Reestructuración, crecimiento y expansión
metropolitana en las economías emergentes latinoamericanas*
Carlos A. de Mattos
Instituto de Estudios
Urbanos
Pontificia Universidad
Católica de Chile
IED
Resumen
Contradiciendo algunas
previsiones hechas cuando comenzaron a apreciarse los primeros impactos
territoriales de los procesos de reestructuración, desencadenados como
respuesta a la crisis del fordismo, durante los últimos años, al acentuarse la
globalización, se ha comprobado una generalizada recuperación del crecimiento y
la expansión de las principales áreas metropolitanas de economías maduras y
emergentes. Esta tendencia aparece asociada a la intensificación de la
movilidad de un capital, crecientemente
autonomizado, que muestra una clara preferencia por aquellos lugares
cuya historia productiva los ha dotado de un mayor potencial endógeno y, por
ende, de una mayor fertilidad productiva. Vale decir, que son los lugares que
ofrecen una mayor acumulación inicial de capital físico, capital humano y conocimientos,
los que muestran también una mayor atractividad vis-a-vis de los
movimientos internacionales e interregionales del capital. En especial, se ha
comprobado que ello incide fuertemente en los factores de localización que
privilegian tanto el comando del nuevo poder económico, como los servicios
avanzados y la parte más innovadora y dinámica de la industria posfordista.
Distintas investigaciones muestran que esta tendencia ya se observa en la
mayoría de las economías emergentes
latinoamericanas. De esta forma, las áreas metropolitanas heredadas del periodo
precedente del desarrollo capitalista está dando paso a metrópolis-regiones,
que en su persistente expansión se van configurando como verdaderos
archipiélagos urbanos de fronteras difusas, signando un tipo de configuración
territorial en la que coexisten con grandes espacios vacíos o semivacíos.
Introducción
El derrumbe de los
experimentos de planificación centralizada, la crisis fiscal del Estado de
bienestar y el agotamiento del régimen de acumulación fordista, el progresivo
abandono de las estrategias macroeconómicas de corte keynesiano, la afirmación
de un nuevo paradigma científico-técnico articulado en torno a las nuevas
tecnologías de la información, el incontenible avance del proceso de mundialización
de las distintas formas del ciclo del capital y la generalización de
estrategias de reestructuración basadas en una radical liberalización
económica, aparecen como los hitos centrales de los profundos cambios que han
afectado al mundo entero durante las últimas dos décadas. Todo esto marca la
transición hacia una nueva fase de la evolución del capitalismo en la que se
perfila un nuevo escenario, cuyos rasgos sociales, económicos, políticos,
culturales, territoriales, etc., presentan diferencias substanciales con
respecto a los que habían caracterizado la fase precedente.
Desde que estas
transformaciones comenzaron a esbozarse, numerosos estudios plantearon que con
ellas se habría iniciado el camino hacia una efectiva reversión de la
polarización y, por lo tanto, hacia una mayor dispersión territorial de los
focos de acumulación y de crecimiento y, aun, que esto constituía la primera
etapa de un proceso que habría de llevar hacia una mayor convergencia de los
ingresos per cápita internacionales e Ínter-regionales. Estos planteamientos
nacieron y se desarrollaron respaldados, por una parte, por las previsiones de
una corriente teórico-ideológica que ganó rápidamente predicamento en ese
momento y, por otra parte, por las conclusiones de algunos estudios realizados
cuando la crisis del fordismo aún no había concluido y los procesos de
reestructuración todavía se encontraban en sus etapas iniciales.
Sin duda, la fuerte
influencia de los modelos de corte neoclásico en boga, especialmente, durante
los primeros años de la aplicación de las políticas de liberalización económica
y de desregulación, llevaron a dar por ciertas las previsiones de que una mayor
libertad en el juego de las fuerzas del mercado, propiciaría una mayor
convergencia internacional e inter-regional lo que, con el andar del tiempo, se
transformó en una suerte de profecía autocumplida. Pero, además, estas
previsiones fueron reforzadas por los resultados de algunos estudios empíricos
realizados en países donde al inicio de los procesos de reestructuración,
efectivamente, se observó -y todavía se observa- un cierto despliegue
territorial productivo-demográfico, lo que dio pie para que se tendiese a
concluir prematuramente, que este tipo de comportamiento podía considerarse
como un rasgo inherente a la nueva dinámica económica. Ello suponía asumir que
lo que se estaba observando en la etapa inicial de la transición entre dos
fases del desarrollo capitalista podía interpretarse como una tendencia
permanente.
El que cierta dispersión
territorial haya seguido manifestándose en el interior de algunos países
periféricos, que se encuentran a medio camino en sus procesos de
reestructuración e inserción competitiva en la economía-mundo, ha dado pie para
que se continúe insistiendo en que se está en camino hacia una mayor
convergencia internacional e inter-regional. Al hacerlo, se tiende a soslayar
que durante los periodos de recesión o de crisis económica, generalmente se
observa una mayor dispersión territorial de las actividades económicas y de la
población y, en consecuencia, una cierta atenuación de las desigualdades
inter-regionales del ingreso per cápita, en tanto que en los periodos de
recuperación del crecimiento económico, este comportamiento muestra
habitualmente indicios de reversión.
Además, las tendencias
observables en los países que han mostrado mayores avances en su
reestructuración e inserción competitiva en la economía-mundo, no parecen
avalar tales conclusiones. En efecto, en la medida que los rendimientos
crecientes y la competencia oligopólica han ido afirmando con más fuerza su
presencia en el nuevo régimen de acumulación, la divergencia en los ritmos de
crecimiento entre países y entre regiones parece haber retomado su carácter de
rasgo congénito a la propia dinámica capitalista. De hecho, un conjunto de
regularidades empíricamente comprobables,[1] así como los resultados de
diversas investigaciones realizadas para distintos países desarrollados, han
suministrado elementos de juicio para cuestionar las previsiones de
convergencia. Lo que es sintetizado drásticamente por Krugman (1992: 11),
cuando afirma que la respuesta más breve a la pregunta sobre cuál sería la
característica más prominente de la distribución geográfica de la actividad
económica sería que es seguramente su concentración.
Desde esta perspectiva,
también es posible poner en tela de juicio los augurios sobre reversión de la
polarización, de la crisis de las grandes ciudades y del crecimiento
metropolitano. A este respecto, por ejemplo, Veltz, luego de analizar casos
como los de Francia, Inglaterra y Japón, concluye que"la 'metropolización'
de la economía se afirma como la tendencia principal del decenio" (Veltz,
1996:22). Por su parte, Chinitz y Moran, al estudiar las tendencias observadas
en el periodo 1980-1990 en los Estados Unidos, observan que "dentro de
todas las regiones, la tendencia ha sido siempre hacia las mayores
aglomeraciones metropolitanas" (Chinitz y Moran, 1996:1). En el mismo
sentido, las conclusiones de diversos estudios de carácter prospectivo sobre
caminos alternativos, realizados considerando las tendencias desencadenadas a
partir de la crisis del fordismo, apuntan en esta dirección.[2]
De esta manera, luego de
algunos años de relativo optimismo, en los que se creyó que las nuevas
modalidades de organización y distribución de la producción llevarían a una
mayor convergencia inter-regional y al estancamiento del crecimiento
metropolitano, la intensificación de la concentración productivo-demográfica,
en un número limitado de lugares, ha vuelto a presentarse como una tendencia
predominante en el mapa mundial, aun cuando con ciertas particularidades se
establecen diferencias con lo que se observaba en el periodo fordista.
Frente a esta situación,
este trabajo se propone analizar las
tendencias dominantes en la distribución territorial de las actividades
productivas y de la población, con particular referencia al caso de los países
latinoamericanos que más han avanzado en sus procesos de reestructuración y
modernización y, por ende, en la consolidación de la urbanización de sus
economías. A estos efectos, se observará en primer lugar cual ha sido la
orientación predominante de los movimientos internacionales e inter-regionales
del capital a medida que se han ido intensificando los procesos de
modernización capitalista asociados a la globalización. En segundo lugar, se
estudiará cuáles son los lugares y los
sectores preferidos para la materialización de esos flujos, teniendo
presente, especialmente, sus efectos en términos de acumulación nacional,
regional y/o local. A partir de allí, se buscará identificar los factores que
inciden con más fuerza en las decisiones sobre localización de las actividades
productivas, en especial las más modernas y dinámicas, mostrando la vinculación
de estos factores con las condiciones inherentes a las grandes aglomeraciones
metropolitanas.
En este contexto, se
mostrará cómo ello influye en la formación y expansión de los correspondientes
mercados de trabajo y, por consiguiente, en la distribución territorial de la
población y en la recuperación del crecimiento metropolitano. Finalmente, con
estos antecedentes, se analizarán las nuevas tendencias a la concentración
urbana y la expresión territorial emergente de la expansión
productivo-demográfica metropolitana, considerando en especial su dinámica
social interna.
1.
Globalización, liberalización, desregulación y movimientos del capital
Los cambios observados a
medida que países y empresas fueron saliendo de la crisis que culminó hacia
mediados de la década de los años setenta, producidos bajo el impulso
simultáneo e interrelacionado de la consolidación de un nuevo paradigma
científico-técnico y la profundización de la globalización del capital,
estuvieron marcados por el ascendente predicamento de la idea de que la
posibilidad de acumular y crecer en el ámbito de la nueva dinámica económica,
se encontraba condicionada por la capacidad, tanto de las naciones como de las
empresas, para aumentar su competitividad. Al aceptar que esto constituía una
exigencia ineludible para la supervivencia en el nuevo escenario, un número
creciente de países optó por impulsar cambios radicales en la orientación de
sus estrategias y políticas macroeconómicas, en el entendido de que las
condiciones generales para mejorar la competitividad, deberían ser establecidas
ah initio en el ámbito nacional.[3]
Fue así como en el
ámbito de la gestión pública nacional, comenzó a ser impulsado un profundo
proceso de reestructuración inspirado en una concepción teórico-ideológica, que
se sustentaba en la certeza de que al soltar a las fuerzas del mercado
-que bajo el apogeo de las ideas keynesianas habían sido fuertemente
constreñidas durante varias décadas- sería posible mejorar las condiciones para
la valorización privada del capital. En esencia, se suponía que una radical liberalización
económica era el camino idóneo para restablecer las condiciones necesarias para
dinamizar los procesos de acumulación y crecimiento. A su vez, en un ambiente
signado por el aumento de la incertidumbre y los riesgos, las empresas se
vieron compelidas a realizar cambios sustanciales en la organización de sus
procesos productivos, a fin de modificar las bases estructurales de su
competitividad, a manera de poder ganar espacio en la economía globalizada y,
de esta forma, asegurar su crecimiento y supervivencia.
En este escenario, la
desregulación, componente básico de las estrategias de liberalización
económica, se ha situado como un proceso complementario a la globalización del
capital. De hecho, se trata de procesos que se retroalimentan recíprocamente y,
al hacerlo, contribuyen a profundizar la nueva dinámica económica: mientras la
globalización requiera de la mayor liberalización y apertura en el
funcionamiento de las distintas economías nacionales, la desregulación se ubica
como condición ineludible para que una economía nacional pueda mejorar su
inserción en la dinámica globalizada. De la aplicación de esta estrategia ha
emergido un conjunto de transformaciones estructurales de las que, para el
análisis que se propone realizar en este trabajo, es importante destacar:
a) La creciente
autonomización del capital, tanto en lo que respecta a las indicaciones
públicas, como a sus relaciones con lo material, que surge como una
consecuencia natural del despliegue de las nuevas tecnologías de la información
y las condiciones generales establecidas por la desregulación.[4] Ello se manifiesta en una progresiva pérdida
de la capacidad de los Estados nacionales para la gestión de los movimientos
del capital que, cada día con mayor fuerza, tienden a sobrepasar las
regulaciones y las fronteras nacionales, .en pos de los destinos sectoriales o
territoriales percibidos como más rentables. Al mismo tiempo, como expresión
del mismo proceso, el mercado del dinero, paulatinamente, se ha ido divorciando
del de las mercancías, de tal manera que el flujo de capitales ha ido perdiendo
relación con el volumen del comercio internacional, en una secuencia de
progresiva autonomización del componente financiero (Menzel, 1995: 8-12). Por
su parte, esta autonomización conlleva a dos epifenómenos adicionales que habrán de tener una importante incidencia en
la distribución territorial de las actividades productivas:
·
la intensificación de la secular tendencia a la conglomeración del
capital, en un cuadro donde las fusiones, adquisiciones, joint-ventures,
etc., han adquirido el carácter de hechos cotidianos en el noticiero de la
economía mundial,[5]
con el obvio resultado de que un número creciente de empresas (imbricadas en
redes globales, estimuladas por las condiciones establecidas por las políticas
de liberalización y desregulación), se han afirmado como las protagonistas
indiscutidas de la nueva dinámica económica. En
consecuencia, las perspectivas en materia de acumulación y crecimiento
para las naciones o las regiones dependen, cada día en mayor grado, de las
estrategias y de las decisiones de unas
estructuras empresariales organizadas jerárquicamente a escala mundial;
·
el progresivo debilitamiento de las raíces territoriales del capital, consecuencia lógica de la formación, expansión
y consolidación de dichas estructuras empresariales multinacionales y
multi-regionales, cuya presencia en la cúpula de los procesos decisivos
internacionales y nacionales de acumulación, determina la dirección y el
destino de un capital que tiende a moverse, en una incesante búsqueda de los
sectores y territorios de mayor rentabilidad, minimizando las consideraciones
sobre sus orígenes o sus vinculaciones nacionales, regionales o locales.
b) La paulatina
transformación de la morfología organizativa de las empresas, derivada de
la necesidad de aumentar su competitividad en el escenario globalizado, las
obliga a buscar formas de organización que permitan una mayor flexibilidad para
enfrentar los continuos cambios del mercado. En una situación, en la que se ha
ido imponiendo una transición desde una competencia vía costos hacia una
competencia a través de la diferenciación de las mercancías (Veltz, 1996), la
organización en red se ha constituido en un tipo de respuesta habitual. A este
respecto, Lafay señala que la empresa-red constituye la forma más reciente de
la internacionalización, destaca que "en lugar de crear filiales
estrictamente controladas en el seno de un sistema fuertemente estructurado y jerarquizado, se hace más
rentable establecer relaciones contractuales con las contrapartes que emergen
en los países en que se implantan, especialmente en los países en despegue
industrial" (Lafay 1996:49). Con ello, se ha generalizado la
desintegración vertical de un número creciente de grandes empresas, donde se
hacen cada día más frecuentes los procesos de externalización de procesos y
actividades y su posterior reconstitución a través de formas de "cuasi
integración vertical" (Lipietz y Leborgne, 1988). Con frecuencia, la
reconstitución vertical de los procesos productivos por esta vía, tiene
carácter transitorio o coyuntural, dando origen al tipo de organización que ha
sido bautizada como corporación virtual (Davidow y Malone, 1992).
c) La intensificación
de la terciarización del aparato productivo,[6]
derivada de un fuerte crecimiento mostrado durante las últimas décadas, tanto
por los servicios a la población (comercio, salud, etc.), los servicios
sociales (cultura, educación, etc.) y el turismo; como por los servicios a la
producción, que ha redundado en que este sector genere entre 60 y 70% del total
del empleo en los países que más han avanzado en su modernización capitalista.
En este proceso, se observan importantes cambios cualitativos en la composición
interna del sector, consecuencia fundamentalmente del impacto de la
microelectrónica y de las nuevas tecnologías de la información en la
organización de los procesos productivos y donde buena parte de las grandes
empresas industriales han tendido a externalizar un elevado número de
actividades que, desde entonces, han pasado a ser contabilizadas como
servicios. De hecho, este crecimiento de la participación del sector terciario,
en la generación de empleo, ha incidido decisivamente también en un mayor
crecimiento de los mercados urbanos de trabajo.
Este conjunto de cambios
se reflejó en una fuerte acentuación -hasta cierto punto, culminación- de los
procesos de desruralización de la economía, procesos que, en el caso de los
países latinoamericanos más industrializados, habían comenzado a acelerarse
rápidamente en la fase de desarrollo hacia adentro, en especial bajo los
efectos de la industrialización sustitutiva. Como consecuencia de ello, en
todos estos países se observa una significativa caída de la contribución de la
agricultura al Pm y, al mismo tiempo, un aumento paulatino y sostenido de la
tasa de urbanización. Todo esto tiene importantes repercusiones en la
distribución territorial de los focos de acumulación y crecimiento.
2.
Movimientos del capital y atractividad territorial
Para identificar los
principales impactos territoriales de la nueva dinámica económica, emergente de
las transformaciones señaladas, es necesario precisar ante todo, hacia donde se
dirigen preferentemente esos capitales que ahora se mueven prácticamente sin
restricciones y, en seguida, establecer cuáles son los atributos que explican
por qué ellos se materializan en mayor grado en determinados lugares y no en
otros. En lo que respecta al destino territorial de un capital crecientemente
autonomizado, conglomerado y desarraigado, la evidencia empírica disponible es
concluyente en mostrar que el mismo no se dirige hacia los lugares más
desregulados y con salarios más bajos, sino hacia los territorios percibidos
como menos riesgosos y más rentables[7] o que posean una mayor fertilidad
relativa según la proposición de Kampetter (1995), independientemente de si
allí los salarios son más altos y las regulaciones más duras. Vale decir, al
amparo de las condiciones establecidas por las políticas de liberalización y
desregulación, el capital tiende a dirigirse, preferentemente, hacia los
sectores, actividades y lugares que le resultan más atractivos, en función de
las posibilidades que allí encuentra para germinar más rápida y vigorosamente.
¿De qué depende la atractividad
de un territorio? En lo esencial, podría decirse que esta condición depende
de la presencia (o ausencia) de un conjunto de atributos configurados a lo
largo de la específica historia productiva de
cada territorio. A este respecto, Marconnet y Fremeaux precisan que
"la atractividad de un territorio depende de múltiples factores: costo y
calidad de la mano de obra, pero también de la calidad del tejido industrial
local (para la subcontratación), de la calidad de las infraestructuras de
transportes y comunicaciones, así como de la apertura del mercado de capitales
y de las ayudas políticas a la inversión" (Marconnet y Fremeaux,1996:70).
Coincidentemente, las explicaciones aportadas por las nuevas teorías del
crecimiento (Romer, Lucas, Barro, etc.) indican que los lugares de más elevado potencial
endógeno, serían aquellos que cuentan con una mayor acumulación inicial de
capital físico, capital humano y conocimientos (Guellec y Ralle, 1995). Sin duda, el hecho de que las evaluaciones de
riesgo-país y de competitividad consideren habitualmente, atributos de esta
naturaleza para elaborar las tablas respectivas, suministra un respaldo
empírico relevante acerca de que los propietarios del capital, en efecto, les
otorgan crucial importancia cuando adoptan sus decisiones acerca de dónde
invertir.[8] Tanto a escala
internacional como nacional, su mayor o menor presencia tiene un papel
determinante en las decisiones de los propietarios del capital sobre
localización y/o deslocalización de sus inversiones y condiciona las
perspectivas de acumulación y de crecimiento en ese territorio.
Es posible concluir, por
tanto, que la situación inicial de cada territorio, configurada por la
consolidación de atributos como los señalados, juega un papel decisivo en la
distribución territorial –tanto en el plano internacional, como en el interior
de cada espacio nacional de las actividades productivas y, por ende, de los
respectivos mercados de trabajo. En otras palabras, sería la incidencia
mancomunada de estos atributos, lo que signaría las posibilidades, en cuanto a
ritmos de acumulación y crecimiento de cada país y de cada región, en el nuevo
escenario globalizado.
La propia lógica
inherente a esta dinámica desencadena procesos de carácter acumulativo, desde
que los territorios dotados de mayor nivel relativo inicial de stocks de
capital físico, capital humano y conocimientos, dadas las externalidades
positivas de estos factores, se constituyen en focos de atracción para las
nuevas inversiones, logrando de esta forma aumentar dichos stocks de
periodo en periodo. Allí, donde esta
dinámica de retroalimentación comienza a operar, las tendencias a la
concentración y a la divergencia no muestran síntomas relevantes de reversión.
Esta dinámica no afecta
por igual a todas las áreas de concentración productivo-demográfica, que al
despuntar el proceso de cambio posfordista partieron con una mejor situación
inicial; algunas de ellas han tendido al estancamiento y/o a la regresión,
siendo desplazadas por otras que lograron mantener, incrementar o recuperar su
dinamismo. Sin embargo, un hecho empíricamente comprobable es que las áreas que
en esta nueva fase continuaron expandiéndose, ya eran importantes focos de
concentración productiva hacia el final del periodo anterior.
En este proceso, se han
ido estableciendo ventajas para aquellos territorios nacionales o subnacionales
que a lo largo de su historia productiva, han logrado mayores avances en su
reestructuración y modernización y, en consecuencia, conformaran más tempranamente un escenario macroeconómico
atractivo. En esa situación, la desigual dotación inicial de los atributos que
caracterizan la atractividad de cada lugar, configura la base sobre la que se
reproducen estructuras territoriales jerarquizadas, dibujando un mapa
(internacional, interregional e intrarregional) signado por el crecimiento
divergente, donde la concentración y la desigualdad se ubican como rasgos
congénitos.
A partir de esta
aproximación de carácter general, es posible intentar ahora una identificación
más precisa de los lugares concretos (esos territorios de mayor atractividad
relativa) en que tienden a materializarse dichos flujos de capital. A estos
efectos, es necesario establecer cuáles son los sectores y tipos de actividad
preferidos y, a partir de allí, identificar qué factores específicos de
localización son privilegiados por estos sectores y actividades al momento de
decidir el destino territorial de sus inversiones.
3.
Tendencias locacionales y nuevas modalidades de expansión metropolitana
¿Hacia qué tipo de
actividades se dirigen predominantemente los flujos de inversión? Allí donde la
reestructuración de las economías nacionales y de las empresas ha logrado
avances significativos, los flujos internacionales de inversión extranjera
directa (ied) tienden a orientarse
preferentemente hacia la industria y, en especial, hacia los servicios,[9] es ahí donde aparecen en
un lugar cada día más destacado los servicios a la producción (bancarios y
financieros, seguros, servicios inmobiliarios, ingeniería y arquitectura,
servicios contables y legales, así como otros servicios profesionales). La
información disponible muestra que la inversión nacional parece seguir patrones
de localización análogos a los de la ied,
particularmente la que se realiza por las empresas más integradas a la dinámica
de la globalización, tendencia que se
observa tanto en los países desarrollados como en las economías emergentes.
Para identificar los
impactos de la materialización territorial de estas inversiones es necesario
tratar de establecer cuáles son los factores de localización que tienen una
mayor incidencia en las decisiones relativas a la elección del lugar de
implantación de las distintas actividades directa o indirectamente relacionadas
con la producción industrial y de servicios; ello implica tres niveles de
análisis, el de las funciones de comando de las empresas respectivas, las
actividades productoras de servicios y las industriales:
1.
Factores de localización para el corrumdo del nuevo poder económico
El hecho de que las
grandes empresas que conforman la cúpula del nuevo poder económico, por lo
general, están organizadas en red, implica que en la medida que su estructura
contempla una organización económica territorialmente dispersa, ellas necesitan
de una dirección y una coordinación centralizada, a fin de asegurar un
manejo eficiente de su funcionamiento en
el contexto de la economía global. Como afirma Sassen: "para permitirles a
esas firmas globales ser competitivas en el mercado mundial, la proximidad física
de sus centros de decisión con los expertos y la concentración de éstos en un
espacio geográfico restringido juegan [ ... ] un papel aún más importante que
en el pasado" (Sassen,1997:50). De esta manera, al decidir sobre la
localización de sus sedes corporativas y de sus diversas funciones de comando
(dirección, gerencia, planificación, gestión estratégica, etc.), tienden a
privilegiar determinados puntos neurálgicos de la geografía global, al mismo
tiempo que despliegan, hacia otros lugares, numerosos procesos y subprocesos
productivos, conforme a estrategias en las que coexisten en su organización
(nacional e internacional) la centralización y la descentralización.
Básicamente, lo que otorga a determinados lugares esa condición de puntos
neurálgicos sería la disponibilidad de:
a)
mejores y más expeditos sistemas de comunicaciones, capaces de permitir
contactos cotidianos fluidos con empresas relacionadas, que se encuentran
ubicadas en distintos lugares del entorno global (aeropuerto internacional de
primer nivel con amplia oferta de vuelos, red integrada de comunicaciones con
el exterior, etc.);
b)
lo que se podría denominar como la presencia del otro, esto es,
la proximidad física de otras empresas de equivalente rango jerárquico, ya que
para las cúpulas de estas empresas es un importante handicap el elegir
una localización distante del lugar donde se concentra la mayoría de dichas
empresas;
c)
diversos tipos de servicios altamente especializados, cuyo producto las
empresas prefieren adquirir externamente (servicios y analistas financieros,
mercado de valores, expertos especializados en áreas de asesoría técnica,
jurídica y publicidad, servicios médicos especializados de alto nivel, etc.) y,
d)
finalmente, y no menos importante, las condiciones para una amplia y
fluida comunicación directa cotidiana, formal e informal, entre las personas
que desarrollan las tareas más creativas e innovadoras del nuevo aparato
productivo, de manera de potenciar lo que Reich denomina los "beneficios
creativos de la proximidad" (Reich, 1991:236).
Dado que solamente es
posible encontrar la conjunción de todos estos aspectos en las áreas
metropolitanas principales (amp)
de cada país, es obvio que el comando de las grandes empresas nacionales y
multinacionales que operan en ese ámbito, en especial aquéllas con mayor
articulación con la economía global, tienda a localizarse mayoritariamente en
aglomeraciones de este tipo. Dado que tanto la presencia como las decisiones y
acciones de estos comandos pueden generar importantes efectos de arrastre sobre
otras actividades productivas del entorno respectivo, su localización en estos
lugares puede contribuir a intensificar la recuperación del crecimiento
metropolitano.
1.
Factores Je localización para el sector servicios
En una economía en la
que se generalizó la organización en red de las empresas y donde la
externalización de las actividades de servicio adquirió creciente importancia,
los servicios a la producción se situaron
como uno de los componentes básicos del sector. Tanto para este tipo de
servicios, como para los restantes servicios avanzados, se observó en los
últimos años una fuerte tendencia a su concentración metropolitana (Bailly,
1994). A este respecto, también se llegó a la conclusión de que las nuevas
tecnologías de la información, contribuyen más a la centralización de los servicios
que a su descentralización.
Es así, que se ha podido
comprobar que ellos "permanecen concentrados en las áreas metropolitanas y
a menudo en las ciudades más grandes, donde se benefician de importantes
economías externas" (Bailly y Coffey, 1994:227). Al respecto, estos
autores afirman que los tres factores que explican en mayor grado la tendencia
a la localización metropolitana de los servicios a la producción son:
a)
la necesidad de mano de obra calificada, debido a que numerosos
servicios dependen de la competencia de sus empleados y de la calidad de las
relaciones interpersonales;
b)
la necesidad de proximidad de creadores de conocimientos, de información
y de técnicas, en especial porque los servicios a la producción deben
desarrollar vínculos estrechos con otros productores de servicios que les son
complementarios;
c)
la proximidad del mercado, por lo que este tipo de servicios tienden a
localizarse en la proximidad directa de las sedes sociales y las oficinas
nacionales de las empresas, dado que es en éstas donde se adoptan la mayor
parte de las decisiones de compras (Bailly y Coffey, idem).
Obviamente, es en las
grandes áreas metropolitanas donde es posible encontrar la mejor y más amplia
disponibilidad conjunta de estos factores, tanto en el plano internacional como
nacional; ello las ha convertido en los lugares preferidos para la localización
de este tipo de servicios, lo que ha redundado en un fuerte estímulo para la
recuperación de las tendencias a la concentración metropolitana.
1.
Factores de localización para las nuevas industrias
En lo que concierne a la
industria, por el contrario a lo que anticiparon muchos analistas, solamente se
observa cierta dispersión territorial selectiva, pese a las posibilidades que,
en ese sentido, ofrecen las nuevas tecnologías de la información.[10] Si bien es cierto, que muchos procesos
manufactureros se han dispersado hacia otros lugares de cada territorio
nacional, ya sea para ubicarse en la proximidad de los recursos naturales o de
mano de obra barata, o para aprovechar políticas locales de estímulo, la mayor
parte de las actividades más dinámicas e innovadoras han mostrado una clara
preferencia locacional por las amp.
No se trata, por tanto, de un renacimiento de las tendencias a la concentración
territorial generalizada que caracterizó a la industria sustitutiva
latinoamericana del periodo anterior, sino de un comportamiento diferenciado
que afecta· en forma desigual a distintos segmentos del nuevo aparato
manufacturero. Como destacan Caravaca y Méndez, "lo que se plantea ahora
es la idea de que la gran ciudad 'pasa de una fase de crecimiento extensivo a
una fase de crecimiento intensivo', en la que se refuerza la especialización en
actividades intensivas en capital o conocimiento, tanto en la industria como en el terciario
avanzado" (Caravaca y Méndez, 1992: 21).
Este nuevo
comportamiento locacional, puede explicarse teniendo en cuenta las condiciones
generales de incertidumbre y riesgo que se han intensificado en el escenario
posfordista, donde la competitividad de cada empresa y de cada producto se
constituye en un requisito para su supervivencia. En este contexto, la elección
de una localización adecuada constituye un crucial aspecto adicional, en una
gestión que tiene como uno de sus objetivos básicos, minimizar la incertidumbre
y los riesgos, con base en estrategias en las que se combina la búsqueda de flexibilidad y de
seguridades. En esa situación, y más allá de la atractividad del entorno
general, la industria especialmente la más moderna e innovadora- tiende a
orientarse hacia los lugares que ofrecen
ventajas en términos de mercados de trabajo, mercados para sus productos,
contingentes de talento e innovación, complejidad de los tejidos industriales,
infraestructura (especialmente en el área de las comunicaciones) y
disponibilidad de servicios avanzados especializados, ventajas que, en ·su
conjunto, solamente se pueden encontrar en las amp
preexistentes. En este sentido, Veltz destaca: "la dimensión metropolitana
ofrece sobre todo una garantía frente a lo imprevisto y a lo imprevisible que
parece muy superior a aquélla de otros tipos de territorio" (Veltz,
1996:238).
En síntesis, los avances
de los procesos de reestructuración y modernización capitalista -acompañados
por los consecuentes procesos de desruralización y urbanización de la economía
y el empleo- han llevado a la localización en las amp de numerosas actividades secundarias y terciarias y, en
particular, de la mayoría de las más representativas y dinámicas del nuevo
aparato productivo posfordista. Como
resultado de estos procesos ha comenzado a configurarse un nuevo mapa mundial
en el que se señala que "[...] los impulsos dados al sistema mundo
provienen de un cierto número de centros desde donde parten las iniciativas,
donde nacen y son desarrolladas las innovaciones. Centros que son los emisores
de órdenes, lugares de tratamiento,
explotación y difusión de la información y donde, sobre una extensión
restringida operan, en sinergía, las sedes de las principales empresas
mundiales" (Dollfus, 1994:22). Es bajo los dictados de esta lógica, que
durante los últimos años el crecimiento metropolitano ha recuperado su
dinamismo secular, pero basado ahora en un nuevo tipo de economía y funciones
urbanas y en una nueva modalidad de expansión física.
El hecho de que el
origen y el destino de los flujos de mayor relevancia, de la nueva dinámica
económica posfordista, se ubique en un número limitado de grandes
aglomeraciones, tiene una fuerte incidencia en una configuración territorial
donde lo que más se destaca es la coexistencia de grandes manchas urbanas
metropolitanas con grandes espacios semivados. En una situación en la que se
contraponen las tendencias a la desruralización y a la urbanización de la
economía y del empleo, la estructura territorial emergente, más que con base en
regiones, está vertebrada en torno a un conjunto de metrópolis-regiones, donde
se localizan los nodos principales de la respectiva red de flujos.
4. Concentración productiva metropolitana y
mercados urbanos de trabajo en América Latina
En América Latina, desde
los orígenes de la formación de las respectivas economías nacionales, las
ciudades principales se constituyeron en los focos de irradiación, tanto para
los respectivos procesos de integración
económico-territorial, como para su articulación con la economía-mundo. Sin
embargo, la plena consolidación de estas ciudades solamente llegó cuando se
intensificó la urbanización de la economía bajo los impulsos de la
industrialización sustitutiva, oportunidad en la que aumentó rápidamente su
nivel de concentración productiva y demográfica. Fue en ese momento, cuando en
los países más industrializados de la región comenzaron a desencadenarse
incontrolables procesos de expansión metropolitana, entre los que se destacan
especialmente los casos de la ciudad de México, Sao Paulo, Río de Janeiro,
Buenos Aires, Bogotá, Santiago, Caracas y Lima.
Con la generalización de
la aplicación de estrategias de apertura externa durante los últimos años,
algunas de estas amp se
constituyeron en los lugares desde donde comenzaron a establecerse los nexos
entre las actividades de cada país y las de las redes globales de comunicaciones, financieras,
comerciales, productivas, culturales, etcétera. Al pasar a desempeñar el papel
de nodo de articulación de las respectivas economías nacionales con el sistema
global, se inició un cambio significativo en las funciones que estas amp habían asumido en el periodo
anterior, más relacionadas con la vertebración de sus respectivos espacios
internos. A partir de ese momento, las amp
inician un proceso de
modernización, compatible con la idea de que "las metrópolis modernas no
son más sistemas autocentrados, sino
potentes entrecruzamientos de redes múltiples" (Veltz, 1997: 61).
Ahora bien, esta
transformación, en virtud de la que algunas amp
latinoamericanas han tendido a ubicarse como nodos de la red mundial de
ciudades, adquiere relevancia únicamente en aquellos países en los que su nivel
de reestructuración, les ha permitido iniciar un efectivo camino de
modernización stricto sensu capitalista, sustentado en una estructura
industrial posfordista y/o en una amplia terciarización de su economía. En
definitiva, una transformación de esta naturaleza no. depende tanto del número
de grandes industrias existentes en un país, sino del tipo y de las
características de las mismas, así como de la intensidad de los nexos, directos
o indirectos, que ellas hayan podido establecer con las redes empresariales y
productivas que se despliegan en el ámbito global. De igual forma, tampoco el tamaño
de una metrópoli principal puede considerarse como un indicador de su grado de
inserción en la red global de ciudades, puesto que esto está condicionado por
las funciones que ella pueda haber asumido.
Por lo tanto, las
tendencias a la recuperación del crecimiento metropolitano, a que hace
referencia este trabajo, solamente podrán apreciarse en su verdadera magnitud a
medida que en estos países avancen los procesos de recuperación y modernización
económica compatible con la nueva dinámica globalizada. En este sentido, Azzoni
suministra un importante elemento de juicio a este respecto cuando -al
cuestionar una posible desmetropolización para el caso brasileño- afirma que
"la deseada recuperación económica
del país ciertamente significará la ampliación de la producción, de la
investigación y del comercio en las áreas más dinámicas, necesariamente
vinculadas al área económica tradicional [áreas metropolitanas y grandes
ciudades] de acumulación de capital" (Azzoni, 1995:301-2. De donde puede
inferirse que los juicios sobre una mayor o menor dispersión territorial de la
producción y de la población, antes que esos procesos se materialicen, sólo
pueden interpretarse como transformaciones coyunturales, no generalizables como
rasgos inherentes a la nueva fase del desarrollo capitalista posfordista.
A este respecto, es
necesario tener presente que los procesos de reestructuración y modernización
productiva, así como los de terciarización y urbanización, aún se encuentran en
vía fase intermedia en la mayoría de los países más industrializados de la
región. Así, por ejemplo, el análisis de la estructura sectorial del empleo
(Cuadro 1) en estos países, permite comprobar que muchos de ellos todavía
cuentan con un elevado porcentaje de sus trabajadores ocupados en el sector
agrícola y con una relativamente baja ocupación en el sector terciario, donde
seguramente una parte importante corresponde a los servicios tradicionales de
baja productividad (Cuadro 1).
Cuadro 1
Porcentaje de la población empleada en edad activa por
sectores, 1960-1990
|
|
1960 |
1990 |
||||
|
|
Agricul. |
Indust. |
Servicios |
Agricul. |
Indust. |
Servicios |
|
Argentina |
21 |
34 |
45 |
12 |
32 |
55 |
|
Brasil |
55 |
17 |
28 |
23 |
23 |
54 |
|
Chile |
30 |
30 |
39 |
19 |
25 |
56 |
|
Colombia |
52 |
19 |
29 |
27 |
23 |
50 |
|
México |
55 |
19 |
25 |
28 |
24 |
48 |
|
Perú |
52 |
20 |
28 |
36 |
18 |
46 |
|
Uruguay |
21 |
29 |
50 |
14 |
27 |
59 |
|
Venezuela |
33 |
22 |
44 |
12 |
27 |
61 |
Fuente: PNUD
(1996). Informe sobre Desarrollo Humano 1997. Ediciones Mundi Prensa,
Madrid.
Por otra parte, algunos
indicadores sobre el nivel de desarrollo alcanzado (índice de Desarrollo
Humano, Pm real per cápita, grado de urbanización, participación en las 500
mayores empresas, etc.), también muestran las disparidades existentes en el
grado de avance de la recuperación económica de estos países (Cuadro 2).
Complementariamente, la participación por país en las 90 empresas
latinoamericanas de mayor patrimonio bursátil que transan acciones vía American
Deposits Receipts (adr) en la
Bolsa de Nueva York, constituye un indicador sobre las importantes diferencias
existentes en el grado de articulación de cada uno de ellos en las redes
globales.
Cuadro2
Indicadores de desarrollo e inserción
|
|
1.Indice dh |
2.PmReal pc |
3.Grado Urbaniz. |
4.
Part. 500 Empresas |
5. Part. 90ADR |
6. Tamaño Mercado |
|
Argentina |
0,884 |
8.937 |
85.9 |
73 |
16 |
194.6 |
|
Brasil |
0,783 |
5.382 |
73.9 |
243 |
21 |
438.7 |
|
Chile |
0.891 |
9.129 |
84.6 |
32 |
22 |
44.4 |
|
Colombia |
0.848 |
6.107 |
69.5 |
27 |
- |
55,8 |
|
México |
0.853 |
7.384 |
72.7 |
102 |
21 |
175.0 |
|
Perú |
0.717 |
3.645 |
70.0 |
5 |
5 |
43.2 |
|
Uruguay |
0.883 |
6,752 |
88.8 |
3 |
- |
13.9 |
|
Venezuela |
0.861 |
8.120 |
87.5 |
13 |
5 |
53.0 |
Fuentes: 1,
2 y 3: PNUD (1996); 4 y 5: América Economía, Santiago, noviembre 1997;
6: STRATEGY RESEARCH CORPORATION, Latín American Market Planning Report (América
Economía, diciembre 1997).
1)
Índice de Desarrollo Humano 1997; 2) Pm real per cápita; 3) Grado de
urbanización; 4) Participación en las 500 mayores empresas de América Latina
(América-Economía); 5) Participación en los 90 ADR latinoamericanos de mayor
patrimonio bursátil; 6) Poder de compra en América Latina en 1996 en US$ miles
de millones
En esta situación, sin
embargo, ya se han comprobado avances claros en la marcha hacia la recuperación
del crecimiento metropolitano y, en particular, del área metropolitana de mayor
importancia de cada país, para el caso de las más importantes economías
emergentes latinoamericanas. A este respecto, se pueden mencionar diversos
estudios que, desde perspectivas diferentes, consignan síntomas de este tipo de
evolución para países como Argentina (Blanco, 1996; Ciccolella, 1997), Colombia
(Cuervo, 1997; Urrea Giraldo, 1997), Chile (de Manos, 1996; Riffo Pérez y
Silva, 1998), México (Delgado, 1992; Hiernaux, 1996), entre otros.
A partir de estos
cambios, es previsible que las amp
de los países que logren intensificar su recuperación económica en la dirección
señalada, podrán continuar intensificando sus nexos con la red global de flujos
interurbanos y, por lo tanto, sus procesos de expansión. Si se tiene en cuenta,
que la mayoría de las economías emergentes latinoamericanas no disponen de una
pluralidad de lugares dotados de los atributos requeridos para acoger a las
actividades de punta del aparato productivo posfordista, no hay duda que serán
las más importantes de ellas las que podrán hacerlo. Al asumir este papel
pasarán a consolidarse como sede principal de un conjunto de funciones y
actividades que, a su escala, corresponden a las que a nivel mundial han sido
señaladas como atributos de una ciudad global (Sassen, 1991), tales como:
a)
las funciones de dirección, gestión, coordinación y control de las
principales estructuras empresariales (conglomerados económicos y financieros,
empresas multinacionales grandes empresas) que comandan la dinámica de
acumulación, así como la articulación con la economía global;
b)
las actividades básicas del
terciario avanzado como servicios financieros (en especial la bolsa de
valores), servicios al productor, servicios educacionales de punta, servicios
vinculados a los productos y actividades globales, actividades culturales de
mayor nivel, etcétera;
c)
el núcleo más dinámico e innovador de la nueva industria, y
d)
el mercado para la parte más relevante de los productos globales.
Al concentrar la mayor
parte de estas actividades, estas aglomeraciones podrán afirmarse en su calidad
de nodos secundarios de la red de ciudades estructurada a escala global. El
aumento de su capacidad para asumir las funciones que intensifican su
internacionalización, les permitirá potenciar su imbricación en esa red de
ciudades y, con ello, mejorar su nivel de inserción y la posición de la
respectiva economía nacional en la nueva dinámica globalizada.
Aun cuando en algunos de
estos países (especialmente Brasil, México y Colombia), los fenómenos de
expansión involucran a varias áreas metropolitanas, es en general en una de
ellas donde se concentra la mayor parte de las cúpulas de las principales funciones
empresariales y financieras. Tal es el caso de las bolsas de valores, cuya
máxima expresión se encuentra, por lo general, localizada en las amp de mayor gravitación económica de
cada país,[11]
pese a que allí pueda existir más de una entidad de esta naturaleza. Por su
parte, la presencia de la principal bolsa de valores en estas metrópolis, se
complementa invariablemente con la localización en su entorno de las cabezas
del resto del aparato financiero (bancos, fondos previsionales, seguros,
etcétera). También es en ese lugar, donde en la mayor parte de los casos, se
concentra la cabeza de los organismos corporativos de la · empresa privada, las
representaciones diplomáticas y comerciales del resto del mundo y desde donde
se realiza la mayoría de los enlaces comunicacionales y aéreos internacionales.
Por consiguiente, la
localización en estas metrópolis de dicho conjunto de funciones y actividades
determina que sea en ellas donde se estructuren los mercados de trabajo de
mayor envergadura, más diversificados y más dinámicos de cada espacio nacional.
A partir de las actividades acumuladas en cada uno de estos subsistemas a lo
largo de su historia -y de las externalidades que desde allí se propagan- se ha
ido generando un set extraordinariamente diversificado y complejo de
actividades que es, justamente; lo que otorga su especificidad a los mercados
metrópolitanos de trabajo.
Sumadas las nuevas
funciones y ocupaciones, inherentes a su progresiva terciarización, en estos
mercados coexiste, imbricado por innumerables canales, una multitud de tipos de
trabajo, comprendiendo desde aquellos que reciben las más elevadas
remuneraciones de su ámbito nacional hasta el número creciente de ocupaciones
marginales y/o periféricas, entre las que se incluye una variada gama de
empleos precarios, con remuneraciones paupérrimas. La caracterización de un
mercado de trabajo metropolitano, en el sentido de que "es más una
colección de segmentos que un mercado lineal y homogéneo" (Perulli,
1992:38), resulta pertinente para el caso de las economías emergentes
latinoamericanas. En cualquier caso, la existencia de esta diversidad de
segmentos laborales es lo que les permite a estas aglomeraciones, ofrecer
posibilidades de supervivencia sin parangón en cada espacio nacional y mantener
la continuidad de su potencial de atracción.
¿Cuáles podrían ser los
principales efectos de esta situación sobre los movimientos de población? Dado
que en el escenario posfordista, la amenaza de la desocupación ha cobrado una
presencia más atemorizante, puede preverse que la fuerza de trabajo (en
especial, la de mayor calificación) muestre preferencia por los mercados de
trabajo más amplios, consolidados y dinámicos, donde la posibilidad de obtener
empleo aparecerá como más promisoria. De tal forma que es muy probable que las amp continúen siendo uno de los destinos
preferidos de los movimientos de población. Así, de esta manera, en el plano
internacional los movimientos de población se orientarán principalmente hacia
los países ricos y en el plano nacional la población tenderá a desplazarse
desde los mercados regionales o locales estancados o deprimidos hacia los que
muestren mayor crecimiento y dinamismo y, en particular, hacia los más grandes
y diversificados. En este contexto, las amp
deberían continuar ejerciendo su fuerza de atracción.
Por otra parte, es
previsible que en los países en los que los procesos de modernización redunden
en mayor crecimiento económico, simultáneamente con la expansión de las amp, habrá de continuar el crecimiento
de un número importante de ciudades de tamaño medio, en función de la
dinamización de sus respectivos mercados de trabajo, a base del desarrollo de
ciertas actividades productivas, generalmente vinculadas a ventajas
comparativas vis-a-vis con los mercados externos en el marco de la
globalización, muchas veces relacionadas con la utilización de recursos
naturales y/ o de mano de obra barata. Además, también puede preverse el rápido
crecimiento de un conjunto de ciudades de tamaño intermedio, ubicadas en las
áreas de gravitación directa de las áreas metropolitanas de mayor expansión
física; sin embargo, considerando las características que, en la actualidad ha
asumido la expansión metropolitana, surgen dudas acerca de si en estos casos,
efectivamente, puede hablarse de una ciudad intermedia o, más apropiadamente,
de un componente suburbano de la metrópoli.
En contraposición, bajo
las condiciones impuestas por la liberalización económica y la desregulación,
también se encuentran aquellas que Ciccolella (1996) denomina como regiones (o
ciudades) "no rentables", donde a falta de algún tipo concreto de
ventaja comparativa, no hay condiciones para atraer inversiones, generar
puestos de trabajo y, por ende, establecer condiciones para mejorar las
condiciones de vida de sus habitantes. Forman parte del contingente de lo que,
algunos autores, han denominado como las regiones o ciudades perdedoras. En
este cuadro general, hay suficiente evidencia empírica sobre las tendencias que
se están desplegando bajo la dinámica de la reestructuración que no autorizan a
inferir, como se ha venido haciendo, que se esté produciendo un crecimiento
generalizado de las ciudades medias; en el mejor de los casos se podría hablar
del crecimiento y la prosperidad de algunas de ellas, vinculadas a un
número limitado de procesos o áreas productivas dinámicas.
5. Expansión productivo-demográfica,
estrategias privadas y metropolización expandida
¿Cómo se materializan
territorialmente estos procesos de crecimiento metropolitano? Quizás el rasgo
más relevante de la expansión territorial de las amp de la época de la globalización y de la desregulación,
sea su incontrolable tendencia a la suburbanización y/o periurbanización, a
partir de los núcleos urbanos originales, en un proceso en el que la mancha
metropolitana se expande en forma incesante, ocupando las áreas rurales que
encuentra a su paso y desbordando los límites urbanos definidos en el momento
anterior.[12]
Así, el área urbana heredada del periodo desarrollista, cuyos límites aparecían
dibujados en forma relativamente más precisa y nítida, ha ido dando paso a una metrópoli-región[13]
policéntrica, que en su persistente expansión se va configurado como un
verdadero archipiélago urbano (Ferrao, 1992; Dollfus, 1994) de fronteras
difusas.
Esta modalidad de expansión
urbana que comienza a predominar en el mundo entero, adquiere manifestaciones
específicas en las ciudades de las economías emergentes periféricas, donde
diversos centros urbanos, hasta entonces autónomos, son absorbidos por el
derrame de la mancha urbana o, simplemente, incorporados sistémicamente a la
dinámica metropolitana. Así, en casos como Sao Paulo[14] y ciudad de México, el
archipiélago resultante se extiende
tentacularmente por una enorme extensión en la que terminan siendo
afectadas otras áreas metropolitanas cercanas. En estas estructuras
predominantemente urbanas, suburbanizadas y policéntricas, el modelo de ciudad
de corte europeo, que se había constituido en el referente obligado en los
momentos de mayor esplendor de la ciudad latinoamericana, ha ido cediendo paso
a un modelo en el que Los Angeles aparece como paradigma.
En cualquier caso, esta
modalidad de expansión urbana no puede considerarse como un fenómeno
enteramente nuevo, sino como la acentuación -y, hasta cierto punto, como la
lógica y previsible culminación de un rasgo inherente a la urbanización
capitalista, que ya había comenzado a perfilarse en el periodo desarrollista.
'Lo que aparece como específico de este periodo es que la concentración
productiva y demográfica cristaliza en una metropolización expandida, en
la medida que un importante conjunto de procesos productivos, en especial los
más tradicionales, así como también la población, ya no requiere concentrarse
en un área compacta; sin embargo, un número significativo de dichos procesos
requiere de una razonable proximidad entre sí y, al mismo tiempo, con el lugar
donde se encuentran las mayores economías de aglomeración,[15] todo lo cual augura la
continuidad del crecimiento y la expansión de estos lugares.
¿Qué es lo que ha permitido
y estimulado esta modalidad de concentración expandida? Básicamente, la
imbricación de dos tipos de factores, unos de naturaleza tecnológica y otros de
orden socioeconómico. En lo que respecta a los factores de tipo tecnológico,
importa destacar la generalización del uso de tres tipos de productos asociados
a la evolución del nuevo paradigma científico-técnico, cuya difusión ha sido
una consecuencia natural del avance de la globalización y la desregulación:
a)
el automóvil y los diferentes tipos de transporte automotor. El vertiginoso aumento de la tasa de
motorización registrado en estos países y, en particular, en sus regiones
metropolitanas, indica la generalización de su utilización familiar e
individual; esto ha generado una demanda creciente por una infraestructura para
su mejor utilización, con lo que las vías y carreteras y, en especial, las
autopistas urbanas, se han constituido en los ejes que guían la expansión
urbana, de lo que, frecuentemente, resulta una morfología metropolitana de tipo
tentacular;
b)
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, cuya adopción generalizada, al tiempo que han
reducido significativamente la gravitación de la distancia como un factor
limitante para la localización de las empresas y las familias, también han
estimulado un aumento progresivo del trabajo realizado en el lugar de
residencia;
c)
la televisión, tanto abierta como por cable y satelital, cuya explosiva difusión, en todos los
sectores sociales, ha favorecido un mayor afincamiento cotidiano en hogares
situados a distancias relativamente mayores que las que prevalecían en la
ciudad más concentrada del pasado.
En lo que respecta a los factores de orden
socioeconómico, es importante destacar que lo que la liberalización económica
ha logrado, en esencia, ha sido despejar el camino para la afirmación de una
lógica estrictamente capitalista en la producción y la reproducción
metropolitana, al permitir una operación desregulada (o, en el mejor de los
casos, escasamente regulada) de dos tipos de estrategias sociales:
a)
Las estrategias empresariales, que utilizan el espacio
metropolitano para el desarrollo de un tipo específico de actividad productiva
urbana, vinculada a la construcción civil y a los negocios inmobiliarios. Esto
resulta del hecho de que estas metrópolis-región, en tanto receptoras de la
parte más moderna y dinámica del aparato productivo del respectivo ámbito
nacional, configuran un medio privilegiado e insustituible para la
valorización privada del capital. En efecto, su continuada expansión genera
ilimitadas oportunidades para el crecimiento de actividades directamente
ligadas a los negocios inmobiliarios, en los que la renta de la tierra impulsa
a la creación, por una parte, de áreas de concentración de actividades
empresariales, con el consecuente aumento de la verticalización de sectores de
la ciudad y, por otra, de nuevas áreas residenciales, con fuertes efectos en la
expansión de los límites de la ciudad y en la disminución de la densidad
urbana.
b)
Las estrategias individuales o
familiares de un cúmulo de actores que, en función de preferencias por la
vivienda unifamiliar, desbordan reiteradamente las diversas disposiciones
establecidas, con el propósito de regular
el crecimiento y el funcionamiento urbanos. Por una parte, las
estrategias habitacionales de los sectores más solventes que, en buena parte de
los casos, responden al deseo de evadirse de diversos problemas, tienden a
agudizarse en la parte central de estas amp
(contaminación, congestión, delincuencia, etc.) y buscan refugio en sitios
escogidos de su periferia inmediata. Con ello, sin embargo, se intensificará la
suburbanización y, de esta forma, se estimula la continuidad del fenómeno
urbano-territorial del que se quiere escapar. Por otro lado, los sectores
desposeídos, en lucha permanente por lugares de residencia, tienden a ocupar
tierras marginales, muchas veces en forma ilegal, donde generalmente proliferan
viviendas precarias y sin servicios, que también contribuyen a empujar la
frontera urbana, a pesar de hacerse en otras direcciones.
Puede afirmarse
entonces, que los negocios inmobiliarios, con la complicidad activa de la
población urbana, juegan un papel fundamental en las tendencias actuales de la
expansión metropolitana por la vía de la suburbanización. La confluencia de
estas estrategias tiene como resultado una metrópoli-región que se construye y
reconstruye, que se configura y reconfigura cotidiana y caóticamente, por lo
que "lejos de ser un proyecto diseñado y controlado por el hombre, se ha
convertido en una realidad que escapa a su control" (Naredo, 1994:234).
Habida cuenta del
alcance de las estrategias, tanto empresariales como familiares, que producen
espacio metropolitano, es lógico inferir que cualquier intento por regular
el funcionamiento de estas ciudades y atenuar su expansión exigiría un esfuerzo
deliberado, orientado a controlar a un· sinnúmero de actores y a restringir
(y/o a impedir) una infinidad de negocios. Esto, obviamente, además de un
enorme poder político e ideológico, requeriría de un manejo altamente
autoritario. De allí que las perspectivas de una gestión urbana racional y
efectiva, aparezcan cada día más lejanas, cuando menos mientras perduren los
criterios por los que actualmente se rige la gestión pública.
Santiago de Chile, octubre 1997/febrero 1998
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Veltz, Pierre (1966), Mondialisation, villes et territoires. L’
économie d´archipel, París, Presses Universitaires de France.
[1] Así, por ejemplo, en la evolución de las últimas décadas se ha podido comprobar que "se mida como se mida, la distribución de las capacidades innovadoras entre los diferentes países es altamente desigual. El número de participantes en el 'club de innovadores' es bastante pequeño y relativamente estable a lo largo del tiempo" (Dossi, 1991: 170). En la misma dirección, Pavitt y Soete señalan que "los crecimientos en los niveles de productividad de los países en las décadas de 1960 y 1970 con respecto a la media mundial, estuvieron asociados a incrementos en las actividades innovadoras, medidas en términos de gasto en l+D y de registro de patentes en el extranjero" (citado por Dossi, 1991: 171). Ninguna de estas tendencias permiten avizorar un camino de convergencia.
[2] Tal es el caso, por ejemplo, de un ejercicio de prospectiva espacial realizado por Lipietz y Leborgne, en el que luego de analizar tres posibles modelos de organización del trabajo, concluyen que"todos estos modelos tienen en común una tendencia a privilegiar las aglomeraciones urbanas, lo que es resultado del reforzamiento del carácter mercantil en las relaciones entre empresas, a través de la cuasi integración vertical" (Lipietz y Leborgne 1989: 132).
[3] Una importante conclusión de la investigación de Poner sobre las ventajas competitivas de las naciones es que "las diferencias a escala nacional en estructuras económicas, valores, culturas, instituciones e historias contribuyen profundamente al éxito competitivo. El papel de la nación parece ser tan fuerte como antes o incluso más fuerte que nunca" (Poner, 1990:45). Esta conclusión contradice abiertamente las tesis de algunos autores, como por ejemplo la de Ohmae (1995), en el sentido de que se estaría evolucionando hacia la desaparición del Estado-nación. La observación sobre el aumento de la competitividad de las empresas de los países que más han avanzado en sus procesos de reestructuración parecen avalar decisivamente la conclusión de Poner.
[4] En este sentido, Lafay (1996: 51-52) afirma que los movimientos internacionales del capital constituyen la manifestación más espectacular del proceso de mundialización. Ellos han sido acelerados tanto por las decisiones de los Estados (la desregulación), como por las mutaciones tecnológicas (permitiendo, a bajo costo, una difusión instantánea de las informaciones).
[5] Como señala Coriat, "las grandes firmas ya en parte internacionalizadas, han debido modificar su dimensión, participando de operaciones muy importantes de fusión y adquisición, de compra de otras empresas y de tomas de participación financiera para poder estar presentes en otros mercados" (Coriat, 1997:18).
[6] Ferrao destaca que "a partir del momento en que se pasa a entender el proceso de terciarización como un componente central de los mecanismos de reestructuración de los sistemas productivos y socio-culturales y no apenas como una extensión del denominado 'sector terciario', terciarización, innovación y modernidad surgen ineluctablemente asociadas" (Ferrao, 1992: 35).
[7] La información disponible para los últimos 25 años, muestra que esta tendencia se ha acentuado a medida que el proceso de globalización se ha ido intensificando. Al respecto, Hatem destaca que "el impulso de los flujos de IED a partir de 1985 han beneficiado sobre todo a los países desarrollados. Estos han recibido, entre 1985 y 1990, 85% de los flujos acumulados, contra solamente 72% entre 1980 y 1984" (Hatem, 1995:84).
[8] Así, por ejemplo, puede mencionarse que Standard & Poor evalúa la situación de cada país en función de su riesgo político (sistema político, ambiente social, relaciones internacionales) y del riesgo económico (posición financiera externa, flexibilidad de la balanza de pagos, estructura y crecimiento económico, conducción económica, perspectivas económicas) (Standard & Poor, Emerging Markets, marzo 1995).
[9] En el caso de los países latinoamericanos esta tendencia aparece en forma clara. En un estudio de la CEPAL sobre el tema, se señala que "el aumento del IED en el sector servicios y su caída en el sector manufacturero durante la década de 1980 se tradujo en un incremento de la participación relativa del acervo de IED acumulado en el sector terciario. La IED en servicios tales como comercio, transportes y comunicaciones surgió inicialmente con carácter de apoyo a las actividades de las E1N's en el sector manufacturero. Las reformas económicas introducidas en la región significaron la eliminación de las restricciones a la IED en algunas actividades de servicios, particularmente bienes raíces, finanzas y seguros, lo que favoreció el ingreso de capitales extranjeros en este sector. Los programas de privatización fueron otro factor importante que explica el crecimiento registrado por la IED en las actividades de servicios durante los años noventa." (CEPAL, 1995:13).
[10] En este sentido, Ascher, afirma que "las nuevas tecnologías de transportes y de comunicaciones participan en las recomposiciones de los espacios urbanos y rurales, pero no engendran una dispersión generalizada de los hombres y de las actividades" (Ascher,1995:153).
[11] Los índices Merval de la Bolsa de Buenos Aires, Bovespa de Sao Paulo, Índice General de Ciudad de México, ipsa de Santiago, etc., son los considerados realmente relevantes para apreciar la situación de los mercados financieros de sus respectivos países, independientemente del hecho de que en otras ciudades de los mismos funcionen otras bolsas de valores.
[12] Una reciente investigación sobre doce grandes city-regions, entre las que se incluyeron dos latinoamericanas (Sao Paulo y Santiago), concluyó que: "en todas estas ciudades, el modelo predominante de crecimiento físico ha sido la dispersión desde el centro histórico y los anillos interiores adyacentes hacia distantes espacios abiertos y tierra agrícola" (Lincoln Institute, 1996: 3).
[13] Diversas denominaciones han estado siendo utilizadas para denominar a este tipo de configuración urbana, tales como área metropolitana, región 'metropolitana, ciudad-región, región-urbana, megalópolis, megápolis, metápolis (Ascher, 1995), ciudad global (Sassen, 1991), aun cuando esta última se utiliza con una connotación específica.
[14] En el caso de Brasil, dada su dimensión continental, esta modalidad de concentración se manifiesta dentro de un área significativamente mayor: "a pesar de los efectos de la frontera agrícola del Centro-Oeste y de la frontera mineral del Norte y de los incentivos fiscales para las regiones Norte y Nordeste, los cuales ayudan. a explicar el crecimiento de varias áreas industriales, el proceso de desconcentración industrial fue relativamente contenido dentro de la Región Centro-Sur, en un gran polígono que va desde la región central de Minas Gerais hasta el nordeste de Rio Grande do Sul, dentro del cual están 54 de las 76 áreas industriales con más de 10.000 personas ocupadas en 1980, sin considerar 5 áreas del Estado de Río de Janeiro. Este fenómeno está relacionado con la fuerza del campo aglomerativo de Sao Paulo" (Campolina Diniz y Crocco, 1995: 10).
[15] Como afirma Peter Hall, “las economías de aglomeración no han perdido nada de su importancia, y [...] ellas continúan jugando a favor de las grandes zonas metropolitanas no obstante los factores externos negativos que constituyen claramente los embotellamientos y la polución”. (Hall, 1996:22).