Distribución global y territorio.
Modernización y concentración comercial en Argentina en los años noventa
Pablo Ciccolella
Universidad
de Buenos Aires (uba)/Departamento
de Geografía y Programa de Estudios sobre Reestructuración Metropolitana en
Buenos Aires (proremba) uba
Introducción
La segunda mitad
del siglo xx ha sido el escenario
de grandes cambios en la distribución alimentaria. Estas transformaciones no
sólo han afectado la estructura de esta actividad, sino también los patrones
productivos, tecnológicos y organizacionales de la producción de alimentos, las
formas de intermediación y de transporte, e incluso de la organización del
espacio urbano. Dicho proceso, a su vez, está relacionado con cambios
culturales que implican pasar de la atención personalizada y del comercio de
proximidad, al libre servicio y a un patrón de compras menos frecuentes pero de
mayor volumen en un local distante del hogar. En el largo plazo este proceso ha
llevado a la concentración de la distribución en algunas pocas empresas líderes
y a la contracción de las formas comerciales tradicionales. La concentración de
la actividad posee un triple sentido: económico, técnico y espacial, pues
conlleva una sustancial reducción de agentes, de establecimientos y de
localizaciones comerciales. Al cabo de cuarenta años se ha pasado
progresivamente del comercio independiente y tradicional al predominio de la gran
distribución (gd).
Las grandes
superficies (gs)
alimentarias comienzan su difusión masiva en los Estados Unidos a partir de los
años cincuenta, y se expanden hacia Europa Occidental durante las décadas de
los años sesenta y setenta. En América Latina este fenómeno comenzó en Brasil y
se extendió durante los años ochenta hacia México, Argentina y Chile.
La complejidad de formatos,
alternativas tecnológicas y organizacionales que ha adquirido la gd
alimentaria, obligan a partir de algunas consideraciones metodológicas. Pueden
definirse en principio tres formatos principales: hipermercados, distintos tipos y tamaños de supermercados (chicos, medianos, grandes) y autoservicios.[1] En conjunto, han tendido a reemplazar
o a avanzar sobre el espacio de los canales tradicionales especializados:
almacén (abarrotes), panaderías, verdulerías, fruterías, pescaderías,
carnicerías, fábricas de pastas, etc. Desde el punto de vista de la estructura
empresarial, conviene diferenciar entre grandes cadenas, cadenas medianas,
cadenas chicas y autoservicios independientes. Los formatos más recientes de
comercialización de alimentos son los denominados minimercados, minisúper o convenience
stores, y supermercados de descuento o hard
discounts (hd), que
representan una cierta tendencia al retorno a la proximidad como factor de
distribución, combinando precios bajos y gestión avanzada. Otras formas de modernización
de la distribución alimentaria son las franquicias y los servicios delivery, además de los sistemas de ventas por catálogo o a
domicilio o por medio de redes informáticas, aunque en este último caso, en
América Latina estas modalidades están bastante poco difundidas.[2]
Otro elemento diferenciador de
canales y empresas en la gd
es el tipo de mercado. En general las variables de competencia son precio y servicio o imagen. Las distintas firmas compiten
intentando ofrecer el precio más bajo (Carrefour, Wal-Mart, Coto, por ejemplo,
en el caso argentino), o el mejor servicio o imagen en la relación con el
cliente (Disco). A veces algunas empresas intentan combinar ambos factores de
disputa del mercado (como es el caso de Norte o Jumbo). Actualmente, la guerra
de estrategias comerciales ha fortalecido a la primera de las opciones, en el
caso de la Argentina, sobre todo a partir de la incorporación del formato hd y
especialmente durante las frecuentes coyunturas recesivas.
Con el presente trabajo se pretende
dar cuenta de algunos aspectos de esta transformación, profunda y vertiginosa
en el caso de Argentina en general y de la región metropolitana de Buenos Aires[3] (rmba) en
particular. Se parte de la caracterización de lo que podríamos denominar el
“periodo de instalación” de la modernización comercial alimentaria en el país,
con dos etapas bien diferenciadas, si se consideran formatos, innovaciones,
actores y estrategias comerciales y territoriales de las empresas. En la
segunda parte del artículo se intenta realizar un análisis más detallado de lo
que entendemos como la tercera etapa de modernización de la gd en Argentina, fundamentalmente
signado por la hipermercadización, la formación de centros
comerciales, la hiperconcentración e hiperglobalización del sector, y un nuevo patrón de
despliegue territorial de la actividad, en consonancia con la globalización de
los sistemas agroalimentarios (saa). En la tercera parte se
intenta dar cuenta del componente territorial del proceso de modernización
comercial, tratando de vincular, por un lado, la evolución de su patrón de
localización en función de las condiciones del mercado, el target
o segmento de mercado
al que se orienta la empresa, y la evolución de la densidad comercial, es
decir, considerando al territorio y a sus contenidos estratégicos y sociales
como factor o insumo, y por otro lado, el estudio de las consecuencias
socio-territoriales y urbanísticas y las formas territoriales que el despliegue
de la actividad ha contribuido a generar, sobre todo en los suburbios
metropolitanos, tomando para ello el caso de la rmba.
I.
El periodo de instalación
de la gd
en Argentina
Lo que podría
denominarse el “periodo de instalación” de la modernización comercial en
Argentina, constituyó un largo proceso que comienza a principios de los años
cincuenta y abarca hasta bien entrados los años noventa. A partir de allí se
produce una serie de cambios que por los agentes intervinientes, por la
estructura y el origen del capital sectorial, por sus características tecnológicas
y organizacionales, así como por la significación espacial del proceso, creemos
conveniente tratar con mayor detalle en otro apartado.
Dentro del “periodo de instalación”
se observan nítidas diferencias que permiten delimitar una primera etapa que
abarca los años cincuenta, sesenta y setenta, caracterizada por la difusión de
cadenas de supermercados –proceso particularmente sólido en el interior del
país– y la aparición/desaparición de los primeros hipermercados; y una segunda
etapa, a partir de principios de los años ochenta, con la difusión de una nueva
generación de hipermercados, en general de capital extranjero, y la expansión
de cadenas locales poderosas, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires y su
región metropolitana.
Primera etapa: modernización
precaria (1950-1981)
El primer
supermercado “moderno”, La Estrella Argentina, se instaló en Mar del Plata
hacia 1951. En los principales centros urbanos del interior del país durante
los años cincuenta y sesenta, el proceso de supermercadización se desarrolló con cierta solidez a
partir de la formación de cadenas regionales medianas;[4] en
tanto que durante los años sesenta el proceso se trasladó hacia la ciudad de
Buenos Aires y las primeras coronas suburbanas, en una suerte de efecto
“imitación” de lo que estaba ocurriendo entonces en las principales áreas
metropolitanas de los Estados Unidos. Aparecen cadenas de medianos y grandes
supermercados (Disco, Norte, Minimax, esta última de
capitales estadounidenses) y también una primera generación de hipermercados de
entre 2 500 y 10 000 m2 de salón de ventas (Llaneza, Gran Tía y
Todo, entre los más modestos; Gigante, Canguro y Satélite, entre los más
grandes).
Esta primera generación de
hipermercados fracasó por completo. Al cabo de diez años no sobrevivió un solo
establecimiento. Sin duda esta experiencia fue prematura dado que la estructura
de costos estaba amenazada por la inexistencia de cadenas de producción,
almacenaje y transporte de veras modernos y eficientes, así como por la falta
de experiencia y know-how comercial y organizacional de las
firmas. Paralelamente la fortaleza y capacidad de lobby
de la intermediación,
el arraigo y extraordinaria cobertura geográfica del comercio barrial
tradicional, y el contexto de inestabilidad política y económica de los años
setenta y ochenta, actuaron obstaculizando o retardando el proceso de
maduración de la gd.[5]
Desde luego, se trataba de un mercado aún inmaduro para los fuertes cambios
culturales que suponen abandonar la práctica cotidiana de compras en los
comercios especializados tradicionales de proximidad, y la aún escasa
generalización del uso o acceso al automóvil. En síntesis, se trató de una
experiencia fallida no sólo para el debut de las gs, sino también para el del
capital extranjero en la distribución alimentaria en argentina.[6]
La modernización sesgada hacia la
proximidad, tuvo en cambio mejor suerte y las aperturas continuaron durante los
años setenta y principios de los ochenta, sobre todo bajo el formato de
supermercados medianos y grandes, sumando empresas como Supercoop
(de El Hogar Obrero), Coto, Sumo y Hawai.
Cabe una mención especial de la
experiencia del supermercadismo cooperativo durante
esta primera etapa. La Cooperativa Obrera, una de las firmas pioneras en la
actividad, aún desarrolla con éxito su actividad en la ciudad de Bahía Blanca y
en ciudades intermedias de su área de influencia, llegando a tener hoy día
quince supermercados y un hipermercado e incluso un centro comercial. El Hogar
Obrero, por su parte, desarrolló lo que fue probablemente la cadena de mayor
importancia en la historia del supermercadismo
argentino, llegando a poseer una firme cobertura nacional con sus 250 locales
de distintos formatos, incluyendo algunos hipermercados y centros comerciales
en su fase final a principios de los años noventa, cuando cerró sus puertas.
Fue además pionera en el desarrollo de marcas propias en Argentina.[7]
Hubo que esperar hasta bien entrada
la década de los ochenta y al desarrollo de cambios en las pautas culturales
para reintentar la experiencia de instalación de gs. A principios de los años
noventa ya había nuevamente unos diez hipermercados, y sólo sería el comienzo
de una experiencia exitosa, ahora en un nuevo contexto sociocultural y de
desarrollo de condiciones más favorables de producción, distribución y consumo.[8]
Si se analiza la variable espacial
del proceso de modernización del comercio minorista, durante esta primera etapa
resulta evidente una marcada fractura territorial entre la región metropolitana y el
interior del país. En efecto, el proceso encuentra grandes dificultades para
consolidarse en esta última, incluso dentro de la ciudad de Buenos Aires, y
muestra mayor viabilidad en los principales centros urbanos del interior del
país, con cadenas generalmente locales o regionales. Sin embargo, hacia el
final de esta etapa el supermercadismo parece
comenzar un nuevo despliegue en la principal aglomeración urbana nacional.
Segunda etapa:
consolidación e hipermercadización lenta (1982-1994)
Esta segunda
etapa de transformación sectorial entraña un cambio estructural, tecnológico,
organizacional, de actores y origen del capital. Incorpora nuevas cadenas o
empresas que se instalan en el país, y arrastra consigo a las cadenas supermercadistas existentes. Empresas como Norte, Disco,
Tía y Coto efectuaron un serio cambio de aspecto y gestión e incrementaron sus
establecimientos y su presencia en este mercado, en particular a partir de
comienzos de los años noventa, ya en un clima de estabilidad económica y
financiera favorable a la competencia creciente (Caprón,
1996:143-144).
Durante este periodo parece comenzar
un irreversible cambio de hábitos de consumo de la población argentina, en
especial la de los principales centros urbanos del país. Básicamente se trata
de: la disminución de la frecuencia de compras y el incremento de los montos de
las mismas; el crecimiento de la utilización del automóvil; la concentración de
las compras durante el fin de semana y la expansión del consumo de productos
congelados, permitidos por la rápida difusión de la utilización doméstica de
refrigeradores y hornos de microondas. El ajuste cultural que no había sido
posible en los años sesenta, demoró veinte años en permitir la generalización
de la gd.
En el ámbito de las empresas también
se dio un cambio cultural importante, especialmente en la incorporación de
algunas innovaciones tecnológicas y sobre todo organizacionales, además de
mejorar el servicio, lo que a la vez facilitó el cambio de hábitos de consumo y
la aceptación de las formas comerciales por parte de las familias.[9] Se
produce una verdadera revolución en las técnicas de gestión y comercialización,
tales como la disminución drástica de stocks, prácticas just
in time, el
incremento de la rotación de productos, la incorporación de escáners
y de fibra óptica, utilización creciente de informática y telemática para
gestionar inventarios, etcétera.
Hasta fines de los años setenta, los
canales tradicionales concentraban cerca de 70% de las ventas de alimentos. El
último periodo intercensal (Censos Nacionales
Económicos de 1984 y 1993) registra la desaparición de 64 000 establecimientos
minoristas tradicionales de la alimentación, con una pérdida de 125 mil
empleos. Las grandes empresas de la distribución, en cambio, sólo compensaron
un quinto de esa pérdida, con la creación de alrededor de 23 000 puestos de
trabajo (Gutman, 1998:286).
Gutman
muestra que en 1983, hasta 99% de los establecimientos pertenecía a la
distribución tradicional, concentrando 92% del empleo y 61% de las ventas. En
1993 todavía concentraban más de 90% de los establecimientos, 81% del empleo,
pero sólo 43% de las ventas:
Este fenómeno
de contracción del negocio minorista tradicional se ha registrado en todos los
países en los que se impuso la gd. Su rapidez y alcance, sin embargo, han estado
condicionados por las regulaciones económicas existentes en cada caso y por la
simultaneidad o no con procesos de crisis y/o estancamiento económico (Gutman, 1998:286).[10]
Ya hacia mediados de los años
noventa la gd
se hacía cargo de dos terceras partes del comercio alimentario, disminuyendo
drásticamente diez puntos la distribución tradicional en apenas dos años, a
causa de la aceleración del super/hipermercadismo.
Durante la primera mitad de los años
ochenta se desarrolla una fase de crecimiento relativamente acelerado en el
segmento de supermercados (Bin et
al., 1996:49), no
extendiéndose este fenómeno al segmento de hipermercados. Durante ese
quinquenio se instalaron en el país apenas cuatro hipermercados (tres
Carrefour, un Jumbo). A principios de los años noventa llegaban a diez
establecimientos y hacia fines de periodo (1994) alcanzaron los 20 locales, con
significativa cantidad de aperturas durante 1994, inaugurando recién en ese año
una etapa de aceleración del desarrollo de hipermercados, que llegará a su
apogeo especialmente a partir de 1995, no sólo con el arribo de nuevas firmas
(Wal-Mart, Ekono) y la aceleración de las inversiones
de Carrefour y Cencosud (Jumbo), sino también a
partir de la hipermercadización de firmas supermercadistas
como Coto, Norte, Tía, e incluso cadenas del interior, como La Anónima, Lozano,
Toledo y Aragone.
Salvo por algunas interrupciones y
sobre todo por su mayor extensión temporal, el proceso de modernización
comercial en Argentina posee grandes similitudes con lo acontecido en algunos
países del sur de Europa y muestra ciertas regularidades estructuradas en
ciclos que algunos autores denominan “teoría del ciclo de vida del comercio” o “teoría del acordeón”, con las que
se destaca la sucesión de etapas (incorporación, expansión, madurez,
declinación) de un formato comercial que convive o desplaza a otras formas.
Barata Salgueiro muestra cómo dichas teorías parecen
verificarse en la mayoría de los países europeos, en los que se pasa de formas
tradicionales de comercio generalista o especialista, a una sucesión de formas
modernas: supermercados, hipermercados, hd, en ese orden de progresión y
predominio en el tiempo (Barata, 1996:26-28).
La productividad de supermercados e
hipermercados, a pesar de haberse incrementado durante esa etapa, todavía era
inferior a la media de los países industrializados. En 1995 la relación
ventas/personal alcanzaba el máximo en la cadena mayorista Makro,
y le seguían los minoristas Carrefour, Jumbo, Ekono,
Coto, Norte, Disco, Su Supermercado, Tía y La Anónima, en ese orden (Bin et al., 1996:52).
Según el estudio realizado por Bin et al., con información hasta el año 1993,
los márgenes netos de ganancia de la mayoría de las firmas líderes argentinas
oscilaba entre 2.5% y 6.5%. Estos niveles de beneficio sobre las ventas es
similar al que muestran las firmas líderes europeas; sin embargo, Carrefour
Argentina (que no es precisamente la más rentable entre las líderes locales)
triplica los márgenes de su par francesa; mientras que Jumbo, Toledo o Ekono muestran valores similares a los de Sainsbury en Gran Bretaña, por ejemplo (Bin
et al.,
1996:61).
Las ventas de productos masivos en
el segmento de la gd
en 1993 alcanzaron los 10 000 millones de pesos, con tendencias a un crecimiento
anual superior a 10% durante los años noventa, con un ritmo de expansión global
del orden de 5% en esa década.
Aunque el avance de la gd en el largo
plazo ha sido muy notable en esta etapa, el proceso evolutivo no es
necesariamente lineal, ya que durante los momentos expansivos e
hiperinflacionarios la gd
incrementa su cuota de mercado, pero sucede lo inverso en el marco de
coyunturas de estabilidad con disminución de poder adquisitivo del salario
real. Esta característica pendular del mercado reside sobre todo en la brecha
relativamente pequeña de precios entre el circuito moderno y el tradicional
(5%), y las ventajas que aún brindan algunos comercios con el sistema informal
de libreta de pago al fiado.
Durante esta etapa, los cambios
comerciales, tecnológicos y organizacionales han sido considerables, en
especial entre fines de los años ochenta y mediados de los noventa, aunque
resulta sumamente heterogénea y dinámica la situación entre las distintas
firmas.[11] A
pesar de ello, hasta mediados de los años noventa todavía se estaba lejos de la
generalización de prácticas just
in time y de
optimación de la logística. Estos desarrollos no parecían constituir entonces
un objetivo inmediato de las empresas del sector y, por ejemplo, en muy pocos
casos operaban con centros de distribución (cd) propios y modernos (Gutman, 1997:66-62). La etapa de hipermercadización de la segunda mitad de los años
noventa va a cambiar esta situación de manera significativa, sobre todo a
partir de la incorporación bastante generalizada de cd, disminuyendo costos con base
en la racionalización de la gestión de stocks, y en la externalización
y el traslado de dichos costos hacia los proveedores, lo que pone de manifiesto
la supremacía de la gd
sobre los productores de alimentos, en el contexto de los saa.[12]
Según los estudios de Gutman, durante el periodo ha tendido a afirmarse el núcleo
duro de la gd:
los alimentos frescos, que constituían a mediados de los noventa hasta 80% de
la oferta total de productos en las cadenas de supermercados, y 60% en la de
las cadenas de hipermercados. Sin embargo, puede preverse que en la etapa
siguiente, la hipermercadización y las tendencias mundiales
(incremento del peso de productos no alimentarios) harán declinar en algunos
puntos esos porcentajes. Es posible que las inversiones futuras de las grandes
cadenas impriman mayor dinamismo a la formación de centros
comerciales, con
mayor peso de los rubros no alimentarios.
La dinámica espacial de esta segunda
etapa de modernización muestra un proceso inverso al de la primera. Comienza
fundamentalmente por la ciudad de Buenos Aires, se extiende al gba, y recién en la tercera etapa se
expandirá hacia el interior del país.
II. La transformación
de la gd
a partir de 1995
A partir de 1991
comienza en Argentina un periodo de cambios estructurales en estrecha
vinculación con las tendencias de reestructuración económica global. La
administración Menem impulsó entre otras medidas, la reforma del Estado, la
desregulación económica, la puesta en marcha de la privatización y concesión de
empresas estatales y servicios públicos, severas medidas de estabilidad
monetaria (Plan de Convertibilidad) y la puesta en marcha del Mercosur. Las
mismas, entre otros factores, plantearon un escenario macroeconómico expansivo,
sumamente atractivo para una nueva generación de inversiones –en particular, inversión
extranjera directa (ied)–, dirigidas ante todo al sector
servicios y a la adquisición de empresas, muy en especial las del complejo
agroalimentario, provocando su acelerada globalización hacia fines de la
década.
Entre 1990 y 1997 la ied fue de
aproximadamente 33 000 millones de dólares y alcanzaría los 60 000 millones de
dólares (sólo en formación de capital) hacia el final de la década, de los
cuales 35% tiende a concentrarse en la rmba. Si se consideran además
fusiones, adquisiciones y privatizaciones, el monto total de ied en la
década supera los 100 000 millones de dólares, de los cuales la mitad se
concentraría en la rmba
(Chudnovsky y López, 1998:73; cep, 1998). Este proceso de extranjerización
y globalización durante los últimos años plantea
serios interrogantes respecto a la gobernabilidad y la capacidad de gestión y
control del Estado nacional sobre los procesos económicos y territoriales,
volviendo más vulnerables a algunas regiones, sectores sociales y productivos.
Inversión extranjera
directa e hipermercadización
En efecto, uno de
los sectores beneficiarios del nuevo escenario macroeconómico en Argentina ha
sido precisamente el de los nuevos equipamientos vinculados al consumo,
entretenimiento y espectáculo, que en conjunto concentró alrededor de 5 000
millones de dólares (alrededor de 5% de la inversión directa total). En el caso
del sector de la gd
y particularmente en el segmento de las gs, la formación de capital de
origen extranjero superó los 2 500 millones de dólares (80% de ellos entre 1994
y 2000). Resulta obvio que la presencia de Carrefour, Wal-Mart, Cencosud (Jumbo), Ekono y Auchan, y las recientes adquisiciones de Exxel Group, Promodés,
Ahold y Casino, determinan que se trata de una actividad que se desarrolla hoy
día en un 75% bajo control trasnacional o global. Los grupos franceses
Carrefour, Promodés (50% de Norte y Tía), Casino
(Libertad) y Auchan, concentran en 1999 cerca de 25%
del total de inversión del sector de la gd; seguido de las empresas
estadounidenses Wal-Mart y Exxel Group
(este último con 50% de Norte-Tía), con 13%; capitales holandeses (Ahold, con
50% de Disco, y las mayoristas Makro y Kargo) con 12%; y capitales alemanes y chilenos (Cencosud-Jumbo y Ekono) con un
7,5%. La participación de firmas argentinas quedó reducida a 25% y con
tendencia fuertemente declinante durante el último año y medio.[13]
Hacia mediados de los años noventa
se observa la maduración del proceso de desplazamiento de la intermediación
mayorista, como consecuencia del proceso de super/hipermercadización,
aunque aquélla aún abastece a los comercios tradicionales. También se avanzó
mucho en materia de compras por importación directa y por licitación privada.
En cualquier caso, la evolución de la gd, en las dos etapas precedentes
comprometió seriamente la compleja estructura de intermediación tradicional.[14]
Durante esta nueva etapa, las
modalidades y empresas ascendentes de la gd se difunden de manera
vertiginosa hacia el interior del país, cooptando casi la totalidad del nuevo
sistema de comercialización de alimentos. La intensa hipermercadización que está aconteciendo durante la
segunda mitad de los años noventa, dará el toque de gracia a lo poco que queda
de la distribución tradicional.[15]
Algunos elementos de esta nueva
etapa del desarrollo de la gd
muestran tendencias complejas e incluso contrapuestas. Por un lado avanza
decisivamente la globalización de la gd al abrir nuevos locales (caso Carrefour, Wal-Mart,
Cencosud-Jumbo o Auchan) o
mediante la adquisición y el cambio de manos de empresas nacionales como Norte,
Tía, Disco, etc. (caso Exxel Group,
Promodés, Ahold, Casino, etc.). La modalidad
hipermercado[16] es sin duda la ganadora
neta en la segunda mitad de los años noventa, aunque corresponde señalar que en
términos de apertura de locales (no en términos de superficie ni de ventas), el
proceso parece más dinámico en los formatos que vuelven a privilegiar la
proximidad, la oportunidad y las pequeñas superficies, como es el caso de minimercados y hd,[17]
pero con una concepción organizacional bastante moderna y también con presencia
de capital extranjero y en forma de grandes cadenas (Best,
Stop, Día, Eki, Americanos, etc.).
Paralelamente, se generan unas
fuertes tendencias a la diversificación de formatos dentro de cada firma; por
ejemplo, supermercadistas netos como Norte, Tía, Coto
y La Anónima, comienzan a abrir gran cantidad de hipermercados; mientras que hipermercadistas netos como Wal-Mart, Carrefour y Libertad,
están buscando otros formatos más chicos.[18]
Disco es la única cadena grande que se ha mantenido hasta ahora relativamente
al margen de la “fiebre” hipermercadista; aunque sus
últimas aperturas están llegando al límite de su formato tradicional de
supermercado mediano-grande, ha adquirido Su Supermercado[19] y
estaría interesada en una hipermercadista del
noroeste (Lozano). En cambio, Disco sí ha incursionado en formatos pequeños,
como Stop, una cadena de minimercados[20]
vinculados a las estaciones de servicio del Automóvil Club Argentino y una
importante cadena cordobesa de hd (Americanos).
El cuadro 2 ilustra el progresivo
proceso de captación de cuotas de mercado por parte del segmento hipermercadista, que pasa de 5% en 1990 a 13% en 1995 y
tiende a triplicar esta porción del mercado hacia el año 2000. El dato curioso
es que esto no se ha realizado sólo a expensas de los canales tradicionales,
sino, en especial, de los autoservicios y algunas cadenas de supermercados.
Luego de un notable protagonismo y proceso ascendente hasta 1995, la notable
declinación del segmento supermercadista a mediados
de los años noventa se explica en parte por el cierre de Supercoop,
Hawai, Davi, entre otras,
paralelamente al avance de los hipermercados.
Desde el punto de vista de las
innovaciones tecnológicas y logísticas, se observa durante esta nueva etapa la
maduración y generalización de tendencias a la apertura de centros de
distribución o a la multiplicación de los mismos (Coto, Wal-Mart, Norte-Tía, La
Anónima, Americanos, Eki, Día, etc.); la
profundización de la implantación de sistemas de comunicación electrónica mediante redes informáticas con sistemas tipo
just
in time o flujos
tensos, edi
(intercambio electrónico de datos), generalización de los sistemas gencod y locstar
(respectivamente: código de barras y seguimiento satelital de cargas), y
generalización de la palletización estándar.[21]
Hiperconcentración
e hiperglobalización
Hacia 1993, 23%
del mercado de la gd
estaba concentrado en las tres cadenas más importantes (Carrefour, Disco y
Norte) y la facturación de las ocho primeras cadenas llegaba a 38.4%. Cinco
años después y luego del intenso proceso de fusiones de 1997-1998, las tres
primeras cadenas (Disco, Norte-Tía y Carrefour, en ese orden) concentraban 48%
del total de la gd, y las ocho primeras cadenas (Disco,
Norte-Tía, Carrefour, Coto, Wal-Mart, Jumbo, Libertad-Casino y La Anónima)
concentraban 75%; en ambos casos duplicando en sólo cinco años el nivel de
concentración que virtualmente oligopoliza este mercado (ver cuadro 3). La
contracara de este proceso es el retroceso de casi 30 puntos de la porción de
mercado de las cadenas medianas y pequeñas. En números absolutos, la primera
cadena (Disco-Ahold o Norte-Tía-Exxel-Promodés) factura alrededor de 2 500 millones de dólares;
entre las tres primeras facturan 7 000 millones; la ocho primeras, 10 900
millones, y las 10 primeras, 11 400 millones de dólares. El monto de la
facturación de las tres firmas líderes las ubica entre las diez mayores
empresas argentinas por ese concepto. En conjunto duplican la facturación de la
empresa argentina más importante (ypf, actualmente en manos de la española Repsol).
Carrefour, Disco y Norte pasaron de ocupar el vigésimo o el trigésimo lugar a los diez primeros lugares
entre las empresas que más facturan en Argentina, en sólo seis años.
El proceso de concentración
empresarial parece responder a la estrategia de reconversión tecnológica,
organizacional y logística, que obligó a las empresas a ceder espacio o a
asociarse con grandes cadenas globales, lo que garantiza el salto en know-how, experiencia, volumen de inversiones y
redes globales de aprovisionamiento y servicios complementarios muy eficientes
y modernos, que aun las empresas locales más poderosas no parecen lograr por sí
mismas (por ahora con la excepción de Coto).
Al mismo tiempo, entre las
estrategias comerciales que explican en parte este proceso de las empresas del
sector durante el periodo, se pueden mencionar: la guerra de precios, el
desarrollo de marcas propias o la inclusión de segundas marcas en su mix de productos, el desarrollo incipiente de la logística,
la racionalización de personal (menos cajas, por ejemplo), la diversificación
de formatos, la combinación con efectos de proximidad (Ekono,
Norte, Tía, etc.), ampliación de horarios y días de apertura, ampliación del
efecto servicios anexos (patios de comidas, Fast-food) y sistemas de tarjetas y acumulación
de puntajes para premios a los clientes como incentivo a la elección de
empresas.
El proceso de hiperconcentración e hiperglobalización garantiza también al sector de la gd la
subordinación de las empresas proveedoras, incluso las de la llamada “gran
industria”. Ésta se encuentra obligada a desarrollar nuevos productos,
especializarse como proveedora de la gd, innovar en productos y procesos productivos,
logísticos (infraestructuras propias de almacenaje y distribución) y
comerciales (defensa de sus marcas, sobre todo). En el caso de pymes
agroalimentarias, las relaciones son asimétricas. Éstas deben adaptarse a las
exigencias de la gd,
si quieren estar en las góndolas (Gutman, 1998:291)
Ante el avance de la gd alimentaria
y no alimentaria, el comercio minorista tradicional va adoptando también
algunas estrategias defensivas que transforman al mismo en sus aspectos
comerciales, de calidad, de presentación de las mercaderías o servicios, de
prácticas comerciales, etc., generándose también un efecto de modernización:
las franquicias y el delivery
serían las formas más
difundidas de estas nuevas prácticas y formas comerciales.[22]
III. gd y
territorio
Un aspecto poco
estudiado en Argentina es la dimensión territorial del proceso de
transformación del comercio. Por un lado podríamos destacar los aspectos
vinculados a la consideración del territorio como un factor estratégico para el
despliegue geográfico o la localización de establecimientos; es decir, el
territorio (y sus contenidos) considerado factor locacional
de la actividad. En este sentido cabe tomar en cuenta las estrategias
territoriales de las empresas y los patrones de distribución territorial que
determinarán situaciones de saturación o vacancia según los casos. El indicador
denominado “densidad comercial”, que refleja la relación metros cuadrados de
superficie de venta/cada 1 000 habitantes, permite medir el nivel de cobertura
comercial moderna de un área y establecer parámetros y comparaciones entre
distintos recortes territoriales (países, regiones, municipios, ciudades,
etc.). La otra vinculación entre gd y territorio se relaciona con el impacto
urbanístico de las inversiones en infraestructura comercial, y da cuenta desde
las transformaciones físicas, a nivel de la arquitectura, el paisaje, la
morfología (formas o patrones de urbanización o suburbanización)
y la estructura urbanas (centralidades, subcentralidades,
usos del suelo, etc.), hasta la alteración de los patrones de valores del
suelo, pasando por el impacto sobre el tránsito, el medio ambiente, los
mercados de trabajo y la estructura comercial.
Básicamente quedan en juego variables
tales como densidad y tamaño del equipamiento o la inversión, en términos de
impacto sobre la “ciudad preexistente”. Desde luego, un supermercado de
proximidad genera un impacto menor que cinco de esos locales (o un
hipermercado) en el mismo barrio o sobre la misma avenida. Tanto por el lado de
los efectos en el empleo cuanto por los efectos urbanísticos, son fenómenos que
merecen ser analizados.
Estrategias
socio-territoriales de la gd
en los años noventa
El análisis de
las estrategias territoriales de las empresas de la gd, implica considerar los
procesos sectoriales en diferentes escalas. Algunas de las empresas que actúan
en el país compiten entre sí de manera
global por segmentos de mercado. Tal el caso de Ahold o Promodés
que compiten sobre todo en formatos chicos y medianos, o Carrefour, Wal-Mart y Auchan que lo hacen básicamente en hipermercados. No
obstante, corresponde aclarar que resulta cada vez más difícil este tipo de
segmentación debido a que se registra últimamente una fuerte tendencia a la
diversificación de formatos, como ya se ha visto. Otro nivel de análisis
espacial a contemplar es el del Mercosur. Algunas de las localizaciones de los
últimos dos años parecen responder a una racionalidad vinculada a la
localización estratégica ligada al Mercosur, como es el caso de las
implantaciones en Rosario o Entre Ríos (especialmente en el caso de la empresa
Norte). Aunque la información o las estadísticas se organicen incluso en el
ámbito nacional, éste no resulta entonces suficiente para explicar las
implantaciones, que se desenvuelven ahora en una lógica que tiende a articular
lo local con los niveles Mercosur y global.
La gd presenta por un lado una
tendencia a la concentración espacial en las grandes áreas metropolitanas, pero
posee mayor densidad comercial y significación en la estructura local de la
distribución en ciudades intermedias, como Bahía Blanca, Mar del Plata,
Mendoza, Paraná o Santa Fe, debido a un fenómeno que combina precocidad del
proceso modernizador y menor solidez del comercio tradicional local, a
diferencia de lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires y en algunas
localidades del gba.
En cualquier caso, hacia mediados de los años noventa, en la mayoría de las
grandes y medianas aglomeraciones urbanas de
Argentina, las ventas de alimentos en los canales modernos superaban
ampliamente 70%, llegando a 85% en el caso de Mendoza, Paraná y Santa Fe (Bin et al., 1996:65).
Aunque la gd posee un despliegue
territorial bastante más regular y neutro que otras actividades sumamente concentradas,
tales como la actividad bancaria, la gestión empresarial e incluso la actividad
industrial, la diferencialidad espacial de los
distintos sectores sociales y la estructura de ingresos no resulta indiferente
a su patrón territorial, aunque está muy cerca de trazar un mapa christalleriano, es decir, con una distribución
espacial relativamente homogénea.
Si bien podríamos afirmar que los
sectores sociales de mayores ingresos y nivel educativo tienden a incorporar
más rápidamente que otros los cambios culturales modernizadores, por el lado de
ciertas ventajas (precios, por ejemplo) también se genera alguna captación de
compradores de ingresos o acervos
culturales más modestos. Al optar por la variable precio o la variable servicio
o por una combinación de ambas, las distintas cadenas estarían apuntando a un
sector social determinado, que a su vez no tiene una distribución homogénea en
el espacio. En este proceso de diferenciación social-espacial también influye
el formato, ya que si se trata de hipermercados o supermercados de proximidad o
semiproximidad, ello supone una segmentación social a
partir de la disponibilidad o no de vehículo particular. En el ámbito de la
relación empresa/target, en todo caso, el panorama es hoy día
muy complejo en Argentina. Por ejemplo, Carrefour y Coto apuntan a precios
bajos y se disputan una clientela de ingresos medios-bajos; Disco y Norte, al
contrario, se disputan una clientela de ingresos medios o medios altos,
apostando a calidad, servicio y variedad. Jumbo y Wal-Mart, con imagen más
difusa, se sitúan en una posición intermedia al ofrecer variedad de productos y
marcas, el primero con precios altos, el segundo con precios bajos. En pocas
palabras, existen formatos y estrategias para los distintos sectores sociales,
lo que tiende a volver poco significativas las diferencias entre sectores
sociales respecto de su concurrencia relativa a los supermercados e
hipermercados, que oscila entre 65% y 85% dentro de cada estrato social, con
mayor inserción en los sectores sociales medios-altos. En todo caso, observando
un mapa de su dispersión territorial, ésta, luego del periodo
de instalación,
resulta bastante homogénea y en todo caso sólo requiere un tiempo de difusión y
que exista una cierta concentración mínima de sectores sociales de medianos
ingresos para justificar una implantación. Esos sectores sociales han sido
habitualmente la población objetivo del fenómeno del súper e hipermercadismo en todas partes.[23]
Como sugeríamos más arriba, si el
proceso se analiza en su dimensión espacial-temporal y a nivel del formato
superior, el panorama es diferente. Por ejemplo, en el caso de los
hipermercados, podría decirse que comenzaron su expansión a partir de los
mercados socioeconómicamente más fuertes: Ciudad de Buenos Aires y zona norte
del gba
(ver mapas 1, 2 y 3).
Otro factor, en teoría significativo
sobre la localización de la gd,
son las distintas formas de regulación y/o restricciones al emplazamiento,
especialmente en el caso de hipermercados en determinadas áreas, ya sea por su
repercusión urbana y ambiental, como por el fuerte impacto sobre la estructura
comercial y el empleo en el comercio minorista tradicional.[24]
En el caso de Argentina, los poderes
públicos y en particular la planificación urbana están bastante ausentes como
reguladores de los procesos de localización de este tipo de establecimientos.
En algunos casos se observa que los comerciantes tradicionales y aun las
cadenas ya establecidas solicitan una reglamentación restrictiva, especialmente
en el ámbito local. Esto último y el hecho de que el proceso de modernización
comercial e hipermercadización
esté llegando a la
saturación y a la madurez en la rmba, en un contexto de elevados y crecientes índices
de desempleo, explica que recientemente el debate sobre este tema haya
alcanzado estado público y aparezca con frecuencia en los medios de
comunicación masiva.
En la provincia de Buenos Aires, por
ejemplo, la Ley 8912/77, que rige los usos del suelo, establece que los
municipios deben darse un código de ordenamiento territorial y de usos del
suelo. Muy pocos de ellos lo han establecido, y en su lugar rigen ordenanzas
municipales de usos del suelo mucho más flexibles y fáciles de modificar
mediante excepciones, permitiendo de esta manera una localización bastante libre
de grandes centros comerciales que negocian excepciones a cambio de la
realización de obras de infraestructura y equipamiento comunitarios.
En el ámbito nacional, prácticamente
han fracasado todos los intentos de regular la radicación de hipermercados. Los
más persistentes y sólidos para regular la apertura de hipermercados se han
generado precisamente en la provincia de Buenos Aires, aunque con ciertas
vacilaciones en su tratamiento en las dos cámaras del poder legislativo
bonaerense, y con el veto del gobernador Duhalde durante 1997. Finalmente, la
denominada ley Brown fue puesta en vigencia durante 1998, trasladando la
autoridad de regulación de los municipios hacia el gobierno provincial.
No obstante, hasta ahora han sido
más claras y fuertes las restricciones en el sector municipal, sobre todo en La
Plata y Merlo. En el primer caso, los hipermercados sólo pueden instalarse
fuera del perímetro del casco urbano, y en el segundo están virtualmente
prohibidos. Más allá de las regulaciones formales instituidas, en ocasiones la
presión de vecinos movilizados logró frenar o postergar radicaciones (en el
barrio porteño de Belgrano, en la localidad bonaerense de Beccar,
etc.); mientras que en otros casos mediante el mecanismo de audiencia pública,
los vecinos se manifestaron favorables a la instalación de hipermercados (caso
Carrefour en la ciudad de Buenos Aires).
Esta discusión es más compleja de lo
que parece, pues los efectos más temidos por los trabajadores y los
comerciantes los producen igualmente un hipermercado o cinco hd. Las
empresas hipermercadistas argumentan precisamente
esto cuando se prohí-ben las gs y no la distribución moderna
en general, dado que ésta en cualquiera de sus formas produce concentración y
numerosas bajas en comercios y empleos en su área de influencia, como en el
caso de los recientes formatos hd, que se multiplican de manera vertiginosa.
La experiencia francesa con la ley
Roger (1973), bastante restrictiva, al cabo de veinte años de aplicación debió
ser revisada y liberalizada por medio de la ley Sapin
en 1993. A pesar de sus restricciones, la primera permitió de todas maneras la
concentración empresarial del sector comercial minorista alimentario y no
alimentario, quedando bajo sospecha de fomentar la corrupción. De cualquier
modo, la experiencia francesa parece no haber sido tan destructiva respecto del
comercio tradicional si se la compara con la hipermercadización
en Argentina, aun cuando en Francia el proceso ha sido hasta la fecha un 500%
más intenso en materia de apertura de locales. El ritmo de crecimiento del
consumo en Francia ha dado saltos notables en los últimos treinta años,
absorbiendo el incremento de la oferta comercial, sin perjudicar de manera tan
marcada al comercio tradicional; mientras que en Argentina la evolución del
consumo ha sido muy fracturada socio-territorialmente, e incluso errática y
vegetativa considerada en el largo plazo, aunque con cierta aceleración en los
años noventa.
De todos modos, la articulación
entre políticas de regulación comercial y de protección del patrimonio
histórico y urbanístico, muestra profundas diferencias en los resultados de la
expansión comercial entre París y Buenos Aires. Sobre datos de 1998, mientras
en Francia la denominada “densidad comercial” asciende a 220 m2/1 000
habitantes, en Argentina ese indicador asciende hasta alrededor de 42, es
decir, cinco veces menos. En la ciudad de Buenos Aires, en cambio, dicho
indicador asciende a casi el doble (79) y es comparable al de París (78). Pero
si se calcula para ambas ciudades la densidad comercial en el segmento de
hipermercados, se obtiene un dato curioso: el indicador llega a 53 en la ciudad
de Buenos Aires (alrededor de 160 000 m2 de hipermercados) y no
llega a 7 en París (con sólo 15 600 m2 de superficie hipermercadista). Esta situación se invierte drásticamente
en los suburbios, donde el indicador llega a 180 en la región parisiense y a
sólo 50 en el gba
(cuadro 4).[25]
A partir de 1997 la densidad
comercial se ha duplicado en el caso de la ciudad de Buenos Aires, incrementándose
a un ritmo mayor que en el gba,
pero menor que en el interior del país donde el proceso ha sido
extraordinariamente dinámico, con la virtual cuadriplicación
de ese indicador en tres años.
Hacia mediados de los años noventa
se daba ya una fuerte concentración territorial de la gd en la Capital Federal, que
agrupaba casi un tercio de los locales, otro tercio correspondía al gba y el
restante, al interior del país. Podía hablarse de cierta especialización
geográfica de las empresas: Disco, Tía y Coto en la ciudad de Buenos Aires,
Norte en la zona homónima del Conurbano, Su Supermercado y San Cayetano en el
norte y oeste del gba, y Coto en el sur de éste. En el
interior, La Anónima en la Patagonia; la Cooperativa Obrera en el sudoeste de
la provincia de Buenos Aires; Toledo, Aragone y
Elefante en la costa atlántica; Libertad en Córdoba y Tucumán; entre las más
destacadas.
Si se analiza a partir del cuadro 5
la evolución y distribución territorial de los hipermercados, resulta
inevitable vincular el incremento de la densidad
comercial con la hipermercadización de la gd, con incrementos
espectaculares de apertura de locales a partir de 1995 en todas las
jurisdicciones analizadas, pero especialmente en el interior del país, donde se
multiplican por diez en sólo cinco años.[26]
En los tres últimos años la
estrategia de las empresas parece tender hacia la desaceleración de su
expansión sobre la ciudad de Buenos Aires y el gba, y difundirse hacia el tercer cordón de la rmba, en particular hacia el interior del
país. La estrategia territorial de las firmas ha sido sumamente interesante y
obvia a la vez, sobre todo si se
recuerda la historia económica reciente del país. Han comenzado por la Capital
Federal y los partidos de clase media alta del norte del Conurbano desde 1984,
y continuaron con esta tendencia hasta 1994. A partir de entonces, se difunden
hacia los ejes sur y oeste del gba (barrios de clase media y clase media-baja).
La evolución de las ventas mensuales
por m2 ha tendido a la baja, oscilando hacia 1996 entre usd$1 000 y usd$900, cayendo hasta entre usd$800
y usd$700 hacia fines de 1998.
Contrario a lo que podría suponerse, las áreas de mayor densidad comercial
–ciudad de Buenos Aires y gba–
no son necesariamente las más “saturadas” todavía. Si se observan los
indicadores de ventas por metro cuadrado obtenidas por el indec, esas dos jurisdicciones
están muy por encima de la media nacional en abril de 1999 ($692/m2
mensuales); mientras que el resto del país –supuestamente menos saturado–
muestra indicadores similares o por debajo de la media nacional, con excepción
de Tierra del Fuego y Santa Cruz (indec, 1999). La clave de esta contradicción aparente
puede relacionarse con la segmentación o fractura socio-territorial de los
ingresos, y en algunos casos por la ocupación muy reciente de mercados del
interior por parte de las gs,
a veces más vinculada a localizaciones estratégicas o a futuro, que a la
racionalidad económica de corto plazo o a la rentabilidad inmediata.
Hipermercadización, centros comerciales y megalopolización en Buenos Aires
La participación
de los centros comerciales en el total de ventas en comercios minoristas, no
llega a 15%, de lo que se deduce que el escenario de expansión de este tipo de
emprendimientos podrá ser todavía exponencial en el futuro. Los centros
comerciales implican una modificación en la cultura del consumo en el país, que
aún no ha alcanzado los niveles de otras naciones latinoamericanas, como Brasil
o México.
Los centros comerciales constituyen
una forma comercial de gran repercusión urbanística al concentrar en un punto
en el espacio numerosas actividades vinculadas al consumo (hipermercado,
boutiques, tiendas departamentales, patios de comidas, complejos
cinematográficos; servicios varios tales como fotografía, óptica, tintorería,
cerrajería, locutorios telefónicos, etc.), contribuyendo, a la vez, a una
fuerte desestructuración de los patrones previos de localización y estructura
comercial, y a la generación de efectos de amplia variación de los valores del
suelo urbano, patrones de tránsito, formas de urbanización, etc. Tienden a
constituirse en sí mismos en factores de localización de otras actividades y
usos del suelo.
En Argentina existen actualmente
unos cuarenta centros comerciales, con alrededor de 900 000 m2 de
área bruta locativa (abl)
y unos 2 000 000 de metros cuadrados de superficie
cubierta total (sct).
De ellos, veinticinco están localizados en la rmba (más de la mitad en la
ciudad de Buenos Aires) con alrededor de dos terceras partes de la sct y del abl sobre el
total del país.
La concentración del impacto de
estos grandes equipamientos es especialmente notable y denso sobre la rmba, y en particular sobre la ciudad de
Buenos Aires que posee un tercio de los centros comerciales
y una cuarta parte
del abl
y de la sct
nacional, lo que implica una notable desproporción si tomamos en cuenta que
allí se concentra sólo 8.5% de la población nacional (Shopping
Centers Today, 1999).
De los más de ochenta hipermercados
existentes en la rmba,
sólo veinticinco forman parte de centros comerciales. En este sentido se
observan dos tipos principales de asociación hipermercado-centro
comercial: 1) los casos en los cuales el
hipermercado funciona como “tienda ancla” de un gran centro comercial dominado
por un centro comercial (caso Paseo Alcorta-Carrefour o Alto Avellaneda-Wal Mart), y 2) el caso inverso, cuando el
equipamiento dominante es un gran hipermercado (caso Jumbo o Auchan) que forma su propio centro comercial, incorporando
un mall de boutiques, patios de comidas,
complejos cinematográficos, servicios varios y, a veces, grandes superficies no
alimentarias como tiendas departamentales o home centers. En cualquier caso el impacto es
notable y éste se expresa en la ocupación de varias hectáreas.[27]
El despliegue bastante intensivo en
los años noventa de este tipo de equipamientos comerciales (hipermercados,
centros comerciales, complejos de entretenimiento, etc.), está desencadenando
procesos de transformación comparables a priori con los de otras metrópolis latinoamericanas
y del Primer Mundo, con patrones de metropolización más próximos al modelo estadounidense
(en términos de estructura, morfología y paisaje urbanos) ya distintivo de
muchas grandes metrópolis latinoamericanas como Caracas, México, Santiago, São
Paulo o Rio de Janeiro, que a los clásicos patrones de
metropolización europeos, predominantes hasta hace
pocos años en la producción del espacio urbano de Buenos Aires.
Efectivamente, la lógica de
localización de estos centros de consumo está articulándose y a la vez
favoreciendo junto con otros procesos, algunas tendencias de reestructuración
metropolitana, como el surgimiento de alrededor de 250 emprendimientos
inmobiliarios suburbanos bajo la forma de barrios privados, country
clubs, farm club o clubes de chacras, y aun el caso de
las llamadas ciudades privadas, megaemprendimientos
inmobiliarios, que como en el caso de Nordelta o
Puerto Trinidad, prevén albergar algunas decenas de miles de personas. El
notable desarrollo de autopistas metropolitanas queda también articulado con
estos dos fenómenos, favoreciendo el desarrollo de una metrópoli en forma de
red o archipiélago (megalópolis), a diferencia del desarrollo metropolitano
compacto o en “mancha de aceite” común hasta los años ochenta.
A mediados de 1999 las cadenas o
empresas que participan en el segmento hipermercadista
poseían en conjunto más de 140 locales en todo el país, con una superficie
media del orden de los 7 000 m2, y cerca de 1 000 000 m2 de superficie de salón de ventas;
facturación en el orden de los 8 000 millones de dólares (65% en alimentos y
bebidas) y unos 40 000 empleos. Para lo que resta del año 1999 y para el año
2000 están previstas no menos de 20 nuevas aperturas, incrementando así en 15%
la superficie tan sólo en un año y medio. Como puede observarse en el cuadro 7,
casi la mitad de la superficie, la inversión y las ventas se desarrollan en la rmba,
trastorno significa un lo que intenso sobre su estructura espacial y social.
Todavía no existen estudios
sistemáticos y estadísticas confiables, pero la repercusión sobre el pequeño
comercio barrial (almacenes, autoservicios, verdulerías, panaderías, etc.) es
más que considerable, especialmente en los barrios modestos de la Capital
Federal y sobre todo en la zona sur y oeste del gba, donde se han producido
cierres masivos de comercios de un día para el otro luego de la aparición de un
hipermercado. Según un estudio expeditivo de periodismo de investigación, tan
sólo en el centro de San Martín cerraron en pocas semanas 169 comercios
minoristas, a partir de la instalación en el partido homónimo de los
hipermercados Jumbo y Carrefour. Fundamentalmente cerraron comercios de
indumentaria (21), almacén (19), kioscos (11), verdulerías (9), librerías (7) y
bares (7).[28] Lo mismo registra otro
estudio similar, en el caso de la instalación de Jumbo y Carrefour en el
partido de Lomas de Zamora: 100 negocios cerraron desde la inauguración de los
hipermercados y se perdieron 700 puestos de trabajo (cesaron 1 500 y se crearon
800 por los hipermercados).[29]
En general, la gd
devuelve apenas un empleo por cada cinco que destruye.
Conclusiones
En el contexto de
la progresiva transnacionalización de los saa, evidente en el caso de
Argentina, dados los importantes y crecientes flujos de ied, se han ido estructurando
relaciones globales crecientes entre agentes productores/proveedores y agentes
distribuidores/comercializadores, con una clara hegemonía de estos últimos bajo
la forma de gd.
Algunas tendencias preanuncian el aumento de la complejidad de la estructura de
los saa
a partir de la formación de un segmento de actividades dentro de los mismos,
básicamente vinculados a servicios especializados dirigidos a la actividad
empresarial sectorial, siendo la logística y el transporte los casos
paradigmáticos en este sentido.
En consonancia con lo que sucede con
otras actividades económicas (industriales, financieras, servicios en general,
etc.), la gd
no escapa a la tendencia a la especialización de agentes y a la externalización y subcontratación de actividades periféricas. La
preeminencia del poder económico y de negociación de la gd alimentaria sobre los agentes
productores de alimentos es cada vez más clara, aun en el caso de la gran
industria. Uno de los instrumentos al servicio de esa preeminencia ha sido el
desarrollo de marcas propias. La gd tiende por este medio, entre otros, a imponer a
sus proveedores no sólo los precios de las mercaderías, sino también patrones
de calidad, plazos de entrega, formas de contratación del aprovisionamiento,
variedad, diversificación, etcétera.
Otra tendencia notable es el avance
inexorable de la gd
sobre el comercio minorista tradicional, muy marcada en el caso argentino, en
el que éste era sumamente vigoroso. La gd ya controla dos terceras
partes de la estructura comercial minorista alimentaria, y en algunas ciudades
intermedias llega a 90%. Esto sucede desplazando miles de comercios
tradicionales y decenas de miles de empleos vinculados a ellos. El efecto de
este fenómeno en el ámbito local es de alto costo social y también es muy
importante desde el punto de vista de la estructura espacial urbana, en la cual
los distritos comerciales, en algunos barrios y subcentros,
comienzan a mostrar síntomas de degradación y desestructuración, tal como ha
acontecido con el tejido urbano industrial-residencial fordista.
A pesar de suscitarse una dinámica
bastante compleja de diversificación de formatos de la gd en Argentina, siguiendo las
tendencias mundiales, el formato más dinámico durante los años noventa ha sido
el hipermercado, generando un proceso que denominamos hipermercadización. La magnitud del fenómeno se evidencia
en las altísimas tasas de incremento anual de establecimientos y superficie de
ventas de dicho segmento, que llegan más allá de 50% anual entre 1996 y 1998, y
en la altísima y rápida concentración de las ventas en ese formato que pasó de
5% de las mismas en 1990, a 13% en 1995, y a un tercio del total de la
distribución de artículos de primera necesidad tres años después, hacia 1998.
Como sugeríamos antes, junto con el
auge de los hipermercados, otro proceso concomitante es la diversificación de los formatos de la gd en el marco
de las empresas. Las firmas supermercadistas han ido
abriendo hipermercados y adquiriendo o desarrollando cadenas de minimercados y hd, mientras que las empresas hipermercadistas
también intentan adquirir o desarrollar
formatos de hipermercados más chicos (3 000 ó 4 000 m2) o cadenas de
hd.
Probablemente en los próximos años la expansión del formato hipermercado se
estabilice en torno a 15% anual, quizá con picos algo más elevados en el
interior del país y eventualmente en la tercera corona metropolitana,
probablemente cediendo el liderazgo del dinamismo expansivo a otros formatos,
como el hd,
en una cierta tendencia de retorno a la proximidad y precio como factores
triunfantes en la gd.
Otra tendencia importante es la
disminución del indicador de ventas por metro cuadrado y probablemente
incrementos de productividad, a causa de la relativa saturación de locales y
del liderazgo del formato hipermercado. Los márgenes comerciales irán también a
la baja, y la ganancia sólo podrá incrementarse a partir de la reducción de
costos operativos, momento en que jugará un papel central la redefinición de la
logística, con base en la apertura de estructuras centralizadas de distribución
y la gestión y externalización de inventarios. La
expansión de cd
es una tendencia consolidada con la construcción de más de diez cd durante la
década, y otros diez proyectos avanzados para los próximos dos años. Este
proceso contribuiría a la estructuración del territorio metropolitano en forma
de red, al intensificar los flujos y los usos del suelo en esta dirección, lo
que dará al territorio una nueva significación: logística.
Más allá de la saturación existente
en algunas ciudades en cuanto a la gd, el proceso de modernización continuará de manera
acelerada, fundamentalmente a partir de rubros no alimentarios, que ya se
observa con la expansión de cadenas de servicios bastante modernos (óptica,
tintorería, fotografía, locutorios, etc.). Otras formas expansivas de
modernización continuarán siendo las franquicias, el delivery y las ventas por catálogo, mediante
redes informáticas o a distancia.
Durante la segunda mitad de los años
noventa continuaron y se profundizaron las tendencias a la incorporación de
innovaciones tecnológicas, tales como los sistemas just
in time, edi, gencod, locstar, palletización, etc., inclusive en el caso de las cadenas de formato
chico como los hd.
Las estrategias comerciales de las
firmas súper e hipermercadistas se orientan hoy
mayormente hacia mercados-precio, con énfasis en sectores sociales de ingresos
medios y medios-bajos, con fuerte expansión de marcas propias y segundas
marcas. En las localizaciones con entorno social de mayores ingresos, están
incorporando crecientemente productos frescos seleccionados, hortalizas y
frutas finas, productos orgánicos o ecológicos, e innovaciones en congelados,
etcétera.
En el ámbito de las empresas y
cadenas se observan marcadas tendencias al incremento bastante violento de la
competencia entre las mismas, a la fusión y adquisición, y a un mayor
protagonismo del capital extranjero, con un cierto liderazgo del capital de
origen francés. Considerada como un único bloque, la gd muestra el avance de las
cadenas Disco-Ahold y Exxel-Promodés (Norte-Tía), que
desplazaron del primer lugar a Carrefour, aunque ésta continúa siendo líder en
el formato hipermercados. Las cadenas grandes y medianas de la rmba y del
interior han sido compradas en su mayor parte por algunos de esos dos grupos.
La tendencia es hacia la hiperconcentración y oligopolización
(las tres primeras
cadenas acaparan un tercio de la venta total de alimentos y casi la mitad de la
gd), así
como hacia la hiperglobalización de la estructura empresarial y de la
relaciones dentro de los saa.
Desde el punto de vista territorial,
resulta evidente que durante los años noventa el formato dominante
(hipermercados) ha tendido a desplegarse primero sobre ámbitos territoriales
socioeconómicamente muy sólidos y densos (Ciudad de Buenos Aires, norte del gba), y sólo
en una segunda y tercera etapas tiende a intensificar su presencia en la zona
oeste y sur del gba,
la tercera corona de la rmba
y las veinte o treinta principales aglomeraciones del interior del país.
Se observa una tendencia desde 1998
a privilegiar la instalación en ciudades estratégicas ubicadas en los flujos
comerciales del Mercosur, como es el caso de Rosario, Concordia, o Gualeguaychú en la provincia de Entre Ríos. El grupo
Norte-Tía parece orientado a monopolizar esta innovación en estrategia
territorial.
Por último, se va definiendo un
importante incremento de la formación de centros comerciales, a partir de
grandes hipermercados, especialmente en los casos de Jumbo, Wal-Mart, Auchan, y en menor medida Coto, Carrefour y algunas cadenas
regionales. Ello determina un papel creciente de reestructruración
y neoestructuración del espacio urbano, con graves
repercusiones sociales y urbanísticas (cierre de comercios, pérdida de empleos,
cambios en los usos y valores del suelo, generación de “efectos localización”,
etc.), lo que contribuye a generar nuevas formas de producción del espacio
metropolitano en la aglomeración de Buenos Aires.
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[1]
Los autoservicios no constituyen en todos los casos una forma
genuinamente moderna. Con frecuencia, la innovación respecto al comercio
tradicional se limita a la relación con el cliente o a la disposición física de
la mercadería, más que a las prácticas comerciales, organizacionales o de
aprovisionamiento. Este artículo presta especial atención a la denominada “gran
distribución moderna” (supermercados e hipermercados).
[2] Las diferencias de formato en la gd se
establecen generalmente a partir del tamaño del salón de ventas. Hasta 350m2,
se considera autoservicio; entre 350 y 2 500, se definen los distintos formatos
de supermercados (chicos, medianos y grandes), y más allá de este tamaño se los
considera hipermercados. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (indec de
Argentina) considera sin embargo otros cortes (hasta 500, 500 a mil m2;
1 000 a 4 000 y más de 4 000) en su encuesta de supermercadismo.
Más allá del tamaño, la calidad y “modernidad” del local pueden implicar otras
definiciones, como sucede con los denominados minimercados y hd. Otra diferencia entre formatos se
define a partir de la variedad de productos que ofrecen. En general, los
autoservicios, pequeños supermercados y hd ofrecen exclusivamente
productos de primera necesidad; mientras que los medianos y grandes
supermercados poseen mayor variedad de productos, marcas y calidades, y los
hipermercados llegan a ofrecer hasta 50 000 referencias, incluyendo accesorios
del automotor, electrodomésticos, muebles, jardinería, y una casi lujosa línea
de perfumería e indumentaria.
[3] La rmba comprende a su área nuclear,
la ciudad de Buenos Aires (200 km2 y 3 millones de habitantes); las
dos primeras coronas, denominadas Gran Buenos Aires (gba), formadas por 25 municipios
(3 680 km2 y 9 000 000 de habitantes), y
una tercera corona de 15 municipios (15 800 km2 y 1 600 000
habitantes). En conjunto se trata de un área de 19 680 km2 y una
población de 13.5 millones de habitantes hasta 1999.
[4] Toledo y Elefante en la ciudad de Mar
del Plata; Cooperativa Obrera en Bahía Blanca; El Hogar Obrero en todo el país;
Super Vea y Metro en la provincia de Mendoza; Lozano
en la región del noroeste; Cáceres en la región nordeste; Caracol, Sol y Hogar
Argentino en la provincia de Córdoba; La Gallega y Mega en la ciudad de
Rosario; Super 25 en Tucumán; Topsy
y La Bomba en la provincia de Neuquén; entre otras cadenas (Bin
et al.,
1996:50-51).
[5] Algunos de los establecimientos
cerrados en esta etapa fueron luego adquiridos por otras firmas, como el caso
de Disco que adquirió Minimax, y Carrefour que
adquirió locales de Gigante. La cadena Minimax fue
objeto de atentados terroristas anti-estadounidenses.
[6] Efectivamente, durante esta fase
no se llegan a
producir verdaderos cambios ni en los circuitos de comercialización, ni en la
organización y los modos de gestión, ni en los modos de consumo y costumbres de
compras. Los precios no son competitivos y la posibilidad de compra al fiado o
día a día jugó en favor del comercio barrial. El comercio moderno absorbía sólo
19% del volumen de ventas de productos alimentarios en 1973, luego de 20 años
de su aparición (Caprón, 1996:140-141).
[7] Luego del cierre de El Hogar Obrero,
muchos de sus locales fueron comprados y reacondicionados por Coto, Sumo y
otras empresas, incluyendo irsa
(vinculada a George Söros) para el caso del
desarrollo del proyecto Abasto de Buenos Aires, que implicó la rehabilitación
del edificio del viejo mercado Central y su reciclaje en moderno centro
comercial, asociado a una operación urbanística de renovación y gentrificación de un área pericéntrica
de la ciudad de Buenos Aires,
[8] A mediados de los años ochenta, según
Caprón, “Las cadenas de supermercados eran numerosas,
pero de capitales mayoritariamente locales. El mercado era muy protegido, sin
verdadera concurrencia. Los self
service
(autoservicios) y supermercados, prepararon entonces el terreno a los
hipermercados de capital extranjero, así como a la segunda fase de
modernización en los años ochenta” (Caprón,
1996:142).
[9] Visto desde el interés del cliente,
la nueva generación de hipermercados y supermercados ofrece numerosas ventajas
tales como precios menores, mejor presentación, servicio de envío a domicilio,
aceptación de tarjetas de crédito, aun cuando éstas fueron largamente suspendidas
durante varios episodios de hiperinflación en los años ochenta.
[10] Dos fenómenos asociados al incremento
del trabajo por cuenta propia, tuvieron un papel no despreciable en los cambios
de la pequeña distribución tradicional de proximidad desde mediados de los años
ochenta: los programas de retiro voluntario y la inmigración coreana que
impulsan la apertura de numerosas y grandes tiendas de venta de dulces y tabaco
y autoservicios, en general bastante precarias, que reemplazaron a muchos
“almacenes” (tiendas de abarrotes) y comercios especializados barriales. Se
trataría más bien de una evolución antes que una modernización estricta del
comercio minorista alimentario. Entre 1993 y 1994 se cerraron 77 supermercados
y en 1995 cerraron algunas cadenas como Davi y Hawai (Bin et
al., 1996:46-49).
[11] Respecto de las estrategias
implantadas por la gd
en los últimos años para avanzar en el reparto del mercado e incrementar sus
márgenes de utilidades, Gutman señala las siguientes
como las más importantes: 1) redefinición de perfiles comerciales y políticas
de captación de clientela (precios, calidad, diversificación); 2) innovaciones
tecnológicas y organizativas: logísticas, informática, just in time; 3) políticas de gestión financiera
(pasos de cobro y pago); 4) políticas organizacionales y gerenciales (manejo de
espacios, stocks, merchandising); 5) nuevas estrategias en alimentos
frescos; 6) desarrollo de marcas propias; y 7) intensificación en apertura en
localizaciones tradicionales y nuevas (Gutman,
1998:289-290). La misma autora señala las principales innovaciones del periodo:
inversión en equipamiento y lay-out de los locales, desarrollo de
infraestructuras logísticas, dotación de informática y sistemas integrados de
comunicación (escáners, etc.), inicio de intercambio
electrónico de datos (edi)
entre grandes firmas de distribución y producción (Gutman,
1998:290).
[12]
Ante el aumento del impuesto al valor agregado (iva) la gd obligó a los proveedores a
absorber el diferencial, y no trasladaron el incremento a los precios, lo que
muestra su poder económico y de lobby.
[13] Entre las grandes cadenas de capital
nacional sólo queda Coto, muy presionada últimamente por Wal-Mart, Exxel, Casino y Promodés para
vender. Si esta venta se realiza, la participación argentina caerá a 15%. Otras
cadenas medianas como San Cayetano, Toledo, Aragone y
Lozano, están también recibiendo ofertas y presiones muy fuertes para ser
adquiridas.
[14] Hacia mediados de la década de los
noventa, las compras directas a productores llegan a 73% en alimentos, 75% en
tocador y 68% en limpieza en supermercados y autoservicios; mientras que
oscilan en torno a 25% en los negocios tradicionales
(Bin
et al.,
1996:59-60).
[15] A partir de 1997 se ha desatado un
proceso de adquisición de cadenas medianas y chicas del gba y del interior del país
sumamente dinámico. Entre otros casos, por ejemplo, Norte ha comprado
recientemente las cadenas Abud y Los Hermanitos, de
la provincia de Entre Ríos, Tanti de Buenos Aires,
Tigre y Mega de Rosario (Santa Fe), y la mayor parte de los locales de Unimarc (cadena mediana chilena). Por su parte, Disco
adquirió la cadena sanjuanina González, la mendocina Super
Vea, la cadena cordobesa de hd
Americanos, y la bonaerense Su Supermercados.
[16] Si bien se registran dos extremos
dentro de este proceso: por un lado la apertura de nuevos locales cada vez más
grandes (caso Carrefour, Coto o Wal-Mart, etc.), que pasaron de 7 500 a 12 000
m2; y la aparición de una generación de maximercados
de entre 2 500 a 4 000 m2 como es el caso particular de Ekono, Coto, Norte y varias cadenas del interior.
[17] El inventario actual de hd en
Argentina es de unos 100 locales de entre 250 y 500 m2, surgidos en
sólo dos o tres años. En términos de superficie equivalen, sin embargo, a sólo
5 hipermercados tipo Carrefour.
[18] Libertad-Casino está bastante
interesada en adquirir la cadena de supermercados medianos (500 a 1 500 m2)
San Cayetano, que posee alrededor de 45 locales en el norte y oeste de la
provincia de Buenos Aires; Carrefour y Wal-Mart se están disputando la cadena
chilena Ekono de hipermercados modestos (3 500 a 4
000 m2).
[19] Esta cadena posee dos o tres
establecimientos con formato de hipermercado e incluso un centro comercial en
Moreno (gba).
[20] Los minimercados,
autobares y convenience
stores
están controlados en general por compañías petroleras o concesionarios
independientes: Su tasa de crecimiento en la década ha sido del orden de 20%.
La Anónima (Best) y Disco (Stop) están incursionando
también en esta modalidad comercial (Bin et
al., 1996:58).
[21] La palletización es la práctica de colocar las cajas
de mercaderías sobre plataformas de madera para que puedan ser desplazadas en
grandes cantidades, rápidamente y con facilidad por medio de un montacargas.
[22] Especialmente adoptado en panadería,
confitería, comidas preparadas, bebidas y delicatessen, fast-food, pastas frescas y pizzerías en el
rubro de alimentación, y por farmacias, perfumerías, jugueterías, indumentaria,
óptica, y aun en servicios: fotografía, tintorería, locutorios telefónicos,
etcétera.
[23] Los fracasos empresariales más
recientes han involucrado tanto a empresas indentificadas
con un target
medio-bajo (clientela de ingresos medios-bajos), como Super-coop,
o medio-alto, como Hawai, y tiene más relación con
problemas de gestión que con la población objetivo.
[24] En algunos casos la disponibilidad o no de
terrenos de grandes dimensiones y a valores del suelo razonables, influye de
por sí en el patrón de localización de los hipermercados, más allá de las
normas restrictivas vigentes.
[25] A modo de comparación con un país
latinoamericano con fuerte desarrollo de las grandes superficies: Brasil tenía
una densidad comercial menor a 20 m2/1 000 habs.
en 1998 (que llegaría a 60 si se considera la población realmente consumidora).
Si se corrige con el mismo criterio la densidad comercial argentina, ambas
resultarían comparables.
[26] Como puede observarse en los cuadros
5 y 6, a partir de 1995 la expansión de los hipermercados fue explosiva. Entre
1996 y 1997 las tasas fueron elevadísimas en la ciudad de Buenos Aires y su
entorno metropolitano, oscilando entre 40 y 65% anual. En 1998 decrece en la
ciudad de Buenos Aires, pero todavía es elevado en el gba. En el interior del país la
tasa de crecimiento anual es aun mayor entre 1996 y 1998, llegando a perforar
100% en ese último año. Las tendencias hacia el año 2000/2001 muestran unas
tasas de crecimiento sustancialmente menores (entre 10 y 20% anual), pero de
todos modos muy por encima del ritmo de incremento anual de la mayoría de las
actividades económicas y del consumo en general.
[27] En general ocupan dos o tres
hectáreas, llegando al caso extremo de los centros comerciales de Jumbo o Auchan, que suelen ocupar diez o doce, o el de Wal-Mart en
Bahía Blanca que ocupa 23 hectáreas, o uno de los Libertad, de Córdoba, que
ocupa 13 hectáreas.
[28] Según el suplemento Cash del periódico Página
12 correspondiente al
28/4/1996.
[29] Cash, Página 12, 17/11/1996.