Algunas consideraciones en torno al estudio de la dimensión
ambiental de la migración
Haydea Izazola
El Colegio Mexiquense
Ex-Hacienda Santa Cruz de los Patos
Apartado Postal 48-D
Toluca 50120, Estado de México
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Resumen
En el presente artículo se hace un breve recuento de los
desarrollos teórico-metodológicos realizados para el estudio de la migración
interna en México, en especial en el marco de la teoría de la modernización, de
la dependencia y de la reproducción social, resaltando sus contribuciones al
conocimiento del fenómeno, cuya complejidad requiere la incorporación de nuevas
dimensiones entre las que destaca la ambiental.
Para tal fin, se discuten los principales conceptos que han
sido propuestos a nivel internacional para su abordaje y se hace una serie de
propuestas de tipo metodológico para su estudio, destacando la importancia de
integrar la dimensión de las percepciones ambientales en el comportamiento
migratorio de la población.
El estudio de la migración interna en México
El estudio de la migración interna en México ha evolucionado,
al igual que el propio fenómeno, a lo largo de las últimas décadas. En sus
inicios, los principales intereses giraron en torno a la descripción de su
magnitud, orígenes, destinos, factores de atracción y rechazo, así como de las
características demográficas y socioeconómicas de los migrantes.
Con base en teorías como la modernización, la dependencia y
posteriormente la reproducción social, se avanzó en el conocimiento de esta
dimensión de la realidad, destacando su complejidad y la multiplicidad de
procesos y elementos que han de tomarse en cuenta al estudiarla, aunque en la
mayoría de las investigaciones los diferenciales económicos entre el origen y
el destino que promovían los desplazamientos de la población, representaron una
preocupación fundamental.
Ante los procesos de urbanización e industrialización a que
dio lugar la adopción de modelos de desarrollo económico basados en la
sustitución de importaciones, los estudiosos de la migración privilegiaron el
análisis de los flujos rural-urbanos de carácter permanente que contribuyeron
al crecimiento de las grandes ciudades, en especial las de México y Monterrey.
Buscaban dar cuenta de la magnitud y dirección de los flujos migratorios a la
luz de las grandes transformaciones que habían priorizado el desarrollo urbano
industrial sobre el rural agropecuario (Balán, Browning, y Jelin, 1977; Muñoz,
Oliveira y Stern, 1977).
La teoría de la modernización considera la migración principalmente
rural-urbana como parte integrante de la evolución de una sociedad tradicional
a una moderna, enfatizando la selectividad demográfica y socioeconómica de los
migrantes y, por consiguiente, las características individuales de la
población, pero también los aspectos psicosociales del fenómeno, como las
motivaciones para migrar. Sin embargo, la atención prioritaria a esta dimensión
del fenómeno resultó insuficiente para dar cuenta de los múltiples procesos y
factores involucrados en los movimientos migratorios, habiendo adquirido cada
vez más relevancia el enfoque histórico-estructural que, adoptando categorías
analíticas de la teoría de la dependencia, intentó explicarlos. Esta
perspectiva teórica prestó mayor importancia a las grandes transformaciones
estructurales que a través de la dinámica de las relaciones sociales de
producción, la articulación de modos de producción y las estructuras de
dominación, determinaban la movilidad territorial de la población. Las
investigaciones realizadas desde esta perspectiva, si bien se siguieron
restringiendo a los flujos originados en el medio rural, contribuyeron de
manera fundamental al conocimiento de los factores estructurales que originaban
tales desplazamientos, restando importancia a las características individuales
de los migrantes.
Ante la complejidad del fenómeno migratorio, demostrada por
ambas perspectivas teóricas, y ante la insuficiencia de privilegiar un solo
nivel de análisis, ya sea el individual o el macroestructural, las
investigaciones sobre el tema llevaron a incorporar nuevos desarrollos teóricos
como el de la reproducción social, cambiando el énfasis analítico hacia el
hogar o unidad doméstica, específicamente a través del enfoque de estrategias
de sobrevivencia. Además de que incorporaba elementos del contexto
socioeconómico, incluía aspectos sobre la ubicación de los individuos en las
unidades domésticas y de éstas en la estructura social, sus características
demográficas, así como la participación de sus miembros en el mercado laboral,
y las distintas estructuras de opciones que se desprendían de esta compleja
gama de situaciones. Este enfoque, que considera a la unidad doméstica como una
instancia mediadora entre los niveles macro y micro, ha contribuido a ganar
precisión acerca de los diversos factores que intervienen en las decisiones
vinculadas a los movimientos territoriales, aunque los estudios realizados
siguieron privilegiando la dimensión rural. Trabajos como los de Arizpe (1980),
Martínez y Rendón (1983), Rodríguez y Venegas (1983), Verduzco (1986) y Szasz
(1993), entre otros, no sólo contribuyeron al conocimiento de las diversas
modalidades de movimientos migratorios antes desconocidas, como la temporal y
estacional, que se originaban en comunidades rurales y que respondían a una
estrategia de las unidades domésticas campesinas para garantizar su
reproducción, sino que permitieron una mejor comprensión de la estructura
agraria mexicana.
A pesar de los desarrollos en el estudio de la migración
interna en México que han ampliado nuestro conocimiento del fenómeno y llamado
a incorporar a su análisis los diversos niveles de procesos que en ella
influyen, no cabe duda que en las diversas perspectivas subyace aún un interés
por explicar las causas principalmente económicas de la migración, ya sea
mediante los determinantes estructurales de los mercados laborales, o bien de
las características demográficas y socioeconómicas de los individuos y las
familias para insertarse en aquéllos. Además, el predominio del interés por
estudiar la migración de origen rural ha impedido dar cuenta de los flujos
originados en las zonas urbanas, que de acuerdo con diversos estudiosos
representan la mayor proporción de los movimientos migratorios (Lattes, 1993;
Naciones Unidas, 1993; Raczinsky, 1983).
De los estudios elaborados hasta la fecha, se desprende en
efecto, que las complejidad del fenómeno migratorio requiere cada vez más de
nuevos elementos teóricos, de la incorporación de nuevas dimensiones y de
múltiples niveles de análisis para aproximarnos a los distintos factores de la
realidad que en él intervienen, como han apuntado varios autores (Lattes, 1993;
Hugo, 1993; Guest, 1993). Ello, sin embargo, no es tarea fácil si además
consideramos las limitaciones de las fuentes de información tradicionales para
estudiar la migración, que sólo proporcionan una panorámica muy general; en
especial los censos de población y las encuestas de hogares, cuyas escalas
espaciales y temporales se restringen −en el
mejor de los casos− a límites
administrativos estatales o municipales y a periodos o muy largos o muy
arbitrarios para mostrar la movilidad territorial. Además, las definiciones
censales dejan de lado gran cantidad de movimientos de población imposibles de
captar con este tipo de instrumentos (López, Izazola y Gómez de León, 1993).
Los estudiosos de la migración generalmente han tenido que
depender de estas fuentes de información ante lo costoso que resulta diseñar y
aplicar encuestas específicas, lo cual ha impedido avanzar en el conocimiento
del fenómeno. Hemos mencionado que se han priorizado los motivos económicos y
la dimensión rural, pero no cabe duda que la movilidad espacial de la población
representa un proceso mucho más complejo, en el que múltiples dimensiones se
entrelazan, en especial ante las nuevas condiciones sociales, económicas y
políticas que promueven el surgimiento de nuevas modalidades y flujos
migratorios y que demandan la urgente atención de los científicos sociales.
De manera adicional a los determinantes económicos, sociales
y demográficos de la migración que han sido estudiados en las últimas décadas,
recientemente, la literatura internacional ha apuntado hacia la necesidad de
estudiar la dimensión ambiental de la migración, que para algunos autores ha
sido gradualmente la causa y el síntoma de los movimientos de la población
(Ogata, 1992, citado en The Population Institute, 1993). En el siguiente
apartado nos referimos a ella.
La dimensión ambiental de la migración
Aunque esta dimensión se encuentra en estrecha
correspondencia con el resto −pues el
cambio ambiental puede estar en la base misma de las causas de la migración al
afectar las condiciones de la estructura social, económica y política−, ha recibido poca atención por parte de los estudiosos de la
migración, en especial en nuestro país.
Los determinantes ambientales de la migración pueden ser
examinados como condicionantes de flujos migratorios en tanto que pueden atraer
población, como resultado de un ambiente favorable para llevar a cabo las
actividades que permitan la reproducción cotidiana y generacional de la
sociedad, o bien, expulsarla, al impedir dicha reproducción. Aunque la primera
situación podría suponerse en ausencia de deterioro ambiental, existen muchos
ejemplos en los que contextos caracterizados por malas condiciones ambientales
son importantes polos de atracción de población. Tal es el caso de las grandes
metrópolis del Tercer Mundo, así como de aquellas localidades en donde la
explotación de recursos naturales estratégicos para el desarrollo industrial,
como el petróleo y otros minerales, o los proyectos de colonización dirigidos
hacia los trópicos húmedos, han representado opciones importantes para diversos
grupos de población. No obstante, la influencia del medio ambiente en procesos
de atracción de población ha sido escasamente considerada en los pocos trabajas
que vinculan la dimensión ambiental con la migración. Más bien, se ha resaltado
el efecto negativo de la migración, en especial en las grandes ciudades del
Tercer Mundo, en el trópico húmedo, en los campos de refugiados de África y el
Sureste Asiático (Hardoy y Satterthwaite, 1987; Pichón, 1994; Goza, 1993;
Lassailly-Jacob, 1994).
La segunda situación a la que nos referimos anteriormente, en
la que el deterioro ambiental sería el factor fundamental que origina el
desplazamiento de la población, ha recibido mayor atención, en parte por el
predominio de los flujos rural-urbanos que han caracterizado la migración,
vinculando la pobreza a factores ambientales como el agotamiento de los suelos,
las sequías, inundaciones, etc., pero también al poder identificar con mayor
facilidad la causa de ciertos desplazamientos forzosos como los desastres
naturales o accidentes industriales de origen nuclear o químico.
La preocupación por conocer la influencia que el deterioro ambiental
ha tenido en procesos de emigración se encuentra presente en la literatura
reciente acerca de la relación entre migración y medio ambiente, como veremos a
continuación.
A nivel internacional podemos identificar dos vertientes en
la investigación sobre la migración por motivos ambientales: los estudiosos que
conciben la dimensión ambiental como una variable contextual para explicar la
migración; y aquellos que la consideran como la causa fundamental de ella,
generalmente asociada con el deterioro del medio ambiente. Suhrke (1993)
denomina minimalistas a los autores pertenecientes a la primera
vertiente y maximalistas a los segundos. Dentro de los minimalistas
identifica, entre otros, a Bilsborrow (1991) y a Kritz (1990), para quienes el
proceso mismo de la migración es tan complejo que el medio ambiente aparece
sólo como una entre diversas causas del fenómeno. Bilsborrow sugiere considerar
al medio ambiente como un factor contextual y propone tres categorías de
manifestaciones mediante las cuales aquél puede inducir la migración en el
cálculo que los migrantes potenciales hacen antes de tomar su decisión de
cambiar de residencia: a) efectos económicos, vía menor ingreso; b) efectos de
riesgo, por inestabilidad en el ingreso; y, c) efectos sociales, por un
ambiente menos sano y agradable.
Si bien los migrantes potenciales pueden hacer un cálculo
previo a su cambio de residencia en términos de costo-beneficio, la literatura
latinoamericana sobre migración, en especial bajo el enfoque
histórico-estructura1 y de la reproducción social, ha destacado que la
influencia de los determinantes estructurales y familiares en la conducta
migratoria impiden una decisión libre, autónoma e independiente y, por
consiguiente, inhiben la toma de decisiones con base en una racionalidad de
tipo microeconómico, pues la lógica productiva y de la vida cotidiana de
amplias capas de la población rural del Tercer Mundo es muy distinta a los
criterios de maximización de ganancias predominantes en las sociedades
industrializadas.
Por otro lado, en la propuesta de Bilsborrow es evidente que
la interacción de las tres categorías sugeridas impide su aislamiento
analítico, obstaculizando así un adecuado conocimiento de la influencia real de
cada una de ellas en la decisión de migrar, además de que las dos
manifestaciones Últimas remiten a dimensiones subjetivas difíciles de operar en
el marco de la teoría microeconómica.
Por su parte Kritz (1990), después de hacer una revisión de
investigaciones sobre la influencia del cambio climático en la migración,
señala la dificultad de demostrar el predominio de los factores ambientales
entre las causas del cambio de residencia de la población; considera que la
migración es sólo una entre varias estrategias de la población rural para
enfrentar la pobreza, la cual es resultado de una combinación de condiciones
sociales, económicas y políticas. Como señala Suhrke (1993), esta perspectiva
minimalista dificulta conocer los determinantes ambientales de fa migración
pues, de entrada, asume la ausencia de ellos.
Por otra parte, para los estudiosos que consideran el medio
ambiente como la causa fundamental de la migración, es decir los maximalistas,
el concepto de refugiados ambientales ocupa un lugar central, como resultado de
la preocupación por las implicaciones migratorias, principalmente
internacionales, que pueden tener las transformaciones ambientales a nivel
global, como el efecto invernadero y su impacto en los asentamientos costeros y
en las sequías prolongadas, entre otros fenómenos. Entre estos autores destacan
El-Hinnawi (1985) y Jacobson (1988).
El primero introduce el concepto de refugiados ambientales y
menciona que "todos los migrantes pueden considerarse como refugiados
ambientales, porque han sido forzados a dejar (o lo han dejado voluntariamente)
su hábitat original para protegerse del daño o para buscar una mejor calidad de
vida" (p.6). Propone tres categorías de refugiados ambientales: a)
los que migran temporalmente por un desastre natural o por un evento similar, b)
los que han sido desplazados permanentemente y reasentados en un nuevo sitio;
y, c) los que migran por sí
mismos.
La crítica a esta propuesta radica principalmente en que no
diferencia entre refugiados (desplazados forzosos) y migrantes (voluntarios),
lo cual lleva a sobreestimar la magnitud de los flujos de refugiados
ambientales. Además, la clasificación que propone impide avanzar en el
conocimiento de la dimensión ambiental de la migración, pues entre los
pertenecientes a la primera categoría quizá no migren en términos definitivos,
sino de manera temporal, del sitio de ocurrencia del evento que ocasiona el
traslado.
En el segundo caso se trata de una migración inducida y
dirigida principalmente por parte de agencias gubernamentales, por lo que el
término refugiado podría carecer de sentido, aunque en efecto se trate de un
desplazamiento forzoso, pero no directamente en respuesta a un evento de tipo
ambiental que ya ha ocurrido, sino preventivo, anticipándose a alguna
catástrofe que ocasionaría un programa de desarrollo como la construcción de
presas hidroeléctricas.
Por último, la tercera categoría que propone el autor es muy
amplia y podrían entrar todos aquellos migrantes que hubieran migrado por su
cuenta aunque por distintas razones, sin que ello permita identificar claramente
los determinantes ambientales de la migración.
Jacobson (1988) propone una definición similar de refugiados
ambientales, pero tampoco· distingue entre desplazados nacionales e
internacionales, distinciones básicas para considerar a los migrantes por motivos
ambientales como refugiados.
La insuficiente precisión del concepto "refugiados
ambientales" ha limitado el conocimiento real del fenómeno. Suhrke (1993)
propone superar la dicotomía minimalistas/maximalistas ·y distinguir entre
refugiados y migrantes ambientales, correspondiendo a los primeros una
condición involuntaria, es decir, que no cuentan con otra alternativa para
garantizar su sobrevivencia que escapar del deterioro ambiental, mientras que
los segundos "migran antes de que la situación llegue a ser
desesperada" (p.9), por lo tanto tienen más libertad de elección.
De manera similar, al referirse a refugiados ambientales para
explicar la migración forzosa por motivos debidos al medio ambiente,
principalmente a nivel internacional, Richmond (1993) sugiere un continuum
entre dos extremos, ocupado uno por los refugiados proactivos y el otro por los
refugiados reactivos. Los primeros son definidos como aquellos que tienen mayor
libertad de elección respecto a su decisión de migrar, el momento de hacerlo y
el lugar de destino; ellos podrían estar respondiendo a la necesidad de
mantener un determinado estilo de vida o huir de la contaminación atmosférica
de las ciudades, entre otros factores.
Los refugiados ambientales reactivos son los que migran porque
su propia subsistencia −o la de
sus familias− se
encuentra amenazada por el deterioro de su entorno inmediato y, en
consecuencia, tienen menor libertad de elección. Entre éstos se mencionan a las
víctimas de sequías, terremotos, desastres ecológicos provocados por el
desarrollo industrial, la guerra, etcétera.
Richmond señala que a medida que las condiciones ambientales
se agravan la migración proactiva se transforma en reactiva, sugiriendo
estudiar estos desplazamientos desde una perspectiva sistémica que incorpore
aspectos sociales, económicos, políticos y tecnológicos.
Por su parte el Centro de Análisis Político e Investigación
sobre Refugiados, citado en The Population Institute (1993), propone
seis categorías de causas y dinámicas de migración ambiental: disrupciones
elementales, biológicas, lentas, accidentales, disrupciones causadas por el
desarrollo y las provocadas por la guerra. Dependiendo de la gravedad del
fenómeno será la respuesta migratoria, tanto en términos espaciales como
temporales. Obviamente su propuesta mezcla niveles de gravedad de los eventos
que producen deterioro ambiental, así como causas de los mismos, haciendo que
la propuesta no permita avanzar más allá de la perspectiva de migrantes y
refugiados ambientales, aunque introduce la necesidad de considerar las
diversas modalidades de movimientos migratorios. La determinación de la
gravedad de los eventos está influida por el contexto socioeconómico, político
y cultural en el que tienen lugar, lo cual hace aún más compleja la identificación
real de los factores que ocasionan los desplazamientos de la población.
De acuerdo con los autores mencionados, podemos sugerir que
el estudio a nivel internacional de la dimensión ambiental de la migración ha
estado marcado por la preocupación de especificar la situación jurídica que
podría tener la población desplazada de su hábitat original como consecuencia
de un deterioro ambiental y su relación con la seguridad internacional.
Principalmente se esfuerzan en distinguir entre desplazamientos forzosos y
voluntarios, y la influencia del deterioro ambiental en la decisión de migrar,
con el objetivo de legislar el tratamiento como refugiados en los países de
destino a aquellas personas involucradas en este tipo de desplazamientos,
específicamente en cuanto a la Convención sobre el Estatus de Refugiados y la
Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas[1].
Consideramos que esta discusión, por válida y loable que sea
y que en el fondo persigue la aceptación de una tipología de carácter jurídico
de los migrantes ambientales, podría afectar el desarrollo del conocimiento del
fenómeno ante los conflictos de intereses que pudiera suscitar, en especial a
nivel internacional y gubernamental.
Más que clasificar con este objetivo los desplazamientos de
la población, es indispensable una comprensión mejor de sus causas,
manifestaciones y consecuencias de los grupos de población afectados y las
posibilidades de reaccionar frente a disrupciones ambientales, entre otros
elementos, para contribuir al conocimiento de la dimensión ambiental de la
migración.
Lo anterior se debe a que, como parecen apuntar los distintos
autores, crecientemente la migración está originada por fenómenos ambientales.
Ante las grandes transformaciones del medio ambiente a nivel global[2], el
estudio de las respuestas migratorias de la población frente a cambios
ambientales merece mayor atención que la que se le ha brindado hasta la fecha,
en especial en nuestro país.
En México el enfoque ecológico de la migración no es nuevo.
Larissa Lomnitz en su obra clásica Cómo sobreviven los marginados (1975)
propuso estudiar la migración desde esta óptica. Sin embargo, su principal
contribución fue estudiar desde una perspectiva antropológica el fenómeno,
priorizando el papel de las redes sociales y familiares en la adaptación de los
migrantes a su nuevo entorno. La dimensión meramente ecológica, es decir, los
factores físicos, biológicos y geográficos del medio ambiente natural desde
donde emigró la población rural que estudió, fueron sobreentendidos más no
integrados directamente en su análisis; es decir, considera al ambiente como
una variable contextual en su estudio de la migración[3].
Más recientemente Izazola y Marquette (1995) han investigado
el papel que las condiciones ambientales de la Ciudad de México tuvieron en la
migración hacia ciudades de menor tamaño en el centro del país, como una
estrategia de sobrevivencia de familias de clases medias, destacando la
influencia de las percepciones ambientales en la respuesta migratoria.
Si bien esta investigación incorpora en términos
relativamente objetivos la dimensión ambiental de la Ciudad de México como
factor determinante del cambio de residencia, incursiona en el ámbito de la
subjetividad al aproximarse a la influencia de las percepciones ambientales en
la decisión de migrar, además de otros factores que favorecieron el
desplazamiento de las familias incluidas en su estudio. No obstante, el
tratamiento de la dimensión subjetiva es muy general y preliminar y, como
afirman las autoras, se requiere profundizar en ella a efecto de poder
proporcionar más elementos que permitan conocer adecuadamente los factores que
propiciaron la emigración de la Ciudad de México.
Como podemos apreciar, la investigación realizada sobre la
dimensión ambiental de la migración es aún incipiente y representa un gran reto
tanto en términos conceptuales y teóricos, como metodológicos, ya que debe
incorporar los distintos factores que han demostrado su utilidad en las
investigaciones sobre migración, así como nuevos aspectos, como las condiciones
del ambiente −desde
distintas perspectivas, y su relación con el sistema social, económico,
cultural y político−, a nivel
nacional, local, familiar e individual, pero también factores subjetivos que
están moldeando la percepción del medio ambiente, y en consecuencia la decisión
de migrar. A ello hay que agregar el surgimiento de nuevas modalidades
migratorias como resultado de las transformaciones estructurales que se han
registrado en nuestro país, especialmente en la última década.
Hacia una propuesta para estudiar la dimensión ambiental de
la migración
Es importante destacar que, a pesar de que la investigación
sobre la dimensión ambiental de la migración ha privilegiado principalmente los
nexos entre emigración y deterioro ambiental, existen otras relaciones, no
menos importantes, que ameritarían estudiarse para contar con un panorama más
completo de la dimensión ambiental del fenómeno migratorio. Como se mencionó
con anterioridad, contextos ambientalmente deteriorados representan importantes
polos de atracción para grandes grupos de población, en tanto que localidades
sin problemas ambientales son fuente de importantes flujos migratorios, lo que
refleja la complejidad de abordar la dimensión ambiental de la migración y
poder determinar con precisión su influencia real.
A continuación presentamos, a manera de proposición, algunos
elementos que consideramos indispensables, aunque no suficientes, para
aproximarnos al conocimiento de la relación entre migración y medio ambiente,
destacando la importancia de incorporar la dimensión subjetiva en su estudio.
EI concepto de ambiente
Si bien una primera aproximación la representa la descripción
del ambiente en donde se originan los desplazamientos, en términos 10 más
objetivamente posible esta tarea no está libre de problemas. En primer lugar es
necesario partir de un concepto consensuado de ambiente que hasta el momento no
parece existir. Algunos autores lo identifican en términos de calidad del
suelo, clima, o bien de algunos procesos como la deforestación,
desertificación, etc., o como la calidad de aire, en especial en algunos
contextos urbanos afectados por la actividad industrial y la concentración de
población (Marquette y Bilsborrow, 1994). Otros consideran que incorporar
solamente las condiciones biológicas, físicas y químicas del entorno es
insuficiente para comprender su complejidad, por lo que sugieren integrar
además las condiciones social, económica, cultural y política que determinan la
influencia humana en un determinado ecosistema (Lomnitz, 1975; Gallopin, 1986,
y Arizpe, 1993).
Adicionalmente, y como se mencionó con anterioridad, el
estudio de la dimensión ambiental de la migración ha priorizado contextos de
deterioro, lo cual complica aún más la tarea de investigar la relación que nos
ocupa, ya que tampoco existe una definición clara y de consenso acerca del
deterioro ambiental y de los conceptos asociados a éste, lo que tiene como
consecuencia la falta de principios unificados para la evaluación de los grados
de daño o de deterioro (Landa et al., en prensa).
A falta de tal consenso en la definición del concepto de
ambiente y de deterioro, al abordar su relación con el comportamiento migratorio
de la población resulta fundamental partir de una definición clara de lo que el
investigador considera como ambiente. Independientemente de que se conceptúe en
términos exclusivamente biofísicos o bioquímicos la dimensión ambiental en la
que se originan los desplazamientos de población a investigar, se requiere
contextuarlos en términos demográficos, sociales, económicos, culturales y
políticos.
Pero antes es conveniente hacer referencia a otros elementos
que pueden contribuir a la claridad en la conceptuación del ambiente en
relación con el comportamiento migratorio de la población, en especial al
vincularla a condiciones de deterioro. Hemos mencionado que algunos autores,
preocupados por la determinación del estatus de refugiados, brindan un lugar preponderante
a la emergencia del desplazamiento comúnmente vinculado a la ocurrencia de
eventos con efectos ambientales que ponen en peligro la propia existencia de la
población humana. Por ello es indispensable identificar el origen, la magnitud
y las consecuencias de la disrupción[4],
distinguiendo entre su ocurrencia súbita o como el resultado de un proceso, ya
que las implicaciones migratorias podrían ser distintas dependiendo de la
gravedad del evento en cuestión, pero también de la capacidad de reestablecer
las condiciones previas a la ocurrencia del evento. Es aquí en donde entran en
acción las dimensiones no exclusivamente biológicas del ambiente.
Si como mencionamos con anterioridad, no existe consenso en
el concepto de ambiente ni de deterioro, tampoco lo existe en cuanto a cómo
determinar el riesgo ambiental, en especial en relación con la objetividad en
su determinación. Existe una extensa literatura acerca de la dificultad de los
métodos científicos disponibles para establecer el riesgo principalmente para
la salud humana, así como de la influencia de distintos factores políticos y
culturales en la construcción social del mismo. El espacio disponible para el
presente artículo impide hacer una revisión detallada de los estudios
realizados sobre este tema, baste mencionar que diversos autores han resaltado
la precaución que debemos tener al considerar como objetiva, suficiente e
imparcial la información sobre el efecto que cienos fenómenos tienen en el
medio ambiente y en la salud de la población[5].
Contextualización del ambiente como determinante de la
migración
Al haber conceptuado e identificado el fenómeno ambiental y,
en su caso, el deterioro que promueve desplazamientos de población, es
indispensable contextuarlo desde distintas perspectivas. Las características
biológicas, físicas y químicas del entorno son un primer acercamiento, mismo
que debe resaltar su dinámica y los procesos sociales, económicos, políticos y
culturales que dieron lugar al evento que hemos identificado como la causa del movimiento
migratorio. Estos procesos deberán tomarse en cuenta en la contextualización
del entorno en el que se originan los flujos migratorios bajo estudio, en
virtud de su importancia en la conformación de los mecanismos institucionales
de acceso, uso y control de los recursos naturales, eje central de la
apropiación diferencial del medio ambiente y del impacto también diferencial de
sus transformaciones y, en consecuencia, de las diversas respuestas en términos
migratorios frente a una determinada problemática ambiental.
A efecto de interrelacionar la dimensión ambiental con la
migración es conveniente describir la dinámica demográfica en el entorno que
promueve la emigración de población, lo cual permitirá aproximarnos a otros
procesos que le han dado lugar. Esta parte de la investigación requiere, con el
apoyo de fuentes secundarias, reconstruir los procesos poblacionales intentando
identificar las transformaciones importantes vinculadas a otros fenómenos, que
deberán ser explicados también a la luz de distintos procesos sociales,
económicos, políticos y culturales.
Si asumimos que la emigración responde a modificaciones
ambientales, en especial a condiciones de deterioro, es prioritario intentar
establecer en qué medida éste afectará el desarrollo de las actividades
económicas, sociales, políticas y culturales tanto a nivel local, familiar e
individual, que permitan la reproducción cotidiana y generacional de la
sociedad, frente a lo cual la población responderá de distintas maneras
dependiendo de la capacidad de restablecimiento de las condiciones previas a la
disrupción.
Identificación de los migrantes ambientales
La identificación del grupo de población que responde al
fenómeno en cuestión mediante la migración, puede realizarse de acuerdo con sus
características sociodemográficas, distinguiendo por sexo, edad, escolaridad,
ocupación, condición migratoria, etc., así como en cuanto a los diversos tipos
de desplazamientos en que se involucran, considerando diferencias espaciales y
temporales. Lo anterior tiene el objetivo fundamental de detectar la
selectividad demográfica, social, económica y cultural entre la población
migrante y las alternativas existentes frente al deterioro ambiental. La
diversidad de respuestas migratorias frente al deterioro depende de diversos
factores. Por un lado, del nivel de gravedad e implicaciones de la disrupción
que provoca la migración y, por el otro, de la capacidad de la población tanto
de percibir como de responder al deterioro.
Podernos plantear la hipótesis de que no toda la población
responde a los estímulos ambientales de la misma manera y que la respuesta
migratoria depende, además de factores estructurales, de las características
individuales y familiares de quienes cambian su residencia por estos motivos.
Es muy posible que sean las personas con mayor escolaridad quienes perciban el
riesgo ambiental en un sitio determinado y que tengan más posibilidades de
reaccionar, a través de la migración, a dicho riesgo. Pero también aquellas que
tengan los medios económicos para poder responder al riesgo de esta manera, y
también quienes tengan los contactos o relaciones para poder cambiar su
residencia y su inserción en los mercados laborales. Es factible, además, que
otros elementos, como la disponibilidad de empleo o perspectivas prometedoras
tanto en términos laborales como educativos, representen prioridades a nivel
individual y familiar que afecten la percepción del entorno deteriorado y, en
consecuencia, la intención de cambiar de residencia (Wood, 1995; Izazola y
Marquette, 1995).
La dificultad para identificar a los migrantes ambientales
radica principalmente en la disponibilidad de fuentes de información oportunas
y confiables que, a nivel local, permitan determinar con exactitud el impacto
migratorio de un determinado fenómeno ambiental, lo cual no es sencillo dadas
las escalas temporales y espaciales que privilegian las fuentes tradicionales
de información sobre la dinámica demográfica, así como su periodicidad. En tal
virtud, la alternativa más viable es la realización de estudios locales de tipo
cualitativo, que en combinación con las fuentes tradicionales, permitan
aprehender algunos aspectos centrales de la relación bajo estudio, sin
pretender llegar a conclusiones generalizables a otros contextos
socioeconómicos.
Las percepciones ambientales y la migración
Un aspecto que consideramos prioritario, pero que ha recibido
muy poca atención en los estudios sobre la dimensión ambiental de la migración,
lo representa la manera en que la población percibe un determinado riesgo
ambiental. En general, en la literatura sobre la dimensión ambiental de la
migración ha quedado pendiente determinar cuándo una emergencia ambiental
representa para una persona o una familia una amenaza y en consecuencia
responde con un cambio de residencia. Y por qué ante las mismas condiciones
ambientales las reacciones de la población son distintas. Quizá sea la
dimensión ambiental de la migración la que más demande la incorporación de
elementos subjetivos, los cuales no pueden tratarse con las fuentes
tradicionales de información sociodemográfica. Su abordaje requiere de la
utilización de técnicas cualitativas como las entrevistas en profundidad,
historias de vida o grupos focales.
La preocupación por estudiar la percepción ambiental se
encuentra presente en múltiples disciplinas, desde la psicología cognitiva, la
psicología social, la geografía, la arquitectura, hasta la antropología; y se
ha planteado desde diversas perspectivas con distintos objetivos. Tuan (1974)
señala la influencia que los factores biológicos, culturales, físicos y
sociales tienen en la conformación de las percepciones ambientales y cómo éstas
han influido en el desarrollo de las civilizaciones, en especial en el
surgimiento de las ciudades. Sin embargo, la influencia de las percepciones en
la dinámica demográfica ha sido poco estudiada por los especialistas de la
población; éstas generalmente se dan por supuestas, pero representan una
dimensión fundamental que requiere mayor atención si deseamos aproximarnos a la
relación entre el comportamiento demográfico y el ambiente. Su estudio
representa un gran reto para el especialista en la población, en virtud de que
demanda incursionar en el terreno de la subjetividad, al considerarlas:
tanto
la respuesta de los sentidos a estímulos externos, como la actividad consciente
en la que ciertos fenómenos se registran claramente, mientras que otros
permanecen en la sombra, o bien, son negados por completo. Gran parte de lo que
percibimos representa para nosotros un valor tanto para la sobrevivencia
biológica, como para proporcionamos ciertas satisfacciones que se encuentran
arraigadas en la cultura (Tuan, 1974:4).
La percepción ambiental se encuentra determinada por
múltiples factores, desde genéticos y sensoriales, que hacen que una persona sea
más sensible a ciertos estímulos visuales, olfativos, auditivos, etc., hasta
determinaciones culturales y sociales que influyen en la sensibilidad a los
estímulos sensoriales (Tuan, 1974). El entorno da forma, a su vez, a la manera
en que se desarrolla la agudeza sensorial, la cultura, la cosmovisión y así la
relación de la población con el ambiente.
También afectan la percepción ambiental las características
sociodemográficas como sexo, edad y condición migratoria al determinar los
aspectos del ambiente que representan más interés para unos y otros.
Dependiendo de sus características individuales, familiares, socioeconómicas y
culturales, para percibir con mayor o menor intensidad una posible amenaza a su
subsistencia biológica o social, así como para reaccionar a estas percepciones,
será la amplia gama de respuestas de la población; las vinculadas a los
procesos migratorios merecen especial atención y las percepciones que dan lugar
a éstos se convierten en una mediación fundamental para aproximarnos al conocimiento
de la interrelación entre migración y ambiente[6].
Entre las posibles respuestas de la población frente al
deterioro ambiental, además de la migración, podemos mencionar aquellas
relacionadas con la organización política para proteger el medio ambiente, la
reubicación de la vivienda o del lugar del empleo o bien la negación del
problema y, en el peor de los casos, la resignación.
Como señalamos anteriormente, la forma en que la población
responde a las condiciones de su entorno se encuentran mediadas, entre otros
factores, por las estructuras de opciones que cada individuo y familia tiene de
acuerdo con sus características demográficas y su ubicación en la estructura
social. Cuando la preocupación principal de una familia urbana radica en garantizar
la subsistencia −en
términos material− del
grupo, difícilmente se cuestionará acerca del deterioro ambiental, y si lo
hace, pocas posibilidades tendrá de responder a éste por medio de la migración,
de cambiar su residencia o su empleo en la misma localidad, o de participar
políticamente (Hogan, 1992); lo más probable es que niegue el problema o se
resigne a vivir con él. La situación puede ser distinta entre familias del
medio rural, en donde la relación de la población con la naturaleza es más
directa y, por consiguiente, el deterioro ambiental puede ser percibido más
directamente.
En la manera de percibir intervienen además, como señalamos
antes, factores culturales que en la actualidad se encuentran mediados por los
medios masivos de comunicación. Su influencia es decisiva en lo que la
población percibe como importante pero principalmente en situaciones de
emergencia ambiental. Algunos autores han advertido acerca del componente
ideológico en la percepción de los desastres de acuerdo con los variados intereses
sociales, económicos y políticos del observador, y que pueden tener efectos
diversos entre la población al ser transmitidas masivamente (Dove y Khan,
1995).
En la década de los setenta se criticó la prioridad que el
enfoque de la modernización daba a los factores psicosociales para el estudio
de la migración por el hecho de centrarse, desde una perspectiva conductista,
en las respuestas a ciertos estímulos por parte de la población.
Independientemente de sus determinaciones estructurales consideramos que en la
actualidad, a la luz de nuevos desarrollos teórico-metodológicos en la
psicología social europea, podemos integrar esta dimensión al estudio de la
migración por motivos ambientales.
En especial destaca la teoría de las representaciones
sociales, que se ha desarrollado principalmente en Francia y otros países
europeos desde la década de los sesenta, y se ha aplicado a diversos objetos de
estudio, desde el psicoanálisis, obra pionera por parte de su principal
exponente, Moscovici (1961), hasta el cuerpo, la infancia, la salud, la
democracia, etc. No es nuestro objetivo en el presente artículo detenernos en
las posibilidades de incorporar esta teoría al estudio de la migración por
motivos ambientales, solamente deseamos rescatar una dimensión olvidada en la
tradición mexicana de los estudios de migración: la psicosocial, que puede
permitirnos comprender la amplia gama de factores que moldean la dimensión
ambiental de este fenómeno.
Como podemos observar, las anteriores sugerencias manifiestan
la complejidad que representa abordar esta dimensión, ya que requiere de la
combinación de distintas perspectivas teóricas, de diversos marcos conceptuales
y niveles de análisis, haciendo indispensable el trabajo interdisciplinario, lo
cual dificulta aún más la tarea de aproximarse a la interrelación entre
migración y medio ambiente (Tudela, 1993).
Comentario final
Hasta aquí hemos hecho referencia a la evolución del centro
de interés en los estudios de migración en México, así como al avance de los
desarrollos teórico-metodológicos vinculados a las grandes transformaciones
sociales y económicas que han tenido lugar en las últimas décadas.
Hemos intentado resaltar las contribuciones que las
investigaciones bajo las diversas perspectivas teóricas hicieron al conocimiento
del fenómeno migratorio, intentando recuperarlas para el estudio de la
dimensión ambiental de la migración. Se señaló la importancia que tienen los
factores y procesos macroestructurales familiares e individuales, tanto en la
configuración de la realidad ambiental y
social como en las opciones migratorias de la población y las percepciones
asociadas a ellas. Todos estos son aspectos que han de incorporarse en su
conjunto al estudio de la migración por motivos ambientales.
También hicimos referencia a los esfuerzos conceptuales y
metodológicos que a nivel internacional se han hecho para estudiar las
respuestas migratorias de la población frente a las condiciones ambientales, en
especial de deterioro, habiendo resaltado sus limitaciones para dar cuenta
adecuada de la complejidad de la dimensión ambiental de la migración. Se
propusieron algunos pasos metodológicos que consideramos necesarios para
aproximarnos a su estudio, destacando la influencia de las percepciones
ambientales en las respuestas migratorias frente a determinadas condiciones del
medio ambiente. Las sugerencias hechas a lo largo del texto suponen un esfuerzo
importante en cuanto a trabajo interdisciplinario, lo cual representa un reto
adicional para el investigador que desee aproximarse a este objeto de estudio.
La complejidad del fenómeno que pretendemos estudiar, así como de las
posibilidades reales de hacerlo, obliga a que este tipo de investigación sea
conducido a nivel de pequeños estudios de caso, a efecto de poder aprehender
con mayor facilidad la complejidad de los factores y procesos que intervienen
en la materialización de un cambio de residencia originado por motivos
ambientales, lo cual sería imposible de realizar a escalas más amplias.
Mencionamos que la nueva realidad social, económica y
ambiental, moldeada por transformaciones estructurales que han propiciado la
integración del país a la economía internacional, ha afectado los flujos
migratorios y la distribución de la población en el territorio nacional. Esta
situación demanda urgentemente la atención por parte de los estudiosos de la
migración, incorporando cada vez más, nuevas dimensiones como la ambiental.
Deseamos finalizar con una sugerencia adicional en el sentido
de que cualquier intento que busque dar cuenta de los nuevos flujos migratorios
vinculados a las condiciones ambientales debe tener presente, además de todos
los elementos señalados, la influencia que puede tener la creciente vinculación
con el exterior, tanto en términos de la presión internacional para proteger al
medio ambiente como del surgimiento de nuevos centros urbanos en todo el país,
y que pueden tener repercusiones tanto a nivel ambiental como migratorio.
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[1] Véase al respecto Kavanagh y Lonergan (1992)
[2] Myers y Kent (1995), citados en Wood (1995), estima a nivel mundial 25
millones el número de migrantes por motivos ambientales. En su cálculo integran
las implicaciones de puntos de presión (pressure points) demográficos y
el deterioro de los recursos naturales, superando así el énfasis exclusivo que
algunos autores dan a los desastres naturales.
[3] Cabe mencionar que la autora propone superar la concepción del medio
ambiente en términos exclusivamente físicos y biológicos del entorno, e incluir
en ella la dimensión social.
[4] Si bien algunos de ellos responden a fenómenos naturales como
inundaciones, terremotos o sequías, ha sido resaltada la frecuencia, magnitud y
gravedad que éstos tienen en condiciones especificas de desarrollo
socioeconómico y que no es posible seguirlos definiendo como desastres
exclusivamente naturales (Leff, 1993).
[5] Sobre este debate véase Cutter (1993), Adams (1995), Beck (1992),
Douglas y Wildavsky (1983); para el caso de México. Lezama (1996).
[6] Acera de las percepciones del ambiente como variables intermedias de
comportamiento demográfico véase Day (1994).