Estructura y dinámica de las interrelaciones en el
espacio geográfico
Reseña de: Santos, Milton (2000),
La naturaleza del espacio, Ariel,
España.
Una de las
categorías medulares dentro de la geografía es el espacio, cuyas observaciones
y resultados parten de un sistema descriptivo y cualitativo de las relaciones
sociales y su entorno. Aunque la relevancia de estudiar al espacio no
constituye un motivo reciente, resulta importante analizar qué otros elementos,
categorías o factores se ofrecen en cada nuevo intento exploratorio, pues ello
implica repensar las interrelaciones y las prácticas territoriales propias de
la dinámica social. Evidentemente, esto significa una relación recíproca entre
los procesos de transformación de las estructuras sociales y el individuo con
relación al espacio.
En el ejercicio de analizar el corpus
de la geografía, van
apareciendo diferentes discusiones sobre el objeto, método, naturaleza,
categorías de estudio y definiciones que le conciernen. Los esfuerzos
interpretativos van desde la búsqueda de conceptos, asociaciones y aplicaciones
sobre la dinámica social, hasta interrogarse sobre el papel del espacio-tiempo
y el lugar, en el proceso de construcción de una base para la geografía.
Obviamente, uno de los desafíos es poder analizarla de manera autónoma, pero no
independiente de los elementos de consistencia, adecuación y pertinencia de su
contexto.
Bajo las consideraciones anteriores,
el libro La naturaleza del espacio de Milton Santos, recientemente
publicado, enfrenta a los interesados en el análisis geográfico a una serie de
contradicciones conceptuales inherentes a la disciplina, y que dan pauta para
reconsiderar viejos debates sobre la configuración social del espacio, su
funcionamiento y estructura, haciendo la debida aclaración de que la definición
o pertinencia de cada concepto variará de acuerdo con el momento histórico que
le acompañe. Esto también implica poner en claro que en el espacio geográfico
se fusionan materialidades y acciones, así como condiciones locales y globales,
soportadas por las redes que integran y disuelven las acciones de la sociedad.
De este modo, Milton Santos aborda
uno de los problemas principales de la geografía: identificar
la naturaleza del espacio y encontrar las categorías de análisis que permitan
estudiarlo. Este
proyecto supone encontrar aquellos conceptos, asociaciones y aplicaciones que
puedan operar sobre la dinámica social; lo que constituye un ejercicio de
análisis complejo, cuya intención intenta revelar aquellas categorías que, en muchos
de los casos, aparecen separadas del corpus de la geografía, tales como la
conocida unión entre espacio-tiempo, la importancia del lugar y el espacio en
el proceso social y, finalmente, la propia delimitación y pertinencia de la
geografía en el momento actual.
Santos parte de la noción de espacio
como aquel conjunto indisoluble de sistemas de objetos y sistemas de acciones,
en el que confluyen categorías analíticas como: el paisaje, la configuración
territorial, la división territorial del trabajo, el espacio producido o
productivo, las rugosidades y las formas contenidas. De esta manera, el autor
nos incita a reconsiderar el debate sobre problemas como la región, el lugar,
las redes, las escalas, el orden local y global. Asimismo, hace patente el reconocimiento
de procesos básicos externos al espacio como: la técnica, la acción, los
objetos, la norma y los acontecimientos, la universalidad y la temporalidad, la
idealización y la objetivación, los símbolos y la ideología.
Cabe señalar que para Santos, el
espacio adquiere contenido a partir del reconocimiento de los
vínculos entre el individuo y la sociedad; parte de la idea de que es en el
espacio donde confluyen relaciones de carácter funcional, de interdependencia,
de selección, de reproducción, de sustitución o de cambio, cuya actuación se
refleja en diferentes escalas, niveles y tiempos. En este sentido, la dinámica socioterritorial está funcionalmente ligada a los cambios
propios del espacio, es decir, a las manifestaciones, procesos y articulaciones,
de los sistemas sociales. El espacio se recrea dinámica y permanentemente en
convivencias trascendentes y efímeras, cuyas formas, contenidos, reglas,
funcionamientos, dirección y capacidad se sostienen bajo procesos
socio-espaciales en movimiento donde las posibilidades de permanencia dependen
de las potencialidades y capacidad para sostener procesos locales y globales,
según su propia funcionalidad y dialéctica.
La intención explícita de Milton
Santos es que su libro pueda ser una contribución geográfica a la producción de
una teoría social crítica, al mismo tiempo que pueda ser un punto de partida
para la producción de ideas y nuevas interpretaciones sobre el espacio
geográfico (Santos, 2000: 20). Para ello identifica cuatro momentos. En el
primero, Una ontología del espacio: nociones originarias, donde trabaja con las ideas
ontológicas del espacio: la técnica, el tiempo y la intencionalidad,
materializados en los objetos y acciones. Asimismo, da pauta para analizar la
técnica como una totalidad, lo que obliga a analizarla en el contexto histórico
del territorio y en las relaciones desiguales de convivencia.
En un primer esbozo, aborda la
importancia de las técnicas y su desempeño en las relaciones con los hechos
sociales. La participación de los sistemas técnicos en la dinámica social ha
sido determinante, pues tanto la infraestructura como las transformaciones de
uso de las necesidades prácticas han estado supeditadas a los procesos
productivos, culturales y territoriales de una red de técnicas. Su análisis no
debe limitarse a sus aplicaciones netamente funcionales, más bien debe situarse
en la comprensión de las múltiples relaciones geográficas que genera y en el
“estudio desde dentro del espacio, y no sólo externo a esa realidad social, que
permitiera una interpretación de la forma en que el territorio ha sido
modificado y transformado con las nuevas presencias técnicas”. (p. 33).
Más adelante, Santos reconoce que el
espacio está formado por un conjunto indisoluble, solidario y también
contradictorio, de sistemas de objetos y sistemas de acciones no considerados
aisladamente, sino como el contexto único en el que se realiza la historia. Por
un lado, los sistemas de objetos condicionan la forma en que se dan las
acciones y, por otro, el sistema de acciones lleva a la creación de objetos
nuevos o se realiza sobre objetos preexistentes. Así, el espacio se encuentra
en una dinámica de transformación
constante. (pp. 54-55).
El autor aclara que el tema central
de la geografía no son los objetos ni las acciones por separado, sino objetos y
acciones tomados en conjunto. Donde se recuerda que los resultados de la acción
humana no dependen únicamente de la racionalidad de la decisión y de la
ejecución, sino también, de la naturaleza humana y del carácter humano del
medio. Donde un nuevo sistema de objetos responde al surgimiento de cada nuevo
sistema de técnicas, donde existe también un nuevo ordenamiento de objetos (p.
80). Cuando la sociedad actúa sobre el espacio, no lo hace sobre los objetos
como realidad física, sino como realidad social, formas-contenido, es decir,
objetos sociales ya valorizados a los cuales la sociedad busca ofrecer o
imponer un nuevo valor (p. 91).
En el segundo momento, titulado La
producción de las formas-contenido se
retoma la cuestión ontológica, considerando el espacio como forma-contenido. En
esta parte del libro se intenta reconocer cómo el proceso de transformación de
una totalidad va sufriendo modificaciones en su estructura a partir de la
existencia dinámica de la sociedad, de sus acciones, de las propias
configuraciones territoriales y materiales del espacio, y finalmente, de la
propia división del trabajo. Así también, se reconoce la importancia del tiempo
como importante motor en la cristalización de los procesos de globalización.
En este mismo apartado se reconoce
que es necesario retomar el concepto de totalidad, revisar sus formas de apariencia,
reconocer su metamorfosis y su proceso, y analizar sus implicaciones con la
propia existencia del espacio (pp. 96-97). El movimiento de la totalidad para
existir objetivamente es un movimiento dirigido a su especialización, que es
también particularización (p. 105). Por ello, en cada nueva división del
trabajo, en cada nueva transformación social hay, paralelamente para los fabricantes
de significados, una exigencia de renovación de las ideologías y de los
universos simbólicos, al mismo tiempo que, para los demás, se hace posible el
entendimiento del proceso y la búsqueda de un sentido.
El autor señala también que en cada
uno de sus momentos, el proceso social involucra una redistribución de sus
factores. Y esa redistribución no es diferente a las condiciones preexistentes,
es decir, a las formas heredadas, provenientes de momentos anteriores. Las
formas naturales y el medio ambiente construido se incluyen entre esas formas
heredadas. Se señala adicionalmente que, en cada lugar el tiempo actual se
enfrenta con el tiempo pasado, cristalizado en formas, donde el trabajo ya
hecho se impone sobre el trabajo por hacer, es decir, que la actual
distribución territorial del trabajo descansa sobre las anteriores divisiones
territoriales del mismo (pp. 118-119).
La comprensión de los lugares en su
situación actual y en su evolución depende de la consideración del eje de las
sucesiones y del eje de las coexistencias, donde se reconoce que el espacio es
el que reúne a todos, con sus múltiples posibilidades, que son posibilidades
diferentes de uso del espacio (del territorio) relacionadas con posibilidades
diferentes de uso del tiempo (pp. 134-135). En cada momento, hay siempre un
mosaico de subespacios, cubriendo enteramente la
superficie de la Tierra y cuyo diseño es proporcionado por el curso de la
historia: la escala deja de ser una noción geométrica para ser condicionada por
el tiempo (p. 141).
En el tercer momento, que abarca los
capítulos 7 al 13, y se titula Por una geografía del presente, las nociones anteriormente
establecidas son revisadas a la luz del presente histórico, para aprehender la
constitución actual del espacio y las condiciones del mundo. Aparecen elementos
como sistemas técnicos, unicidades, fijos y flujos, horizontalidades y
verticalidades, espacios de racionalidad, entre otros. De forma inicial, en los
capítulos séptimo y octavo destaca que las características de la sociedad y del
espacio geográfico, en un momento de su evolución, están en relación con un
determinado estado de las técnicas.
Por lo tanto, el conocimiento de los
sistemas técnicos sucesivos es esencial para la comprensión de las diversas
formas históricas de estructuración, funcionamiento y articulación de los
territorios, desde los albores de la historia hasta la época actual. Cada
periodo es portador de un sentido, compartido por el espacio y por la sociedad,
representativo de la manera en que la historia realiza las promesas de la
técnica (p. 145). El autor reconoce que las manifestaciones actuales de
unicidad técnica, de tiempo (a su vez como motor de la vida económica) son la
base del fenómeno de globalización y de las transformaciones contemporáneas del
espacio geográfico (p. 159).
En los capítulos noveno y décimo se
menciona que las características del sistema técnico actual son: la
universalidad y autoexpansión, la vida
sistémica, la concreción, el contenido
de información y la intencionalidad (p. 180). Donde el territorio como un todo se
convierte en un dato de esa armonía forzada entre lugares y agentes allí
instalados, en función de una inteligencia mayor situada en los centros motores
de la información. Esto provoca que las relaciones entre sociedad y naturaleza se vayan
sustituyendo de un medio natural por un medio cada vez más artificial, es
decir, sucesivamente instrumentalizado por esa misma sociedad (p. 199). Lo
anterior responde a la sombra de la presente democracia de mercado que vivimos,
en la que el territorio es soporte de redes que transportan las verticalidades,
es decir, reglas y normas egoístas y utilitarias, mientras que las
horizontalidades tienen en cuenta la totalidad de los actores y de las acciones
(p. 219).
En los capítulos 11, 12 y 13
se incorporan
diversos elementos. En principio, se dice que las redes serían incomprensibles
si sólo las vislumbrásemos a partir de sus manifestaciones locales o
regionales. Para ello, parte de reconocer que las redes son un vehículo de un
movimiento dialéctico que, por un lado, opone el territorio y el lugar al mundo
y, por otro, enfrenta el lugar al territorio tomado como un todo (pp. 228-229).
Hoy, las
segmentaciones y particiones en el espacio sugieren que se admitan, al menos,
dos dimensiones. Por un lado, hay extensiones formadas de puntos que se agregan
sin discontinuidad, como en la definición tradicional de la región
(horizontalidades). Por otro lado, existen puntos en el espacio que, separados
unos de otros, aseguran el funcionamiento global de la sociedad y de la
economía (verticalidades) (p. 240).
Otro punto destacable es saber si es
lícito hablar de una racionalidad del espacio geográfico, del mismo modo que
nos referimos a la racionalidad o a la racionalización de otras facetas de la
realidad social (p. 245). El hecho de que la producción limitada
de racionalidad esté asociada con una amplia producción de escasez conduce a
los actores –que están fuera del círculo de la racionalidad hegemónica– al
descubrimiento de su exclusión y a la búsqueda de formas alternativas de
racionalidad, indispensables para su supervivencia. La racionalidad dominante y
ciega acaba produciendo sus propios límites (p. 263).
En el cuarto momento, que comprende
los capítulos 14 y 15, el autor destaca que el reconocimiento de racionalidades
convergentes, frente a la racionalidad dominante, refleja las nuevas
perspectivas de método y de acción, autoriza cambios de perspectiva en cuanto a
la evolución espacial y social, y aconseja cambios en la epistemología de la geografía
y de las ciencias sociales como un todo. Asimismo subraya que el surgimiento de
un medio técnico-científico-informacional ha provocado una nueva etapa en el
proceso secular de la racionalización.
En los ambos capítulos se aprecia
que el espacio se ofrece al conjunto de los hombres que en él actúan como un
conjunto de potencialidades de valor desigual, cuyo uso tiene que ser disputado
a cada instante, en función de la fuerza de cada uno (p. 270). Cuanto más
inestable y sorpresivo es el espacio, tanto más sorprendido será el individuo y
tanto más eficaz la operación de descubrimiento. La conciencia
por el lugar se
superpone a la conciencia en el lugar. La noción de espacio desconocido
pierde la connotación negativa y gana un acento positivo, que proviene de su
papel en la producción de la nueva historia (p. 281).
Al respceto,
Milton Santos también menciona que las redes son mixtas, que incluyen
materialidad y acción. En este contexto, la red técnica mundializada actual es
instrumento de la producción, de la circulación y de la información
mundializadas. En este sentido, las redes son globales y, de esa manera,
transportan lo universal a lo local. Sin embargo, las redes también son locales
y por esa naturaleza constituyen las condiciones técnicas del trabajo directo
de la misma manera que las redes globales aseguran la división del trabajo y la
cooperación, mediante las instancias no técnicas del trabajo: la circulación,
la distribución y el consumo (p. 285).
Señala también que cada lugar es, al mismo tiempo, objeto de una razón global y
de una razón local que conviven dialécticamente (p. 290).
Podemos señalar, finalmente, que las
mezclas, innovaciones e interrelaciones dadas en el espacio, son categorías
materializadas en los estudios regionales, en las que conviven expresiones del
pasado y propias del momento. Las tensiones entre la permanencia del pasado y
el surgimiento de la velocidad en los cambios técnicos y conceptuales provocan
que los procesos de envejecimiento se aceleren o dilaten de forma diferenciada
en los territorios y, obviamente, en sus acciones.
Milton Santos nos invita a
reflexionar sobre la estructura de las interrelaciones en el espacio
geográfico, en el que se sostienen nuevas formas de conflictos, movimientos y
decisiones, lo que da pauta a constituir una forma de defensa o resistencia,
pero al mismo tiempo una forma de incorporación o no segregación. Así, el
reconocimiento de categorías de análisis internas y externas son fundamentales
para entender los actuales procesos geográficos.
Celia Hernández Diego
Facultad de Planeación Urbana y Regional,
Universidad Autónoma del Estado de México
Correo-e: chd13@hotmail.com