El empresariado mexicano en perspectiva
Arzuaga Magnoni,
Javier (2004), Racionalidad
empresarial. Los megaempresarios mexicanos, Gernika-Facultad
de Ciencias Políticas,Universidad Autónoma del Estado
de México, Toluca, México, 478 pp., isbn: 970-637-009-9.
El interés
particular de los empresarios por participar en la política en los últimos 25
años y su creciente importancia en la definición de las políticas económicas de
los gobiernos en turno ha sido motivo de un cúmulo de investigaciones que
explican esta relación. Sin embargo, tienen como denominador común
interpretaciones economicistas, atribuyen a los empresarios una gran autonomía
respecto de otros actores e instituciones y mediante conceptos de “hegemonía”,
“bloques de poder” y “pactos”, que aluden a distintos niveles de abstracción y
de difícil o nula operatividad en el análisis. Estas preocupaciones guían el
trabajo de Javier Arzuaga Magnoni, Racionalidad
empresarial. Los megaempresarios mexicanos, cuya propuesta se traduce en la
construcción de un marco de análisis complejo para explicar el comportamiento
de los grandes empresarios mexicanos.
En este sentido,
Arzuaga Magnoni discute la autonomía y aislamiento a
partir de las cuales se estudia la acción del empresario como un actor
político, pues las perspectivas realizadas juzgan como contradictorias las
decisiones empresariales frente a su ambiente. Para el autor, ese ambiente no
es algo simple, sino que está formado por limitantes y restricciones que se
presentan como establecidas para los empresarios, esto es lo que forma y define
al conjunto de oportunidad; oportunidad en la medida que ofrece
una gama de opciones disponibles para ser enfrentadas por el megaempresario de manera racional.
Para el megaempresario, dice el autor, son importantes cuatro
mediaciones a través de las cuales fluyen sus relaciones en su propósito
deliberado de activar y valorar el capital: la empresa, el empresariado, el
mercado y el sistema político-gobierno. Estas mediaciones son pertinentes en la
medida que los megaempresarios forman parte de una
categoría genérica que el autor denomina el ser-empresario, que se define
principalmente por la explotación de la fuerza de trabajo y la valoración
constante del capital. La primera se constituye en la finalidad del
ser-empresario, la condición de su existencia y a la vez su límite.
La forma
específica que adquiere la relación entre el ser-empresario y la explotación de
la fuerza de trabajo y valoración del capital es lo que determina el
patrón de acumulación,
entendido como la forma de organización productiva, de gestión gubernamental
hacia los empresarios y las empresas, y las políticas públicas implantadas por
el gobierno.
Consecuencia de
lo anterior y considerando la reconstrucción de coyunturas específicas mediante
un esquema de racionalidad empresarial, según el autor, puede explicarse el
sentido de la acción política de dicho actor social. Al igual que otros actores
sociales, los megaempresarios están sujetos a los
contratiempos de no contar con información suficiente para la toma de
decisiones. Eligen sus cursos de acción de forma óptima, pero limitada por las
mediaciones y una lógica de capital que trascienden su voluntad individual de
elección. Aun así, tienen la posibilidad de elegir dentro de una gama de
opciones lo que mejor convenga a sus intereses.
Para demostrarlo
en el caso específico de México, el autor organiza el trabajo en tres partes.
La primera de ellas, denominada “Racionalidad empresarial. Un marco de
análisis”, describe las principales categorías utilizadas a lo largo del texto,
como son: conjuntos de oportunidad, racionalidad, empresario, lógica de
capital, patrón de acumulación, entre otros. También se define a la acción
empresarial como la expresión singularizada de la lógica del capital. Arzuaga
menciona que se concreta cuando al sujeto empresario se le presentan
restricciones o conjunto de oportunidad, al cual se enfrenta de forma racional
optimizando sus recursos y conocimientos para actuar de mejor manera en un
patrón de acumulación específico. Utilizando nociones marxistas, explica que la
determinación genérica del ser-empresario es la explotación de la fuerza de
trabajo como proceso permanente de valoración del capital. De aquí que se
imponga al empresario su finalidad, la condición de su existencia, pero a su
vez el límite, lo cual explica el carácter de conflictividad inherente del
patrón de acumulación.
En la segunda
parte, llamada “El capitalismo en perspectiva”, se caracteriza el modelo taylorista, fordista y keynesiano
(tfk)
como un modo de acumulación de capital que demandaba ciertas relaciones con el
Estado para asegurar el sometimiento del trabajo al capital, así como las áreas
problemáticas que implicaba esta forma específica de producción. También se
describe su concreción en México y América Latina mediante el modelo de
sustitución de importaciones (isi), pero sin desconocer un modelo primario
exportador (pe) para esta región.
Se analiza el caso mexicano detallándose sus particularidades, pero se reconoce
que forma parte del modelo tfk, aplicado en el mundo durante esa
época, cuyos frutos más visibles fueron expresados en el “milagro mexicano”. No
obstante estos frutos positivos, el autor considera que la propia configuración
del modelo era contradictoria, lo que con el tiempo se manifestó por medio de
desequilibrios macroeconómicos y descontentos políticos y sociales.
Según el autor,
los escenarios posteriores al estallido de la movilización social de 1968
muestran ampliamente el conflicto entre capital y trabajo en términos de una
puja distributiva entre ambos. La salida del empresariado ocasionó el cambio de
las relaciones de fuerza; esta situación detonó una aguda crisis económica y
nuevas condiciones para la acumulación. Lo interesante del asunto radica en que
esas nuevas condiciones son iguales a las definidas globalmente.
La tercera
parte, titulada “Los megaempresarios mexicanos.
Estudios de caso”, presenta los criterios usados para la selección de las 69
megaempresas y los 1,091 megaempresarios sujetos del
trabajo. De igual forma se abordan datos específicos de las empresas
seleccionadas, que corroboran su importancia en términos laborales,
financieros, productivos, por sector de actividad, localización, fechas de
constitución y de participación en la Bolsa Mexicana de Valores (bmv), estrategias
de expansión y concentración. De los megaempresarios
de la muestra, se detalla que al menos 105 forman parte de más de un consejo de
administración de las 69 megampresas analizadas, lo
que para el autor es “el núcleo del megaempresariado
mexicano”, y a su vez indica el grado de concentración en pocas manos del
control de la mitad de las megaempresas.
En este tercer
apartado también se exponen las relaciones específicas entre los megaempresarios y sus cuatro mediaciones principales
–empresa, mercado, empresariado y gobierno/sistema político– que se constituyen
en instrumentos y, al mismo tiempo, en límites de la acción empresarial.
En ‘Los megaempresarios frente a sus megaempresas’, Arzuaga enuncia
un conjunto de aspectos que cualquier empresa tiene que resolver por su
carácter de organización destinada a la valoración constante del capital; desde
los meramente administrativos (objetivos organizaciones vs. objetivos individuales, creciente
complejidad de la estructura organizacional, racionalidad limitada de la toma
de decisiones dentro de la organización y una contingencia ambiental que obliga
a una constante adecuación de las estructuras) hasta los laborales (mecanismos
de fijación de salario, de contratación o despido de trabajadores, impuestos,
tributos y gravámenes derivados del salario).
El autor afirma
que pueden distinguirse claramente tres momentos de la matriz clásica, definida
en México como “el patrón contractual de la revolución mexicana”: una primera
fase de institucionalización, desde la redacción del Artículo 123
constitucional hasta la promulgación de la Ley Federal del Trabajo en 1931; la
segunda, caracterizada por la utilización discrecional de la legislación
laboral y la consolidación del corporativismo sindical; y la tercera, donde se pone
de manifiesto la crisis del patrón y la flexibilización de las normas
laborales, hacia la década de los ochenta.
Según el autor,
cada fase ha necesitado una forma específica de explotación de la fuerza de
trabajo, lo cual ha requerido ajustes necesarios a las normas encargadas de
regularla. Particularmente la última fase hizo evidente la crisis del modelo, a
partir de mayor resistencia obrera y la caída del ritmo de productividad, pero
donde también influyeron factores exógenos como el crecimiento e incorporación
de la electrónica, la calidad para elevar la competitividad, la flexibilidad y
la informática.
En ‘Los megaempresarios frente al mercado’, el autor toma una
encuesta del Banco Nacional de México –realizada en 1988 con el propósito de
revelar sus expectativas económicas y opiniones respecto a la inversión privada
y la posición competitiva internacional de las empresas líderes de México–, y
consigue destacar que las principales determinantes en la toma de decisiones
empresariales están vinculadas con la estabilidad política y económica, las
políticas públicas y los marcos jurídicos. Distingue los límites de mediano
plazo (régimen fiscal, control de precios, política de control del gobierno,
modernización de la infraestructura, trámites excesivos, etc.) y los próximos o
de corto plazo (demanda interna y externa, disponibilidad del crédito,
investigación y desarrollo, falta de tecnología moderna, entre otros) de los
conjuntos de oportunidad del megaempresario mexicano.
Lo trascendente
para el objetivo de la investigación es notar cómo, a partir de evidencia
obtenida de un conjunto pequeño de megaempresas, el mercado, como mecanismo de
intercambio y asignación de recursos, no constituye un problema para los
empresarios, quienes asumen que las condiciones que les presenta el patrón de
acumulación les son dadas a la hora de afrontar su actividad macroeconómica,
por eso operan de manera adaptativa.
‘Los megaempresarios frente al empresariado’ presenta un
recorrido histórico de la instalación de diversas organizaciones empresariales
y sus principales logros y dificultades en ciertos periodos; da cuenta de las
transformaciones que sufrieron, fusiones y divisiones, así como su papel en el
fortalecimiento del primer modelo de acumulación de matriz clásica, y su transformación
radical con el modelo neoliberal en los primeros años ochenta. El cambio de
patrón de acumulación fue posible debido a la conjugación de la nacionalización
de la banca, la crisis económica y, sobre todo, por la ilegitimidad que la
acompañó. Esta característica anuló cualquier posibilidad de un regreso, o una
política de ajustes sin cambio radical.
Los megaempresarios reconocen la funcionalidad de las cámaras
empresariales como representación de sus agremiados, quienes señalan que los
asuntos de índole general son gestionados por sus organizaciones empresariales,
mientras que los particulares lo son por cada empresa.
A pesar de que
no renuncian a su participación política y que dan muestras de actuar
colectivamente en momentos de crisis (mediante, por ejemplo, la Confederación
Patronal de la República Mexicana [Coparmex], el
Consejo Mexicano de Hombres de Negocio [cmhn] y el Consejo Coordinador
Empresarial [cce]), sus declaraciones en los medios de
comunicación tienden a ser más de orden técnico que político y aparece,
fundamentalmente, en la sección de negocios de los diarios La
Jornada y Reforma, según lo revelan las frecuencias
observadas por el autor en 1996.
Finalmente, en
‘Las megaempresas frente al gobierno’, Arzuaga da cuenta de la correspondencia
entre las políticas y su influencia en las megaempresas a partir de datos
empíricos; utiliza conceptos como “acción política”, “políticas públicas” y
“acción organizativa” y muestra, mediante gráficas, la distribución de las
acciones de los organismos empresariales por campo, tema y organización.
Aunque en este
pequeño apartado el análisis se limita al año 1996, en medio de las
repercusiones de la crisis, lo cierto es que los megaempresarios
mantienen el perfil de sus apariciones públicas y, además, a diferencia de los
ochenta, cuando pugnaban a favor del cambio de patrón de acumulación, critican
la gestión coyuntural. Esto se explica, dice el autor, porque los megaempresarios evitaron llevar las discusiones a terrenos
donde pudiera ser puesto en crisis el modelo neoliberal; ante esa coyuntura
vieron con mejores posibilidades adoptar un perfil técnico administrativo para
buscar salidas a la crisis sin cuestionar el patrón de acumulación. Sin
embargo, mantuvieron en el gobierno su principal fuente de incertidumbre y,
sobre todo, en las contiendas político-electorales su principal preocupación:
asegurar la continuidad del modelo.
Es pertinente
aclarar que este libro no hace una revisión específica y profunda de la
racionalidad de los megaempresarios mexicanos, sino
del ser-empresario en genérico y los límites que restringen su capacidad de
decisión.
Después de esta
aclaración, permítanseme unos comentarios finales. El texto presenta varias
virtudes para la comunidad académica, y aunque es cierto que todo trabajo tiene
límites, éstos son reconocidos por el propio autor al final, cuando menciona
que queda en deuda con una explicación más específica y profunda, así como de
una evaluación crítica de la aplicación del modelo más allá de los casos
abordados.
Aunque no es un
propósito deliberado de la investigación, no es difícil darse cuenta de que
enriquece la perspectiva de los politólogos interesados en el análisis del
sistema político, ya que en la investigación pone en entredicho la disciplina
política de los empresarios –y en general de los diversos actores políticos y
sociales– y el autoritarismo presidencial durante el siglo xx en México.
El texto aborda
diversos aspectos importantes para los estudiosos de los empresarios en la
medida que ha obviado algunos elementos para explicar su actuación al
despojarlos de su carácter contradictorio, limitado y condicionado. Arzuaga los
coloca en una dimensión justa, realista por cuanto demuestra sus limitantes,
pero no por ello sin posibilidades de elección favorable. Si se toma en cuenta
que responden a una lógica de capital ajena a su voluntad, que lo define como
el ser-empresario, que carga con la “condena perpetua” de explotar la fuerza de
trabajo, evitaremos distorsiones a la hora de analizar casos específicos. En
suma, los empresarios no son ni más ni menos autónomos para el análisis social
y político que el resto de los actores sociales.
Por el enfoque
utilizado en la primera parte, donde se habla de capitalismo, el ser-empresario
y la lógica del capital, se percibe una lectura marxista, pero el autor se
aleja de la afirmación de que el Estado sea un aliado de la burguesía
“explotadora” porque pone a su disposición el entramado jurídico y político
para ese fin. Demuestra que la relación no ha sido unilateral, con rendimientos
siempre positivos al empresariado, sino que tiene límites precisos y que, en
todo caso, el entramado institucional, jurídico y político otorga márgenes de
libertad tanto al empresario como al obrero, aunque los tiempos neoliberales
den la impresión de que la resistencia trabajadora está perdida.
Cabe decir que
los empresarios no son ‘culpables’ de la reproducción capitalista y de la
pobreza, en realidad son parte de una lógica de capital a la cual se insertan
para obtener utilidades, pero sin la cual gran parte del motor del complejo
sistema social, con sus avances y problemas, dejaría de funcionar. Quizá habría
que preguntarse si los megaempresarios sólo se
adaptan al capitalismo y a la lógica del capital, o si le imprimen un estilo
particular y crítico, y en esa medida, si es posible y viable, uno más
‘humano’.
Orlando
Espinosa
Facultad de Ciencias Políticas y
Administración Pública, uaeméx
panopticos@hotmail.com
Orlando Espinosa Santiago es maestro en sociología política por
el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y licenciado en
ciencias políticas y administración pública por la Universidad Autónoma del
Estado de México. Tiene un diplomado universitario en análisis político de la
Universidad Iberoamericana. Se desempeña como profesor de asignatura de la
Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública y de cursos en el
Diplomado sobre Cultura Política y Teorías de la Democracia de la Facultad de
Derecho, ambas de la uaeméx.
Su publicación reciente (2005) es “Sobre el desencanto de la democracia y la
reelección”, revista Apuntes Electorales del Instituto
Electoral del Estado de México,
Toluca, México, nueva época, año iv, núm.
17, pp. 97-101. Sus líneas de trabajo consisten en caciques, elites, sistema
político mexicano y democracia.