Encauzar el conocimiento de la ciencia y la tecnología
Olivé, León
(2000), El bien, el mal y la razón:
facetas de las ciencias y la tecnología, Paidós-Universidad Nacional
Autónoma de México, México d.f., 162 pp., isbn: 968 853 453 6.
Introducción
En los inicios
del siglo xx
era común hablar de ciencia, técnica y tecnología como conceptos claramente
diferenciados. Pero para finales de siglo e inicio de un nuevo lustro, nos
damos cuenta de que al hablar de tecnología es inevitable relacionar este campo
de estudio con los otros anteriormente mencionados; incluso se usa la palabra “tecnociencia” para evidenciar el hecho de su fusión. Este
acontecimiento estuvo marcado por la revolución tecnológica y la informática,
campos de investigación que han modificado la base material de la ciudad y
transformado el espacio social del ser humano.
Hablamos de un
cambio tan vertiginoso que ha empezado a afectar la noción de la realidad
condicionando las relaciones sociales y laborales. Por tal motivo, el ejercicio
de reflexionar sobre la ciencia y la tecnología, así como sobre sus
implicaciones, ha adquirido un gran auge. En efecto, la posibilidad de
encontrar textos que traten cuestiones relacionadas con la filosofía de la
ciencia, la historia de la técnica o la historia del conocimiento, de
epistemología, economía del conocimiento o sociología del conocimiento es un
hecho reciente. Las dos últimas áreas mencionadas han acrecentado el
escepticismo de aquellos que plantean que el conocimiento siempre ha estado en
el núcleo del desarrollo económico.
Sobre este
problema de apreciación, y sobre muchos otros, León Olivé nos invita a
reconocer y superar uno de los principales obstáculos de los análisis que se
realizan en torno a la filosofía de la ciencia o al conocimiento, que resume en
la “unidimensionalidad y descontextualización” de
muchos documentos de investigación al volverse temas en boga; análisis que
pretenden establecer “la respuesta correcta” o “la única verdad”, así lo
expresa el autor, sin hacer referencia a sus marcos conceptuales y contextuales
existentes.
Este libro,
dividido en tres partes, explora la imagen de la ciencia, el bien, el mal, la
razón y, por último, la racionalidad y el pluralismo en la ciencia. Podemos
decir que en este documento el autor, con un lenguaje fresco, propositivo, nos
lleva a comprender este fenómeno virtual y virtuoso del entendimiento de la tecnociencia.
1. La imagen de la
ciencia
En el siglo xx, la teoría
del conocimiento progresó conforme el conocimiento se hizo más confiable,
ayudada sin duda por las diferentes formas en que se vinculó con otras
disciplinas filosóficas. Olivé menciona que ese progreso puede atribuirse tanto
a la distensión en las pretensiones normativas como al hecho de que la
discusión se ha centrado en los procedimientos de generación, cambio,
desarrollo y difusión del conocimiento. Asimismo, destaca que el reconocimiento
de diversas vías para conocer el mundo, que pueden reclamar legitimidad en
términos epistémicos o de eficiencia, ha posibilitado ese progreso.
A partir del
planteamiento de diez tesis, el autor establece lo que denomina proceso de
naturalización de las disciplinas ocupadas en la ciencia del conocimiento;
menciona también que el progreso en la ciencia radica en que hemos aprendido
mejor a aprender, y esto es una tendencia continua. Podemos hacer mejores
predicciones y manipulamos fenómenos de manera más precisa. Pero también
sabemos mejor cómo investigar. Las diez tesis son:
1. Ha
habido progreso en el conocimiento.
2. Gran
parte del progreso en la ciencia radica en que actualmente sabemos más del
mundo y también de la forma en que lo conocemos, razón por la cual ha sido
preciso matizar muchas ideas que teníamos sobre el quehacer científico.
3. Particularmente
ha progresado nuestra concepción de lo que es progreso en el conocimiento y en
la ciencia.
4. El
avance se muestra en el abandono o suspensión de la búsqueda
de fundamentos últimos.
5. Se
ha progresado en la medida que se han relajado las pretensiones normativas y la
discusión se ha centrado en los procedimientos de generación, cambio,
desarrollo y difusión del conocimiento; es decir, en la medida que el
conocimiento se ha naturalizado.
6. El
progreso en el siglo xx
ha sido posible mediante el reconocimiento de la existencia de diversas vías
para conocer el mundo, que pueden reclamar legitimidad en términos epistémicos
o de eficiencia.
7. El
desarrollo del conocimiento se ha logrado mediante consensos.
8. A
un consenso le precede una controversia, y ésta constituye un factor esencial
de la actividad científica.
9. La
naturalización de la epistemología y filosofía de la ciencia ha exigido un
análisis de la racionalidad científica: procedimientos, principios, normas,
reglas y conceptos.
10. Los
acuerdos y consensos se consolidan y adquieren validez al formar parte de
tradiciones encarnadas en las comunidades.
Las anteriores
tesis expuestas son complementadas por tres más, que tienen que ver con el
papel social y cultural y que hacen referencia a tres imágenes que deben ser
entendidas para aprehender las características y complejidad del conocimiento:
i) La imagen filosófica.
ii) La imagen científica de la ciencia.
iii) La imagen social de la ciencia.
En este
planteamiento, donde los supuestos son conocidos o innegables, no acontece un
artilugio gramatical mal planteado; significa algo más: un reconocimiento, por
ejemplo, a la dicotomía, que no es sinónimo de diferencia respecto a su sujeto,
a la epistemología, a la filosofía o las diversas posturas existentes en el
mundo, en el sentido estricto del razonamiento. Existe un punto destacable: el
manejo de “la imagen”, entendiendo cómo se edifican las percepciones del ser
humano sobre la tecnología y la ciencia, donde lo importante no es la imagen
que es simulacrum, sino cómo se construye o concibe.
2. El bien, el mal y
la razón
Por medio de dos
postulados Olivé plantea algunas facetas de la ciencia y la tecnología. Traza
algunos problemas éticos, de apreciación, de planteamiento, o contrapone, en un
sentido analógico, un proceso. El primer postulado dice: “La ciencia y la
tecnología, por sí mismas, no plantean ningún problema ético. En todo caso, las
que pueden ser buenas o malas desde el punto de vista moral son las
aplicaciones de los conocimientos científicos y de la tecnología” (p. 83).
El segundo postulado
establece que “ni la ciencia ni la tecnología son indiferentes al bien y mal”
(p. 83). Después, el autor nos sitúa en el eje del análisis al mencionar que
investigando los valores y las normas en la ciencia y la tecnología realiza su
acercamiento a un problema particularmente ético, y establece las razones por
las cuales los científicos, los tecnólogos e incluso la sociedad tienen
responsabilidades morales frente a la investigación científica y tecnológica,
su desarrollo y sus aplicaciones.
Propone la
evaluación de los sistemas técnicos en dos niveles: la evaluación interna gira
en torno al concepto de eficiencia y otros como factibilidad, eficacia y
fiabilidad. La evaluación externa tiene que ver con el contexto social y
cultural. En este apartado, Olivé se concentra en el análisis de la evaluación
y deseabilidad de las innovaciones tecnológicas y del desarrollo tecnológico
desde la perspectiva del contexto social amplio al cual afecta la aplicación de
los sistemas técnicos ahí insertos. Menciona que la observación y evaluación de
estos procesos es la mejor manera de conocer el progreso del conocimiento, la
ciencia, la tecnología, la moral y la sociedad en su conjunto (la consecuencia
y el daño).
3. La racionalidad y
el pluralismo de la ciencia
Al plantear los
problemas metodológicos y epistemológicos, Olivé explica algunos conceptos en
los que se sustenta su obra. De ellos entiende el pluralismo como una
concepción coherente, capaz de dar cuenta de la diversidad que existe en la
ciencia y en su desarrollo, de los diferentes puntos de vista de la ciencia, y
que es extrapolable a otras entidades que generan conocimiento.
Argumenta que,
como consecuencia de la tesis pluralista, no hay una única vía legítima hacia
el conocimiento científico y hacia el logro de metas específicas, pues existe
una amplia gama de caminos; el progreso de la ciencia, por tanto, no puede
evaluarse desde un único punto de vista. Este planteamiento responde a la
concepción de Larry Laudan, quien ha contribuido desde los años sesenta a
cambiar el panorama en la epistemología y la filosofía de la ciencia, en
particular en la teoría pluralista de la ciencia.
En este
apartado, Olivé inicia la discusión de una concepción pluralista de la ciencia
examinando sus fundamentos en una epistemología pluralista, y mediante los
conceptos epistémicos básicos de racionalidad, explora su relación con el
progreso científico. Los temas tratados son: la ciencia y el progreso
científico, la visión hegeliana, la racionalidad y el progreso, el papel normativo
de la epistemología, racionalidad, objetividad y verdad, el modelo clásico de
la racionalidad y el constructivismo.
Conclusiones
La discusión en
el ámbito de la filosofía de la ciencia y de la epistemología no corresponde
sólo a los ‘iniciados’; por el contrario, es una herramienta esencial sin la
cual difícilmente podrá entenderse la complejidad continuamente renovada del
mundo social y cultural. En este sentido, el pluralismo –propuesto por Olivé– permite superar
la visión dicotómica, polar y reduccionista con la cual hemos constituido la
ética, política y cultura. Otra referencia para considerar es la expuesta por
Peter Burke, quien plantea su análisis desde la parte
social del conocimiento, objetivo que reduce a la desfamiliarización: “Sería deseable conseguir lo que el
crítico ruso Victor Shklovsky
describió en el término ostranenie, un tipo de distanciamiento que hace
que lo familiar parezca extraño y lo natural arbitrario” (Burke,
2002: 13).
Este trabajo no
se mantiene sólo en el nivel de análisis de los problemas epistemológicos, sino
que examina la organización social de la ciencia, es decir, proporciona
diversas herramientas para reflexionar sobre la conformación y organización de
diferentes grupos de científicos y su influencia en la concepción de lo ‘que
es’ o ‘debe ser’ el mundo. Este planteamiento, me parece, va más allá, del
esquema presentado por Mario Bunge, en el cual establece un sistema para
entender el desarrollo científico (Bunge, 2004: 227-233), pues sugiere no sólo
una propuesta para el conocimiento, sino también la dirección para la ética, la
política y la cultura.
Existe un
planteamiento que no quiero dejar pasar, y es lo que postula Olivé en lo
referente a idea y creencia. Indica que al aceptarse de forma racional una
creencia, ésta se convierte en saber. Tal ejercicio requiere una condición
racional y lógica, pues, según el autor, es el proceso mediante el cual la
creencia es aceptada como verdadera. Aun releyendo este párrafo, parece poco
sólido. Pero encuentro mejor planteamiento en Ortega y Gasset:
Cuando se
intenta determinar cuáles son las ideas de un hombre o de una época solemos
confundir dos cosas radicalmente distintas: sus creencias y sus ocurrencias o
pensamientos. En rigor sólo estas últimas deben llamarse ideas. […] Toda
nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de
nuestras creencias auténticas. En ellas vivimos, nos movemos y somos. […] En
cambio, las ideas, es decir, los pensamientos que tenemos sobre las cosas, sean
originales o recibidos, no poseen en nuestra vida valor de realidad. Actúan en
ella precisamente como pensamientos nuestros y sólo como tales. La verdad o
falsedad de una idea es una cuestión de “política interior” dentro del mundo
imaginario de nuestras ideas. En las ideas somos, en las creencias estamos
(Ortega y Gasset, 2001: 23-34).
Esta
aproximación nos ayuda a entender la utilización del término “imágenes” en
relación con algunas representaciones que el autor realiza; es decir, en la
dirección de cuestionar qué se estudia, qué se produce y qué se construye. Esto
significa que la vida intelectual es secundaria a la vida real o auténtica, y
representa en ésta sólo una visión virtual o imaginaria, donde lo importante no
es la imagen en sí, sino entender a qué respondemos, a qué debemos nuestros
actos y reacciones, dónde se sustentan nuestras ideas y encauzar las formas en
que se edifican o construyen las percepciones sobre aquello que estudia la
ciencia, sus formas de trabajo y la manera en que se distribuye y legitima el conocimiento.
Bibliografía
Bunge, Mario
(2004), Epistemología,
4ª ed., Siglo xxi
Editores, México.
Burke, Peter (2002), Historia
social del conocimiento: de Gutenberg a Diderot, Paidós,
Barcelona.
Ortega y Gasset,
José (2001), Ideas y creencias, Alianza Editorial, Madrid.
José Tapia
Blanco
Colegio Nacional de Planificadores del
Desarrollo Urbano Sustentable, a.c.
Correo-e: joset_22@yahoo.com.mx y
vicepresidente@conpladeus.com.
José Tapia Blanco estudia el Doctorado en Ciencias y Artes para el Diseño, con
el área de especialización en investigación y gestión territorial, en la
Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Es investigador del
Programa de Estudios Metropolitanos (puem) de esa universidad y vicepresidente del Colegio
Nacional de Planificadores del Desarrollo Urbano Sustentable, a.c.