El trabajo y la vida cotidiana. Un enfoque desde los
espacios de vida*
alicia lindón villoria
el colegio mexiquense
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Resumen
En este artículo se plantea un camino metodológico
para tratar el estudio de la vida cotidiana y su relación con el trabajo, desde
la perspectiva de los espacios de vida de los individuos. En este sentido, la
propuesta es partir de la interacción entre la vida cotidiana, subdividida en
cuatro ámbitos (doméstico, laboral, vecinal y tiempo libre), y la relación
trabajo/residencia (o la espacialidad del trabajo)**. La interacción entre
estas dos esferas la denomino "trama de la vida cotidiana". Al concebir
a esta última como la articulación de vínculos sociales (definidos en función
de las actividades cotidianas) y un fondo espacio-temporal, es posible llegar a
diferenciar tramas dispersas espacialmente y fraccionadas en términos
temporales, y tramas cotidianas concentradas en ciertos espacios de vida y
continuas en el tiempo cotidiano.
*Estas
reflexiones se han desarrollado en el contexto de nuestra tesis doctoral
"El trabajo y la vida cotidiana. Los modos de vida urbanos en el valle de
Chalco", Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México, 1996. Esta
investigación ha contado con el apoyo del Seminario de Estudios de la Cultura
de la Dirección General de Culturas Populares, CONACULTA.
Asimismo, se ha recibido el apoyo de una beca C.B. Smith del Institute of Latin
American Studies de la Universidad de Texas, en Austin. Los antecedentes de
este texto fueron presentados en Encontro Internacional: Lugar, formaçâo
sócio espacial, mundo, (O lugar e a produçâo do cotidiano), San
Pablo, septiembre de 1994.
**Relación
trabajo/residencia: relación T/R.
Introducción
En este trabajo se presenta una propuesta
metodológica para estudiar la relación entre el trabajo y la vida cotidiana
desde un enfoque espacio-temporal. De esta manera, el artículo se integra de
tres apartados. El primero se dedica a la revisión de los contenidos que
frecuentemente adopta el enfoque espacial en el pensamiento social actual,
distinguiendo dos posiciones opuestas. En una de ellas el espacio interesa en
un nivel macrosocial y en su dimensión material; en la otra, el espacio se
incorpora como vivencia desde un nivel microsocial. En este segundo contexto se
ubica la propuesta metodológica desarrollada en los dos apartados siguientes.
En el segundo apartado se analiza la importancia de
regresar analíticamente a la categoría trabajo como una forma de comprender la
vida cotidiana de las personas. Esto implica ubicar al trabajo desde la
perspectiva de los individuos. La especificidad de esta propuesta radica en
entender al trabajo desde su espacialidad antes que desde otras dimensiones más
conocidas, como por ejemplo las formas de inserción laboral.
Por último, en el tercer apartado se presenta la
propuesta metodológica a partir del tratamiento simultáneo de la espacialidad
del trabajo y los ámbitos en los que se subdivide la vida cotidiana. Esta doble
entrada representa un camino para comprender la trama de la vida cotidiana,
entendida como un conjunto de relaciones sociales que se dispersan en distintos
espacios de vida y se fragmentan en diferentes tiempos.
El espacio en el pensamiento social de fin de siglo
Los intelectuales de las ciencias sociales
actualmente parecen orientarse hacia dos ámbitos principales del conocimiento
en los que se está canalizando la mayor parte de las reflexiones que ofrecen
esquemas interpretativos de la realidad social de este fin de siglo. Muy
esquemáticamente podríamos decir que uno de estos hábitos del pensamiento
actual es el dominado por la idea de "mundialización", en donde se da
una relativa preeminencia a la dimensión económica. Sin embargo, la regencia de
lo económico no impide que detrás de ello aparezcan alineadas otras dimensiones
como la política, la sociológica y, a veces, la territorial. Respecto a esta
última dimensión, podemos recordar el interés de los geógrafos y especialistas
en general por el tema de las ciudades mundiales, los distritos industriales,
los flujos informáticos, etcétera.
Así, se habla de mundialización, globalización,
conformación de bloques económicos, grandes áreas de libre mercado,
reestructuración de los procesos productivos y de trabajo y de una verdadera
revolución tecnológica. En términos territoriales no debe omitirse el interés
por la reestructuración de las viejas regiones industriales y la conformación
de distritos de la misma índole, así como también de otros fenómenos asociados
a éstos; no olvidemos el interés por la denominada "informalidad
urbana".
Una cuestión significativa es que para este ámbito
del pensamiento, el espacio (particularmente el espacio-mundial) ha ido
cobrando interés creciente; de una manera o de otra, está presente en los
diversos discursos, aunque no siempre de manera consistente. Así, a pesar de
que frecuentemente no ha pasado de ser un simple espacio-soporte en el
que ocurren fenómenos económicos, o bien, el recorte espacial de un proceso
socioeconómico, su sola consideración (por más limitada que sea) pude ser un
paso adelante si lo evaluamos en el contexto de un pensamiento socioeconómico
fuertemente espacializado.
Se puede demarcar un segundo ámbito del pensamiento
de este fin de siglo[1], conformado en torno a la subjetividad, a lo microsocial, lo local,
la vida cotidiana, el mundo de lo doméstico, los modos de vida en nuestras
metrópolis y megalópolis.
En este caso, se defiende (porque estas dimensiones
aún no gozan de demasiado estatus científico, como ocurre con lo
económico o lo político) la importancia del retorno a la subjetividad, al
individuo y la persona, a lo vivencial, al presente, a la afectividad y la
emotividad, a lo lúdico y onírico, como esferas esenciales para comprender al
hombre actual y a la vida social en su conjunto. En esta perspectiva se ha
tornado esencial incorporar lo "no racional, lo que no responde a fines
claros, lo que se aleja de la racionalidad instrumental, que supuestamente
regía y explicaba casi todas las acciones del hombre de la modernidad
(Touraine, 1994)[2]. Ésta es una forma de reconocimiento científico de un individuo más
complejo que aquel cuyas acciones se podían explicar enteramente por la
racionalidad instrumental.
Recordemos que, por ejemplo, Michel Maffesoli
(1991,1992 y 1993) ha planteado que lo "social" está siendo
sustituido por una "socialidad de base", que los
"individuos" caracterizados por funciones sociales dejan el lugar a
las "personas", definidas por desarrollar múltiples roles cambiantes
antes que una función precisa y establecida. Los "grupos
contractuales" (por ejemplo los sindicatos) pierden importancia frente a
las "tribus afectivas". Lo "político", que siempre se ha
asociado al futuro como el espacio de las metas y los proyectos actuales, pierde
terreno frente al retorna a la "comunidad", a una suerte de
tribalismo, a un reencantamiento del mundo, que se vive en un aquí
espacializado y un ahora (el presente, que no piensa en la historia). Desde
esta perspectiva, lo imaginario ha ido definiendo un estatus científico; por
ejemplo, se han constituido centros de investigación sobre lo imaginario[3].
En este segundo ámbito del pensamiento actual, el
espacio, y en particular los microespacios, se han constituido en un componente
central del análisis, a pesar de no tratarse de análisis geográficos o
planteados desde una perspectiva expresamente espacial. Toda esta reflexión, al
encontrar raíces fenomenológicas, parte de un individuo situado en un aquí y un
ahora; por ello el desarrollo de este pensamiento ha incluido el análisis de
esas dos coordenadas (espacio y tiempo), con la particularidad de que son
consideradas desde las vivencias espacio-temporales de los propios sujetos. Por
ejemplo, Berger y Luckmann, aunque dan prioridad al tiempo, destacan que
"el mundo de la vida cotidiana se estructura tanto en el espacio como en
el tiempo" (Berger y Luckrnann, 1968: 44).
Estas tendencias sobrepasan ampliamente el campo
disciplinario de la geografía, que siempre tuvo un monopolio relativo sobre lo
espacial; más aún, el actual interés por el espacio asociado a la subjetividad,
el espacio vivido, no se ha iniciado en esta disciplina, a pesar de los
intentos más o menos pioneros de la geografía de las percepciones en los años
setenta, que dieron origen a la geografía de las representaciones en la década
de los ochenta. Así, hoy el espacio asociado a lo vivencial y a la subjetividad
es sujeto de estudio también de la sociología, la antropología, la
etnografía... Este proceso no deja de tener repercusiones en el campo de la
geografía, en donde lo que fueron intentos aislados y no legitimados
institucionalmente como ocurría con los trabajos de Armand Frémont en los años
setenta (Frémont, 1976), hoy comienzan a retroalimentarse de los aportes de
otras disciplinas sociales como la sociología del conocimiento (Bailly,
1992:371-384; Bailly y Debarbieux, 1991: 153-161; García Ballesteros, 1986:
13-27).
La descalificación de la subjetividad que dos
décadas atrás se entre los espacialistas también se daba en otros ámbitos del
pensamiento social. Algo semejante ocurría con trabajos como los de Gilbert
Durand (1981) en la antropología, o los de Pierre Sansot (1971) en la
sociología.
De acuerdo con el pensamiento de nuestro fin de
siglo, no podemos dejar de considerar a otros actores intelectuales; aquellos
que siguen aferrados a las determinaciones cuasi directas de lo estructural.
Para éstos, toda esta corriente subjetivista es juzgada, no sin un cierto aire
deslegitimador, como la "huida a la subjetividad", como un nuevo
solipsismo de fin de siglo. Lo cierto es que sin negar la importancia de lo
estructural, destacados autores procedentes del análisis de lo estructural y de
lo macrosocial, como Ralf Dahrendorf (1979) o Adam Przeworski (1982:58-99) han
mostrado que ante unas mismas condiciones estructurales los individuos
encuentran diferentes formas de organizar la vida (life chances, en
palabras de Dahrendorf[4], y diferentes formas de percibir y organizar su espacio.
Aun cuando estas posiciones no dejan de ser
aproximaciones estructural-funcionalistas, que conciben las acciones humanas
como reacciones ante el sistema (Michel, 1974:19), es importante el
reconocimiento, por parte de autores muy lejanos al pensamiento subjetivista,
de la multiplicidad de hechos posibles ante un mismo fenómeno desencadenante.
En suma, el pensamiento social de este fin de siglo,
tanto el que se amarra en la mundialización o bien el que lo hace en la
subjetividad, incorpora el espacio, se espacializa. Se redescubre el espacio;
aquel que los individuos en su vida cotidiana siempre incorporaron, porque el
hombre es un ser espacializado (Ortega y Gasset, 1983:339-343)[5], pero que los intelectuales de las ciencias sociales han tenido
tantas dificultades para incluir en su discurso y mucho más: aún, en su análisis,
La perspectiva de la mundialización-globalización
(descontando los casos en los que el espacio les un simple recurso para
delimitar un fenómeno) cuando considera al espacio lo hace en términos de
"organización espacial". En cambio, la segunda de estas perspectivas,
la subjetivista, considera al espacio desde la visión de "las prácticas
espacializadas de los individuos y las representaciones e imágenes del
espacio" que las personas manejan y con las que se orientan cotidianamente
en su quehacer.
Es consecuencia de lo anterior que en el primer caso
sean frecuentes los análisis que parten de la dimensión macrosocial; directa o
indirectamente se habla de la organización del espacio. Mientras que en el
segundo caso la tendencia es a desarrollar análisis de tipo microsocial, de
corte predominantemente cualitativo, que parten de un Ego espacializado (un
individuo situado en un aquí y un ahora). Se marca, así, un nuevo retorno a la
fenomenología. Estas consideraciones no niegan los distintos intentos por conocer
los vínculos entre los análisis de tipo macro y microsocial, de lo cual puede
ser un ejemplo la obra de Anthony Giddens, que significativamente busca puentes
entre la sociología y la geografía (Gicldens, 1995: 39-76 y 143-175).
En este bosquejo muy esquemático del pensamiento
social, este artículo se ubica en la segunda perspectiva aquí planteada, la
subjetivista y espacialista. En esta ocasión sólo se presentan algunos
elementos de la estrategia metodológica seguida en la investigación que da
origen a este artículo, y no resultados empíricos de la investigación[6]. Sin embargo, se debe señalar que este camino metodológico se ha ido
construyendo en relación con un particular fragmento de la realidad
metropolitana de la ciudad de México[7].
El trabajo coma categoría mediadora entre lo
histórico y la vida cotidiana
En este artículo no se pretende trabajar sobre los
vínculos entre la visión microsocial, de corte subjetivista, y la macrosocial,
asociada a la mundialización-globalización que interesa tener presente lo macro
como un contexto desencadenante de ciertos fenómenos que resultan procesados de
muy distintas formas en la vida cotidiana de las personas, En otras palabras,
se entienden los macroprocesos como contextos que residen de distintas maneras
en las microsituaciones. Desde esta visión, resulta particularmente relevante
considerar "el trabajo" (no me refiero al empleo ni a la inserción
laboral), ya que es una categoría que puede facilitar el establecimiento de
ciertos vínculos entre la escala macrosocial y la de la cotidianidad.
En cierta forma puede servir de sustento la ya
clásica diferenciación entre work y labour, particularmente en los
términos planteados por Agnes Heller. Recordemos que para esta autora el
trabajo es work cuando es viso desde la sociedad en su conjunto,
mientras que el trabajo como labour se define a partir del trabajador,
del significado que el trabajo toma en su vida cotidiana (Heller, 1977:
119-125)[8]. En esta línea, se puede avanzar diciendo que work es el
aspecto del trabajo más próximo a la escala macro de la
mundialización-globalización, y labour es su dimensión más próxima a la
escala micro de la vida cotidiana. En otros términos, hablamos de trabajo como work
cuando el enfoque parte de lo estructural; mientras que lo hacemos en términos
de labour cuando partimos de los individuos.
La capacidad de la categoría trabajo de actuar como
un puente entre la escala de los macroprocesos y la escala de las prácticas
cotidianas, a mi modo de ver, se asocia fuertemente a la "espacialidad"
del trabajo. Frecuentemente el trabajo ha sido visto como un puente entre
niveles analíticos, aunque casi siempre ello se ha realizado a partir de otra
dimensión de la categoría trabajo: las formas de inserción laboral. Sin
pretender negar la capacidad interpretativa de las formas de inserción laboral,
nos interesa regresar al trabajo visto desde los individuos, dándole prioridad
a esta otra dimensión del trabajo, la espacialidad.
La posibilidad de considerar al trabajo desde la
escala de lo microsocial, aunque vinculado a la escala macro, a los procesos de
mundialización y reestructuración económica, se funda en el reconocimiento de
que estos macroprocesos están transformando los procesos de trabajo, de
producción y los factores de localización industrial. Estas transformaciones
sociales usualmente son analizadas como cambios en la organización de los
espacios de la producción y cambios en la esfera de la producción en su
conjunto; sin embargo, también pueden ser consideradas en cuanto a sus
repercusiones en la vida cotidiana de las personas que realizan esos procesos
de trabajo reestructurados.
Desde esta visión, la espacialidad del trabajo se
torna en una de las principales dimensiones interpretativas, al igual que su
temporalidad. Por ello, para comprender la vida cotidiana y el espacio vivido,
creo que es más relevante considerar la espacialidad del trabajo (el lugar en
donde se trabaja y los movimientos espaciales originados en el trabajo) y su
temporalidad, antes que las formas de inserción en los mercados de trabajo (por
su cuenta, o forma asalariada) o el tipo de ocupación (actividad que se
realiza)[9]. Aunque evidentemente hay una relación estrecha entre la
espacio-temporalidad del trabajo y las formas de inserción laboral y el tipo de
ocupación.
Al considerar el trabajo como una categoría
espacializada, la perspectiva metodológica en este artículo ha sido la de
diferenciar dos subdimensiones espaciales. Una de ellas es el lugar de trabajo;
la segunda viene dada por los movimientos en el espacio generados por aquél, o
bien la ausencia de tales movimientos. En cuanto a la primera −el lugar de
trabajo− la evidencia empírica muestra que los procesos de reestructuración
económica (los procesos macro) están influyendo en la espacialidad del trabajo,
de manera más concreta en la localización de los lugares de trabajo.
En las grandes áreas metropolitanas como la
periferia de la Ciudad de México, es posible encontrar diversas formas de
trabajo domiciliario que en muchos casos recuerdan la organización de los talleres
artesanales de la Edad Media (Pirenne, 1939:183). Esta localización del trabajo
dentro del espacio de la vivienda, a veces tiene relación directa con la
reestructuración económica (como la subcontratación domiciliaria), otras se
trata de relaciones más indirectas, en las que si la reestructuración
interviene es más por exclusión que por inclusión, como ocurre con la
proliferación de los pequeños comercios domiciliarios[10]. Estos últimos casos son los referentes empíricos de esta
investigación[11].
Así, parecería que el retorno del trabajo al lugar
de residencia de las personas es un fenómeno frecuente. Sin embargo, no es el
objetivo de este artículo analizar las mediaciones entre los niveles y las
escalas, sino buscar estrategias metodológicas que permitan analizar las formas
de articulación de la espacialidad del trabajo y la vida cotidiana[12]. En otras palabras, se busca la articulación entre lo histórico y lo
cotidiano, conocer en qué forma el proceso histórico del retorno del trabajo al
lugar de residencia influye en la conformación de las prácticas cotidianas.
En cuanto a la segunda dimensión de la espacialidad
del trabajo (los movimientos cotidianos en el espacio de vida) la citada
localización del mismo en el hogar produce una disminución de los movimientos
espaciales de las personas, ya que una gran parte de los desplazamientos que
los individuos realizan cotidianamente se deben al trabajo, concretamente al
trayecto obligado por la separación entre los lugares de trabajo y los de
residencia.
Este fenómeno −la escasa movilidad cotidiana en el
espacio− tiene influencia en las representaciones del espacio que las personas
manejan (Moscovici, 1988)[13] y repercute en la construcción del imaginario espacial. Por su parte,
las representaciones del espacio que tienen las personas influyen en la
construcción del espacio social (Chalas, 1984: 489-506). Recordemos que las
representaciones son sistemas de nociones asociados a redes de imágenes que
actúan como filtros orientadores de las acciones[14]. Este tipo de cuestiones abren interrogantes acerca de la relación
entre el imaginario espacial de las personas (cómo piensan y viven
interiormente el espacio) y la unión del lugar de trabajo y el de residencia.
La relación trabajo/residencia y los ámbitos de la
vida cotidiana
La consideración de la categoría trabajo en términos
espaciales condujo a redefinirlo en esta otra categoría más compleja: la
relación trabajo/residencia (Touraine, 1962:203-224); (Chombart de Lauwe y
Jenny, 1963:324-344); (Chombart de Lauwe, 1963:329-340)[15]. Así, la anterior es una categoría referida a los espacios de vida de
las personas que trabajan. Estos espacios pueden ser vistos como los lugares
frecuentados por un grupo social o un individuo que se siente parte de ese
espacio, mientras que el espacio vivido da cuenta de lugar frecuentado y
del que se forma parte, en el que se distinguen distancias sociales pero
también en donde la persona puede distinguir distancias afectivas (Bailly,
1992:371-384); (Bailly y Debarbieux, 1991:153-161).
El lugar de trabajo y el de residencia son dos
espacios de vida que al mismo tiempo hacen referencia a dos ámbitos de
relaciones sociales del individuo, el laboral (lugar de trabajo) y el familiar
(lugar de residencia). Ambos, como espacios de vida, unas veces se superponen,
conformando un único espacio vivencial; en otros casos son dos espacios de vida
diferentes y separados por espacios de tránsito. En otras ocasiones el lugar de
trabajo se materializa como una multiplicidad de espacios de vida; en general esto
último ocurre cuando el trabajo adquiere el carácter de ambulante, es
decir, cuando no se fija espacialmente. Al respecto, destaquemos que la noción
de trabajo ambulante −tan utilizada en las perspectivas que analizan el empleo
y la inserción laboral− toma contenido a partir de la especialidad que le es
propia.
En esta propuesta la relación
trabajo/residencia comprende tres situaciones principales
(metodológicamente debería hablarse de tres categorías): a) lugar de trabajo y
residencia unidos; b) lugar de trabajo y de residencia separados en el conjunto
territorial metropolitano; y, c) lugar de trabajo y de residencia separados y
próximos. La primera de estas situaciones refiere a un espacio vivido, en tanto
que las dos últimas permiten postular la existencia de espacios de vida y
espacios vividos.
Esta construcción de la relación
trabajo/residencia viene a constituir en esta propuesta una de las dos
entradas al estudia de lo que aquí se está denominando trama de la vida
cotidiana. La segunda vía de entrada se orienta hacia los diferentes ámbitos
en los que se puede subdividir
analíticamente a dicha trama. En relación con lo anterior, y desde una
perspectiva espacio-temporal, es importante distinguir ámbitos, que en este
caso han sido los siguientes: a) laboral; b) del tiempo libre; c) doméstico; y,
d) vecinal[16]. Se puede observar que estos cuatro ámbitos se distinguen entre sí
por las actividades que les son propias, por la naturaleza de las interacciones
sociales que en ellos se desarrollan y también por su espacialidad.
En relación con el tiempo libre, éste se refiere a
aquellas prácticas espacialmente externas a la vivienda y también a las otras
que se hacen adentro de la vivienda (como ver la televisión). La misma
estrategia se ha tomado en relación con el ámbito doméstico, en donde la mayor
parte de las prácticas cotidianas, aunque no todas, se desarrollan dentro de la
vivienda.
Respecto del ámbito vecinal, señalemos que en
términos territoriales corresponde al concepto de barrio (Mayol, 1994:15-24).
El vecindario se refiere al ámbito de un tipo de interacciones sociales, en
tanto que el barrio da cuenta de esas interacciones sociales y también de la
territorialidad a ellas asociada Se puede decir que éste es la parte del
espacio público en el cual se insinúa un espacio privado por medio de prácticas
cotidianas asociadas con la fijación del hábitat, con el acostumbramiento
recíproco al vecindario, y con los procesos de identificación que resultan de
la proximidad física y la coexistencia en un mismo territorio urbano.
La consideración de la espacialidad de los cuatro
ámbitos tiene la ventaja de permitir estudiar la vida cotidiana hacia adentro y
hacia afuera del hogar. Esto significa estudiarla en espacios de vida en los
cuales se incorporan cercanías afectivas (lo interno al hogar, como espacios
vividos) y otros en los que predominan las distancias afectivas (lo externo,
como espacios de vida que pueden llegar a constituir espacios vividos).
Esta estrategia metodológica que se ha seguido para
el estudio de la trama de la vida cotidiana ha partido de la búsqueda de toda
la pluralidad de formas que pueden asociarse con la relación
trabajo/residencia, para luego explorar la interacción entre esa diversidad
contenida en la relación trabajo/residencia y cada uno de los hábitos o esferas
de la vida cotidiana. Todo ello con miras a la construcción de tipos de formas
de constitución de la vida cotidiana[17].
Desde esta perspectiva metodológica, la articulación
entre la relación trabajo/residencia y los cuatro ámbitos seleccionados es la
forma de acercarnos a la concepción de la vida cotidiana como una trama. La
idea de trama expresa la integración de un fondo y unos vínculos
sociales (Javeau, 1991:292; Lindón, 1996:156-176)[18]. En este caso, se considera que el fondo de la trama es el tiempo
cotidiano y también los espacios en los que se dispersa la cotidianidad; en
tanto que los vínculos corresponden a ciertas relaciones sociales muy
estructurantes de la vida cotidiana, como los roles conyugales. La opción por
este tipo de vínculo social primario se debe a la importancia que tienen los
hogares de tipo nuclear −con núcleo completo− en el contexto de la zona del
estudio empírico.
Es necesario observar que no se incluyen los roles
conyugales como roles individuales vistos en un contexto social, sino como
roles relacionales; es decir, el concepto de roles conyugales nos permite
preguntarnos: cómo se interrelacionan cotidianamente ambos cónyuges con
referencia a las prácticas cotidianas[19]. Desde esta óptica, los roles conyugales sólo se pueden estudiar con
respecto al desarrollo de las distintas prácticas cotidianas que realizan las
personas-cónyuges[20].
A continuación esquematizamos la propuesta
metodológica planteada:
En síntesis, se busca construir una respuesta
metodológica a la siguiente pregunta de investigación: ¿cómo estudiar la vida
cotidiana desde una perspectiva espacio-temporal?
Este enfoque metodológico ha permitido encontrar dos
tipos polares de formas de constitución de la vida cotidiana[21]. Uno de ellos se caracteriza por la dispersión de la cotidianeidad en
múltiples espacios de vida, al menos en el caso de uno de los cónyuges. Estos
espacios de vida encuentran correspondencia con los pequeños mundos de vida,
sobre los que ha reflexionado Benita Luckmann (1978:275-290). En el tipo
opuesto, se encuentran patrones de fuerte concentración espacial de la
cotidianidad. Este segundo tipo coincide con aquellos hogares en los que se ha
producido la unión del lugar de trabajo y el de residencia para ambos cónyuges.
La dispersión, en cambio, se ajusta a los hogares en los que uno de los
cónyuges divide su existencia entre dos ámbitos separados y diferenciados: el
lugar de trabajo y el de residencia, en tanto que el otro cónyuge la fragmenta
en múltiples ámbitos de la socialidad, cada uno con una espacialidad propia: el
vecindario, el trabajo, el hogar y ciertos ámbitos del tiempo libre.
Los patrones de concentración espacial de la
cotidianeidad (el segundo tipo) van asociados a la vivencia interior del tiempo
cotidiano como un continuo indiferenciado que involucra al grupo familiar en su
conjunto. En ese tiempo cotidiano continuo no se desarrollan actividades que
puedan significar separaciones entre ámbitos de la socialidad o en fragmentos
de tiempo (Durán, 1988:460). Desde el ángulo de los roles conyugales, esta
situación se asocia a la conjunción conyugal en casi todos los ámbitos de la
cotidianidad; se puede decir que los cónyuges comparten la realización de la
mayor parte de las actividades cotidianas, tanto las laborales como las
domésticas.
En este tipo se ha encontrado que la concentración
de la espacialidad cotidiana en la vivienda es de tal intensidad que el barrio,
entendido como el entorno socio-espacial inmediato del hogar, no llega a
vivirse como un espacio apropiado por las personas, reduciéndose éste a la
vivienda y su entorno más próximo. El espacio de vida dentro de la vivienda
adquiere una fuerte centralidad, en la que las relaciones familiares articulan
lo laboral y lo emocional, mientras que se acentúa el distanciamiento respecto
a los ámbitos sociales externos, tanto al vecindario como a la parentela que me
es corresidente. Estos últimos no llegan a constituir espacios vividos, con la
particularidad de que el lugar de trabajo (en el que también se reside) toma el
carácter de espacio vivido y no sólo espacio de vida
Esta última situación viene a constituir una forma
de invención de la cotidianeidad a través de la espacialidad; al igual que la
conjunción conyugal es una forma de invención desde la socialidad. No podemos
dejar de subrayar que el hallazgo de este tipo de forma de invención de la
cotidianeidad ocurra en hogares en los cuales el trabajo ha sido, al menos
parcialmente, recreado en sus formas y en su espacialidad por los propios individuos
que lo realizan y fuera del vínculo con lo estructural que significa el
asalariamiento.
El tipo opuesto, el fundado en la dispersión de la
vida cotidiana en múltiples espacios de vida se asocia con la vivencia interior
del tiempo cotidiano de manera fragmentada. En relación con los roles
conyugales se encuentra que el trabajo se desarrolla bajo pautas de
complementariedad; es decir, ambos cónyuges desarrollan actividades laborales,
pero en forma independiente uno respecto del otro. En tanto que en el ámbito
doméstico se detectan patrones de conjunción conyugal: las actividades
domésticas son compartidas por ambos cónyuges.
En relación con el ámbito externo al hogar, el
vecindario, se destaca el sentido de pertenencia de ambos cónyuges respecto al barrio.
Se puede decir que una fuerte apropiación del territorio barrial marca la forma
de interacción con el vecindario, sin interposición de distancias sociales. Se
trata de interacciones en la cercanía social, lo cual no excluye el conflicto,
que constituyen al barrio en un espacio vivido.
Por último, esta estrategia analítica introduce la
consideración de los significados que cobran esas prácticas cotidianas
espacializadas y temporalizadas. Los significados de tales prácticas interesan
a fin de comprender si la vida cotidiana se presenta como una invención o
creación, o si se vive como simple alienación en la repetición. En otras
palabras, permite indagar cuándo las prácticas cotidianas son significadas como
rutinas y cuándo toman el carácter de rupturas de la cotidianidad, o por lo
menos nos indica cuándo constituyen formas de invención no repetitivas (Lalive
d'Epinay, 1983:13-38).
Al dejar abierta la posibilidad de que cualquier
práctica cotidiana sea vivida como un acontecimiento, se asume la posibilidad
de la invención de lo cotidiano. Con ello se recupera empíricamente la tesis
central de Michel de Certeau en torno a la concepción de la vida cotidiana como
invención (De Certeau, 1990). En otros términos, no se considera aquí que la
vida cotidiana deba ser asimilada necesariamente a lo alienante, como sostuvo
el pensamiento marxista dedicado al tema (Lefebvre, 1972; Heller, 1977).
El retorno histórico del trabajo al lugar de
residencia, al menos en los sectores populares urbanos, resemantiza el sentido
que toma el acontecimiento en la vida cotidiana, pudiendo constituirse
en un fenómeno social que indirectamente permite que los individuos encuentren
formas de invención o de cuasi-invención de su cotidianeidad, difícilmente
recreables cuando el trabajo está anclado en un espacio de vida ad-hoc.
Desde este enfoque, la vivencia del espacio puede
constituir una forma de buscar la invención o bien la repetición. El tipo de
constitución de la vida cotidiana fundado en la dispersión de la existencia en
múltiples espacios de vida halla lo renovado en esa dispersión espacial; en
cada espacio se desarrollan distintas pautas de interacción social, distintas
normatividades, diferentes encuentros cara a cara.
Por su parte, el tipo opuesto basado en la
concentración de la existencia en un único espacio de vida, tiene más
dificultades para recrear la invención en lo cotidiano, y sólo la puede recrear
en espacios y tiempos de tipo intersticial. Los espacios-tiempos
intersticiales representan fugas espontáneas de la dinámica que perdura (la
dominada por el trabajo en un contexto familiar); que no están preestablecidos
ni espacial ni temporalmente, como puede estar predeterminado un día libre en
el calendario de un obrero asalariado. Los espacios-tiempos intersticiales
representan pequeñas fugas del lugar de trabajo y residencia regido por una
lógica laboral familiar particular, ya que se desarrolla en interacciones
familiares teñidas por la dimensión motiva. Esas salidas a espacios
intersticiales en el conjunto de la trama de la vida cotidiana no tienen ni
horarios fijos, ni una espacialidad preestablecida. En ese sentido tienen la
capacidad para introducir una forma de invención o de cuasi-invención en la
vida cotidiana, aun cuando sea instantánea.
Algunas reflexiones finales
Esta propuesta metodológica presenta una forma de
estudiar la vida cotidiana de los sectores populares de la periferia metropolitana
desde la perspectiva de los espacios vividos, desde las vivencias espaciales de
las personas, partiendo de la centralidad que adquiere en ello el lugar de
trabajo como estructurante de la vida cotidiana. Tal estrategia, pensada desde
un enfoque próximo a la subjetividad de las personas, también da Cuenta de un
enfoque espacial particular para estudiar la vida social desde las vivencias
interiores y exteriores de los individuos en interacción (Schutz, 1974)[22], antes que desde la otra perspectiva más conocida vinculada a lo
macro social, que hemos definido como el enfoque de la organización del
espacio.
La naturaleza del camino
metodológico construido permite conocer la trama de la vida cotidiana desde su
espacialidad, diferenciando todo el espectro de situaciones que van desde la
dispersión espacial hasta la concentración absoluta de la cotidianeidad en un
único espacio de vida. En cuanto al tiempo, hace posible reconocer
cotidianeidades desarrolladas como una continuidad en las que no se producen
separaciones y también aquellas que se fragmentan temporalmente. Por último se
puede destacar que, al incorporar la forma a que son significadas las vivencias
espaciales, esta estrategia metodológica permite comprender las diversas formas
en que la vida cotidiana puede incluir la invención, aun cuando sean formas
imaginarias, temporalmente intersticiales, o instantáneas.
En cuanto a los dos tipos que se han construido a
partir del caso empírico estudiado (los hogares del valle de Chalco), se
considera relevante el hallazgo de formas de invención y cuasi invención de la
cotidianeidad asociadas a la dispersión y la concentración de la espacialidad
del trabajo.
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[1] Me refiero a buena parte de lo que se conoce como "el pensamiento
de la posmodernidad".
[2] De acuerdo con la propuesta de Alain Touraine deberíamos ubicar el
predominio de esta racionalidad instrumental en el contexto de la
"modernidad limitada", que se transforma actualmente en una
"modernidad plena", en lugar de la posmodernidad.
[3] Recordemos el Centro de Investigaciones sobre lo Imaginario, dirigido
por Gilbert Durand.
[4] Cabe señalar que tanto Adam Przeworski como Ralf Dahrendorf reviven
(directa o indirectamente) la categoría de estructura de oportunidades que
Wright Mills usaba en los años cincuenta (Wright Mills, 1961:28).
[5] José Ortega y Gasset decía que el espacio representa para el hombre una eterna condena. Su existencia siempre está espacializada, aunque esté en constante movimiento y sea capaz de adaptarse a cualquier espacio.
[6] En el campo de la vida cotidiana mis principales referentes teóricos
han sido Michel Maffesoli, Michel de Certeau, Claude Javeau. Christian Lalive
d'Epinay, Erving Goffman y Berger-Luckmann. De la geografía de las
representaciones he tomado reflexiones de Amoine Bailly, Bernard Debarbieux,
Armand Frémont, entre otros. En ambos casos las bases filosóficas son de corte
fenomenológico (particularmente Alfred Schutz), por lo que el punto de partida
es el referente egocéntrico de un individuo situado.
[7] Se trata de la zona comprendida en el municipio mexiquense
recientemente creado: valle de Chalco-Solidaridad.
[8] También Hannah Arendt habla de la diferencia entre "labor" y
"trabajo"; ella señala que el primero se refiere a las actividades
que no se definen por producir un objeto, sino por ser necesarias para la vida
del hombre. En tanto que el segundo sería la actividad que origina productos
duraderos. Para los efectos de este trabajo, la distinción de Heller puede
resultar más cercana. Sin embargo, no se está siguiendo la perspectiva
desarrollada por Heller sobre la vida cotidiana (Arendt, 1993:97-198).
[9] Posiblemente la espacialidad y la temporalidad del trabajo no sean
dimensiones analíticas más relevantes que la inserción y la ocupación, sino tan
relevantes como ellas, aunque menos estudiadas.
[10] En otros
casos el lugar de trabajo se define en la vía pública. Este es otro tipo de
espacialidad del trabajo que amerita ser analizada, aunque aquí no se considera
porque en el caso que se analiza (el valle de Chalco) tiene muy escasa presencia.
[11] En la
investigación empírica no sólo se analizan los casos en los que se da la unión
del lugar de trabajo y el lugar de residencia, sino también aquellos que se
caracterizan por la separación de esos dos lugares. Es importante señalar que
el interés por conocer los casos en los que opera la unión del trabajo y la
residencia no se funda en evaluaciones cuantitativas que indiquen a una
"supuesta mayoría"; no preocupan aquí las proporciones de un tipo de
caso y otro; se cree que la sola presencia de los fenómenos amerita su
conocimiento. Además de ello, se entiende que es relevante tener en cuenta que
la organización de la cotidianidad a partir de la separación del lugar de
trabajo y el lugar de residencia es más conocida que la fundada en la unión de
los dos ámbitos. Al respecto se puede recordar los estudios sobre el modo de
vida obrero y las periferias dormitorio.
[12] Analíticamente
se consideran cuatro esferas de la vida cotidiana: la laboral, la doméstica, la
del ocio-tiempo libre y el vecindario.
[13] Se toma el
concepto de representación social en la perspectiva de la psicología social
planteada por Serge Moscovici y sus discípulos: Zavalloni, Jodelet y Farr.
[14] Recordemos
que las nociones son conocimientos elementales adquiridos en la vida cotidiana
por medio del sentido común.
[15] Los
antecedentes teóricos respecto de esta categoría se hallan en la obra de la
primera época de Alain Touraine y también la de Paul-Henry Chombart de Lauwe,
que ubica su visión en términos disciplinarios entre la geografía y la
sociología. En un artículo publicado recientemente en Sociología del
Trabajo se plantea que "la relación entre la casa y el trabajo vuelve
a estar de moda" (Estivill, 1993:147-173).
[16] Se podrían
distinguir otros ámbitos de análisis, como por ejemplo uno político, otro
religioso. No obstante, la delimitación de estos cuatro ámbitos deriva del
referente empírico en relación con el cual se construyó esta estrategia.
[17] La dimensión
técnica de este procedimiento de construcción de tipos no se está considerando,
ya que ello superaría los objetivos de este breve artículo. Aunque puede
señalarse que se realizó una primera etapa de análisis cuantitativo
multivariado pan identificar conjuntos de prácticas cotidianas, luego se procedió
al análisis cualitativo como "análisis de contenido de tipo
interpretativo" y por último, los tipos construidos.
[18] En principio
el término "trama de la vida cotidiana" se toma de Claude Javeau, no
obstante se ha intentado darle nuevo contenido sociológico, o al menos
explicitarlo.
[19] Esta
perspectiva nos permitió distinguir roles conjuntos, complementarios y
separados o segregados. La primera categoría refiere a la participación
conjunta de los dos cónyuges en ciertas prácticas. La segunda indica la
situación en la que cada uno de los cónyuges participa en dichas prácticas,
pero en forma independiente el uno del otro. La tercer categoría muestra las
situaciones en las cuales uno de lar cónyuges no participa en cierras prácticas
cotidianas.
La perspectiva de los roles individuales en contextos sociales
hubiesen llevado a distinguir, por ejemplo, rol de esposo proveedor, de
madre-esposa, etc. Posiblemente, ese es un camino fructífero para estudiar
otras temáticas. Para el estudio de la vida cotidiana y sus espacios de
dispersión se encontraron más posibilidades en la anterior línea.
[20] Me refiero a
prácticas en la perspectiva que Alfred Schutz denominaba ejecuciones,
diferenciándolas así de las acciones sociales en términos generales, ya que las
ejecuciones o prácticas sólo son aquellas acciones sociales que se insertan en
el mundo externo. En cambio, las acciones sociales son todos los
comportamientos que suponen experiencias espontáneas subjetivamente provistas
de sentido, que pueden darse en la vida interior o insertarse en el mundo
externo (Schutz, 1962:201).
[21] En realidad,
en la investigación empírica se han construido tres tipos. Aunque en este
trabajo sólo se hace referencia a dos de ellos.
[22] Recordamos
que hablamos de vivencias interiores y exteriores en la perspectiva planteada
por la fenomenología de Alfred Schutz.