¿Descubrir, ampliar y
profundizar?: una revisión de las contribuciones de la antropología a las
investigaciones del tercer sector
David Lewis*
Resumen
El
perfil de los antropólogos y de los enfoques antropológicos en la investigación
actual del tercer sector es relativamente escaso. La primera parte del artículo
hace una revisión del estado del trabajo antropológico acerca de las
organizaciones en general, antes de enfocarse de manera específica a los
trabajos acerca del tercer sector. La segunda parte hace notar que
recientemente los antropólogos han trabajado menos en esta área, pero muestra
de qué manera los trabajos antropológicos recientes acerca de la burocracia, el
desarrollo y las políticas públicas son altamente relevantes para los estudios
del tercer sector. La conclusión del artículo es que la investigación
antropológica puede descubrir más acerca del tercer sector oculto al
proporcionar microrrelatos detallados, así como
ampliar el espectro de los estudios del tercer sector (arrojando luz acerca de
la diversidad de la vida organizacional y al cuestionar los prejuicios y el
etnocentrismo occidentales), y, por último, puede profundizar en el análisis de
los estudios del tercer sector a través del empleo distintivo de un análisis de
temas sumamente complejos (como la cultura organizacional y los valores)
centrado en el actor y en los procesos. Se concluye con la observación de que
un mayor acercamiento a los estudios del
tercer sector podría también ser benéfico para la antropología, la cual ha sido
criticada en ciertos medios por su pérdida de relevancia en el mundo
contemporáneo.
Palabras
clave: organizaciones no
gubernamentales, antropología, asociaciones voluntarias, asociaciones no
lucrativas.
Abstract
The profile of anthropologists and anthropological approaches in current
third sector research is relatively low. The first part of the paper reviews
the status of anthropological work dealing organizations generally before
focusing more specifically on work on the third sector. This paper notes that
anthropologists have more recently done less work in this area, but shows how
more recent anthropological work on bureaucracy, development and policy issues
is highly relevant to third sector research and the second part of the paper
briefly reviews such work. The paper concludes that anthropological research
can firstly reveal more of the hidden third sector by providing detailed
micro-accounts; secondly it can widen the scope of third sector research (by
throwing light on the diversity of organizational life and challenging Western
bias and ethnocentricity), and thirdly deepen the
analysis of third sector research through its distinctive use of an
actor-centered, process-based analysis of highly complex issues (such as
organizational culture, values). The paper concludes with the observation that
closer engagement with third sector research might also benefit current
anthropology, which has been criticized in some quarters as losing relevance to
the contemporary world.
Keywords:
nongovernmental organizations, anthropology, voluntary associations, nonprofit organizations.
*London School of Economics, correo-e:
D.J.Lewis@lse.ac.uk.
Introducción[1]
En años recientes, el término
tercer sector ha ganado popularidad entre los investigadores y los
autores de las políticas públicas para referirse al laxo grupo de
organizaciones que, en diferentes culturas y contextos, son denominadas como
voluntarias, no gubernamentales, o no lucrativas. El perfil de tales
organizaciones del tercer sector alrededor del mundo se ha incrementado
dramáticamente durante las últimas dos décadas, fenómeno que es definido por Salamon (1994) como una “revolución global de las
asociaciones”. Tanto los países industrializados como aquellos que reciben
ayuda han sido testigos de sus actividades, desde la elaboración de políticas
públicas hasta la investigación. Las asociaciones de investigación académica
profesional, como la Asociación para la Investigación de las Agencias no
Lucrativas y Voluntarias (ARNOVA, por sus siglas en inglés), y más
recientemente la Sociedad Internacional para la Investigación del Tercer Sector
(ISTR, siglas en inglés), agrupan entre sus miembros a cientos de
investigadores de diversas disciplinas, y ambas llevan a cabo conferencias
académicas internacionales de manera periódica.
El tercer sector, llamado así
por su distinción en términos generales, de los otros dos sectores −el gobierno
y la empresa−, ha sido reconocido como un actor importante en la movilización
comunitaria y el apoyo autogestionado en las obras de
beneficencia, la dotación de servicios y las actividades de campaña (Salamon y Anheier, 1997). El
tercer sector agrupa una amplia variedad de organizaciones, desde grandes ONG
(organizaciones no gubernamentales) y sindicatos, hasta grupos informales de
apoyo autogestionado y organizaciones comunitarias.
Las actividades llevadas a cabo por tales organizaciones tienen lugar en una
amplia gama de contextos, incluyendo el laboral, la esfera política, el ámbito
del activismo religioso, o el mundo de las agencias e instituciones
internacionales de desarrollo. El nuevo interés en los conceptos de sociedad
civil (Hann y Dunn, 1996) y
capital social (Putnam, 1994) sólo ha servido para atraer más la atención sobre
el tercer sector en tanto metáfora que ayude a entender esta familia de
organizaciones.
Durante la última década
aproximadamente, una agrupación interdisciplinaria de académicos,
principalmente europeos y norteamericanos, ha comenzado a enfocarse en la
problemática del tercer sector, concentrándola en un campo que puede ser
denominado estudios del tercer sector (por ejemplo, Powell, 1987; Salamon y Anheier, 1997; Billis y Harris, 1996). Estas investigaciones han examinado
temáticas como el origen de las organizaciones del tercer sector, la gama de
organizaciones existentes, sus relaciones con las políticas públicas y los
retos organizacionales que estas organizaciones enfrentan. Esta literatura
especializada se ha complementado con un crecimiento paralelo del interés
académico en las ONG como agentes del desarrollo por parte de los
investigadores de los estudios del desarrollo (por ejemplo, Edwards y Hulme, 1992; Farrington y Bebbington, 1993; Hulme y
Edwards, 1997). Este segundo tipo de literatura ha examinado el papel que han
jugado las organizaciones de los países industrializados y de aquellos del
sur en las tareas del desarrollo −desde la instrumentación de
proyectos hasta la organización de campañas en torno a problemas ambientales o
de derechos humanos. Sin embargo, a pesar de abarcar terrenos que se
superponen, estas dos literaturas se han mantenido en gran medida separadas (Lewis,
1998).
Este trabajo postula que
ninguno de los dos grupos de investigadores ha hecho todavía un uso efectivo de
los enfoques antropológicos para la comprensión de las organizaciones del
tercer sector. Los economistas, los sociólogos y los politólogos han realizado
contribuciones significativas al desarrollo de los estudios del tercer sector.
Por ejemplo, el economista Burton Weisbrod (1977)
intentó explicar la existencia del sector no lucrativo mostrando cómo los
mercados abandonan a algunos consumidores. El sociólogo Etzioni
proporcionó un marco interpretativo que postula un “acuerdo” entre los tres
principales tipos de organizaciones, lo que aclara el carácter específico de la
cohesión organizacional del tercer sector (Etzioni,
1961). El trabajo de Fisher acerca de las ONG y los sistemas políticos en los
países en vías de desarrollo proporciona un enfoque desde la ciencia política
para el estudio de estas organizaciones como actores políticos. Sin embargo,
hasta ahora se ha hecho relativamente poco uso del trabajo antropológico; ni
tampoco ha habido una tendencia por parte de los antropólogos a involucrarse de
manera formal con los estudios del tercer sector. Los estudios del tercer
sector se han acercado ocasionalmente a los antropólogos sociales o culturales.
Por ejemplo, Anheier (1987) hace referencia al
trabajo etnográfico de los antropólogos acerca de las organizaciones
voluntarias en África, mientras Billis (1993) se
acerca ligeramente a las ideas del antropólogo británico Edmund Leach en su trabajo sobre la transición y la ambigüedad al
interior de las agencias burocráticas voluntarias.
Como es señalado por Haviland (1974), el concepto de organización ha
sido, desde sus inicios, un concepto prominente en los estudios antropológicos,
la mayoría de los cuales pretendían entender la manera en que las diferentes
sociedades se organizaban en términos de parentesco, política y economía, y
religión. Más recientemente, las propias organizaciones han llegado a ser
concebidas como tipos de "comunidades" por parte de algunos
antropólogos que han estudiado agrupaciones de todas clases, desde grupos de
edad en África hasta empresas comerciales en los Estados Unidos (Chambers, 1985).
Existe un enorme potencial en
el trabajo antropológico para enriquecer los estudios del tercer sector, tanto
en términos de compartir información etnográfica ya existente con los
estudiosos del tercer sector, como en los enfoques teóricos y metodológicos que
la antropología ofrece para futuras investigaciones. Existe también una oportunidad para que un
mayor número de antropólogos hagan contribuciones importantes al desarrollo de
este campo de estudio.
1. Contribuciones existentes
y potenciales
La antropología ha sido
asociada con el estudio de las comunidades tradicionales no occidentales,
especialmente de aquellas que se encontraban subordinadas, marginadas o
geográficamente remotas. Existe sin lugar a dudas una gran riqueza de material
etnográfico acerca de las organizaciones no gubernamentales y voluntarias no
occidentales dentro de muchas de las monografías antropológicas realizadas
desde que la disciplina ha existido. Sin embargo, existe consenso respecto a
que la tan estrecha visión de los antropólogos como viajeros y proveedores de
lo exótico pasó de moda hace mucho, al menos para aquellos dentro de la
disciplina antropológica. Desde la década de 1950 los antropólogos comenzaron a
enfocarse en los estudios organizacionales en las sociedades industrializadas,
y en la idea de estudiar las organizaciones como comunidades. La investigación
antropológica de años más recientes se ha interesado no sólo en las comunidades
“en casa”, sino en las relaciones entre las comunidades y la instrumentación
más amplia de políticas de educación, salud y burocracia, o entre éstas y las
instituciones internacionales de desarrollo (Wright, 1994). Más recientemente,
la necesidad de que los antropólogos estudien y se enfoquen en los poderosos y
en quienes integran las corrientes principales (Gardner y Lewis, 1996) ha sido
una preocupación generalizada.
Los antropólogos han aportado
una metodología distintiva a todas estas áreas de la investigación: un enfoque
que anhela entender las comunidades en pequeña escala fundamentalmente a través
de largas estancias de trabajo de campo que faciliten la recolección cara a
cara de la información, a menudo mediante el empleo de una metodología de
investigación cualitativa de observación participante. Este enfoque
interpretativo de pequeña escala ha sido lo que ha distinguido al trabajo de
los antropólogos del de los sociólogos. Algo que resulta de particular interés
para los estudios del tercer sector es la práctica de la etnografía
organizacional en donde las organizaciones y sus relaciones son tratadas como
unidades de análisis empleando la observación participante. Sin embargo, este
tipo de trabajo se ha vuelto menos común, y la relación entre los antropólogos
y los teóricos de las organizaciones ha declinado en años recientes (Bate,
1997). Como argumenta Bate, la investigación etnográfica se encuentra en el
corazón de la antropología y proporciona una metodología, una forma de pensar y
una forma de escribir que puede enriquecer mucho a la escritura actual acerca
de las organizaciones, la cual a menudo se ve debilitada por su reificación de
la cultura en las organizaciones y por su pensamiento conceptual de “rápida
fijación”. La panorámica y la crítica a la etnografía institucional
proporcionada por Bate podría, como aquí se sugiere, ampliarse de manera
efectiva a las organizaciones del tercer sector.
Pero la antropología ofrece
mucho más que sólo una metodología particular, la cual, después de todo, ya no
es única de la disciplina y ahora es ampliamente utilizada entre otros
científicos sociales. Como ha demostrado de manera convincente Gledhill (1994), la contribución distintiva de la
antropología a las ciencias sociales es principalmente aquella de orden teórico
que:
[…]pretende examinar las realidades
sociales dentro de un marco de referencia intercultural. Al esforzarse por
trascender una visión del mundo basada únicamente en las premisas de la cultura
y la historia europeas, los antropólogos son también impulsados a mirar más
allá del mundo de las apariencias y los presupuestos de la vida social en
gene Esto debería ayudarnos a buscar
análisis críticos de las ideologías y las relaciones de poder en todas las
sociedades, incluidas las occidentales (Gledhill,
1994: 7-8).
El estudio de las
organizaciones del tercer sector en Occidente, ya sean las organizaciones
norteamericanas sin fines de lucro, las agencias voluntarias británicas o las
ONG internacionales para el desarrollo, trae consigo una serie de supuestos y
prejuicios arraigados en la historia, los valores y la cultura de Occidente. Es
sólo actualmente que éstos comienzan a ser cuestionados a medida que los
estudios comienzan a ampliarse y a internacionalizar sus objetivos (por ejemplo
Salamon y Anheier, 1997).
En las secciones restantes se
discuten tres tipos generales de contribuciones antropológicas potenciales a la
investigación del tercer sector: descubrir (poniendo de manifiesto áreas
del tercer sector que actualmente reciben poca atención); ampliar
(abriendo importantes perspectivas no occidentales acerca de las organizaciones
del tercer sector) y profundizar (en una perspectiva crítica particular
acerca de las organizaciones del tercer sector y sus contextos). Este trabajo
no pretende presentar una revisión exhaustiva de la literatura especializada,
sino que emplea trabajos de antropólogos seleccionados para ilustrar estos tres
puntos y para sugerir el potencial para enriquecer los estudios del tercer
sector.
2. Descubrir más en torno al
tercer sector
El tercer sector contiene un
grupo diverso de organizaciones. Mucha de la literatura especializada en el
estudio del tercer sector se ha concentrado hasta ahora en las formas de
organización más grandes y burocráticas, tales como las ONG internacionales,
como Oxfain o la Fundación Save
the Children, o las
agencias de servicios de beneficencia, como la YMCA. Se ha enfatizado mucho
menos en la pequeña escala, en las formas locales o asociacionales
de actividad, particularmente en aquellas que tienen que ver con el apoyo autogestionado y la ayuda mutua en organizaciones de
socios. Se ha observado un prejuicio en las investigaciones del tercer sector
tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña (Horton
Smith, 1997; Rochester, 1998). Puede notarse también un prejuicio similar en la
literatura sobre ONG (Edwards y Hulme, 1995). La
existencia de investigación etnográfica tanto de sociedades occidentales como de
no occidentales podría proporcionar los fundamentos sobre los cuales comenzar a
emprender el balance. Los microrrelatos ricamente
detallados que la antropología puede proporcionar resultan muy apropiados para
la exploración de partes menos visibles del sector.
Muchos de los primeros
trabajos en torno a las asociaciones voluntarias llevados a cabo por
antropólogos se realizaron en un contexto de acelerado cambio social. En las
décadas de 1950 y 1960 los antropólogos que trabajaban en África se interesaron
en el papel de las asociaciones voluntarias que ellos veían como capaces de
proporcionar mecanismos adaptativos para los miembros de las comunidades que
experimentaban cambios acelerados, como la urbanización (Banton,
1968). Los miembros de las comunidades sometidas a profundos cambios económicos
y sociales se encontraban estructurados con anterioridad a través de relaciones
de parentesco en zonas predominantemente rurales, pero fueron reorganizados en
nuevos contextos urbanos capitalistas (Haviland,
1974). Kerri (1976: 23) llama a estas asociaciones voluntarias
o de interés común, y sugiere que han sido estudiadas como "mecanismos
adaptativos en situaciones de cambio social, cultural, ecológico y
tecnológico". Sintetizando estos primeros trabajos, Kerri
prosigue planteando que bajo ciertas condiciones de cambio, la base
organizativa de ciertos grupos se reestructura alrededor de intereses comunes,
como la ocupación, la profesión, la recreación o la espiritualidad, lo que
proporciona un medio para que los grupos sociales se adapten o reconfiguren a
los nuevos contextos urbanos. La razón de esto es el hecho de que las
organizaciones voluntarias, que se fundan en el interés común y en la
participación voluntaria de sus miembros, carecen de la rigidez de los grupos
basados en el parentesco (que son la base de la propiedad de la tierra y del
intercambio social) o de las unidades territoriales (por ejemplo las
estructuras de gobierno a niveles local o nacional).
Little (1965) por ejemplo,
quien comenzó escribiendo en África Occidental a finales de la década de 1940,
describió cómo las instituciones tribales de los migrantes urbanos se
desintegran y son reemplazadas o suplantadas por nuevos grupos. Estas nuevas
asociaciones cubren las necesidades de la gente en materia económica, religiosa
o de otra índole y ayudan a la adaptación al nuevo entorno en términos de
compañía, protección y comportamiento adecuado. Muchas formas tradicionales de
organización persisten, pero la familia tiende a perder su anterior significación
como proveedora de ayuda y apoyo mutuos, y son los grupos de edad y las
sociedades secretas las que asumen este papel. Little clasifica las
asociaciones en cuatro tipos: uniones tribales, asociaciones de amistad,
asociaciones ocupacionales y asociaciones recreativas, y las concibe como
proveedoras de un puente cultural que lleva a los individuos del
contexto tradicional al moderno. Banton
(1968) plantea que la autoridad transmitida en algunas sociedades tribales
incrementa la posibilidad de que se formen asociaciones contractuales, de
interés común, en los contextos urbanos, ya sea porque los hombres jóvenes
rechazan la autoridad tradicional, o porque obtienen un conocimiento acerca de
medios alternativos más apropiados para lidiar con los problemas urbanos. A
medida que el estatus adscrito se vuelve menos importante, estas
asociaciones permiten al nuevo migrante ajustarse a su estatus adquirido.
Aunque hace mucho que tal dualismo durkheimiano ha
sido superado por el pensamiento antropológico de carácter estructuralista o
posmoderno, tales posturas siguen siendo importantes por la riqueza de sus
detalles etnográficos.
Otro punto de partida de los
primeros trabajos etnográficos para los investigadores del tercer sector es la
gran cantidad de trabajos antropológicos acerca de las asociaciones rotativas
de crédito, una variedad de grupo de asistencia personal común en muchos
países. Ha habido una larga discusión en la literatura antropológica acerca de
este tipo de asociación. Uno de los textos preliminares fue el de Geertz, quien escribió con base en su trabajo de campo en
Indonesia:
[...] el principio básico en el que
se funda la asociación rotativa de crédito es la misma en todas partes: un
fondo global, conformado por contribuciones fijas de cada uno de los miembros
de la asociación, es distribuido, a intervalos fijos y en su totalidad, a cada
miembro de la asociación a la vez. Geertz (1962:
243).
Geertz localizó este tipo de organización en las
sociedades en transición de una orientación tradicional agraria a una comercial
moderna. Un trabajo más reciente de Chhetri (1995)
prosigue con la temática y examina la asociación nepalí de crédito dhikuri como un mecanismo adaptativo arraigado en la
comunidad extensa, a través de la cual la gente también cuestiona la
legitimidad de las instituciones bancarias modernas, puesto que se funda en la
confianza personal más que en las relaciones impersonales.
El análisis de problemáticas
de género en relación con el tercer sector también puede expandirse mediante
las perspectivas antropológicas. Muchos grupos autoconstituidos
son iniciados por mujeres −por ejemplo los grupos harambee
en Kenya− Y en muchas ocasiones ejercen múltiples
funciones de apoyo mutuo, iniciativa económica y reducción de la dependencia
con respecto a los parientes varones (Moore, 1988). El trabajo antropológico
previo, aunque poco sofisticado en términos teóricos, proporciona ricos
detalles etnográficos acerca de las variedades de organizaciones de mujeres,
particularmente en el contexto africano. Little (1972) describe el papel de las
asociaciones voluntarias como vehículos de movilidad social para las mujeres de
África Occidental, quienes transitan de los roles “tradicionales” al estatus
“adquirido”. Estas organizaciones proporcionan esquemas de beneficio mutuo,
contactos comerciales y capital, así como ayuda para sobrellevar la soledad en
los nuevos entornos urbanos. A medida que las mujeres se alejaban del
estatus tradicionalmente adscrito, la
movilidad fue posible mediante la identificación con la posición del esposo, la
membresía en una asociación voluntaria, y el comercio y el prestigio obtenidos
por las vías de la educación o del matrimonio de los hijos. A pesar del vínculo
entre muchos de los trabajos antropológicos de este periodo con las simplistas
teorías de la modernización del desarrollo, comunes en este momento, el
registro etnográfico de tales organizaciones aún nos puede revelar un poco más
acerca de ese más amplio tercer sector.
La investigación
antropológica de este tipo no se ha visto confinada al contexto africano, sino
que ha examinado influencias más extensas en la emergencia de asociaciones
voluntarias también en los países industrializados. Después de realizar
trabajos en Japón, en los cuales muestra la manera en que las asociaciones
de interés común han crecido en importancia paralela a las instituciones de
beneficencia y han asumido muchas de las funciones del parentesco, Norbeck (1972) discute que tales asociaciones de interés
común deberían ser vistas como una categoría general de la cual las
asociaciones voluntarias conforman una subcategoría, puesto que en algunas
ocasiones la membrecía a estas asociaciones es incitada por el gobierno. Estas
asociaciones, argumenta el autor, son tanto indicadores como instrumentos de
cambio, lo mismo en zonas urbanas que rurales. El trabajo en Europa y en
Norteamérica ha reflejado un interés similar por parte de los antropólogos.
Anderson y Anderson (1959) han estudiado comunidades en Dinamarca y Francia, y
sugieren que las asociaciones voluntarias responden a necesidades que, o bien
están fuera de las preocupaciones del gobierno, o no son aún lo suficientemente
importantes como para recibir atención. Por ejemplo, las necesidades de los
migrantes recién llegados o de las minorías étnicas podrían entrar dentro de
esta categoría. Se ha encontrado que entre las comunidades ucranianas en
Francia las asociaciones unifican a los migrantes en las zonas urbanas más que
las asociaciones en sus comunidades de origen, estructuradas principalmente en
torno al parentesco y al territorio.
Los antropólogos también han
comenzado a establecer vínculos entre modos de producción cambiantes, políticas
estatales, y respuestas y estrategias de supervivencia locales. El trabajo de Hamer (1967) entre los sidamo del
suroeste de Etiopía vincula el incremento de las asociaciones voluntarias con
el crecimiento de una economía monetaria agrícola y un Estado centralizado. Las
asociaciones laborales se han formado para facilitar la cosecha de café, en
parte ayudadas por las iglesias misioneras, porque la familia extensa
tradicional ha resultado insuficiente para tal fin. El conocimiento de otras
organizaciones formales sancionadas por el Estado en otros lugares de Etiopía
también ha facilitado este incremento. Moore (1988) también señala que las
iniciativas de asistencia personal −como las harambee
en Kenya− Normalmente son resultado de una
combinación de factores tanto internos como externos.
3. Ampliar el espectro de las
investigaciones del tercer sector
La literatura existente,
salvo notables excepciones, tiende a arraigarse en investigaciones llevadas a
cabo principalmente en el tercer sector nacional de Gran Bretaña y los Estados
Unidos, en donde existen historias distintivas locales acerca de las
organizaciones caritativas y no lucrativas. Mucha menos atención
han merecido las múltiples formas de actividad organizacional que existen fuera
de las culturas dominantes de estas sociedades (por ejemplo el tipo de
organizaciones del tercer sector formadas por minorías, refugiados y migrantes
económicos), o la variedad de acciones voluntarias en el resto del mundo (como
los grupos de crédito rotativo en las sociedades campesinas, o las ideologías
locales de asistencia autogestionada).
Este prejuicio deja abierta
al cuestionamiento a una gran cantidad de definiciones, términos y
suposiciones. ¿Es el tercer sector un concepto que sólo tiene significado en
ciertas sociedades? Los valores culturales que crean y sostienen a estas
organizaciones pueden requerir ser comprendidos dentro de sus propios términos.
¿Cómo se manifiesta el concepto de “voluntariedad” en otras culturas? ¿Qué es
lo que se ve reflejado en el hecho de etiquetar a ciertas organizaciones como
“voluntarias” o “no gubernamentales” en algunos contextos, y no en otros? (Lewis,
1998). La variedad de formas organizacionales y de enfoques de negociación
también debe ser considerada. ¿Pueden las formas indígenas de negociación
contrastarse con aquellas cuya base es el discurso y el conocimiento
occidental?
Un área importante sobre la
cual el trabajo antropológico existente arroja luz es el análisis del encuentro
histórico entre formas de organización occidentales y no occidentales. Por
ejemplo, Meillassoux (1968) estudia las
organizaciones voluntarias en Bamako y concluye que las organizaciones
tradicionales de las aldeas, encargadas de la organización del trabajo y la
diversión, y que emergen durante el periodo colonial, fueron eliminadas por el
gobierno poscolonial, que pretendió crear sus propias estructuras a través del
partido político nacional. Sin embargo, algunas de estas viejas asociaciones
persistieron. Ottenberg (1955) describe las
asociaciones de mejoramiento entre los Afikpo Ibo del
sur de Nigeria, en donde los hombres jóvenes, a menudo empleados del gobierno,
trabajan para el mejoramiento de la aldea a través de actividades como eventos
sociales, escuelas, hospitales, caminos y becas. Este autor sugiere que las
rivalidades que existían en el pasado en la aldea, y que a menudo implicaban
una guerra, han evolucionado hasta convertirse en modernas rivalidades interaldeanas basadas en la dotación de educación y el
mantenimiento de la infraestructura. De manera que estas asociaciones combinan
elementos tanto tradicionales como modernos. En Asia, un estudio
de Anderson (1964) acerca de las asociaciones voluntarias en Hyderabad, en la India, reveló que un modelo occidental
“importado” (o impuesto) de organizaciones voluntarias formales coexistía con
las estructuras informales indígenas. Esto ha llevado a que estas nuevas
organizaciones se caractericen por liderazgos poco confiables o corruptos y por
una “ambigüedad de roles”. Anderson sugiere que en su proceso de planeación el
Estado indio ha puesto sus esperanzas en tales organizaciones basándose en
experiencias tomadas de los roles de éstas en las sociedades occidentales.
Una segunda área clave para
ampliar el alcance de los estudios del tercer sector es la comprensión de las
diferentes perspectivas culturales en conceptos como voluntariedad y donación.
Existe un vínculo importante para entender la donación caritativa, la
asistencia para el desarrollo y la filantropía, que puede provenir de la
tradición antropológica que pretende entender los dones y la reciprocidad, y
cuyos orígenes se encuentran en el trabajo de Mauss
(1954). Como argumenta Mauss, el otorgamiento de un
don confiere poder al que lo otorga. Un estudio reciente de una aldea en donde
se han examinado estas ideas en el contexto de los trabajos para el desarrollo,
es el de Vandergeest (1991), quien demuestra de
manera convincente cómo el Estado y otras agencias para el desarrollo, en su
intento por modernizar las zonas rurales, se han apropiado del lenguaje del don
en Tailandia desde la década de 1930, en contradicción con las más igualitarias
tradiciones locales de ayuda mutua. El lenguaje de la ayuda ha sido cooptado y
transformado por los desarrollistas para obligar a los aldeanos a participar en
proyectos de desarrollo. Los trabajos de Vandergeest
pretenden demostrar que la visión de comunidad en la aldea precapitalista
bien podría ser una construcción del presente. En la década de 1930, existían
proyectos de desarrollo (que ahora son recordados como formas de ayuda
mutua entre las aldeas) que eran en realidad formas de conformación del Estado
que provenían del exterior (y que eran expresadas en términos de dones
provenientes del Estado que vinculaban a líderes y seguidores en
busca del .bienestar común.), y que en lugar de ayudar a los aldeanos a
ayudarse a sí mismos, enfatizaban en el
“reemplazo del lenguaje de la ayuda por el lenguaje de los ‘derechos’” (Ibid., p.426). Los aldeanos en ese momento debían ayudar
por ejemplo, como trabajadores en los campos de las élites locales.
Sin embargo sí existen formas
de ayuda mutua en las aldeas; por ejemplo las redes informales mediante
las cuales las mujeres trasplantan y cosechan el arroz, creando así grupos políticos
que también proporcionan ayuda contra los problemas con esposos o padres:
[...] las relaciones de ayuda o de
“intercambio de dones” no están asociadas únicamente con el poder servil,
desigual; o con el control y la regulación. También pueden usarse para crear
redes de ayuda mutua (Vandergeest, 1991: 4-38).
El autor continúa discutiendo
que los dones confieren poder a aquellos que los otorgan, quienes pueden retirarlos
cuando decidan, además pueden imponer condiciones a aquellos que los reciben.
Esto puede contrastarse con los derechos, que otorgan poder a quien los recibe
al trasladar la obligación a quien los otorga, como cuando el Estado está
obligado a garantizar la seguridad, o la participación democrática. Otro
trabajo de Stirrat y Henkel
(1997) desarrolla las ideas de Mauss en el contexto
de las primeras relaciones entre las organizaciones no gubernamentales
occidentales y sus contrapartes del sur.
El trabajo de los
antropólogos no sólo resulta de valor en el extremo de las asociaciones en
pequeña escala del tercer sector, sino también dentro de las burocracias. Como Billis (1993) y otros autores han demostrado, el estudio de
la burocracia es central para la comprensión de los retos organizacionales
enfrentados por organizaciones de mayor escala en el tercer sector. La
burocracia también ha sido durante mucho tiempo de interés para los
antropólogos, Heyman (1995) ha revisado recientemente
varios enfoques. Heyman argumenta que el trabajo
original de Weber acerca de las burocracias llevó a los sociólogos y a
otros investigadores a restringir sus
intereses de investigación al diagnóstico de problemas administrativos con un
énfasis excesivo en los aspectos internos de las burocracias. El autor enfatiza
que Weber se interesaba también en la “modernización del poder social”
Implicada en el viraje del gobierno de las élites a las instituciones del
capitalismo y la democracia. Este segundo aspecto de su trabajo ha tenido
continuidad por parte de, entre otros, los antropólogos.
Herzfeld (1992) señala que la burocracia occidental
“moderna” no puede simplemente ser contrastada con formas “primitivas” o no
occidentales de organización, sino que puede ser analizada de formas similares
a las empleadas por los antropólogos en el estudio de los patrones formales del
ritual que son prescritos al interior de cualquier sociedad. Mientras que la
noción de jerarquía no es únicamente un concepto occidental, puede percibirse a
las nociones weberianas de la burocracia como
representativas de una forma de pensamiento distintiva de la tradición
renacentista y moderna, con una distinción simbólica entre quienes están dentro
y ocupan una posición privilegiada, y quienes están fuera, distinción que no
necesariamente existe en todas las sociedades (Herzfeld,
1992); es la idea de superioridad la que resulta occidental y culturalmente
distintiva. El concepto de responsabilidad, aunque universal, es “una amalgama
de ideas socialmente producidas acerca de la persona, la presencia y la forma
de gobierno” con “significados culturalmente específicos” (Ibid.,
p.47). Herzfeld muestra cómo en el contexto de
Grecia, por ejemplo, la forma simbólica de la burocracia es una cubierta para
las tácticas de “toma del poder, humillación e indiferencia”.
4. Profundizar el análisis:
nuevas perspectivas críticas
La antropología, más que ser
simplemente una metodología de investigación y una forma de develar la
diversidad de la vida social, puede también proporcionar un enfoque crítico
particular a nuestra comprensión de las organizaciones y sus contextos. Esta
sección explora una muestra de investigaciones que resultan relevantes para los
estudios del tercer sector, considerando dos temas principales: la organización
y las políticas.
La primera temática hace
referencia a los retos en la comprensión de cómo operan las organizaciones.
Durante muchos años han existido vínculos entre la antropología y los estudios
organizacionales. En la década de 1920, los antropólogos contribuyeron a las
teorías científicas de la dirección de Taylor con estudios de dos plantas de la
Western Electric Hawthorne en Illinois. Estos trabajos enfatizaban el papel de
los dirigentes formales por encima de otras perspectivas más participativas,
apoyadas en los trabajos realizados por Gluckman y la
Escuela de Manchester en las décadas de 1950 y 1960, perspectivas que
enfatizaban en el contexto más amplio de la situación laboral y en las maneras
en que la gente construye significados acerca de la fábrica partiendo de un
repertorio cultural más amplio de roles sociales. Pero a finales de 1960 los
antropólogos abandonaron el estudio de las organizaciones occidentales para
desplazarse al estudio de las organizaciones del tercer mundo, mientras que los
estudios organizacionales adoptaban el paradigma positivista y se alejaban de
los enfoques interpretativos (Wright, 1994).
Los conceptos antropológicos
han comenzado a influir en los intentos de los teóricos organizacionales por
entender el elusivo concepto de cultura al interior de las
organizaciones (Wright, 1994). Atañe a la antropología el estudio del análisis
y la interpretación cultural, ya sea en el estudio del parentesco en pequeñas
sociedades aisladas, o en las formas en que una gran empresa emplea a las
personas (Chambers, 1985). En este sentido, la
cultura se refiere a la información y a la interpretación de esta información
por parte de la gente, así como a los procesos a través de los cuales estos
significados son transmitidos entre las personas. Los debates en torno a la
cultura han propiciado de nueva cuenta un diálogo entre los antropólogos y los
teóricos organizacionales. El énfasis de Geertz
(1973) en la cultura como proceso es complementado por un énfasis en el
lenguaje y el poder, para demostrar cómo los discursos son construidos y
debatidos tanto al interior de las organizaciones como en relación a sus
contextos más amplios. Wright concluye que:
La cultura tiene una doble
faceta. La cultura es un concepto analítico para problematizar el campo de las
organizaciones; en ese campo, la cultura es una reivindicación ideológica,
arraigada en condiciones históricas y sujeta a desafíos.
No quiere decir que los
antropólogos y los teóricos organizacionales necesariamente vean a la cultura
en los mismos términos. El concepto de cultura prevalece cada vez más en los
estudios organizacionales, y mientras que sus orígenes se atribuyen al trabajo
de los antropólogos, las dos disciplinas emplean el término de maneras
diferentes. En los estudios organizacionales el interés en la cultura se ha
dado en el contexto de: i) El manejo en diferentes contextos culturales
nacionales, ii) la integración de los trabajadores
con diferentes identidades étnicas en una sola unidad, iii)
las actitudes de la fuerza de trabajo y iv) la
cultura colectiva fomentada por los dirigentes para sus empresas (Wright,
1994). Las ideas antropológicas acerca de la cultura también han sido llevadas
al campo de los estudios organizacionales, a medida que la visión de las
organizaciones como estructuras racionales ha sido puesta en tela de juicio por
una perspectiva posmoderna de las organizaciones como “lugares de construcción
de significados”. Pero de acuerdo a Wright (1994: 3) lo que prevalece es una
desarticulación en donde los teóricos organizacionales tienden a ver la cultura
como algo que la organización tiene y que puede ser manipulada, más que como
algo que la organización es. Las ideas antropológicas acerca de la cultura como
una entidad relacionada con el conflicto, la negociación y el proceso, algunas
veces se han solidificado como herramienta ideológica del control directivo:
[...] para un antropólogo influenciado por las ideas
de Geertz, es más probable que
"participación" implique un repertorio de ideas que son continuamente
reelaboradas mediante formas creativas que son sistemáticas y explicables, pero
no predecibles. No solamente es esencial la Economía, Sociedad y ambigüedad,
sino que provee el espacio para esta reelaboración; pero se trata de un proceso
político: los significados de los conceptos y símbolos no solamente no están
fijados, sino que son constantemente debatidos (Wright, 1994: 4).
Pasando al asunto de las
políticas, los antropólogos han tendido a investigar cómo éstas se generan y se
implementan (van Willingen, 1993). Los
discernimientos antropológicos pueden llevar a la discusión acerca de las
políticas y al reconocimiento de cómo ciertos grupos de personas
(particularmente aquellos que se encuentran fuera de los grupos socialmente
dominantes) responden a circunstancias sobre las cuales tienen poco control,
por ejemplo aquellos grupos de personas afectadas por el estado modernizador (Chambers, 1985: 188):
Si el principal objetivo de
la antropología durante el siglo pasado fue mejorar nuestra comprensión del proceso
cultural con base en la investigación intercultural, el nuevo objetivo
principal de los antropólogos aplicados es la comprensión de cómo los procesos
culturales afectan las circunstancias de la toma de decisiones en las políticas
públicas. Es difícil imaginar cómo puede esto llevarse a cabo sin prestar a
aquellos que crean, transmiten e implementan las políticas, la misma atención
que prestamos a aquellos que se ven más afectados por ellas.
Para las ONG comprometidas
con el desarrollo, los antropólogos pueden también subrayar aspectos de las
políticas de desarrollo. Los antropólogos han aportado nuevas perspectivas al
contexto de las políticas en el que operan las organizaciones, en particular la
crítica antropológica a la industria del desarrollo y a sus
instituciones (Ferguson, 1990; Escobar, 1995; Gardner
y Lewis, 1996).
Una de las áreas clave en la
cual los antropólogos han trabajado es la forma en que las políticas son
llevadas a la práctica. Esto ha implicado a menudo el observar situaciones que
involucran el trabajo de organizaciones del tercer sector. Por ejemplo, Kurtz (1973) ha analizado los problemas de la iniciativa
“guerra contra la pobreza” en California, durante la década de 1960. El autor
demuestra que los líderes de un Consejo Local de Acción Comunitaria, de corte
popular, fueron contratados para dirigir un programa contra la pobreza, pero
fueron burocratizados por el grupo dominante y sus acciones comenzaron a
reflejar los intereses de su nuevo estatus de clase media más que los intereses
de las comunidades que éstos representaban. Pero existe también otra idea que
ha recibido menos atención por parte de todos: la forma en que los programas de
cambio son formulados y administrados tanto en la esfera informal como en la
formal. Salisbury (1977) por ejemplo, desarrolló un enfoque que desconstruye diferentes realidades de diferentes actores
al interior de un proyecto de desarrollo, en lo que, para identificar
diferentes significados y comprensiones, ella llama prisma de percepciones.
Estos enfoques son de gran relevancia para las ONG que participan a menudo en
programas de desarrollo.
Volviendo a nuestra discusión
previa acerca de la burocracia, los antropólogos han examinado las formas en
que se relacionan las políticas con su instrumentación. Heyman
sugiere que la antropología de la burocracia tiene un papel útil que cumplir
para poder ir más allá de las políticas y los objetivos oficiales formalmente
enunciados, y comprender el despliegue del poder organizado. En particular, se
enfoca en las relaciones entre los trabajadores de la burocracia y las personas
con las que éstos trabajan o sobre las que ejercen poder. Las investigaciones
de Heyman se refieren al servicio de inmigración de
los Estados Unidos en la frontera mexicana, uno de los mayores intentos en el
mundo por controlar a la gente pero que, a pesar de arrestar a más de un millón
de personas al año, fracasa enormemente en su labor primaria de evitar el
ingreso ilegal a los Estados Unidos. No sería difícil discutir el caso de que el
propósito enunciado de la industria contra la pobreza ha sido similarmente
ineficaz. El trabajo de Heyman se enfoca en lo que él
llama trabajo del pensamiento, un concepto que el autor crea y usa para
analizar la lucha inevitable entre las burocracias:
Los trabajadores burocráticos deben
pensar por ellos mismos debido a la naturaleza de sus tareas, sin embargo estos
trabajadores deben ser controlados en tanto pensadores para asegurar la
producción regular de los deberes de control (Heyman 1995: 263).
En otras palabras, las
burocracias generan relaciones sociales, y éstas sólo pueden ser entendidas si
nos desplazamos más allá de la simple mirada a la estructura interna para
incluir las relaciones externas entre controladores y controlados, lo que ayuda
a determinar las culturas y los procesos organizacionales. La forma en que
ciertos tipos de ONG trabajan con las comunidades, y las formas en que se
reproducen los valores y la filosofía del desarrollo de las organizaciones al
interior de las ONG pueden ser provechosamente analizadas empleando este tipo
de perspectiva acerca de la burocracia.
Finalmente, el problema de la
construcción de las políticas en relación con las organizaciones no lucrativas
no ha sido suficientemente investigado. Hay evidencia potencialmente útil
proveniente de los trabajos
antropológicos que sugiere que la racionalidad de la mayor parte de las
organizaciones es compleja y ambigua (Quarles van Ufford, 1993). Más que simplemente cumplir las políticas,
estas organizaciones generan intereses y objetivos propios, que son tanto
determinados como determinantes de las políticas ambientales. Estas ideas han
sido desarrolladas de manera detallada por antropólogos como Ferguson (1990) y Escobar (1995) para demostrar de qué
manera los discursos de las políticas están vinculados con sus
resultados en formas que sirven a intereses y estructuras de poder menos
explícitas.
5. Conclusiones
Resulta sorprendente que el
trabajo antropológico hasta ahora no haya contribuido de manera significativa a
la creciente área de investigación de las organizaciones no lucrativas. Hay
pocos antropólogos entre los miembros de ARNOVA o ISSTR y los artículos de
investigación escritos desde una perspectiva antropológica rara vez aparecen en
las revistas académicas acerca del tercer sector. Mucho del material
etnográfico a que se hace referencia en este trabajo no es nuevo, pero muy poco
de él se ha abierto camino en el mundo de los especialistas del tercer sector.
Sin embargo, el extenso corpus de investigación antropológica ya
existente, aunado al trabajo más reciente de antropólogos escogidos aquí de
manera selectiva, puede contribuir al fortalecimiento del trabajo actual en el
campo de los estudios del tercer sector, dado que este tiene potencial para:
· Proporcionar relatos sumamente detallados de
actividades organizacionales en el nivel micro;
· Revelar la diversidad cultural de las formas
organizacionales, desde los tipos informales a pequeña escala hasta las
estructuras burocráticas mayores;
· Desafiar los prejuicios occidentales en el estudio
de las organizaciones no lucrativas;
· Describir y analizar la cultura y el cambios
organizacional empleando un amplio rango de enfoques conceptuales;
· Vincular la investigación y la acción a nivel de
comunidad o de políticas públicas a través del desarrollo de la antropología
aplicada.
Cada uno de estos puntos
puede proporcionar a los antropólogos una oportunidad de contribuir a un área
de los estudios del tercer sector. Por ejemplo, las organizaciones voluntarias
tienden a estar inmersas en las comunidades, en su historia y en sus culturas,
y su funcionamiento depende de una compleja combinación de motivaciones tanto
de los dirigentes como de los miembros, motivaciones impulsadas por valores. En
todas las sociedades es posible encontrar alguna forma de actividad voluntaria
en términos generales y, sin embargo, los valores están claramente integrados
en la cultura, la cual requiere ser analizada en toda su diversidad. El estudio
de las organizaciones no lucrativas está finalmente arraigado en las
tradiciones de la industrialización occidental, y es muy probable que los
conceptos que han emergido estén, en gran medida, culturalmente condicionados.
Las culturas, tanto las organizacionales como las más amplias al interior de
las sociedades, rara vez son estáticas, y cambian, evolucionan y se transforman
de formas complejas. Las organizaciones no gubernamentales tienen comúnmente un
carácter trasnacional. En el nivel organizacional, las formas occidentales de
organización, como la burocracia, interactúan con las estructuras locales como
el clan, mientras que los miembros individuales de las agencias voluntarias de
desarrollo viajan a otras comunidades para proporcionar ayuda para el
desarrollo. Reeves-Ellington (1995) ilustra esta
problemática en el contexto de las corporaciones globales. Así como los
antropólogos pueden estudiar de manera productiva los procesos y las
instituciones de desarrollo (Gardner y Lewis, 1996), también puede haber
beneficios potenciales para los académicos y los profesionales de una gran
variedad de perspectivas en torno al tercer sector.
Mientras que en este
documento se ha argumentado que la antropología puede aportar nuevas ideas y
conocimientos a los estudios del tercer sector, lo contrario también puede ser verdad.
La antropología ha pasado por un largo periodo de búsqueda interior desde el
cual está surgiendo hacia un futuro incierto. Ahmed y Shore escriben que:
La antropología social como la
conocemos está en peligro de verse marginada y resultar redundante a menos que
adapte sus más queridas teorías, métodos y prácticas al mundo cambiante que
amenaza con comprender. Esto significa, sobre todo, una revaloración del objeto
de estudio y el desarrollo de nuevos dominios y métodos de búsqueda en
proporción a los nuevos sujetos y fuerzas sociales que emergen en el mundo
contemporáneo. Significa también comprometerse con problemáticas de mayor
interés general (Ahmed y
Shore, 1995: 15-16).
Puede haber, por lo tanto,
beneficios para la antropología y los antropólogos en términos de mayor
relevancia en las políticas públicas partiendo de un mayor interés en el
desarrollo del tercer sector, el cual ha sido aclamado en algunos medios como
uno de los cambios sociales más significativos de los años recientes. La subdisciplina de la antropología aplicada (Cernea, 1995),
con su conflictiva relación con la antropología general, podría verse
particularmente beneficiada de un compromiso más activo con estas
problemáticas. El potencial que la antropología ofrece a los estudios del
tercer sector podría, en última instancia, beneficiar a ambas comunidades
de investigadores.
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Enviado: 19 de julio de 2000.
Aceptado: 21 de febrero de 2001.
[1] Una primera versión de este documento fue presentada en la conferencia de la Association for Research on Nonprofit and
Voluntary Agencies (ARNOVA) en Seattle, en noviembre
de 1998 y fue publicada en Human
Organization, vol. 8, núm. 1, enero
de 1999, con el título: "Revealing, widening,
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anthropological approaches to ‘third sector’ research". Traducción
del inglés de Alma Mancilla
Sánchez.