¿Tiene un sentido el desarrollo local
en el contexto metropolitano? Un enfoque europeo
Christophe Demazière
Universidad
de Tours/cesa
Introducción
Hace dos décadas
que el tema del desarrollo local es objeto de un interés creciente en Europa,
visible en el contexto de las políticas de desarrollo puestas en práctica en
los años ochenta y noventa, o en los cambios en la literatura económica,
geográfica, o de ordenamiento y urbanismo. Los numerosos trabajos sobre los
temas del desarrollo local permitieron evidenciar algunos “tipos” de espacios
locales: distritos industriales, sistemas productivos locales, medios
innovadores, espacios tecnopolitanos, etc. (Benko y Lipietz, 1992; Courlet y Soulage, 1994; Pecqueur, 1996; Scott, 1988). Esto permite comparaciones y
la elaboración de recomendaciones en materia de política industrial o de
ordenamiento del territorio. En un contexto de crisis económica profunda,
numerosas instituciones han hecho suyos los nuevos conocimiento de los procesos
locales del desarrollo, para preservar y reforzar las ventajas de su
territorio. Así, se puede decir que el espacio local, desde unos quince años
atrás realmente ha emergido como un ámbito pertinente de intervención hacia el
desarrollo.
Hoy día, la expansión de las
estrategias de desarrollo local a lo largo de Europa obliga a su puesta en
perspectiva en el conjunto de los procesos generales de desarrollo económico
que no son forzosamente –inclusive, no principalmente– “locales”. A propósito, Ganne nota irónicamente que “por el lado que se lo vea, en
investigación o en política, en el campo de lo rural como con relación a lo
urbano, desde un enfoque económico o cultural, en historia, en sociología y
hasta en antropología, todo designa lo local como la nueva evidencia, el nuevo
campo que se impone” (Ganne, 1985:23). En otros
términos, es preciso identificar bien las ventajas y los límites del desarrollo
local, según los contextos económicos, geográficos y políticos contemplados.
Por ende, es normal y natural que
los resultados de las estrategias de desarrollo local sean examinados de forma
crítica, tanto más, dado que otros temas como la metropolización
o la globalización pueden aparecer hoy más esenciales a los ojos de numerosos
investigadores y tomadores de decisiones para el desarrollo futuro de las
ciudades. En Europa, la noción de metropolización
remite al hecho de que algunas ciudades de grandes dimensiones conocen desde
mediados de los años ochenta, un renacimiento económico y demográfico, mientras
que durante los años sesenta y setenta su poder de atracción disminuyó para los
hogares y las empresas (Lacour, 1993). La noción de
globalización económica es a la vez más difusa y discutida (Sassen,
1996; Shachar, 1997). Para simplificar, puede
plantearse que remite esencialmente a tres fenómenos: la emergencia de mercados
financieros interconectados, la difusión de nuevas tecnologías de información y
la constitución de redes intercontinentales de comunicación, así como la
progresión de grandes empresas internacionales en los intercambios
internacionales (Demazière y Rodríguez, 1999). Estos
cambios económicos tienen implicaciones espaciales y organizacionales para
algunas ciudades cuya economía se integra cada vez más en redes transnacionales
de producción e intercambio (Sassen, 1996).
Las tesis sobre la metropolización y la globalización tienen en común el
argumento según el cual, esencialmente es respecto de las grandes
aglomeraciones que se ejercen hoy las lógicas de crecimiento económico y de
creación de empleos calificados. Si se lleva al extremo, toda estrategia local
de desarrollo en un medio metropolitano se expresará forzosamente en el
contexto de una economía internacional de competencia (Amin
y Thrift, 1994). Por otra parte, las estrategias de
desarrollo local de hecho son desempeñadas por agentes sociales extremadamente
diversos: gobiernos locales, empresarios e instituciones que los representan,
sindicatos de asalariados, movimientos sociales y políticos. Todos estos
agentes no manifiestan una misma racionalidad y un mismo objetivo. Existen, por
ejemplo, actores locales preocupados no tanto por insertar la economía de una
ciudad en la globalización, ¡sino por integrar a las personas en la economía
local! Son las iniciativas de desarrollo de estos agentes, portadoras de una mayor
justicia social, las que nos interesan en este artículo. Trataremos de mostrar
que las iniciativas locales de desarrollo que ocurren en un contexto
metropolitano, tienen ciertas ventajas, pero también ciertas limitaciones. Se
enfrentan a restricciones a las que las estrategias de desarrollo rural están
menos sometidas a priori. En un contexto metropolitano, en el cual se
concentran las actividades estratégicas y los capitales internacionales, en el
que la población misma parece relativamente móvil, ¿cuáles son las
posibilidades objetivas de definir y conducir estrategias locales de
desarrollo?
De antemano conviene insistir sobre
las diferencias de escala entre los fenómenos de desarrollo
local, por una parte, y los procesos de metropolización
y globalización, por la otra. Mientras que las iniciativas locales de
desarrollo se preocupan, en la mayoría de los casos, por unos miles de
personas, la metropolización afecta –selectivamente–
concentraciones humanas que suman a cientos de miles; por su parte, la globalización
concentra sus efectos en las capitales mundiales “multimillonarias”. En el
primer caso, la apuesta será frecuentemente la de crear o mantener algunas
decenas o centenas de empleos; en el otro, se debe pensar por lo menos en
millares de puestos de trabajo. Desde una perspectiva geográfica, en el primer
caso se asiste a un regreso al barrio, mientras que en el otro se vislumbra la
formación de un archipiélago mundial del desarrollo hecho de “ciudades y
vacíos” (Dollfus, 1997). Por una parte, el desarrollo
local quiere volver a colocar al ser humano en el centro de los procesos
económicos; por la otra, la metropolización y la
globalización parecerían ser las expresiones finiseculares del capitalismo.
A pesar de estas diferencias –o más
bien, debido a esas diferencias–, nos parece que a veces en el seno de las
grandes metrópolis hay lugar para iniciativas locales de desarrollo enfocadas
hacia ciertas partes de la aglomeración o ciertos subconjuntos bien
identificados de población. La lógica del desarrollo local se justifica, entre
otras circunstancias, cuando el ritmo rápido del cambio económico se traduce,
en ciertos espacios intraurbanos, en numerosos
cierres de empresas, aparición de
“bolsones de pobreza” o fenómenos de decadencia urbana. El crecimiento
económico, así como una vigorosa política de ordenamiento del espacio físico,
no son en sí los garantes del desarrollo del conjunto de la población
metropolitana (Stevens, 1997).
En un primer momento examinaremos,
en el contexto europeo, los objetivos y las finalidades de las estrategias de
desarrollo local en el medio urbano. En seguida ilustraremos nuestros
propósitos con el estudio de una estrategia de desarrollo innovadora,
implantada en un barrio de una gran metrópoli europea, Amberes, segunda ciudad
de Bélgica (con 900 000 habitantes) y, antes que todo, la segunda metrópoli
portuaria de Europa.
1. El desarrollo
local en el medio metropolitano: una expansión reciente en Europa
El inicio de la
crisis de las economías europeas avanzadas a mediados de los años setenta, ha
abierto indudablemente, para los actores privados y públicos, una fase de
puesta en tela de juicio de sus actividades y de redefinición de sus
competencias. Es particularmente el caso respecto al ordenamiento del
territorio, en que los sistemas de planificación urbana existentes se han
revelado incapaces para responder a dos nuevas apuestas: la reestructuración
económica y la revitalización urbana.
De manera general, la búsqueda de un
nuevo crecimiento económico por parte de diversos tipos de actores, dio lugar a
la implementación de acciones, políticas y estrategias muy diferentes de
aquellas definidas en los años sesenta (Albrechts,
1991). De acuerdo con los diversos países, también resultan muy distintas las
vías exploradas. Sin embargo, casi todas han sido condicionadas por un
principio de autoridad presupuestal adoptado progresivamente por la mayoría de
los gobiernos europeos, independientemente de su ideología. Se puede observar
que las instituciones supranacionales, entre otras la Unión Europea, han
desempeñado un papel creciente, esta última mediante sus fondos estructurales.
Así, se ha asistido a una
multiplicación de los esfuerzos en el ámbito local hacia el desarrollo
económico y la cohesión social. Esta búsqueda de un desarrollo local dentro de
las regiones, de las aglomeraciones, o de las ciudades, inclusive de los
barrios, a veces ha ido acompañada por una descentralización de los poderes (Moulaert y Demzière, 1996).
1.1. El cambio de
escala de la acción pública
A lo largo de
Europa se asistió a un cambio nítido de escala en la intervención pública.
Según Swyngedouw (1999) se percibe a un “vaciamiento”
del Estado central por arriba (la Unión Europea) y por abajo (el ámbito
regional y local). Articulados con los fondos europeos disponibles, los actores
locales, públicos, privados y asociativos, juegan hoy un papel esencial en la
estructuración del espacio urbano (Demazière, 1996).
La innovación social nace de las asociaciones que surgen entre estos diversos
actores.
Con relación al desarrollo
económico, los últimos quince años se caracterizan entonces por un
multiplicación impresionante de las iniciativas locales. Dado el acento puesto
en la responsabilidad, la autonomía y la coordinación, dichas estrategias
parecerían romper con las políticas de desarrollo anteriores a la crisis.
Durante los años cincuenta y sesenta, la gobernabilidad no se planteaba como
una variable importante del desarrollo económico de las regiones y de las
ciudades. Se pensaba, por ejemplo, que el desarrollo de las regiones “subindustrializadas” sería la consecuencia de las grandes
políticas nacionales de infraestructura y de ordenamiento del territorio (Stöhr y Taylor, 1981; Rocherfort,
1995). Pero el semifracaso de las políticas de
ordenamiento del territorio en diversos países europeos, demostró que la
concentración de ciertas cantidades de capitales humanos y financieros sobre un
espacio determinado, no generaba mecánicamente el desarrollo.
Esta constatación también vale en
buena medida para las zonas metropolitanas. En Francia, por ejemplo, las
preocupaciones de los gobiernos locales elegidos en las grandes ciudades
fueron, durante los “Treinta gloriosos años”, centradas exclusivamente sobre
las cuestiones de la vivienda, del dominio del mercado inmobiliario, de los
transportes y de los equipamientos (Ganne, 1985). Es
el Estado central que mantenía el privilegio de impulsar el desarrollo
económico de las ciudades y las regiones, entre otros medios, con la política
de ordenamiento del territorio. Con la ruptura del modo de crecimiento fordista y las leyes de descentralización de 1982-1983, el
tema del desarrollo local emergió progresivamente. Desde una perspectiva
crítica, Préteceille (1989) nota que en la actualidad
se llega a un esquema casi inverso de repartición de las atribuciones entre el
Estado central y los gobiernos locales. El Estado se atribuye un papel
secundario en la economía, mientras que la política de los gobiernos locales
tiene por objeto fundamental el desarrollo económico. La misma evolución puede
ser verificada a lo largo de Europa Occidental, con contrastes que se deben,
entre otros aspectos, a grados diferenciales de descentralización del aparato
político-administrativo y, en particular, de la tutela que a veces han sabido conservar
los Estados centrales sobre los poderes locales (véase para el caso de Europa
del Sur, Carrière y Demazière,
1998). Los márgenes de maniobra concedidos a las grandes ciudades, así como la
experiencia que éstas adquirieron mediante sus políticas económicas y sociales
locales, pueden volverse a utilizar en acciones orientadas hacia barrios o
poblaciones específicas.
1.2. La polarización
social y espacial, nueva apuesta para las metrópolis europeas
Se torna cada vez
más evidente que las grandes ciudades europeas y las poblaciones que albergan
se ven confrontadas a nuevas desigualdades del desarrollo, mientras que
permanecen siempre con nosotros las disparidades constituidas durante los
“treinta gloriosos años”. Ciertamente, vistas en forma global, las ciudades de
gran escala conocen un cierto renacimiento económico desde mediados de la
década de los ochenta, mientras que durante los años sesenta y setenta su poder
de atracción disminuyó para los hogares y las empresas (Lacour,
1993). Sin embargo, a pesar de su éxito económico relativo se asiste también,
en las metrópolis europeas, a la exacerbación del desempleo de larga duración,
a procesos de exclusión social y a tensiones entre grupos étnicos. En el medio
urbano denso de estas ciudades, la reestructuración económica ha significado
frecuentemente el cierre de unidades de producción, o eventualmente su
relocalización. Por ende, debido a la viscosidad de los mercados del trabajo y
de la vivienda se provoca la formación de “bolsones” de pobreza (Demazière, 1999). En paralelo a la desindustrialización, la
terciarización de las metrópolis europeas, y
particularmente el desarrollo de actividades de servicios avanzados, genera una
polarización socio-espacial de la población[1].
Es la constatación que se puede hacer en Europa en ciudades tan distintas entre
sí como París, Londres, Bruselas, Amberes, Estocolmo, Bristol... (Martens y Vervaeke, 1997). En cada caso, el proceso de
reestructuración económica discrimina sensiblemente la potencialidad de
alcanzar un empleo en función del sexo, la pertenencia étnica, la edad o el
grado de capacitación.
Respecto a lo espacial, las nuevas
desigualdades económicas y sociales se conjugan para producir una ciudad
“estallada” (Haumont y Levy, 1998). Algunos sectores
de las grandes aglomeraciones acumulan las desventajas, en términos del ingreso
de las poblaciones, de lo confortable de las viviendas o de los tipos de
servicios públicos y privados disponibles. Naturalmente, las poblaciones
víctimas de la reestructuración económica no habitan todas en zonas urbanas
desfavorecidas, y la mayoría de quienes viven en zonas urbanas degradadas se
encuentran perfectamente insertos en la economía y la sociedad (Hall, 1981).
Sin embargo, varios estudios han puesto en evidencia una cierta dualización del espacio urbano en el caso de ciudades como
Bruselas, Amsterdam, Londres o Hamburgo (Kesteloot, 1994; Kloosterman,
1994; Fainstein et al., 1992; Dangschat,
1994).
En las grandes ciudades del norte de
Europa dos tipos de espacios intraurbanos se
encuentran particularmente privados de desarrollo. Se trata, en primer lugar,
de los barrios obreros situados en las zonas pericentrales
de las ciudades. Estos barrios fueron creados durante el siglo xix en el
curso del poderoso movimiento de industrialización de Europa Occidental, y
están formados, en la mayoría de los casos, por alineamientos de pequeñas
viviendas apretadas en torno a fábricas o en las cercanías de instalaciones
portuarias. El otro tipo de zona urbana desfavorecida corresponde a los grandes
conjuntos de vivienda social erigidos en la periferia de las grandes ciudades.
Frecuentemente inspirados por un urbanismo funcional que demostró sus límites,
desde hace veinte años estos barrios han conocido importantes movimientos de
pérdida de población, y un debilitamiento progresivo de las fuentes locales de
empleo (Duprez y Macrakis,
1996). Este tipo de espacio predomina en las políticas hacia la ciudad en
Francia. Por el contrario, con menos frecuencia los barrios obreros son objeto
de rehabilitaciones y resultan menos estudiados por los investigadores. Sin
embargo, su estado avanzado de degradación requiere acciones de redesarrollo,
particularmente para ofrecer a los habitantes oportunidades de empleo y
condiciones dignas de vivienda.
En este contexto preciso, la noción
de desarrollo local ofrece cierta pertinencia. En efecto, un crecimiento
económico impulsado en la escala metropolitana no parece capaz de detener el
proceso de degradación de estos barrios, que, en la práctica, se encuentran desconectados
de los flujos económicos y demográficos por los que atraviesa cualquier
metrópoli relevante. Por el contrario, es posible que las iniciativas locales
en la escala de estos barrios sean susceptibles de alcanzar efectos
significativos para su regeneración.
1.3. Estrategias de
desarrollo local que intentan conciliar la eficacia económica y la justicia
social
El desarrollo
local a que nos referimos aquí, empieza por la identificación, por parte de una
población local o de sus representantes, de los problemas económicos locales;
desemboca luego en la puesta en práctica de iniciativas tendientes, por
diversos medios, al mejoramiento de las condiciones económicas y físicas de los
grupos sociales llamados desfavorecidos (desempleados, minorías étnicas,
jóvenes sin ocupación, etc.). Entre las iniciativas posibles podemos citar:
- El estímulo de los servicios de
proximidad en las zonas urbanas de las que ha salido la actividad económica de
base.
- El respaldo a los trabajadores
independientes y a quienes sustentan proyectos para la capacitación, la puesta
a disposición de espacios físicos, la provisión de servicios diversos, o las
asesorías.
- La oferta de facilidades crediticias
fuera de las estructuras clásicas de financiamiento (microcréditos, banca
solidaria).
- Acciones de capacitación orientadas
a ciertas categorías de población identificadas, que permiten realizar trabajos
de mejoramiento del medio ambiente o de reforzamiento de los lazos sociales.
Con frecuencia el elemento detonador
de este tipo de desarrollo será la identificación de un problema específico,
para el cual no se puede encontrar alguna institución establecida en materia de
desarrollo urbano. Podemos citar, por ejemplo, la degradación barrial de
viviendas individuales privadas, y el costo demasiado elevado de su
mantenimiento para los propietarios que las ocupan, frente a su nivel de
ingreso. En este caso, la solución puede ser la de instaurar una oficina de
asesoría y de préstamo de herramientas, estimulando la reparación de las viviendas
por parte de los habitantes. La movilización local sobre este problema
restringido puede luego desembocar en un dinámica colectiva con la voluntad
para enfrentar asuntos como la desaparición de los comercios, el mal estado de
las vías públicas, etcétera.
También en el origen del desarrollo
local de barrios desfavorecidos se encuentra la constatación de que las
estrategias tradicionales de desarrollo de las ciudades –que buscan, antes que
todo, estímulo al aspecto general de actividad de una economía local–, casi no
producen efectos benéficos para los grupos sociales menos privilegiados. Existe
entonces una posible tensión, por una parte, entre las instituciones encargadas
del desarrollo de los barrios y que privilegian el intento de conciliar la eficacia
económica y la justicia social, y por otra parte, las instituciones a cargo de
la escala metropolitana, del desarrollo económico. En los Estados Unidos esta
tensión es particularmente notable: Mientras que las estrategias de las
ciudades se limitan tradicionalmente a eliminar las barreras a la inversión
privada, por mucho tiempo el desarrollo llamado comunitario ha sido enfrentado
por las minorías raciales (Wilson, 1996). En un contexto metropolitano, las
iniciativas orientadas hacia el desarrollo de un barrio o población específica,
demuestran la particularidad de insertarse en un medio denso en instituciones a
cargo del ordenamiento y del desarrollo (desde la cámara de comercio hasta la
oficina de urbanismo, pasando por la autoridad electa). Las iniciativas locales
de desarrollo de pronto se ven confrontadas, en este caso, a instituciones y
procesos que actúan en una escala espacial mayor. Las grandes aglomeraciones
europeas no siempre tienen organismos ejecutivos electos para su particular
escala, pero con frecuencia sostienen poderosas instituciones de desarrollo
económico. En este caso se vislumbra una vasta diversidad. En algunos
contextos, puede ocurrir la formación de asociaciones equitativas entre las
organizaciones que promueven un desarrollo local y aquellas que actúan a escala
de la metropolización y de la globalización.
La contracción del sector público en
diversos países europeos durante los últimos quince años, estimuló la
complementariedad de las estrategias de desarrollo local con relación a la
intervención pública tradicional, preocupada por la preservación del espacio
urbano y/o del desarrollo económico. A veces las autoridades públicas son
forzadas a reconocer los límites (entre los cuales están los financieros) de su
capacidad de acción, de tal suerte que involucran a las organizaciones de la
sociedad civil. Esta orientación se desarrolla, entre otros aspectos, gracias a
los programas de acción de la Unión Europea. Ésta desempeñó un papel precursor
en los años ochenta mediante los programas Pobreza III y urban. Algunas innovaciones
institucionales derivadas del programa Pobreza III (llevado a cabo desde 1989
hasta 1993) fueron retomadas en países de tradición social-demócrata, como es
el caso de Dinamarca, pero también en países que no conocieron la fase del
Estado Benefactor, como en Portugal, o aquellos que lo han revisado
considerablemente, como Gran Bretaña. La emergencia de organizaciones sin fines
de lucro que emprenden acciones de desarrollo local, representa una ventaja
económica para las autoridades locales: estas organizaciones obtienen fondos
que resultan inaccesibles para los gobiernos locales. Además su participación
es susceptible de mejorar el ambiente local de los negocios (Stoker y Young, 1993).
Aparte de los conflictos o
competencias potenciales entre instituciones con visiones y culturas distintas,
los límites del desarrollo local en el medio urbano refieren a dos dimensiones.
En primer lugar, las estrategias son llevadas cabo en una escala espacial
reducida que a lo sumo representa algunas decenas de miles de habitantes. La
ampliación de esta escala implica el riesgo de una pérdida de eficacia de las
acciones. Para evitar estos obstáculos debe buscarse la reproducción de las
experiencias en pequeña escala tomando en cuenta cada vez el contexto
específico. En segundo lugar, las organizaciones para el desarrollo local son
frecuentemente de pequeña escala, lo que puede conllevar una elevada tasa de
fracaso de sus iniciativas socioeconómicas. Lo anterior puede acompañarse de
una intensa dependencia financiera con relación a las instancias públicas
locales, regionales, nacionales o europeas. En este caso, la obtención de
financiamiento puede ser considerada como prioritaria antes que la definición
de acciones que concilian la eficacia económica con la justicia social; así
mismo, la dependencia con relación a los fondos públicos puede generar
problemas en caso de un cambio de orientación de los poderes públicos (MacFarlane, 1993; Wilson, 1996).
Finalmente, los dos rasgos originales
del desarrollo local en el medio metropolitano, tal como se practica en Europa,
son, por una parte, un enfoque multidimensional de la crisis y sus efectos
sobre las poblaciones urbanas; por la otra, la promoción de soluciones “desde
abajo”. Es interesante observar cómo las instituciones que se involucran en
este desarrollo local, interactúan con los actores formales del desarrollo de
las ciudades (empresas, autoridades locales, regionales y nacionales, cámaras
de comercio, etc.). En el caso de Quebec, D. G. Tremblay
(1996) apunta que las organizaciones del desarrollo llamado comunitario, a
pesar de sus resultados favorables, se ven forzadas a demostrar constantemente que sus acciones constituyen
soluciones eficaces a los problemas de desindustrialización, de exclusión
social o de degradación del medio ambiente urbano. En aquellos lugares en que
el movimiento relacionado con el desarrollo local es más reciente y menos
estructurado, como en el caso europeo, se plantea con insistencia aun mayor el
tema de la justificación del modelo de acción que representa. Sin embargo, el
conocimiento de experiencias de estrategias innovadoras y que han producido
importantes resultados en materia de renovación urbana, podría favorecer el
auge del desarrollo local en el medio urbano. Desde esa perspectiva, la
estrategia puesta en práctica en el barrio nor-deste
de Amberes desde hace más de diez años presenta cierto interés.
2. Una estrategia de
desarrollo local innovadora: El caso de Amberes
La segunda comuna
de Bélgica (con 500 000 habitantes); centro de una región urbana que está
próxima al millón de habitantes; el segundo puerto de Europa Occidental por sus
intercambios; Amberes es una ciudad cuyo desarrollo económico está íntimamente
ligado a la historia del continente europeo. En el siglo xvi, casi al inicio de los
grandes descubrimientos continentales, según las palabras de Fernand Braudel, Amberes era “la
capital económica de Europa, es decir, del mundo” (Braudel,
1979:118). Entre 1850 y 1914, lapso de industrialización de Europa Occidental,
el puerto de Amberes, bien situado y bien equipado, veía multiplicarse por
sesenta su tráfico. Entonces la ciudad conoció la cuatriplicación
de su población, haciendo necesaria la creación de barrios destinados a la
vivienda de la mano de obra portuaria. Entre 1920 y 1975 el puerto y la región
urbana de Amberes conocieron una vasta industrialización, principalmente
establecimientos de filiales de empresas multinacionales (como gm, Ford, basf, Bayer,
Exxon, Monsato, etc.), en la industria química y
petroquímica, automotriz o farmacéutica (Demazière,
1999). Verdadero concentrado del fordismo, Amberes
conoció desde hace 25 años un cambio económico rápido, que refuerza las
desigualdades del desarrollo en el seno de la aglomeración, planteando así el
tema de las estrategias locales.
2.1. Los efectos del
cambio económico rápido en Amberes: una polarización socio-espacial en
crecimiento
En una primera
impresión, la situación económica de Amberes parece notoria. Entre 1972 y 1992
el empleo asalariado total en el distrito pasó de 334 000 a 353 000 unidades,
esto es, una alza de 5.7%; en el mismo lapso retrocedió 7% en Bélgica. Por el
contrario, la componente industrial retrocedió sensiblemente en la situación de
Amberes. El sector secundario representaba 153 mil empleos en 1972 y solamente
108 000 veinte años después, o sea, un retroceso de 28.9%. El crecimiento del
sector terciario (de 180 000 empleos en 1972 a 244 000 en 1992) esconde dicho
fenómeno. De hecho, la crisis económica mundial provocó una fuerte caída del
empleo industrial en todas sus actividades. Sólo el sector fuertemente
capitalizado de la química se reporta como una excepción, quizá debido a la
posición geoeconómica de privilegio del puerto de Amberes.
Hoy como ayer, el puerto es el motor
del crecimiento de Bélgica. En 1994 el conjunto de las actividades que tenían
lugar en el puerto de Amberes (distribución y almacenamiento, producción
industrial, servicios privados, sector público) contribuía con 3.5% del pnb de Bélgica,
es decir, un porcentaje mayor que el de la contribución nacional de la
agricultura o la industria textil. Ciertamente el tráfico portuario ha conocido
una reducción severa en el momento de la primera crisis petrolera, pero
posteriormente recobró su crecimiento hasta alcanzar 110 millones de toneladas
en 1994. El objetivo de las autoridades locales es que el tráfico portuario
alcance 150 millones de toneladas en el año 2010. Con esta finalidad se han
realizado importantes inversiones públicas; 50% han sido financiadas por las
autoridades portuarias (la ciudad de Amberes) y por la Región Flamenca, que
tomó el relevo del Estado belga en el marco del proceso de federalización del
país. No obstante, resulta claro que el desarrollo inducido por las grandes inversiones
aporta un contenido en empleos netamente menor que en el pasado (Demazière, 1999). Una gran parte de las actividades de
descarga y de almacenamiento alcanzan un carácter semiindustrial,
y a pesar del hecho de que el tráfico portuario no ha dejado de incrementarse,
el contingente de estibadores no cesa de reducirse. Así mismo, el empleo en la
industria portuaria disminuyó 10.5% entre 1984 y 1992 en términos globales,
pasando de 36 000 a 32 000 personas (Adriaenssens y Geldof, 1997). La desconexión entre el empleo y las
inversiones industriales en parte es provocada por el origen de la inversión.
Diez empresas, que de hecho son filiales de multinacionales, aportan la mitad
del valor agregado de las inversiones y del empleo localizados en el puerto. Por
otra parte, entre todas las empresas, son las multinacionales las que han
emprendido en forma más sistemática políticas de racionalización (Dicken, 1992). Además, por realizar su reestructuración en
el ámbito mundial, con frecuencia han modificado tanto la inserción de sus
filiales en la economía internacional, como la relación de éstas con su entorno
local.
El cambio rápido en la estructura
del empleo en Amberes tiene como contraparte una diferenciación intrarregional
relevante. En un estudio algo antiguo, B. De Borger y
D. Van der Wee (1986) demostraron que el municipio de
Amberes perdió globalmente, entre 1974 y 1984, más de 20 000 empleos, mientras
que la periferia ganó 5 000; ellos destacan que el empleo industrial retrocedió
19 000 unidades en la zona central, mientras que la periferia sólo perdió 3 000
empleos en ese sector; finalmente, destacan que el crecimiento del terciario
tuvo sobre todo su verificación en la periferia con una ganancia de 10 000
empleos, frente a los 5 000 del municipio de Amberes. Lo anterior se ha visto
confirmado por la evolución del desempleo en Amberes. A pesar de un relativo
crecimiento económico de la región urbana, de una importante expansión de las
actividades portuarias –no obstante las supresiones de empleos– y de un crecimiento
del empleo en los servicios, el desempleo aumentó en la aglomeración de Amberes
a fines de los años ochenta (Adriaenssens y Geldof, 1997). La mano de obra industrial de cierta edad,
los jóvenes y los inmigrantes sin calificación, son los sectores más afectados
por el desempleo de larga duración. Cabe recordar que una proporción importante
de estas poblaciones se reagrupa en el corazón de la región urbana, y
particularmente en los barrios populares construidos en el siglo xix, en la
época de la edad de oro del puerto de Amberes.
Cuadro 1
La evolución del ingreso medio por habitante en el
municipio de Amberes, en su distrito y en Bélgica, 1970-1992
(en francos belgas a precios corrientes)
Año/Lugar |
1971 |
1981 |
1990 |
Municipio de Amberes |
75 000 |
213 000 |
323 500 |
Distrito |
67 600 |
214 000 |
335 400 |
Bélgica |
57 200 |
191 800 |
300 000 |
Fuente: Instituto
Nacional de Estadística de Bélgica.
La polarización socio-espacial de
Amberes también puede medirse por medio de la evolución del ingreso de los
hogares (cuadro 1). Durante los últimos veinte años, éste se ha incrementado en
forma regular en el municipio y el distrito de Amberes, manteniéndose
permanentemente más elevado que el ingreso por habitante en Bélgica. Sin
embargo, se constata que el ingreso per cápita en el municipio se ha vuelto
inferior al correspondiente en el distrito de Amberes, mientras que ocurría lo
contrario al inicio de los años setenta. Este proceso se relaciona con la
expansión de la suburbanización residencial iniciada
en los años sesenta. De Brabander et al. (1992) han demostrado que más bien
son los miembros de los hogares más favorecidos quienes dejan el municipio,
mientras que, en forma simétrica, los grupos sociales menos favorecidos llegan
o se mantienen en la ciudad.
2.2. La estrategia
del desarrollo local del nordeste de Amberes
El nordeste de
Amberes constituye un barrio de 33 000 habitantes, situado en las inmediaciones
del rico centro histórico de la ciudad. Construido durante la segunda mitad del
siglo xix,
este barrio obrero se encuentra involucrado desde hace varias décadas en un
grave retroceso económico, social y del entorno físico. El medio construido,
esencialmente privado, es antiguo, poco confortable y escasamente renovado o
transformado. El nordeste de Amberes tiende a concentrar una población
desfavorecida, a veces de origen extranjero. Por otra parte, debido al reducido
crecimiento de los ingresos, la oferta local de servicios personales se ha
debilitado bastante durante los últimos quince años.
Esta degradación urbana se inicia en
la edad de oro del crecimiento económico de Bélgica (los años cincuenta y
sesenta), pero la crisis económica de los últimos veinte años ha acelerado el
proceso. En el contexto de la reestructuración económica, social y espacial de
la región urbana de Amberes durante los años setenta y ochenta, los desfases
entre el barrio y el resto de la aglomeración se han acentuado. Por una parte,
la dinámica del mercado laboral desfavorece a las poblaciones con escasa
capacitación, al destruir los empleos de poca o nula calificación. Por otra
parte, el pequeño número de viviendas de interés social en Amberes, conduce a
una concentración de categorías de población poco desfavorecidas, en las
viviendas remanentes privadas del barrio. Éste cuenta en la actualidad con más
desempleados en términos relativos y menos diplomados que el resto de la
municipalidad y que la región urbana. La proporción de población extranjera en
el barrio ha pasado de 5% en 1970 a 28% en 1995 (para la municipalidad de
Amberes, las cifras son de 8 y 12% respectivamente).
Un “Atlas de la pobreza en Amberes”,
elaborado en la segunda mitad de los años ochenta, demostró que el barrio
Nordeste de Amberes se constituye en un espacio desfavorecido (Marynissen et al., 1987 y 1988). Cuando se publicó,
varias instituciones percibieron la necesidad de plantear un nuevo enfoque para
contrarrestar la dualización en curso del espacio
urbano y la exclusión de algunas categorías sociales. En este contexto, siete
instituciones asociadas –entre las que se cuenta la ciudad de Amberes, la
Fundación Rey Balduino, la Institución Regional de Trabajo Social y la
Universidad– crearon en abril de 1990 la Sociedad de Desarrollo del Barrio
Nordeste de Amberes (conocida como bom).[2]
Esta nueva organización tenía por objetivo el de poner en práctica un enfoque
socioeconómico del desarrollo sobre un territorio de dimensión significativa,
en el cual pueda coordinarse la intervención de varias instituciones.
La creación de la bom salía un
poco del contexto general de las políticas públicas en Bélgica. Ciertamente,
desde mediados de los años setenta las autoridades públicas belgas –en los
ámbitos local, regional y nacional– se han preocupado por la reaparición de
pobreza en Bélgica. Unos centros municipales de intervención social proveen
ciertas prestaciones a las familias y a las personas, entre otras, un ingreso
mínimo; por otra parte, diversas asociaciones emprenden acciones directas para
reforzar las redes sociales en los barrios desfavorecidos. Las políticas de
vivienda y de ordenamiento urbano han propuesto algunas medidas para las zonas
desfavorecidas, pero sus efectos han sido débiles. El espacio público pudo
mejorarse, pero pocas viviendas han sido renovadas, a pesar de los subsidios
otorgados a los propietarios privados. Con relación a la política de empleo,
sólo una pequeña fracción de los fondos disponibles se orienta a la
capacitación y a la reintegración de las categorías sociales excluidas.
La creación de la bom constituyó
una innovación con relación a los enfoques tradicionales acerca de los
problemas económicos y sociales en las ciudades flamencas, que se centraban en
los aspectos sociales o socioculturales en una escala espacial extremadamente
reducida. Durante sus cuatro primeros años de existencia, la bom ha sido
financiada por la Unión Europea en el marco de su tercer programa para la
integración de los grupos menos favorecidos (Pobreza III). La acción de la bom fue
posteriormente reconocida como “proyecto piloto urbano” de la Dirección General
XVI de la Unión Europea. Actualmente, la bom ha sido integrada en el
programa europeo Urban, que apoya sus proyectos
económicos, mientras que sus iniciativas sociales más bien se financian con los
fondos para la integración social ofrecidos por el gobierno regional flamenco.
Las diversas iniciativas de la bom se
despliegan en tres direcciones: la intervención económica, sobre la vivienda, y
la animación sociocultural (cuadro 2). Por razones de comodidad, hemos
clasificado estas acciones en función del eje principal de desarrollo al cual
se refieren. Sin embargo, se debe recordar que numerosos proyectos, si no
todos, son pluridimensionales. Tomemos el ejemplo de la sala de deportes
construida básicamente por jóvenes que han abandonado los estudios. En este
caso un sistema de capacitación que incluye la “formación y el trabajo” ha sido
diseñado especialmente, lo que implicó que la escuela profesional asociada a
este proyecto tuviera que modificar los contenidos y la forma de su enseñanza.
Los jóvenes involucrados han descubierto por primera vez el mundo profesional,
tomado confianza en sus capacidades, medido los esfuerzos necesarios para
encontrar un trabajo posterior, y cobrado un pequeño salario. Además, la sala
de deportes costó la mitad de lo que habría costado si hubiera sido construida
y arreglada totalmente por una empresa particular. Por otra parte, su apertura
respondió a una necesidad social importante, ya que ninguna sala pública
resultaba accesible para los jóvenes de este barrio de 35 000 habitantes. Finalmente,
son varias asociaciones de jóvenes las que administran esta sala, lo que
debería desarrollar su sentido de las responsabilidades y derrumbar muchas
barreras originadas en prejuicios raciales.
Cuadro
2
Las
principales realizaciones de la bom
Campos de intervención |
Principales proyectos realizados |
Economía |
- Centro de recepción y de orientación para los
buscadores de empleo (Werkwijzer). -Centro de formación a las nuevas tecnologías (ATec). - Incubadora de empresas, reconocida por las
autoridades regionales y proveedora de locales y servicios a personas con
proyectos empresariales de escala humana (noa Business Center). |
Vivienda |
- Centro de asesoramiento financiero y técnico para la
renovación habitacional (Woonwijzer). - Rehabilitación de microterritorios,
combinando la renovación de las viviendas, el reordenamiento del espacio
público, y el interés en de sarrollar las redes
sociales de vecindario. - Rehabilitación de viviendas sociales, permitiendo
también la reinserción alejada del mundo laboral. |
Ámbito sociocultural |
- Creación de una sala de deportes destinada a los
jóvenes del barrio y construida por jóvenes bajo contratos de formación
laboral. - Edición de un periódico trimestral del barrio, con
tiraje de 22,000 ejemplares, distribuido gratuitamente, redactado por los
habitantes, y parcialmente financiado por inserciones publicitarias. - Guía anual de las asociaciones y organizaciones
sociales y culturales del barrio, totalmente autofinanciada. |
Aun cuando el ámbito sociocultural
mantenga numerosas relaciones con la economía y la vivienda, nos centraremos
ahora en las acciones llevadas a cabo por la bom en estos dos sectores. Se
tratará de evaluar los efectos de las acciones de la bom sobre los dos problemas más
importantes del barrio: el empleo y la vivienda. Se harán evidentes las
ventajas de las iniciativas locales de desarrollo, con relación a las políticas
públicas tradicionales o a las acciones de desarrollo “desde arriba”, incluso
cuando se presenten ciertas limitantes.
2.3. Evaluación de
las iniciativas llevadas a cabo
En el ámbito de
la vivienda, el programa más importante de la bom ha sido la creación de una
oficina de asesoría sobre la vivienda: Woonwijzer,
que es antes que todo un sitio de información y de asesoramiento para los vecinos
del barrio, en materia de renovación y reconversión de su vivienda. En
particular, una de las tareas del Woonwijzer es la de
difundir las informaciones sobre las disposiciones públicas de ayuda a la
renovación (entre otras, los subsidios acordados por el gobierno regional
flamenco). El Woonwijzer ayuda a los candidatos a
llenar los formularios para lograr un subsidio, y les asiste en su relación con
la administración.
Woonwijzer
se plantea también ofrecer un asesoramiento en cuanto a la concepción de los
planos individuales de renovación. Apoya también la estimación del costo total
de la misma. Además, unos especialistas pueden ayudar a las personas en cuanto
a las prioridades en la renovación (por ejemplo, la reparación de los techos
debe preceder a la modernización del circuito eléctrico, que a su vez tendrá
lugar antes que la decoración de los cuartos). Dejadas a su propia iniciativa
las familias no harían forzosamente las reflexiones más pensadas, lo que podría
traducirse en un uso erróneo de sus recursos. Por último, Woonwijzer
también presta herramientas a los habitantes, entre otras un gran andamio que
puede ser entregado y armado en el lugar de la obra. Si un cliente viene a
pedir prestadas más herramientas de lo necesario, el personal de Woonwijzer examina con él si requiere consejos específicos
o apoyo material.
Durante sus dos primeros años de
existencia, Woonwijzer ha atendido a 700 familias.
Esto constituye un éxito, aun si existen 22 000 hogares en el barrio Nordeste
de Amberes, de los cuales sólo 6 000 son dueños de sus viviendas. Las familias
de referencia son jóvenes; en dos tercios de los casos el jefe de familia tiene
menos de 40 años. La mayoría dispone de un solo salario (50% de los
expedientes), mientras 29% de los casos tienen dos salarios. Aquella parte de
la población para la cual las transferencias sociales (jubilación, seguro de
desempleo, ingreso mínimo, etc.) ocupan un sitio importante en el presupuesto
familiar, se ha visto poco involucrada en el proceso. Para estas categorías
sociales el problema del mejoramiento de las condiciones de vivienda queda aún
sin solución. Normalmente, es el sector de la vivienda social el que debería
hacerse cargo de esos casos, pero como éste se encuentra poco desarrollado en
Flandes, la demanda de vivienda barata y con estándares mínimos de comodidad
está poco atendida, pues estos hogares no constituyen una demanda solvente.
En el ámbito de la inserción
profesional podemos citar dos acciones de la bom: la creación de un centro de
capacitación profesional que desarrolla la innovación tecnológica, social y
organizacional (ATec); y la apertura de un centro de
recepción y orientación para los demandantes de empleo (Werkwijzer).
Estas dos instituciones son originales respecto a los mecanismos clásicos de
capacitación y de apoyo al empleo. Desarrollando acciones de capacitación
destinadas a personas de escasa formación, desempleadas de larga duración o
beneficiarias de un ingreso mínimo, ATec se distingue
de los otros organismos de capacitación profesional presentes en Amberes. Éstos
sostienen exigencias relativamente elevadas con relación al perfil de los
candidatos a los programas de capacitación. Es, entre otros, el caso de vdab, que es también el organismo de
colocación de los desempleados y que maneja procedimientos extremadamente
formales y rígidos de selección y de capacitación. ATec
se ubicó en un segmento relativamente inferior del mercado laboral, y no
pretende evolucionar hacia un segmento superior.
La formación principal ofrecida por ATec es la de técnico en informática. Dura cinco meses e
incluye un periodo de estancia en empresa durante cinco semanas. La formación
es muy concreta y muy inductiva. Los estudiantes deben resolver casos prácticos
de instalación, mantenimiento y reparación de computadoras y de redes. De tal
modo que se ven confrontados con problemas comparables con aquellos que pueden
planteárseles en una empresa convencional.
ATec es un
éxito por lo que concierne a la reinserción en el mercado laboral de personas
alejadas del mismo, y con relación a la difusión de una cultura informática en
el seno de la población del barrio. Son tres las razones por las que este
organismo de capacitación es posiblemente único en su género en Amberes. En
primer lugar, ATec propone programas de capacitación
a personas con un difícil acceso no sólo al empleo, sino también a las
formaciones ocupacionales clásicas. En segundo lugar, las tasas de inserción en
el empleo son relativamente elevadas. Sin embargo, el hecho de que Amberes sea
una economía próspera debe ser tomado en cuenta, pero por otra parte, la
atención que ATec presta a las evoluciones del
mercado laboral y a la búsqueda de “nichos”, es un factor importante para su
éxito. Finalmente, la autoevaluación de las acciones de capacitación se realiza
en forma permanente y sin concesiones, como lo muestra la suspensión temporal
de un curso que ha sido juzgado como mal concebido, o también la actitud
receptiva respecto a los requerimientos de las empresas.
El mercado de trabajo en Amberes
continúa creando empleos relativamente poco calificados. Sin embargo, el
crecimiento económico local, si bien alcanza efectos mecánicos para sacar del
desempleo a personas factibles de contratarse, tiene pocos efectos sobre
aquellas que reúnen un menor grado de formación, un desempleo de larga duración
y un origen extranjero. Por una parte, las personas de quienes hablamos están
relativamente alejadas del mundo laboral. Por otra, los empleadores
frecuentemente tienen reservas para reclutar a tales personas porque suponen
que su productividad es menor, amén de otros prejuicios. Por fin, los diversos
programas del servicio público del empleo tienen, según uno de los responsables
de la bom,
sobre todo efectos favorables para las personas que podrían integrarse por sí
mismas a los mercados de trabajo, en tanto que aquellas que forman las
categorías en situación de exclusión, sólo son muy poco alcanzadas por estos
programas. Lo anterior resalta el interés de las realizaciones de la bom o de las
iniciativas de la cámara de comercio. Sin embargo, tomando en cuenta el
incremento y la persistencia del desempleo en el nordeste de Amberes desde hace
15 años, en la actualidad lo más difícil es expandir los primeros resultados
benéficos, conservando al mismo tiempo la reconocida eficacia de las
iniciativas. Entre otros, es necesario tener la capacidad de actuar sobre la
oferta de empleo, cuya característica es específica de aquel barrio, así como
sobre la demanda que, por su parte, se sitúa en la escala de la región urbana.
La formación de asociaciones entre la bom e instituciones que operan en
ámbitos espaciales más amplios se antoja, entonces, indispensable.
En materia de creación o atracción
de actividades económicas, las iniciativas de la bom han hallado profundas
dificultades. El caso de la “incubadora” de empresas es significativo de ello.
El concepto de centro de empresa o de incubadora apareció en las esferas a
cargo del desarrollo regional de Flandes en los años ochenta. Para promover el
desarrollo endógeno de regiones “con retraso en su desarrollo”, una veintena de
incubadoras fueron creadas bajo la autoridad de las sociedades de desarrollo de
las provincias (gom).
La bom
tuvo que convencer a la sociedad de desarrollo de la provincia de Amberes y a
los medios empresariales, del interés por implantar una incubadora en el medio
urbano. Lo anterior no ha sido fácil y el proyecto ha conocido varias
evoluciones sucesivas.
Al inicio la idea era favorecer la
creación de actividades económicas por parte de los residentes del barrio;
entre otros, los demandantes de empleo. Sin embargo, frente a la desilusión de
varios proyectos de economía social, la bom decidió gradualmente
orientarse hacia el sector económico competitivo. Durante un lapso se trató de
seleccionar unos proyectos que tendrían efectos inmediatos para el barrio, por
medio de la naturaleza misma de la actividad (como la renovación de edificios),
o porque generarían servicios atendidos por personas en proceso de reinserción
laboral. Esta presencia de objetivos socioeconómicos, aún atenuada, fue empero
mal recibida por los interlocutores de la bom, entre otros por el sector
empresarial. Es por ello que se decidió que la incubadora operase completamente
en el contexto de la economía formal, mientras que la bom desarrollaba proyectos
socioeconómicos en otro marco.
En esta nueva versión, la incubadora
trata entonces de atraer al barrio unas pequeñas y medianas empresas en
creación, relacionadas con cuatro sectores de actividad: los servicios
administrativos, los servicios profesionales, la artesanía y la distribución.
Se ofrecen en renta, a una tarifa preferencial, unos locales de pequeña
dimensión, así como salas de reunión, con capacidad para unas treinta empresas.
La incubadora propone también un conjunto integrado de servicios profesionales:
gestión, contabilidad, secretariado y mercadotecnia. Dichos servicios también
son accesibles para las empresas establecidas en el barrio. La incubadora se
ubica en una antigua escuela totalmente rehabilitada; incluye también un restaurante
y un espacio para exposiciones abierto a la población local. En total, la
incubadora es un éxito con 22 empresas acogidas desde los dos primeros años, lo
que representa alrededor de 120 empleos suplementarios para el barrio.
Conclusión
La mayoría de las
grandes ciudades europeas se encuentran actualmente en una fase de transición
posindustrial. El rápido cambio económico en estas ciudades, su metropolización o incluso su globalización, puede hacerlas
beneficiarias de la creación de riqueza y de empleos, pero produce también
decaimiento urbano y el alejamiento de algunas categorías de población con
respecto al mercado laboral. En este contexto, algunas iniciativas locales de
desarrollo, portadoras de solidaridad y de innovación social, enfrentan los problemas
de empleo, capacitación y vivienda, para provocar la emergencia de actividades
económicas viables.
En el caso de Amberes, gran
metrópoli cuya economía se encuentra ampliamente abierta al mundo, resulta
interesante que haya podido emprenderse una estrategia de desarrollo “desde
abajo”. Produce resultados significativos en términos de inserción laboral, de
renovación de la vivienda y de regeneración económica. En estos tres ámbitos,
los diversos proyectos llevados a cabo se presentan como complementarios de los mecanismos tradicionales
puestos en práctica en otras escalas espaciales, y que alcanzan pocos éxitos
para el dinamismo económico y social del barrio Nordeste de Amberes. Por otra
parte, la estrategia de la bom,
gracias a su carácter multidimensional, constituye una alternativa a muchas estrategias de desarrollo
urbano. El periodo de observación de la actuación de la bom es aún demasiado corto como
para percibir todas sus facetas, pero hoy la bom ha sido reconocida en Bélgica
como un modelo de acción descentralizada e integrada. Otras instituciones de la
misma índole se encuentran en curso de creación en otros barrios de Amberes, o
ya están operando en otras ciudades belgas, como Gante. Ciertamente, resultaría
interesante estudiar la transferencia de este modelo a un contexto
institucional y económico distinto al de Flandes. En el norte de Francia (entre
otros sitios, en Lille, Roubaix o Tourcoing)
algunos barrios obreros en decadencia podrían ser el marco de este tipo de
intervenciones. Desde hace casi diez años estos barrios han conocido a la vez
el redesarrollo físico masivo (por la implantación de edificios universitarios
o de centros terciarios de los que las autoridades locales esperan la
reconversión económica del territorio), y en forma independiente el desarrollo
de acciones de lucha contra la exclusión. No obstante, ni las inversiones en
infraestructura ni los gastos sociales aparecen como capaces de detener la
desintegración de estos barrios, y de impulsar un nuevo desarrollo económico con
cohesión social. El ejemplo del barrio Nordeste de Amberes demuestra que otras
estrategias podrían ser puestas en operación.
Traducción realizada por Daniel Hiernaux
y
revisada por Christophe Demazière
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[1] No trataremos aquí el caso, aún más
dramático, de algunas cuencas de antigua tradición industrial, que durante los
últimos treinta años han conocido el desplome de sus sectores principales de
actividad, la recesión de las industrias asociadas, y un débil crecimiento de
las actividades de servicios (Swyngedouw, 1999).
[2] bom corresponde a las iniciales
del nombre de la estructura en flamenco Buurtontwikkelingmaatschappij
Noord-Oost Antwerpen.