Una obra sobre las dinámicas familiares en México
García, Brígida y Orlandina de Oliveira (2006), Las familias en el México metropolitano: visiones
femeninas y masculinas, 300 pp. El Colegio de México, México,
isbn: 968-121-229-0
El hecho de privilegiar el hogar
como unidad de análisis permite ubicar la cuestión de las identidades, como una
condición vivida por una persona y por los grupos en el ámbito donde se
producen y reproducen las relaciones sociales de naturaleza íntima: las
familias.
Vania Salles
(1992).
Introducción
La investigación
sobre la dinámica intrafamiliar como un espacio cotidiano de la reproducción
generacional muestra sistemas de acción persistentes en tanto que los hábitos y
trabajos del ámbito doméstico se fundamentan en una representación y valoración
social, según género, tradición familiar y sector social, que los articula a
estructuras relativamente consolidadas. El trabajo de García y Oliveira se
pregunta, entre muchos interrogantes y desde un enfoque de género, sobre las permanencias
y modificaciones masculinas y femeninas que ocurren en la convivencia y los
arreglos de la vida familiar.
El libro
presenta una revisión exhaustiva de las hipótesis sobre la dinámica
intrafamiliar en México –con validez para el contexto latinoamericano–, y su
confrontación con información empírica original, lo que les permitió a las
autoras mostrar los arreglos actuales de la familia metropolitana –México y
Monterrey– de los sectores medios y populares urbanos.
Analizan la
realidad intrafamiliar desde la información recogida en la Dinaf,[1] la
cual consta de un cuestionario de hogar y dos muestras individuales, y la
presentan en cuatro capítulos centrales, desarrollando cada uno de ellos en dos
partes: las contribuciones hechas a las diferentes dimensiones incluidas, y el
análisis de los datos construidos, de tal manera que muestran los cambios de
esas dinámicas familiares en proceso. Teniendo en cuenta los apartados
centrales, el libro se estructura en siete capítulos. El primero es una
revisión analítica de las teorías sobre la familia y de los roles de género
inscritos en dichas visiones, mientras que en el segundo nos ubican en los
contextos metropolitanos de México, Distrito Federal, y Monterrey en un doble esfuerzo: destacando las
características sociodemográficas y económicas dominantes de la población y la
región en cada una de esas ciudades, y comparando estas últimas en su
articulación con la estructura de los mercados de trabajo.
Puedo entrever
que las preguntas que guiaron el libro tienen una doble fuente: histórica,
desde la investigación de las autoras sobre la dinámica familiar en México que
empieza a hacerse visible a inicios de la década de 1980 (Muñoz et
al., 1978, 1979, y
1981; García et al., 1982; Oliveira y Salles,
1989), y los cuestionamientos mas recientes sobre los cambios parciales y
progresivos que ellas mismas han registrado en determinados cortes temporales
(García y Oliveiras, 2004a y 2004b; Oliveira, 1995 y
1998; Oliveira y García, 1990a, 1990b, 1992 y 1994; Oliveira et
al., 1989; Oliveira y
Salles, 1989). Las preguntas vigilan una crítica a la
literatura especializada y los propios resultados anteriores, argumentando el
diseño inacabado de la familia y proponiendo una relectura desde los nuevos
arreglos de género en la convivencia conyugal, doméstica y de paternidad que
finalmente fraguan la vida familiar.
De su
trayectoria de investigación en esta línea, García y Oliveira mantienen las
preocupaciones sobre el impacto de la estructura de los mercados de trabajo en
la reproducción familiar según sectores sociales; el impacto de los periodos de
crisis económica en la mayor exposición de las mujeres al trabajo extradoméstico remunerado; el vínculo entre escolaridad,
tipo de trabajo y salario; el vínculo entre composición sociodemográfica de los
cónyuges, tamaño de familia, edad de la unión y evolución del ciclo vital
familiar. Han analizado la relación entre estos indicadores a la luz de las
modalidades que va tomando la organización familiar como: el modelo patriarcal
de familia, la jefatura femenina, la unidad nuclear, la familia extensa, la
familia monoparental, las unipersonales, las unidades compuestas, la
organización corresidencial y la no corresidencial, en el supuesto sociodemográfico y
sociológico de la sobrevivencia familiar y económica.
En su
preocupación más actual, incorporan la importancia discriminada por género de
la participación económica en la reproducción cotidiana, las percepciones
masculinas y femeninas en el supuesto proyecto unificado de familia, los factores
intervinientes en las dinámicas de violencia conyugal y familiar que derivan de
la tradición de la familia de origen en cada uno de los cónyuges, y de las
formas de resolver la relación y los comportamientos intergénero
en la familia de procreación; asimismo, los factores que favorecen la autonomía
de la mujer en la relación de pareja y de familia, tanto como los que la
retrasan. Dar prioridad al análisis de la relación de pareja y familia en el
escenario de la relación social intergénero, y
observar la relación familiar en su doble contenido, como relación social y de
parentesco intergénero e intergeneraciones,
les permitió, desde hace varios años, revisar contenidos preestablecidos de
esas relaciones e incorporar progresivamente los ‘matices’ que invalidan las
rigideces que explicaban el funcionamiento de los modelos familiares dominantes
–de ahí que fuera posible que esos matices quedaran propuestos para ser
recabados en la cédula de la Dinaf de 1998-1999.
Vinculado con lo
anterior, García y Oliveira incorporan en esta
investigación la dinámica estructural más reciente de los mercados de trabajo
en cuanto que éstos se inscriben en el horizonte de la reestructuración y
flexibilidad laboral, lo que impacta significativamente en la reformulación de
las estrategias de organización social.
En consecuencia,
las autoras nos hacen una advertencia: la contemporaneidad de los procesos
sociales se registra también en una multirrelación
segmentada de los determinantes casuísticos que perfilan conexiones específicas
en las distintas configuraciones de la realidad, por lo que no se puede ocultar
el movimiento de la pluralidad ni soslayar el complejo desplazamiento de
algunos elementos definitorios de un sistema de familia a otros diseños, que a
su vez cobran insistentemente relevancias que no se agotan en una intimidad
relativamente conocida.
Así, el análisis
de estas relaciones se expone como resultados y hallazgos en los siguientes
capítulos del libro: iii.
Dinámica intrafamiliar en hogares con jefatura masculina; iv. Mujeres jefas de hogar y su
dinámica intrafamiliar; v. El
ejercicio de la paternidad; y vi.
El trabajo extradoméstico femenino y las relaciones
de género en la pareja.
En el último
capítulo, aparte de resaltarse las conclusiones, se sugiere una reflexión sobre
la necesidad de supervisar la vigencia de las explicaciones en la dinámica
intrafamiliar con imperativos en sus modelos de funcionamiento, como “los
múltiples factores contextuales, individuales y familiares” que otorgan desde
las movilizaciones socioculturales el tono de las transformaciones familiares;
por ejemplo: el incremento de hogares con múltiples proveedores con su
correlato de jefatura compartida y sus repercusiones en el anterior modelo del
varón-único proveedor, por señalar sólo un rasgo sistémico que se deblita o desaparece en una variante de arreglo familiar.
En esta reseña
sólo puedo señalar y resaltar algunos de los hallazgos que las autoras
encontraron en la familia metropolitana y que vivencian
los protagonistas como parte de las ‘persistencias y reacomodos’ en el proceso
de organización social-familiar actual; hallazgos que, a su vez, nos obligan
nuevas preguntas y reflexiones. El señalamiento de los hallazgos no debe verse
como un nivel descriptivo del libro, sino como el intento de señalar el
esfuerzo multirrelacional que en cada uno de los capítulos
permite mostrar los diferentes ejes de la dinámica familiar, lo que hace
significativamente novedoso este libro en la investigación sobre dinámica
intrafamiliar en México.
El método
En virtud de que
la investigación está dirigida a medir la dinámica intrafamiliar, se acota,
entre las categorías centrales, la ‘unidad familiar’ con: capacidad de organización
doméstica dirigida a garantizar la reproducción cotidiana y generacional de sus
integrantes; con una estructura jerárquica y de poder que establece formas de
convivencia develando roles de parentesco, género y generación, y con un
conjunto axiológico compartido en función de elecciones y acciones cotidianas.
Las ‘percepciones’, están vinculadas con el ‘género’ en
cuanto a las formas actuar en la relación de pareja, en las relaciones entre
padres e hijos, en la mayoría de los eventos de la cotidianidad familiar: la
dinámica afectiva y sexual de los cónyuges, los trabajos domésticos, el cuidado
de los hijos. En la encuesta se buscó captar, entre otras variables,
información sobre la participación masculina en la vida doméstica y sobre, las
percepciones desde la perspectiva de ambos cónyuges, de tal modo que quedaron
consignadas diferencialmente en cada una de las variantes de organización
familiar analizadas: con jefatura masculina o femenina.
Como ya
mencionamos, la investigación se desarrolló en dos áreas metropolitanas: México
y Monterrey. Incluyó varios recursos de información original y de análisis de
la misma.
Básicamente, la
información empírica se obtuvo de la Encuesta sobre dinámica familiar Dinaf, aplicada a hogares, y de dos muestras individuales
dirigidas a hombres (1,644) y mujeres (2,532) de 20 a 50 años. Las variables
centrales se agruparon en variables sociodemográficas,
socioeconómicas y percepciones, lo cual permitió cubrir un horizonte de
información ‘objetiva y subjetiva’ en la encuesta Dinaf
y en las muestras individuales. Observo que una parte importante de las variables
involucradas en la muestra general y en las muestras individuales ha sido
probada en otras investigaciones de y por las autoras, lo que les permitió
hacer referencia al comportamiento de las dinámicas intrafamiliares en México
en un periodo de por lo menos 25 años de análisis con investigación e
información primaria y encuestas probabilísticas. Todo lo anterior indica que
el fundamento teórico-metodológico de este libro está tejido también en los
antecedentes de su propia obra.
Diversos recursos de
análisis estadísticos
Se utilizaron
varios recursos estadísticos para el análisis de la información. Las diferentes
unidades de análisis que arrojaron los distintos arreglos familiares –los
hogares con jefatura masculina, con jefatura femenina, el ejercicio de la
paternidad, el trabajo extradoméstico femenino–
fueron construidas estadísticamente por medio de índices sumatorios y
posteriormente análisis de clasificación múltiple –lo que permitió controlar la
distinta composición sociodemográfica de las dos muestras
individuales y observar las variaciones dadas por el género, en cuanto a las
percepciones de los jefes y de las esposas, y de las jefas de hogar. En algunos
casos se utilizó análisis multivariado, regresión logísitica y variables dicotómicas –en el caso del trabajo extradoméstico femenino, por ejemplo–, y se construyeron
modelos para explicar la proporción de variación en las diferentes dimensiones
analizadas.
Las variables de
control se agruparon en tres grupos de factores: “los relativos a los/las entrevistados
(edad, diferencia etárea entre los cónyuges,
participación laboral de la mujer, sector social y lugar de residencia), los
relativos a las familias actuales (otro adulto en el hogar, diferente a los
cónyuges), y los relativos a las familias de origen (condición económica y
residencia en la niñez)”. Las características sociodemográficas
de las esposas y de sus familias de procreación fueron fundamentales como
variables de control en los modelos estadísticos.
Los hallazgos
El análisis de la
dinámica intrafamiliar ‘con jefatura masculina’, corresidencial,
se hizo a partir de resultados de muestras independientes de varones-jefes y
mujeres-esposas, no parejas entre sí, centrándose el análisis en las
percepciones masculinas y femeninas en cuanto a: la forma de convivencia en la
‘relación de pareja’ y ‘relaciones entre padres e hijos’, la división de los
trabajos reproductivos, y las concepciones respecto a los roles de género.
Los hallazgos
corroboraron una participación masculina diferencial según el tipo de trabajo
doméstico. Las percepciones directas indicaron algunas coincidencias y
discrepancias entre las versiones de ambos cónyuges. Los varones creen tener
una mayor participación en los trabajos reproductivos y en las decisiones
familiares de lo que declaran las mujeres sobre sus cónyuges. Paralelo a ello,
los hombres subestiman la participación de las esposas frente a la autocalificación de ellas en los mismos ámbitos. La toma de
decisiones aún está vinculada con roles de género preestablecidos como
‘adecuados’ para hombres y mujeres.
La pertenencia a
un sector de clase es una mediación significativa. Se resaltan que los sectores
medios han sido más permeables a nuevas formas de organización y convivencia
familiar, distanciándose de modelos tradicionales que exhiben distintos grados
de subordinación femenina. Lo contrario se encuentra en los sectores populares,
en los que persiste mayor rigidez en relaciones autoritarias por parte del jefe
varón, que mantiene una relación de iniquidad y subordinación hacia el resto de
los miembros, particularmente de la mujer cónyuge. En este hallazgo también
interviene la variable edad, que muestra que en el caso de los sectores
populares, la relación autoritaria tiende a disminuir con el avance de la edad.
La hipótesis de
la persistencia en el mantenimiento de pautas tradicionales, y una valoración
jerárquica asociada con el género, de los oficios ‘necesarios’, definidos como tales en la
construcción social, fue confirmada por ejemplo, en una restringida participación
masculina en algunas actividades reproductivas o ‘prestación
de servicios domésticos,
y en un relativo mayor apoyo en los trámites externos o ‘servicios
de apoyo’, las que
representan acciones mas neutrales que el patrón de
‘oficios’ acuñado a la ‘madre’ y a la ‘mujer’. Paralelamente, se observó una
tendencia al cambio en las relaciones con los hijos proveniente de mayores
tiempos y actividades compartidas en el ejercicio de la paternidad, lo que
podría verse como uno de los indicadores de “nuevas formas de organización y
convivencia familiar estructuradas en relaciones menos asimétricas”.
Se confirma que
los roles masculinos ligados a la figura del ‘hombre y único proveedor’ se ven
relativizados por la inserción laboral de la mujer y de otros miembros del
hogar, y, en consecuencia, la ‘autoridad paterna’ de corte patriarcal se ve
matizada, por relaciones de convivencia un tanto democráticas.
En este
capítulo, particularmente se inicia un examen sobre uno de los ejes importantes
y poco analizados de la dinámica de un tipo de familia: las percepciones sobre
la autoridad del hombre y/o padre en proceso de cambio ante las
transformaciones en la organización interna de la familia. Aunque se trata la
relativización de la autoridad del padre desde: la capacidad exclusiva (o no)
de la toma de algunas decisiones familiares, su incidencia en la relación de
pareja en cuanto al ‘permiso’ o los ‘permisos’, y la violencia de pareja, se
deja abierto el análisis sobre la percepción social de la masculinidad y la jefatura
masculina. En la construcción social de género, ¿en el hombre todavía se
prefigura el rol potencial de ser jefe del hogar? En función de los ámbitos de
frustración masculina ante la autoridad compartida, autoridad segmentada, o
jefatura femenina en pareja corresidencial, ¿cuáles
son los espacios de reformulación de la representación masculina en la familia,
según los sectores de clase considerados?
Por otro lado,
quedan también por ser explorados los conflictos de pareja generados por las
uniones de facto paralelas a la pareja familiar y su impacto sobre la jefatura
masculina.
El análisis de
la dinámica familiar ‘con jefatura femenina’ corrobora algunos hallazgos que se
han confirmado en América Latina y en México en particular. El incremento de la
‘jefatura femenina’ en la región nos ubica ante una variante familiar en
transformación (García y Rojas, 2002). Entre 1990 y 2000, México tiene 21% de
los hogares en esta jefatura. Algunos aspectos sociodemográficos
y socioeconómicos característicos de estos hogares son: el menor tamaño y
número de integrantes, unidades extendidas, mayor número de perceptores
económicos que contribuyen el gasto final de la reproducción cotidiana (García
y Rojas, 2002). Por otra parte, también está cada vez más estudiada la relación
entre jefatura femenina y pobreza (Rubalcava y
Murillo, 2001, 2002 y 2005; Salles, 2000).
La jefatura
femenina se registra a partir del reconocimiento de los integrantes de la
unidad doméstica como, jefatura declarada, lo cual superó un problema metodológico
para la investigación sociodemográfica y ha devenido
en un incremento de un reconocimiento social que contribuye a superar el subregistro encubierto por la nominación patriarcal. Éste
es un aporte y una decisión anterior a esta publicación.
A partir de la Dinaf, se encontró que 14% de las mujeres eran ‘jefas de
hogar’. Dicha condición deviene de relaciones conyugales “que concluyen en
divorcio, separaciones, viudez, o arreglos de pareja no corresidenciales”.
El análisis de los arreglos domésticos en familias con ese tipo de jefatura
fueron hechos con base en la información directa de las mujeres y de otros
miembros del hogar, lo que fortalece la dimensión de percepciones por género
más allá de los cónyuges varones.
Algunas
características halladas y que a su vez confirman el perfil familiar de las
‘jefas’ en México, fueron: mujeres económicamente activas y con trayectoria
laboral; su salario no es el único ingreso que solventa el gasto familiar, pues
a éste se le suma, por lo menos, una parte de los ingresos de los otros
perceptores y otros apoyos eventuales; los trabajos más recurrentes se
registraron en servicios personales y como asalariadas. El relativo nivel de
bienestar se obtiene por la multiplicación de ingresos, a los que se recurre
como parte de las estrategias familiares de sobrevivencia, pues este grupo de
mujeres y sus familias se registraron más en el universo de los sectores
populares y pobres, aunque no sean ellas las más pobres.
Incluir a otros
miembros de la unidad doméstica en la medición y registro de los arreglos
intrafamiliares debe considerarse como una contribución a la investigación de
la realidad familiar, pues los antecedentes son escasos y parciales. En cuanto
a los arreglos de las prácticas reproductivas en este tipo de hogares, se
confirma la mayor responsabilidad y decisión en cabeza de la mujer jefa,
mostrándose que no hay una participación más activa e igualitaria de los otros
miembros, y que se mantiene la sobrecarga de la jornada femenina con los
trabajos más pesados que requieren mayor tiempo reproductivo. Lo anterior
indica que sigue manteniéndose un rígida asociación y valoración de las tareas
domésticas por género, vinculadas con las supuestas responsabilidades de
parentesco, por ejemplo, en la figura de la madre y/o jefa. Quedan sin explorar
ámbitos de la dinámica intrafamiliar que quizá inviten una participación más
equitativa intergénero e intergeneraciones;
por ejemplo, todo lo referente a las relaciones sociales familiares –festejos,
visitas o frecuencias de allegados cotidianos a la vida– familiar y otros
escenarios de socialización cotidiana.
Las autoras
señalan que las ‘jefas’ tienen al interior de su unidad doméstica, mayor
capacidad de decisión y ‘la última palabra’ en una buena parte de las
decisiones que refieren a la jornada reproductiva y a su propio trabajo extradoméstico. Sería interesante, a partir de las
percepciones, continuar captando el sentir de responsabilidad que significan
las decisiones familiares como parte de la carga emocional para la jefa, puesto
que por, ejemplo, impulsar a un miembro joven del hogar a la dinámica laboral
puede significar un cambio de perspectivas sobre la formación de la fuerza de
trabajo individual y familiar.
La relación
entre jefatura femenina y violencia doméstica es analizada a partir de
información que captó episodios relativos a la infancia en la familia de
origen, y a la vida adulta en la familia de procreación, incluyendo la relación
de pareja y la relación de paternidad. Ante la ausencia de la pareja que suponen
el divorcio, la separación o la viudez, lo que queda pendiente es: ¿a qué tipo
de pareja se refiere la relación de violencia actual? Pareciera que a la última
de convivencia permanente, pero al no quedar completamente explícito podría
referirse también a parejas de facto o parejas eventuales que registren para
ello alguna permanencia o comportamiento de conyugabilidad
no corresidencial.
Una conclusión
que confirma una relación importante es que la violencia doméstica puede
mantenerse como un factor asociado con la ruptura conyugal y a la composición
de hogares con jefatura femenina, y a la inversa, que la jefatura de la mujer
puede ocasionar dinámicas violentas para ella al interior de la pareja, lo que
sugiere inicialmente que comportamientos de autonomía de la mujer revierten
negativamente en su dinámica social, afectiva y sexual al interior de la
familia y pareja.
Otras variables
que se incluyeron en el impacto de mayor riesgo de la mujer a estar expuesta a
dinámicas de violencia y maltrato intrafamiliar por parte del cónyuge son: el
sector social de pertenencia, y la presencia de otra mujer adulta. De hecho, lo
que se confirma es que las mujeres jefas referidas pertenecen en mayor medida a
sectores populares y con experiencia de maltrato en la familia de origen y en
la familia actual. El contexto de escasez económica, niveles educativos básicos
o inexistentes, vinculación laboral inestable, organización tradicional de
autoridad y tiranía paterna, y otras situaciones asociadas, puede favorecer y
fortalecer un sistema de agresión contra las mujeres cónyuges e hijas que puede
mantenerse en la vida adulta y de pareja como un elemento que predispone un
hábito emocional de permitir o soportar el maltrato.
Estos resultados
de las ‘mujeres jefas’ son presentados en contraste con los de las esposas que
tienen arreglos familiares con jefatura masculina, y también son
particularizados en dos contextos metropolitanos –México y Monterrey– que le
otorgan un matiz diferenciador a las mismas características.
El análisis del ‘ejercicio
de la paternidad’ es
un aporte en proceso cuyo objetivo central fue documentar la participación del
varón en la vida familiar y reproductiva, más allá de la condición tradicional
de éste como proveedor económico y representante de la autoridad familiar.
Indagar sobre el cuidado, cercanía y afecto entre padres e hijos/as, requirió
vincular de nuevo ‘condiciones individuales, familiares y contextuales’ de los
hombres encuestados –Dinaf muestra individual a
varones–, y, sobre todo, tocar un aspecto que tradicionalmente había sido
adjudicado al rol de la mujer. Es decir que se midió el posible cambio en un
rol de género, uno de los ejes analíticos centrales de la investigación. Uno de
los hallazgos fue que sólo la tercera parte de los entrevistados declaró una
atención más directa a los hijos e hijas consistente en el cuidado a los mismos
y en atender el transporte básicamente escolar. El tipo de trabajo asalariado,
el nivel de ingresos, la residencia en la infancia del padre, y la valoración
sobre una distribución familiar más simétrica fueron antecedentes explicativos
de la participación paterna en el caso de los hombres; otros elementos que
favorecen esta participación en las características de la esposa son el nivel
de escolaridad de ella, y su inserción en el trabajo extradoméstico,
lo que en conjunto redunda en una redefinición de la división de trabajo
familiar.
Debe
considerarse un aporte significativo la separación analítica entre ‘jefatura
masculina’, ‘ejercicio de la paternidad’ y ‘percepciones masculinas’ al
interior de las dinámicas familiares cotidianas, porque se logra deslindar un
vínculo tradicional que tendía a preestablecer roles de género y parentesco en
el análisis de la familia.[2]
El análisis del ‘trabajo
extradoméstico femenino y su impacto en las
relaciones de género en la pareja’ y al interior de la familia,
muestra un vínculo
‘significativo’ que repercute en la menor subordinación de la mujer y
según se confirman sus hallazgos, se deriva principalmente de: el control de
los recursos económicos, la proporción del aporte de su salario al gasto
familiar, la propia valoración sobre su trabajo; y el sentido de su trabajo en
el proyecto personal.
En el contexto
de ese vínculo, las relaciones de género fueron analizadas a partir de las
siguientes dimensiones:
·
La
“participación los hombres en la vida familiar” según algunos tipos de tareas
referentes al ámbito doméstico y a la paternidad;
·
El
“empoderamiento de las mujeres” a partir del trabajo extradoméstico,
toma de decisiones, autonomía en el tiempo personal, y, autonomía en el gasto
de sus ingresos;
·
“Tipos
de violencia intrafamiliar” o no violencia.
Encontraron y
confirmaron que la experiencia laboral femenina es altamente significativa para explicar la mayor
simetría en las relaciones de pareja, -mayor simetría que asocia un apoyo de
los hombres al trabajo doméstico y al cuidado de los hijos, mayor participación
de las mujeres en la toma de decisiones, gastos y libertad de movimiento, y
mayor capacidad de negociación. El análisis detallado les permitió observar las
variaciones de significación
en las dinámicas intragénero e intrafamiliares, según
la antigüedad en el trabajo, la participación del salario de ella en el aporte
y gasto familiar total, el tipo de trabajo según actividad –asalariado o por
cuenta propia–, la jornada del mismo, el nivel escolar, y la valoración que las
mujeres otorgan a su trabajo. Esta valoración redunda en desarrollo personal,
autonomía, progreso y compromiso laboral como proyecto de vida, y tiene una incidencia
importante en la explicación de los niveles de negociación en los arreglos
intrafamiliares e intergénero menos desiguales.
El
empoderamiento de las mujeres se ve matizado con la relación de subordinación
que indica el ‘permiso’ de los hombres para que las mujeres realicen
actividades cotidianas –externas a la familia, y algunas relacionadas con la
vida familiar pero externas a la vivienda–. Así, se encontró que la relación intergénero alrededor del permiso se mantiene en
aproximadamente dos tercios de las mujeres que no trabajan, y en un poco más de
la mitad en las mujeres insertas laboralmente. La solicitud del permiso
disminuye en relación con la mayor importancia de ‘autonomía y desarrollo
personal e individual’ que la mujer le da a su trabajo extradoméstico.
En momentos anteriores, las autoras han explorado la figura del ‘permiso’ como un rasgo de autoridad
patriarcal y como un rasgo cultural que se conjuga en la construcción de
género y de relaciones intergénero. Ubicarlo ahora
como parte de la negociación y de los logros hacia el empoderamiento de la
mujer en la dinámica intrafamiliar, e intersectores
sociales, es confirmar su ubicación en el tejido de las relaciones sociales y,
en consecuencia, lograr un desplazamiento analítico disciplinario hacia la
sociología.
En cuanto a la
dinámica de violencia intrafamiliar, los hallazgos confirmaron que las mujeres vivenciaron una mayor incidencia de ésta en la familia de
origen que en la familia de procreación. Es decir, los rasgos sociodemográficos antecedentes de las esposas en la familia
de origen, tanto como en las de procreación, son factores explicativos de las
relaciones de género en la pareja, sobre todo referidos a las dinámicas y tipos
de violencia que ella aceptan.
Como el lector
podrá intuir, estamos frente a la densidad de un análisis multirrelacional que, como lo advertía Weber es la
condición fundamental necesaria para llegar a comprender y ordenar racionalmente la realidad
empírica con el fin de establecer los procesos histórico-sociales que
caracterizan y/o configuran el conjunto finito de las regularidades que emanan
de las prácticas de los colectivos, en este caso, de la dinámica cotidiana de
la vida y arreglos familiares en el México metropolitano.
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Recibido:
13 de septiembre de 2006.
Aceptado:
27 de octubre de4 2006.
Luz María Salazar-Cruz. Es doctora en sociología por El
Colegio de México Seminario. Sus temas de investigación son: estrategias de
sobrevivencia en mujeres y trayectorias laborales en mujeres.
[1] Encuesta sobre dinámica familiar
diseñada por las autoras y aplicada a una muestra de hogares por el Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi) entre fines de 1998 y
principios de 1999.
[2] Algunos antecedentes de esta separación analítica han sido explorados por Pilar Gonzalbo (2006); Lévi-Straus (1995); Paul Viene (1990), David Cooper (1983), entre otros.