigne la
Constitución y las leyes nacionales, con todo lo relacionado con la vida local,
en especial con la ordenación y promoción del desarrollo económico y social, la
dotación y prestación de servicios públicos domiciliarios y, entre otras
competencias, el mejoramiento general de las condiciones de vida de la
comunidad. En ese sentido, especialmente en materia de transporte público se
indica en numeral 2 del Artículo, que en
la competencia de vialidad urbana es potestad del municipio la circulación y
ordenación del tránsito de vehículos y personas en las vías municipales, así
como el servicio público de transporte urbano de pasajeros.
Así, la actual
Constitución de 1999 asigna la prestación del servicio público de transporte
urbano a los municipios, como parte de sus competencias; sin embargo, se
reserva para el Poder Nacional el régimen de transporte público urbano de
pasajeros realizado a través de vías férreas (Art. 156, ordinal 27).
En el caso de la
Ley Orgánica de Régimen Municipal (lorm) de 1989, se establece en su Artículo 1 que su
objeto es el desarrollo de los principios constitucionales referentes a la
organización, gobierno, administración, funcionamiento y control de los
municipios y demás entidades locales. No obstante, este precepto está basado
fundamentalmente en los principios constitucionales de 1961, pero aun así es
aplicable a la actual Constitución de 1999, aunque será necesaria una reforma
de esta ley para adaptarla a otros aspectos relacionados con el régimen
municipal de la actual Constitución.
La lorm, en el
Artículo 36 del Título iii,
referido a las competencias municipales, establece que los municipios, para la
gestión de sus intereses y en el ámbito de sus competencias, podrán promover
toda clase de actividades y prestar cuantos servicios públicos contribuyan a
satisfacer las necesidades y aspiraciones de la comunidad. De allí que en el
ordinal 7 del mismo Artículo se establezca el servicio de transporte público
urbano de pasajeros como parte de las competencias del municipio.
Asimismo, el
hecho de que el Artículo 38 (literal d) establezca que se le imponen al
municipio los servicios mínimos obligatorios, significa que el transporte
público urbano es un servicio de prestación obligatoria para el municipio,
mediante la gestión ya sea directa o indirecta (Gómez, 2001). Con base en el
análisis legal que hace este autor, la competencia atribuida al municipio en
materia de transporte público urbano de pasajeros, le corresponde a éste
establecer el régimen de la prestación de ese servicio, lo que implica la
regulación total del orden administrativo, incluyendo la fijación de tarifas.
Los municipios
han asumido esa competencia de prestación tanto directa como indirectamente. La
modalidad de gestión directa del servicio es viable en los municipios pequeños,
mientras que en los municipios medianos y grandes se adopta alguna modalidad de
gestión indirecta, de las que establece el Artículo 41 de la lorm (Congreso
de la República, 1989). Esa gestión indirecta puede ser mediante institutos
autónomos municipales, mediante delegación; empresas, fundaciones, asociaciones
civiles y otros organismos descentralizados del municipio, mediante contrato; u
otros entes nacionales o estatales.
5. Bases conceptuales
para una propuesta de mejoramiento del servicio
Las causas que
han originado el deterioro del servicio de la Red Maestra evidencian a todas
luces que la ruta que debe seguir una política pública local de intervención no
sólo debe tomar en cuenta elementos de carácter técnico-administrativo, sino
también, y para mejorar la calidad del servicio, la necesidad de desarrollar
algunas condiciones mínimas que permitan romper con la inercia institucional,
producto de la lógica política en que se encuentra envuelta la gestión del
servicio debido a las múltiples presiones de los actores interesados.
En vista de
ello, una bitácora teórica de análisis de la política puede permitir un proceso
de reflexión que ayude a los diseñadores de un plan de intervención a
reorientar las acciones a fin de obtener un mejoramiento del servicio que
legitime la contención de cualquier intento de desviación en la administración
del servicio con el que se quiera desvirtuar el verdadero objetivo con el que
el servicio fue puesto en marcha en un principio: prestar un servicio de
calidad al ciudadano. En este sentido, se considera que se debe tener claro lo
que significa un servicio público local, y que se deben crear bases de
sustentación del mismo a partir de la construcción de asociatividad,
factor importante en toda aquella iniciativa que pretenda tener carácter de
red.
5.1. En búsqueda de
una definición alternativa de Servicios Públicos Locales
Lo costoso y
hasta imposible que pasó a ser la tradicional estructura centralizada de Estado
para gestionar las diversas demandas de los ciudadanos, dio pie a la consigna
de que el small
is beautiful, propia del localismo norteamericano
(Meny y Thoenig, 1992). La
delegación de tareas estatales al sector privado y al llamado “tercer sector”,
en el entendido de que pueden ser llevadas más eficientemente por actores y
organizaciones pertenecientes a esas esferas, se inserta en las políticas de
concesión de funciones operativas al “sector público no estatal” (Cunill, 1997).
Debido a lo
hegemónico que ha sido el paradigma de “reinvención del gobierno”, en el cual
se alega que es necesario delegar al sector privado y a la sociedad civil la
ejecución de servicios operativos (Osborne y Gaebler, 1994: 55), los actuales conceptos sobre servicios
públicos resaltan la importancia de la administración indirecta. En este
sentido, Blanco (1999) afirma que el servicio público consiste en la
satisfacción de una necesidad colectiva por parte de la administración pública,
de manera regular y continua y en igualdad de condiciones para todos los
usuarios, conforme al ordenamiento jurídico; la principal obligación para la
administración es garantizar la prestación del servicio, y para el usuario, el
pago de la tasa a la administración.
En la búsqueda
de diluir el carácter populista del Estado, disfuncional al principio de
competencia, los esfuerzos actuales se orientan a descargarlo de
responsabilidades de interés público, las cuales representan para el sector
privado una oportunidad de negocio dado que se sustentan sobre necesidades
sociales secularizadas que deben ser satisfechas a todo trance. En el caso de
los gobiernos locales, el diseño está planteado en términos de: a) autonomía en la gestión para la
provisión de infraestructura y servicios; b) privatización y tercerización de tal
prestación; c)
impulso de una competencia administrada por las autoridades locales, y d) regulación y control de la provisión
por parte de la ciudadanía.
La grave crisis
fiscal ha obligado a asumir el criterio de recuperación de costos en la esfera
de la administración de los programas públicos. Dicho criterio se ha expresado
en la ejecución de tareas ligadas fundamentalmente al trinomio: privatización,
descentralización y participación, obligando al individuo a lo que Gyford denomina “praxis de activación de roles”, basada en
la necesidad de “redefinir los papeles clásicos pasivos de contribuyente, receptor
y votante en los nuevos de accionista, consumidor y ciudadano” (Gyford, 1991, citado por Brugé et
al., 1994: 37).
El nuevo espacio
público que surge de la reestructuración económica y social exige nuevas
mentalidades y actitudes, orientadas de acuerdo con principios que aminoren las
sobredimensionadas expectativas de la población y que promocionen valores como
la participación, la autogestión, la eficiencia y la productividad. Con el
emblema de “democratizar la democracia” se ha apelado a los poderes redentores
de la demos
como fórmula expedita para contrarrestar los efectos tanto de un aparato
público insensible como de las imperfecciones del mercado.
Frente a ello es
posible desarrollar una definición de los llamados Servicios Públicos Locales (spl) que tenga en cuenta los costos pero
que no elimine el carácter de subsidiariedad y hasta de gratuidad que debe
estar presente en cualquiera de los servicios dirigidos a satisfacer
necesidades básicas. En este sentido, creemos que los spl son un actividad con alcance
universal y extensivo de obligatoria prestación, de manera directa o indirecta,
por parte del Estado en el ámbito municipal, y que tienen el propósito de
satisfacer una necesidad de interés público; y el usuario recibe dicho
servicio, bien sea por el pago de una tarifa determinada sobre la base de la
estructura de costo y del subsidio estatal que recibe el servicio, o mediante
un régimen gratuito, sustentado por la vía de los impuestos que recaba el
municipio.
5.2 La necesidad de
generar capital social para lograr asociatividad
La teoría del
capital social tiene sus raíces en el llamado “nuevo institucionalismo”, el
cual reconoce a las instituciones “como un conjunto de pautas de actividad supraorganizativas mediante las cuales los seres humanos
rigen su vida material en el espacio y en el tiempo, y como un conjunto de
sistemas simbólicos de los que se sirven para categorizar esa actividad y
dotarla de significado” (Friedland y Alford, 1993: 156).
El trabajo
pionero sobre “capital social” fue desarrollado por Robert Putnam (1993) el
estudio de los factores que incidieron en las diferencias de desarrollo entre
la Italia del Norte y la Italia del Sur. Según este autor, “el capital social
refiere a las características de la organización social, tales como la
confianza, las normas y las redes de trabajo que pueden mejorar la eficiencia
de la sociedad facilitando acciones coordinadas” (1993: 167).
El legado de una
comunidad cívica desde los tiempos del Medioevo, con capacidad para autoorganizarse y actuar cooperativamente, se estableció en
el tejido social como un esquema de valores y pautas de ordenación compartidas
que mediaron decididamente en el desarrollo de las comunidades de la Italia del
Norte. El principio fundamental que se deduce de la tesis de Putnam es que
aquellas sociedades que cuenten con acervo cultural e institucional favorable
tienen mayores posibilidades de desarrollarse política, económica y
socialmente.
La tesis de
Putnam ha sido convalidada últimamente por Ronald Inglehart
(1998), quien sostiene que la existencia de redes organizativas de carácter
voluntario y la confianza societal son variables
adicionales que han
incidido en el desarrollo económico y la estabilidad de la democracia en muchas
naciones. A partir de un impresionante estudio comparativo que toma como
muestra a 43 países, este autor señala que la presencia de variables culturales
como la motivación para el logro, valores posmaterialistas
y factores de capital social como la pertenencia a asociaciones, son
complementarios de las variables económicas a la hora de producir desarrollo.
Aunque Inglehart afirma en su trabajo que sus resultados no son
muy representativos de los países latinoamericanos, los cuales presentan mas bien una condición media o nula de esos rasgos, otros
autores como Bernardo Klisksberg (1999) han señalado
la presencia en América Latina de ciertas experiencias exitosas de
democratización y desarrollo económico local, en donde el capital social ha
jugado un papel importante para el impulso de la participación.
El énfasis en la
tradición y la experiencia organizativa de la comunidad como condicionante de
la participación, tal como lo plantea la tesis del capital social, nos lleva
nuevamente a retomar la mencionada idea del juego de herramientas como dispositivo
para desplegar estrategias de acción. Es este sentido, conseguimos otro punto
de encuentro entre las diversas posiciones que han tratado de explicar la
acción colectiva, las cuales, cada una por su lado, observan grandes
limitaciones para obtener un óptimo nivel comprensivo.
El capital
social refiere a experiencias y tradiciones simbólicas de las que hacen uso los
individuos para construir líneas de acción. Así, ese capital se comporta como
un bagaje cultural al que se recurre dentro del conjunto de elementos
simbólicos para emular y desarrollar prácticas y acciones colectivas que han
tenido un efecto positivo en anteriores situaciones históricas en la vida de la
comunidad.
Consideraciones
finales: hacia una Red Maestra de Líneas Cooperativas de Autobuses de
Transporte Colectivo Urbano
Considerándose
como válidas las premisas teóricas anteriores, una propuesta que contribuya al
mejoramiento de la Red Maestra de Transporte Urbano de Maracaibo puede
iniciarse con una acción orientada a darle organicidad a un desarrollo de
líneas cooperativas de autobuses basado en la experiencia organizativa que han
tenido las cooperativas de carros por puestos. Una primera fase del proyecto
sería la conformación de líneas cooperativas de transporte a partir de la reconversión
de los propietarios de las unidades pequeñas de transporte en titulares de
autobuses, utilizándose para ello los recursos que pueda proveer el Fontur, o también mediante el Fondo Intergubernamental para
la Descentralización (Fides) y con los recursos
otorgados al municipio según la Ley de Asignaciones Especiales (Laes), que manejan un porcentaje de financiamiento para
aquellos grupos de la sociedad civil organizada.
Desde esa
perspectiva se estaría generando un sentido de propiedad por parte de los
miembros de las cooperativas sobre las unidades, lo cual representaría un
incentivo para que las mismas gozaran de mantenimiento preventivo,
institucionalizándose dicha acción como una rutina propia de la organización.
Así, la democratización de la propiedad sería el mejor mecanismo para que la
propia cooperativa se autorregule y controle la prestación del servicio,
desarrollando su atractivo ante el usuario mediante un servicio eficiente y de
calidad, haciéndose así competitivo frente a otras modalidades de transporte.
La generación de
cooperativas de transporte para la gestión de la Red Maestra posibilitaría
también un espacio para el desarrollo económico de los miembros que tendría un
efecto multiplicador en el propio municipio. En vez que las operadoras de
transporte fueran empresas privadas orientadas por el afán de lucro, la
adjudicación de las operaciones a las cooperativas significaría una mejora en
la calidad de vida de los miembros, ya que ellos mismos, como dueños y
operadores de las unidades, recibirían las utilidades que derivaran de una
actividad que generalmente ha presentado alto margen de rentabilidad cuando se
maneja de manera adecuada.
Una segunda fase
sería la integración de las líneas a un trazado que empalme, en puntos de alto
acopio de pasajeros pero de bajo congestionamiento vehicular, las rutas ya
asignadas y en las que ya lleva tiempo operando de manera independiente cada
cooperativa de unidades. En ese momento es necesario involucrar al ciudadano a
fin de que participe en la identificación de los puntos de enlace, ya que éste,
según sus necesidades, conoce mejor cuáles pueden ser los sitios que resultan
tener cierta centralidad como para convertirlos en espacio de encuentro.
Por otro lado,
es fundamental el compromiso del gobierno local en el desarrollo de un esquema
de subsidio que permita abaratar los costos del servicio. Una posible fuente de
financiamiento local se puede lograr con el mejoramiento de la recaudación del
impuesto de patente de vehículo que pagan los contribuyentes propietarios de
automóviles en el municipio. El hecho de que los ciudadanos que posean vehículo
para su uso personal sustenten mediante el pago de un impuesto el servicio de
transporte de aquellos que no poseen automóvil, es un ejemplo de equidad en la gestión
de una ciudad.
Ahora bien, esto
es apenas un pequeño bosquejo de lo que podría ser una propuesta para enfrentar
el deterioro de la Red Maestra. De allí que falte mucho camino por recorrer en
la confección detallada de las acciones, que deben asumir no sólo las
autoridades locales sino también las propias cooperativas. Sin embargo, hay que
dejar claro que en la ejecución de esas acciones debe mediar una serie de
mecanismos de control y de rendición de cuentas sobre las responsabilidades y
recursos; y para ello se deben abrir canales para la participación de los
usuarios, cuestión que ha estado ausente en amplia medida. Pero esto, en todo
caso, es una discusión que escapa a los objetivos de este trabajo.
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José Guillermo García Chourio es candidato a doctor por la Universidad Internacional de Andalucía
(España) y por la
Universidad Complutense de Madrid. Algunos de sus méritos académicos son: la
obtención del primer lugar en la xxxiii
Promoción de Sociólogos de la Universidad del Zulia; becario del Fonacit en el Programa de Fortalecimiento a la
Investigación; beca completa de maestría otorgada por la Universidad
Internacional de Andalucía; beca matrícula en el iv Programa de Maestría en Gerencia Pública de la
Universidad del Zulia; beca completa de doctorado otorgada por la Universidad
Internacional de Andalucía; beca de doctorado otorgada por la Agencia Española
de Cooperación Internacional (aeci). Entre sus publicaciones se encuentran: “El
papel de las identidades culturales en la rearticulación Estado-sociedad civil
en América Latina”, Revista Venezolana de Ciencias
Sociales, Universidad
Nacional Experimental Rafael María Baralt, vol. 3, núm. 1, 1999; “Reforma de la
administración de justicia en Venezuela”, Revista de
Ciencias Sociales,
Universidad de Costa Rica, núm. 95, 2002; “Mas allá de la personalización de la
política: desalineamiento electoral y realineamiento
ideológico en Venezuela”, Cuestiones Políticas, Universidad del Zulia, núm. 26,
2002; y “De la primera a la segunda generación de Reformas del Estado en
América Latina: giro ideológico y cambio conceptual”, Cuadernos
de Economía,
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, núm. 38, vol. xxii, 2003.
[1] El
autor agradece el apoyo del Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
de Venezuela (Fonacit) para el desarrollo de esta
investigación en el marco del Programa de Formación de Talento. Núm. de
Subvención: 2001000295.
[2] Este
municipio abarca territorialmente la mayor extensión (393 km2) de la
zona metropolitana de la ciudad de Maracaibo, segunda ciudad en importancia del
país por su tamaño poblacional (más de un millón doscientos mil habitantes,
según cifras del Instituto Nacional de Estadística [ine], 2005) y nivel de actividad
económica. Dicha ciudad viene a ser la capital del estado de Zulia, principal
estado productor de petróleo, situado en el extremo norte occidental de
Venezuela.
[3] En armonía con los cambios hacia una
economía de mercado, emprendidos a partir de 1989 durante la segunda
presidencia de Carlos Andrés Pérez, las alcaldías de las principales ciudades
del país llevaron a cabo, en coordinación con el Ministerio de Transporte y
Comunicaciones, una política de municipalización del transporte urbano de corte
neoliberal que implicó un aumento de las tarifas del transporte público a raíz
de la incorporación de operadoras privadas en la prestación del servicio.
[4] En
1990 se creó el Fondo Nacional de Transporte Urbano (Fontur),
que surgió como respuesta a la necesidad de una instancia organizativa flexible
y expedita que permitiera al Gobierno, por medio del Ministerio de Transporte y
Comunicaciones, coordinar y canalizar los recursos financieros para programas y
proyectos de transporte urbano hacia las instituciones locales en el marco del
Programa Maestro de Transporte Urbano.
[5] La
especialización de cada uno de los niveles del Estado mediante la
descentralización, se ha realizado con el argumento de mejorar la relación
costo-efectividad de las políticas, a partir de considerar que la autonomía y
la proximidad de los gobiernos locales le agregan a este nivel “otras ventajas
‘comparativas’ como son la integración de políticas públicas, su adecuación a
demandas heterogéneas, la cooperación y el control social, su adaptación
flexible al cambio, etc.” (Borja, 2002: 57). De manera que el reemplazo del
tradicional modelo jerárquico vertical centralizado por un esquema de autonomía
federativa, independientemente de su potencial democratizador, está relacionado
con fines más de naturaleza económica que política.
[6] El
intervalo proyectado en el diseño era de siete minutos; sin embargo, debido a
que la flota estaba por debajo de lo requerido, era lógico esperar que se
elevara la demora en la frecuencia.
[7] El
interés del gobierno municipal de ese entonces, de establecer una red mediante
enlaces entre las rutas en algún punto de su recorrido dentro de una zona con
una extensión de más de 300 km2, y no mediante un sistema de
intercambiadores que sirvieran como estaciones intermedias de conexión de rutas
más cortas, limitó desde un principio la rapidez en la prestación del servicio
de las empresas a las que les fueron adjudicadas las concesiones de operación.
[8] Más
allá de la funcionalidad dinámica entre el desarrollo de la infraestructura de
servicios públicos y la expansión urbana que plantea Figueroa, y que en países
como Argentina y Chile estuvo regulada por el Estado durante el modelo de
sustitución de importaciones, hay que señalar que en el caso del transporte
público en Venezuela, y particularmente en Maracaibo, su surgimiento y
desarrollo reactivo han sido escasamente regulados por las autoridades
estatales.
[9] La
tarifa del servicio de la Red Maestra ha sido desde el principio 20% superior a
la del resto del transporte público urbano operado por las tradicionales
asociaciones de propietarios y conductores. A esto también hay que agregar que
el estado de Zulia, y principalmente Maracaibo, ha sido desde los inicios de la
explotación petrolera a comienzos del siglo xx, la zona del país donde el
servicio de transporte urbano nació y se consolidó como el más costoso, sin que
haya una mayor diferencia con el que se presta en otras ciudades venezolanas.
Un factor explicativo de esa situación fue durante mucho tiempo el impacto que
la actividad petrolera tuvo en el ingreso promedio de las familias marabinas,
las cuales por décadas fueron sujetas a una gran movilización social que dio
paso al uso del automóvil particular, con lo cual se estancó la demanda del
servicio de transporte público y la oferta del mismo decreció, muy a pesar de
que la ciudad seguía creciendo poblacional y territorialmente hacia la
periferia.
[10] En el
municipio hay casi medio centenar de asociaciones cooperativas y gremiales que
agrupan a propietarios y conductores de transporte público masivo de pasajeros,
que comprende líneas de autobuses y carros por puestos, siendo estos últimos
los de mayor fuerza política como grupo de interés ante las autoridades
municipales de transporte. Las últimas huelgas de sólo ocho horas en ese sector
del transporte público urbano por demandas como el aumento de las tarifas y/o
mayor nivel de resguardo policial frente a la inseguridad en la prestación del
servicio, han significado el retraso o la paralización total de muchas de las principales
actividades del municipio, dada la imposibilidad de grandes contingentes de
personas de trasladarse a su sitio de trabajo o estudio.
[11] La
fijación de una tarifa más elevada en el caso de la Red como parte del proceso
de privatización del servicio fue aprovechada por las demás asociaciones de
transporte, que presionaron a la municipalidad para una homologación de todas
las tarifas con base en el precio fijado para esas operadoras, lo que resultó
al final en la creación de una especie de oligopolio del transporte que ha
confinado al usuario a pagar el mismo precio en cualquiera de los servicios de
transporte que se ofrecen independientemente de la calidad del servicio.
[12] La
operación creciente de unidades de transporte público sin licencia para operar
se ha convertido en una estrategia de sobrevivencia de una franja de la
población económicamente activa que se encuentra en un estado de desempleo
estructural, y que constituye 17% (ine, 2005). Los trabajadores de ese sector informal
de la economía son personas que reconvierten el vehículo familiar en una unidad
de transporte de pasajeros, que o bien operan sus propios dueños o que se cede
en alquiler a un tercero para que éste realice dicha actividad.
[13] El servicio de transporte público colectivo en Maracaibo es usado en gran medida por el asalariado bajo y el trabajador de la economía informal. El primero, que utiliza el servicio de forma diaria durante los días laborables, percibe entre uno y dos salarios mínimos, unos 500 dólares americanos, de lo cual destina aproximadamente 20% mensual al pago de ese servicio. En el caso del segundo es más difícil determinar la frecuencia de uso del servicio y el nivel de ingreso, ya que ambos son muy variables, pero se puede hablar de una media de uso de 4.3 veces a la semana y de un ingreso por encima de un salario mínimo.