La Casa del Risco: ventana al legado cultural de Isidro Fabela

 

Ramos Medina, Manuel y Ana Luisa Valdez Gonzáles Salas (coords.) (2003), Don Isidro Fabela y la Casa del Risco, Fideicomiso Isidro Fabela del Gobierno del Estado de México – Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 237 pp. , isbn: 84-7782-965-9.

 

“El libro es el vehículo y símbolo de nuestra civilización; actor de una de las más nobles misiones que existen en la tierra: enseñar, deleitar y dirigir a los demás con sus ideas”

 

Isidro Fabela

 

El Fideicomiso Isidro Fabela del Gobierno del Estado de México y el Instituto  Mexiquense de Cultura unieron sus esfuerzos para publicar un interesante y bello libro titulado Don Isidro Fabela y la Casa del Risco, coordinado por Manuel Ramos Medina y Ana Luisa Valdez González Salas. La obra está dividida en cinco capítulos –divididos en 12 apartados– donde se narra la historia de la casa y de sus moradores, de ayer y de hoy. Y, por supuesto, la vida de don Isidro Fabela Alfaro.

En los dos primeros capítulos –escritos por Manuel Ramos y Ana Luisa Valdez– se nos entrega una semblanza biográfica de don Isidro Fabela Alfaro quien fue, sin duda, uno de los personajes más importantes del estado de México en el siglo xx y también el más sobresaliente personaje en el ámbito de la política exterior del país durante la primera mitad de la centuria pasada. Su intensa participación en la construcción del México moderno estuvo acompañada de una no menos dinámica actividad intelectual y de reflexión, que se plasmó en una extensa cantidad de escritos especializados en política nacional. Su actividad abarcó también diversas incursiones a temas históricos, así como de creación literaria.

Más allá de la biografía de Isidro Fabela –de la que existe un amplio conocimiento– para poder comprender y explicar mejor su obra resulta indispensable situarlo en su justo momento histórico, cuando se desmorona el viejo sistema porfirista. Cuando Estados Unidos emergía con fuerza como potencia hegemónica y se producía un nuevo ordenamiento del sistema mundial. En este sentido, varias coyunturas perfectamente definidas en esta obra ayudan a explicar la obra y la vida de este personaje.

El tercer capítulo se debe a la pluma de Virginia Armella de Aspe, quien nos lleva a un interesante recorrido por el barrio de San Ángel, donde está construida la Casa del Risco, también conocida como la Casa del Mirador. Nos habla de los primeros asentamientos cortesianos y religiosos, enlazándolos con la vida de algunos de sus inquilinos; entre ellos, sobresale el obispo –nominado, mas no consagrado– Manuel Abad y Queipo. Otro habitante ocasional, pero muy asiduo de la casa, fue el novelista y político Manuel Payno, así como José María de Ágreda y Sánchez, conde de Ágreda y de Guadalupe del Peñasco, quien desde joven se especializó en la bibliografía y en los acervos documentales, lo que le permitió formar una de las más importantes bibliotecas de México; su conocimiento lo llevó a ocupar el cargo de subdirector de la Biblioteca Nacional en 1892 y bibliotecario del Museo Nacional. En este capítulo, también nos relata la invasión norteamericana en San Ángel y cómo la división Twiggs del ejército estadounidense ocupó la Casa del Risco como cuartel general, con lo que sufrió una destrucción, producto de la guerra.

Entre los tesoros de la casa no se podía dejar de mencionar la Fuente del Risco: en el tercer cuarto del siglo xviii muy probablemente se construyó la fuente original y tres importantes arquitectos de la Nueva España intervinieron en su reconstrucción. El primitivo risco fue una decoración mural con un surtidor de agua, para dar la idea de frescura y constante movimiento, tan apreciados en el estilo barroco. Posteriormente, fue transformada en tres épocas diferentes, con lo que da testimonio de tres vertientes de la historia de San Ángel que en dicho capítulo se describen con detalle. Resalta el esmero en la reconstrucción de la fuente por su último propietario, don Isidro Fabela, quien aumentó el brocal o tazón que avanza sobre la superficie del patio y sustituyó las piezas de porcelana rotas o faltantes, procurando que éstas fueran tan bellas como las originales y que guardaran similitud, trabajo que no fue fácil. Para cerrar con broche de oro, la autora de este capítulo hace la siguiente reflexión:

 

“[…] la Fuente del Risco constituye una atracción para los visitantes de esta casa señorial y es un testimonio histórico-artístico que invita al paseante a observarla en todo su esplendor, y a especular sobre quiénes la construyeron y su indudable misterio.” (p. 73).

 

Más adelante Concepción Amerlink de Corci, historiadora del arte, se da a la tarea de hacernos reflexionar sobre la colección privada de las obras que hoy, como museo, posee la casa del Risco. Este capítulo se divide en siete apartados que la autora tituló: Salón barroco, Arte religioso europeo, Retratos de reyes y nobles. Paisajes y escenas costumbristas, Retratos de burgueses y nobles, Comedor del matrimonio Fabela, y, por último, Salón mexicano (siglos xviii-xix) y Colección de Arte (siglos xix-xx).

Este apartado resulta brillante gracias a que la historiadora Amerlink –amplia conocedora del arte, reconocida en los más importantes museos del mundo– nos ilustra acerca de la indudable riqueza que se encuentra en la casa pero, sobre todo, nos relaciona con los objetos y sus moradores. Empieza con una cita de Fabela:

 

“…La señora de Fabela y yo, dejamos en herencia al pueblo mexicano lo que más hemos querido: nuestra casa y nuestras cosas, que llevan en sus átomos nuestras almas…”. (p. 77)

 

Posteriormente, nos habla de la calidad de varias pinturas de este museo que merecen especial mención. Existen espléndidas tablas europeas del siglo xv y obras renacentistas, barrocas, decimonónicas y del siglo xx, tanto europeas como mexicanas. También admiramos muebles, esculturas y notables dibujos. Aunque lo que predominan son pinturas, varias de ellas holandesas, italianas, norteamericanas, francesas, españolas y también británicas, todas de épocas distintas. Existen óleos novohispanos de temas religiosos, tanto anónimos como firmados, obras de connotados artistas representativos del México decimonónico, así como del siglo pasado, entre quienes se encuentran algunos que han alcanzado gran fama y otros que seguramente la tendrán porque la merecen.

Isidro Fabela aseguró que reunió su colección para amueblar esta vieja casona, de la que –antes que él– habían sido inquilinos monseñor Abad y Queipo, los dos condes de Ágreda y el ministro de Hacienda don Manuel Payno, entre otros. Podemos aceptar esa explicación como real, pero habría que añadir que a él se debe que esa histórica casa se conservara con el nombre del Risco, por el risco que tiene en su patio y que él amorosamente restauró. Como lo resalta Concepción Amerlinck de Corsi: la Casa del Risco y la colección llegaron a constituir un todo casi monolítico. La autora, a lo largo del capítulo, nos hace reflexionar sobre las piezas que estaban en exhibición que, sin ser únicas, eran representativas de cierto momento histórico o se relacionaban con la situación personal del coleccionista ante su mundo. Otras recordaban que había sido un personaje destacado en diversos terrenos e incluso que su gusto era adquirido de primera generación. Allí tenían cabida obras de arte y de artesanía. El visitante se encuentra, casi sin darse cuenta, ante el ánimo de reconstruir mentalmente la relación de aquel famoso hombre cuyo espíritu parecía flotar en esos apretados espacios, con todos y cada uno de sus objetos. Asegura Amerlinck que quienes visitábamos esa colección doméstica lo hacíamos en el entendido de que era una casa abierta al público por voluntad de sus antiguos dueños y que, por lo tanto, no estaba organizada diacrónicamente, por el contrario, todo era exhibido en sincronía. Esto no permitía apreciar las obras de acuerdo con su calidad individual. Por todo ello hubo necesidad –como nos lo explica– de modificar la ubicación de la colección, y de efectuar importantes obras de restauración arquitectónicas que hoy nos permiten apreciar mejor la colección particular de don Isidro Fabela. La misma idea se llevó a cabo con la colección particular de Franz Mayer, hoy espléndido museo de artes decorativas de la ciudad de  México.

Los otros apartados del capítulo, ilustrado con bellas fotografías de arte, nos llevan a hacer un recorrido a las salas, se trata de una maravillosa guía del Museo con inteligentes comentarios. La autora va relacionando las obras de los artistas con otras que se exhiben en otros museos del mundo. Como muestra cito:

 

“Entre las obras maestras que hacen del Museo Casa del Risco un museo importante, a nivel mundial, se encuentra indudablemente el retrato de Enrique ii de Valois, pintado por François Clouet: es un óleo sobre madera que guarda mucha semejanza con la miniatura del mismo rey que Clouet ejecutó hacia 1557 y que se conserva en Florencia, en el Museo de los Uffizi, obra señera que también puede compararse con un dibujo de Enrique ii en las colecciones del Museo Británico” (p. 88)

 

Y así continua el capítulo, ilustrándonos y llevándonos de la mano en un recorrido artístico de las obras y artesanías que en este lugar se encuentran para deleite de los visitantes.

El último capítulo se dedica a la Biblioteca del Centro Cultural Isidro Fabela, éste es de mi autoría. En él se describe el acervo, los libros y colecciones que la conforman. Se hace un recuento de sus obras y las de su esposa, sin dejar de mencionar, por supuesto, la importante colección sobre derecho internacional. El mismo Fabela aseguró:

 

“[el derecho internacional público] es la única arma defensiva de los estados débiles que puede ser eficaz, mientras mayor cultura, justicia y ética tengan las naciones.” (p. 228)

 

Es interesante ver la conformación de la biblioteca, la cual revela la personalidad de Fabela y permite advertir que fue miembro de una generación con vocación para las humanidades. Recordemos que fue fundador del Ateneo de la Juventud en 1909 y que siempre aseguró que “los libros son instrumentos insustituibles del hombre para darle saber, trabajo de pensamiento y alas de ensueño, a fin de ser causa y efecto de sus venturas íntimas”. En esta sección también se hace mención a la colección de Alfonso Quiroz Cuarón, pequeña pero de una relevante importancia en criminología, así como los documentos e imágenes de la Revolución de 1910, donde sobresale el Archivo de Venustiano Carranza.

Todos estos ensayos conforman el libro cuya función es –además de mostrarnos en palabras la historia de la casa– poner en nuestras manos una obra de arte por las hermosas fotografías que en él se encuentran y que nos hablan de un hombre liberal por formación, demócrata por convicción; quien utilizó las armas de la inteligencia y la razón para desarrollar su actividad en el servicio público, servicio que marcó su vida.

Consistente siempre con sus ideas, en 1958 don Isidro Fabela impulsó el Centro Cultural y Museo Casa del Risco, dotándolos de un fideicomiso con el Banco de México. El proyecto cultural fue donado directamente al pueblo de México. Ejemplo a imitar en alguien que confía en su país, como constructor y visionario. Al morir en 1964, Fabela logró una hazaña poco común: equiparar su calidad intelectual a su excepcional calidad humana. Hoy, a la distancia, podemos asegurar que don Isidro Fabela Alfaro es un ejemplo a seguir. Por ello nos congratulamos en presentar esta obra como un legado escrito, pensamiento hecho acción de uno de los forjadores decisivos de nuestra conciencia colectiva.

 

María Teresa Jarquín Ortega

El Colegio Mexiquense, a.c.

tjarquin@cmq.edu.mx

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