Del campo de los estudios urbano-regionales y la reestructuración territorial (a modo de presentación)

 

Alicia Lindón

El Colegio Mexiquense

 

Resumen

 

Este artículo constituye una presentación del  conjunto de los trabajos reunidos en este número de Economía, Sociedad y Territorio, dedicado al tema de la reestructuración territorial. A fin de darle profundidad a la presentación hemos optado por hacer una breve reconstrucción del campo de los estudios urbanoregionales desde las disciplinas que lo han constituido, y lo siguen haciendo, teniendo en cuenta que es dentro de este campo que surge la propuesta analítica de la reestructuración territorial. Esto no debería entenderse como un balance de la investigación urbano-regional, no es el objetivo y para ello nos remitimos a numerosos trabajos ya realizados.

La rápida revisión de las tradiciones disciplinarias del campo de los estudios urbano-regionales nos permite postular un giro hacia las políticas como una característica de este campo en el contexto mexicano, que aun cuando pueda tener particularidades también reconoce similitudes con lo que sucede en este campo  en otros países. Asimismo, consideramos una cuestión metodológica que de alguna manera ha operado como una constante en el campo: la concepción del territorio en escalas. Finalmente, hacemos un breve repaso de conceptos que se han ido acuñando o matizando en los últimos años para comprender fenómenos actuales. Entre ellos, sin duda el de reestructuración territorial ocupa un lugar destacado.

 

Este número de Economía, Sociedad y Territorio se dedica al tema de la reestructuración territorial. A fin de abordar esta temática, consideramos oportuno partir de unas primeras reflexiones respecto al campo de los estudios urbano-regionales y su conformación en términos disciplinarios, ya que es en el interior de este campo que toma sentido plantearse el problema de la reestructuración territorial

. Esto no debería entenderse como un balance de la investigación urbano-regional, no es el objetivo y para ello nos remitimos a numerosos trabajos ya realizados.[1]

De esta forma, en la primera parte se presentan algunas reflexiones respecto al campo de los estudios urbano-regionales y la cuestión de la disciplinariedad y la interdisciplinariedad características del campo. Esto nos lleva a revisar, aunque brevemente, la situación actual con referencia a las tradiciones propias del campo y también algunos giros que podrían estar dándose en su interior. Luego, se aborda otra temática inherente a los estudios urbano-regionales, como es lo referente a las escalas territoriales. Por último, introducimos la problemática de los nuevos conceptos que, en los últimos años, se vienen entretejiendo desde las distintas miradas sobre el territorio a fin de comprender los nuevos fenómenos territoriales, o al menos ciertamente renovados. En el contexto de estos nuevos fenómenos territoriales y los conceptos que se están acuñando en este sentido, consideramos un concepto que en particular está tomando una creciente centralidad en el campo urbano-regional, nos referimos al de reestructuración territorial, y sobre el cual todos los artículos aquí reunidos reflexionan.

Finalmente, debemos señalar que la estructuración dada por los apartados presentados más arriba, en buena medida se alimenta de los cinco artículos reunidos en este número de Economía, Sociedad y Territorio; aunque también busca ofrecer

una lectura metodológica de los textos, desde ciertos ejes tradicionalmente centrales al campo urbano-regional.

 

El campo de los estudios urbano-regionales desde la componente disciplinaria

 

En principio queremos destacar que al ubicar nuestras reflexiones desde la investigación realizada en México, esto nos facilita concebir lo urbano-regional como un campo y no como una disciplina, más allá de que ciertos estudios pudieran calificarse específicamente como sociología urbana, geografía urbana, economía regional... Entendidos los estudios urbano-regionales como un campo, la multidisciplinariedad, la interdisciplinariedad o si se quiere la transdisciplinariedad, constituyen un lugar común. Conviene aclarar que la interdisciplinariedad en este caso se entiende como la capacidad de un investigador de formularse interrogantes sobre un fragmento de la realidad desde varias disciplinas, y no exclusivamente en relación a la imagen del equipo de investigación integrado con representantes de varias disciplinas.

Los estudios urbano-regionales han venido a conformar un campo resultante del cruce de varias miradas disciplinarias sobre un tipo de problema. La particularidad del tipo de problema u objeto de investigación radica en que su construcción supone una dimensión necesaria, la territorial. Desde esta posición, la concepción de lo urbano-regional como campo y la interdisciplinariedad son las dos caras de una misma moneda, son dos formas de dar cuenta de lo mismo. Sin embargo, esta interdisciplinariedad urbano-regional ha sido selectiva ya que se ha conformado por ciertas disciplinas en particular.

Históricamente, y no sólo en México, los estudios urbano-regionales se han alimentado[2] sobre todo de tres disciplinas sociales: la geografía, la sociología y la economía. Más específicamente podemos decir que la sociología institucionalizó los estudios urbanos y la geografía lo hizo en cuanto a los regionales. Los primeros se institucionalizaron en la Escuela de Chicago de los años veinte de este siglo (o para ser más precisos, en lo que en aquel entonces era el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago)[3] y con la referencia particular a la figura de Robert Park y los segundos, en la geografía regional francesa de Paul Vidal de la Blache de fines del siglo pasado e inicios del presente.[4] Por su parte, la economía también aportó a este campo tempranamente con la teoría de la localización o más específicamente con la teoría de la localización de las actividades productivas, y también con la autodenominada ciencia regional de Walter Isard. Al respecto podemos recordar la teoría de Losch, de 1940, que si bien surge del pensamiento económico no puede negar su antecedente geográfico inmediato en la teoría de los lugares centrales de Christaller de 1933. Por su parte, tanto la teoría de Christaller como la de August Losch constituyen una herencia de la obra más temprana en la materia, aunque referida a los medios rurales, como es la conocida Teoría de Von Thünen de 1826, así como también la de Alfred Weber de 1909.

Si las anteriores disciplinas marcaron por mucho tiempo ejes fuertes en este campo y lo siguen haciendo, es innegable que se han ido sumando otras miradas disciplinarias, por ejemplo lo político se viene definiendo progresivamente como otro ángulo importante para estos estudios. En México, esta línea más reciente comienza a desarrollarse aproximadamente desde mediados de los años ochenta y actualmente, algunos temas políticos están relativamente legitimados como temáticas a estudiar desde la dimensión territorial. Podemos mencionar como ejemplos la cuestión de la gobernabilidad y la ciudadanía,[5] la descentralización y la problemática municipal, que en buena medida se han centrado en el estudio de "el significado político del municipio en relación con las luchas y reivindicaciones democráticas y la cuestión de la autonomía municipal".[6] Tal vez en menor medida aparecen cuestiones como el interés por conocer lo electoral y su distribución en el territorio.[7] Asimismo, un poco de la mano de lo político, aunque sólo parcialmente, aparece un fuerte interés por el estudio de "las políticas" y la gestión, vistas desde sus efectos territoriales o bien, como la relación entre las políticas y el territorio.

En este número hemos optado por reunir trabajos urbanoregionales inmersos en la problemática de la reestructuración territorial, aunque desarrollados en distintas latitudes, ·Canadá, Estados Unidos, México y Sudamérica. A pesar de las diferencias notorias en términos teórico-metodológicos, de los distintos referentes empíricos de cada uno de ellos, todos construyen formas de interdisciplinariedad, con sus propios matices y sesgos. Posiblemente uno de los textos que se caracteriza más plenamente por este rasgo -la mirada interdisciplinaria- es el trabajo referido a la "Acción colectiva y activación del capital socio-territorial como reacción a la globalización: El caso de Montréal". En este artículo, el análisis se conforma interdisciplinariamente al tiempo que los coautores confirman este espíritu en su propia formación.[8]

En este trabajo se va construyendo la problemática objeto de estudio a partir de la organización territorial intraurbana, tomando tres antiguos barrios industriales de la ciudad de Montréal hoy obsoletos y degradados por procesos de desindustrialización, de localización industrial y terciarización. Esto indica claramente una mirada geográfica, si se quiere de una geografía urbano-industrial, precisamente lo geográfico está expresado en el interés por la organización del espacio urbano considerado.[9] La mirada económica está presente en la consideración del crecimiento económico, tanto de la ciudad vista como contexto, como de los barrios peri-centrales en sí mismos o como texto. Enseguida, sobre la dimensión geográfica se va articulando la sociológica a través de los mecanismos asociativos que surgen como demandas en medio de la exclusión social. Lo asociativo entra de la mano de la formación de las CDEC,[10] entendidas como la institucionalización de la movilización social que busca la concertación. Estas corporaciones representan a los distintos sectores sociales con miras a la revitalización de la comunidad, por ejemplo a partir de la reinserción de los trabajadores en los mercados de trabajo, el apoyo al empresariado, así como la creación de nuevas empresas.

Así, lo interdisciplinario del texto de Klein, Fontan y Tremblay se expresa por ejemplo, en la forma en que la mirada sociológica va entretejiendo las acciones colectivas, la movilización frente a los procesos de delocalización industrial, para resultar de esta trama la constitución de un medio innovador (reactivado en términos socioeconómicos) en el que se desarrolla una identidad colectiva y una conciencia territorial. Es importante subrayar que estos dos conceptos centrales para el artículo, el medio innovador y la conciencia territorial, en los cuales el trabajo termina integrando todos los elementos introducidos, son dos constructos en los que la mirada geográfica y sociológica han quedado imbricadas de manera tal que no se pueden separar, ni como ejercicio analítico. Éste es un particular ejemplo del logro de la interdisciplinariedad en un estudio urbano.

El artículo de Carlos de Manos se comienza a construir a partir de la articulación de una visión económica y otra geográfico económica, así se destaca una fuerte preocupación por los procesos de autonomización y desarraigo del capital, la terciarización creciente y la transformación de la morfología organizativa de las empresas hacia esquemas de redes. Es importante señalar que estas componentes más económicas y geográfico-económicas se presentan para entender la conformación del espacio metropolitano (la mirada desde la geografía urbana).

Una vez que el autor llega a la forma espacial (la visión geográfica) introduce la mirada sociológica, que podríamos identificar de manera más específica como preocupaciones de una sociología urbana, particularmente cuando incorpora la cuestión de la suburbanización metropolitana extendida en asociación con la generalización del uso del automóvil particular, la difusión de las tecnologías de la comunicación como limitantes de la incidencia de la distancia física y estimulantes del trabajo en el lugar de residencia, la explosiva difusión de la televisión en todos los sectores sociales vista como un factor de arraigo en el espacio del hogar y por último la incorporación de las estrategias familiares e individuales que favorecen la expansión urbana. En el caso de los sectores sociales de altos ingresos el impulso a la expansión urbana ocurre por la búsqueda de viviendas unifamiliares en lugares tranquilos, mientras que en el caso de los sectores de menores recursos, a través de la búsqueda de tierras en las periferias marginales, como única opción para la vivienda, ante las desigualdades sociales crecientes. Todo esto expresa una mirada sociológica que se integra con la geográfica y económica ya mencionadas.

Por su parte, el texto de Hiernaux parece, sobre todo, construirse en la cercanía disciplinaria de la geografía económica y la economía, aunque también está presente una geografía urbana y una geografía regional, el trabajo de Karl Kresl se alimenta más de una economía espacializada. Mientras que el de Boisier parece construir la interdisciplinariedad desde una geografía económica y otra geografía política, sin dejar ausente a la economía. Finalmente, toda la propuesta de Boisier termina articulando en una geografía regional en donde la región pivotal no sólo es organización del territorio por los clásicos componentes socio-económicos sino que esa organización territorial también se asocia con la gestión de la información y con una cultura capaz de generar identidad, como expresiones, estas últimas, de una entrada sociológica.

Las mencionadas fuentes disciplinarias (la geografía, la sociología y la economía) han conformado una verdadera tradición para lo urbano-regional, ya que en ellas se han legitimado ciertos interrogantes, algunas formas de abordarlos, cuestiones técnicas; incluso nos animaríamos a hablar de unos horizontes de sentido[11] para este tipo de estudios dados por estas miradas disciplinarias sobre el territorio, sobre las ciudades y las regiones. Sin embargo, hoy en día, y sobre todo  en nuestro país, cabe preguntarnos si esta tradición se mantiene como tal, o si asistimos a giros dentro del campo hacia alguna de las disciplinas que venimos incluyendo en esa supuesta tradición, o bien hacia algunas de las más recientemente incorporadas al campo.

En México, en donde los estudios urbano-regionales alcanzaron una notoria institucionalización desde hace varias décadas,[12] si nos ubicamos desde el telón de fondo de estas tres herencias disciplinarias que venimos comentando, resulta bastante evidente el fuerte énfasis que están tomado las políticas dentro del campo, aunque posiblemente ello sea más atinado en relación con lo urbano que con lo regional. Un poco parafraseando la idea del giro hermenéutico o el giro lingüístico que se ha dado en otros ámbitos del conocimiento (sobre todo en la filosofía contemporánea el primero y en la sociología de la última mitad de este siglo, el segundo), nos animamos a postular que en México, en el campo de los estudios urbanos se viene desarrollando un verdadero giro hacia las políticas. Así, parecería que en nuestro país, en los últimos años, el campo de los estudios urbanos no es tal si no se dedica a analizar políticas, no exclusivamente políticas urbanas (como pueden ser las de suelo urbano o las de regularización de la tenencia de la tierra), también pueden ser políticas sociales, políticas económicas, políticas de inversión, políticas de población, etc. Si fuera posible aplicar el concepto de identidad en referencia a un campo del conocimiento, diríamos que los estudios urbano-regionales· han construido una identidad en torno a las políticas, o más precisamente a los efectos territoriales de las políticas.[13] En este contexto, la investigación urbana muy frecuentemente se viene implementando como estudios del impacto de una cierta política en el territorio, en el espacio urbano...

Peter Kresl, en su artículo aquí incluido: "La respuesta de la economía urbana al Tratado de Libre Comercio de América del Norte: planificar para la competitividad", explora esta situación que acabamos de plantear llegando a una interpretación muy convincente. Aunque su reflexión no es en referencia a la investigación urbana desarrollada en México, sino en el contexto de los estudios urbanos realizados sobre todo en los Estados Unidos, consideramos que también puede resultar explicativa de lo que ocurre en México, al menos parcialmente. La reflexión de Kresl tiene el gran mérito de permitir esclarecer lo que consideramos un nodo clave para nuestro campo, aunque cabe señalar que el autor no se lo plantea como su objetivo central en este artículo. En pocas palabras, este nodo lo podemos expresar como el "¿por qué de la centralidad de las políticas en el campo de lo urbano-regional?" o bien, "¿por qué el giro hacia las políticas en este campo de la investigación?" para continuar con nuestra propia terminología.

Kresl concibe a las políticas como los nuevos factores de localización. Así como en otra época Christaller, Alfred Weber, Losch y otros nos enseñaron que los factores de localización de las actividades productivas eran la disponibilidad de materias primas, el acceso a la mano de obra y las infraestructuras, hoy en día, según Kresl un lugar se puede constituir en una localización privilegiada en virtud de una cierta política. La centralidad de las políticas en los estudios urbanos se asocia así, con el devenir de los principales factores de localización de las actividades económicas. De esta forma, una cierta política se puede constituir en el motor de una reestructuración territorial.

En principio, esta concepción nos permite comprender los fundamentos de lo que estamos denominando el giro hacia las políticas dentro del campo de los estudios urbanos. Sin embargo, también nos permite avanzar otra conclusión no menos relevante aunque sí muy riesgosa, que la investigación urbana de este fin de siglo (al menos la identificada con este giro hacia las políticas) se viene definiendo cada vez más como herencia renovada de la teoría de la localización clásica. Más aun, podríamos avanzar diciendo que los estudios urbanos en México, aquellos que en sus orígenes recogieron esa diversidad de herencias disciplinarias, aquellos que fueron discípulos de la sociología urbana francesa de los años setenta, actualmente tienden a conformarse en conexión directa con una herencia disciplinaria en particular, como es la económica orientada por la teoría de la localización, claro está en sus versiones renovadas, es decir las políticas como los principales factores locacionales.

Las interpretaciones anteriores no sólo nos permiten comprender el qué prima en el campo urbano-regional y el porqué, sino que por contraste también permiten visualizar los vacíos de este campo de la investigación en México actualmente. En este sentido creemos que se puede apreciar cierta ausencia de lo socio-cultural dentro del campo de los estudios urbano-regionales. Evidentemente, esto no debería interpretarse como una supuesta ausencia de estudios sobre la cultura urbana, no pretendemos afirmar eso, menos aun cuando en el campo de los estudios de la cultura, la ciudad ha tomado creciente interés. Respecto a esto último es suficiente con recordar la línea de estudios desarrollada por Néstor García Canclini. Más bien, postulamos su ausencia relativa en el campo de la investigación urbano-regional en nuestro país en los últimos años y no así, en el conjunto de la investigación en ciencias sociales que se desarrolla en México.

Una de las dimensiones por donde comenzó a estudiarse la ciudad fue la cultural, cuando lo urbano apenas empezaba a institucionalizarse, es decir, en la Escuela de Chicago de los años veinte. Esta visión cultural de la ciudad ya fue negada por la sociología urbana de corte marxista de los años setenta y particularmente rechazada por una supuesta identificación con una ecología humana funcionalista,[14] a pesar de esto, su ausencia del campo urbano-regional hoy, no deja de ser significativa, sobre todo en tiempos en los que hay un interés creciente por comprender al individuo y la subjetividad en otros campos de las ciencias sociales. Todos los días, en distintos ámbitos de las ciencias sociales, oímos hablar de un nuevo regreso al sujeto, es muy notorio el interés creciente por la subjetividad, la intersubjetividad, por los estudios cualitativos, por la interpretación, por las nuevas formas comunitarias, por lo sin sentido, por la racionalidad sensible, por lo lúdico y lo onírico. Sin embargo, en medio de estas tendencias tan difundidas en las ciencias sociales, los estudios urbano regionales, que tradicionalmente le dieron un lugar muy particular al individuo, hoy lo desdibujan de su horizonte, al menos de manera explícita o bien, lo limitan a un individuo racional que pueda comprenderse en relación con las políticas, un individuo cuya acción pueda anticiparse en términos de medios/fines o de costos/beneficios, cuya acción pueda comprenderse desde una racionalidad claramente instrumental.

Si la sociología urbana francesa de los setenta fue un referente importante para que los estudios urbano-regionales en México durante los años ochenta llegaran a constituir un nodo central en torno a lo que Emilio Duhau[15]  denominó la "urbanización popular" que superaba ampliamente al marxismo-estructural de la sociología francesa del cual se alimentó, parecería que a fines de los noventa este campo ya no puede negar el giro hacia las políticas. En alguna medida, este giro reivindica el papel de la política en lo urbano-regional, aunque desde otro ángulo también podría pensarse que reduce el espectro de observación de lo urbano-regional. Significativamente, todo ello ocurre al mismo tiempo que otros campos de la investigación social, como los estudios de la cultura, los estudios de género, comienzan a interesarse progresivamente por la ciudad. No podemos perder de vista el hecho de que para estos otros campos del conocimiento, aunque la ciudad pueda ser foco de atención, no necesariamente lo es desde un enfoque territorial.

Posiblemente, el campo de los estudios urbano-regionales esté jerarquizando la política y reduciendo su ángulo al relativizar lo sociocultural, al mismo tiempo que el campo de los estudios de la cultura y el del género se urbanizan. Sin embargo, lo que no podemos pedirle a los estudios de género y de la cultura es que al incorporar la ciudad, lo hagan con una mirada desde el territorio. Precisamente, en el ámbito que queda en la interfase del territorio y la cultura en la ciudad es donde puede quedar un vacío como consecuencia del mencionado giro. Si los estudios de la cultura ocupan ese espacio, tal vez lo que esté redefiniéndose sean estos campos de la investigación y no sólo ciertas dimensiones y perspectivas en el interior de cada uno de ellos.[16] Una expresión de esta recomposición podría encontrarse en un texto urbano de reciente publicación, coordinado por Martha Schteingart y Boris Graizbord. Esta obra podría leerse a la luz del mencionado giro hacia las políticas, sin embargo, el último capítulo se dedica al postulado "vacío" de los estudios urbano-regionales: la vida urbana como de socialidad, como cotidianeidad. Desde un punto de vista, esto 16 contradice nuestra hipótesis del vacío socio-cultural en el campo urbano; aunque no deja de ser significativo que ese capítulo sea desarrollado por autores procedentes del campo de los estudios de la cultura como Miguel Ángel Aguilar.[17]

 

El territorio en escalas

 

Si la interdisciplinariedad socio-económica y geográfica ha sido una tradición, nos atreveríamos a decir que la cuestión de las escalas de observación y análisis del territorio y los fenómenos espaciales, es una constante metodológica en nuestro campo. Más aun, la diferenciación primera para los estudios territoriales entre lo urbano y lo regional, ya supone una primera distinción en la escala de análisis, aunque evidentemente la distinción entre lo urbano y lo regional no se podría limitar a ello. En el caso de los estudios urbanos, la cuestión de las escalas ha demarcado dos ámbitos muy diferentes, contradicciones distintas como es el de lo interurbano (con temáticas clásicas como la de los sistemas de ciudades) y lo intraurbano, por mencionar un ejemplo.

La centralidad de la escala si puede ser vista como una herencia de las disciplinas fuentes que mencionamos, evidentemente no puede ser otra que la herencia que la geografía le ha legado al campo urbano-regional. La escala se podría asemejar a una lente que acerca o aleja el objeto observado. Por ello, es siempre tan pertinente la afirmación de que la escala cambia la naturaleza del objeto de investigación.

La cuestión de las escalas para los estudios urbano-regionales, en principio puede concebirse como el equivalente de los niveles de análisis para los estudios de las ciencias sociales en general. Sin embargo, la dimensión territorial es una cualidad intrínsecamente propia de la escala y no así de los niveles de análisis. En una misma escala territorial, se pueden considerar varios niveles de análisis, las escalas dan cuenta de la extensión del territorio seleccionado, aunque siempre en relación con otros más dilatados. En el uso más frecuente, cada estudio urbano-regional trabaja en una cierta escala, pudiendo llegar a delimitarse otra u otras que sirvan de contexto a la primera. En cierta forma, la escala se fija. El artículo de Klein, Fontan y Tremblay tiene como escala la del barrio. Sin embargo, constantemente esa escala es resignificada en relación con otra más pequeña,[18] la de la ciudad; el foco de análisis está en la escala barrial aunque ésta se articula con la escala de la ciudad.

Los artículos de Hiernaux y Boisier esbozan un concepto de escala diferente, no ya como una decisión que el investigador asume en un momento y deja definida o fijada espacialmente. Los textos de Hiernaux y Boisier son sumamente innovadores desde la concepción del territorio organizado simultáneamente en distintas escalas. En última instancia, estos autores nos permiten pensar el viejo concepto de escala territorial de una manera diferente, como un concepto dinámico. En el caso de Hiernaux se hace referencia explícita al recurso metodológico de que el investigador organice su análisis como un desplazamiento a través de distintas escalas. Así, se plantea que los efectos reestructuradores del territorio que pueden producirse por una cierta política se van difundiendo espacialmente, con la particularidad de que al analizarlos en las distintas escalas, es posible encontrar las formas específicas que toman en cada una de ellas. El aporte se enriquece más, cuando el autor observa este problema de las escalas territoriales a la luz de la teoría de los fractales, según la cual la totalidad se encuentra inmersa en las formas menores bajo la misma estructura. Esta propuesta implica que en vez de escoger una escala y limitar el análisis a ciertas relaciones pertinentes a ella, el investigador desplace su análisis por distintas escalas, con la redefinición de las formas que en cada una de ellas pueda resultar.

Esta concepción dinámica de las escalas territoriales según la cual un mismo fenómeno espacial toma formas diferentes se puede articular con la visión de las regiones como espacios organizados en los que no es necesaria la continuidad territorial. Dicho sea de paso, ambos autores en trabajos previos,[19] han abordado las regiones sin continuidad espacial. Boisier ya planteaba este tema en su propuesta de las regiones virtuales, sobre la que articuló luego las regiones pivotales y asociativas, como partes de lo que ha denominado las nuevas configuraciones regionales. En este sentido en el artículo que aquí presentamos, Sergio Boisier señala que las regiones pivotales pueden ser vistas como "nodos de una red de inteligencia dispersa (...), ofrecen articulaciones no lineales".[20] Por su parte, Hiernaux dice "las regiones virtuales (están) basadas en la articulación en el espacio global de porciones distantes del espacio geográfico, que se sostienen a partir de la pertenencia a una lógica única...".[21] En su artículo reunido en Economía, Sociedad y Territorio, Boisier nos dice que los procesos de interpenetración entre lo público y lo privado en la gestión regional permiten hablar de regiones cuasi-estados y regiones cuasiempresas.

No podemos dejar de advertir que la reflexión anterior implica una ruptura con toda una extensa tradición de los estudios territoriales para la cual era una cuestión no discutible la concepción de la región en la escala sub-nacional. Tanto Boisier como Hiernaux, aunque introducen tradiciones del pensamiento territorial, están marcando rupturas muy fuertes con el mismo al partir de la concepción de las escalas dinámicas que redefinen el objeto de investigación y del reconocimiento de la no continuidad espacial de la región.

En síntesis, si en estas dos concepciones dinámicas, la escala sigue siendo una cuestión de carácter metodológico para los .estudios territoriales, nos atrevemos a decir que pierde la dimensión técnico metodológica, característica de la escala que se ha fijado, para abrirse a la complejidad del problema metodológico, e incluso teórico metodológico, de cómo reconstruir las particulares formas espaciales que adopta un mismo fenómeno en cada escala y seguirlo a través de ellas. Al mismo tiempo, estas visiones de la escala territorial de manera dinámica nos enfrentan a otro fuerte desafío metodológico para los estudios territoriales y sobre todo regionales, que corresponde al cómo estudiar, incluso en términos de escala, las regiones siempre entendidas como territorios organizados, aunque con la novedad de la discontinuidad espacial y con la otra innovación de que puedan ser cuasi -estados.

 

Nuevos procesos territoriales, renovados conceptos

 

En las ciencias sociales en términos generales, y no sólo en el campo de los estudios urbano-regionales, parecería que siempre lo que más interesa al investigador es lo que cambia, el cambio social, el cambio económico, el cambio político, el cambio territorial, etc. Posiblemente, ello se pueda explicar por la ilusión o la falacia de que sobre lo que no cambia hay conocimiento acumulado; aunque si así fuera se estaría asumiendo el supuesto de que lo que no es cambio estaría en una condición inmutable, lo que evidentemente es muy difícil de sostener en relación con cualquier dimensión de lo social, aunque si así fuera, también sería importante conocer por qué es inmutable. Desde ese interés por conocer lo que está cambiando, se puede entender la producción de nuevos conceptos y nuevos modelos interpretativos, o al menos la búsqueda por introducir matices renovados en viejos conceptos y anteriores modelos. Como ejemplo de este interés por conocer los nuevos fenómenos se pueden mencionar los conceptos de "ciudades mundiales y metápolis" que introduce Hiernaux en su texto,[22] o el de "regiones-metrópolis" de Carlos de Mattos. Dicho sea de paso, los tres conceptos que estamos citando a modo de ejemplo de lo renovado, conllevan una importante componente en cuanto a su escala.

El artículo que aquí se presenta de Carlos de Mattos, entre otras cosas, tiene el mérito de atreverse a no ser un análisis del cambio, sino de poner el foco en lo que perdura, entendiendo que lo que perdura no lo hace de manera idéntica sino con matices renovados, que no son poco relevantes. Evidentemente, este interés por lo que perdura está fuertemente relacionado con el fragmento de la realidad que el autor considera, el caso chileno, no obstante, en relación con el mismo caso se han realizado análisis del cambio.

El análisis de Carlos de Mattos nos muestra que el fenómeno de la concentración territorial puede verse como lo que perdura; lo que de paso supone la necesidad de colocar las tendencias desconcentradoras como momentos, como coyunturas mientras que la concentración sigue incrementándose, no sin importantes matices. La periurbanización, la expansión tentacular, la suburbanización son formas espaciales que perduran, son formas espaciales que operan en  temporalidades largas. La concentración territorial se puede entender en tiempos más largos que los de las coyunturas desconcentradoras. No obstante, el autor introduce los matices de la innovación. Así, dentro de las tendencias a incrementar la concentración territorial encuentra que no es una concentración generalizada sino selectiva, ya que sólo se mantiene en las principales áreas  metropolitanas. Finalmente, esta propuesta es una forma de articular lo que permanece con los matices nuevos, para aproximarse así a las formas espaciales renovadas.

Dentro del conjunto de textos reunidos en este número de Economía, Sociedad y Territorio, el concepto de concentración territorial podría verse como el símbolo de lo que perdura, del interés por explorar lo que permanece a largo plazo, mientras que el de reestructuración territorial puede tomarse como la representación del interés cognoscitivo por lo que cambia. El término reestructuración comenzó a utilizarse hace más de una década con referencia directa a los procesos productivos, a lo que a veces fue denominado posfordismo, flexibilización, etc. Por ello, se hablaba de reestructuración económica. En algún momento comenzó a darse un deslizamiento desde la dimensión económica a la territorial, lo que es ampliamente justificado si pensamos que los procesos económicos son fuertes organizadores del territorio. Así, empezó a difundirse el término reestructuración territorial y al que hemos dedicado este número de Economía, Sociedad y Territorio. A pesar de su difusión, creemos que es válido preguntarnos qué contenidos se le atribuyen, de qué fenómenos da cuenta, acaso se trata de reasignaciones de viejas localizaciones y establecimientos a nuevas actividades. Sería muy simple, e incluso cuestionable, pensar la reestructuración territorial como las nuevas funciones económicas asignadas a los territorios.

En general, la producción de nuevos conceptos, entendidos como sistemas de ideas con las cuales ver el mundo, sigue este camino del uso crecientemente difundido y más o menos ambiguo a la posterior sistematización. Cuando se parte de conceptos muy claramente definidos desde un inicio, se corre el riesgo de estar frente a etiquetas de moda. En última instancia, con todo esto queremos señalar que aun el campo de los estudios urbano-regionales no se ha abocado profundamente a reflexionar sobre este concepto, se lo utiliza, pero de muy diferentes formas. Seguramente, que podríamos pensar que la reestructuración del territorio supone cambios en las formas territoriales, en las configuraciones del espacio, tal vez en los factores de localización, pero todavía es una tarea pendiente sistematizarlo. Uno de los objetivos de este número de la revista es ofrecer distintas investigaciones, con diferentes referentes empíricos, que abran pistas respecto a posibles caminos para sistematizar este nuevo concepto.

De acuerdo a Kresl podríamos decir que la reestructuración territorial se puede entender a partir del cambio en los factores de localización, a partir de la constitución de las políticas en los nuevos factores de localización. Interpretando a Klein, Fontan y Tremblay se puede decir que la reestructuración territorial resulta de la vitalidad de los actores sociales para producir un medio innovador. La producción del medio innovador se va alimentando de acciones colectivas, que a su vez requieren y también producen conciencia territorial e identidad colectiva. El artículo de Boisier nos lleva a expresar que la reestructuración del territorio se puede entender como aquella organización del espacio capaz de articular una apertura externa económica con una apertura interna política, así como la interpenetración de lo público y lo privado en la gestión regional.

De acuerdo a Hiernaux la reestructuración territorial en el caso mexicano comprende algunas cuestiones centrales como la desconcentración de actividades industriales, la constitución de polos turísticos y de inversión, el desarrollo de la maquila fronteriza, también la redistribución de la población en el territorio nacional. En el caso particular de la ciudad de México, la reestructuración territorial ha traído la disminución en la concentración de población y actividades, pero no así en la centralización de las decisiones, también una creciente terciarización, desindustrialización y clandestinización de actividades industriales en talleres. Así como transferencias de obreros industriales a la informalidad terciaria (por fragmentación empresarial) y a la informalidad industrial (por subcontratación). En última instancia, la reestructuración territorial viene asociada a la desinstitucionalización de actividades económicas metropolitanas, al menos de una parte de ellas, como también a un creciente aumento de la segregación intra-metropolitana en la ciudad de México.

Por su parte, siguiendo a de Mattos podemos señalar que la reestructuración territorial también puede ocurrir dentro de las tendencias a incrementar la concentración territorial. La reestructuración territorial para de Mattos ya no se basa en la región sino en la Metropolis-Región, así la reestructuración territorial es el incremento de la suburbanización o periurbanización, la conformación de archipiélagos urbanos, que en la expansión tentacular van incorporando centros urbanos antes autónomos a la mancha metropolitana. En pocas palabras, la reestructuración territorial en algunos casos, como el chileno,[23] puede ser la generalización del modelo de ciudad americana, más específicamente de Mattos habla del modelo de ciudad Los Ángeles.

Si la reestructuración territorial puede consistir en la generalización del modelo de ciudad americana, se podría esperar que esto también suponga, al menos en algunos casos, la difusión del conocido modo de vida urbano, sobre el que tanto nos enseñó Louis Wirth en los años treinta.[24] Entendiendo la reestructuración territorial en estos términos, los estudios urbano-regionales no deberían minimizar la dimensión socio-cultural de la vida urbana, la socialidad urbana, la cotidianeidad urbana, ya que la propia reestructuración territorial supondría una reestructuración de los modos de vida urbanos.[25]

Esto último nos lleva a afianzar la idea de que, en el campo de los estudios urbano-regionales la reestructuración territorial pueda desarrollar el papel de una matriz de lectura de distintas problemáticas territoriales, como en México en los años ochenta pudo serlo la urbanización popular, antes que limitarse a un concepto, por más complejo y multidimensional que pudiera ser. Esto no implica que la reestructuración territorial tuviese que ser la única matriz de lectura. De alguna manera, esta idea de la reestructuración territorial como matriz de lectura es más o menos cercana a lo que plantea John Friedmann en relación con el papel de las ciudades mundiales para los estudios urbanos.[26] Posiblemente, la reestructuración territorial, las ciudades mundiales y por qué no, los modos de vida urbanos, puedan constituirse en ejes de lectura sobre los cuales abordar distintas problemáticas de la ciudad y la región. No obstante, esta posibilidad no cancela la tarea pendiente de reflexionar teóricamente sobre la reestructuración territorial, aunque puede darle profundidad a esa reflexión.

 

 

 

Bibliografía

 

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Coraggio,José Luis (1990), "Desafíos de la investigación urbana desde una perspectiva popular en América Latina", Sociológica, núm. 12, UAM-A, México, pp. 153-174.

 

Duhau, Emilio (1990), "La sociología y la ciudad. Panorama y perspectivas de los estudios urbanos en los años ochenta", Sociológica, núm. 15, UAM-A, México, pp. 211-280.

 

Duhau, Emilio (1995), "Urbanización popular y orden urbano", Hiernaux, Daniel y François Tomas (comp.). Cambios económicos y periferia de las grandes ciudades. El caso de la ciudad de México, IFAL-UAM-X, pp. 46-60.

 

Friedmann, John (1996), "Where we stand: a decade of world city research", en: K.nox, Paul L. y Peter J. Taylor (editores). World Cities in a World System, Cambridge University Press, pp. 21-47.

 

 

 

 

 

 

Fe de erratas: por un lamentable error de tipografía en el número anterior aparece en la portada y en el índice: Josehp Scarpaci debiendo decir Joseph L Scarpaci. Pedimos mil disculpas al autor. 

 

Atte.

El Editor.



[1] Duhau, Emilio (1990), "La sociología y la ciudad. Panorama y perspectivas de los estudios urbanos en los años ochenta”, en: Sociológica, núm. 15, UAM-A,  México, pp. 211-280. Connolly, Priscilla et al (1990), "Sociología urbana en la UAM-Azcapotzalco", en: Sociológica, núm. 15, UAM-A, México, pp. 281-320. Gottdiener, Mark y Joe Feagin (1990), "El cambio de paradigmas en la sociología urbana, en: Sociológica, núm. 12, UAM-A, México, pp. 209-238.Topalov, Christian (1990), "Hacer historia de la investigación urbana. La experiencia francesa desde 1985", en: Sociológica, núm. 12, U AM-A, México, pp. 175-208. Coraggio, José Luis (1990), "Desafíos de la investigación urbana desde una perspectiva popular en América Latina", en: Sociológica, núm. 12, UAM-A, México, pp. 153-174. Connolly, Priscilla y Alicia Ziccardi (1990), ··ciudad de México: mm revisión de publicaciones recientes", en: Sociológica, núm. 12, U AM-A, México, pp. 239-256.

[2] En algunos contextos también han quedado claramente definidos dentro de algunas de estas disciplinas en particular y no en el cruce de todas ellas.

[3] Cabe señalar que buscar la separación analítica entre la sociología y la antropología en la Escuela de Chicago de los años veinte, puede resultar un tanto forzado. Por ello, de alguna manera cuando hablamos de la tradición sociológica de los estudios urbanos también estamos haciendo referencia a la tradición antropológica.

[4] En 1910 Vidal de la Blache lanza la idea de regiones como áreas organizadas por ciertas ciudades, en donde convergen la concentración de actividades económicas y de medios de comunicación. No obstante, el propio Vida! hacia 1889 había propuesto una geografía regional basada en rasgos naturales. Este uso del concepto de región fundamentado en lo natural, en el contexto del pensamiento francés, se remonta a 1752 con los estudios de cuencas fluviales y a 1822, cuando la Sociedad de Geografía de París lanzó el concepto de región natural en referencia a unidades definidas sobre criterios de orden físico-natural.

[5] Ziccardi, Alicia (1991) (coord.), Ciudades y gobiernos locales en la América Latina de los noventa, Ed. Porrúa, México. Ziccardi, Alicia et al (1995) (coord.),Ciudad de México, retos y propuestas para la coordinación metropolitana, UNAM, México. Mardnez Assad, Carlos y Alicia Ziccardi (1988), Política y gestión municipal en México, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, México.

[6] Duhau, Emilio (1990), op. cit., p. 233. Duhau, Emilio (1995), "urbanización popular y orden urbano", en: Hiernaux, Daniel y François (comp.), Cambios económicos y periferia de las grandes ciudades. El caso de la ciudad de México, IFAL-UAM-X, México, pp. 46-60.

[7] Aguilar, Adrián; Graizbord, Boris y Alvaro Sánchez (1996), Las ciudades intermedias y el desarrollo regional en México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Méxic

o.

[8] Nos referimos al artículo de Juan-Luis Klein (geógrafo), Jean-Marc Fontan (antropólogo) y Diane-Gabrielle Tremblay (economista).

[9] Al respecto podemos recordar la clásica definición de la geografía como el estudio de la organización del espacio. Labasse, Jean (1973), La organización del espacio. Elementos de geografía aplicada, Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid.

[10] Corporaciones de Desarrollo Económico Comunitario.

[11] Hablamos de tradición y horizontes de sentido en términos gadamerianos.

[12] Garza, Gustavo (1997), Cincuenta años de investigación urbana y regional en México, El Colegio de México, México.

[13] Entiéndase que estamos haciendo un uso totalmente metafórico del concepto de identidad.

[14] Es significativo que en el campo de los estudios urbano-regionales latinoamericanos los aportes de la Escuela de Chicago al estudio de la ciudad (de los años veinte y la primera mitad de los treinta) han sido desvalorizados y lo siguen siendo, en parte por una asociación muy simple con el estigmatizado modelo de Burgess. Sin embargo, cuando las evaluaciones se realizan desde otros ángulos de las ciencias sociales, y en particular de la sociología, la Escuela de Chicago que estudió la ciudad y la vida urbana es constantemente revalorizada, incluso desde distintos ángulos, desde el acercamiento a la cultura, como punto cero de la investigación sociológica cualitativa, como lanzamiento del enfoque biográfico (con la monumental obra de William Thomas y Florian Znaniecki: The Polish Peasent ..... ), como desarrollo de la investigación micro-sociológica, como herencia en la investigación empírica de las ideas de Simmel, etc. Esta desvalorización de esa Escuela de Chicago por parte del campo urbano-regional tal vez debería pensarse desde el distanciamiento de la dimensión socio-cultural de la ciudad, antes que por supuestos sesgos empiristas, pragmatistas o conductistas.

[15] Duhau, Emilio (1990), op. cit., pp. 220-222.

[16] No quisiéramos que estas reflexiones se interpretaran como defensa a la idea de que existen varios campos de la investigación social con fronteras bien delimitadas entre ellos. Sería difícil sostener algo así, cuando la complejidad de la realidad constantemente desborda todas las fronteras. La idea del campo tiene más relación con ejes que con límites.

[17] Aguilar, Miguel Angel et al (1998), "Espacio y vida cotidiana en conjuntos habitacionales: dos casos de estudio", en: Schteingart, Martha y Boris Graizbord  (coord.), Vivienda y vida urbana en la ciudad de México. La acción del infonavit, ceddu, El Colegio de México, México.

[18] Recordemos que las escalas pequeñas son las que permiten considerar grandes territorios (la escala más pequeña es la que comprende la superficie terrestre completa), mientras que las escalas grandes permiten focalizar en territorios de reducidas dimensiones.

[19] Boisier, Sergio (1995), "Modernidad y territorio", mimeo, ILPES p. 138, Hiernaux, Daniel (1997), "Espacio, temporalidades y regiones", Ciudades, No 34, abril-junio, rniu, México, pp. 10-15.

[20] Boisier, Sergio (1998), "El desafío territorial de la globalización. Reflexiones acerca del sistema regional chileno", en: Economía, Sociedad y Territorio, No 4

[21] Hiernaux, Daniel (1997), ap. cit., p. 13

[22] Ambos conceptos son desarrollados por el autor con más profundidad en los siguientes trabajos: Hiernaux, Daniel (1996), "Nuevas tecnologías y apropiación del territorio",  Ciudades, No. 32, rniu, México, pp. 3-9. Hiernaux, Daniel (1997), "La teoría de las ciudades mundiales: un estado de la cuestión", mimeo.

[23] En donde prevaleció por mucho tiempo el modelo de ciudad europea.

[24] Wirth, Louis (1938), "Urbanism as a way of life", American Journal of Sociology, 44, Chicago Press, Chicago

[25] En otros trabajos hemos desarrollado un camino metodológico para estudiar los modos de vida urbanos desde la vida cotidiana. Lindón, Alicia (en prensa). De la trama de la cotidianeidad a los modos de vida urbanos. El Valle de Chalco, El Colegio de México-El Colegio Mexiquense.

[26] Friedmann, John (1996), "Where we stand: a decade of world city research", en: Knox, Paul L. y Peter J. Taylor (editores). World Cities in a World System, Cambridge University Press, pp. 21-47