La flexibilidad laboral en la contratación colectiva en
México
Gerardo Tunal Santiago*
Abstract
This
article aims to analyze how the collective bargaining came about in the
enterprises that placed collective work contracts (cwc) at the Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (Federal Meeting of Conciliation and Arbitrage),
during the time Zedillo was President, taking as a starting point the political
speech on labor flexibility at the beginning of the eighties. Such analysis is
done from a reinterpretation, from theoretical and empiric references, of the
results obtained from the integral revision of 2,494 cwc that made the Secretaría del Trabajo y Previsión Social (Work and Social Forecast Department) from the
1994-2000 period. Somehow, because of the size of the sample used by such
dependency and the temporality reached, there is the possibility of translating
the results to assume how the policies were on labor flexibility at the time of
collective hiring that were implemented nationally during the time Zedillo was
President.
Keywords: labor flexibility, collective hiring, productive
re-structure, labor regulations, work organization.
Resumen
Este artículo
intenta analizar cómo se dio la negociación colectiva en las empresas que
depositaron contratos colectivos de trabajo (cct) en la Junta Federal de
Conciliación y Arbitraje (jfca)
durante el gobierno zedillista, tomando como punto de partida el discurso
político sobre flexibilidad laboral a partir del inicio de los años ochenta.
Dicho análisis se lleva a cabo a partir de una reinterpretación, a la luz de
referentes teóricos y empíricos, de los resultados obtenidos de la revisión
integral de 2,494 cct
que hizo la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (stps) durante el periodo
1994-2000. De alguna manera, por el tamaño de la muestra que utilizó dicha
dependencia y la temporalidad que abarca, se tiene la posibilidad de trasladar
los resultados para inferir cómo eran las políticas sobre flexibilidad laboral
en la contratación colectiva que se instrumentaron en el ámbito nacional
durante el gobierno zedillista.
Palabras clave:
flexibilidad laboral, contratación colectiva, reestructuración productiva,
regulación laboral, organización del trabajo.
*
Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey y Universidad
Nacional Autónoma de México. Correo-e: gertunsa@yahoo.com.mx
1. Introducción[1]
La incorporación
de México al proceso de globalización económica planteó nuevos objetivos de
competitividad que obligaron a éste a acelerar sus procesos de reestructuración
productiva y a buscar nuevas formas de organización y administración del
trabajo. Se trata de desarrollar un profundo proceso de cambio estructural,
orientado a recuperar la capacidad del aparato productivo mexicano como
sustento del desarrollo económico y social del país. Si bien los retos de la
modernidad económica en México se intensificaron en los primeros años de la
década de los noventa, es un hecho que éstos no comienzan en 1994 cuando se
firmó el Tratado de Libre Comercio (tlc) y se incorporó México a la Organización de
Países para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde), sino que se iniciaron a
mediados de la década de los ochenta, cuando la estrategia de crecimiento
económico planteó la necesidad de conformar un escenario macroeconómico sano y
estable que apoyara la capacidad de crecimiento productivo. El control
inflacionario, el saneamiento de las finanzas públicas y el crecimiento
sostenido de las exportaciones –con la modificación sustantiva de sus
componentes– nos dan una idea del porqué el aparato productivo mexicano se
tiene que ajustar a las nuevas condiciones de globalización económica, por
ejemplo vía la flexibilidad laboral.[2]
Particularmente se hace referencia a que el papel que deberán desempeñar los
sindicatos mexicanos tendrá que ser diferente al que rigió en el modelo de
industrialización por sustitución de importaciones en tanto que, a nivel de
discurso, éstos fueron derrotados. Su sustento está sufriendo los efectos de
los cambios en el orden internacional, es decir, éstos deberán de integrar los
cambios que la puesta en marcha del nuevo modelo de desarrollo ha desencadenado
en la economía, la sociedad y el sistema político del país (Zapata, 1995: 159).
Dicha integración requiere identificar las nuevas tareas que en términos
generales deberán estar orientadas a resolver el problema de representación de
las bases en la contratación colectiva, la recuperación del control en los
pisos de trabajo, la relación con las gerencias, el rediseño de sus discursos
políticos coherentes con las nuevas condiciones económicas y tratar de buscar
la articulación con el sistema político que asegure un grado de autonomía mayor
que la que tenían hasta los primeros años de la década de los ochenta.
Pese a los mejores esfuerzos y a la
buena voluntad de los empresarios, los sindicatos y el Estado mexicano, los
ritmos de crecimiento económico aún no se han estabilizado, aunque el reto es
todavía el planteado al inicio de los años ochenta, es decir, una tendencia de
desarrollo económico continuo. Esta expectativa depende en gran medida de la
evolución que se logre en el ámbito de las unidades productivas, las cuales
tienen la tarea de aumentar los grados de modernidad laboral para adecuarse a
la coyuntura económica actual (globalización económica, apertura comercial,
revolución microeconómica, informatización de las organizaciones, etcétera). La
adecuación de los procesos productivos a las condiciones citadas líneas arriba
ha originado ajustes en la organización del trabajo, pero es importante
mencionar que no sólo la flexibilidad laboral y la reestructuración de la
fuerza de trabajo son las únicas variables que pueden explicar la integración
de las empresas mexicanas al nuevo orden económico y social, sino que hay
aspectos en las relaciones laborales, como las formas de supervisión y control
sobre el proceso [...] de trabajo [...] las reglas informales y formales de
cómo trabajar, las jerarquías de mando, los estilos y niveles de autoridad
[...] los problemas del poder, coerción y consenso en la organización (De la
Garza, 1998:17), así como las posiciones diferenciales de los trabajadores que
en gran medida ayudan a estudiar con mayor objetividad el problema del reto de
la modernidad.
Se puede decir que el proceso de
flexibilidad laboral, así como el de globalización económica, han evidenciado
las condiciones laborales de los trabajadores mexicanos. Una de las
particularidades de la flexibilidad laboral es que ésta se presenta como una de
las consecuencias más importantes en la reorganización entre capital y trabajo,
la cual está produciendo cambios sustanciales en los mercados de trabajo. Grosso
modo, se están
gestando cambios en la estructura sectorial y ocupacional de la fuerza de
trabajo que están modificando las formas de contratación colectiva en México.
Por lo anterior, este artículo intenta examinar, a partir de un informe
presentado por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (stps), de qué manera los procesos de
flexibilidad laboral impactaron la contratación colectiva negociada durante el
gobierno zedillista y cuáles serían las principales tendencias de dicha
contratación en un largo plazo. Se advierte que las afirmaciones expresadas en
este artículo son responsabilidad de mi autoría y no reflejan la opinión de la stps.
2. Consideraciones
metodológicas sobre el informe de la stps
Es importante
recordar que las reflexiones que en este artículo se hacen provienen de los
resultados obtenidos de la revisión integral que hizo la stps entre los años 1994 y 2000
de los contratos colectivos de trabajo (cct) reportados en la Junta
Federal de Conciliación y Arbitraje (jfca) durante dicho periodo. Por lo anterior, se hace
necesario mencionar los principales criterios del marco muestral
utilizados por dicha dependencia para el análisis de los referidos contratos:
i) En el periodo 1994-2000, la jfca reportó
15,746 revisiones contractuales, en las cuales se beneficiaron a 5’362,999
trabajadores contratados bajo el régimen de contrato colectivo. Dichas
revisiones se tomaron como el universo de estudio para el análisis que se
realizó. De este universo, la stps obtuvo una muestra aleatoria irrestricta de
2,494 cct
de jurisdicción federal que incluían a 3’418,390 trabajadores;
ii) Éstos
se estratificaron de acuerdo con el número de trabajadores reportados: así, a
los contratos con menos de 101 trabajadores se les asignó el estrato
1, mientras que los
que reportaron tener entre 101 y 300 trabajadores se les clasificó en el estrato
2, y a los contratos
con más de 300 trabajadores en el estrato 3;
iii)
Asimismo, la stps
utilizó 114 variables que fueron aplicadas para cada cct, y
iv) Si
bien los cct
de las empresas analizadas fueron los principales instrumentos metodológicos
utilizados por la stps,
los reglamentos interiores de trabajo (rit), los reglamentos de las
comisiones mixtas y los convenios sobre productividad también ayudaron en
algunos casos a enriquecer los datos obtenidos en la muestra examinada, debido
a que en estos documentos, a veces suelen especificarse con mayor detalle
algunas prácticas que pudieran inducirnos a analizar con mayor objetividad los
avances en cuanto a flexibilidad laboral se refiere; no obstante, es importante
mencionar que el acceso a dichos documentos es complicado, ya que no todos se
depositan en la jfca,
ni se revisan periódicamente, como sucede con los cct.
De esta manera, los resultados que
se obtienen sobre la flexibilidad en las relaciones colectivas de trabajo
pueden estar limitados precisamente por las características de dichos cct, aunque
también pueden ser los instrumentos que nos permitan observar los avances que
se han logrado en cuanto a flexibilidad laboral se refiere.
Desafortunadamente, la stps sólo
presentó un análisis de frecuencias excesivamente descriptivo, que se quedó muy
corto al tratar de explicar el grado de flexibilidad laboral de los cct
examinados, en tanto que no se les dio un referente teórico a dichos datos ni
se realizaron explicaciones del porqué los resultados habían tenido cierto
comportamiento; tampoco se presentaron asociaciones entre las variables que
pudieran dar cuenta de cómo había sido, es y podría ser en el futuro la
contratación colectiva en México. De igual forma, los resultados que obtuvo la stps sólo
fueron utilizados para presentar informes ejecutivos sobre ramas
de actividad prioritarias,
pero nunca se realizó un análisis global sobre las 35 ramas de actividad
económica que tenía tipificadas dicha dependencia.
Por todo lo anterior, me di a la
tarea de hacer una revisión exhaustiva de los datos obtenidos por la stps, con la
finalidad de reinterpretar los resultados a través de un referente teórico y de
un análisis de asociación que permitiera observar con mayor objetividad y
amplitud dicho fenómeno. Particularmente se hizo un seccionamiento por rama de
actividad económica, entidad federativa, tamaño de empresa, central obrera y
origen del capital, que de algún modo hizo posible relacionar las variables
involucradas para ofrecer posibles explicaciones sobre algunas dimensiones
metodológicas que puedan medir el grado de flexibilidad laboral clausulado en
los cct
de las empresas examinadas por la stps, así como la posibilidad de analizar dichos
datos a la luz de la coyuntura económica y política en la que se fueron
negociando éstos, al partir de la evidencia de que no existe un solo tipo de
mercado de trabajo, sino una infinidad.
De alguna manera, por el tamaño de
muestra que utilizó dicha dependencia y la temporalidad que ésta abarca, se
tiene la posibilidad de trasladar los resultados para inferir cómo eran las
políticas sobre flexibilidad laboral en la contratación colectiva que se
implantaron en el ámbito nacional durante el gobierno zedillista.
Sin olvidar que existen otros
parámetros que miden la flexibilidad laboral, en este análisis se hace hincapié
en indicadores orientados a la aplicación de la flexibilidad numérica, la
flexibilidad funcional, la participación de los trabajadores en la organización
del trabajo, la capacitación y su bienestar.[3] Se
advierte que las aseveraciones presentadas sólo hacen referencia a la parte
formal de las empresas[4] y
por lo tanto no pueden ser extensivas a las prácticas informales llevadas a
cabo en el interior de éstas.
3. Los estudios sobre
la flexibilidad laboral
Es un hecho que
la mayoría de los estudios sobre flexibilidad laboral, no sólo en México sino
en muchos países, se han orientado a presentar investigaciones cuyo objeto de
estudio son las empresas que aparentemente tienen gran impacto en la economía.
Lo anterior ha provocado, por lo menos en México, un abuso del estudio de esa
parte de la realidad y el consecuente rezago de algunas disciplinas que han
intentado abordar dicha problemática. El nuevo orden internacional no sólo ha
cambiado a las economías, sino que ha desencadenado nuevas situaciones que
generaron nuevas formas de producir y, consecuentemente, nuevos tipos de
negociación laboral.
Si bien es cierto que todavía hace
algunos años ciertos sectores económicos se vislumbraban como la punta del
desarrollo y de la integración de México al primer mundo, también es un hecho
que la realidad ha cambiado, rebasando los supuestos que muchos científicos
sociales se habían hecho con respecto a esta situación. Los estudios de la
flexibilidad laboral de las maquiladoras, sector eléctrico, empresas dedicadas
a la elaboración de bebidas, industria azucarera, minería, ramas dedicadas a la
metalúrgica y siderúrgica, petroquímicas, industria automotriz y de autopartes,
ferrocarrileros, servicios de banca y crédito, trabajadores del transporte
aéreo, telefonistas, servicios educativos y de investigación, podrían ya no ser
tan pertinentes para la sociología del trabajo, en tanto que las formas de
trabajo que hasta hace poco se consideraban atípicas, hoy en día forman parte
de la nueva realidad en algunos países.
Luego entonces, los estudios
laborales del futuro próximo deberán estar orientados a estas nuevas realidades
en las que el trabajo asalariado va perdiendo fuerza. Si se piensa en algunos
países de América Latina, el sector informal ha crecido y se ha a convertido en la realidad laboral de la región, lo que
plantea nuevas situaciones en las que la flexibilidad laboral toma otro rumbo.[5]
Asimismo el abuso de los estudios sobre ramas
prioritarias se
convierte en un sesgo para el análisis de los fenómenos laborales en México, en
la medida en que olvida que la realidad laboral y productiva de este país no
sólo se vincula con las maquiladoras de la frontera norte, ni con la tecnología
de los servicios telefónicos, sino que hay un abanico inmenso de realidades
laborales que se ha olvidado estudiar, por ejemplo las industrias
cinematográfica, del transporte marítimo, del sector hulero, de la rama
dedicada a los hidrocarburos, cementeras, caleras, químico-farmacéutica, del
ramo de la celulosa y papel, productoras de alimentos, del sector de los aceites
y de las grasas vegetales, de las madereras, vidrieras, tabacaleras, del
transporte terrestre, de la construcción, de la asistencia médica y social, de
la radio y la televisión, y de la distribución de gas, entre otras.
También resulta importante mencionar
que muchos de los estudios sobre flexibilidad laboral, surgidos en la llamada
sociología del trabajo, han explicado el fenómeno de la flexibilidad laboral
sin darle un referente histórico y sin vincularlo seriamente con la cuestión
sindical. Muchas veces se ha tratado de trabajos que sólo pueden discutirse de
manera abstracta en la academia o entre los grupos intelectuales dedicados al
estudio de dicho fenómeno. Estas investigaciones casi nunca han planteado
soluciones que puedan traducirse en política laboral; por el contrario, han
olvidado que el fenómeno de la flexibilidad es un fenómeno de la realidad, que
si bien puede ser analizado en el ámbito de las teorías, es un hecho que no
podemos desprenderlo definitivamente del plano de lo real. Otra de las grandes
deficiencias en los estudios sobre la flexibilidad laboral radica en que se ha
cometido un exceso al analizar esta problemática desde la economía del trabajo,
cuando el problema de la flexibilidad laboral se ha gestado precisamente vía la
contratación colectiva, de manera que también se ha hecho a un lado toda esa
parte histórica sindical que contextualizó y determinó la contratación
colectiva en México. En términos generales, muchos de los estudios sobre
flexibilidad laboral, vistos desde la sociología del trabajo, no han caído en
la cuenta de que las estrategias de flexibilidad laboral dependen no sólo de
las características de cada país, sino también del tipo particular de sector
económico y de empresa que se esté analizando.
Los cambios que ha sufrido el mundo
en las últimas dos décadas se han direccionado hacia muchos niveles y éstos han
sido tan radicales que resulta una batalla perdida intentar abarcarlos a partir
de un nuevo monismo teórico. La política cambió, las economías nacionales se
globalizaron, los sistemas productivos se vincularon a la tecnología, los
mercados de trabajo son otros, la organización del trabajo reconoce nuevas
realidades laborales, la fuerza de trabajo es otra, las relaciones laborales se
negocian de manera distinta, los sistemas de relaciones industriales toman otro
rumbo, los pactos corporativos se están fracturando, la identidad de los
trabajadores en sus lugares de trabajo es otra, las organizaciones clasistas
están cambiando, las subjetividades laborales son distintas, y el fantasma de
la flexibilidad laboral comienza a esparcirse en los pisos de trabajo. Grosso
modo, los paradigmas
teóricos que dominaron casi todo el siglo xx han dejado de ser pertinentes.
Se habla entonces no de una simple crisis económica, sino de todo un proceso de
transformación que para su explicación requiere de una perspectiva integral de
todas las ciencias de lo social.
Ahora los cambios en la organización
del trabajo ya no pueden ser analizados partiendo del monismo de una función de
producción determinada por variables económicas, sino del supuesto de que la
producción implica una relación social que no sólo abarca los pisos de trabajo,
sino que afecta la organización social en su conjunto y produce cambios
sociales que van desde la identidad de los actores sociales hasta las políticas
de tipo gubernamental. De alguna forma, es hasta con las perspectivas japonesas
del management
cuando se reconoce
que el punto de análisis implica la trayectoria de los costos hasta la
participación y el involucramiento de los trabajadores en el proceso de
trabajo, utilizando la ecuación de calidad
total, justo a tiempo y consenso.
Indudablemente hasta los primeros
años de la década de los ochenta la discusión teórica que daba cuenta de la
realidad latinoamericana era muy amplia en tanto que incluía conceptos que
vinculaban los aspectos políticos, económicos y sociales. Se hablaba, por
ejemplo, de formación socioeconómica, industrialización sustitutiva, relación
del desarrollo vs. subdesarrollo, clases sociales,
patrón de acumulación, economía, Estado, etcétera. Pero es también un hecho que
a partir de la crisis del modelo de sustitución de importaciones, dicho
pensamiento también entró en crisis, de manera que éste no encontró acomodo en
las condiciones que se estaban presentando en el mundo y provocó una ruptura
histórica de las ciencias de lo social, la cual se produjo en pro de
perspectivas reduccionistas que argumentaban que la parte cultural no tenía un
vínculo estrecho con la cuestión política, de tal forma que dichas
teorizaciones de la realidad suponían que el mercado subsume a la sociedad y a
la política asintóticamente y las variables no económicas aparecen a lo sumo
como parte de un residuo impreciso por las dificultades de matematizarlas (De la
Garza, 1999: 3). Indudablemente es un hecho que en otras coyunturas el monismo
reduccionista de la teoría no tuvo mucha aceptación, sino que por el contrario
se pensaba en explicaciones diversificadas que coexistían con otras visiones
más culturalistas (toyotismo,[6]
especialización flexible, segmentacionismo, regulacionismo, lean production, etcétera).
Por lo anterior los estudios
actuales de la flexibilidad laboral, si bien no deberán obviar que la
contratación colectiva implica una optimización de costos, tampoco deberían
obviar que no hay una interacción social, de tal suerte que los conceptos que
involucren a la cultura en un sentido amplio deberán utilizarse con mayor
frecuencia para explicar el fenómeno de la flexibilidad laboral en la
contratación colectiva (competitividad empresarial, relaciones inmediatas de
las empresas con su entorno, tecnología, relaciones laborales, características
de la fuerza de trabajo, productividad, calidad y política, entre otras).
4. La flexibilidad
laboral en México
Al finalizar el fordismo[7]
como paradigma dominante del capitalismo contemporáneo, los sistemas de
relaciones industriales se vieron en la necesidad de buscar e implantar nuevas
estrategias productivas que hicieran frente a la nueva coyuntura económica que
se estaba gestando en el orden internacional. En el terreno de la producción,
la dinámica de la flexibilidad empezó a sustituir a las economías de escala; en
el terreno de la regulación estatal, las políticas de control monetario
limitaron la aplicación del gasto presupuestal como instrumento de estímulo al
consumo, en medio de un desdoblamiento generalizado en la producción de bienes
colectivos y servicios; en cuanto al consumo, comenzó a presentarse una rápida
diversificación de los mercados que en consecuencia motivó la innovación en el
diseño de productos y la variedad, tanto en la producción en serie como en la
de pequeños lotes.
De alguna forma resulta interesante
plantearse si los modelos de organización del trabajo se dirigen hacia la
flexibilidad (posfordismo,[8] lean
production,
especialización flexible), o si siguen la trayectoria de la lógica de etapas y
funcionalidades propias de los modelos teóricos de corte regulacionista
(taylorismo,[9] fordismo,
etcétera). Aquí es importante hacer un alto para aclarar que, pese a lo que
argumentan los modelos funcionalistas, la discontinuidad, contradicción y
disfuncionalidad no siempre significan anormalidad. Se estaría más de acuerdo
con los paradigmas no funcionalistas que plantean que las estructuras son coerciones
no determinantes sobre los actores sociales, de tal modo que las respuestas de
la realidad están sustentadas sí por dichas estructuras, pero también por la
interacción social que se da al interior de éstas. Obviamente que lo anterior
nos conduce a pensar en procesos en los que no solamente están involucrados
factores productivos mundiales y racionalidades universales que explican el
ocaso del taylorismo y del fordismo, sino en la
noción de contexto y de convergencia de organizaciones de trabajo que coexisten
de forma diferenciada.
En este contexto de globalización
económica, México tuvo que buscar también nuevas salidas que hicieran frente a
la crisis del patrón llamado de sustitución de importaciones que se evidenció
en los años de 1982[10] y
1995. Frente a este nuevo panorama, en México se hacía necesaria una
reestructuración económica que se sustentara en una flexibilidad
consensuada del tipo
de los modelos toyotistas y en la cual se involucrara
al Estado, las cúpulas sindicales, las gerencias y en gran medida a los
trabajadores (Castilla y Torres, 1999). Las opciones no eran muchas ya que los
modelos económicos emergentes y con mayores posibilidades tenían que ver con
los paradigmas productivos implantados en y para los países del primer mundo. A
este respecto W. Gunter Remmling argumenta que los
paradigmas teóricos del mundo occidental se presentan como universales, pero
que en la realidad fueron, a pesar de su aspiración expresa, mucho menos
universales de lo que habitualmente se supone (Remmling,
1990: 69), en tanto que el mundo actual se caracteriza por realidades
fragmentadas, en donde no es posible establecer racionalidades universales. De
igual manera se puede plantear que muchas de las discusiones teóricas actuales
sobre la organización del trabajo llevan implícitos elementos utópicos que han
implicado el dominio de éstas, en tanto que se presentaron como una opción a
los modelos de acumulación taylorista y fordista, aunque realmente se trataba de etapas incipientes
que tuvieron la posibilidad de extensión y profundización a través de la
concientización de las gerencias y de los trabajadores.
Es así como los sistemas de
relaciones industriales en México empezaron a contemplar la nueva cultura
laboral que propagaba el toyotismo, el fujitsuismo, el posfordismo. Esta
referencia conceptual responde precisamente a que en México la coyuntura
económica, política y social es distinta a la de las naciones industrializadas
y por lo tanto la discusión en torno a la organización del trabajo tiene que
adecuar algunos elementos de dichos paradigmas que en el plano de lo real sean
aplicables y explicables de las empresas mexicanas. Se trata no sólo de rebasar
los reduccionismos teóricos desde las experiencias de los países
industrializados, sino también de la producción de paradigmas teóricos y
políticas laborales concretas que sean pertinentes para los contextos en los
que dicho fenómeno esté surgiendo o se esté implantando. El proceso no ha sido
fácil y no sólo por la resistencia de los actores sociales involucrados, sino
por las características propias de la coyuntura actual que se vive en México.
Frente a la situación anterior, México ha tratado de implantar un toyotismo a la
mexicana o una flexibilidad
primitiva (De la
Garza 1999; Bouzas y De la Garza, 1999) proceso en el
que uno de los retos principales es flexibilizar los procesos de trabajo y
revalorizar el trabajo a través de la presencia de equipos de producción con
participación activa de los trabajadores y del sindicato en el incremento de la
productividad y el pago de ésta (Castilla y Torres, 1999: 586).
5. La contratación
colectiva en las empresas mexicanas
El análisis de la
flexibilidad de las condiciones generales de trabajo presenta algunas
limitaciones producto de las características del desarrollo de las relaciones
de trabajo colectivas en México de modo que:
i) La contratación colectiva se
refiere a convenios que realizan trabajadores y empresarios para legitimar
relaciones de trabajo del personal sindicalizado y que el cct es el documento legal en
donde se estipulan, como mínimo, las condiciones laborales que garantiza el
Artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo (lft) y puede ser independiente a
otro tipo de convenios;
ii) Las
relaciones colectivas de trabajo en México han estado sustentadas en la
representación corporativa de obreros y empresarios, cuyas cúpulas pactan de
manera general las condiciones obrero-patronales de una gran diversidad de
actividades económicas como si la firma de estos pactos sólo fuera un requisito
legal o administrativo, por lo que en ocasiones no correspondan a la
especificidad de una empresa en particular;
iii) Si
bien en la mayoría de los cct
hay una gran ausencia de especificaciones, por omisión se sugiere que podría
existir un margen grande de unilateralidad por parte de las gerencias para
decidir sobre los cambios en las condiciones generales de trabajo. Aquí es
pertinente recordar el argumento que hace Enrique de la Garza en cuanto a que
las tendencias a obedecer las instrucciones de los líderes sindicales ha
obstruido la participación de las bases en la organización del trabajo;
obviamente lo anterior ha sido avalado por las gerencias y ha provocado
decisiones unilaterales en cuanto a los cambios en los procesos de trabajo;
iv)
Tradicionalmente los cct
se concentran en cláusulas sobre salarios, prestaciones y en acuerdos sobre la
jornada de trabajo, con lo que quedan poco reglamentados los aspectos que
tienen que ver con la organización del trabajo, y
v) El cct es el único acuerdo de
negociación colectiva que puede invocarse para que estalle una huelga.
Como un intento
de darle fin a la crisis productiva iniciada a mediados de la década de los
años sesenta, los sistemas de relaciones industriales propusieron algunas
formas de organización productiva que flexibilizarían, entre otras cosas, las
condiciones generales de trabajo. De una u otra forma dichas propuestas
incluían la necesidad de que los empresarios tuvieran la capacidad de
contratar, despedir y reubicar mano de obra, así como de hacer partícipe a ésta
en los cambios de los procesos de trabajo. Casi al finalizar el siglo xx la
organización productiva del trabajo, junto con otros factores, se convirtió en
un aspecto esencial para señalar la eficiencia productiva de las empresas.
Particularmente la flexibilidad numérica y funcional, así como la firma de
pactos bilaterales entre empresarios y sindicatos para tomar decisiones en la
organización del trabajo, se convirtió en el eje para analizar la capacidad que
tienen las empresas para flexibilizar sus condiciones generales de trabajo. En
términos generales se trataba de una nueva forma de organización productiva que
tendería a la flexibilización y/o desregulación laboral.
Antes de hablar de este tipo
particular de flexibilidad, se hace necesario mencionar que “[...] la
flexibilidad del trabajo [...] es entendida como [...] la capacidad [...] que
tiene [...] la gerencia de ajustar el empleo, el uso de la fuerza de trabajo en
el proceso productivo y el salario a las condiciones cambiantes de la producción”
(Bouzas y De la Garza, 1999: 44). Asimismo, este
concepto hace referencia al conjunto de dispositivos puestos en práctica por
una organización productiva que responde a la creciente variabilidad de
productos, mercados, diversificación de los procesos de producción y de las
relaciones laborales (Trouve, 1989). Desde la década
de los años ochenta la noción de flexibilidad se convirtió en la palabra clave
para comprender los cambios que se estaban gestando en las relaciones
laborales. Al concepto anterior se le vinculó con:
i) La tecnología reprogramable;
ii) Las
nuevas formas de organización del trabajo que le darían salida al desgaste de
los modelos taylorista y fordista;
iii) La
precariedad en los empleos;
iv) Las
transformaciones de los sistemas de seguridad social, de la contratación
colectiva y de las leyes laborales, y
v)
La ruptura de los pactos corporativos en el ámbito estatal.
Por lo anterior,
resulta importante aseverar que la noción de flexibilidad laboral no tiene un
significado único, debido a que en México las formas y contenidos de ésta
tienen que ver con las diferentes estrategias empresariales de modernización, y
de ahí que se hable de flexibilidad numérica, funcional o salarial. Entonces la
flexibilidad laboral no es un simple asunto de técnica económica o
administrativa, es sobre todo una materia político-sindical y, por tanto, no
sigue caminos lineales, depende de relaciones de fuerzas, de concepciones, de
capacidad de negociación y de propuestas, a pesar del discurso dominante que
deslegitima la presentación de alternativas y considera como algo natural a la
flexibilidad (Bouzas y De la Garza, 1999: 77-78).
La flexibilidad numérica de
personal, entendida como el incremento de la cuota de capital variable
movilizado en el proceso productivo –no sólo por la tecnificación de éste, sino
también por una mejor organización del mismo– expresa la capacidad de la
empresa para modificar la plantilla de trabajadores en función de las
variaciones de la demanda externa de sus productos (González, 1999: 349). Así
también, la flexibilidad numérica es un indicador que nos ayuda a entender la
capacidad que muestran las empresas para adecuar sus condiciones generales de
trabajo al proceso de modernidad productiva. Las variables utilizadas para medir
el indicador que ahora nos ocupa fueron las siguientes: el ingreso de nuevos
trabajadores, la separación de éstos de sus centros de trabajo, el tiempo de
trabajo y la contratación de trabajo eventual o de mano de obra para trabajos
fuera de la operación normal. De los cct examinados se puede observar lo siguiente:
i) Pese a que el ingreso de nuevos
trabajadores es una decisión bilateral entre empresa y sindicato (80.97%) y el
periodo de prueba para dichos trabajadores es una constante (61.69%), la evaluación
del trabajador de nuevo ingreso en el periodo de prueba es todavía una decisión
unilateral (89.73%);
ii) Las
horas de trabajo por semana siguen estando por arriba de las 45 horas (80.34%),
mientras que la duración de las jornadas diurna, nocturna y mixta se ubican por
arriba de las 40, 35 y 37.5 (98.63%, 99.17%, 98.75%, respectivamente);
iii) El
número de turnos en operación sigue estando por debajo de 4 (95.24%);
iv) En
promedio los días de vacaciones al año de labores se ubican por debajo de los 9
días (77.97%), y
v) Pese a que la propuesta de
candidatos para contratar personal eventual o temporal, en un gran porcentaje
es producto de una decisión bilateral, ya sea de la gerencia o del sindicato
(86.63%), la contratación de algún trabajo especial no es una decisión en la
que se consulte a los sindicatos (34.24%) o en el peor de los casos, ni si
quiera existe esta posibilidad (56.95%).
De manera más
explícita se puede observar que la propuesta de personal por parte de los
sindicatos para este tipo de trabajos es casi nula (77.95%). En los cct examinados
se observa un incremento de la flexibilidad numérica de 6.78 puntos
porcentuales a una tasa media de crecimiento anual (tmca) de 2.56%, lo cual podría
reflejar que el avance de los contratos analizados aún es lento. Lo anterior
puede reforzarse con los datos obtenidos al hacer un seccionamiento por ramas
de actividad económica en el que se observa que 17 de éstas obtuvieron una
flexibilidad numérica promedio menor a la media general. Indudablemente existen
muchas ramas económicas que muestran excesiva rigidez y en consecuencia rezago
en sus procesos de contratación de mano de obra; tal es el caso de las empresas
dedicadas a la industria de aceites y grasas vegetales,
transporte terrestre
y cementera,
que en alguna forma están impactando fuertemente a la media general en este
rubro. Al examinar la flexibilidad numérica del personal clasificada por
estrato de trabajadores, se observó el siguiente comportamiento: el 69.49% de
los contratos (los de los estratos 2 y 3) reportaron una flexibilidad numérica
promedio mayor a la media general, mientras que las empresas clasificadas en el
estrato 1
(30.51%) están por abajo de la media, en 6.02 y 8.80 puntos porcentuales.
Lo resultados anteriores nos indican
que el contenido de los cct
y rit
examinados, no contemplan en su mayoría suficientes cláusulas que permitan
medir o indicar que se están aplicando políticas orientadas a poner en práctica
la flexibilidad numérica de sus trabajadores, de modo que se puede sugerir que
la flexibilidad numérica del personal amparado por dichas negociaciones aún no
es una política que estén instrumentando los empresarios de manera generalizada
en los centros de trabajo.[11]
Posiblemente se pueda sugerir que la resistencia de los trabajadores
aglutinados en centrales obreras fuertes no ha permitido lo anterior, ya que
para éstos la flexibilidad numérica podría significar vulnerabilidad en sus
puestos de trabajo.
Otro de los indicadores que sirve
para medir el grado de flexibilidad en las condiciones generales de trabajo es
la llamada flexibilidad funcional de personal, la cual nos señala el uso
flexible de la fuerza de trabajo dentro de los procesos productivos, lo que
implica generalmente un trabajador polivalente,[12]
así como el establecimiento de movilidad interna entre los puestos de trabajo,
departamentos, adscripción, turnos y horarios, entre otras. La flexibilidad
funcional se refiere a la capacidad de la empresa para modificar la estructura
de puestos de trabajo y reasignar las tareas de los trabajadores en función del
cambio tecnológico (González, 1999: 349). Las principales variables que se
utilizan para entender este indicador tienen que ver con la promoción a puestos
de trabajo superiores, los cambios de puestos y funciones, las modificaciones
de horarios o días de trabajo y los sistemas de trabajo o maquinaria.
En el periodo analizado, el
indicador que se está examinando presentó un incremento de 2.10 puntos
porcentuales que equivalen a una tmca de 0.81 por ciento. El dato anterior se debe a
que la flexibilidad funcional promedio para 1996 cayó 6.53 puntos porcentuales
con respecto al dato anual de 1995. De igual forma, para 1997 la flexibilidad
funcional promedio todavía fue inferior a los niveles de 1994 y 1995. Los
resultados anteriores nos podrían dar evidencia para suponer que la
flexibilidad funcional de personal es todavía una tarea difícil con la que se
enfrentan las empresas observadas. Por ramas de actividad se puede ver que poco
más de la mitad de éstas (58.62%) obtuvieron una flexibilidad funcional
superior a la media. Los datos anteriores podrían indicar que algunas ramas de
actividad económica que tuvieron un alto índice de flexibilidad funcional[13]
producen resultados favorables en este rubro. En cuanto al tamaño de las
empresas, se observa que sólo los contratos con más de 300 trabajadores rebasan
la media general de flexibilidad funcional obtenida. Probablemente las empresas
clasificadas en el estrato 1 y 2 no cuentan con trabajadores
polivalentes y la movilidad en el interior de éstas podría estar muy
restringida. Una vista más detallada de este fenómeno se refleja en los
siguientes datos:
i) De los contratos examinados que
presentan cláusulas sobre quién toma la decisión para ascender a los
trabajadores a puestos superiores, 51.41% indica que se trata de una decisión
bilateral. La promoción de los trabajadores a puestos superiores no es todavía
un proceso integral, ya que los indicadores que permiten observar la medida en
que los contratos colectivos incluyen aplicación de políticas de flexibilidad
funcional aún presentan niveles bajos:[14]
la competencia (35.59%), el desempeño (20.00%), la capacitación (38.64%), la
participación (0.68%), el sentido de responsabilidad (7.80%), los periodos de
prueba (28.81%) y la puntualidad (7.46%);
ii) A
pesar del avance que han mostrado las empresas examinadas en la polivalencia de
sus trabajadores (72.54%), la decisión para que el trabajador desempeñe otras
tareas o puestos distintos a los habituales alcanzó para los años examinados un
nivel muy bajo (25.85%);
iii) Los
cambios de horario o días de trabajo es aún una decisión unilateral en la
mayoría de los cct
que se analizaron (70.37%);
iv) Los
cambios en los sistemas de trabajo o maquinaria se deciden de manera unilateral
(73.26%), y
v) La prevención de despidos debido
a cambios en los sistemas de trabajo o maquinaria en pocos casos contempla un
sistema que implique primero la indemnización de los trabajadores y luego la
reubicación de éstos (18.06%).
A modo de
conclusión, se puede decir que la flexibilidad en el uso de la fuerza de
trabajo no ha adoptado las formas típicas de la llamada flexibilidad funcional
de personal; es decir, la flexibilidad en la aplicación de las sanciones, la
movilidad interna, las multihabilidades (polivalencia)
y la eliminación del escalafón ciego.
La flexibilidad en las condiciones
de trabajo (numérica y funcional) podría entenderse como sistema de relaciones
industriales, en la medida en que se está hablando de los valores básicos, las
leyes, las instituciones y las prácticas organizacionales que rigen el empleo (Dunlop, 1978), o bien la manera en que los trabajadores
participan en la organización de la empresa. Como acertadamente manejan algunos
especialistas en la materia, específicamente se trata de la participación de
los trabajadores en el diseño del proceso, la división del trabajo y la forma
de asignación de tareas, la capacitación, las funciones de los puestos, la
estructura jerárquica, los grupos informales de trabajo, las relaciones interpersonales
dentro del trabajo, los conflictos entre obreros y de éstos con los mandos
medios y la negociación colectiva formal e informal en los centros de trabajo,
en cuanto a la interpretación de las normas laborales y la incertidumbre de los
trabajadores.
Las principales variables que se
utilizaron para tener una visión objetiva del indicador que ahora nos ocupa
fueron: la participación del trabajador en el desarrollo de la empresa, los
acuerdos explícitos de modernidad productiva y las nuevas formas de relación
sindicato-empresa. Los datos obtenidos en la muestra analizada nos dan
suficiente evidencia para asegurar que la participación de los trabajadores en
la organización de la empresa es un rubro que lejos de avanzar, va rezagándose.
Para 1994 y 2000, dicho indicador
presentó una reducción de 7.03 puntos porcentuales, los cuales equivalen a una tmca negativa
de 6.30 por ciento. Por rama de actividad económica, se puede observar una
situación semejante, ya que para los años examinados 51.72% de dichas ramas se
ubicaron por debajo de la media general de participación de los trabajadores en
la organización del trabajo. Los datos anteriores sugieren que pese a que las
empresas han mostrado disponibilidad para modernizar la organización
productiva, todavía un gran porcentaje de éstas no han signado pactos
bilaterales con los sindicatos en los que se contemple la participación de los
trabajadores en los procesos de trabajo. Es importante reconocer que por tamaño
de empresa, las clasificadas en el estrato 1 se ubicaron por debajo del promedio
general, y las empresas grandes y medianas fueron las únicas en superar dicho
promedio. Tentativamente se podría suponer que los cct de las empresas del estrato
3 fueron firmados en
su mayoría por sindicatos aglutinados en centrales obreras de fuerte
impacto,[15]
amén de que dichas empresas tienen ciclos de vida más largos.
Al realizar un examen más riguroso,
podemos observar que la mayoría de los cct analizados no presentan
cláusulas que hagan referencia a la existencia de comisiones mixtas de
participación de utilidades (71.19%), del cuadro general de antigüedad
(63.73%), de consulta de la comisión nacional de salarios mínimos (98.99%),
departamentales (98.99%), de patrimonio de vivienda (98.99%), de fomento
deportivo (98.97%), de tabuladores de salarios (97.98%) y otro tipo de
comisiones (81.82%). En la mayoría de los cct analizados no se contemplan
sistemas participativos entre empresa y sindicato para discutir la organización
del trabajo (98.31%) y para premiar la participación y/o creatividad de los
trabajadores (98.98%). En cuanto a los cct que no contienen dichas
cláusulas, se observa que en la mayoría de éstos no se menciona como prevención
(99.66%) ni como objetivo (100%) la creación de dichas precisiones. Asimismo,
la existencia de convenios de modernidad entre trabajadores y empresa es casi
nula en algunos aspectos: productividad (18.98%), incremento de la calidad
(9.15%), círculos de control de calidad (0.68%), cargas de trabajo (0.68%),
prevención de accidentes (3.05%), trabajo en equipo (0.68%) y desperdicio de
materiales (5.42%). Asimismo sólo 12 empresas
que no han firmado este tipo de convenios, los mencionan como objetivos futuros
a cumplir.
Es un hecho que la participación de
los trabajadores en la organización productiva no ha mostrado grandes avances
en nuestro país debido posiblemente a que los pactos entre los sindicatos y las
empresas se han caracterizado por ser meramente defensivos o de
la circulación, pues
sólo se ocupan de la vigilancia de las condiciones de trabajo que pudieran
perjudicar a sus agremiados y no plantean propuestas o alternativas de cómo
participar en los cambios tecnológicos gestados desde el interior de las
empresas,[16] amén de que en el proceso
de modernización de las condiciones generales de trabajo quedan excluidos los
trabajadores. Lo anterior se deriva de que una parte mínima de los cct examinados
(4.07%) refleja que las funciones de los sindicatos estén relacionadas con el
logro de cambios favorables en la organización del trabajo, con la
flexibilización de éste, el establecimiento de las nuevas condiciones de
trabajo y la realización de estudios para fijar los estándares de producción.
De igual manera ninguno de los cct examinados menciona la prevención de funciones ni
el tipo de éstas que puede llevar a cabo el sindicato en cuanto a tratar de
lograr cambios deseables en la organización del trabajo. De 1994 a 2000 el
nivel de organización productiva, de acuerdo con la muestra de cct, registró
una disminución en 1996 de 5.46 puntos porcentuales con respecto a 1995, con lo
que se obtiene una tmca
de 0.29 por ciento. Es un hecho que la participación de los trabajadores en la
organización productiva ha sido menor que la flexibilidad numérica y la
flexibilidad funcional. Lo anterior podría deberse a que los cambios acordados
por las partes en las cláusulas de los cct examinados buscan en general
reducir la participación de los sindicatos en cuanto a regulación del contrato,
decisiones sobre productividad y calidad; de manera que dicha regulación tiende
a la unilateralidad, además de que la flexibilidad laboral deja de tener
consenso y la participación de los trabajadores y el involucramiento de los
sindicatos se aleja de las decisiones en cuanto se refiere a productividad y
calidad en el trabajo.
El grado de organización productiva
por rama de actividad económica presenta un comportamiento muy similar al
expuesto anteriormente, es decir, sólo 15 ramas de actividad superaron a la
media general de organización productiva. Las ramas que obtuvieron el mayor
índice de organización productiva fueron: eléctrica, calera, cinematográfica,
maderera y vidriera. Lo anterior podría deberse a que estamos hablando de
sectores económicamente fuertes en cuanto a inversión de capital variable y que
cuentan con grandes inversiones de capital fijo (nacional y/o extranjero), lo
que da la posibilidad de poner en práctica programas de reorganización del
proceso de trabajo y de la mano de obra sin mermar dicho capital. Asimismo, se
trata de empresas cuyo giro comercial está estrechamente vinculado con el uso
de nuevas tecnologías para la creación de sus productos y/o servicios. De
alguna forma la aseveración anterior nos podría conducir a pensar que, por lo
menos algunas empresas grandes, se están incorporando al proceso de
flexibilización de las condiciones generales de trabajo que desde la crisis de
1982 vienen implantando los sistemas de relaciones industriales.
En cuanto a los recursos humanos,
podemos decir que no sólo son entendidos como el esfuerzo o la actividad
humana, sino también comprende los conocimientos, experiencias, motivaciones,
intereses personales, aptitudes, actitudes, habilidades, potencialidades y
salud de la mano de obra. La modernización de los sistemas de recursos humanos
no sólo beneficia a los empresarios, sino que también da a los trabajadores la
capacidad para incrementar sus competencias laborales en la medida en que
adquieran mejores atributos para poder competir en el mercado laboral. Así,
para evaluar esta dimensión nos debemos remitir a la capacitación y al
bienestar de los trabajadores, porque estos indicadores permiten a la empresa
crear sistemas de producción más competitivos en los mercados nacionales e
internacionales, y a los trabajadores la posibilidad de elevar su
productividad, y por ende su nivel de vida.
La propuesta de la modernización
productiva encuentra su punto más álgido en la flexibilización del trabajo y en
la automatización, con las cuales la actividad empresarial en las áreas de
planeación, producción, investigación y administración quedan simplificadas.
Dicha modernización productiva altera también las demandas de educación
profesional y técnica, de ahí que actualmente las empresas requieran de
técnicos y trabajadores polifuncionales competentes
en amplios campos o especialidades (García, 1995; 17) que engranen con las
nuevas formas de producir. El acceso a estas habilidades puede ser obtenido a
través de la introducción de programas de capacitación que conviertan al trabajador
tradicional en un trabajador
polivalente que sea
capaz de desempeñar de manera óptima las tareas asignadas. Indudablemente la
capacitación se ha convertido en la panacea de la flexibilidad de las
condiciones generales de trabajo, en tanto que permite eliminar o disminuir la
parcelación del trabajo, la desmotivación, el sabotaje, el exceso de desechos y
productos defectuosos, disminuir costos y elevar la productividad. Las
variables que se utilizan para medir este indicador tienen que ver con:
i) La incorporación de cursos de
adiestramiento y readiestramiento de la mano de obra de nuevo ingreso y en
activo;
ii) La
extensión de los programas de capacitación y la vinculación de éstos con
sistemas de promoción a puestos superiores;
iii) Un
sistema de rotación de puestos de trabajo;
iv) Los
incentivos por la disposición de los trabajadores a capacitarse, y
v) La creación de un sistema
integral y permanente de capacitación en los centros de trabajo.
Los datos obtenidos del informe de
la stps
nos permiten observar que la capacitación es un indicador que presentó un
avance de 18.02 puntos porcentuales entre 1994 y 2000, a una tmca de 6.33%.
Por rama de actividad económica, 10 de ellas rebasaron la media general. En
cuanto al tipo de estrato, se puede ver que son las empresas medianas y grandes
las que están incorporando programas de flexibilidad en cuanto a capacitación
se refiere. En la mayoría de los cct examinados se mencionan cláusulas que hagan
referencia:
i) A la capacitación de los
trabajadores en 98.98%;
ii) Cursos
de adiestramiento para los trabajadores de nuevo ingreso en 96.04%;
iii)
Cursos de readiestramiento de la mano de obra en activo en 96.21%;
iv) Cursos
de capacitación para la promoción de puestos superiores en 96.13%, y
v) Extensión de los cursos de
capacitación a todas las áreas en 97.83%.
En términos
generales, se puede plantear que la mayoría de las empresas examinadas depositó
en la jfca
revisiones contractuales en donde la capacitación aparece como un requisito
legal que estipula la lft
y que obviamente tiene carácter de obligatoriedad, de ahí que la mayoría de
dichas empresas no estipulen en sus cct cláusulas que permitan observar al 100% prácticas
de modernidad en las condiciones de trabajo o que hagan referencia a la
capacitación (por ejemplo, el otorgamiento de incentivos a los trabajadores por
participar en los cursos de capacitación, sistemas instituidos de rotación de
puestos para el aprendizaje de diferentes tareas, mención de objetivos para la
creación de dicho sistema, prevención de la capacitación formal, sistemas integrales
de capacitación permanente, etcétera).
En cuanto al bienestar social de los
trabajadores, se puede decir que se trata de un indicador que también permite
analizar los recursos humanos con los que cuentan las empresas. Este rubro hace
referencia al conjunto de elementos que están relacionados con el propósito de
mejorar la retribución del factor trabajo y que, en gran medida, tienden a
mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores. Las variables que permiten
medir este indicador están referidas, por un lado, a los riesgos que asumen los
trabajadores en el proceso de trabajo y a las compensaciones que obtienen éstos
por asumir tales riesgos, y por otro, a las prestaciones y remuneraciones que
recibe la mano de obra por la venta de su fuerza de trabajo. Los resultados que
obtuvo la stps
nos dan evidencia para suponer que el bienestar de los trabajadores es un tema
sobre el que han insistido muchas empresas, es decir, que en la contratación
colectiva se observan casi siempre cláusulas que reconocen que la salud es un
recurso con que cuentan los miembros de la organización y que no sólo se
refiere a la ausencia de enfermedad, sino además a un estado completo de
bienestar físico, mental y laboral, aunque hay que mencionar que el monto
asignado a estas prestaciones aún es bajo.
La afirmación anterior puede
sustentarse en los resultados que se obtuvieron en este rubro. El crecimiento
del bienestar de los trabajadores entre 1994 y 2000 alcanzó 10.97 puntos
porcentuales a una tmca
de 3.94% y en donde 15 ramas de actividad superaron la media general. En cuanto
al tamaño de empresa, los resultados siguen indicando que las empresas medianas
y grandes son las que en sus cct
estipulan cláusulas que hacen referencia a programas integrales de bienestar
social para sus trabajadores. De los resultados obtenidos de los cct
muestreados se puede observar lo siguiente:
i) La mayoría de las empresas
menciona políticas de prevención para abatir los riesgos de trabajo (95.93%), y
otorga equipo de seguridad a los trabajadores (65.76%); en cambio, no se hace
referencia a la existencia de un sistema para abatir dichos riesgos (100.00%);
ii) Sólo
en pocos casos excede a lo estipulado en la lft: los días otorgados a los
trabajadores por concepto de vacaciones al primer año de labores (42.03%), los
beneficios que reciben los familiares de un trabajador en caso de que éste
fallezca (22.37%), el pago de las incapacidades permanentes totales (4.75%) y
temporales (1.02%), aunque es importante reconocer que para el caso de los días
otorgados por aguinaldo en la mayoría de los contratos se observa que dichos
días superan lo que se estipula en la ley (79.32%);
iii) La
ayuda para renta de casa (4.41%), ayuda para becas (34.24%), transporte
(27.12%), servicios médicos especiales (24.75%), ayuda para comprar lo que la
empresa produce (7.46%), préstamos (23.39%), y el fondo adicional para la
jubilación (8.81%) todavía son poco significativos en cuanto a las condiciones
de trabajo que hacen referencia al mejoramiento del bienestar de los trabajadores;
iv) La
puesta en marcha de sistemas de remuneraciones adicionales al salario ligado al
cumplimiento de metas que tengan que ver con la producción y/o servicio
(29.83%), calidad (4.41%), capacitación (1.69%), el nivel de ventas (4.07%),
utilidades (8.81%), puntualidad (36.95%), asistencia (40.68%) y con alguna
comisión (8.81%) no es una tarea prioritaria;
v) El salario diario menor aún es
igual o menor a dos salarios mínimos (88.82%);
vi) El número de niveles salariales
existentes en los tabuladores de los cct sigue estando por debajo de 10 (56.61%) y el
número de categorías de puestos de trabajo existentes en éstos es menor de 21
(71.53%), y
vii) El
salario diario mayor y la media salarial diaria están por debajo de los seis
salarios mínimos (80.34% y 94.92%).
Esta dimensión
metodológica presentó resultados más alentadores que los que hacen referencia a
la organización productiva. En el periodo de 1994 a 2000, la dimensión
denominada recursos humanos creció 14.49 puntos porcentuales a una tmca de 5.15%.
Por tamaño de empresa, sólo las que tienen más de 100 trabajadores rebasaron la
media general. Por rama de actividad económica, 12 de éstas rebasaron la media
salarial promedio correspondiente. Es un hecho que estamos hablando de ramas de
actividad sin fuertes rezagos económicos y que su giro comercial está
estrechamente vinculado con el uso de nuevas tecnologías para la creación de
sus productos y/o servicios.[17]
6. Conclusiones
Al realizar un
balance final es posible decir que si bien existen algunas áreas en las que las
empresas examinadas han puesto a funcionar sistemas para la modernización de
sus procesos de trabajo, también es cierto que a la mayoría de éstas les falta
mucho camino por andar. Políticas que contengan como objetivos la flexibilidad
numérica, funcional, participación de los trabajadores en la organización
productiva y capacitación de éstos, casi no están estipuladas en las cláusulas
que componen los cct
analizados. Es evidente que las decisiones bilaterales entre el sindicato y la
empresa se notan más en el bienestar de los trabajadores, de ahí que el proceso
de flexibilización de las condiciones generales de trabajo, al menos en las
empresas observadas, aún sea lento.
Se puede decir que en el periodo de
1994 a 2000 el grado de flexibilidad en las condiciones generales de trabajo
creció apenas 6.17 puntos porcentuales, lo que equivale a una tmca de 2.57%.
Es claro que la flexibilización de las condiciones generales de trabajo es casi
exclusiva de las empresas que:
i) Cuentan con un gran número de trabajadores;
ii) Su giro
comercial está ligado a la instrumentación e innovación tecnológica[18]
(telefonía, educación, transporte aéreo, metalúrgica, siderúrgica,
petroquímica, automotriz y banca);
iii) Cuentan con
grandes niveles de capital;
iv) Con inversiones
de origen extranjero;
v) Territorialmente se ubican en las entidades federativas más
industrializadas (Distrito Federal, Guadalajara, Monterrey, Sonora, Tijuana y
Puebla);
vi) Están agrupadas en sindicatos poco
defensivos, y
vii) Tienen establecimientos en más de
una entidad federativa y que son las más protectoras.
Se puede plantear
como hipótesis que en México los procesos de reestructuración productiva y,
particularmente, de la flexibilización de las condiciones generales de trabajo,
se han caracterizado por formas específicas de resistencia sindical, por la
falta de proyectos laborales que hagan frente a las nuevas formas de
organización del trabajo y por la negativa de las gerencias a que sus
trabajadores desempeñen funciones que rebasen el trabajo mecánico y rutinario.
No se trata de que la automatización flexible alcance a todas las áreas y
niveles de las empresas, sino de ajustar aquellas que aún encuentran apoyo en
las máquinas-herramientas a los nuevos procesos de trabajo. El reto que
enfrenta el aparato productivo mexicano es todavía la flexibilidad de las
condiciones generales de trabajo, vía por ejemplo la flexibilidad laboral, que
traería como beneficios:
i) Un mejor aprovechamiento de la
inversión en equipos y mano de obra con la consecuente reducción de tiempos
muertos;
ii) El aumento de la
eficacia productiva a través de la incorporación de equipos productivos;
iii) Reducción de inventarios;
iv) Series cortas de producción de
acuerdo con el producto y la materia prima, generando así el incremento de la
producción de acuerdo con las variaciones del mercado;
v)
Trabajadores polivalentes que se traducirían en menores costos de capital
variable para los empresarios, y finalmente
vi) Una sustancial mejora para los
trabajadores en cuanto a niveles de vida y productividad.
Si bien es un
hecho que las políticas del Estado neoliberal orientadas a las nuevas
circunstancias de apertura de los mercados y de la globalización implicaron la
presencia de empresas modernas y competitivas, también es un hecho que los
procesos de flexibilidad laboral no sólo deben entenderse como un problema
técnico para optimizar las funciones de producción, en tanto que las
repercusiones de dichos procesos afectan a los sistemas de relaciones
industriales en su conjunto. De manera que lo anterior implicó que, por lo
menos en la muestra examinada, en dicho proceso se dieran luchas y
negociaciones entre el Estado, las gerencias y los sindicatos, aunque al final
estos últimos se convirtieron en aliados del Estado y aceptaron sin ninguna
objeción las políticas de flexibilidad laboral a cambios de algunos privilegios
y beneficios. Indudablemente los sindicatos tenían la responsabilidad de que el
modelo neoliberal funcionara a través de velar por el control obrero ante los
continuos ajustes macroeconómicos para disminuir los índices de inflación. Lo
anterior implicó que los trabajadores ya no recibieron por parte del Estado
incrementos salariales reales, sino que sus remuneraciones estuvieron vinculadas
en el plano microeconómico, es decir, a través de la difusión de los pactos por
productividad. De alguna forma, las remuneraciones vía bonos de productividad
implicaron una contradicción sui generis entre libre mercado y participación
sindical. Indudablemente el modelo neoliberal nunca contempló coyunturas
económicas difíciles como la que se presentó en diciembre de 1994, ni la
existencia de un abanico de posibilidades de estrategias microempresariales
que tenían que ver con distintos tipos de cultura laboral, así como de
sindicatos, trabajadores y empresas.
En esta tesitura, las organizaciones
sindicales que apoyaron y se beneficiaron de las políticas del Estado
benefactor deberán ser modificadas a favor de la reestructuración económica que
viene experimentando México a partir de la década de los años ochenta. Aunque
hay que aclarar que las políticas neoliberales no son las únicas alternativas
de modernización laboral, en tanto que es poco juicioso argumentar que la
flexibilidad laboral se lleve a cabo en todas las empresas y que los sindicatos
ya no tengan tareas que cumplir. Asimismo, es importante mencionar que las
políticas neoliberales pocas veces tuvieron como referente los pisos de
trabajo, de manera que el Estado mostró un radicalismo de flexibilidad laboral
poco aplicable, en tanto que suponía un sistema de multitareas indiscriminado y
extrema inseguridad en el trabajo que contrariaba la identidad de los
trabajadores. Lo anterior nos lleva a pensar que el proceso de flexibilización
laboral en México nunca ha sido ni será homogéneo, en tanto que se trata de un
espacio en construcción social.
Asimismo, y pese a que el grado de
flexibilización de los cct
examinados no es muy alto, posiblemente porque los aspectos codificados en la lft algunas
veces limitan que dicho proceso siga su curso, se podría pensar que en la
práctica se den relaciones laborales más flexibles. Se observa que el proceso
de flexibilidad laboral ha involucrado a muy pocas empresas, específicamente a
aquéllas que fueron privatizadas antes de su venta para sanear la economía y
que conformaban el núcleo duro del patrón contractual de la
Revolución Mexicana.
Se puede asegurar que para las
empresas mexicanas la flexibilidad laboral sigue un proceso lento.
Tentativamente se podría sugerir que lo anterior se debió en gran parte a que
los acuerdos que implantó el Estado mexicano, las cúpulas empresariales y
sindicales sobre flexibilidad, fueron entendidos por las dos últimas como
acuerdos con carácter de obligatoriedad, que orillaron a muchos sindicatos y
empresarios a signar contratos de protección que se limitaron a aplicar con
base en lo estipulado por la lft
y comúnmente a reflejar los acuerdos sobre flexibilidad laboral en cct de formato
único y válido, por lo menos para las empresas agremiadas al mismo sindicato,
central obrera o aglutinadas en una rama de actividad económica.[19]
Indudablemente el aspecto más urgente de la flexibilización en las condiciones
generales de trabajo es la lucha contra esa realidad extralegal de los llamados
contratos de protección, que en la realidad son contratos fantasmas pactados en
el ámbito cupular sin el conocimiento ni consentimiento de los trabajadores.
De acuerdo con el análisis
realizado, se cree que el proceso de flexibilidad productiva seguirá siendo en
México un debate sobre el que se debe insistir, particularmente sobre la
resistencia sindical y la actuación cada vez más conservadora de los sindicatos
en las formas de negociación laboral, así como en la capacidad que deben tener
los empresarios para rediseñar proyectos alternativos que hagan frente a tal
proceso. Proyectos que reconozcan que la aplicación de formas flexibles de
producción podría ser una de las salidas a la crisis del modelo de acumulación fordista y, específicamente, a la caída de las tasas de
productividad. Se trata de sustentar la flexibilidad laboral en el abandono de
formas verticales de producción, lo que puede traer como beneficios un mejor
uso de la fuerza de trabajo, mejores estándares de calificación, niveles
salariales estables y menores costos laborales acompañados de mejores
condiciones de trabajo. Por lo anterior se sugiere que los estudios sobre
flexibilidad laboral no deberán dejar a los automatismos del mercado el
problema del futuro de la contratación colectiva, sino que deben partir del
supuesto de que los trabajadores son actores sociales que toman decisiones y
que de éstas también dependerán las formas de negociación colectiva que
predominarán en los próximos años. Lo anterior nos conduce a pensar, no en
términos de flexibilidad productiva, sino de horizontalidad
laboral, en tanto que
la contratación colectiva depende de: procesos sociales y políticos; de las
gestiones que llevan a cabo los representantes sindicales; de los vínculos
establecidos entre los trabajadores y los líderes sindicales; de la resistencia
de las gerencias para impulsar programas de flexibilidad laboral y de
productividad, y del papel que juegan las instituciones públicas en la firma de
los cct.
De igual modo, dichos estudios deberán tener en cuenta que pese a que los cct todavía
presentan gran énfasis en la parte salarial, es obvio que éstos tienen cada día
un papel más amplio en la definición de las formas de organización de trabajo.
Evidentemente son muchos los
requisitos que las empresas mexicanas deberán cumplir para alcanzar un grado de
flexibilidad laboral satisfactorio que les permita competir en los mercados
internacionales; se habla entonces de la necesidad de desarrollar una
estrategia adecuada para aprovechar las características naturales y sociales de
México, que modifiquen las antiguas formas de acumulación, pensando que los
cambios políticos y sociales no pueden darse sólo porque los líderes sindicales
lo decidan. El reto es el diseño de un nuevo patrón de acumulación que combine las
nuevas tecnologías con la capacidad productiva. Para lograrlo es indispensable
que el Estado, los empresarios, las organizaciones sindicales y los
trabajadores adquieran un papel decisivo en la organización y planificación en
el proceso de flexibilización laboral, tema central de este artículo.
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Enviado:
8 de noviembre de 2001
Aceptado: 23 de enero de 2002
[1] Una versión preliminar de este
artículo fue presentado como ponencia en el xxiii Congreso de la Asociación
Latinoamericana de Sociología (alas),
celebrado en Antigua, Guatemala, en la mesa sobre flexibilidad laboral y
cambios en las formas de regulación.
[2] Es importante mencionar que no se
trata de llevar a cabo una política laboral de flexibilización
salvaje, sino de
implantar dicha política en las empresas que presenten características que
permitan llevar a cabo dicho proceso y que estén vinculadas a alguna rama
económica que tenga un alto impacto en la economía mexicana, y de preparar a
las empresas que aún no cuentan con los elementos suficientes para efectuar tal
cambio.
[3] Los tres primeros los agrupo en la
dimensión metodológica que denomino organización productiva, mientras que los dos últimos los
ubico en la dimensión nombrada como recursos humanos.
[4] Se consideran como prácticas
formales las acciones
negociadas entre sindicato y empresa y que quedan estipuladas en un convenio de
carácter legal. Es importante mencionar que las relaciones laborales no sólo
pueden explicarse a través de los clausulados de los cct y/o rit, en tanto que existen
prácticas en el interior de los pisos de trabajos que tienen su dinámica por
los usos y costumbres derivados de las subjetividades de la relación diaria
entre trabajadores y gerencias, y en donde casi siempre los cambios en la
organización del trabajo se deciden unilateralmente por las primeras y son
presentadas al sindicato pero sin posibilidad de objeción. De igual forma, es
importante mencionar que en muchos casos el grado de flexibilidad de los cct no es
visible, debido a que las formas de pago y contratación se realizan en los
hechos y no se registran en dichos contratos, como ocurre en algunos casos con
el pago de bono de productividad y con la contratación de trabajadores de
confianza; incluso un gran peso de la muestra fue ubicado en el rubro de
respuestas contestadas como no especificadas. Tentativamente, se puede sugerir
que lo anterior se debe a que los cambios sustanciales en las condiciones
generales de trabajo y las decisiones con respecto a éstos son pactados y se
dirimen, en algunas empresas, en el espacio de la informalidad del trabajo.
Aunque, finalmente la reestructuración productiva que está experimentando
nuestro país, en una de sus vertientes, está dirigida precisamente a disminuir
estos usos y costumbres a través de la codificación de todos los aspectos
derivados de la relación entre capital y trabajo (De la Garza, 1999).
[5] Al hablar del sector informal es
importante mencionar que se trata de un gran sector que está sustentado por una
producción marginal de pequeña escala que está limitada por el uso de
tecnologías simples, pequeño capital y falta de relaciones con otros sectores.
Según Meyer (1989), el sector informal está caracterizado por: i) fácil
entrada; ii) confianza en recursos indígenas; iii) relaciones de trabajo sustentadas por relaciones de
tipo familiar; iv) pequeñas escalas de operación; v)
trabajo intensivo y adaptación tecnológica; vi) calificaciones adquiridas fuera
de la educación formal, y vii) desregulación y
competitividad de los mercados. Asimismo, en el sector informal urbano existe
mayor flexibilidad y menos influencia de las variaciones en los suministros
producidas por la demanda (Wong, 1996). En términos
generales se puede decir que el sector informal está referido a un conjunto de
unidades productivas de baja capitalización que se asocia con el uso de
tecnologías obsoletas de bajo costo.
[6] El toyotismo
es una ‘filosofía gerencial’ de organización del trabajo en la que se contempla
la gran crisis capitalista y la salida de ésta a través de la experiencia
japonesa que data desde la década de los años cincuenta y que de alguna manera
fue revolucionada en la década de los ochenta. Por un lado, en esta doctrina se
hace una crítica a la rigidez taylorista de escindir
abruptamente la concepción y la ejecución del trabajo. Por el otro lado se
plantea una organización del trabajo sustentada en los conceptos de calidad
total, justo
a tiempo y consenso.
Se trata de una nueva actitud del trabajador hacia su trabajo, y
particularmente se hace una valorización cualitativa de los productos que
sustituye al valor de cambio. Lo anterior implicó un cuidado especial de los
aspectos culturales de los trabajadores, de manera que las gerencias empezaron
a tener dentro de sus programas de trabajo apartados que tenían que ver, por
ejemplo, con la identidad de los trabajadores, con su centro de trabajo y con
los productos generados por éstos. En el toyotismo se
trata de recuperar el saber hacer obrero y de involucrar a los trabajadores en
los procesos de trabajo vía la participación, capacitación integral y la
reintegración de labores. En este modelo se plantea la necesidad de implantar
una flexibilidad productiva consensuada en donde se le dé mayor énfasis al
mercado interno en vez del mercado externo, de modo que se trata de una
flexibilidad interna, es decir entre puestos, áreas, turnos y horarios de
trabajo, ascensos en función de la capacidad y no por antigüedad, y salarios de
acuerdo con el desempeño de los trabajadores. Luego entonces, no se trata de
una flexibilidad externa en la que el empleo y el desempleo queden vinculados
con las necesidades de la producción. Una de las cuestiones más interesantes de
esta filosofía es
que se trata de flexibilizar los procesos de trabajo en vez de desregular los
mercados de trabajo y de reconocer que los sindicatos no son una rigidez que se
tenga que minimizar. De igual forma, no se busca el equilibrio, sino mejorar
continuamente. En términos generales se puede decir que en el toyotismo la idea del individualismo y la concepción del
actor racional fue sustituida por los conceptos de trabajo en equipo, mejora
continua, cero errores, círculos de calidad, flexibilidad, polivalencia,
cultura laboral, relación cliente-proveedor, empresa como comunidad, y acción
de acuerdo con valores y no sólo con utilidad.
[7] El llamado periodo fordista no sólo fue la aplicación de un esquema técnico o
gerencial para la organización del trabajo. Se trataba también de un patrón de
acumulación de capital sustentado en una ampliación sin precedentes del consumo
masivo y una forma particular de organización del trabajo. Dicho modelo de
acumulación se empezó a dar en la segunda década del siglo xx en las industrias
estadounidenses, aunque al final de la Segunda Guerra Mundial comenzó a extenderse
a las industrias de los principales países capitalistas, obviamente con matices
muy diferentes, pero que fue el marco regulatorio de la economía en su
conjunto. En términos generales, dicho paradigma productivo puede entenderse a
través de: i) la división técnica del trabajo establecida en el taylorismo, la
cual implicó la producción masiva de bienes estandarizados, la aplicación de
tecnologías rígidas vinculadas a las cadenas de montaje y a una fuerza de
trabajo especializada; ii) el incremento de la
productividad sustentado en la mecanización e intensificación del trabajo, y iii) un incremento del consumo basado en la estabilidad en
el empleo, el crecimiento de los salarios reales y una cobertura amplia de
seguridad social. El modelo fordista fue puesto a
andar a través de un marco de crecimiento y estabilidad que no fue capaz de
mantenerse como paradigma articulador en una coyuntura de incertidumbre
económica y consecuentemente de mercados poco estables. Lo anterior produjo
durante la década de los ochenta y los noventa un dificultoso proceso de
reestructuración económica, que con distintas graduaciones y ritmos involucró a
la economía mundial.
[8] A finales de la década de los años
sesenta empezó a cuestionarse el sistema fordista a
medida que las relaciones sociales eran cada vez más tensas y los antiguos
acuerdos en torno al pleno empleo y a la financiación de un Estado del
bienestar cada vez más caro se debilitaban, presionando a los gobiernos. La
crisis del fordismo ha impulsado a muchos analistas a
defender que el desarrollo del capitalismo de mercado ha generado, de hecho, un
sistema de producción y de relaciones sociales posfordista.
El capitalismo posfordista se caracteriza por la
desaparición de algunas de las características de su antecesor; los métodos de
producción se centran ahora en nuevas tecnologías productivas, como la
biotecnología, pero sobre todo la microelectrónica, y la tecnología de la
información. Además, las relaciones y prácticas laborales posfordistas
son más flexibles, como muestran las relaciones laborales de las corporaciones
japonesas. El keynesianismo fue perdiendo importancia a medida que el
monetarismo (que se caracteriza por su fe ciega en las fuerzas del mercado para
alcanzar objetivos económicos) hegemonizaba la ciencia económica. Un nuevo
individualismo reemplazó la confianza anterior en las instituciones
colectivistas del fordismo. Al tiempo que se
producían estos cambios, los sindicatos iban perdiendo fuerza (y afiliados), lo
que les forzó a aceptar un ‘nuevo realismo’ sobre su papel en la sociedad;
asimismo, se reducía la intervención del Estado, como se demuestra por el
creciente número de privatizaciones realizadas en todos los países con
economías de libre mercado. Sin embargo, hay que destacar que sigue existiendo
una importante polémica en el plano académico sobre las características y los
efectos de las instituciones de la era posfordista,
lo que sin duda es una consecuencia de la cantidad de instituciones existentes
en las economías capitalistas y las diferencias que existen entre éstas. Es
interesante mencionar que las corrientes que se agrupan en el postfordismo (regulacionismo,
especialización flexible y neoshumpeterianismo)
convergen en que la producción en masa estándar está agotada y que se está
transitando hacia nuevos paradigmas productivos flexibilizados (De la Garza,
1999).
[9] El taylorismo, basado en el principio
de la ‘administración científica’ desarrollado por Frederick Winslow Taylor, puede considerarse como la racionalización
de los procesos productivos al diferenciar las tareas de creación y ejecución,
o lo que es lo mismo, al dividir la organización de la producción (directivos,
ingenieros, entre otros) de las tareas mecánicas, asegurando un mayor control
de la producción por parte de los gestores. Así, los aspectos mentales quedan
separados por completo de las tareas manuales. Esto constituyó una ruptura
total con los métodos de producción del pasado, cuando la producción se
organizaba en función del tipo de artesanía y los artesanos creaban, organizaban
y completaban las tareas manuales. Los movimientos sindicalistas se opusieron a
los cambios que implicaba el taylorismo, pero los aceptaron a cambio de recibir
un mayor porcentaje de las ganancias de productividad derivadas de la
racionalización e intensificación de los procesos productivos. Este compromiso
sólo fue aceptado por un pequeño número de empresarios (entre ellos Henry Ford)
y a pesar de la defensa de este acuerdo que realizaron grandes economistas,
como John Maynard Keynes,
sólo tras la II Guerra Mundial se aceptó de un modo general el acuerdo entre
empresarios y trabajadores. El aparente buen funcionamiento del taylorismo se
debió a la existencia de una serie de instituciones –como el colectivismo de
las relaciones laborales, una especie de Estado del bienestar que garantizaba
unos niveles de vida mínimos de forma que, aunque algunos agentes no fueran
activos desde un punto de vista económico (como los jubilados o los
desempleados, entre otros), todos tenían una capacidad de consumo– y al desarrollo
de los modernos sistemas crediticios y bancarios. Todo ello permitía al Estado
desempeñar un papel activo en la gestión de la economía, tanto de forma
directa, utilizando el gasto público (mediante las políticas de demanda
keynesianas), como por vías indirectas al regular el sistema crediticio. A
escala internacional, la coordinación y el comercio entre países desarrollados
(que aplican el sistema de producción fordista)
creció bajo la hegemonía de Estados Unidos, interesados en evitar la expansión
del comunismo, para lo que invirtieron enormes sumas (como el Plan Marshall)
asegurando la adopción del sistema fordista en los
países de Europa y Oriente.
[10] La crisis del modelo de sustitución
de importaciones se evidenció primeramente porque el sector agrario dejó de
generar divisas, en tanto que el índice de exportaciones decreció y se dejaron
de vender insumos y alimentos a precios accesibles. Lo anterior provocó un
intercambio desigual con los sectores industriales. Para 1981 la caída de las
tasas del crudo y el incremento de las tasas internacionales de interés
provocaron un funcionamiento deficitario del gasto social. Indudablemente que
esta crisis de modelo productivo se presentó como una crisis agraria y
financiera que originó el rediseño de la política estatal.
[11] Aunque hay que reconocer que algunas
empresas grandes presentan la tendencia de procesos productivos que obligan a
trabajar los siete días de la semana, en varios turnos, lo que se acompaña de
una mayor intensificación de los ritmos de las tareas y de cambios importantes
en lo que se refiere a jornada de trabajo, horarios, días de descanso
obligatorios, vacaciones, ascenso y movilidad horizontal, y que en términos
generales se entiende como flexibilidad numérica.
[12] Aquel que puede ser destinado a
tareas diferentes de aquellas para las que fue contratado, con lo cual adquiere
mejores habilidades.
[13] Por ejemplo las empresas de las ramas
calera, ferrocarrilera, eléctrica y cinematográfica.
[14] Es importante mencionar que el
llamado escalafón ciego es todavía un mecanismo usado para promover a
trabajadores a puestos superiores (49.83%).
[15] De las empresas clasificadas en el estrato
3, 65% estaban
aglutinadas en la Confederación de Trabajadores de México (ctm) o en la Confederación
Revolucionaria de Obreros y Campesinos (croc). La primera, por ser la más representativa en el ámbito
nacional, garantizó, hasta hace muy poco tiempo, un acceso directo al partido
gobernante y al sistema nacional de relaciones industriales. Esta situación de
integración vertical y de centralización nacional tiene algunas ventajas, por
ejemplo, facilita el establecimiento de consultas y arreglos
institucionalizados entre los actores de las relaciones industriales, así como
la acción del sindicalismo en calidad de representante de las demandas de los
trabajadores como de gestor político del sector (Arciniega, 1999).
[16] Actualmente se observa que muchos
sindicatos están perdiendo la capacidad de legitimidad, pese a que su capacidad
de expansión sigue avanzando.
[17] Eléctrica, calera y cinematográfica.
[18] Por rama de actividad, 15 de éstas
rebasaron 48.61% obtenido como promedio.
[19] El procedimiento de contratos de protección evita que proceda un auténtico reclamo de firma de cct, y es un procedimiento que beneficia a las cúpulas sindicales corporativas que administran dichos contratos, en tanto que éstas reciben los beneficios políticos y económicos por la representación que ostentan y el pago de cuotas de las que generalmente no rinden cuentas. El derecho de asociación en sindicato, la contratación colectiva misma y el supuesto clima de tranquilidad que priva en las relaciones laborales son consecuencia de la inexistente vida sindical en México y la falta de una real contratación colectiva. Fueron tales los alcances de los contratos de protección, que algunas veces desde antes de que se inaugurara algún establecimiento, ya se contaba con un cct firmado y depositado en la jfca. En términos generales, los contratos de protección caracterizaron la contratación colectiva en México durante mucho tiempo provocando una cultura de negociación laboral sustentada en la representación corporativa de obreros y empresarios.