Del campo de los estudios
urbano-regionales y la reestructuración territorial (a modo de presentación)
Alicia Lindón
El Colegio Mexiquense
Resumen
Este artículo
constituye una presentación del conjunto
de los trabajos reunidos en este número de Economía, Sociedad y Territorio,
dedicado al tema de la reestructuración territorial. A fin de darle
profundidad a la presentación hemos optado por hacer una breve reconstrucción
del campo de los estudios urbanoregionales desde las disciplinas que lo han
constituido, y lo siguen haciendo, teniendo en cuenta que es dentro de este
campo que surge la propuesta analítica de la reestructuración territorial.
Esto no debería entenderse como un balance de la investigación urbano-regional,
no es el objetivo y para ello nos remitimos a numerosos trabajos ya realizados.
La rápida
revisión de las tradiciones disciplinarias del campo de los estudios
urbano-regionales nos permite postular un giro hacia las políticas como
una característica de este campo en el contexto mexicano, que aun cuando pueda
tener particularidades también reconoce similitudes con lo que sucede en este
campo en otros países. Asimismo,
consideramos una cuestión metodológica que de alguna manera ha operado como una
constante en el campo: la concepción del territorio en escalas. Finalmente,
hacemos un breve repaso de conceptos que se han ido acuñando o matizando en los
últimos años para comprender fenómenos actuales. Entre ellos, sin duda el de
reestructuración territorial ocupa un lugar destacado.
Este número de Economía, Sociedad y Territorio
se dedica al tema de la reestructuración territorial. A fin de abordar
esta temática, consideramos oportuno partir de unas primeras reflexiones
respecto al campo de los estudios urbano-regionales y su conformación en términos
disciplinarios, ya que es en el interior de este campo que toma sentido
plantearse el problema de la reestructuración territorial
. Esto no debería entenderse como un balance de la
investigación urbano-regional, no es el objetivo y para ello nos remitimos a
numerosos trabajos ya realizados.[1]
De esta forma, en la primera parte se presentan algunas
reflexiones respecto al campo de los estudios urbano-regionales y la cuestión
de la disciplinariedad y la interdisciplinariedad características del campo. Esto
nos lleva a revisar, aunque brevemente, la situación actual con referencia a
las tradiciones propias del campo y también algunos giros que podrían estar
dándose en su interior. Luego, se aborda otra temática inherente a los estudios
urbano-regionales, como es lo referente a las escalas territoriales. Por
último, introducimos la problemática de los nuevos conceptos que, en los
últimos años, se vienen entretejiendo desde las distintas miradas sobre el
territorio a fin de comprender los nuevos fenómenos territoriales, o al menos
ciertamente renovados. En el contexto de estos nuevos fenómenos territoriales y
los conceptos que se están acuñando en este sentido, consideramos un concepto
que en particular está tomando una creciente centralidad en el campo urbano-regional,
nos referimos al de reestructuración territorial, y sobre el cual todos
los artículos aquí reunidos reflexionan.
Finalmente, debemos señalar que la estructuración dada
por los apartados presentados más arriba, en buena medida se alimenta de los
cinco artículos reunidos en este número de Economía, Sociedad y Territorio;
aunque también busca ofrecer
una lectura metodológica de los textos, desde
ciertos ejes tradicionalmente centrales al campo urbano-regional.
El campo de los estudios urbano-regionales desde la
componente disciplinaria
En principio queremos destacar que al ubicar nuestras
reflexiones desde la investigación realizada en México, esto nos facilita
concebir lo urbano-regional como un campo y no como una disciplina, más allá de
que ciertos estudios pudieran calificarse específicamente como sociología
urbana, geografía urbana, economía regional... Entendidos los estudios
urbano-regionales como un campo, la multidisciplinariedad, la
interdisciplinariedad o si se quiere la transdisciplinariedad, constituyen un
lugar común. Conviene aclarar que la interdisciplinariedad en este caso se
entiende como la capacidad de un investigador de formularse interrogantes sobre
un fragmento de la realidad desde varias disciplinas, y no exclusivamente en relación
a la imagen del equipo de investigación integrado con representantes de varias
disciplinas.
Los estudios urbano-regionales han venido a conformar
un campo resultante del cruce de varias miradas disciplinarias sobre un tipo de
problema. La particularidad del tipo de problema u objeto de investigación
radica en que su construcción supone una dimensión necesaria, la territorial.
Desde esta posición, la concepción de lo urbano-regional como campo y la
interdisciplinariedad son las dos caras de una misma moneda, son dos formas de
dar cuenta de lo mismo. Sin embargo, esta interdisciplinariedad urbano-regional
ha sido selectiva ya que se ha conformado por ciertas disciplinas en
particular.
Históricamente, y no sólo en México, los estudios
urbano-regionales se han alimentado[2] sobre
todo de tres disciplinas sociales: la geografía, la sociología y la economía.
Más específicamente podemos decir que la sociología institucionalizó los
estudios urbanos y la geografía lo hizo en cuanto a los regionales. Los primeros
se institucionalizaron en la Escuela de Chicago de los años veinte de este
siglo (o para ser más precisos, en lo que en aquel entonces era el Departamento
de Sociología de la Universidad de Chicago)[3] y
con la referencia particular a la figura de Robert Park y los segundos, en la
geografía regional francesa de Paul Vidal de la Blache de fines del siglo
pasado e inicios del presente.[4] Por su
parte, la economía también aportó a este campo tempranamente con la teoría de
la localización o más específicamente con la teoría de la localización de las
actividades productivas, y también con la autodenominada ciencia regional
de Walter Isard. Al respecto podemos recordar la teoría de Losch, de 1940, que
si bien surge del pensamiento económico no puede negar su antecedente
geográfico inmediato en la teoría de los lugares centrales de Christaller de
1933. Por su parte, tanto la teoría de Christaller como la de August Losch
constituyen una herencia de la obra más temprana en la materia, aunque referida
a los medios rurales, como es la conocida Teoría de Von Thünen de 1826, así
como también la de Alfred Weber de 1909.
Si las anteriores disciplinas marcaron por mucho tiempo
ejes fuertes en este campo y lo siguen haciendo, es innegable que se han ido
sumando otras miradas disciplinarias, por ejemplo lo político se viene
definiendo progresivamente como otro ángulo importante para estos estudios. En
México, esta línea más reciente comienza a desarrollarse aproximadamente desde
mediados de los años ochenta y actualmente, algunos temas políticos están
relativamente legitimados como temáticas a estudiar desde la dimensión
territorial. Podemos mencionar como ejemplos la cuestión de la gobernabilidad y
la ciudadanía,[5] la
descentralización y la problemática municipal, que en buena medida se han
centrado en el estudio de "el significado político del municipio en
relación con las luchas y reivindicaciones democráticas y la cuestión de la
autonomía municipal".[6] Tal
vez en menor medida aparecen cuestiones como el interés por conocer lo electoral
y su distribución en el territorio.[7]
Asimismo, un poco de la mano de lo político, aunque sólo parcialmente, aparece
un fuerte interés por el estudio de "las políticas" y la gestión,
vistas desde sus efectos territoriales o bien, como la relación entre las
políticas y el territorio.
En este número hemos optado por
reunir trabajos urbanoregionales inmersos en la problemática de la
reestructuración territorial, aunque desarrollados en distintas latitudes,
·Canadá, Estados Unidos, México y Sudamérica. A pesar de las diferencias
notorias en términos teórico-metodológicos, de los distintos referentes
empíricos de cada uno de ellos, todos construyen formas de
interdisciplinariedad, con sus propios matices y sesgos. Posiblemente uno de
los textos que se caracteriza más plenamente por este rasgo -la mirada
interdisciplinaria- es el trabajo referido a la "Acción colectiva y
activación del capital socio-territorial como reacción a la globalización: El
caso de Montréal". En este artículo, el análisis se conforma interdisciplinariamente
al tiempo que los coautores confirman este espíritu en su propia formación.[8]
En este trabajo se va construyendo la problemática
objeto de estudio a partir de la organización territorial intraurbana, tomando
tres antiguos barrios industriales de la ciudad de Montréal hoy obsoletos y
degradados por procesos de desindustrialización, de localización industrial y
terciarización. Esto indica claramente una mirada geográfica, si se quiere de
una geografía urbano-industrial, precisamente lo geográfico está expresado en
el interés por la organización del espacio urbano considerado.[9] La
mirada económica está presente en la consideración del crecimiento económico,
tanto de la ciudad vista como contexto, como de los barrios
peri-centrales en sí mismos o como texto. Enseguida, sobre la dimensión
geográfica se va articulando la sociológica a través de los mecanismos
asociativos que surgen como demandas en medio de la exclusión social. Lo
asociativo entra de la mano de la formación de las CDEC,[10] entendidas
como la institucionalización de la movilización social que busca la
concertación. Estas corporaciones representan a los distintos sectores sociales
con miras a la revitalización de la comunidad, por ejemplo a partir de la
reinserción de los trabajadores en los mercados de trabajo, el apoyo al
empresariado, así como la creación de nuevas empresas.
Así, lo interdisciplinario del texto de Klein, Fontan y
Tremblay se expresa por ejemplo, en la forma en que la mirada sociológica va
entretejiendo las acciones colectivas, la movilización frente a los procesos de
delocalización industrial, para resultar de esta trama la constitución de un
medio innovador (reactivado en términos socioeconómicos) en el que se
desarrolla una identidad colectiva y una conciencia territorial. Es importante
subrayar que estos dos conceptos centrales para el artículo, el medio
innovador y la conciencia territorial, en los cuales el trabajo
termina integrando todos los elementos introducidos, son dos constructos en los
que la mirada geográfica y sociológica han quedado imbricadas de manera tal que
no se pueden separar, ni como ejercicio analítico. Éste es un particular
ejemplo del logro de la interdisciplinariedad en un estudio urbano.
El artículo de Carlos de Manos se comienza a construir
a partir de la articulación de una visión económica y otra geográfico
económica, así se destaca una fuerte preocupación por los procesos de
autonomización y desarraigo del capital, la terciarización creciente y la
transformación de la morfología organizativa de las empresas hacia esquemas de
redes. Es importante señalar que estas componentes más económicas y
geográfico-económicas se presentan para entender la conformación del espacio
metropolitano (la mirada desde la geografía urbana).
Una vez que el autor llega a la forma espacial (la
visión geográfica) introduce la mirada sociológica, que podríamos identificar
de manera más específica como preocupaciones de una sociología urbana,
particularmente cuando incorpora la cuestión de la suburbanización metropolitana
extendida en asociación con la generalización del uso del automóvil particular,
la difusión de las tecnologías de la comunicación como limitantes de la
incidencia de la distancia física y estimulantes del trabajo en el lugar de
residencia, la explosiva difusión de la televisión en todos los sectores
sociales vista como un factor de arraigo en el espacio del hogar y por último
la incorporación de las estrategias familiares e individuales que favorecen la
expansión urbana. En el caso de los sectores sociales de altos ingresos el
impulso a la expansión urbana ocurre por la búsqueda de viviendas unifamiliares
en lugares tranquilos, mientras que en el caso de los sectores de menores
recursos, a través de la búsqueda de tierras en las periferias marginales, como
única opción para la vivienda, ante las desigualdades sociales crecientes. Todo
esto expresa una mirada sociológica que se integra con la geográfica y
económica ya mencionadas.
Por su parte, el texto de Hiernaux parece, sobre todo,
construirse en la cercanía disciplinaria de la geografía económica y la
economía, aunque también está presente una geografía urbana y una geografía
regional, el trabajo de Karl Kresl se alimenta más de una economía
espacializada. Mientras que el de Boisier parece construir la
interdisciplinariedad desde una geografía económica y otra geografía política,
sin dejar ausente a la economía. Finalmente, toda la propuesta de Boisier
termina articulando en una geografía regional en donde la región pivotal no
sólo es organización del territorio por los clásicos componentes
socio-económicos sino que esa organización territorial también se asocia con la
gestión de la información y con una cultura capaz de generar identidad, como
expresiones, estas últimas, de una entrada sociológica.
Las mencionadas fuentes disciplinarias (la geografía,
la sociología y la economía) han conformado una verdadera tradición para
lo urbano-regional, ya que en ellas se han legitimado ciertos interrogantes,
algunas formas de abordarlos, cuestiones técnicas; incluso nos animaríamos a
hablar de unos horizontes de sentido[11] para este
tipo de estudios dados por estas miradas disciplinarias sobre el territorio,
sobre las ciudades y las regiones. Sin embargo, hoy en día, y sobre todo en nuestro país, cabe preguntarnos si esta
tradición se mantiene como tal, o si asistimos a giros dentro del campo hacia
alguna de las disciplinas que venimos incluyendo en esa supuesta tradición, o
bien hacia algunas de las más recientemente incorporadas al campo.
En México, en donde los estudios urbano-regionales
alcanzaron una notoria institucionalización desde hace varias décadas,[12] si nos
ubicamos desde el telón de fondo de estas tres herencias disciplinarias que
venimos comentando, resulta bastante evidente el fuerte énfasis que están
tomado las políticas dentro del campo, aunque posiblemente ello sea más
atinado en relación con lo urbano que con lo regional. Un poco parafraseando la
idea del giro hermenéutico o el giro lingüístico que se ha dado en otros
ámbitos del conocimiento (sobre todo en la filosofía contemporánea el primero y
en la sociología de la última mitad de este siglo, el segundo), nos animamos a
postular que en México, en el campo de los estudios urbanos se viene
desarrollando un verdadero giro hacia las políticas. Así, parecería que en
nuestro país, en los últimos años, el campo de los estudios urbanos no es tal
si no se dedica a analizar políticas, no exclusivamente políticas
urbanas (como pueden ser las de suelo urbano o las de regularización de la
tenencia de la tierra), también pueden ser políticas sociales, políticas
económicas, políticas de inversión, políticas de población, etc. Si fuera
posible aplicar el concepto de identidad en referencia a un campo del
conocimiento, diríamos que los estudios urbano-regionales· han construido una
identidad en torno a las políticas, o más precisamente a los efectos
territoriales de las políticas.[13] En
este contexto, la investigación urbana muy frecuentemente se viene
implementando como estudios del impacto de una cierta política en el
territorio, en el espacio urbano...
Peter Kresl, en su artículo aquí incluido: "La
respuesta de la economía urbana al Tratado de Libre Comercio de América del
Norte: planificar para la competitividad", explora esta situación que
acabamos de plantear llegando a una interpretación muy convincente. Aunque su
reflexión no es en referencia a la investigación urbana desarrollada en México,
sino en el contexto de los estudios urbanos realizados sobre todo en los
Estados Unidos, consideramos que también puede resultar explicativa de lo que
ocurre en México, al menos parcialmente. La reflexión de Kresl tiene el gran
mérito de permitir esclarecer lo que consideramos un nodo clave para nuestro
campo, aunque cabe señalar que el autor no se lo plantea como su objetivo
central en este artículo. En pocas palabras, este nodo lo podemos expresar como
el "¿por qué de la centralidad de las políticas en el campo de lo
urbano-regional?" o bien, "¿por qué el giro hacia las políticas en
este campo de la investigación?" para continuar con nuestra propia
terminología.
Kresl concibe a las políticas como los nuevos factores
de localización. Así como en otra época Christaller, Alfred Weber, Losch y
otros nos enseñaron que los factores de localización de las actividades
productivas eran la disponibilidad de materias primas, el acceso a la mano de
obra y las infraestructuras, hoy en día, según Kresl un lugar se puede
constituir en una localización privilegiada en virtud de una cierta política.
La centralidad de las políticas en los estudios urbanos se asocia así, con el
devenir de los principales factores de localización de las actividades
económicas. De esta forma, una cierta política se puede constituir en el motor
de una reestructuración territorial.
En principio, esta concepción nos permite comprender
los fundamentos de lo que estamos denominando el giro hacia las políticas
dentro del campo de los estudios urbanos. Sin embargo, también nos permite
avanzar otra conclusión no menos relevante aunque sí muy riesgosa, que la
investigación urbana de este fin de siglo (al menos la identificada con este
giro hacia las políticas) se viene definiendo cada vez más como herencia
renovada de la teoría de la localización clásica. Más aun, podríamos avanzar
diciendo que los estudios urbanos en México, aquellos que en sus orígenes
recogieron esa diversidad de herencias disciplinarias, aquellos que fueron
discípulos de la sociología urbana francesa de los años setenta, actualmente
tienden a conformarse en conexión directa con una herencia disciplinaria en
particular, como es la económica orientada por la teoría de la localización,
claro está en sus versiones renovadas, es decir las políticas como los
principales factores locacionales.
Las interpretaciones anteriores no sólo nos permiten
comprender el qué prima en el campo urbano-regional y el porqué,
sino que por contraste también permiten visualizar los vacíos de este campo de
la investigación en México actualmente. En este sentido creemos que se puede
apreciar cierta ausencia de lo socio-cultural dentro del campo de los estudios
urbano-regionales. Evidentemente, esto no debería interpretarse como una
supuesta ausencia de estudios sobre la cultura urbana, no pretendemos afirmar
eso, menos aun cuando en el campo de los estudios de la cultura, la ciudad ha
tomado creciente interés. Respecto a esto último es suficiente con recordar la
línea de estudios desarrollada por Néstor García Canclini. Más bien, postulamos
su ausencia relativa en el campo de la investigación urbano-regional en nuestro
país en los últimos años y no así, en el conjunto de la investigación en
ciencias sociales que se desarrolla en México.
Una de las dimensiones por donde comenzó a estudiarse
la ciudad fue la cultural, cuando lo urbano apenas empezaba a
institucionalizarse, es decir, en la Escuela de Chicago de los años veinte.
Esta visión cultural de la ciudad ya fue negada por la sociología urbana de
corte marxista de los años setenta y particularmente rechazada por una supuesta
identificación con una ecología humana funcionalista,[14] a pesar
de esto, su ausencia del campo urbano-regional hoy, no deja de ser
significativa, sobre todo en tiempos en los que hay un interés creciente por
comprender al individuo y la subjetividad en otros campos de las ciencias
sociales. Todos los días, en distintos ámbitos de las ciencias sociales, oímos
hablar de un nuevo regreso al sujeto, es muy notorio el interés creciente por
la subjetividad, la intersubjetividad, por los estudios cualitativos, por la
interpretación, por las nuevas formas comunitarias, por lo sin sentido, por la
racionalidad sensible, por lo lúdico y lo onírico. Sin embargo, en medio de
estas tendencias tan difundidas en las ciencias sociales, los estudios urbano
regionales, que tradicionalmente le dieron un lugar muy particular al individuo,
hoy lo desdibujan de su horizonte, al menos de manera explícita o bien, lo
limitan a un individuo racional que pueda comprenderse en relación con las
políticas, un individuo cuya acción pueda anticiparse en términos de
medios/fines o de costos/beneficios, cuya acción pueda comprenderse desde una
racionalidad claramente instrumental.
Si la sociología urbana francesa de los setenta fue un
referente importante para que los estudios urbano-regionales en México durante
los años ochenta llegaran a constituir un nodo central en torno a lo que Emilio
Duhau[15] denominó la "urbanización popular"
que superaba ampliamente al marxismo-estructural de la sociología francesa del
cual se alimentó, parecería que a fines de los noventa este campo ya no puede
negar el giro hacia las políticas. En alguna medida, este giro reivindica el
papel de la política en lo urbano-regional, aunque desde otro ángulo también
podría pensarse que reduce el espectro de observación de lo urbano-regional.
Significativamente, todo ello ocurre al mismo tiempo que otros campos de la
investigación social, como los estudios de la cultura, los estudios de género,
comienzan a interesarse progresivamente por la ciudad. No podemos perder de
vista el hecho de que para estos otros campos del conocimiento, aunque la
ciudad pueda ser foco de atención, no necesariamente lo es desde un enfoque
territorial.
Posiblemente, el campo de los estudios
urbano-regionales esté jerarquizando la política y reduciendo su ángulo al
relativizar lo sociocultural, al mismo tiempo que el campo de los estudios de
la cultura y el del género se urbanizan. Sin embargo, lo que no podemos pedirle
a los estudios de género y de la cultura es que al incorporar la ciudad, lo
hagan con una mirada desde el territorio. Precisamente, en el ámbito que queda
en la interfase del territorio y la cultura en la ciudad es donde puede quedar
un vacío como consecuencia del mencionado giro. Si los estudios de la cultura
ocupan ese espacio, tal vez lo que esté redefiniéndose sean estos campos de la
investigación y no sólo ciertas dimensiones y perspectivas en el interior de
cada uno de ellos.[16] Una
expresión de esta recomposición podría encontrarse en un texto urbano de
reciente publicación, coordinado por Martha Schteingart y Boris Graizbord. Esta
obra podría leerse a la luz del mencionado giro hacia las políticas, sin
embargo, el último capítulo se dedica al postulado "vacío" de los
estudios urbano-regionales: la vida urbana como de socialidad, como
cotidianeidad. Desde un punto de vista, esto 16 contradice nuestra hipótesis
del vacío socio-cultural en el campo urbano; aunque no deja de ser
significativo que ese capítulo sea desarrollado por autores procedentes del
campo de los estudios de la cultura como Miguel Ángel Aguilar.[17]
El territorio en escalas
Si la interdisciplinariedad socio-económica y
geográfica ha sido una tradición, nos atreveríamos a decir que la cuestión de
las escalas de observación y análisis del territorio y los fenómenos
espaciales, es una constante metodológica en nuestro campo. Más aun, la
diferenciación primera para los estudios territoriales entre lo urbano y lo
regional, ya supone una primera distinción en la escala de análisis, aunque
evidentemente la distinción entre lo urbano y lo regional no se podría limitar
a ello. En el caso de los estudios urbanos, la cuestión de las escalas ha
demarcado dos ámbitos muy diferentes, contradicciones distintas como es el de
lo interurbano (con temáticas clásicas como la de los sistemas de ciudades) y
lo intraurbano, por mencionar un ejemplo.
La centralidad de la escala si puede ser vista como una
herencia de las disciplinas fuentes que mencionamos, evidentemente no puede ser
otra que la herencia que la geografía le ha legado al campo urbano-regional. La
escala se podría asemejar a una lente que acerca o aleja el objeto observado.
Por ello, es siempre tan pertinente la afirmación de que la escala cambia la
naturaleza del objeto de investigación.
La cuestión de las escalas para los estudios
urbano-regionales, en principio puede concebirse como el equivalente de los
niveles de análisis para los estudios de las ciencias sociales en general. Sin
embargo, la dimensión territorial es una cualidad intrínsecamente propia de la
escala y no así de los niveles de análisis. En una misma escala territorial, se
pueden considerar varios niveles de análisis, las escalas dan cuenta de la
extensión del territorio seleccionado, aunque siempre en relación con otros más
dilatados. En el uso más frecuente, cada estudio urbano-regional trabaja en una
cierta escala, pudiendo llegar a delimitarse otra u otras que sirvan de
contexto a la primera. En cierta forma, la escala se fija. El artículo de
Klein, Fontan y Tremblay tiene como escala la del barrio. Sin embargo,
constantemente esa escala es resignificada en relación con otra más pequeña,[18] la de
la ciudad; el foco de análisis está en la escala barrial aunque ésta se
articula con la escala de la ciudad.
Los artículos de Hiernaux y Boisier esbozan un concepto
de escala diferente, no ya como una decisión que el investigador asume en un
momento y deja definida o fijada espacialmente. Los textos de Hiernaux y
Boisier son sumamente innovadores desde la concepción del territorio organizado
simultáneamente en distintas escalas. En última instancia, estos autores nos
permiten pensar el viejo concepto de escala territorial de una manera
diferente, como un concepto dinámico. En el caso de Hiernaux se hace
referencia explícita al recurso metodológico de que el investigador organice su
análisis como un desplazamiento a través de distintas escalas. Así, se plantea
que los efectos reestructuradores del territorio que pueden producirse por una
cierta política se van difundiendo espacialmente, con la particularidad de que
al analizarlos en las distintas escalas, es posible encontrar las formas
específicas que toman en cada una de ellas. El aporte se enriquece más, cuando
el autor observa este problema de las escalas territoriales a la luz de la
teoría de los fractales, según la cual la totalidad se encuentra inmersa en las
formas menores bajo la misma estructura. Esta propuesta implica que en vez de
escoger una escala y limitar el análisis a ciertas relaciones pertinentes a
ella, el investigador desplace su análisis por distintas escalas, con la
redefinición de las formas que en cada una de ellas pueda resultar.
Esta concepción dinámica de las escalas territoriales
según la cual un mismo fenómeno espacial toma formas diferentes se puede
articular con la visión de las regiones como espacios organizados en los que no
es necesaria la continuidad territorial. Dicho sea de paso, ambos autores en
trabajos previos,[19] han
abordado las regiones sin continuidad espacial. Boisier ya planteaba este tema
en su propuesta de las regiones virtuales, sobre la que articuló luego las
regiones pivotales y asociativas, como partes de lo que ha denominado las nuevas
configuraciones regionales. En este sentido en el artículo que aquí
presentamos, Sergio Boisier señala que las regiones pivotales pueden ser vistas
como "nodos de una red de inteligencia dispersa (...), ofrecen
articulaciones no lineales".[20] Por
su parte, Hiernaux dice "las regiones virtuales (están) basadas en la
articulación en el espacio global de porciones distantes del espacio
geográfico, que se sostienen a partir de la pertenencia a una lógica
única...".[21] En su
artículo reunido en Economía, Sociedad y Territorio, Boisier nos dice
que los procesos de interpenetración entre lo público y lo privado en la
gestión regional permiten hablar de regiones cuasi-estados y regiones
cuasiempresas.
No podemos dejar de advertir que la reflexión anterior
implica una ruptura con toda una extensa tradición de los estudios
territoriales para la cual era una cuestión no discutible la concepción de la
región en la escala sub-nacional. Tanto Boisier como Hiernaux, aunque introducen
tradiciones del pensamiento territorial, están marcando rupturas muy fuertes
con el mismo al partir de la concepción de las escalas dinámicas que redefinen
el objeto de investigación y del reconocimiento de la no continuidad espacial
de la región.
En síntesis, si en estas dos concepciones dinámicas, la
escala sigue siendo una cuestión de carácter metodológico para los .estudios
territoriales, nos atrevemos a decir que pierde la dimensión técnico
metodológica, característica de la escala que se ha fijado, para abrirse a la
complejidad del problema metodológico, e incluso teórico metodológico, de cómo
reconstruir las particulares formas espaciales que adopta un mismo fenómeno en
cada escala y seguirlo a través de ellas. Al mismo tiempo, estas visiones de la
escala territorial de manera dinámica nos enfrentan a otro fuerte desafío
metodológico para los estudios territoriales y sobre todo regionales, que
corresponde al cómo estudiar, incluso en términos de escala, las regiones
siempre entendidas como territorios organizados, aunque con la novedad de la
discontinuidad espacial y con la otra innovación de que puedan ser cuasi
-estados.
Nuevos procesos territoriales, renovados conceptos
En las ciencias sociales en términos generales, y no
sólo en el campo de los estudios urbano-regionales, parecería que siempre lo
que más interesa al investigador es lo que cambia, el cambio social, el cambio
económico, el cambio político, el cambio territorial, etc. Posiblemente, ello
se pueda explicar por la ilusión o la falacia de que sobre lo que no cambia hay
conocimiento acumulado; aunque si así fuera se estaría asumiendo el supuesto de
que lo que no es cambio estaría en una condición inmutable, lo que
evidentemente es muy difícil de sostener en relación con cualquier dimensión de
lo social, aunque si así fuera, también sería importante conocer por qué es
inmutable. Desde ese interés por conocer lo que está cambiando, se puede
entender la producción de nuevos conceptos y nuevos modelos interpretativos, o
al menos la búsqueda por introducir matices renovados en viejos conceptos y
anteriores modelos. Como ejemplo de este interés por conocer los nuevos
fenómenos se pueden mencionar los conceptos de "ciudades mundiales y
metápolis" que introduce Hiernaux en su texto,[22] o el de
"regiones-metrópolis" de Carlos de Mattos. Dicho sea de paso, los
tres conceptos que estamos citando a modo de ejemplo de lo renovado, conllevan
una importante componente en cuanto a su escala.
El artículo que aquí se presenta de Carlos de Mattos,
entre otras cosas, tiene el mérito de atreverse a no ser un análisis del
cambio, sino de poner el foco en lo que perdura, entendiendo que lo que perdura
no lo hace de manera idéntica sino con matices renovados, que no son poco
relevantes. Evidentemente, este interés por lo que perdura está fuertemente
relacionado con el fragmento de la realidad que el autor considera, el caso
chileno, no obstante, en relación con el mismo caso se han realizado análisis
del cambio.
El análisis de Carlos de Mattos nos muestra que el fenómeno
de la concentración territorial puede verse como lo que perdura; lo que
de paso supone la necesidad de colocar las tendencias desconcentradoras como
momentos, como coyunturas mientras que la concentración sigue incrementándose,
no sin importantes matices. La periurbanización, la expansión tentacular, la
suburbanización son formas espaciales que perduran, son formas espaciales que
operan en temporalidades largas.
La concentración territorial se puede entender en tiempos más largos que los de
las coyunturas desconcentradoras. No obstante, el autor introduce los matices
de la innovación. Así, dentro de las tendencias a incrementar la concentración
territorial encuentra que no es una concentración generalizada sino selectiva,
ya que sólo se mantiene en las principales áreas metropolitanas. Finalmente, esta propuesta es
una forma de articular lo que permanece con los matices nuevos, para
aproximarse así a las formas espaciales renovadas.
Dentro del conjunto de textos reunidos en este número
de Economía, Sociedad y Territorio, el concepto de concentración
territorial podría verse como el símbolo de lo que perdura, del interés por
explorar lo que permanece a largo plazo, mientras que el de reestructuración
territorial puede tomarse como la representación del interés cognoscitivo
por lo que cambia. El término reestructuración comenzó a utilizarse hace
más de una década con referencia directa a los procesos productivos, a lo que a
veces fue denominado posfordismo, flexibilización, etc. Por ello, se hablaba de
reestructuración económica. En algún momento comenzó a darse un deslizamiento
desde la dimensión económica a la territorial, lo que es ampliamente
justificado si pensamos que los procesos económicos son fuertes organizadores
del territorio. Así, empezó a difundirse el término reestructuración
territorial y al que hemos dedicado este número de Economía, Sociedad y
Territorio. A pesar de su difusión, creemos que es válido preguntarnos qué
contenidos se le atribuyen, de qué fenómenos da cuenta, acaso se trata de
reasignaciones de viejas localizaciones y establecimientos a nuevas
actividades. Sería muy simple, e incluso cuestionable, pensar la
reestructuración territorial como las nuevas funciones económicas asignadas a
los territorios.
En general, la producción de nuevos conceptos,
entendidos como sistemas de ideas con las cuales ver el mundo, sigue este
camino del uso crecientemente difundido y más o menos ambiguo a la posterior
sistematización. Cuando se parte de conceptos muy claramente definidos desde un
inicio, se corre el riesgo de estar frente a etiquetas de moda. En última
instancia, con todo esto queremos señalar que aun el campo de los estudios
urbano-regionales no se ha abocado profundamente a reflexionar sobre este
concepto, se lo utiliza, pero de muy diferentes formas. Seguramente, que
podríamos pensar que la reestructuración del territorio supone cambios en las formas
territoriales, en las configuraciones del espacio, tal vez en los
factores de localización, pero todavía es una tarea pendiente sistematizarlo.
Uno de los objetivos de este número de la revista es ofrecer distintas
investigaciones, con diferentes referentes empíricos, que abran pistas respecto
a posibles caminos para sistematizar este nuevo concepto.
De acuerdo a Kresl podríamos decir que la
reestructuración territorial se puede entender a partir del cambio en los
factores de localización, a partir de la constitución de las políticas en los
nuevos factores de localización. Interpretando a Klein, Fontan y Tremblay se
puede decir que la reestructuración territorial resulta de la vitalidad de los
actores sociales para producir un medio innovador. La producción del medio
innovador se va alimentando de acciones colectivas, que a su vez requieren y
también producen conciencia territorial e identidad colectiva. El artículo de
Boisier nos lleva a expresar que la reestructuración del territorio se puede
entender como aquella organización del espacio capaz de articular una apertura
externa económica con una apertura interna política, así como la interpenetración
de lo público y lo privado en la gestión regional.
De acuerdo a Hiernaux la reestructuración territorial
en el caso mexicano comprende algunas cuestiones centrales como la
desconcentración de actividades industriales, la constitución de polos turísticos
y de inversión, el desarrollo de la maquila fronteriza, también la
redistribución de la población en el territorio nacional. En el caso particular
de la ciudad de México, la reestructuración territorial ha traído la
disminución en la concentración de población y actividades, pero no así en la
centralización de las decisiones, también una creciente terciarización,
desindustrialización y clandestinización de actividades industriales en
talleres. Así como transferencias de obreros industriales a la informalidad
terciaria (por fragmentación empresarial) y a la informalidad industrial (por
subcontratación). En última instancia, la reestructuración territorial viene
asociada a la desinstitucionalización de actividades económicas metropolitanas,
al menos de una parte de ellas, como también a un creciente aumento de la
segregación intra-metropolitana en la ciudad de México.
Por su parte, siguiendo a de Mattos podemos señalar que
la reestructuración territorial también puede ocurrir dentro de las tendencias
a incrementar la concentración territorial. La reestructuración territorial
para de Mattos ya no se basa en la región sino en la Metropolis-Región,
así la reestructuración territorial es el incremento de la suburbanización
o periurbanización, la conformación de archipiélagos urbanos, que
en la expansión tentacular van incorporando centros urbanos antes autónomos a
la mancha metropolitana. En pocas palabras, la reestructuración territorial en
algunos casos, como el chileno,[23] puede
ser la generalización del modelo de ciudad americana, más específicamente de
Mattos habla del modelo de ciudad Los Ángeles.
Si la reestructuración territorial puede consistir en
la generalización del modelo de ciudad americana, se podría esperar que esto
también suponga, al menos en algunos casos, la difusión del conocido modo de
vida urbano, sobre el que tanto nos enseñó Louis Wirth en los años treinta.[24] Entendiendo la reestructuración
territorial en estos términos, los estudios urbano-regionales no deberían
minimizar la dimensión socio-cultural de la vida urbana, la socialidad urbana,
la cotidianeidad urbana, ya que la propia reestructuración territorial
supondría una reestructuración de los modos de vida urbanos.[25]
Esto último nos lleva a afianzar la idea de que, en el
campo de los estudios urbano-regionales la reestructuración territorial
pueda desarrollar el papel de una matriz de lectura de distintas problemáticas
territoriales, como en México en los años ochenta pudo serlo la urbanización
popular, antes que limitarse a un concepto, por más complejo y multidimensional
que pudiera ser. Esto no implica que la reestructuración territorial tuviese
que ser la única matriz de lectura. De alguna manera, esta idea de la
reestructuración territorial como matriz de lectura es más o menos cercana a lo
que plantea John Friedmann en relación con el papel de las ciudades mundiales
para los estudios urbanos.[26] Posiblemente, la reestructuración
territorial, las ciudades mundiales y por qué no, los modos de vida urbanos,
puedan constituirse en ejes de lectura sobre los cuales abordar distintas
problemáticas de la ciudad y la región. No obstante, esta posibilidad no
cancela la tarea pendiente de reflexionar teóricamente sobre la
reestructuración territorial, aunque puede darle profundidad a esa reflexión.
Bibliografía
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Fe de erratas: por un lamentable error de tipografía en el número anterior
aparece en la portada y en el índice: Josehp Scarpaci debiendo decir Joseph
L Scarpaci. Pedimos mil disculpas al autor.
Atte.
El Editor.
[1] Duhau, Emilio (1990), "La sociología y la ciudad. Panorama y perspectivas de los estudios urbanos en los años ochenta”, en: Sociológica, núm. 15, UAM-A, México, pp. 211-280. Connolly, Priscilla et al (1990), "Sociología urbana en la UAM-Azcapotzalco", en: Sociológica, núm. 15, UAM-A, México, pp. 281-320. Gottdiener, Mark y Joe Feagin (1990), "El cambio de paradigmas en la sociología urbana, en: Sociológica, núm. 12, UAM-A, México, pp. 209-238.Topalov, Christian (1990), "Hacer historia de la investigación urbana. La experiencia francesa desde 1985", en: Sociológica, núm. 12, U AM-A, México, pp. 175-208. Coraggio, José Luis (1990), "Desafíos de la investigación urbana desde una perspectiva popular en América Latina", en: Sociológica, núm. 12, UAM-A, México, pp. 153-174. Connolly, Priscilla y Alicia Ziccardi (1990), ··ciudad de México: mm revisión de publicaciones recientes", en: Sociológica, núm. 12, U AM-A, México, pp. 239-256.
[2] En algunos contextos también han quedado claramente definidos dentro de algunas de estas disciplinas en particular y no en el cruce de todas ellas.
[3] Cabe señalar que buscar la separación analítica entre la sociología y la antropología en la Escuela de Chicago de los años veinte, puede resultar un tanto forzado. Por ello, de alguna manera cuando hablamos de la tradición sociológica de los estudios urbanos también estamos haciendo referencia a la tradición antropológica.
[4] En 1910 Vidal de la Blache lanza la idea de regiones como áreas organizadas por ciertas ciudades, en donde convergen la concentración de actividades económicas y de medios de comunicación. No obstante, el propio Vida! hacia 1889 había propuesto una geografía regional basada en rasgos naturales. Este uso del concepto de región fundamentado en lo natural, en el contexto del pensamiento francés, se remonta a 1752 con los estudios de cuencas fluviales y a 1822, cuando la Sociedad de Geografía de París lanzó el concepto de región natural en referencia a unidades definidas sobre criterios de orden físico-natural.
[5] Ziccardi, Alicia (1991) (coord.), Ciudades y gobiernos locales en la América Latina de los noventa, Ed. Porrúa, México. Ziccardi, Alicia et al (1995) (coord.),Ciudad de México, retos y propuestas para la coordinación metropolitana, UNAM, México. Mardnez Assad, Carlos y Alicia Ziccardi (1988), Política y gestión municipal en México, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, México.
[6] Duhau, Emilio (1990), op. cit., p. 233. Duhau, Emilio (1995), "urbanización popular y orden urbano", en: Hiernaux, Daniel y François (comp.), Cambios económicos y periferia de las grandes ciudades. El caso de la ciudad de México, IFAL-UAM-X, México, pp. 46-60.
[7] Aguilar, Adrián; Graizbord,
Boris y Alvaro Sánchez (1996), Las ciudades
intermedias y el desarrollo regional en México, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, Méxic
o.
[8] Nos referimos al artículo de Juan-Luis Klein (geógrafo), Jean-Marc Fontan (antropólogo) y Diane-Gabrielle Tremblay (economista).
[9] Al respecto podemos recordar la clásica definición de la geografía como el estudio de la organización del espacio. Labasse, Jean (1973), La organización del espacio. Elementos de geografía aplicada, Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid.
[10] Corporaciones de Desarrollo Económico Comunitario.
[11] Hablamos de tradición y horizontes de sentido en términos gadamerianos.
[12] Garza, Gustavo (1997), Cincuenta años de investigación urbana y regional en México, El Colegio de México, México.
[13] Entiéndase que estamos haciendo un uso totalmente metafórico del concepto de identidad.
[14] Es significativo que en el campo de los estudios urbano-regionales latinoamericanos los aportes de la Escuela de Chicago al estudio de la ciudad (de los años veinte y la primera mitad de los treinta) han sido desvalorizados y lo siguen siendo, en parte por una asociación muy simple con el estigmatizado modelo de Burgess. Sin embargo, cuando las evaluaciones se realizan desde otros ángulos de las ciencias sociales, y en particular de la sociología, la Escuela de Chicago que estudió la ciudad y la vida urbana es constantemente revalorizada, incluso desde distintos ángulos, desde el acercamiento a la cultura, como punto cero de la investigación sociológica cualitativa, como lanzamiento del enfoque biográfico (con la monumental obra de William Thomas y Florian Znaniecki: The Polish Peasent ..... ), como desarrollo de la investigación micro-sociológica, como herencia en la investigación empírica de las ideas de Simmel, etc. Esta desvalorización de esa Escuela de Chicago por parte del campo urbano-regional tal vez debería pensarse desde el distanciamiento de la dimensión socio-cultural de la ciudad, antes que por supuestos sesgos empiristas, pragmatistas o conductistas.
[15] Duhau, Emilio (1990), op. cit., pp. 220-222.
[16] No quisiéramos que estas reflexiones se interpretaran como defensa a la idea de que existen varios campos de la investigación social con fronteras bien delimitadas entre ellos. Sería difícil sostener algo así, cuando la complejidad de la realidad constantemente desborda todas las fronteras. La idea del campo tiene más relación con ejes que con límites.
[17] Aguilar, Miguel Angel et al (1998), "Espacio y vida cotidiana en conjuntos habitacionales: dos casos de estudio", en: Schteingart, Martha y Boris Graizbord (coord.), Vivienda y vida urbana en la ciudad de México. La acción del infonavit, ceddu, El Colegio de México, México.
[18] Recordemos que las escalas pequeñas son las que permiten considerar grandes territorios (la escala más pequeña es la que comprende la superficie terrestre completa), mientras que las escalas grandes permiten focalizar en territorios de reducidas dimensiones.
[19] Boisier, Sergio (1995), "Modernidad y territorio", mimeo, ILPES p. 138, Hiernaux, Daniel (1997), "Espacio, temporalidades y regiones", Ciudades, No 34, abril-junio, rniu, México, pp. 10-15.
[20] Boisier, Sergio (1998), "El desafío territorial de la globalización. Reflexiones acerca del sistema regional chileno", en: Economía, Sociedad y Territorio, No 4
[21] Hiernaux, Daniel
(1997), ap. cit., p. 13
[22] Ambos conceptos son desarrollados por el autor con más profundidad en los siguientes trabajos: Hiernaux, Daniel (1996), "Nuevas tecnologías y apropiación del territorio", Ciudades, No. 32, rniu, México, pp. 3-9. Hiernaux, Daniel (1997), "La teoría de las ciudades mundiales: un estado de la cuestión", mimeo.
[23] En donde prevaleció por mucho tiempo el modelo de ciudad europea.
[24] Wirth, Louis (1938), "Urbanism as a way of life", American Journal
of Sociology, 44, Chicago Press, Chicago
[25] En otros trabajos hemos desarrollado un camino metodológico para estudiar los modos de vida urbanos desde la vida cotidiana. Lindón, Alicia (en prensa). De la trama de la cotidianeidad a los modos de vida urbanos. El Valle de Chalco, El Colegio de México-El Colegio Mexiquense.
[26] Friedmann, John (1996),
"Where we stand: a decade of world city research", en: Knox, Paul L.
y Peter J. Taylor (editores). World Cities in a World
System, Cambridge University Press, pp. 21-47