Lecturas en contraste. El
lector frente a un texto
Castro,
Maricruz, Laura Cázares y Gloria Prado (editoras) (2004), Escrituras en contraste. Femenino/masculino en la
literatura mexicana del siglo xx, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Iztapalapa/ aldus, México, 366 pp., isbn: 970-714-070-4.
Este libro contiene 12 ensayos escritos por mujeres, académicas
especializadas en el campo de las letras, unas mexicanas nacidas en la ciudad
de México y otras en ciudades como Mérida, Coatzacoalcos y Toluca; las menos
nacidas en otros países y ciudades como Córdoba, Argentina. Las autoras son, en
orden alfabético: Enid Álvarez, Regina Cardoso Nelky,
Maricruz Castro Ricalde, Laura Cázares, Ana Rosa Domenella, Luzelena Gutiérrez de
Velasco, Graciela Martínez-Zalce, Nora Pasternac, Gloria Prado, Berenice Romano Hurtado, Ute Seydel y Luz Elena Zamudio
Rodríguez.
El libro, como indica la introducción, es producto del Taller de
Teoría y Crítica Literaria Diana Morán-Coyoacán que inició sus labores bajo los
auspicios del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de El Colegio
de México y que en 1993 se constituyó como grupo de trabajo independiente. Su
línea principal de estudio es la literatura escrita en México y en América. El
grupo reúne a un poco más de 20 académicas, la mayoría con formación en el área
de la literatura, procedentes de instituciones diferentes como la Universidad
Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad
Iztapalapa; el Instituto Tecnológico Autónomo de México, El Colegio de México,
la Universidad Iberoamericana, la Universidad Autónoma del Estado de México y
el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus Toluca. Académicas que se reúnen mensualmente desde
hace 18 años echando por tierra el dicho de ‘mujeres juntas, ni difuntas’. Esta
publicación, lo mismo que algunas anteriores y seguramente otras que vendrán,
demuestra el trabajo creativo de las mujeres cuando trabajan en grupo.
Desde la introducción de este libro, y haciendo referencia a Borges,
se advierte que censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen
que ver con la crítica, entonces
desde la entrada se avisa que el mayor aporte que puede hacerse a un texto
escrito no es la censura ni la alabanza infundadas, aunque después de leer
cuidadosamente la obra puedan venir ambas, pero fundamentadas en un trabajo de
análisis. Esto es lo que me propuse hacer en este comentario.
Antes de entrar a la obra, me detuve en el título, especialmente en la
palabra contraste. Para
empezar a elaborar mis juicios, consulté el diccionario de filosofía de Ferrater Mora y encontré: contraste-asociación. Aristóteles
fue de los primeros filósofos que definió este concepto lógico al aceptar
contraste como comparación-asociación por semejanza o por contigüidad. También
encontré contraste como conexión entre diferentes pensamientos e ideas y que
mantienen cierto método y regularidad con un interés predominantemente
epistemológico. En los ensayos de este libro se aplicaron las dos principales
asociaciones: por semejanza que lleva implícita la diferencia, y por
contigüidad en tiempo y espacio; además es evidente el fuerte interés
epistemológico que posee y que marca la búsqueda del conocimiento y la
comprensión. Luego en este libro el término contraste no fue utilizado en el
sentido de oposición y hasta de exclusión, sino en el de estudio comparativo
buscando conexiones entre ideas y resultados de escritores diferentes por su
sexo, pero que compartieron temas y preocupaciones propios de todo ser humano,
más allá de consideraciones sexistas.
Los ensayos son diversos en sus contenidos, poco distintos en su
extensión. Los autores abordados en cada uno son también diferentes, excepto en
el caso de Berenice Romano y Gloria Prado, quienes se ocupan igualmente de
Carlos Fuentes en el caso del escritor, pero tomando por pareja de comparación
a escritoras distintas. Los autores ‘pareados’ en los análisis fueron: Elena
Garro (n. en 1916 en Puebla) y Juan Rulfo (n. en 1918 en Sayula, Jalisco), Ute Seydel compara de manera
especial dos novelas: Los
recuerdos del porvenir y Pedro
Páramo. Carmen Rosenzweig (n. en 1926 en Toluca,
México) y Sergio Galindo (n. en 1926 en Jalapa, Veracruz), Maricruz Castro Ricalde estudia sus obras 1956 y Polvos
de arroz. Amparo Dávila (n. en 1928 en Pino, Zacatecas) y Juan José Arreola
(n. en 1918 en Zapotlán, Jalisco), Regina Cardoso Nelky
analiza los relatos La
señorita Julia y La
migala. Elena Poniatowska (n. en 1932 en París) y
Carlos Fuentes (n. en 1928 en Panamá), Berenice Romano Hurtado compara las
novelas autobiográficas Flor de
lis y Diana o la cazadora
solitaria. Aline Pettersson
(n. en México en 1938) y Carlos Fuentes, Gloria Prado analiza sus novelas Piedra que rueda y Los años con Laura Díaz. Inés
Arredondo (n. en 1928 en Culiacán, Sinaloa) y Sergio Pitol (n. en 1933 en
Puebla), Laura Cázares aborda sus cuentos Río subterráneo y
Victorio Ferri cuenta un cuento. Julieta Campos (n. en 1932 en La Habana) y Salvador
Elizondo (n. en 1932 en la ciudad de México), Luzelena
Gutiérrez de Velasco analiza algunos de sus ensayos. Angelina Muñiz (n. en
1936) y Federico Patán (n. en 1937) ambos españoles emigrantes, Luz Elena Zamudio Rodríguez compara sus relatos autobiográficos como Seudomemorias y Autorretrato
lingüístico. Elsa Cross (n. en 1946 en la ciudad de México) y
José Emilio Pacheco (n. en 1939 en la ciudad de México), Nora Pasternac contrasta sus obras de poesía más recientes, Cantáridas y Siglo
pasado (Desenlace). María Luisa Puga (n. en 1944 en la ciudad de
México) y Luis Arturo Ramos (n. en 1947 en Minatitlán, Veracruz), autores de la
novela La viuda y del
cuento La señora de la Fuente, son
estudiados por Ana Rosa Domenella. Paloma Villegas (n. en 1951) y Héctor Manjarrez (n. en 1945), autores de las novelas La luz oblicua y Pasaban en silencio nuestros dioses, son
abordados por Enid Álvarez. Finalmente Susana Pagano (n. en 1968 en la ciudad de México) y
Álvaro Enrique (n. en 1969 en la ciudad de México), autores de las novelas Trajinar de un muerto y La muerte de un instalador, son
estudiados por Graciela Martínez-Zalce.
Infiero que determinó el orden de los ensayos el año de nacimiento de
cada escritor y escritora abordados, autodidactas algunos como literatos, tal
es el caso de Amparo Dávila y Juan José Arreola, otros académicos de las letras
y del periodismo, pero todos reconocidos como destacados representantes de la
literatura mexicana del siglo xx, que
es el subtítulo de esta obra. Escritores galardonados casi todos ellos, con
premios que incluso llevan sus nombres, como el Premio Xavier Villaurrrutia, Premio Juan Rulfo, Premio Nacional de
Literatura, Premio Nacional de Letras, Premio Juan Ruiz de Alarcón, Premio
Nacional de Narrativa, Premio Planeta, Premio José Revueltas, Premio Joaquín Mortiz, Premio Nacional de Novela, incluso el Premio
Cervantes, otorgado por los monarcas españoles.
Los temas que se abordan en estos trabajos y que sirven como punto de
contraste-comparación son diversos. Estos contrastes me permitieron algunas
primeras reflexiones de las que parten las autoras de la introducción: Maricruz
Castro Ricalde, Laura Cázares
Hernández y Gloria Prado Garduño, quienes además hacen una muy buena reseña de
cada uno de los trabajos que incluye el libro.
Una de las primeras reflexiones a las que invita el libro desde su
introducción es la relación entre la historia y la literatura, que a veces se
han considerado como antagónicas; recordemos a Aristóteles, quien en La poética defendió la superioridad de la literatura frente a
la historia, pues la primera cuenta las cosas como ‘ojalá hubieran sucedido’,
gracias a la imaginación y la ficción creativas del escritor; en cambio la
historia, según el estagirita y posteriormente los positivistas franceses del
siglo xix
encabezados por Comte, cuenta las cosas ‘tal como
pasaron’, aunque definitivamente hoy este concepto de historia neutral y
positiva no existe.
Otro tema de reflexión es el papel de la ficción en la literatura. La
ficción puede ser entendida como las cosas arregladas, modeladas, disfrazadas y
con ello convertidas en ‘apariencia’, instrumento necesario para cierta forma
del saber: ¿la literatura? No será la apariencia lo que fue el fenómeno para
Kant, “la cosa para nosotros”, ante la imposibilidad de conocer la “cosa en
sí”, nóumeno. Luego ¿todo es apariencia?, y si esto es así, ¿serán la lógica
kantiana y la literatura las que ordenan el caos que es la realidad aparente
que nos ofrecen nuestras percepciones, aunque el saber pleno y absolutamente
verdadero no se alcance nunca y sea inaccesible al ser humano? Bergson afirmó
que precisamente la literatura presenta la síntesis del conocimiento humano, en
la intuición creadora ocurre la inmediatez del instinto y la distancia de la
inteligencia. Gracias a la intuición, afirmó Bergson, vivimos dentro y
comprendemos fuera. Esto sucede plenamente en la literatura, como lo muestran
los 12 ensayos de este libro.
El problema de la hermenéutica también se plantea en la entrada de
esta obra. La hermenéutica que desde Platón es aceptada como interpretación que
comunicamos; un mismo término implica no sólo significados distintos, sino a
veces hasta antagónicos expresados a través de símbolos de una realidad que es
necesario interpretar y comunicar. Un trabajo hermenéutico de crítica temática
comparada fue lo que hizo cada una de las profesionales que participaron en
este libro. Todos estos asuntos planteados en la introducción subyacen y
acompañan a los ensayos de este libro, pero ¿cuáles son algunos temas que de
manera explícita aparecen en este contraste de lecturas de escritos por hombres
y por mujeres?
Uno de ellos es la lucha armada de 1917 y la guerra cristera de los
años veinte, temas sobre los que escribieron Elena Garro y Juan Rulfo, quienes
elaboraron un contradiscurso en la literatura,
cuestionaron la historia oficial, la llamada “de bronce” por Luis González
entre otros. Luis González, recién fallecido, en su Pueblo en vilo hizo hablar a quienes su
historia no importa para la historia oficial, igual que Garro y Rulfo. Ambos
mezclan realidad y ficción, muestran unos personajes no nacionales: es
manifiesta la ausencia de ideales claros en quienes participaron en los
diversos bandos revolucionarios, lo mismo que expuso Azuela en Los de abajo; el cambio de bandos, la
invocación de los santos, vírgenes y toda imagen religiosa capaz de hacer
milagros, cada quien para su bando y contra el opositor. Garro escribió en Los recuerdos del porvenir la
invocación de un cristero: “¡Virgen de Guadalupe, ayúdanos a chingar a estos
cabrones!”
Junto a estos temas está la ausencia de una nación y un Estado fuertes
y consolidados; la brutalidad de los de arriba como Carranza, Villa u Obregón,
lo mismo que los de abajo. También está presente la crítica al poder absoluto y
corrompido.
El mito del campo y del campesino idílicos, semejantes al paraíso perdido,
el campo virgen y noble frente a la feroz y viciosa ciudad son otros asuntos
que están presentes en las obras analizadas; la actitud paternalista del
mestizo hacia el indio; la aparición de los considerados sin historia, la voz
de los personajes marginales, la exclusión de las mujeres, las sin apellido,
apenas un nombre si no es que un apodo, mujeres “menos vivas que un cadáver”.
Ellos, los hombres, ellos sí con nombre y apellido.
La sexualidad, la rebelión social, el cuerpo, el alcoholismo y otros
temas prohibidos entre ‘la gente de bien’, la estrechez de la provincia frente
al mundo multiforme y variado de las ciudades, la hipocresía de los pueblos
chicos donde ‘todos se conocen’, el mercado y la iglesia, la cantina y el
burdel, el anonimato de las ciudades, los mundos de los hombres y de las
mujeres, la vejez y la muerte, la soledad y la pobreza como elementos
existenciales de todos los protagonistas de las obras analizadas.
La neurosis y la angustia como fuentes del arte a la manera de
Nietzsche y Freud, la necesidad de escribir para salir de sus propias
depresiones, los animales (arañas y rinocerontes) como recipientes de nuestros
mundos y locuras y el temor a su dominio y falta de control frente a la luz y
la esperanza que significa vivir.
Las aparentes dicotomías y luchas de opuestos, en un permanente tejido
de contrarios: caos-orden, noche-día, ciudad-campo, revolución-evolución,
locura-cordura, hombre-mujer, violencia-amor, atracción-repulsión. Yo misma
dudé dónde colocar los extremos de estos pares antitéticos en las lecturas
analizadas por las autoras de estos libros; y en sus ensayos, no se los ubica,
se habla de ellos pero no se los coloca en algún extremo; así aparece la
literatura como síntesis enriquecida de un fino tejido de contrarios.
Otro tema es la dualidad en la que se mueve todo ser humano. Freud
aparece en el fondo hablándonos de nuestros temores acallados y hundidos en
nuestro inconsciente y, como el analista, la literatura colocándolos frente a
nosotros para tener conciencia de ellos.
El encuentro de las parejas no sólo en el amor, sino especialmente en
la locura y la violencia. La degradación de la mujer casi como la expone Erasmo
de Rotterdam (siglo xvi):
Cuando alguna mujer quiere pasar por inteligente, solamente pone en
evidencia su locura. Es como si se soltara un buey en los serenos dominios de
Minerva. Cualquiera que haciendo violencia a su propia naturaleza pretende
cubrirse por apariencias de virtud y talento, no hace más que poner en
evidencia sus defectos. Dice un proverbio griego: “Aunque la mona se vista de
seda mona se queda” La mujer es mujer, es decir loca, sea cual sea el disfraz
que adopte.
Algunos de los autores abordados en los 12 ensayos de este libro no
vivieron la realidad relatada en sus obras, sino que la escucharon desde un
plano externo; otros, por el contrario, tienen una obra fundamentalmente
autobiográfica como Fuentes, Poniatowska, Rosenzweig, Garro, Rulfo, Galindo y algunos más, ¿o son
todas obras autobiográficas? Obras donde no fue el yo del autor el que
determinó su autobiografía sino al revés, según lo dice Berenice Romano. La
realidad y la ficción del escritor construyendo su autobiografía en la que se
unen lo público y lo privado, la historia objetiva y las historias personales,
el tiempo histórico y el tiempo subjetivo donde, como escribe Gloria Prado,
todo quedó unido en la literatura como dos caras de una misma realidad, no como
dicotomías sino como una unidad de contrarios. Aparece el ser humano como
persona unitaria, suma –no acumulación de partes– de múltiples relaciones no
unívocas sino integradas por una compleja red de relaciones e interdependencias
donde “yo soy yo y mi circunstancia”, como enunció Ortega y Gasset, y si me
salvo yo se salva ella.
La muerte rondando en todas las obras analizadas y el hombre, como
refiere Domenella, teniendo conciencia de ella, como
lo establecieron Sartre, Kierkergaard, Unamuno y
otros existencialistas más; y todos nosotros fingiendo que vivimos por siempre.
Las preocupaciones de todo ser humano: la rutina, el posmodernismo, el
nihilismo a la nietzscheano como absoluta aniquilación, la propuesta de androginizar los sentimientos y sus manifestaciones como
una alternativa salvadora para hombres y mujeres. En las obras contrastadas se
manifiesta el ser humano, hombre y mujer, en toda su fragilidad y en toda su
grandeza, como Mefistófeles en el Fausto de Goethe,
quien dice:
Soy el espíritu que siempre niega.
Y ello con razón, pues todo lo que nace
No vale más que para perecer.
Por eso sería mejor que nada surgiera.
O a la manera de Calderón en La vida
es sueño cuando Segismundo declara:
Pues el delito mayor
Del hombre es haber nacido…
De estos sentimientos de nulidad, como lo hicieron el mismo Goethe y
Calderón, se ha logrado la producción literaria, que prueba lo dicho por Bakunin de que sólo la destrucción es creadora.
La palabra escrita como forma de renacimiento y autoconstrucción, eso
hicieron las autoras de estos ensayos. Las cartas, los discursos, los cuentos,
los poemas, las novelas, los ensayos fueron los materiales de sus trabajos para
entregarnos finalmente 12 ensayos; ensayos a la manera de Montaigne,
quien utilizó esta forma literaria para expresar sus intuiciones sobre el
hombre y la vida, cuestiones que hoy llamamos “existenciales” y que algunos
consideraron como ‘filosofía subjetiva’; hoy nada más lejos de eso, como lo
muestran las 12 escritoras de este libro.
Las autoras dieron a conocer, aunque sea parcialmente, sus
preferencias y saberes, además de los mundos de los escritores seleccionados, entonces
son varios mundos los que este libro ofrece. Nada de lo que aquí se aborda
puede sernos indiferente y, junto con Montaigne,
podemos decir: “Todo hombre –yo agrego: y mujer– lleva en sí el peso de la
humana condición”, luego nada de lo humano nos puede ser ajeno, y fue
precisamente el mundo de lo humano lo que en este libro se aborda.
Como lo dije en las primeras líneas de este escrito, las editoras
hicieron el resumen y análisis de cada uno de los ensayos en la misma
introducción de este libro, por lo tanto me propuse en esta presentación no
reseñar ensayo por ensayo, sino dar un panorama de los temas abordados en los
diversos trabajos que forman esta obra conjunta; quise también hacer una
lectura en contraste-asociación-comparación de este libro, y encontré fuertes
semejanzas; una de ellas fue, a diferencia de otras obras donde son evidentes
las diferencias de profundidad y profesionalismo analítico, que cada una de las
12 autoras de estos ensayos hizo una clara delimitación de su tesis central y la
abordó con rigor teórico y metodológico, ayudado por un vasto y adecuado manejo
de fuentes que incluyeron no sólo buena parte de la producción del escritor(a)
estudiado, además de la obra central de análisis, sino también otras que
abordan el tema de cada ensayo.
Las 12 autoras muestran en esta obra que no son iniciadas en el campo
de la literatura, en este caso de la crítica temática comparativa. Las diversas
publicaciones anteriores de cada una de ellas muestran su experiencia y las
aportaciones que han hecho en este campo de la ciencia.
Sobre la libertad que los autores estudiados y la temática
seleccionada dio a cada ensayista, las 12 muestran de manera muy semejante el
trabajo riguroso de análisis-síntesis que realizan, de tal manera que el
resultado no fue un libro integrado por 12 partes, sino una unidad coherente
que enriquece a quien lo lee, gracias a las diferencias, semejanzas y
continuidades que lo cruzan, no sólo en los temas abordados por los escritores
analizados y puestos en contraste, sino por las de las mismas autoras de este
texto.
Elvia Montes de Oca Navas
El Colegio
Mexiquense, A.C.
Correo-e:
emontes@cmq.edu.mx
Elvia Montes de Oca Navas es doctora
en estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México,
miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente trabaja como
profesora-investigadora en El Colegio Mexiquense, A.C. Sus líneas de
investigación son la historia bibliográfica del estado de México y la historia
del estado de México durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Algunos de sus
libros publicados son Protagonistas
de las novelas de la Revolución Mexicana (1995), La educación socialista en el Estado de México. Una
historia olvidada (1998), Imágenes
del Estado de México 1824 (1999), Bibliografía
especializada. Teotihuacan (1999), Política laboral y corporativismo en el Estado de
México 1934-1940 (2000), Sor
Juana Inés de la Cruz. Bibliohemerografía (2002) y Los dueños y las tierras de la hacienda Santa Cruz
de los Patos (2004).