Servicio civil de carrera: lecciones para el futuro
Cecilia Cadena Inostroza*
Abstract
In this
paper, we explore the different transformations that the Mexican public
administration suffered during the six year government
period of Ernesto Zedillo (1994-2000) through some of the hindrances that the
Law for the Civil Service Career (Ley de Servicio
Civil) encountered. We examine the direction that the administrative
transformations have taken and present some evidence of the fact that changes
in structure, in paperwork procedures and even in the transference of tasks to
the local governments are not enough and will not modify deeply the
governmental apparatus, unless the criteria are changed (or established) taking
into consideration the merits for the civil servant hiring, promotion and
separation.
Keywords:
civil
service career, public administration, democracy.
Resumen
Este ensayo
explora las transformaciones a la administración pública mexicana realizadas
durante el sexenio del presidente Ernesto Zedillo (1994-2000), a través de
algunos de los posibles obstáculos a la puesta en marcha de la reforma a la Ley
de Servicio Civil de Carrera. Se examina hacia dónde se han dirigido las
transformaciones administrativas y se pone en evidencia el hecho de que un
cambio en la estructura, en la realización de trámites y aun en la
transferencia de funciones a los gobiernos locales serán insuficientes y no
propiciarán un cambio profundo en el aparto gubernamental, si no cambian (o se
establecen) criterios con base en méritos para la contratación, promoción y
separación de los empleados públicos.
Palabras clave:
servicio civil de carrera, administración pública, democracia.
*
El Colegio Mexiquense. Correo-e: ccadena@cmq.edu.mx
Introducción
No queda duda de
que la modernización y las transformaciones profundas de México pasan
necesariamente por una reforma al servicio público. Aunque el tiempo se agota
debido a la introducción de nuevas tendencias en la administración pública, por
ejemplo la nueva gerencia pública (Osborne y Gaebler, 1994), y con motivo de la aplicación de criterios
de la empresa privada al sector público es de reconocerse que el gobierno
federal y los diferentes partidos apuesten a uno de los principios básicos de
la administración pública clásica, como lo es la profesionalización del
personal. Esto demuestra que hemos comprendido el hecho de que para poder
introducir innovaciones en la administración es necesario tener resuelta la
estructura del andamiaje institucional constituido por los servidores públicos.
La experiencia
del pasado reciente nos ofrece información que puede hacer crecer la
incertidumbre sobre el resultado de la reforma: es el caso de la controversia
entre dos dependencias del gobierno federal mexicano que propició el fracaso de
la propuesta de Ley de Servicio Civil de Carrera en el sexenio del presidente
Ernesto Zedillo. De acuerdo a cómo se interprete el pasado puede haber dos
tipos de escenarios: que incremente la desconfianza y lleve al desánimo de
apoyar la nueva Ley, o bien, que la experiencia se traduzca en una lección de
lo que no se debe hacer si efectivamente aspiramos a contar con un servicio
público basado en los méritos y habilidades, y no con otro que responda a
criterios de lealtad personal o partidista.
Las reformas a
la administración pública iniciadas en 1982 han mantenido una constante en los
intentos por reducir el aparato gubernamental, simplificar los trámites
administrativos, descentralizar las actividades del gobierno federal y
profesionalizar la función pública. No obstante, a prácticamente veinte años de
iniciadas las reformas, las transformaciones no se han llevado a efecto.
Los factores que
pueden explicar tal rezago son de diversa índole. Se ha observado una
preeminencia de las reformas económicas debido a las dificultades del
desarrollo del país, dejando en segundo plano las reformas administrativas. La
voluntad de los presidentes que han gobernado en este periodo ha sido variable:
Miguel de la Madrid (1982-1988) puso mayor énfasis que Carlos Salinas (1988-1994)
en sus discursos, aunque este último profundizó lo relativo a las
privatizaciones, pero ni uno ni otro lograron llegar a la reforma del personal.
Ernesto Zedillo
(1994-2000) intentó, al igual que sus antecesores, transformar la estructura
administrativa. De acuerdo con las propuestas oficiales, parecía existir una
intención, si bien tardía, por aplicar la reforma al servicio civil de carrera.
No lo consiguió y una vez más la reforma quedó pendiente, en espera de ser
incluida en la agenda de asuntos importantes de sucesivos gobiernos.
Este ensayo
describe las principales transformaciones a la administración pública que
realizó el presidente Ernesto Zedillo, haciendo énfasis en la controversia que
propició el abandono de la aprobación de la ley y la posterior puesta en marcha
de la reforma al Servicio Civil de Carrera.
Los principales
aspectos incluidos en la presentación de la reforma a la administración pública
en el gobierno de Ernesto Zedillo se agruparon en:
i) Ajustes a la estructura administrativa,
incluyendo la simplificación y descentralización;
ii) Posteriormente las privatizaciones, en
virtud de que incluso en este periodo el tema ocupaba buena parte de atención
en la reforma administrativa;
iii) Posteriormente se dedica un pequeño espacio a
las acciones encaminadas a transparentar la actividad pública;
iv) Las acciones en torno a la profesionalización
del servicio público o “dignificación y profesionalización de los servidores
públicos” como fue llamado por el gobierno zedillista, y
v) Finalmente se ofrece un breve apartado de
conclusiones, el cual aborda algunos aspecto de la nueva del ley de servicio
civil.
1. Antecedentes en el
gobierno de Ernesto Zedillo
La estructura
administrativa con la que inició su mandato Ernesto Zedillo conservó prácticamente
la composición del sexenio precedente aunque desde diciembre de 1994, año en
que tomó posesión del cargo, presentó la distribución organizativa con la que
llevaría a cabo los propósitos de su gobierno. En ella sobresale una
modificación sustancial en materia de administración pública al elevar al
estatus jurídico de secretaría de Estado la importancia en su desarrollo.
Debido a la
premura de los acontecimientos económicos, el presidente Zedillo no se ocupó de
la modernización de la administración pública, sino hasta ya avanzado el
período sexenal. En 1996 se dio a conocer el Programa de Modernización de la
Administración Pública 1995-2000, en el cual se hizo un balance general del
desarrollo administrativo de los últimos cincuenta años. Una vez descritos los
que se consideraban problemas principales y con el fin de adaptar la
administración pública a los criterios de eficiencia, modernidad y
accesibilidad se plantearon cuatro ejes de acción programática:
i) La participación y atención ciudadana;
ii) La descentralización y desconcentración
administrativa;
iii) La medición y evaluación de la gestión
pública, y
iv) La dignificación, profesionalización y ética
del sector público (Secodam, 1996: 63).
No obstante, como
veremos más adelante, controversias de tipo intergubernamental impidieron que
las acciones relativas a la profesionalización de la función pública avanzaran
de acuerdo a lo programado.
En términos del
cambio estructural iniciado con el presidente Miguel de la Madrid (1982-1988)
se continuó con la privatización del sector paraestatal aunque se redujo en
virtud de la oposición de los legisladores del Partido Revolucionario
Institucional y de otros partidos a la modificación de algunos artículos
constitucionales que harían posible la venta de la industria eléctrica,
considerada hasta el sexenio de Carlos Salinas (1988-1994) como una rama
estratégica.
2. Los ajustes de la
estructura administrativa
Como mencionamos
antes, la organización administrativa se mantuvo estable en cuanto al número de
dependencias que la componían, aunque atendiendo a los programas de austeridad
económica se compactaron algunas estructuras orgánicas y ocupacionales.[1]
La principal
modificación la constituyó quizá la transformación de la Secretaría de la
Contraloría General de la Federación (Secogef, creada
en la época de la renovación moral), por la Secretaría de Contraloría y
Desarrollo Administrativo (Secodam) a la que además
de las funciones de control y evaluación sobre la administración, se le
agregaron atribuciones que antes pertenecían a otras secretarías.
La Secodam se convirtió en una secretaría globalizadora en
virtud de que abarcaba atribuciones normativas, de vigilancia y control
presupuestal del resto de las dependencias del Poder Ejecutivo del gobierno
federal. A partir de su nuevo esquema, la Secodam
estuvo en condiciones de dictar normas en materia inmobiliaria así como sobre
la adquisición, arrendamiento, servicios y ejecución de obra pública, funciones
antes atribuidas a la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol)
y a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (shcp). Una actividad específica y propia de la naturaleza
administrativa fue el registro y seguimiento de las estructuras orgánicas de
las dependencias y entidades de los órganos constitutivos del Poder Ejecutivo.
También estaba
encargada de la normativa y control de los recursos humanos, específicamente de
llevar a cabo los programas de profesionalización de los funcionarios públicos,
tarea que compartía con la shcp.
Otros servicios que brindaba la Secodam eran los
programas de capacitación, registro federal de trámites, consulta de
inconformidades y quejas y denuncias.
Los inicios del
servicio civil como estrategia del gobierno federal se remontan a la Dirección
del Servicio Civil, primero dependiente de la desaparecida Secretaría de
Programación y Presupuesto y posteriormente de la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público; y a pesar de las modificaciones que ha soportado tal
dependencia, el poderío de la shcp
no ha disminuyó en esa materia, pues en las transformaciones que realizó el
presidente Zedillo a la estructura y funcionamiento de la administración se
incluyó su participación.
Con la
reestructuración, a la shcp se le
agregaron funciones normativas y de control sobre los recursos humanos y materiales
de la administración pública, así como la atribución de dictaminar las
modificaciones a la estructura orgánica y sobre los proyectos de normas y
procedimientos en materia de adquisiciones, arrendamientos y desincorporación
de activos, servicios y ejecución de obras públicas, acciones que la Secodam sólo le proponía.
Como veremos más
adelante, las atribuciones dadas a la shcp
en materia de administración pública constituyeron más un obstáculo que una
facilidad para su desarrollo. Tal situación se puso en evidencia cuando, en
cumplimiento de la normativa de ambas dependencias, se intentó llevar a cabo lo
que se denominó el desarrollo y modernización de los recursos humanos. Este
programa constituyó la principal controversia entre las dependencias y perdió
la ocasión de convertirse en un proyecto conjunto de colaboración y
coordinación que hiciera posible el pleno fortalecimiento de la
profesionalización de la función pública.
Modificaciones a
la estructura administrativa también se llevaron a cabo en la Secretaría de
Desarrollo Social (Sedesol), la cual albergó durante
el sexenio de Salinas el programa de mayor importancia en esta área. En el
gobierno de Zedillo, la Sedesol fue reorientada con
el objetivo de que en corto plazo esta dependencia se concentrara en la
planeación y normatividad de la política social. Por ello sus programas
estuvieron dirigidos al combate a la pobreza en zonas rurales y urbanas, la
política de desarrollo urbano y vivienda a escala nacional y las relaciones
intergubernamentales con estados y municipios.
A la nueva Sedesol se le transfirieron atribuciones de la Secretaría
de Comercio y Fomento Industrial (Secofi[2])
en materia de industrialización y comercialización de bienes de consumo, por lo
que las filiales de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (conasupo) pasaron a formar parte de la
dependencia. Por su parte todas las atribuciones que tenía la Sedesol en materia de medio ambiente fueron transferidas a
la entonces Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap[3]).
La Semarnap se estableció de acuerdo con las nuevas exigencias
internacionales en materia de protección del medio ambiente. El estatus
jurídico de secretaría de Estado demuestra la importancia que el presidente
Zedillo le atribuyó a dicho renglón. La Semarnap
retomó las atribuciones de la Sedesol en materia
ecológica y reconociendo lo incoherente y desarticulado de las políticas en
esta materia, se propuso agrupar la planeación y ejecución de las políticas de
protección, restauración y conservación del medio ambiente y el uso sustentable
de los recursos naturales. Especial interés tenía la acción de regulación
ambiental de las actividades productivas que tenían relación con el uso y el
aprovechamiento de los recursos naturales (Semarnap, 1995:
31).
Con el cambio
estructural se siguió adaptando la organización administrativa a fin de que las
nuevas actividades y la eliminación de tareas estatales tuvieran una
congruencia con los organismos y dependencias. Por tal motivo, la anterior
Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal cambió de denominación a
Secretaría de Energía, limitando con ello sus funciones a las áreas
estratégicas en el ámbito de los recursos energéticos como el petróleo, la
energía eléctrica y nuclear. Las atribuciones en materia de minas y promoción
minera pasaron a formar parte de la Secofi y la nueva
secretaría se hizo cargo solamente de las entidades paraestatales relacionadas
con el sector energético.
La Secretaría de
Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural,[4] fue
establecida en sustitución de la anterior Secretaría de Agricultura y Recursos
Hidráulicos. El énfasis de la nueva dependencia se ubicó en el mayor apoyo y
atención al desarrollo rural, propiciando la rentabilidad y competitividad para
el crecimiento de la producción en el campo.
Con tales
reformas, los asuntos relacionados con los problemas del agua pasaron a formar
parte del esquema de trabajo de la Semarnap, excepto
aquellos que conciernen al uso del agua para la agricultura y la ganadería. Por
lo que respecta al apoyo crediticio para el fomento a la producción, quedó
suprimido el estímulo al ejido. En el nuevo ordenamiento, los apoyos se
aplicarían con base en programas establecidos tendientes a estimular y
financiar el fomento a la producción rural (Zavala, 1995: 54-55).
2.1 Simplificación
administrativa
La simplificación
administrativa cobró mayor importancia en el sexenio de Ernesto Zedillo. De
hecho un área importante de la nueva Secodam estuvo
dedicada a la revisión y simplificación del marco normativo. Mediante el
análisis de las funciones susceptibles de simplificarse, se seleccionaron
aquéllas que tuvieran mayor impacto en los ciudadanos, las empresas y la
economía en general. Para ello, en 1955 se emitió la Ley Federal de
Procedimiento Administrativo, y a finales del mismo año el gobierno expidió el
Acuerdo para la Desregulación de la Actividad Empresarial, encaminado a
facilitar el establecimiento y operación de empresas (Barrera y Conzuelo, 1997: 49).
El Registro
Federal de Trámites fue el resultado de los análisis del marco normativo de
funcionamiento de la administración y tuvo como objetivo dar a conocer a los
usuarios los trámites, plazos de respuesta y costos correspondientes a los
diversos asuntos que tuvieran que ver con las áreas de la administración
pública. Hasta 1998, 14 entidades de la administración pública estaban
formalmente integradas al registro federal[5] (Secodam, 1996: 77).
No obstante, el
mayor número de acciones de simplificación de trámites estuvo orientado hacia
el sector económico, particularmente a las actividades empresariales. Las
funciones realizadas abarcaron a los 31 estados de la República mediante
acuerdos de la Federación. En el Distrito Federal se impulsó un proyecto
denominado: Sistema de Apertura Inmediata de Empresas, cuyo objetivo era apoyar
a la instalación y operación de empresas en el mínimo lapso de tiempo.[6]
Otros resultados
de las acciones de simplificación se realizaron en la Secretaría de Comercio y
Fomento Industrial (Secofi), la que hasta 1997 había
llegado a reducir hasta 181 disposiciones relacionadas con la actividad
empresarial. La Secofi implantó también un Sistema
Integral de Comercio Exterior, el cual pretendía aminorar significativamente
las demoras ocasionadas para la obtención de permisos de exportación y otros
requisitos (datamex, 97/29, 43).
2.2.
Descentralización
La
descentralización fue un tema recurrente a lo largo del Programa de
Modernización de la Administración Pública que buscaba vincular las políticas
nacionales con las acciones de estados y municipios. El nuevo federalismo, como
se denominó a los procesos de descentralización en el sexenio de Zedillo,
abarcó acciones a través de los Convenios de Desarrollo Social para propiciar
la simplificación y agilidad de trámites en los estados. Las tres áreas de
política pública en las cuales tuvo mayor impacto el proceso de
descentralización a lo largo de los últimos quince años fueron las de
educación, salud y combate a la pobreza.
En el sexenio de
Carlos Salinas, quedó prácticamente concluido el proceso de descentralización
educativa con la transferencia de plazas de personal y mobiliario a los
estados. De ese modo quedó en poder de la federación solamente lo relativo a
las funciones normativas-reguladoras y de asignación de recursos financieros,
mientras que a los estados les correspondía atender las acciones operativas y
administrativas. No obstante, no se avanzó en la efectividad del proceso debido
principalmente a la falta de capacidades administrativas y organizativas en los
estados, lo cual ocasionó una desigual capacidad de gestión del sector
(Cabrero, et al.,
1997: 346-348).
En cuanto al
sector salud, prácticamente no se continuaron con las acciones de
descentralización del periodo de gobierno precedente, sin embargo, recobraron
importancia al quedar establecidas como acciones a realizar en el Plan de
Desarrollo 1995-2000. Los propósitos fueron ampliar los procesos más allá de
los 14 estados que formaron parte del proyecto de gobierno desde Miguel de la
Madrid. De ese modo se pretendía continuar transfiriendo a los gobiernos
estatales y al Distrito Federal todos los servicios de la Secretaría de Salud y
el Instituto Mexicano del Seguro Social-Solidaridad así como los recursos y
apoyos técnicos y operativos necesarios, a fin de que aquellos fueran
responsables de las decisiones y el control del sector.
A partir de 1996
se transfirió a los gobiernos estatales la responsabilidad de atender a la
población no asegurada y de definir los planes de salud con base en sus
necesidades específicas.[7] Se
esperaba asimismo que al finalizar el sexenio la administración de los recursos
humanos, materiales y financieros pasase a las autoridades estatales y que se
hubieran realizado los programas de capacitación del personal para recibir las
nuevas responsabilidades (Cabrero, et al., 1997: 352).
Al igual que en
el sexenio de Carlos Salinas, a través de los Convenios de Desarrollo Social se
canalizaron recursos a los estados para llevar a cabo los programas de salud. A
partir de 1996 se transfirieron también a los gobiernos locales la
responsabilidad para atender a la población no asegurada.
Por último, con
respecto al programa de combate a la pobreza, el gobierno de Zedillo anunció
que se mantendría el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol)
desligado de cualquier programa partidista, electoral o de autoridad alguna. En
1995 se comenzó un proceso de transferencia por etapas de los recursos,
funciones y facultades de los distintos programas de Solidaridad a los estados
y municipios. Se preveía que para 1997 los recursos del ramo se hubieran
repartido en su totalidad a los estados y municipios sobre la base del criterio
del grado de pobreza prevaleciente (Cabrero, 1997: 365).
3. Las nuevas
estrategias para las privatizaciones
Uno de los
propósitos del gobierno de Ernesto Zedillo para resolver el problema del
déficit de la balanza de pagos fue allegarse recursos a través del aumento del
precio de los bienes y servicios que ofrecía el gobierno, así como fomentando
el ahorro interno a través de programas como el Sistema de Ahorro para el
Retiro (sar).[8]
Otro recurso fueron las empresas de propiedad estatal, las que desde que
comenzó la aplicación de las reformas económicas neoliberales constituyeron una
fuente importante de recursos públicos, además de librar al gobierno de una
carga financiera y administrativa muchas veces corrompida e injustificable. No
obstante y a pesar de la ambigüedad y vaguedad legales en cuanto a las áreas
consideradas estratégicas y prioritarias para el sostenimiento del desarrollo nacional,
desde el inicio del proceso de desincorporación de empresas quedó de manifiesto
que el petróleo, la electricidad, la educación, la salud y algunos otros
sectores formaban parte indiscutible del renglón estratégico (Espinoza, 1993:
57, Pérez Escamilla, 1993: 297).
Sin embargo,
desde el sexenio de Salinas se observó una nueva fase de privatizaciones que
incluyó grandes empresas, pero también la modificación de la normatividad para
hacer posible la venta de una parte importante de las áreas en un tiempo
consideradas estratégicas: es el caso de algunas filiales de Conasupo y de la petroquímica secundaria.
Con los
problemas de déficit fiscal, en el gobierno de Ernesto Zedillo la venta de
empresas estatales siguió considerándose una estrategia para allegarse
recursos, además de fomentar la participación de particulares en la producción
de bienes y servicios. Debido a las irregularidades conocidas de los procesos
de privatización realizados en el sexenio de Carlos Salinas,[9] la
Secodam creó un Manual de Procesos de
Desincorporación de Entidades Paraestatales, que contenía los principios
básicos aplicables a la desincorporación por vía de liquidación, extinción y
transferencia, esperando con ello que los procesos se realizaran con estricto
apego a derecho (Secodam, 1996: 80).
En lo que podría
denominarse la tercera etapa de desincorporaciones (desde que inició en el
periodo del presidente De la Madrid), se pusieron en práctica dos modalidades:
la venta de empresas y la concesión de algunos sectores para su explotación por
parte de los particulares. En cuanto a las ventas, se contempló la
privatización de los ferrocarriles, satélites y puertos, tanto marítimos como
aéreos. De ese modo se vendieron los satélites, los ferrocarriles por tramos,
las empresas constructoras de vagones de metro, y con la reclasificación de
Petróleo Mexicanos (Pemex) se vendieron o concesionaron sectores para su
explotación, tales como Pemex-Refinación, Pemex-Gas y algunas otras áreas de
Pemex relacionadas con la petroquímica (inegi,
1999: 147-148).
Asimismo se
vendieron proyectos de explotación mineral para la producción de nitrato y
otros para la explotación de minerales tales como el zinc, oro, plata y plomo (datamex,
97/35).
Sin duda el caso
más controvertido en el proceso de privatización fue (y sigue siendo) el de la
industria eléctrica. En virtud de que la producción de energía eléctrica fue
considerada como área estratégica de la propiedad estatal, era necesario
presentar ante el Congreso una propuesta de modificación a los artículos 25, 27
y 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para permitir
la participación privada en esa rama.
A principios de
1999, el Poder Ejecutivo envió la iniciativa al Congreso, pero no fue aprobada
debido a la oposición de algunos diputados pertenecientes al pri, partido
entonces en el gobierno y con la mayoría en el Congreso. De ese modo la
privatización de las dos empresas públicas del sector eléctrico, Comisión
Federal de Electricidad y Compañía de Luz y Fuerza del Centro, fue aplazada. No
obstante, desde el inicio del sexenio ambas entidades fueron reestructuradas
con el objeto de que algunas áreas pudieran ser abiertas paulatinamente a la
participación privada sin contravenir los ordenamientos constitucionales: fue
el caso de la construcción por inversionistas privados de centrales
termoeléctricas para la generación de energía (datamex, 97/31 y 42).[10]
4. Acciones por la
transparencia
Las acciones
encaminadas a medir el desempeño gubernamental y examinar las opciones, quejas
y denuncias de los ciudadanos ha sido una de las tareas de los gobiernos
mexicanos desde 1982. Esta tarea tomó su mayor fuerza en el sexenio de Carlos
Salinas, aunque con el presidente Ernesto Zedillo se debilitó sin dejar de
funcionar y se desarrolló con mayor éxito que la profesionalización, pues a
pesar de no existir un análisis sistematizado de las denuncias, se
incrementaron las sanciones por incumplimiento de responsabilidades y las
acciones preventivas, con lo cual se pretendió fortalecer la ética de los servidores
públicos. Pero a pesar de esas medidas, la corrupción siguió siendo sin duda
uno de los principales problemas al interior de los aparatos administrativos y
los casos que se llegaron a sancionar fueron limitados respecto del número de
irregularidades existentes.[11]
Como mecanismos
de prevención se previó evitar la discrecionalidad informando oportunamente a
los usuarios sobre los servicios que se ofrecían, así como la incorporación de
estándares de medición y evaluación de los empleados quienes serían valorados
por los propios ciudadanos. Asimismo se diseñó un Sistema Electrónico de
Contrataciones Gubernamentales (Compranet), mediante
el cual se realizó la contratación de bienes, servicios, arrendamientos y obra
pública de la administración pública. El establecimiento del sistema
informatizado pretendía hacer más ágiles las operaciones así como dotarlas de
mayor transparencia.[12]
Igual propósito persiguió el Sistema de Recepción de Declaraciones
Patrimoniales (Declaranet) que pretendía poner al
alcance un sistema electrónico para facilitar la declaración de los servidores
públicos.[13]
5. La dignificación y
profesionalización de los servidores públicos
La composición de
la función pública varió poco si consideramos los ajustes y reestructuraciones
existentes desde que se implantaron las reformas estructurales; de hecho, el
número de empleados públicos aumentó ligeramente. A continuación presentamos
los siguientes datos que nos permiten observar tal situación (Cuadro 1).
Cuadro 1
Total de
personal ocupado por sector y nivel institucional
|
Concepto |
1988 |
1989 |
1990 |
1991 |
1992 |
1993 |
1994 |
1995 |
1996 |
|
TOTAL |
24,069,999 |
24,764,012 |
25,957,661 |
26,723,916 |
27,160,072 |
27,467,478 |
28,165,783 |
27,347,482 |
28,281,793 |
|
Sector público |
4,652,753 |
4,660,202 |
4,683,129 |
4,711,853 |
4,533,410 |
4,477,065 |
4,557,432 |
4,595,218 |
4,626,535 |
|
Gobierno general |
3,597,215 |
3,647,008 |
3,733,541 |
3,861,761 |
3,907,091 |
3,937,328 |
4,030,713 |
4,076,703 |
4,109,105 |
|
Gobierno central |
2,311,487 |
2,318,472 |
2,359,223 |
2,425,051 |
2,434,901 |
1,399,977 |
1,431,289 |
1,428,964 |
1,419,434 |
|
Gobierno Federal |
1,950,247 |
1,955,248 |
1,991,478 |
2,054,653 |
2,065,859 |
1,028,105 |
1,055,348 |
1,046,473 |
1,033,613 |
|
Dep. del Dist. Federal |
130,559 |
131,228 |
132,907 |
143,669 |
146,493 |
149,318 |
151,468 |
153,444 |
156,741 |
|
Org. Descentralizados |
230,681 |
231,996 |
234,838 |
226,729 |
222,549 |
222,554 |
224,473 |
229,047 |
229,080 |
|
Gobierno local |
917,692 |
945,920 |
977,904 |
1,016,365 |
1,049,535 |
2,110,569 |
2,168,616 |
2,210,246 |
2,256,573 |
|
Gobiernos estatales |
711,753 |
734,129 |
760,365 |
791,815 |
817,718 |
1,873,278 |
1,925,291 |
1,963,958 |
2,005,605 |
|
Gobierno municipales |
205,939 |
211,791 |
217,539 |
224,550 |
231,817 |
237,291 |
243,325 |
246,288 |
250,968 |
|
Seguridad social |
368,036 |
382,616 |
396,414 |
420,345 |
422,655 |
426,782 |
430,808 |
437,493 |
433,098 |
|
Empresas públicas |
1,055,538 |
10,131,194 |
949,588 |
850,092 |
626,319 |
539,737 |
526,719 |
518,515 |
517,430 |
|
De control directo |
502,307 |
438,040 |
438,867 |
401,934 |
343,429 |
291,309 |
279,693 |
280,195 |
283,098 |
|
De control indirecto |
553,231 |
575,154 |
510,721 |
448,158 |
282,890 |
248,428 |
247,026 |
238,320 |
234,332 |
|
No financieras |
337,522 |
363,674 |
304,550 |
266,731 |
226,087 |
210,725 |
211,177 |
203,607 |
202,251 |
|
Financieras |
215,709 |
211,480 |
206,171 |
181,427 |
56,803 |
37,703 |
35,849 |
34,713 |
32,081 |
|
Sector privado |
19,417,246 |
20,103,810 |
21,274,532 |
22,012,063 |
22,990,413 |
22,626,662 |
23,608,351 |
22,752,264 |
23,655,258 |
Nota: Según la metodología del inegi, los datos de este cuadro
no corresponden en estricto sentido al número de personas ocupadas en cada
actividad, sino al número promedio de puestos que fueron requeridos por la
producción. En consecuencia, una misma persona puede ocupar uno o más puestos
con varias actividades económicas. Por otra parte, el aumento de ocupaciones no
implica necesariamente un incremento en el número de plazas contratadas, sino
que puede significar la regularización de plazas pagadas por honorarios.
Fuente: inegi
(1999: 48-52).
En 1982 había un
total de 2’783,398 ocupaciones en el sector público (inegi, 1997: 45). Si lo
comparamos con los 4’727,278 de 1997, podemos percatarnos de que –contrario a
lo que pudiera suponerse– el personal no disminuyó. Los datos más reveladores
en términos de ajuste son los relativos a las empresas públicas, las cuales
como consecuencia del proceso de desincorporación disminuyeron el personal
hasta un poco menos de la mitad. En cuanto a la proporción de empleados
federales y estatales, podemos observar cómo a partir de 1992, año en que se
profundizó la descentralización educativa, la proporción de personal en los
estados aumentó con relación a la del gobierno central. De ese modo, el
gobierno central tenía en 1997 1’375,000 servidores públicos, a diferencia de
los 2’434,901 de 1992.
La tendencia a
la expansión del empleo público[14]
no se detuvo, aunque tampoco podemos afirmar, según muestran los datos, que se
hayan presentado disminuciones importantes, salvo en el caso del sector
paraestatal. Una de las razones que explica la falta de correlación entre la
reestructuración administrativa y la no-disminución del empleo público es que
el gobierno aplicó sistemáticamente la política de reubicar a los servidores
públicos adscritos a las dependencias o programas que desaparecían en otras
secciones, excepción hecha, una vez más, del sector paraestatal.
En relación con
la transformación de las condiciones de desempeño de los servidores públicos,
la nueva estructura de la administración pública federal contempló la
participación tanto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (shcp) como de
la recién creada Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo (Secodam) para llevar a cabo el programa de capacitación y
profesionalización de los recursos humanos del gobierno federal.
El mejoramiento
de las condiciones de trabajo y personales de los servidores públicos fue
reconocido por el gobierno como condición indispensable tanto para atacar los
problemas de corrupción como para elevar la calidad y eficiencia en la
prestación de bienes y servicios públicos. Es por ello que el establecimiento
de mecanismos para el desarrollo de los recursos humanos mediante su
mejoramiento y bienestar, así como el perfeccionamiento de las medidas para
proceder con oportunidad para sancionar conductas indebidas se convirtieron en
fundamentos de un programa integral de mejoramiento administrativo.
Para realizar
las transformaciones de un programa de tal naturaleza, que permitiera un cambio
en la conducta y desempeño de los empleados estatales, el Programa de
Modernización de la Administración Pública (Promap)
estableció seis líneas de acción tendientes a modificar tanto las regulaciones
y procedimientos que regían la función pública, como las actitudes y conductas
de los servidores públicos. Tales acciones fueron: i) sistemas de selección;
ii) actualización de conocimientos y habilidades; iii) sistema integral de
desarrollo y recursos humanos; iv) establecimiento de mejores perspectivas de
desarrollo; v)fortalecimiento de los valores cívicos y éticos en el servicio
público, y vi) efectividad de la función de investigación y afincamiento de
responsabilidades (Secodam, 1996: 71).
Para llevar a
cabo dichas acciones, se establecieron estrategias a fin de integrar a los
gobiernos estatales y municipales en el desarrollo de propuestas y estrechar la
participación de la Secodam, la shcp, el sector académico y la
Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (fstse) para
impulsar el servicio civil de carrera. Aunque las dependencias responsables de
presentar las sugerencias y planes de acción eran la shcp y la Secodam.
De acuerdo al Promap, el servicio civil sería instaurado paulatinamente:
iniciaría en el año 1996 con los trabajos de ambas secretarías sobre una propuesta
para presentar al Congreso una iniciativa de Ley del Servicio Civil; tal
propuesta sería sometida al punto de vista de la fstse y debía estar lista para
1997 (Guerrero, 1998: 17).
De 1998 a 2000,
según al calendario de actividades programadas en el Promap,
iniciaría la aplicación del programa de profesionalización en cuanto a la
contratación, sistema de reconocimientos y estímulos económicos ligados a la
productividad y al desempeño, y la aplicación de mecanismos con base en
perfiles, méritos y calificaciones demostradas para ocupar los puestos
vacantes; dichas acciones serían desempeñadas por cada una de las dependencias
y entidades, las cuales estarían supervisadas por la Secodam
(Secodam, 1996: 75).
En términos
generales estas eran las acciones a realizar de acuerdo con el programa de
modernización. Posteriormente la shcp presentó su propuesta, la Secodam
también presentó la suya, mientras que la fstse no se pronunció en virtud de que entre las propias
dependencias no había un acuerdo sobre el modelo a seguir.
A grandes
rasgos, la propuesta de la shcp[15]
contemplaba instaurar un sistema de reclutamiento atrayendo candidatos de
instituciones educativas públicas y privadas y abriendo una convocatoria para
el personal que ya pertenecía a las dependencias. Las convocatorias incluirían
las características del puesto y proceso que lo definía. Para la selección se
realizarían exámenes de conocimientos generales, técnicos para cada área y
psicométricos, así como entrevistas y más tarde un período de prueba. Se dejaría
un margen de puestos para los cargos de libre designación, para los cuales se
realizaría una disposición particular. En cuanto al sistema de compensaciones,
el modelo presentaba el concepto de sueldo, estímulos y prestaciones. La
propuesta señalaba la importancia de estipular tales conceptos en la
normatividad, con el fin de que fuesen otorgados sobre la base del desempeño,
capacitación y desarrollo e incluiría desde el personal operativo hasta de alta
dirección abarcando también a subsecretarías.
En cuanto a las
promociones, señalaban que se deberían establecer sistemas de evaluación del
desempeño y mantener un programa de capacitación para que los servidores
públicos elevasen la calidad de sus tareas, al tiempo que obtuviesen estímulos
por su desempeño y sus méritos, eliminando así la discrecionalidad en las
promociones. La evaluación del desempeño se realizaría por el jefe inmediato
superior y los estímulos no formarían parte del sueldo. Se contemplaba,
asimismo, un paquete de prestaciones.
Para otorgar un
valor a los puestos se propuso una evaluación con el fin de apreciarlos con
base en su responsabilidad y contenido más que en su nivel jerárquico: con ello
se podía definir qué puestos se encontraban subpagados
o sobrepagados. Se propuso también la implantación de un sistema de
indemnizaciones y la creación de un fondo para los servidores públicos que
tuvieran que separarse del cargo. Estas últimas propuestas buscaban dignificar
la función pública aun en la vejez. Por último, se propuso la elaboración de la
Ley del Servicio Civil que incluyera todos los aspectos descritos con detalle
para que se aplicara a la administración en su conjunto.
Las principales
diferencias en las propuestas de la Secodam con
relación a las de la shcp
eran que si bien había acuerdo en que las acciones de reclutamiento, selección,
ascensos, evaluación periódica del desempeño fueran con base en méritos, el
responsable de llevarlo a cabo no fuese un órgano de las dos secretarías, sino
órganos colegiados creados ex profeso y que el marco normativo no fuese
obligatorio y generalizado, sino que se aplicara temporalmente de forma
particular en cada dependencia de acuerdo con las condiciones de su
infraestructura administrativa y financiera existente, lo cual evitaría
aumentar el gasto presupuestal del gobierno.
La Secodam proponía, entonces, que se llevara a cabo de forma
gradual y diferencial primero en aquellas dependencias que impactaran a la
población usuaria y posteriormente al resto de las dependencias. Respecto de la
cobertura, sugerían que se incluyera y contemplara a los trabajadores de base.
Guerrero (1998)
señala que en abril de 1997 concluyó el periodo ordinario de sesiones sin que
se hubiese presentado la iniciativa de ley sobre el servicio civil: al parecer
la causa fue la falta de acuerdo entre las dos secretarías encargadas de
presentar el proyecto al sindicato, y presumiblemente la posición del propio
sindicato a aceptar sólo aquella propuesta que no incluyera un cambio en la
legislación vigente sobre los trabajadores de base, y desde luego que tampoco
modificara las bases de incorporación sindical y el monopolio de la
representación Guerrero (1998:17).
Las principales
controversias entre ambas secretarías fueron de tipo presupuestal y por el
control de los empleados en todo el proceso. Para la Secodam
eran altos los costos con respecto a la separación laboral de funcionarios, y
también en cuanto a las remuneraciones, particularmente las referidas a los
incentivos. Según la dependencia, el establecimiento formal y generalizado de
tales incentivos implicaba un aumento presupuestal para el gobierno. Otra
cuestión que para la Secodam era problemática era la
excesiva formalización con la que establecía la shcp las relaciones entre jerarquías.
Además, para la Secodam, la shcp planteaba
una propuesta centralizadora al pretender hacerse cargo de las distintas etapas
del proceso de profesionalización, lo cual limitaba las metas de eficiencia y
flexibilidad. Según Guerrero (1998), la Secodam
rechazaba la rigidez de la propuesta de la shcp porque consideraba que el
servicio civil no podía ser un fin en sí mismo, sino un proceso flexible que se
adaptara con el paso del tiempo y se adecuara a las particularidades de las
dependencias y entidades. Para los funcionarios de la Secodam
no hacía falta dejar legalmente explícitas las formas de funcionamiento, dado
que existía la posibilidad de que en ciertas decisiones funcionaran mejor las
reglas informales conocidas y claras para todos, porque eso permitiría tener
relaciones más flexibles entre los funcionarios. Para la shcp la informalidad en las
relaciones era considerado uno de los más importantes obstáculos para
establecer la profesionalización (Guerrero, 1998: 25).
Por último,
prevaleció la rivalidad entre ambas secretarías por controlar a los servidores
públicos, porque en la propuesta de la shcp parecía inducirse que sería la Unidad de Servicio Civil la
que se encargaría de llevar a cabo el proceso, mientras que la Secodam proponía la creación de órganos colegiados: este es
otro punto de controversia que postergó la aplicación del programa[16]
(Guerrero, 1998: 27).
Ante el
desacuerdo entre las dos dependencias, la propuesta quedó nuevamente rezagada.
En 1998 se firmó un acuerdo entre los secretarios de ambas dependencias con el
fin de establecer las bases de coordinación que permitiera elaborar la
normatividad tendiente al establecimiento del Servicio Civil de Carrera de la
Administración Pública Federal.[17]
El sexenio del presidente Ernesto Zedillo concluyó en el año 2000 sin que se
hubiese aprobado y menos instrumentado la ley.
Conclusiones
La necesidad de
hacer más eficiente y responsable el desempeño de los servidores públicos pasa
por la instauración del servicio civil de carrera. Las propuestas de las
secretarías de Estado mexicanas integraban elementos esenciales para sustituir
las prácticas discrecionales por normas y procedimientos claros. Es de suma
importancia el apoyo del presidente y el grupo que gobierna para llevar a cabo
la propuesta de profesionalización, porque de la importancia que le otorguen en
la agenda gubernamental depende su efectiva aplicación, aunque también –como
hemos observado– de sus motivaciones y valores depende el sentido, la
orientación y profundidad con que se desenvuelvan las propuestas.
La Ley de
Servicio Civil de Carrera y la Secretaría de la Función Pública si bien
aparecen dos años después de iniciado el gobierno del presidente Vicente Fox,
demuestran no sólo una voluntad por transformar a la función pública, sino una
disposición por sacar adelante propuestas de gran magnitud e impacto a pesar de
no provenir de su propio partido. Como sabemos, la propuesta de ley se presentó
por el senador priísta Carlos Rojas, en octubre de
2000. Desde entonces se trabajó con el gobierno y el Partido Acción Nacional
para sacar adelante una iniciativa que ha pretendido conciliar los distintos
intereses. Prueba de ello es que se incluyó la creación de la Secretaría de la
Función Pública cuando la propuesta inicial del Partido Revolucionario
Institucional era la instauración de una Unidad de Servicio Profesional de
Carrera.
Con la
publicación en el Diario Oficial de la Federación el día 10 de abril de 2003 de
la Ley del Servicio Profesional de Carrera en la Administración, y la creación
de la Secretaría de la Pública Federal se ha dado un enorme paso en la
construcción del régimen democrático de México.
La nueva Ley,
además de incluir las funciones[18]
que ejercerá la Secretaría de la Función Pública (antes Secretaría de
Contraloría y Desarrollo Administrativo), encuadra aquéllas que pertenecían a
la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y que en el sexenio de Ernesto
Zedillo provocaron la pugna interburocrática tratada
en el presente artículo. Una de esas funciones es “Dirigir, organizar y operar
el Sistema de Servicio Profesional de Carrera de la Administración Pública
Federal..... y, Aprobar y registrar las estructuras orgánicas y ocupacionales
de las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal y sus
modificaciones” (Art. 37, VI Bis y XVIII: 58), dejando a la Secretaría de
Hacienda el dictaminar los presupuestos. Es decir, menos esa facultad de
dictaminar favorablemente o no el presupuesto que proponga la Secretaría de la
Función Pública, todas las demás funciones relativas a los empleados
gubernamentales concentradas en la Unidad de Servicio Civil de la Secretaría de
Hacienda, han pasado a ser atribuciones de la nueva secretaría.
Con ello cabría
esperar que las pugnas al interior de la burocracia (principalmente de la alta
burocracia) queden resueltas mediante las nuevas disposiciones legales.
Esperaremos que las prácticas que acompañen a las nuevas reglas sean
congruentes y nos permitan presenciar uno de los cambios políticos y
administrativos más importantes para el país en este siglo: la
profesionalización de la administración pública. De esta forma, si la nueva ley
es acompañada de otras reformas (como la ya realizada de transparencia, entre
otras) podrá comenzar a presentar resultados, según Osborne
(2002) en un lapso de 6 a 10 años. La oportunidad histórica ya está dada.
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Enviado: 12 de mayo de 2003.
Reenviado: 21 de julio de 2003.
Aceptado:
25 de julio de 2003.
[1] La
administración pública federal estaba compuesta por 17 secretarías de Estado,
la oficina de la Presidencia, la Procuraduría General de la República y el
Departamento del Distrito Federal, así como 68 órganos desconcentrados. Cfr.
Instituto Nacional de Administración Pública (1995).
[2] Hoy
denominada Secretaría de Economía
[3] Hoy
denominada Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales
[4] Hoy
denominada Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.
[5] Dos
experiencias sobre el programa de simplificación administrativa en los estados
pueden revisarse en Guerrero (1998) y Barrera y Conzuelo
(1997: 15-69).
[6] El
programa comprendía siete días para las empresas no riesgosas y 21 para
aquellas que se debían sujetar a un control sanitario, de seguridad pública,
ecológico o social. Cfr.
Promap (1996: 76).
[7] Esta
información fue tomada de la página electrónica de la Presidencia de la
República (2000).
[8] El
Sistema de Ahorro para el Retiro constituyó un nuevo sistema de pensiones que
se asignó a los trabajadores al final de su vida laboral, de acuerdo al monto
acumulado durante sus años de trabajo. Estaba compuesto por aportaciones del
propio trabajador, de los patrones y del gobierno, y era administrado por
instituciones bancarias a través de entidades financieras específicas
denominadas Administradoras de Fondos para el Retiro (afores) mediante cuentas individuales.
[9] Para
más información sobre los procesos de privatización en ese periodo se puede consultar
a Martínez y Merino (1991), Espinoza (1993) y Cadena (2000).
[10] La
Comisión Federal de Electricidad es la entidad responsable del sistema nacional
de electrificación y de las bases de su financiamiento: generar, conducir,
transformar, distribuir y vender energía eléctrica, así como organizar las
sociedades necesarias, tanto para la fabricación de aparatos y maquinarias
utilizadas en plantas de generación, como para producir, transmitir y
distribuir energía eléctrica. Por su parte la Compañía de Luz y Fuerza del
Centro es la entidad encargada de generar, conducir, transformar, distribuir y
abastecer de energía eléctrica en la ciudad de México y centros de consumo
cercanos al Distrito Federal. Cfr.
Pichardo (1995: 43-44).
[11] Sobre
algunas de las modalidades más frecuentes de corrupción en la burocracia
mexicana puede consultarse, López Presa (1998).
[12] Esta
información y el detalle de las características y los avances que se tienen en
el sistema informatizado de adquisición de bienes y servicios se puede
consultar en la página electrónica de la Secodam:
http://www.secodam.gob.mx
[13] Ibid.
[14] Para
un análisis histórico sobre la expansión del empleo público, véase Blanco
(1995: 45-53).
[15] La
siguiente información está tomada de la relatoría hecha por Pardo (1996); véase
también inap
(1996: 22-35).
[16] Lo
deseable, según Guerrero (1998), es que hubiese sido un órgano autónomo e
independiente el que se encargue del establecimiento del servicio civil, pero
al parecer ninguna de las dos dependencias lo consideraron.
[17] Un
problema añadido es que a partir de 1997, el Congreso de la Unión logró una
composición más plural, con lo cual el Partido Revolucionario Institucional
perdió la mayoría parlamentaria y con ello la posibilidad de hacer aprobar con
mayor facilidad las iniciativas enviadas por el Poder Ejecutivo.
[18] En
general, la nueva Ley propone aplicar concursos de selección con convocatorias
públicas, procesos de promoción con base en la evaluación del desempeño,
programas de capacitación, indemnizaciones en caso de separación del servicio y
una certificación de capacidades cada cinco años (el sistema de
profesionalización se dividió en seis subsistemas, a saber: planeación de
recursos humanos; ingreso; desarrollo profesional; capacitación y certificación
de capacidades; evaluación del desempeño; separación, y control y evaluación),
todo ello aplicable a niveles que van desde el personal de enlace, jefes de
departamento, subdirector de área, director de área y director general. Cfr.
Diario Oficial de la Federación (2003).