La lingüística y el cambio social

 

Cooper, Robert L. (1997), La planificación lingüística y el cambio social, Cambridge University Press sucursal en España, 253 pp., isbn: 84 8323 0186.

 

 

Introducción

 

De todos los poderes con los que cuenta el ser humano para su desarrollo, ninguno es tan vigoroso, amplio y profundo como el lenguaje. Porque por medio de él aspiramos al conocimiento y desde diferentes campos su estudio ha sido y sigue siendo un instrumento importante en las relaciones humanas. A lo largo de la historia, la presencia de esta materia podría parecer una figura remota y desprovista de interés. Pero en los últimos 200 años ha llamado poderosamente la atención de historiadores y estudiosos, quienes consideran que en el siglo xviii se formalizaron los antecedentes de la ciencia lingüística, para constituirse como una ciencia madura en el siglo xx.

Como parte del desarrollo propio de esa área de conocimiento, los estudiosos han logrado identificar los rasgos históricos de la lingüística, establecer su independencia metodológica, conocer sus antecedentes y ubicar las áreas que la han influido y que la han enriquecido, hasta llegar a un estado poco conocido para el común de la gente. De una forma accesible y sin poseer un conocimiento profundo acerca de la lingüística, la sociología o la ciencia política, el Dr. Robert L. Cooper describe, a lo largo de nueve apartados, cómo los políticos, los líderes de la Iglesia, los generales, los líderes de movimientos nacionales y otros personajes han buscado influir en el uso de la lengua. Postula que la planificación de la lingüística nunca es un fin en sí misma, sino que se lleva a cabo con objetivos no lingüísticos como la integración nacional, el control político, el desarrollo económico, la planificación de los grupos minoritarios y la movilización de masas.

Se discuten en el documento aquí citado, entre otros, los siguientes ejemplos: el renacimiento del hebreo como una lengua hablada, las campañas feministas para eliminar el uso sexista en la lengua, las campañas de alfabetización del adulto, los trabajos de simplificación del idioma en un movimiento llano de la lengua, los esfuerzos de distinguir al lenguaje americano del deletreo británico, el movimiento americano de la educación bilingüe, la elaboración de los sistemas de la escritura para los idiomas no escritos y las campañas para librar los idiomas de términos extranjeros. Aunque el libro se publicó en 1997, fue hasta finales del año 2004 que se distribuyó la edición castellanizada en las librerías del Fondo de Cultura Económica. Compuesto de nueve capítulos, el libro abre una perspectiva al análisis y aplicación de la lingüística como instrumento de conocimiento y como un lúdico ejercicio para planificar los cambios sociales.

 

1. Antecedentes de la planificación de la lingüística

 

En el primer apartado, denominado “Cuatro ejemplos en busca de una definición”, Cooper muestra un conjunto heterogéneo de casos de planificación de la lingüística y trata de exponer los elementos a los cuales deben responder los estudios de ese campo de conocimiento. Los ejemplos se ubican en tiempo y circunstancias distintas, lo que pone en evidencia que no es un tema nuevo y que ha preocupado a diferentes esferas del poder y del conocimiento a lo largo de la historia. La primera evidencia puesta en el primer ejemplo trata sobre la fundación de la academia francesa, que a pesar de no ser la primera ni la más antigua academia del idioma, ha dejado el antecedente de ser la escuela más prestigiada del mundo. Robert L. Cooper indica que su composición se limita a sólo 40 miembros (p. 11).

La forma en que el autor examina cada uno de los ejemplos muestra un ejercicio por destacar el contexto en el cual se desarrollan los acontecimientos. Para el ejemplo que expongo, Cooper enfatiza que la fundación de la academia debe entenderse junto con su contexto social; en este caso, las referencias son las siguientes: menciona que cuando Armand-Jean du Plessis, cardenal de Richelieu, asumió el cargo de primer ministro de Luis xiii en 1624, Francia corría el peligro de desintegrarse; la integridad de la nación dependía de situaciones externas e internas, pues Francia venía de un periodo de guerras civiles de origen religioso. El rey era joven y presentaba una enfermedad crónica, un ánimo inestable y un carácter taciturno, y estaba sujeto a la influencia de su madre, que mantenía un gusto particularmente favorable a España. De no haber sido por el cardenal de Richelieu, y por los destellos de inteligencia del rey al nombrarlo ministro, Francia bien pudo haberse desmembrado.

El prelado de Richelieu, con apoyo del rey, dominó Francia y luchó contra los protestantes y los desarmó. Sometió a los grandes nobles. Unió a Francia en una monarquía absolutista que él mismo instauró, y una vez consolidado el poder real en el país, se ocupó de los adversarios en el exterior mediante la diplomacia, la conspiración, el soborno, los subsidios y finalmente la guerra. Richelieu creía que el Estado debía ser fuerte para proteger a los individuos de la locura, del comportamiento irracional y del desorden; en su obsesión, construyó un gobierno como instrumento de poder para el mantenimiento del orden. Consideraba que el arte no era una actividad periférica sino una parte esencial de la vida, y que como tal tenía que ser controlado, dirigido y reglamentado por el Estado para su propio beneficio, pues la belleza, dignidad y magnificencia del arte podrían contribuir al régimen y promover sus políticas. La elite que surgió del Estado abarcador dio origen a la cultura francesa del siglo xvii.

Este ejemplo de la fundación de la Académie Française aquí esbozado, como los otros expuestos en el libro, es prueba de que la planificación lingüística tiene diversos fines y abarca distintos medios. Cooper muestra que no existe una definición única de la planificación lingüistíca, y que incluso existe desacuerdo respecto a la palabra que habría que emplearse para denominar esa actividad. Por ello elabora una clasificación de las denominaciones que existen pasando por lo que designa “la docena de frailes”, planteamiento que retoma de Einar Haugen (p. 42), quien propone 12 definiciones de la planificación lingüística. Finalmente, Cooper expone su propia definición: “la planeación lingüística comprende los esfuerzos deliberados por influir en el comportamiento de otras personas respecto de la adquisición, la estructura o la asignación funcional de sus códigos lingüísticos” (p. 60).

En el capitulo 4, Cooper menciona que los estudiosos de la planificación de la lingüística deben ocuparse en cuatro tareas correspondientes a su respectivo criterio; esos principios metodológicos son los siguientes:

Tareas                                                   Criterios

1) Describir                                         Validez descriptiva

2) Predecir                                           Validez predictiva

3) Explicar los procesos                      Validez explicativa

    y resultados

4) Derivar generalizaciones               Validez teórica

 

En la medida que se explora el documento en cuestión, puede verse que la planificación de la lingüística es un área nueva y que se encuentra en una etapa de descubrimiento. Cooper proporciona un marco descriptivo que ayuda en cierta medida a decidir qué variable conviene describir en un proceso dado, con el argumento de que “el mismo comportamiento vertido en diferentes moldes adoptará formas diferentes”. Así, cada sujeto podrá escoger el marco y variables que le interesen y que mejor se adopten a sus necesidades. Ante esa unanimidad de las claves mostradas (tareas y criterios), Cooper elige un caso: “la planificación del idioma como gestión de la innovación”. El autor muestra nuevas variantes de lo que denomina “funcionalidad del lenguaje”, pues como él mismo expone, no todos los cambios de la distribución funcional de las lenguas ocurren de forma espontánea. Por ejemplo, la difusión del swahili para las funciones económicas en África oriental fue el resultado no premeditado de la ampliación del comercio en una región donde se hablaban diferentes lenguas, al igual que cuando se instituyó el árabe como lengua de uso doméstico en los territorios de África septentrional y el Oriente Medio conquistados por los ejércitos del Islam.

Este nuevo término, la planificación funcional del lenguaje, sirve para denominar a las actividades deliberadas encaminadas a influir en la distribución de funciones entre las lenguas de una comunidad. Luego de una serie de argumentos mostrados en el quinto capítulo, Cooper plantea una hipótesis: “Resulta tentador argumentar que la planificación funcional de la lengua tiene más posibilidades de éxito cuando se la invoca para obtener poder o para conservarlo […] Pero la planificación de la lengua es tan compleja como para que pueda explicarse mediante un solo factor” (p. 60).

Por eso después de mostrar cuatro ejemplos de la planificación lingüística y realizar un estado del arte de la disciplina, expone lo que denomina marcos descriptivos. Basado en esos marcos analiza tres aspectos principales sobre la planificación lingüística: la planificación funcional, la planificación formal y la planificación de la adquisición de la lengua. Parte de esos tres aspectos para analizar su relación con las teorías del cambio social, y termina proponiendo las siguientes generalizaciones:

 

1.   La planificación lingüística es una práctica generalizada y antigua. No se limita a países en desarrollo o subdesarrollados.

2.   La planificación lingüística no puede entenderse fuera de su contexto social o de la historia que dio origen a ese contexto.

3.   La planificación lingüística suele responder a los intentos de alcanzar o conservar intereses materiales y no materiales, lo cual no es un aspecto exclusivo de la planificación lingüística. En la lucha para promover intereses, los agentes emplean cualquier arma a su alcance.

4.   La planificación lingüística puede iniciarse en cualquier nivel de la jerarquía social, pero es poco probable que dé resultado a menos que las elites o las contraelites la acepten y la promuevan.

5.   Ni las elites ni las contraelites aceptarán las iniciativas de la planificación lingüística de otros a menos que perciban que esa planificación redunda en su propio interés.

6.   La planificación lingüística no es iniciada por personas cuyo interés principal es la lengua. La planificación lingüística es iniciada no sólo por escritores, poetas, lingüistas, maestros de lengua, lexicógrafos y traductores, sino también por misioneros, soldados, legisladores y administradores.

7.   Las elites influyen tanto en la evaluación como en la distribución de las variedades lingüísticas de una comunidad. Influyen en la evaluación por medio de la planificación funcional, y en la distribución por medio de la planificación de la adquisición. La planificación funcional influye en la valoración de una variedad lingüística asignándola a las funciones de las cuales se desprende su valoración. A diferencia de la planificación funcional, que es un intento de regular la demanda de determinados recursos verbales, la planificación de la adquisición es un intento de regular la distribución de esos recursos.

8.   Aunque la planificación lingüística sirve a las elites y a las contraelites, también puede servir a la masa, en particular porque fortalece en el individuo el sentido de la dignidad, de la autoestima, de la integración social y, en última instancia, su condición de miembro de un grupo vinculado al pasado y al futuro.

9.   Promover la aceptación de una norma redunda en beneficio de las elites establecidas, mientras que promover la aceptación de una contranorma beneficia a las contraelites.

10. Cuando las contraelites tratan de separar a la periferia del centro, y cuando las elites dominantes tratan de evitar el desprendimiento de la periferia, promueven símbolos colectivos de filiación. En la medida que las lenguas sirven de símbolos de esa índole, cabe prever que, si no existen aún, las elites y las contraelites tratarán de establecerlas.

11. La normalización lingüística tiene más probabilidades de éxito en cuanto a las actitudes que en cuanto a los comportamientos. Es decir, las personas tenderán más a convenir en que existe una variedad preferida para todos los fines que a usarla para todos los fines para los cuales la consideran correcta.

12. La democratización política o la participación política más amplia ejercen presión para que mejore el acceso a la alfabetización. Ello puede culminar en una reducción de la brecha entre las variedades habladas y escritas o en un mejoramiento del acceso a la educación formal, o ambas cosas.

13. Si bien la planificación lingüística es, en determinadas circunstancias, una condición necesaria para el desarrollo económico, es poco probable que sea una condición suficiente.

14. El aumento de la diferenciación de las instituciones sociales promueve la diferenciación de la función y de la forma de la lengua.

15. Es más probable que den resultado las alternativas de política lingüística que se ajustan a los sistemas de valores y creencias de la población a que están dirigidas, que aquellas alternativas que se oponen a esos valores y creencias.

16. Es poco probable que dé resultado la planificación formal previa a los cambios de las funciones para las cuales se emplea una lengua. Sólo después que una lengua ha comenzado a emplearse en nuevas funciones es probable que surta efecto la planificación formal relativa a esas funciones.

17. Es poco probable que la planificación de la adquisición de la lengua surta efecto si esa lengua no cumple ninguna función de utilidad en la población a la que está dirigida la planificación.

18. La planificación lingüística, que se ocupa de la gestión del cambio, es en sí misma un ejemplo de cambio social. Cuando las elites tratan de extender su influencia o resistirse a las incursiones de sus rivales, cuando las contraelites tratan de subvertir el statu quo y cuando las nuevas elites tratan de afianzar su poder, se ejerce presión en relación con la planificación lingüística. También se ejerce presión como consecuencia de los cambios ideológicos y tecnológicos, que a veces motivan y a veces reflejan cambios en la situación política y económica.

19. La planificación lingüística contribuye tanto a la continuidad como al cambio, no sólo de la lengua en cuestión sino también de otras instituciones sociales. La planificación lingüística contribuye al cambio promoviendo nuevas asignaciones funcionales de las variedades lingüísticas, cambios estructurales en esas variedades y la adquisición de esas variedades por las nuevas poblaciones. La planificación lingüística contribuye a la estabilidad porque está limitada por las necesidades estructurales de la lengua en cuestión y por los valores que esa variedad lingüística representa para sus hablantes.

20. La planificación lingüística se lleva a cabo en todos los niveles de las jerarquías organizacionales. La puesta en práctica de las decisiones adoptadas en niveles superiores de autoridad exige que se adopten decisiones de menor escala en niveles de autoridad inferiores.

21. Es raro que la planificación lingüística surta efecto la primera vez que se lleva a cabo. Es posible que, a la hora de poner en práctica una decisión, los planificadores deban realizar varias tentativas para vencer la resistencia de aquellos a quienes está dirigida.

22. La eficacia de la planificación lingüística es difícil de evaluar; es difícil determinar la medida en que se han alcanzado los objetivos o la contribución relativa de diversos factores al resultado obtenido.

23. La planificación lingüística rara vez corresponde a un paradigma racional de adopción de decisiones o de solución de problemas.

24. Estamos lejos de llegar a una teoría que nos permita explicar los motivos por los que se establecen determinados objetivos funcionales, formales o de adquisición de la lengua, las razones por las que se escogen determinados medios (o se evitan otros) para alcanzar esos objetivos, y el resultado de la puesta en práctica de las políticas. Probablemente hemos de contar primero con una teoría satisfactoria del cambio social.

 

Resumen final

 

Sin lugar a duda, hoy en día vivimos provocados por múltiples cambios de escala mundial cuya temporalidad no se compara con la de los procesos ocurridos en épocas anteriores. Ahora las diferencias se agudizan gracias a las nuevas interacciones sociales y al apoyo económico de los gobiernos que las representan.

Sobre el tema tratado podemos decir que el inglés se ha convertido en la lengua internacional, del poder económico y político, y que está gestándose una campaña para convertirlo en la lengua de las clases sociales altas y de la juventud. Un fenómeno paralelo ocurre a finales del siglo xx, y está representado por el sentimiento de arraigo de las comunidades locales, que ven la lengua local como signo de autenticidad que hay que defender frente al fenómeno de inserción internacional y de bloques comerciales. Esas comunidades representan contrariedades para los grupos dominantes, y se considera que suponen un riesgo para la paz y la prosperidad mundial. Durante gran parte de los anales de la historia, las lenguas fuertes han rechazado compartir el poder con lenguas más pequeñas y las han acusado de causar problemas –perturbar la paz y promover la violencia étnica y el separatismo.

La planificación de la lingüística muestra sólo otra faceta más de las posibilidades de un verbo transitivo (planificar); su ejercicio como área de investigación se ha conformado interdisciplinario, como imperiosa la necesidad del ser humano por demostrar el punto de vista desde el cual puede mirarse el mundo en su verdad. “Sólo entre todos los hombres llega a ser vivido lo humano”, decía Goethe. Somos insustituibles y somos necesarios, pero nuestro corazón se ha complacido repartiendo de diferente forma los acentos.

 

José Tapia Blanco

Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, y Colegio Nacional de Planificadores del Desarrollo Urbano Sustentable, a.c.

Correos-e: joset_22@yahoo.com.mx y vicepresidente@conpladeus.com

 

José Tapia Blanco es estudiante del séptimo trimestre del Doctorado en Ciencias y Artes para el Diseño, área de especialización de Investigación y Gestión Territorial de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Se desempeña como investigador del Programa de Estudios Metropolitanos de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, y ecomo vicepresidente del Colegio Nacional de Planificadores del Desarrollo Urbano Sustentable, A.C.

 

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