Proletarización global: Un
acercamiento a la nueva división internacional del trabajo*
David Barkin
Universidad Autónoma
Metropolitana-Xochimilco
Resumen
En este artículo se analiza
el carácter distintivo de la expansión reciente de las relaciones capitalistas
de clase para la reproducción de los medios de producción y los bienes
requeridos para la reproducción de la sociedad y su sistema prevaleciente de
poder. La expansión capitalista procede de acuerdo con las leyes universales de
acumulación, pero sus resultados son asombrosamente diferentes en cada
sociedad. El manejo competitivo para producir ganancias y acumular
continuamente más capital crea fuerzas dinámicas que inducen al cambio
tecnológico y a reorganizar la producción y el consumo. La teoría de la
internacionalización del capital explica cómo la competencia capitalista y la
lucha por mayores ganancias producen profundas transformaciones de la
organización social y de la producción material, lo cual ha sido observado en
todas las sociedades. Cada sociedad parece imitar los patrones de sus
competidores o de sus predecesores, pero los factores naturales, culturales e
institucionales, inevitablemente imprimen su huella singular sobre el
desarrollo nacional creando un patrón de diversidad dentro de la homogeneidad.
*Traducido del inglés por María de
Lourdes Barón L.
El cambio más significativo
en la economía internacional hoy día es la expansión del proletariado. Con la
integración de las naciones individuales al sistema global de producción y distribución
para la ganancia, la relación salario-trabajo está extendiéndose hacia nuevos
grupos sociales y transformando la existencia humana. Los capitalistas emplean
trabajadores adicionales para incrementar las ganancias mediante el
aprovisionamiento de nuevos bienes y servicios, mercancías previamente
producidas en el hogar o por medio de arreglos cooperativos dentro de los
grupos sociales: ningún aspecto de la vida está exento de este proceso de
cosificación. Al mismo tiempo, la difusión internacional de la tecnología y la
expansión de los nuevos sistemas estandarizados de producción y distribución,
amplifican el efecto que la generalización de las relaciones capitalistas de
producción tiene sobre la vida diaria y la organización social. Aunque todas las
sociedades insertas en este mercado mundial están sujetas a las mismas leyes de
la acumulación capitalista, las dotaciones específicas de recursos, sus
historias culturales y los conflictos internos referentes al carácter del
cambio económico, están provocando una diferenciación entre las estructuras
nacionales, sociales y productivas.
Por su carácter
internacional, a este proceso de expansión capitalista se le denomina
internacionalización del capital (IK).[1] La
expansión ha avanzado durante varios siglos, pero sólo recientemente ha asumido
proporciones globales. El capitalismo se expande sobre varios planos
simultáneamente: dentro de una sociedad dada, dentro de los grupos sociales de
la sociedad, y dentro de los sectores productivos, tanto nacional como
internacionalmente. Esta expansión rara vez toma lugar con un paso uniforme y
siempre es profundamente influida por las características específicas de cada
escenario. Su interés exclusivo en la producción de cosas para el intercambio
(y para la ganancia), y el avance aparentemente contradictorio en la
multiplicación de mercancías disponibles y la privación material entre grandes
sectores, ha ampliado las disparidades sociales en el Tercer Mundo, ocasionando
transformaciones abruptas de las estructuras sociales, las condiciones
productivas y las relaciones políticas.
Estos cambios requieren
nuevas formas de entendimiento de la evolución de la economía internacional. En
su búsqueda de nuevas fuentes de
plusvalía y más altas tasas de explotación para acelerar el paso de la
acumulación, el capital continuamente intenta expandir el proletariado y
extender la producción de bienes. La industrialización en el Tercer Mundo y su
redespliegue desde los países avanzados es parte de este proceso.[2] La lucha
competitiva entre los capitales intensifica el ritmo del cambio técnico y
conduce a la ampliación de las nuevas técnicas de producción y los nuevos
bienes en todo el mundo. Aun cuando los capitalistas compitan para ganar mercados
copiándose unos a otros, su necesidad de incrementar las tasas de ganancia los
obliga a innovar, desarrollando nuevas tecnologías y expandiendo las áreas en
las que la producción de bienes invade la actividad y las necesidades humanas.
La teoría analizada destaca
la convergencia de las diversas trayectorias de las economías nacionales. A
medida que las relaciones sociales de producción capitalista penetran cada
sociedad, la IK transforma a éstas, integrando sus aparatos productivos dentro
del mercado global preexistente. Es un proceso dramático de transformación
socioeconómica y política que inevitablemente crea sus propios obstáculos para
el crecimiento futuro. La misma acumulación de capital está afectada por una
crisis de realización, esto es, por la dificultad de ganar, vendiendo el
creciente volumen de bienes creados por la expansión capitalista. Los avances
tecnológicos, que por sí mismos son un componente esencial del proceso de
expansión, con frecuencia son culpados por estos problemas de la producción y
reproducción de plusvalía. Las aspiraciones nacionales de índole política y
social también alteran los diseños globales de una clase capitalista
actualmente trasnacionalizada por completo. El tradicionalismo social, la
desorganización, o aun la rebelión, imponen compromisos, cambio de ritmo o,
llevados al extremo, reorganizaciones de la sociedad que amenazan a la misma
organización capitalista de la producción.
La internacionalización del
capital
El capitalismo es el sistema
dominante de producción de la actualidad. Está caracterizado por un
sistema de relaciones sociales en las que un pequeño grupo de personas
que controlan los medios de producción, emplean cantidades relativamente
grandes de personas para producir los bienes requeridos para su
reproducción colectiva. Su meta es acumular capital mediante la
producción de ganancias. Para lograr sus objetivos, los capitalistas
intentan controlar el aparato del Estado y las instituciones, y los
mecanismos para la innovación tecnológica. También se esfuerzan por
reestructurar las demandas sociales y estructurales para que su
producción sea más beneficiosa, mientras que el mercado continúa
expandiéndose.
Las relaciones sociales de la
producción capitalista están caracterizadas por el conflicto. El conflicto
constante entre las diversas clases sociales para llevar adelante sus propios
intereses para controlar el producto social, es una característica inherente de
la sociedad capitalista. Este conflicto domina la evolución de la producción,
condiciona el avance tecnológico e induce a la aparición de nuevos bienes
durante el continuo pero desigual proceso de expansión capitalista. En el
Tercer Mundo, la lucha frecuentemente opone a los trabajadores que están
desarraigados de las formas no-capitalistas de producción (por ejemplo,
artesanos y campesinos) contra las burguesías locales reunidas para introducir
y acelerar el avance del capitalismo. Irónicamente, mientras el progreso
material y técnico conduce a una mayor productividad y eleva la tasa de explotación
del trabajo, amenaza con reducir la tasa de ganancia, ocasionando crisis
periódicas de acumulación.[3] Estas
crisis siempre imponen fuertes cargos a los trabajadores. Muchos son despedidos
y otros sufren decrementos en sus ingresos reales. Con frecuencia esto conduce
a una reorganización de la producción, con los productores más poderosos
destruyendo a los más débiles.
Históricamente, la expansión
capitalista ha reorganizado y extendido la producción a un rango siempre
creciente de bienes, debido a la imposición de sus relaciones sociales
características. La producción por ganancia circunda a los nuevos grupos, los
nuevos sectores de producción y las nuevas regiones. La reorganización de las
economías tradicionales arranca el control de la producción de los campesinos y
artesanos que se emplean a sí mismos y los nuevos productos industrializados
desplazan a los productos hechos en casa; por ejemplo, la sustitución de pan de
caja por los productos tradicionales o la contratación de la producción de
insumos industriales tales como las legumbres de los campesinos, quienes
pierden el control sobre el uso de su propia parcela. En este sentido, la
producción no-capitalista es remplazada por procesos y productos modernos que
requieren el engrandecimiento de la fuerza de trabajo asalariada como la base
para la expansión futura del capitalismo y su control sobre la sociedad.
El desarrollo de la
producción y la acumulación capitalista provocan profundas transformaciones.
Éstas no se limitan a los países en desarrollo, donde los cambios cualitativos
implican mucho más que una simple reproducción de estructuras económicas
traspuestas. Aun en las economías maduras del mundo capitalista, el avance del
capitalismo ha dejado una marca dramática. Las dietas e incluso los estilos de
vida cambian, y unas regiones son destruidas cuando la producción se mueve de
un área a otra, ya sea dentro del mismo país o internacionalmente. El capital
continuamente está remodelando la fuerza de trabajo, conforme los trabajadores
se organizan para demandar una parte mayor de su producto. Para contrarrestar
estos esfuerzos, los capitalistas progresivamente incorporan a los desposeídos
y a las mujeres como trabajadores asalariados. Con el incremento del
proletariado y los nuevos estilos de vida adquiridos mediante el cambio de los
patrones de producción y de consumo, la interacción social y la vida familiar
resultan alterados. El capital se insinúa dentro de áreas antiguamente
reservadas para el hogar: el cuidado de los hijos es transformado, y la preparación
doméstica de la comida y otros servicios del hogar son convenidos en bienes,
que deben ser comprados. El resultado es la ampliación de la base para la
producción de plusvalía. La resistencia del trabajador y consumidor a los
nuevos procesos de trabajo y a la cosificación de la vida diaria toma muchas
formas y exige que los capitalistas modifiquen continuamente sus estrategias
operacionales para tratar de mantener la rentabilidad.
La viabilidad del capitalismo
depende de su habilidad para encontrar nuevas formas de acumular capital para
promover su crecimiento posterior. Normalmente, conforme los capitalistas
expanden sus mercados para los bienes existentes, amplían el rango de bienes
que producen y revolucionan sus técnicas, simplifican el proceso de trabajo y
emplean menos trabajadores. La competencia obliga a las firmas a expandirse e
innovar, así como a emular los últimos avances de los líderes de la industria.
La innovación y la
relocalización son mecanismos que responden a la organización del trabajador y
a los conflictos sociales en las economías maduras conforme el capital busca
nuevos canales de plusvalía.
La teoría de la IK ofrece un
marco para analizar este proceso de crecimiento y sus contradicciones internas.
Inicialmente, el capital se expande internacionalmente en busca de nuevos
mercados y nuevos recursos; y finalmente, en busca de nuevas fuentes de
trabajadores para emplear en la producción de bienes vendible.[4] En su
expansión internacional, el capital de las economías de capitalismo maduro se
ha reunido con los capitales nacionales en otras partes. Esto significa la
construcción de nuevos aparatos productivos dedicados a la manufactura de
bienes para los mercados mundiales, así como para los mercados locales que
emergen en los países en desarrollo. La IK es una respuesta a la competencia y
al espectro de disminución de las tasas de ganancia. Conduce a la
estandarización de la producción y requiere que los productores respondan a las
innovaciones de los competidores. Al mismo tiempo, provoca la diferenciación de
los productos y las técnicas, dado que cada firma trabaja asiduamente para
destacar mediante la introducción de nuevos bienes o cambiando los métodos de
producción para incrementar su tasa de ganancia.
Uno de los cambios esenciales
en el periodo posbélico que ha acelerado la IK, es la consolidación de la
empresa trasnacional (ET) como un agente clave en la propagación internacional
de la tecnología, los nuevos bienes, y las nuevas formas de organización de la
producción. Es importante resaltar que no es la ET en sí misma la causa de las
transformaciones aquí descritas.[5] La ET,
sin embargo, juega un papel importante. La IK ha inducido transformaciones
estructurales que están promoviendo la articulación de las economías capitalistas
nacionales dentro de un sistema coherente pero no unificado. Como resultado,
las ET ya no pueden permitirse discriminar contra los países periféricos o
dependientes por haber llegado después. Ellas necesitan nuevos mercados y deben
integrar a nuevos trabajadores a su producción. En consecuencia, deben mover
sus operaciones dentro del Tercer Mundo. Pero las ET no pueden simplemente
abandonar sus instalaciones y mercados dentro de los países avanzados. En el
nuevo orden, la ET se hace más imaginativa al diseñar negocios junto con
capitalistas en otras parta del mundo para facilitar su búsqueda de nuevas
oportunidades a fin de acumular capital mediante la producción de plusvalía.
La expansión capitalista ha
hecho estragos en la división del trabajo heredada, remplazándola con un
mosaico de países que producen partes y ensamblan bienes de consumo mundial.
En algunas partes del Tercer Mundo esta producción espera la exportación, ya
que la población local es demasiado pobre como para poder comprarla. Ello opera
incluso para las minorías domésticas privilegiadas, puesto que las
oportunidades de exportación son limitadas debido a que las mismas industrias
están siendo establecidas en cada país. Pero la industrialización no es la
panacea que algunos teóricos han creído: la producción industrial quiere
importaciones adicionales de bienes intermedios y maquinaria, que
inevitablemente conducen a un incremento de la deuda externa para pagar por los
bienes necesarios para mantener operando la nueva planta. En consecuencia, no
obstante forjar estructuras productivas cada vez más complejas, muchos países
del Tercer Mundo deben seguir exportando materias primas y productos
agropecuarios para pagar sus importaciones y el servicio de sus deudas. También
se encuentran obligados -ignorando las condiciones inciertas del mercado- a
ampliar sus programas de industrialización para producir una gama más grande de
productos, incluyendo algo de quinaria y bienes intermedios, en una carrera sin
fin para reducir la dependencia del extranjero, y generar divisas adicionales.
La gran complejidad de las
economías del Tercer Mundo ocasiona problemas subsecuentes. Con la nueva
producción industrial y la creciente agricultura comercial desplazando a los
productores tradicionales, resulta cada vez más común leer acerca de la
incapacidad estructural de muchos países para satisfacer sus propias necesidades
básicas.[6] La
producción capitalista en el Tercer Mundo vez intenta responder a las demandas
del trabajador y del campesino, debido a que sus bajos ingresos no representan
un mercado dinámico. La divergencia entre producción y necesidades locales se
hace patente conforme crece la insuficiencia de la demanda externa y las
divisas; conduce primero a un mayor endeudamiento, y luego a una resistencia
por parte de la comunidad bancaria de incrementar el financiamiento externo
para la producción local. Aun aquellos países en desarrollo que tienen
estructuras industriales dinámicas y bajos costos de trabajo −los éxitos
de la historia reciente-, encuentran que la competencia internacional y las
normas de producción los obliga a importar no sólo bienes de capital, sino
también alimentos básicos. Consecuentemente, a pesar de los programas
deliberados y con frecuencia exitosos para diversificar su producción, ampliar
sus mercados internos y expandir las relaciones de producción capitalistas, la
mayoría de los países del Tercer Mundo están obligados por sí mismos a volver a
las tradicionales exportaciones primarias como una forma de intentar
restablecer el balance externo. Empero, la deuda externa de esa región se está
convirtiendo en un problema más serio, mientras que los profundos desbalances
estructurales polarizan cada vez más a la sociedad.
Estos nuevos programas de
desarrollo también exacerban los problemas de empleo. Las transformaciones
productivas creadas por la expansión capitalista efectivamente reorganizan a
todas las sociedades. Crean presiones que insertan a la gente dentro de la
fuerza de trabajo asalariada mediante el desplazamiento de las actividades
tradicionales y le obligan a abandonar sus comunidades rurales en busca de
nuevo empleo productivo u otras formas de subsistencia. En todos los países en
donde esto ha ocurrido, los sectores modernos han sido incapaces de absorber
tanto a la gente desplazada de las actividades tradicionales, como a los nuevos
integrantes de la fuerza de trabajo. Como resultado, el desempleo abierto y
disfrazado, con las dificultades económicas y los conflictos sociales
consecuentes, se ha vuelto más grave en los países en desarrollo. Una respuesta
a estos desequilibrios estructurales ha sido una fuerte resistencia popular al
desplazamiento de la producción de subsistencia y a la destrucción de las
organizaciones económicas y sociales tradicionales. Los campesinos y artesanos
se han agrupado y unido para construir organizaciones políticas de autodefensa
capaces de demandar la asistencia gubernamental para fortalecer su base
productiva u obtener los subsidios necesarios para continuar como grupos
sociales y económicos viables. Ellos argumentan que con frecuencia pueden
continuar produciendo eficientemente los alimentos básicos y otros productos
necesarios para el desarrollo nacional, con recursos (gente y tierra) que de
otro modo podrían estar ociosos. Obviamente, el capital se opone fieramente a
esta resistencia dentro del Tercer Mundo, debido a que podría reducir su ritmo
de acumulación. En general, las iniciativas para promover esta alternativa en
los países capitalistas han fracasado, ya que las piadosas declaraciones de
apoyo a la autonomía productiva en los foros internacionales no se materializan
en la formulación de una política económica congruente.[7] A causa
de esta resistencia, el fenómeno de la proletarización global, aludido en el
título de este artículo, debe ser entendido simplemente como una tendencia: la
meta inalcanzable del capital; Es inalcanzable debido a la incapacidad de éste
para ofrecer opciones viables a cientos de millones que no pueden ser empleados
productivamente o controlados razonablemente dentro de los sectores modernos de
nuevas economías.
La IK ha incrementado el
volumen del comercio internacional y la complejidad de la distribución global
de la producción de bienes. Con la industrialización del Tercer Mundo, la
localización de la producción de bienes y de las estructuras productivas ha
cambiado. Muchos de los países avanzados se enfrentan a las crisis porque el
nuevo crecimiento industrial y la innovación tecnológica ya no pueden compensar
los problemas creados por las empresas que se fugan, ni la caída de la
producción de los bienes tradicionales y las serias desarticulaciones
regionales y sociales. Por otra parte, en los nuevos países en desarrollo los
problemas también se intensifican. A pesar de la acelerada industrialización
que produce bienes para nuevos mercados, así como, en algunos casos, para
mercados en los países avanzados, hay endeudamiento y dependencia
crecientes en las exportaciones primarias, así como incapacidad para
proporcionar empleo productivo a la mayor parte de la población.
El cambio tecnológico es
vehículo de la internacionalización[8]
La reorganización tecnológica
de la producción se ha convertido en una parte central del proceso de
acumulación.[9]
Al igual que ocurre con otros aspectos de la organización social y de la
producción material, la actividad científica se ha visto cada vez más sujeta a
la lógica de la acumulación de capital. Las decisiones sobre las prioridades,
la disponibilidad de recursos, y aun las direcciones de la nueva investigación,
parecen estar fuertemente influidas por la búsqueda de medios, para en verdad
controlar y simplificar el proceso de trabajo e incrementar su productividad.
La tecnología es
particularmente importante para el capital, ya que se orienta directamente a la
necesidad de incrementar la rentabilidad. Las innovaciones tecnológicas son
útiles para la modificación de las relaciones sociales dentro del lugar de
trabajo, dado que promueven un proceso de descalificación y
reorganización de la fuerza de trabajo en la producción de los bienes de
consumo. También animan a la transformación de los bienes de capital
−producidos con métodos artesanales−, a su fabricación en masa, por la vía de
tomar ventajas de los avances en el diseño auxiliado por la computadora y el
control digital.[10]
Los avances tecnológicos en la organización y el control han facilitado la
descentralización de la producción e incluso la reintroducción de los sistemas
de trabajos realizados en las casas de los mismos obreros. En algunos lugares,
los trabajadores autodisciplinados o los pequeños capitalistas organizan
sistemas de subcontratación que pueden aumentar la productividad y rentabilidad
para las ET.
Los trabajadores científicos
y técnicos han extendido su influencia de la producción directa al marco de la
organización y utilización de la información. Esto significa que las funciones
burocráticas y administrativas están siendo racionalizadas para aumentar la
productividad del trabajo y la rentabilidad, al mismo tiempo que colaboran con
los gerentes para tener un mejor control de la firma. Con la interconexión más
estrecha de la actividad científica y el proceso de producción, el progreso
tecnológico es mejor analizado como una respuesta a las decisiones
empresariales competitivas que como un producto autónomo. En sus esfuerzos por
producir y redistribuir la plusvalía, la gerencia debe estar interesada en la
concepción, generación, adquisición, asimilación, adaptación, el uso y la
administración del conocimiento para la reorganización de la producción dentro
de la firma, y la restructuración de la industria nacional e
internacionalmente. En consecuencia, conforme la producción capitalista se ha
extendido, también lo han hecho los sistemas más avanzados de organización.
La IK se ha intensificado y
acelerado por la subordinación de los desarrollos tecnológicos y la actividad
científica a las normas de la rentabilidad. Con la toma de decisión y el avance
tecnológico concentrados en relativamente pocas empresas, la formación de
capital productivo casi siempre involucra los últimos avances tecnológicos.[11] Aun
cuando se trata de intensificar el uso del trabajo, los capitalistas en los
países abundantes en trabajo con frecuencia son incapaces de hacerlo debido a
las limitaciones impuestas por la competencia internacional. Los avances
tecnológicos han hecho cada vez más factible la subdivisión del proceso de
producción, con los componentes producidos en plantas ampliamente dispersas de
acuerdo con evaluaciones macroeconómicas hechas por la firma global. Pero, como
resultado, los empresarios deben adoptar tecnologías y normas internacionales
estandarizadas para asegurar que los componentes puedan ser correcta y
velozmente integrados a los productos finales para los cuales están diseñados,
así como para contrarrestar la amenaza constante de ser desplazados por los
competidores. Aunque algunos productores pueden obtener cierta protección estatal,
el mercado transmite estas presiones competitivas incluso a las sociedades más
aisladas del mundo capitalista.
La movilidad internacional de
los recursos, la transferencia internacional de la tecnología y la expansión
global de las relaciones sociales de producción capitalista son ahora partes
integrales de la estructura social y productiva en todas las naciones del mundo
capitalista (influyentes en los países socialistas inclusive). Las firmas
oligopólicas se han vuelto más capaces de defender sus intereses y los
capitales nacionales en todas partes están siendo obligados a
internacionalizarse para sobrevivir. Los intentos nacionales por abrogar o
modificar las leyes internacionales de la acumulación del capital,
constantemente cambian el ritmo de expansión global, pero una y otra vez estos
esfuerzos locales fracasan para alterar el patrón subyacente de expansión con
su resultante proceso de estandarización-diferenciación.
En consecuencia, la IK debe
ser entendida como un proceso dinámico de reproducción y crecimiento. Dentro de
las partes menos integradas del sistema (sectores, regiones, agrupaciones
sociales) el proceso de acumulación capitalista conduce a modificaciones de las
estructuras productivas, de las relaciones sociales y de los bienes. Estos
cambios son los mismos que están ocurriendo en las partes más maduras del
sistema global. Los procesos de acumulación locales están guiados por las leyes
generales de producción y reproducción, aunque cada uno es único debido a que
las circunstancias locales socio-políticas, productivas y técnicas dejan una
marca distintiva sobre el manejo universal para la expansión del mercado
capitalista y el incremento de la tasa de ganancia. Al mismo tiempo, el proceso
de estandarización de las relaciones productivas y sociales, genera una
contratendencia hacia la diferenciación dentro del proceso de valorización:
incesantemente la competencia obliga a las grandes firmas oligopólicas que
ahora dominan a la economía a innovar, mediante la introducción de nuevos productos,
el desarrollo de nuevas formas para aumentar la productividad del trabajo, y
mediante un mejor control de los mercados para insumos o productos.
Sin embargo, se presenta una
duda. La IK trabaja para reformar sistemáticamente a la sociedad. Pero este
mismo proceso de transformación productiva y social crea fuerzas
contrarrestantes. La expansión capitalista es incapaz de absorber
productivamente a los trabajadores disponibles y la mayoría de los gobiernos
son incapaces y no están dispuestos a financiar los programas de bienestar
social necesarios para proporcionar al desempleado y al no empleado un estándar
de vida mínimamente aceptable. Como resultado, la meta capitalista de crear un
proletariado global se hace cada vez más difícil de alcanzar. En el Tercer
Mundo, esto deja una amplia gama de oportunidades disponibles para que la
sociedad intente fortalecer sus comunidades y la organización del trabajo
tradicionales. Además, como las sociedades requieren más importaciones de las
que pueden pagar, acumulan deudas externas que con frecuencia exceden sus
posibilidades de pago. Los programas de austeridad impuestos por la comunidad
financiera internacional colocan demandas insostenibles sobre las clases
trabajadoras y con frecuencia provocan reacciones violentas y respuestas
autoritarias. Finalmente, la divergencia entre las necesidades sociales y las
posibilidades de producción parecen estar creciendo a todo lo largo del Tercer
Mundo. Por todas estas razones, la orientación subyacente hacia la m y la creación
de un proletariado global deben ser entendidas como tendencias, como fenómenos
sociales que están provocando su propia oposición y que inevitablemente crearán
resultados muy distintos en cada país.
La nueva división
internacional del trabajo
La IK ha propagado el proceso
estandarizado de acumulación en todas las sociedades capitalistas. La
competencia ha conducido al capital no sólo a la búsqueda de nuevos mercados o
materias primas, como en el pasado, sino a la incorporación de nuevos grupos
sociales dentro de un proceso productivo que se desarrolla.[12] Los
bienes manufacturados de consumo, las partes individuales y los productos
intermedios, ahora son producidos en todo el mundo capitalista. A pesar de la
convergencia de las estructuras productivas, las economías nacionales todavía
se diferencian por sus recursos, culturas, clima y tecnología. Los factores
institucionales relativos al carácter de la historia y el conflicto social, así
como a las alianzas políticas internacionales y a las estructuras políticas
nacionales, también juegan un papel importante en diferenciar a las naciones,
aunque la reorganización de la producción y la expansión internacional de la
tecnología creen la posibilidad de la producción homogeneizada.
La descripción tradicional de
la división internacional del trabajo en términos de las diferencias
geográficas en la producción de bienes, ha sido utilizada para justificar la
preservación del conjunto de relaciones de producción entre las clases y las
naciones: algunas áreas estaban predestinadas a llegar a ser productoras y
avanzadamente industrializadas, mientras que otras estaban condenadas a ser
productoras primarias.[13] La
teoría reflejaba la distribución del poder prevaleciente, justificando la optimación
de la situación mediante la argumentación de que ésta conduciría a costos más
bajos para todos los participantes en un sistema mundial caracterizado por el
libre comercio y la movilidad del capital.
En este escenario, los
productores primarios participaban en el comercio mundial como socios
dominados. En muchos casos, los bienes que ellos exportaban no eran producidos
dentro de relaciones capitalistas de producción y sus relaciones
internacionales eran periféricas. Parte de la producción y circulación
respondió a las demandas y a la lógica del mundo capitalista, aunque las mismas
sociedades no eran capitalistas. De hecho, toda la estructura de relaciones
económicas internacionales fue tangencia a la coherencia interna y a la
dinámica de la acumulación capitalista. El comercio internacional fue, de
hecho, el intercambio de bienes entre los países cuyas economías no estaban
articuladas, donde el desarrollo capitalista y los movimientos cíclicos de una
región no determinaban únicamente lo que estaba pasando en todas partes. Las
teorías anteriores del comercio mundial, entonces, reflejan correctamente la
naturaleza desarticulada de las relaciones económicas internacionales de los
siglos pasados. Pero fueron incapaces de identificar el impacto que la
expansión capitalista en el siglo XX estaba teniendo sobre el Tercer Mundo, un
impacto que finalmente iba a forjar el sistema capitalista mundial que ahora
domina las relaciones económicas internacionales.
A principio de siglo, el
capital internacional ya había empezado a invertir en la nueva producción
industrial en los países sureños. Algunas fracciones de las
tradicionales burguesías terratenientes nacionales se adaptaron a las nuevas
oportunidades, uniéndose con otros grupos para formar una élite capitalista
dinámica. Estos capitalistas rápidamente descubrieron las limitadas
posibilidades de una acumulación posterior proveniente de la producción
primaria de exportación. Los comerciantes expandieron ésta hacia áreas no
capitalistas y desataron una feroz competencia que deprimió los precios en los
mercados mundiales. Además, las ganancias de este comercio no fueron
reinvertidas para expandir la fuerza de trabajo asalariada en otras
actividades.
Los nuevos industriales
comenzaron a desplazar a los comerciantes. Ellos reorganizaron las economías nacionales
y las políticas estatales para facilitar y acelerar sus planes de acumulación.
Los patrones que emergieron en cada área dependieron de las condiciones
locales: en América Latina la industrialización de sustitución de importaciones
posiblemente fue resultado de que las exportaciones primarias pudieron ser
utilizadas para pagar por el equipo de capital y los bienes intermedios
importados necesarios; las operaciones de ensamblaje de exportación
proliferaban en el este de Asia, donde las materias primas no existían
(Singapur, Hong Kong), o donde la producción no estaba organizada para los
mercados mundiales (Taiwan, Corea del Sur). Cualquiera que fuese el camino
elegido, el resultado subyacente fue similar en cualquier lugar: 1) la
transformación de una parte importante de la fuerza de trabajo en proletariado;
2) una explosión demográfica que se combinó con una ola de migración
rural-urbana para crear grandes ciudades; 3) un descuido sistemático de
la producción de comida doméstica debido a que la producción de alimentos y
productos industriales de exportación se requería para pagar por las expansivas
necesidades de importación; y 4) un programa de inversión incapaz de
crear suficientes empleos para los nuevos integrantes de la fuerza de trabajo,
y mucho menos de absorber a los millones desplazados de las organizaciones
sociales y de las actividades económicas tradicionales. El desarollo
capitalista reorganizó a la sociedad, tratando de separar a los productores
directos de su propiedad y de sus herramientas.
Con el acelerado ritmo de
innovación tecnológica característica del cuarto de siglo pasado, otros cambios
todavía estaban por venir. Las grandes empresas diversificaron las estructuras
industriales en los cincuenta, y redescubrieron la inversión extranjera como
una forma efectiva de elevar sus ganancias. No fue suficiente crear nuevos
productos y expandir los mercados. La competencia forzó a que los gigantes
desplazaran o absorbieran a los productores existentes. El imperativo
corporativo para producir mayores ganancias y continuar creciendo, provocó un
flujo internacional de capital que comenzó como una invasión estadounidense en
Europa,[14] que
pronto se expandió para inundar al Tercer Mundo. Estas nuevas inversiones
transformaron la organización de la producción en todas partes del orbe.
Conforme se recuperaron de
los efectos devastadores de la segunda guerra mundial, los capitalistas
europeos y luego los japoneses, enfrentaron exitosamente el liderazgo americano
de la economía mundial. Todos encontraron benéfico el establecimiento de
subsidiarias y sucursales en el extranjero, mientras que muchos también
emprendieron negocios unidos con los capitalistas locales. Éstos fueron capaces
de tomar ventaja de los mercados locales y de los incentivos ofrecidos por los
países en desarrollo, ansiosos por atraer nuevas inversiones. Con la rápida
declinación en los costos de transporte y comunicación y la generalización de
una red de aerolíneas internacionales, la dispersión geográfica de la
producción se convirtió en lugar común. Cualquier problema o costo en que
pudiera incurrirse era superado por los beneficios ofrecidos por el acceso
privilegiado a las materias primas y a los nuevos mercados, así como por una
fuerza de trabajo barata.
Aunque muchos países del Tercer
Mundo continuaron exportando materias primas básicas y otros productos
primarios, también comenzaron a exportar productos industriales. Las firmas
internacionales usaron los insumos domésticos y los componentes importados como
parte de un patrón de una localización global de producción y
distribución. Sin embargo, la industrialización no sólo significó producción
para la exportación, ya que en la mayoría de los países de nueva
industrialización (NIC, por sus siglas en inglés) las burguesías se unían con parte
del proletariado y los sectores medios para forjar nuevos mercados para los
bienes duraderos y los no durables procesados. La demanda para la protección
tarifaria se convirtió en una forma de lucha conjunta por nuevos trabajos y
mayor ganancia.
El comercio en la agricultura
se hizo cada vez más complejo conforme algunos grupos agrícolas demandaban y
recibían protección y subsidios (especialmente en el Mercado Común Europeo),
mientras que otros presionaban en favor de las importaciones crecientes provenientes
del Tercer Mundo. Las importaciones podrían ayudar a bajar el costo de la vida,
a reducir el valor de la fuerza de trabajo como manera de incrementar las
ganancias. Ellos también pudieron ampliar los mercados de ultramar, mediante la
protección de las frágiles economías de las naciones exportadoras que de otro
modo no podrían pagar por las importaciones industriales o el servicio de sus
deudas externas, cada vez más inmanejables.
Ésta es la compleja situación
que ha incitado a una nueva literatura: la discusión de la nueva división
internacional del trabajo.[15] Para
quienes examinan el comercio y la especialización internacionales en términos
de flujos específicos de bienes y su localización, es claro que la composición
y el volumen del comercio internacional han sido dramáticamente alterados.[16] Para
otros los cambios son más difíciles de caracterizar, ya que una parte
sustancial del comercio internacional de partes manufacturadas y productos
terminados debe ser revaluada debido a que sólo es un intercambio de productos
dentro de una sola ET.[17] La
creciente literatura sobre la nueva división internacional del trabajo es parte
del esfuerzo ampliamente difundido por entender la naturaleza cambiante de las
relaciones Norte-Sur.[18]
El nuevo patrón del comercio
internacional ha provocado el proteccionismo creciente en los países
industrializados que amenaza seriamente la viabilidad de los programas de
modernización en muchos países de reciente industrialización (NIC). Los
conflictos se originan debido a que las nuevas estructuras industriales son muy
similares a los segmentos modernos de los sectores ya atrincherados firmemente
en los países avanzados como un resultado del proceso de
estandarización-diferenciación discutido en la sección anterior. El cambio de
frente industrial está transfiriendo las industrias de bienes de consumo a los
NIC, desplazando las operaciones más costosas a las economías maduras. Además,
los nuevos productos de consumo y mercados del Tercer Mundo con frecuencia son
simples copias de las contrapartes existentes en todas partes. En consecuencia,
el desarrollo del Tercer Mundo, como está sucediendo actualmente, no
necesariamente ofrece una nueva gama de productos al comercio mundial, sino una
nueva ubicación de la producción de los bienes existentes, con nuevos mercados
y un proletariado internacional vastamente difundido.
La economía mundial está
caracterizada ahora por una escala de acumulación de capital mayor y
geográficamente extendida, más que por nuevos productos. Los profundos cambios
en la forma en que la producción está organizada, su impacto sobre la fuerza de
trabajo, y la consecuente restructuración de las relaciones sociales y
políticas dentro de cada país, son determinantes mucho más importantes de la
naturaleza cambiante de las relaciones económicas internacionales que los
cambios en el comercio de los bienes.[19] La
nueva división internacional del trabajo, entonces, no es simplemente una
relocalización de la producción de bienes; es una restructuración global de la
fuerza de trabajo para incluir nuevos segmentos sustanciales de población. Su
integración necesariamente ampliará los mercados locales, cambiará los patrones
de interacción social, y alterará las estructuras productivas. Este será el
caso no solamente del Tercer Mundo, sino de toda región, como resultado de los
ajustes que también ocurren en las economías maduras.
Quizá el cambio más notable
en la producción es la declinación de la autosuficiencia alimentaria entre los
países del Tercer Mundo. La incapacidad de muchos países a todo lo largo del
mundo para alimentarse a sí mismos es un fenómeno nuevo. Históricamente, se ha
producido la comida para responder a las necesidades regionales: los costos de
transporte y los desperdicios fueron bastante altos para la sociedad, como para
depender de las importaciones regionales o nacionales y satisfacer las
necesidades biológicas básicas diarias de su población. Esta situación
prevaleció por largo tiempo, aun en el presente siglo. Con la expansión de las
nuevas relaciones de producción, la reorganización de la fuerza de trabajo, y
la incorporación de la agricultura al circuito del capital social, un país tras
otro se han encontrado cada vez con más dificultades para producir los
alimentos necesarios para la mayor parte de su población.[20] Es
evidente que la transferencia de recursos de producción y el trabajo mismo de
la producción de alimentos básicos a la producción suntuaria y no comestible
para los mercados local o de exportación, han creado sistemáticamente problemas
de autosuficiencia alimentaria en todo el Tercer Mundo. Los mecanismos del mercado
que impulsan un retiro de los recursos agrícolas del consumo básico también
crearon una situación similar en otros sectores productivos, con el resultado
paradójico de que muchos de estos países que se han industrializado más
rápidamente sean los menos capaces de satisfacer las necesidades básicas de su
población. Incluso cuando grandes segmentos del campesinado no han sido
integrados al proletariado, la política estatal sistemáticamente discrimina
contra la producción de alimentos básicos exacerbando algunos de los conflictos
sociales que crea la IK.
Estos complejos cambios en
las relaciones y estructuras nacionales de producción son la base para sugerir
que la nueva división internacional del trabajo sea correctamente analizada
como el proceso de incorporación de los nuevos grupos dentro de una fuerza de
trabajo progresivamente internacionalizada. Los trabajadores están
crecientemente sujetos a un conjunto similar de relaciones de producción,
mientras que los mismos patrones de acumulación de capital difieren enormemente
de una sociedad a otra (por las razones anteriormente discutidas). Como nuestro
interés principal es el entendimiento de las fuerzas subyacentes que influyen
en la evolución de la acumulación de capital en la sociedad de hoy, resulta crucial
el hecho de enfocar los mecanismos para la expansión del capitalismo y la
integración de un sistema de producción y un mercado capitalistas.
El impacto del nuevo sistema
global en la vida diaria
La dramática transformación
de las relaciones económicas internacionales desde la segunda guerra mundial es
el resultado de una expansión sin precedentes de la producción capitalista, que
se revolucionó sistemáticamente mediante la creación de un proletariado y la
multiplicación de las fuerzas productivas. La mera distribución internacional
de la producción no puede explicarse simplemente mediante la restructuración
del comercio mundial o por las demandas de importación de materias primas,
componentes y productos terminados por los países centrales. La expansión de
las inversiones productivas en el Tercer Mundo y la integración mundial de los
procesos de producción han transformado profundamente la forma en que los
bienes son producidos. La teoría de la IK se enfoca al avance de la acumulación
de capital y al ritmo del cambio tecnológico. Estos conducen a la recomposición
de la producción, así como a la sujeción de una proporción siempre creciente de
la población mundial a la conflictiva relación proletaria.
En el sistema global
capitalista la producción altera los estilos de vida y los patrones de consumo
conforme las sociedades se ajustan a la nueva organización de la producción.
Los viejos productos son desplazados por los nuevos bienes, más adecuados a los
requerimientos de la acumulación. Los mercados mayores todavía se localizan en
los países capitalistas avanzados, no por sus grandes poblaciones, sino por su
alto poder de compra. Pero aun en muchos de los NIC, las nuevas demandas de
consumo crecieron rápidamente conforme la industrialización creó un nuevo
proletariado junto con un dinámico sector medio. Esta expansión fomenta la
extensión de nuevos patrones de consumo para complementar el nuevo conjunto de
relaciones sociales impuesto por la generalización del trabajo asalariado
dentro de la producción.
La expansión de los nuevos
estilos de consumo no se ha limitado al Tercer Mundo. La exposición capitalista
ha puesto su marca en una gama creciente de actividades domésticas que
previamente no se proporcionaban como servicios corporativos. Por ejemplo, en las
décadas recientes hemos presenciado el crecimiento de la industria de alimentos
como un área principal de inversión capitalista, no sólo en cuanto a su
procesamiento para el consumo doméstico (que ha crecido extraordinariamente),
sino también en la reorganización de la preparación y comercialización de la
comida fuera de casa. El servicio de restaurantes ha sido restructurado
conforme el capital entra sistemáticamente al campo, ofreciendo comidas
estandarizadas rápidas y sustancialmente menos caras que las de los
restaurantes tradicionales. Estos establecimientos operan no simplemente para
retomar una ganancia que permita a los capitalistas individuales vivir (como
tantas veces es el caso de la organización de la producción de la pequeña
burguesía), sino preferentemente para contribuir a la continua multiplicación y
expansión de las actividades productivas, que son la piedra angular de la
acumulación capitalista. La misma industria procesadora de alimentos ha
cambiado conforme encuentra formas de ampliar sus mercados e incrementar su
productividad. El cambio técnico y el uso efectivo de la propaganda han hecho
rentable la descomposición de alimentos naturales y su reconstitución para una
vida útil más larga y una preparación más rápida. Estas tendencias no han
estado restringidas a las dietas occidentales tradicionales, sino que
también se han extendido para incorporar nuevos tipos de alimentos o estilos de
cocina del Tercer Mundo al patrón global de transformación capitalista (en un
diseño particularmente capitalista que frecuentemente hace que el nuevo
producto se parezca sólo vagamente al original que lo inspiró). Los
restaurantes mexicanos, los de comida cantonesa y de especialidades griegas
(entre otras), ahora diversifican el menú disponible a partir de las cadenas de
hamburguesas, pollo, langosta y pizzas, iniciadas en los Estados Unidos pero en
expansión hacia todos los mercados potenciales. La internacionalización de los
alimentos y de las variedades de los restaurantes no requiere que cada establecimiento
o la misma cadena sea propiedad de un capitalista internacional, sino que el
concepto de servicio de comida sea concebido ahora como una parte de un proceso
mayor de acumulación de capital en el que los alimentos son preparados por
trabajadores asalariados, organizados para producir una ganancia con una alta
rotación de capital. El restaurante individual propiedad de un empresario
aislado trabajando solamente para producir su propio sustento, parece estar
conviniéndose en un fenómeno en extinción en la sociedad capitalista.
El servicio de comida es un
ejemplo particularmente vívido −pero no aislado− de la forma en que la IK está
alterando la vida diaria en los países avanzados y pobres de la misma manera.
Los servicios domésticos de cualquier tipo están siendo modificados conforme
los comerciantes locales confrontan a las organizaciones nacionales o
trasnacionales, tratando de desplazarlas o absorberlas. Ejemplos de la
reorganización y cosificación de la vida para llenar las necesidades de
valorización abundan, como en el caso del comercio al menudeo en supermercados
o en boutiques, servicios veterinarios para mascotas, mantenimiento y
reparación de aparatos domésticos, cuidado de los niños y atención médica, que
han sido alterados sustancialmente conforme la organización capitalista se ha
expandido para incluirlos.
La IK no se limita a estos
productos finales. Hay ejemplos de la forma en que la expansión capitalista ha
alterado directamente la organización de la vida diaria. Pero los cambios que
estamos considerando enmarcan virtualmente cada aspecto de la existencia humana
en el mundo capitalista. Aunque las modificaciones de los estilos de vida son
mucho más profundas y quizá más inquietantes en el Tercer Mundo, tal vez están
mejor documentadas en países avanzados; la proletarización de la fuerza de
trabajo se ha acelerado en las partes más pobres del mundo: los capitalistas
suelen trasplantar simplemente los patrones establecidos para aumentar la
producción, sin considerar su impacto potencial en la sociedad o el ambiente.
Como resultado, las
incongruencias entre la producción material y la organización social están
proliferando. En los países avanzados, esa proletarización ha procedido por
siglos. Pero ahora los capitalistas están buscando activamente grupos
inicialmente marginales, tomando ventaja de las disparidades internacionales
para reclutar inmigrantes dentro de los países avanzados. Esto es parte de su
lucha constante por limitar el crecimiento de los salarios reales, y
disciplinar a la fuerza de trabajo mediante la amenaza de su despido. En otras
partes del mundo las nuevas relaciones sociales de producción capitalista han
tenido efectos todavía más dramáticos. La transformación de los trabajadores en
asalariados ha incorporado a muchos campesinos a la forma industrial y a otras
formas de trabajo urbano, y ha reorganizado el día laboral y la misma sociedad.
La literatura sobre este tema es muy amplia y bien conocida, de modo que aquí
no se requiere un sumario.[21]
El cambio en las relaciones
sociales es un resultado de la expansión de la base productiva. Las nuevas
oportunidades de obtener ganancias surgieron de exigencias nacionalistas que
cubrieran los mercados domésticos con la producción local, aun cuando estaba
controlada por extranjeros. Las ET crearon y usaron tecnología para forjar
nuevas oportunidades para ellas mismas como economías nacionales desarrolladas.
Reorganizaron sus estructuras productivas para aprovecharse de las exenciones
de impuestos, una disciplinada y barata −si bien poco adiestrada− fuerza de
trabajo, y subsidios financieros ofrecidos por las autoridades de los países
más pobres y en las regiones deprimidas dentro de los países más ricos. Las
industrias de bienes de consumo dieron un salto hacia arriba en respuesta a los
planes de la industrialización para satisfacer a los mercados locales a través
de todo el mundo en desarrollo. Los capitalistas locales se unieron a sus
contrapartes internacionales al usar los ahorros internos y los fondos
internacionales para construir nuevas plantas y reclutar nuevos trabajadores
con el fin de tomar ventaja de los atractivos incentivos financieros. En otras
ocasiones, las ET, directamente o por medio de los capitalistas locales,
organizaron la producción de componentes o las operaciones de ensamblaje para
sus mercados mundiales.
Estos cambios en los bienes y
la localización de la producción han producido una reorganización de las
relaciones económicas internacionales. Las actividades técnicas y científicas
están avanzando en respuesta a las demandas de la rentabilidad capitalista para
facilitar la restructuración de la producción. Las operaciones de ensamblaje y
la manufactura de componentes ahora son una parte importante y creciente de la
economía mundial, ya que los controles técnicos y el nuevo equipo permiten una
mayor calidad para los productos estandarizados producidos internacionalmente.
Con la descomposición de la producción emergen nuevas industrias a medida que
se diseñan bienes para ser ensamblados a partir de componentes producidos en
diversas plantas. La búsqueda global proporciona una alternativa, y amenaza la
viabilidad de fábricas integradas donde los conflictos laborales y la política
nacional o los disturbios económicos podrían desanimar la planeación
corporativa internacional.
La expansión capitalista
también está estimulando la aparición de nuevos productos de consumo
internacionalizado en el Tercer Mundo. Aunque los nuevos bienes están siendo
producidos localmente por el nuevo proletariado, los sectores medios y las
élites frecuentemente crean sus propios cuellos de botella. La producción
doméstica impone una estricta dependencia en las importaciones. Ahora la
producción y el empleo, no sólo las normas de consumo de la burguesía, dependen
directamente de la disponibilidad de materias primas, bienes intermedios y
equipo importados. En consecuencia, conforme el intercambio con el extranjero
se vuelve escaso, debido a la carga creciente de los pagos de la deuda, a la
dificultad cada vez mayor para encontrar mercados de exportación, y por la
aparentemente inevitable necesidad de aumentar las importaciones de bienes de
consumo básico, la nueva capacidad productiva se ve amenazada con la ociosidad.
Pero el nuevo proletariado no disfruta los beneficios de un sistema de
seguridad social o seguro de desempleo para amortiguar los efectos, a
diferencia de lo que ocurre con los trabajadores de los países más ricos.
Finalmente, la reorganización
de las economías nacionales provocada por la IK está produciendo
desplazamientos sustanciales de la producción tradicional. Las producciones
campesina y artesanal ceden al trabajo hecho en casa bajo las órdenes de las
empresas capitalistas y la moderna empresa agrícola. Las demandas conflictivas
para subsidios oficiales y una base impositiva limitada frecuentemente
distorsionan la estructura productiva posteriormente, conforme los subsidios se
canalizan a los programas de industrialización y sostén de las exportaciones,
beneficiando a una pequeña clase capitalista nacional y respondiendo a las
presiones financieras de la comunidad financiera internacional. Aparentemente
la víctima universal de estas presiones sobre el presupuesto nacional es la
producción doméstica de productos alimentarios básicos y otros bienes
esenciales para el consumo en masa. Los alimentos y otros productos básicos
deben ser importados y distribuidos, así sea a precios altos con sustanciales
subsidios del gobierno; en cualquier caso, ocasionando una inflación con serias
consecuencias para los estándares de vida de las masas. La internacionalización
del capital, en consecuencia, produce el resultado paradójico de incrementar el
potencial productivo de la sociedad, al mismo tiempo que empobrece a su gente.
Bibliografía
Austin, James y Gustavo
Esteva (eds.) (1987), The
Mexican Food System, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press.
Barkin,
David (1982), "The Impact of Agribusiness on Rural Development", en
S. Mc Nall (ed.), Current Perspectives in Social Theory, vol. 3,
Greenwich, Conn., JAL Press.
−−−y Carlos
Rozo (1081), "L'agriculture et l'internationalization du capital", Revue
Tiers-Monde, núm. 88, octubre-diciembre, pp. 723-745.
−−−y Blanca Suárez (1985), El
fin de la autosuficiencia alimentaria, México, Centro de Ecodesarrollo-Ed. Océano.
Barnett,
Richard y Ronald Muller (1974), Global Reach: The Power of the Multinational
Corporation, Nueva York, Simon and Schuster.
Bowles,
Samuel, David Gordon y Thomas Weisskopf (1983), Beyond the Wasteland,
Nueva York, Anchor.
Braverman, Harry (1975), Trabajo
y capital monopolista, México, Nuestro Tiempo.
Ernst,
Dieter (ed.) (1980), The New International Division of Labour, Technology
and Underdevelopment, Consequences for the Third World, Frankfurt y Nueva
York, Campus, Verlag.
−−−
(1981), "Special issue on industrial redeployment and international
transfer of technology: Trends and policy issues", Viertel Jahres
Beginne, núm. 83, marzo.
Fajnzylber, Fernando (1983), La
industrialización trunca en América Latina, México, Nueva Imagen.
Frank,
Andre Gunder (1980), Crisis in the World Economy, Nueva York, Holmes and
Meier.
Fröbel, Folker, Jurgen
Henrichs y Otto Kreye (1979), La nueva división internacional del trabajo,
México, Siglo XX.
George, Susan (1980), Cómo
muere la otra mitad del mundo: las verdaderas razones del hambre, México,
Siglo XXL
Grubel,
Herbert y Peter Lloyd (eds.) (1975), Intra-Industry Trade, Londres,
Macmillan.
Heckscher,
Eli (1919), "The effects of foreign trade on the distribution of
income", en H. S. Eris y L. A. Metzler, (eds.), Readings in the Theory
of International Trade, Filadelfia, Blakiston, 1950.
Helleiner,
Gerald K. (1979), "Transnational corporations and trade structure: The
role of intra-firm trade", en H. Giersch (ed.), On the Economics of
Intra-Industry Trade, Tubingen, JCB Mohr.
Hymer,
Stephen (l98O), The Multinational Corporation, Cambridge y Nueva York,
Cambridge University Press.
Lipietz,
Alain (19822, "Marx or Rostow?", New Left Review, núm. 132,
marzo.
Luxemburgo, Rosa (1967), La
acumulación del capital, México, Grijalbo.
Marglin,
Steve (1974), "What do bosses do? The origin and function of hierarchy in
capitalist production", Review of Radical Political Economics, vol.
6, núm. 3, verano, pp. 60-112.
Minian, Issac (ed.) (1983 y
1984), Transnacionalización y periferia semindustrializada, I y II,
México, CIDE.
Moore, Lappe y Francis
Collins {1977), Comer es primero, México, Siglo XXI.
Ohlin,
Bertel {1935), lnterregional Trade and International Trade, Cambridge,
Harvard University Press.
Pallaoix, Christian {1975), Las
firmas multinacionales y el proceso de internacionalización, Madrid, Siglo
XXI.
−−− (1977), La
internacionalización del capital, Barcelona, Blume.
−−− (1979), Proceso de
producción y crisis del capitalismo, Barcelona, Blume.
Perelman,
Michael (1977), Farming for Profilts in a Hungry World: Capital and the
Crisis in Agriculture, Montclair, Nueva York, Osmun.
Portes,
Alejandro y John Walton (1981), Labor, Class and the lnternational System,
Nueva York, Academic Press.
Ramesh, J.
y Charles Weiss (1979), Mobilizing Technology for World Development,
Nueva York, Praeger and Overseas Development Corporation.
Redclift,
Michael (1981), "Development policymaking in Mexico: The Sistema
Alimentario Mexicano", Working Papers in us Mexican Studies, núm.
24, San Diego.
Rozo, Carlos y David Barkin
{1983), "La producción de alimentos en el proceso de internacionalización
del capital", El Trimestre Económico, vol. L (3), núm. 199,
junio-septiembre, pp. 1603-1626.
−−− (1985), "La
tecnología y la acumulación", Investigación Económica, núm. 173,
pp. 191-213.
Sassen-Koob,
Saskia (1982), "Recomposition and peripherialization at the core", Contemporary
Marxism, núm. 5, verano, pp. 88-100.
Servan-Schreiber,
Jacques-Jean (1968), El desafío americano, Santiago de Chile, Zig-Zag.
UNIDO
(1981), "Restructuring world industry in a period of crisis, The role of
innovation: An analysis of recent developments in the semiconductor
industry", Documento, UNIDO/IS-285.
Verfion,
Raymond (1970), The Technology Factor in International Trade, Nueva
York, Columbia University Press para el National Bureau of Economic Research.
Wolf, Eric
(1982), Europe and the People Without History, Los Angeles, University
of California Press.
[1] Hay una extensa literatura sobre la teoría de la internacionalización
del capital. Véanse, por ejemplo, un primer artículo sugestivo de Hymer (1980),
los avances del Pallaoix (1975, 1977 y 1979) y los desarrollos de Barkin y Rozo
(1981) y de Rozo y Barkin (1983). Cada una de estas referencias tiene una guía
de la literatura.
[2] Un término usado frecuentemente en Europa, y especialmente en las publicaciones
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), para
describir la restructuración de la industria como un resultado de la expansión
del capital productivo internacionalmente (Ernst, 1980 y 1981); otro término, deslocalización,
también es común, especialmente en Francia, para referirse al mismo proceso de
integración global de las economías capitalistas (véase, por ejemplo, el núm.
14 de la serie Crítiques de l'economie politique, enero-marzo de 1981,
titulado "Delocalisation du capital et discipline du travail").
[3] La discusión de la crisis mundial del capitalismo es cada vez más
frecuente en la literatura ortodoxa y progresista; dos análisis diferentes pero
mordaces del fenómeno pueden encontrarse en Frank (1980), y en Bowles, Gordon y
Weisskopf (1983).
[4] En este sentido, el análisis parte de las presentaciones de la
ortodoxia leninista, tomando elementos del análisis de la expansión capitalista
de Luxemburgo (1967) para insistir en la importancia fundamental de la
internacionalización del capital productivo para completar el ciclo del capital
social internacionalizado, más que simplemente analizar el papel del capital
financiero y comercial dentro del proceso.
[5] Véase Barnett y Muller, 1974, para una revisión y popularización de
una gran literatura de la ET como
antagonista principal o incluso como causa de otras transformaciones.
[6] Existe una extensa literatura sobre la incapacidad creciente de los
países del Tercer Mundo para satisfacer sus necesidades básicas. Véase la
versión de la literatura sobre este tema en: George, 1980, y Moore y Collins,
1977, así como la explicación teórica de este proceso en Barkin, 1982.
[7] Un ejemplo elocuente de esto fue el esfuerzo de poca duración del
gobierno mexicano para crear un Sistema Alimentario Mexicano (SAM) de
orientación campesina, con el fin de fortalecer su capacidad para producir los
alimentos básicos necesarios para la dieta nacional. El experimento se inició
debido a que las crecientes importaciones de alimentos básicos estaban
convirtiéndose en un drenaje embarazoso sobre el escaso intercambio con el
extranjero, mientras que el desempleo campesino y las vastas áreas de tierra
ociosa estaban creando una creciente agitación social. En la práctica, una
parte sustancial de los abundantes recursos oficiales asignados al programa fue
para los agricultores comerciales más que para los campesinos, y aun las
ganancias que se lograron fueron revertidas después de menos de tres años por
la decisión de la subsecuente administración de cancelar el programa y
concentrarse en la agricultura comercial. Véase Redclift, 1981, y Austin y
Esteva, 1987, para una descripción y evaluación de este programa.
[8] Esta sección está sustentada en un trabajo previo (Rozo y Barkin,
1985).
[9] La reorganización de la producción ha sido una herramienta importante
para facilitar el control del capital sobre el trabajo. Véase, por ejemplo, el
análisis de Steve Marglin (1974) sobre la transformación de las industrias
domésticas en la manufactura por el capital en el siglo XVIII. Braverman (1975)
también analiza este proceso en detalle, como lo hacen muchos franceses (por
ejemplo, Lipietz, 1982).
[10] UNIDO (1981)
presenta un extenso análisis de la restructuración global de la industria
semiconductora y su impacto en la producción y el trabajo.
[11] La
literatura sobre la transferencia tecnológica está repleta de lamentos acerca
del impacto de las elecciones tecnológicas inadecuadas sobre el patrón de
utilización de los recursos en el Tercer Mundo: las nuevas tecnologías conducen
a procesos de producción intensivos en el uso de la maquinaria y el equipo,
mientras que con frecuencia, ellos sustituyen el uso abundante de materias
primas para un uso más intensivo del trabajo que les puede conservar. Las
tecnologías están diseñadas para sustituir capital por trabajo, ya que esto
frecuentemente facilita el control del proceso de trabajo y reduce los costos
en las sociedades en las que los salarios son altos. Un buen ejemplo de esto se
encuentra en Ramesh y Weiss, 1979.
[12] Sassen-Koob
(1982), Wolf (1982), y Portes y Walton (1981), exploran algunos de los efectos
de la emergencia de un sistema mundial de trabajo, aunque desde perspectivas
teóricas distintas.
[13] El contenido
normativo de la teoría neoclásica se basa en los escritos clásicos de Heckscher
(1919) y Ohlin (1935), fundamentados en la teoría de las ventajas comparativas
determinadas por las proporciones de los factores productivos en cada país.
Esta escuela insiste en que la especialización basada en la disponibilidad de
factores conduce a una distribución global óptima de la actividad económica,
haciendo caso omiso de las violaciones de patentes de los supuestos del modelo
subyacente. Para una discusión y una evaluación en favor de esta teoría por uno
de sus practicantes, véase Vernon, 1970.
[14] Provocando
alarma sobre "el desafío americano" (Servan-Schreiber, 1968).
[15] Actualmente
numerosos grupos tienen programas para estudiar la cambiante organización de la
economía mundial. Por ejemplo, la International Labor Office tiene una oficina
especial que examina los problemas de la nueva división internacional del
trabajo, mientras que otras instituciones examinan el fenómeno como parte de
sus estudios del nuevo orden económico internacional.
[16] Cf. Fröbel,
Henrichs y Kreye, 1979.
[17] Cf. Helleiner,
1979, y Grubel y Lloyd, 1975.
[18] La
conferencia sobre "Internacionalización de capital e industrialización en
la periferia" patrocinada por el Centro de Investigación y Docencia
Económicas (CDE) (Minian, 1983 y 1984) es un ejemplo de las numerosas
conferencias patrocinadas por grupos nacionales e internacionales sobre el
asunto de la nueva división internacional del trabajo.
[19] Esta
aproximación no comienza con los patrones prevalecientes del comercio de bienes
debido a que ellos mismos continuarán cambiando rápidamente como resultado de
los avances tecnológicos, el proteccionismo, las alteraciones en el nivel de la
actividad económica en los países más ricos, y los precios relativos de las
materias primas básicas y los insumos de la producción. Las alianzas políticas
entre los NIC en otros países del Tercer Mundo y los acuerdos con los miembros
del antiguo bloque socialista, así como los programas de austeridad impuestos por
los poderes capitalistas dominantes, también afectarán profundamente los flujos
de las mercancías. Para una revisión de los patrones de industrialización en
América Latina, véase Fajnzylber, 1983.
[20] Para un
análisis de las razones para la declinación de la autosuficiencia alimentaria,
véanse Perelman, 1977; Rozo y Barkin, 1983; y Barkin y Suárez, 1985.
[21] Portes y
Walton (1981) presentan una revisión de este material.